La técnica y el arte: condiciones del hombre postmoderno.

La técnica y el arte: condiciones del hombre postmoderno.
La preguntología heideggeriana.
Heidegger por la época en que enseña en Friburgo, el llamado periodo de Friburgo,  realiza una atenta reflexión sobre el carácter problemático que es propio de toda investigación filosófica. Esta reflexión está relacionada con la estructura de la pregunta propiamente filosófica, y del preguntar como actitud inherente al quehacer filosófico, este fenómeno se ha llamado la preguntología heideggeriana.
El marco dentro del cual se ubica dicho problema es una abierta polémica con Franz Overbeck, el teólogo amigo de Nietzsche. Overbeck refuta la ausencia de los presupuestos, los prejuicios y los preconceptos, así como la apertura característica que son propios del interrogar filosófico. Con esto empieza a delinearse en Heidegger un manifiesto interés por el escepticismo, desde esta óptica, Heidegger tuvo una clara intención, manifiesta pero no realizada, de dictar un curso sobre el escepticismo en la filosofía antigua.
La situación corriente del preguntar.
Todos ordinariamente preguntamos, todos nos hacemos preguntas en nuestra vida cotidiana ¿Qué vamos a hacer? ¿Cuál es el programa de fin de semana? ¿Dónde es la fiesta? ¿Qué dijo el profesor?, incluso nos hacemos preguntas que afectan nuestro ser de modo más íntimo ¿Quién soy yo? ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Cómo debo reorganizar mis asuntos?; hacemos preguntas de alto talante ¿Existe realmente Dios? ¿Si Dios existe por qué hay hambre en el mundo? ¿Soy criatura de Dios? ¿Existe una vida más allá de la muerte?; nos hacemos preguntas en las que queremos conocer lo que los demás piensan de nosotros ¿Me amas? ¿Estas realmente enamorado? ¿Quién soy yo para ti?
Este tipo de preguntas ha generado un malentendido muy grande, y que a veces hace mucho daño, cuando se oye decir que todos son filósofos, que todo el mundo filosofa porque reflexiona sobre los asuntos de la vida. E incluso según este tipo de preguntas muchas veces se cree que los filósofos son una especie de vagos, desadaptados y personas que pierden el tiempo. Y peor aún, a veces nos encontramos con personas que creen que saben filosofía porque se realizan este tipo de preguntas; en todos estos casos hay que decir que estas preguntas tienen que ver mucho con la cotidianidad pero que en el fondo no son filosóficas.
Pero entonces surge una pregunta ¿Qué es lo que hace que una pregunta sea realmente filosófica? ¿Cuándo preguntamos filosóficamente? Para poder responder a esta pregunta es necesario que demos una mirada a la importancia de la pregunta para la filosofía.
La filosofía surge de la pregunta.
1. Consideraciones clásicas sobre la filosofía.
Normalmente escuchamos que la filosofía surge del asombro, esta concepción tiene su origen en Grecia. Especialmente de la propuesta filosófica de Aristóteles que sostenía que el hombre para poder empezar a filosofar debía maravillarse y asombrarse frente a la realidad.
También escuchamos que la filosofía es, como su nombre griego lo indica: φυλειν τον σοφον, amor por la sabiduría, y por esta razón cuando pensamos en un filósofo nos imaginamos que este es un ser humano que sabe mucho, un ser medio desubicado en este mundo, pero concentrado en el mundo de las ideas y muchas veces perdido en una nebulosa del saber. Nos imaginamos que los filósofos son seres medio extraños que viven rodeados de alumnos, o muchas veces son ermitaños que aman y prefieren la soledad y en la soledad encuentran sabiduría.
Hemos escuchado que la filosofía surge de un modo de vida, y de hecho así lo consideraron, y lo consideran algunas escuelas como el epicureísmo. Según esta forma de valorar el quehacer filosófico, la filosofía se encamina hacia un modo de vida donde el filósofo es el ser que cuida de sí mismo, la filosofía encamina al filósofo hacia la realización de ciertas prácticas que le ayudan a un buen vivir, el filósofo es aquel ser que encuentra en  la forma de vida regida por el cuidado de sí o la Epimeleia un sentido para el buen vivir, el filósofo le indica y le muestra a las personas cómo se vive bien.
