El paradigma relativista de nuestro tiempo


El paradigma relativista de nuestro tiempo.





Cuando hablamos de relativismo debemos tener claro que el término abarca diversas formas de relativismos; en el presente ensayo[2] intentaremos, en primer lugar, estudiar brevemente los tipos de relativismos proclamados en el mundo contemporáneo; en segundo lugar intentaremos hacer una crítica contra los distintos relativismos; y en tercer lugar haremos una conclusión.

Básicamente son cuatro los relativismos que se proclaman en el mundo contemporáneo, estos son: un relativismo lógico-lingüístico defendido por pensadores como Wittgenstein y Quine; un relativismo epistemológico defendido por los físicos nucleares, atómicos y cuánticos; un relativismo histórico-hermenéutico basado en el influjo histórico cultural que determina a la persona en el momento de valorar, este está defendido por Wilhelm Dilthey, Heidegger y Vattimo; y un relativismo ético básicamente defendido por Federico Nietzsche.

I.             Diferentes tipos de relativismos.

El Relativismo histórico.

Este tipo de relativismo se basa en la afirmación de que toda teoría, toda propuesta filosófica o cultural es hija de su tiempo pues ella responde a una serie de problemas y cuestiones suscitadas en una época determinada.

Este tipo de relativismo sostiene que toda teoría científica, filosófica o estética nace en un presente y para un presente; en este sentido este tipo de relativismo sostiene que no existe una teoría que llegue a ser eterna e intemporal o supratemporal; aunque toda teoría aspire a ser eterna, a responder a problemas eternos, sin embargo nunca llega a serlo; todas las teorías son fugaces y perecederas.

Por otro lado, este relativismo sostiene que toda teoría, además de ser fugaz, efímera y perecedera es además parcial en su apreciación sobre la realidad; este relativismo sostiene que nunca una teoría por grande que sea jamás podrá dar una visión total y totalizante sobre la realidad; el hecho de que las diferentes teorías tengan una pugna permanente las unas contra las otras demuestra su carácter relativista y parcial.

Para este tipo de relativismo la verdad no es algo trascendente, eterno e inmutable sino que la verdad va a estar supeditada o sometida al vaivén histórico, a los contextos culturales, a las diferentes épocas históricas; consecuentemente se puede decir que para el relativismo histórico la verdad es relativa, transitiva y cambiante.

El relativismo epistemológico.

Dicho relativismo sostiene que toda teoría científica es hija y por lo tanto producto de su propio tiempo histórico, por lo tanto está supeditada o depende de un paradigma histórico; paradigma dentro del cual y solo dentro de él es sostenible dicha teoría; además sostiene que dentro de la formulación de toda teoría científica lo que la determina en su formulación no son los hechos objetivos sino las motivaciones sicológicas, sociales, políticas, económicas e incluso religiosas.

Toda teoría científica, según este tipo de relativismo, es producto de mitos, y de sugestiones emocionales; en última instancia, el relativismo epistemológico va a sostener que toda teoría científica es el producto de un momento histórico y surge como producto de emociones, sentimientos e incluso mitos.

El relativismo lógico.

Este surge como producto del análisis del lenguaje; análisis que procede de la siguiente manera: primero un término, una palabra, un concepto se analiza de modo aislado; luego se ubica dicho término, palabra o concepto dentro de la función que ejerce en la frase o en la oración o en el contexto en que fue dicha o pronunciada; después se analiza la frase que contiene a la palabra dentro del contexto lógico que la determina y finalmente se da el salto hasta la tradición histórica de la que ha brotado dicho término, frase y estructura gramatical que la determina.

Inicialmente se creía que las leyes lógicas que determinaban el funcionamiento del lenguaje eran entes supratemporales, objetivos y que no estaban sujetos al cambio; sin embargo la crítica que se le hace a dicho esquema es que las leyes lógicas están supeditadas al sujeto y por lo tanto éste puede disponer de ellas a su antojo, éste las puede cambiar y reemplazar a su arbitrio; algunos filósofos que defienden este relativismo sostienen que el sujeto es quien puede crear, generar y concebir las estructuras lógicas que determinan el universo de las leyes lógicas; por lado también habría algunos filósofos que sostienen que las leyes lógicas no pueden ser universales ni iguales para todo el mundo, así como tampoco pueden ser universalmente aceptadas.

Este debate contra las leyes lógicas, y que hemos acabado de mencionar, fue el que generó el relativismo lógico, pues se considera que si las leyes lógicas quedan supeditadas al arbitrio del sujeto, entonces cualquier persona capacitada lógicamente las puede crear, cambiar o reemplazar; por otro lado si las leyes lógicas no son iguales para todo el mundo, entonces no son universalmente compartidas y van a depender de los distintos contextos, culturas, épocas históricas y circunstancias.

