Wittegenstein y el lenguaje, un estudio desde el Tractatus y las investigaciones


Wittgenstein y el lenguaje.

1. El primer Wittgenstein. El Tractatus logico-philosophicus.

La obra filosófica que ha hecho relevante a Wittgenstein para el mundo intelectual es el Tractatus logico-philosophicus, escrita en 1918 y publicada en 1921 se ha convertido en el texto que ha impulsado el desarrollo del Circulo de Viena; en ella, su autor, concibe la filosofía como un ejercicio crítico, una crítica del lenguaje; considera que los problemas filosóficos escritos sobre el lenguaje y sus formulaciones no son tanto falsos sino insensatos; la crítica es entendida en los mismos términos en que Kant, durante su periodo crítico concebía dicha función; es decir, como una crítica de los límites del propio lenguaje, una crítica de los límites de nuestro propio lenguaje.

En dicho texto, su autor muestra una gran preocupación por el sinsentido y su consiguiente rechazo y una gran tendencia al análisis del lenguaje y de la proposición, siendo ésta a su vez entendida en los términos de expresión de pensamiento; la proposición cumple la función que opera desde el interior de nuestro decir pero no de nuestro pensar; para Wittgenstein el pensamiento que traza un límite pone el más allá de este límite; sin embargo el lenguaje circunscrito de manera adecuada no realiza esta función ( no hay nada más allá del lenguaje); el Tractatus trata del problema de lo que se debe callar.

Para Wittgenstein toda proposición es una imagen, una fotografía, un mapa de la realidad; la proposición es además el modelo de la realidad. Esto quiere decir que la proposición es una configuración (Abbildung) que representa las relaciones de la realidad en general, en este sentido se habla de una imagen lógica. Toda imagen lógica proporciona una forma lógica y ésta consiste en que toda imagen debe tener algo en común con la realidad para poder configurarla.

El pensamiento está configurado de tal manera que intenta ser una imagen de la realidad, el pensamiento se relaciona con la realidad cuanto que tiende a ser su imagen; el lenguaje es la forma o el medio como dicha imagen se hace expresa externamente, el lenguaje expresa externamente lo que internamente se configura en el pensamiento; de modo que en el lenguaje se hacen explicitas las formas lógicas que determinan nuestra forma de ver, de organizar y de estructurar la realidad.

Para Wittgenstein el lenguaje no expresa la esencia de las cosas, ni su ser; él considera que el lenguaje expresa la forma como las cosas se estructuran, se organizan y entablan sus relaciones con otras cosas; el lenguaje no apunta tanto al qué son las cosas, sino al cómo se conforman, cómo se estructuran y se relacionan; básicamente el sentido de la verdad o falsedad de una proposición va a surgir de la adecuación que se pueda establecer entre la proposición, el juicio o el enunciado y el estado de cosas que describe.

Toda proposición está constituida o conformada por varias partes más elementales que la constituyen; el sentido de la verdad o de la falsedad para dicha proposición necesariamente está relacionado con las posibles combinaciones que entre ellas se puedan establecer.

Ya el Wittgenstein del Tractatus consideraba que no es posible hablar del lenguaje en otros términos o caracteres diferentes al lenguaje; en otros términos se puede decir que si queremos o pretendemos describir lo que es el lenguaje necesariamente tenemos que hacerlo dentro de los límites del mismo lenguaje, “El lenguaje solo puede mostrarse a sí mismo, el lenguaje solo puede exhibirse a sí mismo en aquello que él dice” (Fabris 14); la forma lógica de la proposición solo puede exhibirse a través de ella misma, la proposición es quien exhibe la forma lógica que le subyace (Tractatus 4.121).

También es claro para el Wittgenstein del Tractatus que no es posible objetivar al sujeto que enuncia la proposición; el sujeto que enuncia la proposición se muestra, se exhibe a través de ésta, el sujeto se reduce a un límite y se coloca al margen de la realidad con él relacionada (Tractatus 5.64); lo anteriormente expresado coincide con el hecho de decir que para nuestro autor solipsismo y realismo coinciden en su apreciación de la realidad: “El ojo ve la realidad, pero tú no ves el propio ojo cuando ve la realidad” (Tractatus 5.633).