También hemos escuchado que la filosofía surge de una manera de observar el cosmos; en la cultura griega-preclásica algunos filósofos observan el cosmos y se percatan de que este es diferente del caos. En este sentido ellos contraponen cosmos y caos. El cosmos es orden, medida, armonía; en el cosmos todo tiene una finalidad, una racionalidad, una estructura; el cosmos se rige por leyes y normas, y estas a su vez inciden en los fenómenos. Por el contrario en el caos el hombre se encuentra frente a todo lo opuesto: el caos es lo que no tiene forma, ni medida, ni armonía; en el caos no hay estructura, no hay progreso ni desarrollo, tampoco se dan leyes ni fenómenos físicos determinados por leyes físicas. Cuando los hombres se dan cuenta que el cosmos tiene una racionalidad, entonces empieza la filosofía, y esta entendida como esa forma de pensamiento que busca dar razón de los fenómenos cósmicos.
Otra de las concepciones que han predominado en la cultura occidental sobre el origen de la filosofía, es la que la contrapone el logos al mito. Grecia vivió dos momentos: un momento mitológico, en el cual la forma más corriente para explicar la realidad era recurrir al mito. En el mito, los dioses en medio de guerras, venganzas, luchas apasionadas, amores desafortunados y traiciones…. De todo ello hacen surgir el cosmos. Los dioses mitológicos son las representaciones de las pasiones humanas y a ellos recurre el hombre cuando se encuentra frente a los grandes dilemas de la existencia. Pero en Grecia cuando la concepción mitológica entra en crisis, surge la filosofía; esta trata de dar una explicación del cosmos ya no en base a las luchas de los dioses sino desde la explicación racional, la observación del cosmos. Sócrates recurre a la idea del bien para proponer una concepción ético-moral que trate de explicar el drama de la existencia humana.
2. La pregunta está a la base del quehacer filosófico.
Sin embargo en todas estas explicaciones que han tratado de explicar el origen de la filosofía, se ha olvidado que la pregunta es lo que está a la base de todas ellas, veamos por qué y de qué modo.
Los filósofos se sitúan frente al mundo, lo observan, se percatan de su orden, sus leyes y sus medidas; lo ven diferente al caos, lo explican desde la razón y desde todas estas actitudes surgen unas preguntas ¿Por qué? ¿Por qué el cosmos es orden y no caos? ¿Por qué orientar la existencia hacia la búsqueda de la felicidad? ¿Por qué es racional y no mitológico? ¿Qué es lo que hace que el mundo sea como es? ¿Qué es lo que está a la base del cosmos?
Estas preguntas y las respuestas que dan a ellas hacen que en la historia de la filosofía distingamos los filósofos presocráticos entre los naturalistas y los no naturalistas. Justamente la filosofía nace de la pregunta porque lo que está a la base de los pensadores antiguos es la pregunta acerca del origen del cosmos, y el cosmos primeramente entendido de modo natural, físico y después entendido de modo cultural.
Esta distinción entre mundo natural, físico o cosmos y mundo cultural surgirá de la respuesta que los filósofos antiguos dieron a la pregunta por el origen del cosmos.
Es sabido que unos filósofos que plantearon la pregunta por el origen del cosmos respondieron con conceptos naturales y físicos, tales como el agua, el aire, el viento, el fuego, la tierra. En cambio otros filósofos trataron de responder a la pregunta con conceptos elaborados, tales como: apeiron, arjé, esto daría pie para luego hablar de físis y logos, entendiendo el primero como lo físico y lo natural, lo segundo como lo cultural y conceptual.
En la época de Platón puede apreciarse que la pregunta gira en torno al mismo problema ¿Cuál es el origen del cosmos? Pero este entendido en los términos de mundo sensible contrapuesto al mundo suprasensible, este pensador planteará una dicotomía entre ambos mundos, y dará una supremacía al suprasensible. Sabemos que Platón opta por la Idea y esta entendida como principio unificador del cosmos.
Años después, la respuesta de Aristóteles a la pregunta por el origen del cosmos tendrá una resonancia ambigua, porque por un lado el estagirita partirá de la observación física de la naturaleza, de los procesos naturales, del desarrollo del cosmos pero tendrá que llegar a una respuesta en la que propondrá el motor inmóvil, la causa in-causada como la base del funcionamiento de todo el cosmos.