El relativismo lingüístico.

Este relativismo surge de la afirmación según la cual el uso del lenguaje está supeditado a los diferentes contextos y circunstancias donde se utilice un determinado lenguaje; de modo que según este tipo de relativismo no se puede sostener el hecho de que existan leyes y normas gramaticales fijas, objetivas e iguales para todo el mundo sino que las leyes y normas gramaticales y lingüísticas van a depender de los distintos contextos donde un determinado lenguaje es hablado y utilizado; básicamente no son las leyes gramaticales y lingüísticas las que determinan el funcionamiento del lenguaje sino que el funcionamiento y la manera como un lenguaje es hablado y utilizado es el que va a determinar la creación y la utilización de las leyes lingüísticas; esto es lo que en el filósofo alemán Gadamer y en austriaco Wittgenstein se va a llamar juegos lingüísticos (Sprachspielen). Lo que va a determinar el significado de una palabra es el modo y las circunstancias en las cuales se utiliza.

El relativismo ético.

Las leyes y las normas morales se pueden concebir de modo subjetivo o de modo objetivo, es decir las normas morales se pueden concebir como datos objetivos, permanentes, iguales para todo el mundo y universalmente válidas y aceptadas o se pueden concebir de modo subjetivo y cambiante, no aceptadas universalmente sino dependiendo de unas circunstancias determinadas.

Si las leyes éticas son entidades objetivas, fijas inmutables, si el bien es algo que siempre permanece estable y de manera invariable y va a ser el mismo para todos y en todas las épocas, entonces podemos hablar de un objetivismo ético; pero si las leyes éticas son productos del sujeto, de las sociedades, de las costumbres, de las épocas históricas entonces éstas van a estar supeditadas al cambio, estas pueden variar y transformarse. Si en el primer caso hablamos de objetivismo ético, en el segundo caso hablamos de subjetivismo ético y es en este segundo caso donde propiamente se puede dar un relativismo ético.

II.            Posición crítica.

Contra el relativismo en general.

Primero que todo hay que decir contra el relativismo historicista que el hombre, el ser humano y las características que lo definen no pueden estar sujetas al relativismo porque la base primera sobre la cual se estructuran todos los relativismos es el hombre y su naturaleza humana; en este sentido se puede decir que el ser humano es un ser libre y este dato no se puede relativizar; el ser humano es un ser que tiene afectos y necesita afectos; el ser humano es un ser que tiene los rasgos de la mortalidad, de la racionalidad y de la proyectualidad, es un ser que necesita proyectarse fuera de sí mismo, estas características del ser humano no se pueden relativizar, ya que relativizarlos implicaría negar lo más propio de la condición humana.

En segundo lugar habría que decir contra el relativismo historicista que una cosa es la verdad y otra cosa es el contexto histórico, social, cultural, económico y político donde se sitúa la verdad; el hecho de que la verdad adquiera las categorías histórico-culturales de una época no por ello va a ser relativa y no por ello la verdad va a estar sujeta al cambio; en otro sentido se puede decir que la verdad necesita expresarse históricamente en distintos contextos para ser proclamada y comprendida pero no por ello va a ser relativa o transitoria, no por ello va a perder los rasgos de absolutidad que le son propios.

Se podría decir que el relativismo historicista confunde relativismo con inculturación, ya que el hecho de que la verdad sea proclamada en un contexto cultural diferente no por ello la verdad se va a convertir en un valor relativo. Justamente la verdad se va transmitiendo a partir de teorías científicas, filosóficas, políticas, estéticas y teológicas, por el hecho de que las teorías se puedan corregir, cuestionar e interrogar ello no significa que la verdad sea relativa; antes por el contrario la verdad misma va arrojando, desde ella, luces que enriquecen las distintas teorías y propuestas científicas, filosóficas, culturales, estéticas y teológicas.

La verdad, sea ésta entendida desde el plano lógico-gramatical, ontológico-hermenéutico o en el plano existencial-religioso es siempre un lugar, un punto y un plano de referencia; además ella siempre exige y plantea la necesidad de un cambio, de una renovación y de una transformación pues la experiencia de la verdad cambia, transforma y renueva a quien accede a ella.

Por otro lado hay que sostener contra el relativismo historicista que el hecho de que la verdad se revista con los caracteres históricos para hacerse más asequible a una sociedad, a una cultura o a una época histórica, no excluye, desde el punto de vista filosófico, que un día la verdad se pueda alcanzar definitivamente; el hecho de que un día podamos alcanzar la verdad de modo definitivo es algo que hay que afirmar contra el relativismo historicista.