No existe un lenguaje más allá del lenguaje, un metalenguaje que pueda describir tanto el lenguaje como la forma proposicional y lógica en que éste se exhibe; existe para el Wittgenstein del Tractatus un solo lenguaje y si se intentara elaborar otro lenguaje, éste no tendría más sentido que el sentido del que se intenta describir, por lo tanto, la empresa que Wittgenstein se había propuesto desarrollar en su primera obra se muestra o se presenta como algo paradójico.

Cuando Wittgenstein intenta elaborar un lenguaje perfecto y que ha de convertirse en el modelo de la lengua natural termina encontrándose un lenguaje que se presenta como un espejo en el cual se refleja el mundo y la realidad; este lenguaje presupone que los nombres tienen un significado y que las proposiciones elementales tienen un sentido; aquí radica la conexión del lenguaje con el mundo; en el lenguaje todo está ya dado de antemano, todo está exento de sorpresas: “El mundo de la vida, al restaurar constantemente ese su carácter aleatorio, y también con la multiplicidad de sus interrelacionadas estructuras, acaba por subordinarse a un orden ideal” (Fabris 14-15).

2. El segundo Wittgenstein. Las investigaciones filosóficas.

Entre 1941 y 1949 Wittgenstein elaborará un replanteamiento y una revaloración de la propuesta filosófica que él había elaborado en el Tractatus; esto acontecerá en su segunda gran obra titulada Las investigaciones filosóficas; esta nueva propuesta y posición dará pie para que se hable del segundo Wittgenstein.

¿En qué consiste esa nueva propuesta? Lo primero que habría que decir es que nuestro pensador renuncia al proyecto de crear un nuevo lenguaje o metalenguaje para describir el lenguaje natural; él hará un gran énfasis y un gran empuje al lenguaje considerado como medio; en este sentido, nuestro pensador considera que el lenguaje es el gran telón de fondo sobre el cual hay que situar nuestras acciones y nuestros pensamientos, nuestro pensar y nuestro actuar; ese gran telón de fondo es algo que no se puede trascender; esta idea está acompañada de otro gran pensamiento intuido por Wittgenstein según el cual no es posible crear un nuevo lenguaje o metalenguaje para eliminar los engaños y las dificultades inherentes al lenguaje común; idea ésta que era compartida además por Frege y por los filósofos que inicialmente conforman el círculo de Viena y la tendencia analítica.

El punto de partida y de llegada es el lenguaje común y el lenguaje ordinario; en el lenguaje común y ordinario encontramos el modelo originario del significado de las diversas operaciones lingüísticas, no se debe pretender ni aspirar con él a la consecución de un lenguaje ideal de significación; no se trata de reformarlo, ni de renovarlo sino se ordenar lo que acontece en su interior.

Toda la tradición filosófica que se remite a Aristóteles siempre privilegió un tipo de discurso, un tipo de proposición por sobre los demás; discurso que se limita a describir un estado de cosas y que desde dicha función se puede evaluar como verdadero o como falso; una proposición es verdadera o es falsa si describe correcta o incorrectamente un estado de cosas o una situación; en este sentido se podría hablar la proposición como imagen, modelo, mapa o descripción de la realidad, modelo que el propio Wittgenstein había asumido como paradigmático en la primera parte de su propuesta filosófica y concretamente en el Tractatus (3.1; 3.2). Sin embargo, en su segunda gran obra, este autor reevalúa esta posición planteada en el mencionado texto y ahora en el nuevo planteamiento abordará o recuperará toda una serie de formas lingüísticas o expresiones comunes propias del lenguaje ordinario; dentro de este contexto se abre paso, en su propuesta, una nueva noción que será la clave para entender el giro que propone en su nueva visión filosófica sobre el lenguaje: el juego lingüístico.

En la nueva perspectiva que inaugura Wittgenstein se presenta o se manifiesta una predilección ya no por el lenguaje apofántico propio de la tradición aristotélica sino que, partiendo del lenguaje ordinario concede un cierto grado de validez a todos los modos del habla (cf. Investigaciones I, 23). De ahora en adelante la lengua será definida en los términos de multiplicidad de juegos lingüísticos; desde esta nueva perspectiva, este autor instaurará una crítica contra todas las concepciones del lenguaje que habían predominado en la cultura occidental.

La cultura occidental siempre consideró que toda palabra designa el nombre con que debía nombrarse la cosa o el objeto designado, de este modo se establece la relación palabra-cosa, palabra objeto; el significado asociado a la palabra corresponde al objeto que ella evoca y designa, sus cualidades o características.