Después vendrá todo el medioevo planteándose la misma pregunta acerca del origen del cosmos y como se sabe, la respuesta recaerá en la cristianización del motor inmóvil aristotélico por parte de Santo Tomás y la cristianización del mundo suprasensible y del mundo sensible por parte de Agustín y los otros pensadores medievales.
La modernidad, a partir del Renacimiento, planteará la misma pregunta, pero surgirán antiguas problemáticas olvidadas; por un lado Gianbattista Vico planteará la pregunta acerca del origen del cosmos pero referido al mundo de la cultura y de la civilización. Los humanistas en el Renacimiento, pondrán al ser humano como el centro del cosmos, con ello están tratando de responder a la antigua pregunta por el origen del cosmos. Con Descartes y Kant se replanteará la pregunta enmascarándola bajo la forma de la razón: la Razón es la diosa que determina el funcionamiento del cosmos, la Razón es la diosa que lo dirime todo, todo debe pasar por el juicio de la razón. Luego los idealistas al replantear la pregunta por el origen del cosmos pondrán a la idea como la base del mismo. El materialismo dialéctico, años más tarde, propondrá la materia, y no la idea, como el origen del cosmos, con ello estaba tratando de responder a la pregunta acerca del origen. El Empirismo, heredando la propuesta de Galileo, Kepler, Newton y su explicación causal del mundo, pero también la propuesta filosófica de Kant, recurrirá a la necesidad de explicar el cosmos a partir del concepto de ley física, estructura cósmica, causalidad, debe recordarse la atracción que ejercía la teoría de la gravitación universal por esta época; la teoría newtoniana permitía explicar el funcionamiento del cosmos bajo la figura de fuerzas de atracción y de repulsión, además de proponer la figura de Dios como el gran relojero que hace funcionar el mundo.
Cuando Heidegger en la época contemporánea, así como la escuela de Frankfort están planteando la pregunta por la técnica y la razón instrumental; cuando Habermas se pregunta por la acción comunicativa; cuando Vattimo, Lyotard y otros se preguntan por la sociedad postmoderna, el nihilismo y el relativismo; en todos estos casos está latente la pregunta que iniciara el quehacer filosófico en la cultura occidental.
La otra historia de la pregunta.
La pregunta filosófica no solo se conservó bajo la forma interrogativa que inquiere por el origen del cosmos, además de esto es posible hacer un rastreo histórico que muestra que la pregunta filosófica se conservó bajo la forma de la dialéctica, y esta entendida bajo la forma del diálogo.
En Sócrates, la pregunta adquiere importancia en cuanto es un medio que ayuda a los discípulos a parir ideas; estamos hablando de la mayéutica. Es decir, una pregunta bien formulada en el salón de clases, y dirigida hacia los alumnos, está encaminada a suscitar en ellos unas respuestas y unas inquietudes que terminarán por hacerlos generar, producir y proponer ideas, las que ellos jamás hubieran producido por sí mismos. Se podría decir que este es el modelo del maestro socrático.
El maestro socrático es aquel que planteando preguntas en el salón de clases hará que sus discípulos sean capaces de crear y generar ideas. Evidentemente, el maestro debe saber cuál es el tema, debe conocerlo, así como prepararlo anticipadamente, y desde ahí, de manera previa a la clase, generar unas preguntas que estén encaminadas a orientar el tema y la discusión.
Platón comprendió la intención de su maestro pero agregó algo nuevo a la cuestión de la pregunta. La pregunta debe estar encaminada no solo a la producción de ideas sino a ilustrar un tema. Aunque la metodología es igual: plantear preguntas y suscitar respuestas, las preguntas y las respuestas se encaminan hacia un telos, un fin previsto y preparado por el maestro. Platón con esto era capaz de llevar a sus alumnos a que experimentaran el placer de la contemplación de las ideas, los alumnos no solo respondían a las preguntas e inquietudes del maestro sino que en el proceso de pregunta y respuesta experimentan el placer y el gozo del conocer.