Contra el relativismo científico o epistemológico.

En el plano del relativismo epistemológico y científico éste se refuta a sí mismo porque para poder aceptar si una teoría científica es verdadera o no, debe hacerse argumentativamente desde un plano o un punto de vista superior, es decir debe inventarse una nueva teoría que justifique que la teoría que se quiere negar o relativizar no es verdadera; un plano o punto de vista superior desde el cual se evalúen todas las teorías y su respectiva visión de la realidad implica la elaboración de una nueva macro-teoría; según esto, el problema radica, y en esto se presenta una contradicción para el relativismo científico, en que esta punto de vista superior se convierte a su vez en un punto de referencia y cuando esto sucede pierde los rasgos de relatividad, porque el relativismo no acepta puntos de referencia a los cuales se pueda dirigir; de esta manera el relativismo cientifista o epistemológico queda confutado en sí mismo y desde su propia base.

Contra el relativismo historicista.

La base común sobre la cual se asienta el relativismo es la concepción de que las expresiones lingüísticas, las teorías científicas, los valores y la verdad misma son productos de la historia; según esto todo nace, vive y muere con el y en el acontecer histórico; de ahí que el pluralismo y el contextualismo son productos de una determinada visión de la historia; según esto, una creencia absoluta en el relativismo o quien profesa ciegamente que el relativismo es un absoluto solo lo puede hacer cuando afirma y sostiene una determinada visión de la historia; toda visión relativista termina siendo una visión pesimista y negativa de la historia ya que quien acepta el relativismo de modo absoluto no acepta la existencia de principios absolutos, fijos, determinados e inamovibles y menos aún acepta la posibilidad de fundamentos.

Pero por otro lado habría que decir que si no existen principios absolutos hacia los cuales encaminarse y dirigirse no se podría afirmar un progreso, una maduración y un desarrollo positivo o negativo. Además si se afirma de modo absoluto el relativismo no es posible decir que el hombre, que el ser humano aspira a la verdad y a la posesión plena de ésta; si esto es así no encontraríamos ante una visión pesimista del saber y nos encontraríamos ante un sinsentido.

En general se puede decir que una sociedad que se autoproclame relativista sería una sociedad pesimista; pesimismo que surgiría del hecho de reconocer que no hay puntos de llegada a los cuales se pudiera y se debiera aspirar.

A favor de la sicología y contra el relativismo lingüístico.

Hoy dentro del campo de la filosofía contemporánea existen algunos pensadores que sostienen que el lenguaje es un fenómeno sicológico y mental; por el hecho de estar arraigado en el ser humano no está supeditado a variantes de tipo relativista; ellos sostienen que detrás del lenguaje se puede encontrar una estructura de carácter universal, estructura que se puede llegar a describir; en este sentido se puede hablar de universales lingüísticos, incluso de un cierto innatismo lingüístico; estos pensadores sostienen que el lenguaje al ser un elemento sicológico y por lo tanto constitutivo del ser humano es por ello una entidad de carácter universal que comporta elementos objetivos y desde este conjunto de ideas lo reviste un carácter de orden fundamental.

A favor de los fundamentos.

Cuando se argumenta contra un dato último y evidente, tal argumentación se intenta presentar como un dato último y evidente; lo que se constituye en una clara contradicción; si la pretensión del relativismo contra los fundamentos es proponerse como una argumentación última, clara, definitiva y evidente entonces incurre en una contradicción porque el relativismo a sí mismo se está proponiendo como fundamento último, evidente y definitivo.

Por otro lado, y siempre contra el relativismo, no es posible negar el punto de vista desde el cual una persona elabora o realiza su argumentación ya que siempre que se realiza una argumentación quien la realiza está determinado por un punto de vista; por lo tanto aunque todo tienda a ser relativo no se puede relativizar ni negar el propio punto de vista ya que el punto de vista desde el cual se habla se convierte en el punto que determina a quien habla.

El giro ético.

En el pensamiento contemporáneo existe una tendencia que se denomina el giro ético; esta tendencia ha surgido como una respuesta o un intento de reflexión que le hace de contrapeso a las tendencias relativistas que aquí hemos estudiado.

Esta tendencia sostiene y afirma que las propuestas relativistas que existen en nuestro mundo actual solo se pueden superar mediante una reflexión de tipo ético o mediante una reflexión en torno a la razón práctica o sea la razón ética; esta tendencia sostiene que es necesario y urgente coordinar, organizar y sistematizar las diferentes perspectivas y las diferentes miradas propias de cada pueblo y de cada cultura.