Esta forma de concebir el lenguaje presupone el hecho de que detrás del lenguaje históricamente dado se esconde una estructura lingüística que es capaz de captar y nombrar los objetos en su inmediatez; esta estructura lingüística puede ser descompuesta en sus elementos constitutivos y estos a su vez designan los objetos del mundo; de esta manera se establece la relación realidad y lenguaje.

Incluso en algún momento de la tradición se consideró que cuando la relación entre palabra y cosa nombrada no era muy fluida se debía a un cierto proceso espiritual desconocido, misterioso y supersticioso, de modo que  todo el problema se redujo a lo supersticioso.

Sin embargo, dice Wittgenstein, que lo que la tradición dejó de ver en toda esta problemática fueron las circunstancias y las situaciones donde el lenguaje se emplea efectivamente, así como el contexto en el que se utiliza el mismo.

Desde toda esta problemática se perfila lo que ha de ser la tarea fundamental para Wittgenstein en este segundo periodo de su producción filosófica, a saber: tratar de clarificar el estatuto de uso de las diferentes expresiones lingüísticas en su multiplicidad, esto lo hará remontarse yendo a las experiencias y a los comportamientos propios del hombre; en este sentido va a introducir la noción de juego lingüístico, noción que es fundamental para comprender globalmente la esfera del lenguaje.

Esta es la nueva dirección desde la cual tanto el lenguaje como las relaciones que él puede establecer con el mundo de la vida, expresiones, gestos, signos, palabras y actitudes pueden definirse tal y como si fueran un conjunto de juegos lingüísticos, modos o manera como se estructura el habla, diversos usos de las palabras según determinadas reglas.

La noción de juego lingüístico le permite a Wittgenstein asumir una posición crítica contra la tradición, también le permite criticar la pretensión originaria de los filósofos analíticos al querer reducir todo el lenguaje a un metalenguaje o lenguaje ideal; los mismos juegos lingüísticos se han de convertir en un objeto de análisis para Wittgenstein; las reglas lingüísticas que empleamos en la utilización del lenguaje son modelos de comportamiento que aprendemos y utilizamos en nuestra vida; sostiene Wittgenstein que quien sigue una regla obedece una orden, de que en nuestros procesos lingüísticos somos adiestrados para obedecer reglas hasta el momento en que esto se convierte en una costumbre; de modo que seguir una regla es una praxis vital; todo el proceso de entender y comprender se remite a un saber hacer; todo juego lingüístico se fundamenta en una forma de vida y la filosofía debe estar capacitada para describir dicha forma de vida (Fabris 19).

El lenguaje según esta nueva posición de Wittgenstein está conformado y constituido por una multiplicidad de usos y de juegos, todos ellos se basan en la praxis misma del lenguaje; nuestro pensador  cree que el lenguaje, los conceptos, los nombres y las proposiciones no son definibles en su esencia, ni tampoco son nociones rígidas; ellos se configuran en los usos, en los juegos de los cuales hacen parte; este autor también considera que aunque existen múltiples juegos y usos del lenguaje, sin embargo entre todos los conceptos, proposiciones y nombres existe algo así como unos lazos comunes que revelan una cierta familiaridad entre ellos; de esta manera se pueden encontrar hilos conductores, fibras que se entrelazan y que conforman una red compleja; por esto la invitación que hace Wittgenstein en las Investigaciones es no tanto a pensar cuanto a observar y desde la observación tratar de delinear el método a seguir en cuestiones relativas al estudio del lenguaje (Investigaciones I,66;67).

Para el Wittgenstein de las Investigaciones filosóficas el lenguaje coincide con la multiplicidad de sus configuraciones, usos o juegos y no existe una predilección por ninguno de ellos; en dichas configuraciones la lengua se rige de acuerdo a unas reglas que no siempre son evidentes por sí mismas; sin embargo son ellas las que estructuran los diferentes juegos lingüísticos que se hablan permanentemente; las palabras adquieren su significación por el lugar que ellas ocupan dentro del conjunto de reglas y estas son las que le asignan el papel que ellas deben desempeñar; toda palabra tiene una función y ésta es quien hace que aquella sea tomada en consideración; incluso las palabras de los filósofos que a veces tienden a ser tan confusas han de ser devueltas de su papel o lugar metafísico al lenguaje cotidiano; la función de la filosofía es la de describir, sin alterar el uso efectivo del lenguaje (Investigaciones 1,124); desde esta perspectiva se puede decir que no hay espacio ni para una metafísica ni para un metalenguaje.