Plotino siguiendo a Platón y dentro del contexto del neoplatonismo, retomará la dialéctica para tratar de explicar el salto que se da desde la realidad espiritual, intelectiva y suprasensorial hasta la realidad natural, material y corporal. Plotino ve que así como en la dialéctica platónica se presenta un juego entre contrarios: pregunta-respuesta, así en la realidad se da un juego de contrarios: realidades espirituales, realidades materiales, realidades anímicas y realidades corporales. Plotino encuentra que la dialéctica es la manera como se puede llegar a una conciliación entre realidades contrarias.
El medioevo, siguiendo a Plotino, Platón y el neoplatonismo, retomará la dialéctica para tratar de explicar la manera como el mundo material es creación de Dios. Entre Dios y la naturaleza hay realidades intermedias, tanto espirituales como anímicas; las realidades naturales son un medio para acceder a la contemplación de las espirituales, el mundo adquiere el carácter del símbolo y del signo, y es un medio para acceder a la contemplación de Dios.
Pero también en el Medioevo, la dialéctica se renueva en las universidades catedralicias bajo la forma de cuestiones, disputas, preguntas, respuestas y conclusiones. La Suma teológica de santo Tomás es todo un monumento a la manera como los pensadores del medioevo releyeron la cuestión de la dialéctica. Ellos sabían que la discusión, basada en la pregunta y la respuesta, en el argumento y el contra-argumento era un medio para generar conocimiento y para parir ideas. También sabían que había cuestiones que se quedaban inconclusas porque los argumentos y los contra-argumentos no daban la posibilidad de llegar a conclusiones claras. Sin embargo siguiendo una tradición antigua, en este proceso dialéctico, lo que más importaba era no tanto el placer de llegar a una conclusión clara y distinta sino experimentar el placer del saber y del conocimiento.
La dialéctica en la época moderna sigue conservando un papel preponderante en la propuesta de Hegel. Este pensador leyendo a Platón y a Plotino presentará  toda una teoría sobre la dialéctica basada en la triada tesis, anti-tesis y síntesis, pero aplicada al proceso histórico-social-cultural. La realidad histórica-cultural se presenta como un continuo proceso de contrarios: el espíritu subjetivo contra el espíritu objetivo y ambos encaminados hacia un fin: el espíritu absoluto. Esta propuesta dará pie para que luego Dilthey estableciera las bases del estudio de la historia desde el punto de vista científico.
Gadamer en la época contemporánea, releyendo a Platón y a Hegel volverá nuevamente sobre el tema de la dialéctica, pero esta vez leída desde la pregunta y la respuesta en el contexto del diálogo. Gadamer en Verdad y Método propondrá toda una teoría sobre el diálogo basado en la cuestión de la pregunta y la respuesta.
Lo que hay que retener aquí es que la pregunta (la tesis) tiene su contrapuesto en la respuesta (antítesis) y ambas se encaminan a la conciliación, por lo menos así fue planteada la cuestión en Hegel y Plotino; aunque la otra cara de la moneda muestra que tanto en Platón, como en el medioevo, también en Gadamer la dialéctica pregunta y respuesta no puede llegar jamás a la conciliación, sino que ellas siempre van a dejar un espacio abierto para la discusión, para el análisis y para el replanteamiento.
La técnica: condición del hombre postmoderno.
La intención al meditar sobre el texto heideggeriano La pregunta por la técnica gira en torno a la cuestión sobre si Heidegger, en dicho ensayo, reflexiona sobre nuestra época, planteándose la antigua pregunta por el ser, y a la vez tomando como hilo conductor la cuestión de la técnica. Para responder a esta cuestión intentaremos abarcar tres problemas planteados por dicho autor en su ensayo, estos son: la técnica y la tradición; la técnica y la condición actual; la técnica y el arte.
1. La técnica y la tradición.
Se puede afirmar que el texto heideggeriano intenta, en un primer momento, abordar el tema de la técnica, leyéndola desde la tradición filosófica occidental, especialmente desde Aristóteles.
En este sentido la definición de técnica entendida como medio y como fin, y la unificación de ambas bajo el rótulo “medio para un fin”, llevan a Heidegger a plantear la cuestión instrumental de la técnica; en este sentido sostiene que la técnica provee de instrumentos que hacen más llevadera la vida de los seres humanos; ella es un medio que genera placer y bienestar al hombre, en cuanto lo provee de instrumentos y objetos que le generan y proporcionan felicidad.