Esta tendencia que reflexiona en torno al problema ético enfatiza la necesidad de recurrir a conceptos que estén acordes con el mundo postmoderno en que vivimos; en este sentido esta reflexión ética enfatiza conceptos tales como la identidad y la diferencia, el respeto por el otro, el amor al prójimo, el rostro, la acogida; en este sentido está tendencia enfatiza el respeto por los demás, la aceptación de las diferencias, la compasión, la solidaridad, así como la fraternidad; también es tema de esta reflexión en torno a la ética un gran interés por el ser humano y este visto como individuo y por los rasgos de singularidad que éste comporta.

Esta tendencia reflexiva en torno al problema ético ha hecho que hoy se presente un gran interés por el carácter ético del individuo, de la sociedad y de la cultura, así como el carácter ético de la técnica y de la ciencia; en este sentido muchos pensadores contemporáneos han asumido posiciones críticas y de denuncia frente a los posibles excesos o defectos que estos fenómenos puedan comportar para la humanidad actual.

III.          Conclusión.

El problema del relativismo es un problema que ha tenido que afrontar la cultura contemporánea pero que hunde sus raíces en la cultura moderna; la hermenéutica ha tenido que afrontarlo directamente y ha sabido replantearlo; frente a los diversos tipos de propuestas relativistas se han argumentado propuestas antirelativistas, así como también se han propuesto nuevas tendencias que tratan de superar los diversos tipos de relativismos; se debe tener claro que en la mayoría de las propuestas relativistas se presenta una fatal confusión entre la verdad como dato último al cual se encamina el saber y el hacer humanos y la manera como dicha verdad es expresada y frente a ello hay que decir que no porque cambie la forma de expresar históricamente la verdad no por ello la verdad se convierte en un hecho relativo.

También se debe tener claro que todo intento por afirmar una propuesta relativista es fallido porque está viciado de raíz, ya que un relativismo afirmado y sostenido hasta la saciedad termina por convertirse en un absolutismo; de modo que también el relativismo puede ser un absolutismo; aquí han de incluirse aquellos autores que sostienen que el relativismo es la única propuesta válida para nuestro tiempo.

La reflexión de carácter práctico o ético, la reflexión sobre el carácter ético del ser humano, la reflexión sobre la razón práctica está encaminada a un esfuerzo por superar el relativismo ya que la praxis humana es lo efectivamente determinante en el ser y en el quehacer humano; en este sentido toda reflexión sobre el quehacer humano se encamina a un tipo de reflexión donde se puedan determinar puntos claros de tipo trascendente que orienten y acompañen la praxis humana; por otro lado una reflexión así orientada debe encaminarse a la búsqueda de una propuesta ética donde sean determinantes elementos tales como: el respeto por la diferencia, el reconocimiento de los propios límites, el reconocimiento de los límites de los demás, el reconocimiento de la propia identidad y de los propios valores para poder valorar la identidad y los valores de los demás.

Pero por encima de todo esto nos debe quedar claro que una reflexión sobre el relativismo propio de nuestro tiempo no puede dejar de reconocer que existen lugares fijos e inamovibles que se convierten en paradigmas; en este sentido hay que destacar al hombre y los rasgos que caracterizan su existencia, su vida y todos aquellos rasgos que lo conforman como ser humano; la verdad, bien sea entendida en su versión pragmática, positivista, lógico-gramatical o hermenéutica es siempre un lugar fijo y recurrente al cual siempre tiene que referirse el ser y el quehacer humanos; Dios o el ser trascendente y absoluto, entendido como punto de referencia al cual se debe orientar la acción humana; por encima de todo esto no puede dejarse de lado el hecho de que una sociedad que se autoproclama relativista es una sociedad pesimista y confusa porque donde no hay puntos de orientación hacia los cuales se deba dirigir el hombre entonces cualquier punto puede ser punto de orientación, generando con ello confusión y pesimismo, dos palabras que permanentemente escuchamos en nuestra sociedad.




[2] Este ensayo es producto de una investigación que el autor ha realizado sobre la hermenéutica, investigación que se ha realizado con la colaboración de la Universidad Pontificia Bolivariana quien le ha concedido un año sabático para realizarla; corresponde al último numeral de la tercera parte de dicha investigación donde se analizan los problemas inherentes a la hermenéutica, siendo uno de ellos el problema del relativismo contemporáneo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lo cómico como categoría estética

Los coristas: un estudio sobre el film

Lo sublime