Por lo tanto la tarea que queda por realizar es la descripción de las formas de vida en que habitamos, las que nos pertenecen y a las que pertenecemos y la descripción de las estructuras lingüísticas que utilizamos; desde esta perspectiva se podría decir que Wittgenstein intenta llevar a cabo una fenomenología de lo cotidiano, donde lo cotidiano se convierte en un terreno de análisis y sobre este se pueden diferenciar los problemas verdaderos de los falsos.

3. Conclusión.

La intención de Wittgenstein en el Tractatus es dar una salida, buscar una solución a los problemas matemáticos, científicos y filosóficos que el positivismo clásico no había podido resolver. Desde una lectura de dicho texto se puede inferir que la filosofía no es un saber sino una actividad cuya finalidad radica en la necesidad de aclarar las proposiciones; esta es la razón por la cual para éste autor la filosofía se circunscribe dentro de un análisis del lenguaje[1].

Wittgenstein considera en esta su primera obra que el mundo está conformado y constituido por la totalidad de los hechos atómicos; no son las cosas, ni la sumatoria de éstas las que conforman el mundo.

¿Qué es un hecho atómico? Es la conformación de varias cosas o entidades que se pueden nombrar o designar mediante nombres, pronombres personales, adjetivos, sustantivos; desde esta perspectiva se puede inferir que existe una profunda relación entre las cosas, las entidades y las palabras que las designan.

Si un hecho atómico es la conformación y la combinación de varias cosas o entidades, la proposición atómica es la combinación de varias palabras; de modo que las proposiciones atómicas son espejos, mapas o representaciones de hechos atómicos; las primeras son cuadros, imágenes o pinturas que representan a las segundas; de esta manera es que Wittgenstein llega a considerar el lenguaje como un mapa, una imagen o un cuadro en el cual se ve reflejada la realidad.

También considera nuestro autor que las proposiciones atómicas que no representan hechos atómicos carecen de valor y por lo tanto no tienen ningún sentido; el conjunto y la combinación de las proposiciones atómicas constituyen para este autor lo que se llama funciones de verdad. Quizás una de las tesis más atrevidas que propone este autor es que los límites de mi lenguaje significan los límites del mundo; esta tesis ha hecho que muchos tilden a Wittgenstein de caer en un solipsismo lingüístico.

El Wittgenstein de la Untersuchungen propone como tarea para la filosofía la de que ella debe ayudarnos a desenmascarar el embrujamiento en que vive nuestra inteligencia; esta labor se logra mediante el análisis y la crítica del lenguaje; esto se alcanza cuando este sea visto de manera clara y cuando se renuncie a la intención de buscar en él una esencia o una estructura que lo trascienda. Detrás del lenguaje no hay ni existe nada oculto que se esconda en su trasfondo; esta es la razón por la cual la invitación de Wittgenstein es no tanto a pensar el lenguaje sino a observar, ver y descubrir cómo funciona.

El lenguaje funciona en sus usos, estos pueden ser múltiples y variados; desde esta perspectiva este autor infiere que no existe un lenguaje sino lenguajes y estos se conforman y constituyen como formas de vida; lo que se designa con el término lenguaje realmente surge de los juegos lingüísticos o juegos del lenguaje; un juego lingüístico sirve para consolar, otro para mostrar o manifestar la indignación, otro para mandar, designar o amonestar, de este modo puede inferirse que existen muchos, variados y múltiples juegos lingüísticos; el lenguaje no funciona pues desde una forma unidireccional.

Se puede decir que la mayor parte de las interpretaciones sobre la propuesta wittgensteniana se fundan en los dos momentos más importantes para la historia de la filosofía analítica; el primero de éstos se centra en la noción de lenguaje ideal o búsqueda de un metalenguaje y desde este analizar los lenguajes corrientes o el lenguaje natural; el segundo momento se centra en el análisis de los lenguajes corrientes o juegos del lenguaje; por esta razón en Wittgenstein se pueden encontrar los que se podrían llamar los elementos analíticos en el pensamiento de Wittgenstein.





[1]Para esta breve conclusión nos serviremos del texto Manual de filosofía del lenguaje.

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