También es claro que, cuando Heidegger relaciona la técnica con la causalidad, y con los cuatro tipos de causalidad que distingue Aristóteles, está leyendo el fenómeno de la técnica desde la tradición; pero a partir de esto, nuestro autor va a conectarla también con la producción y con la verdad entendida como desvelamiento. De ahí el pensador de la Selva Negra, extraerá unos conceptos fundamentales que han de determinar su reflexión. Según estos, la técnica es un modo de producción, un método poiético encaminado a generar existencias, estas a su vez, serán almacenadas y guardadas en función de una posible reclamación de ellas en vistas a suplir necesidades.
El otro concepto que Heidegger utiliza es que si la técnica es un modo de producción que se encamina a producir existencias, entonces la técnica es un modo de desvelamiento y de desocultamiento encaminado a hacer patente lo presente; desde esta perspectiva la técnica manifiesta ser un modo de desvelamiento, es decir, un modo de ser de la verdad y esta entendida como αληθεια; en este sentido Heidegger sostiene que la técnica es un modo de hacer salir de lo oculto, modo que bordea la región del desocultamiento, es decir, la verdad (Heidegger 16).
También es claro para Heidegger, que la técnica es un modo de producción que va más allá de lo meramente productivo y abarca lo cognoscitivo o epistémico; la técnica es un proceso cognoscitivo encaminado a la producción de objetos. Desde lo anteriormente dicho se podría decir que la técnica, entendida desde las categorías filosóficas clásicas, es abordada desde el carácter productivo, poiético propios del ser humano, estos a su vez se encaminan a una forma de mostrar lo real-presente y con ello a una manera de entender la verdad como desvelamiento y desocultamiento. Pero a Heidegger le interesa mostrar algo más de la técnica: su intención es iluminar el estado actual de la técnica y sobre todo el estado del hombre contemporáneo frente a dicho fenómeno. Esta cuestión nos llevará al segundo punto.
2. La técnica y la situación actual.
Para Heidegger es claro que la técnica antigua guarda algunas diferencias con la técnica moderna, y de estas, la más notable es el carácter destinal de la técnica en la época moderna. Desde aquí nuestro autor despliega toda una reflexión sobre la relación entre historia y técnica, técnica y destino del ser.
La tesis central de Heidegger es que la técnica se impone sobre todo el planeta, en este sentido ella tiene una vocación planetaria, ella intenta abarcarlo todo, explicarlo todo e invadirlo todo. Esta configuración le viene desde su vocación más íntima ya que ella se presenta como el culmen, el fin del pensar metafísico. La técnica, en su pretensión planetaria, es la última versión de la pretensión omniabarcante del ser metafísico que busca explicarlo todo y dar cuenta de todo.
La técnica moderna se caracteriza porque permanentemente incita al hombre a hacer uso de los materiales que encuentra en la naturaleza; en este sentido, Heidegger dice que: “solo en la medida en que el hombre, por su parte, está ya provocado a extraer energías naturales, puede acontecer este hacer salir de lo oculto que solicita y emplaza” (Heidegger 20). El hombre solicita o pide a la naturaleza lo necesario para generar existencias, estas a su vez, son almacenadas y guardadas en función de…, las que luego serán solicitadas para…. “esto que coliga, concentra al hombre a solicitar lo real y efectivo como existencias (Heidegger 21).
El hombre se encuentra ante la apremiante situación de enfrentar la naturaleza desde una perspectiva técnica. La técnica es aquella situación terminal con la que él tiene que hacer cuentas; esta situación de emplazamiento es lo que Heidegger coloca como la esencia de la técnica moderna, en este sentido dice Heidegger que “La estructura de emplazamiento significa el modo de salir de lo oculto que prevalece en la esencia de la técnica moderna… la esencia de la técnica moderna se muestra en lo que llamamos estructura de emplazamiento” (Heidegger 23-25). “La esencia de la técnica moderna descansa en la estructura de emplazamiento (Heidegger 27).
Heidegger también advierte que el gran peligro en el que se encuentra el hombre frente a la técnica consiste en el hecho de quedarse en la mera presencia de lo presente (existencias), y de esta manera, olvida la estructura de emplazamiento hacia lo desconocido; el peligro no es la técnica, lo que hay es el misterio de su esencia.
Esta estructura de emplazamiento es la que hace posible que el hombre se encuentre permanentemente coligado a la técnica, a la naturaleza y al proceso productivo en el cual se solicitan las existencias; estas a su vez aparecen como el desocultamiento y el desvelamiento; siendo esta otra forma como se manifiesta lo poiético y la αληθεια.
Finalmente Heidegger dirá en su ensayo sobre la técnica que: “La esencia de la técnica no es nada técnico; la meditación esencial sobre la técnica y confrontación decisiva con ella tienen que acontecer en una región, que por su parte está emparentada con la esencia de la técnica y, por otra, no obstante, sea fundamentalmente distinta de ella… esta región es el arte” (Heidegger 37).
3. La técnica y el arte.
La cita textual acabada de mencionar nos trae, desde el texto heideggeriano, a una reflexión que quizás sea un poco inesperada, pero que dentro de la propuesta del proyecto filosófico de nuestro autor tiene su sentido, sobre todo cuando se relaciona con un escrito que él había realizado hacia los años treinta: El origen de la obra de arte, y con una reflexión sobre la cosa, cuyos orígenes se pueden rastrear ya en Ser y tiempo, y que se recogen en una conferencia que el autor diera en junio de 1950 bajo el título La cosa, y que se puede encontrar en su texto Conferencias y artículos; también hay que mencionar un texto en el que Heidegger reflexiona sobre el mismo problema: La pregunta por la cosa, texto del año 1935-1936, el mismo año en que aparece el texto sobre la obra de arte. Vamos a dividir este apartado en tres momentos, primero: la esencia de la técnica está emparentada con algo técnico; segundo: la esencia de la técnica está emparentada con el arte; tercero: la técnica y los rasgos de la estética postmoderna.
3.1. La esencia de la técnica está emparentada con algo técnico.
Cuando Heidegger habla de la esencia de la técnica está haciendo referencia a aquello que actúa en el interior de ella, pero lo que actúa en su interior no es nada técnico, sin embargo está emparentada con ella.
Se podría decir que la esencia es lo actuante, lo permanente, lo esenciante en el interior de un fenómeno. La esencia es lo que esencia, actúa y moviliza un fenómeno: “El sustantivo Esencia (Wesen) procede del verbo esenciar (wesen); la esencia y el esenciar perduran (währen), permanecen. La esencia es lo que actúa de tal manera que permanece. Según esto, la esencia de la técnica es la estructura de emplazamiento o encuentro del hombre con una constelación, una forma de ser, una forma de habitar el mundo, pero también una forma de provocar a la naturaleza. En este sentido, Heidegger habla de un destino, la técnica es el estado destinal con el cual el hombre moderno tiene que confrontarse. El gran peligro radica en que el hombre se quede con lo meramente técnico, con la mera presencia (existencia) y no sea capaz de llegar a aquello que esencia en lo técnico (Heidegger 29-30).
3.2. La esencia de la técnica está emparentada con el arte.
En el ensayo El origen de la obra de arte, Heidegger había mostrado que lo más propio de la obra de arte es que ella mundea mundo, es decir, el mundo que la obra de arte establece es único en su género, pero no es el único posible, porque lo propio de ella es generar mundos posibles, y estos se establecen en cuanto posibilidades interpretativas suscitadas por la obra. También había mostrado que la obra de arte establece un nuevo mundo en cuanto establece un nuevo orden en la manera como están conformadas las relaciones intramundanas establecidas entre los entes. Los entes intramundanos adquieren una relación diferente dentro de la nueva conformación establecida por la obra de arte.
Ya desde Ser y tiempo, y después en El origen de la obra de arte, había abordado la cuestión acerca del ente desde la perspectiva de la cosa, y esa entendida como objeto o mera cosa, y la cosa como instrumento. La intención era mostrar que los objetos no son meras cosas sino que estas se manifiestan en cuanto dentro de ellas existen posibilidades interpretativas; por lo tanto su intención era llegar a decir que la cosa se manifiesta en cuanto cosidad, la cosa cosea; y con ello pretende decir que dentro de la cosa actúan elementos que no se pueden apreciar cuando solamente se miran dentro de la sola presencia. Esta manera de abordar la cuestión de la cosa está en consonancia con el tema de la esencia, ya que esta esencia actúa esenciando. A esto hace referencia el tema de la esencia entendida como verbo (wesen) y como sustantivo (Wesen).
La cosa entendida como instrumento es lo que a Heidegger le permite llegar a la noción de mundo, pero este entendido como referencialidad o como horizonte de comprensión. Justamente la utilización de los instrumentos se puede comprender porque existe un horizonte común de comprensión que los hace comprensibles en su utilidad.
Heidegger, en el ensayo El origen de la obra de arte abordará el tema de la verdad entendida como αληθεια para mostrar que la verdad no coincide con un estado de cosas predeterminado y fijado de antemano desde una proposición, desde el intelecto o desde el plan preestablecido por Dios en el proceso creador, sino que la verdad coincide con un proceso dinámico y continuo de desvelamiento y desocultamiento (Cf. La esencia de la verdad. Texto de 1930).
En el ensayo sobre La pregunta por la técnica puede apreciarse que Heidegger retoma todos estos temas antes mencionados para tratar de acercar el tema de la técnica al tema del arte; en este sentido hay que leer la relación que nuestro autor establece entre técnica y poiésis, entre presencia y causalidad; la misma definición de técnica entendida como medio o como instrumento y finalidad productiva, finalmente toda la atención que Heidegger le presta a la palabra ocasionar o ser ocasión para… referido a la técnica debe leerse dentro de este intento heideggeriano por acercar la técnica al arte.
Se podría decir que para Heidegger tanto la técnica como el arte tienen o comparten un origen común, este es la αληθεια entendida como proceso paulatino de desvelamiento o desocultamiento; en torno a este origen común, el pensador alemán articula otros conceptos como cosa, instrumento, cosidad de la cosa, instrumentalidad del instrumento, mundo y mundear de mundo; producción y proceso productivo, destino de la humanidad en la época de la técnica.
3.3. La técnica y los rasgos de la estética postmoderna.
La estética postmoderna, en algunos de sus aspectos, es depositaria de la reflexión heideggeriana, en cuanto en ella, pueden apreciarse varios de los aspectos trabajados por Heidegger en su ensayo La pregunta por la técnica, vamos a tratar de mencionar algunos.
3.3.1. La eliminación del objeto.
La propuesta heideggeriana enfatiza el hecho de que las cosas y los instrumentos en la época de la técnica tienden a perder su carácter de cosas y adquieren el rasgo de la utilización o de la utilizabilidad. Los objetos dejan de ser meras cosas presentes para convertirse en útiles.
En la estética postmoderna, desde el Ready Made, propuesto por Marcel Duchamp sucede lo contrario y lo inverso a lo propuesto por Heidegger. Duchamp toma un objeto de uso común, fabricado desde un proceso productivo y técnico, normalmente usado (el orinal, el marco de bicicleta, el secador de botellas) y lo coloca en una galería presentándolo como una obra de arte. Con este gesto revolucionario, Duchamp reniega del proceso productivo (poiético) típicamente aceptado para la elaboración de la obra de arte. Con ello asume una posición crítica frente a la manera usual de elaborar la obra de arte -proceso poiético- y en su lugar coloca un instrumento elaborado técnicamente. Se podría decir que la estética desde la perspectiva de Duchamp se coloca en una confrontación que se puede resumir así: arte-vs-producción técnica.
Otro aspecto desde el cual puede rastrearse la relación entre técnica y arte es el Pop-Art en cuanto que las obras de arte deben pasar por procesos de reproducción técnica y desde ahí mostrar una imagen reproducida varias veces. Se podría decir que La obra de arte en la época de la reproducción técnica, según reza el título del ensayo de Benjamin, pierde el carácter de sacralidad conferido en otras épocas y se hace vulgar y popular. El arte empieza a hacer parte de una cultura de masas y del pueblo.
Tanto el Land-Art, el Body-Art como el Arte-Conceptual tienen entre una de sus características más importantes el abandono de la superficie plana del cuadro y en lugar de ello invaden el espacio circundante. Estas experiencias de arte conceptual, y no objetual, tienden a eliminar y a cancelar la diferencia entre lo estético, es decir, lo perceptivo, lo sensible y lo técnico, es decir lo que tiene que ver con la acción, el proceso productivo y transformativo a partir del cual se produce y se hace (poiésis, fare, produrre) la obra de arte.
3.3.3. Lo bello y lo útil.
Otro de los aspectos que se pueden rastrear en el arte postmoderno es el que se establece, desde el diseño industrial, entre lo bello y lo útil.
Según la propuesta de la Bauhaus, el valor estético de un objeto útil debe encaminarse hacia la función que este ejerce en un ambiente determinado. La teoría del diseño, propuesta por la Bauhaus, también sostiene que la cualidad estética del objeto útil, así como la funcionalidad del mismo, deben hacer parte del proceso productivo industrial.
Para la teoría del diseño tal, y como la propone la Bauhaus, la participación de los artistas en el proceso tecnológico-productivo debería encaminarse hacia la calidad estética del ambiente de la vida social, y hacia la integración del individuo dentro del espacio funcional de la sociedad.
El Dadaísmo es otro movimiento, que en el arte postmoderno, nos ayuda a comprender la relación que se puede establecer entre técnica y estética, propuesta por Heidegger en su ensayo La pregunta por la técnica.
El Dadaísmo fue un movimiento subversivo que rechazó los procesos productivos tradicionales para la elaboración de la obra de arte. Este movimiento puso en crisis los sistemas tradicionales utilizados para la elaboración de la obra de arte. Él renunció a las técnicas específicamente artísticas para la producción de la obra de arte y recurrió a técnicas de producción industrial y a la escogencia de nuevos materiales para producir obras de arte.
Concluyendo se puede decir que en la época postmoderna se constata el hecho de que el arte ha recurrido a formas y contenidos de la vida cotidiana, y de esta manera ha elevado a la dignidad de obras de arte a objetos industriales. Estos objetos en su origen no fueron fabricados técnicamente para una élite, clase alta o burguesa sino que fueron producidos para ser usados por un público muy amplio.
La postmodernidad es época en la que el arte se asocia al diseño, al teatro, al cine, también se asocia con la moda, la publicidad y con los medios de comunicación social, que tienen como finalidad llegar a las grandes masas de la población. La época postmoderna instaura una nueva perspectiva según la cual un objeto industrial es impensable sin una connotación estética.
Lo que se acaba de enunciar puede ser otra manera de entender que la categoría estética se relaciona, desde la perspectiva heideggeriana, con la técnica, desde la producción de objetos industriales. También se puede decir que la categoría estética aplicada a la producción de objetos industriales es la que asegura el valor comercial del objeto e incluso, con ello, el objeto pierde su valor y su sentido real.
Heidegger quiso asumir una crítica contra la concepción objetivista planteada por el empirismo, según esta, se presenta un imperio del objeto, de la cosa; esta solo vale en cuanto materia, medida, forma, experiencia; Heidegger propone, tanto desde la técnica, como desde el arte, que el objeto, la cosa es algo más, en ellos esencia algo que los hace ver de otra manera, bien sea como símbolo, como metáfora, como posibilidad; desde esta perspectiva se puede decir que en nuestro autor se encuentra una relación muy cercana entre la estética y la técnica: la pérdida del objeto y el arte no objetual. La invitación de Heidegger en todos los ensayos que escribiera para esta época era dejar de ver las cosas como cosas y los objetos como objetos para ver en ellos la manera como despliegan un sinnúmero de posibilidades no tenidas en cuenta por los que los miraban simplemente como meras cosas u objetos.
Es claro también que cuando Heidegger se plantea la pregunta por la técnica está planteándose la pregunta rectora de la filosofía: la pregunta por el ser. El ser entendido como técnica, pero esta entendida no como algo técnico sino como algo que tiene que ver con ella. Una vez que se ha llegado al final de la metafísica, una vez que el ser entendido metafísicamente ha agotado sus posibilidades interpretativas, Heidegger cree que la técnica y el arte están a la base de la pregunta por el fundamento de nuestra realidad postmoderna.
Bibliografía.
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Chiurazzi, Gaetano. Il postmoderno. Ed. Paravia. 1999. Turín. 220pp.
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                                    La pregunta por la cosa. Ed. Losada. Buenos Aires. 1975. 212p
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                                    Sein und Zeit. Max Niemeyer Verlag. Tübingen. 1993. 445p.

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