Nietzsche hijo predilecto de Hermes al final de la modernidad


Nietzsche el hijo predilecto de Hermes al final de la modernidad.

En la cultura contemporánea se ha dado un fenómeno que se puede llamar el imperio de la hermenéutica o lo que es lo mismo la supremacía de la teoría interpretativa sobre las demás posibles teorías que puedan explicar el mundo, la historia, los fenómenos culturales; ello quiere decir que teorías como el estructuralismo o el materialismo dialéctico, que son teorías que intentan explicar el mundo, han quedado relegadas a un segundo plano, mientras que la teoría hermenéutica o teoría de la interpretación hoy ocupa la primacía en el momento de explicar la realidad.

Ello implica que hoy todas las ramas del saber de una u otra manera tienen que recurrir a la teoría hermenéutica o a la teoría interpretativa para complementar sus saberes, para acceder de una u otra manera a las realidades particulares que les competen.

¿Qué entendemos por hermenéutica o teoría interpretativa? El hecho de que necesitamos recurrir a la interpretación para acceder al mundo, el hecho de que necesitamos recurrir a la interpretación para acceder a la realidad; de modo que tanto las ciencias naturales como las ciencias humanas necesitan recurrir a la hermenéutica o teoría interpretativa para acceder a sus campos específicos del saber; así el arte necesita de la teoría hermenéutica para explicar lo que acontece en algo que se llama obra de arte; la teología necesita recurrir a la teoría hermenéutica para hacer comprensible el texto bíblico; el derecho necesita recurrir a la hermenéutica para hacer comprensible la ley en el momento de aplicarla concretamente en un caso determinado; la física en el momento de hablar sobre el problema del tiempo necesita preguntarse acerca del concepto de tiempo que subyace en una determinada teoría, en este sentido ellos se preguntan sobre un tiempo cronológico, un tiempo cairológico, un tiempo natural; en este mismo orden de ideas, los científicos necesitan reconocer que el impacto de una teoría científica sobre el gran público necesita de elementos discursivos, persuasivos y alegóricos para poder ser socializada y aceptada, teniendo en cuenta que todos estos son elementos que hacen parte de la teoría hermenéutica o teoría de la interpretación.

En la teoría hermenéutica o teoría de la interpretación, tal cual es concebida hoy por hoy, se pueden distinguir como dos grandes tendencias no siempre muy claramente demarcadas ni definidas sino todo lo contrario, muy confusas y muy poco delimitadas; por un lado la tendencia de los autores que insisten en lo que se denominaría una “técnica hermenéutica” o una “técnica de la interpretación”; estos autores teorizan en lo que podríamos denominar los elementos que conforman una teoría de la interpretación o una hermenéutica técnica o unas técnicas aplicadas a la interpretación; en este sentido hablamos del círculo hermenéutico, de la precomprensión, del carácter lingüístico del ser, de los prejuicios, de los preconceptos, de la mediación, del texto, del contexto y del pretexto, de la dialéctica pregunta-respuesta, del horizonte dialógico de comprensión, etc.; los autores que trabajan esta línea de la teoría hermenéutica o teoría de la interpretación hacen coincidir  el origen de la hermenéutica con el teólogo y filósofo alemán Friedrich Schleiermacher, quien en su texto Hermenéutica ya empieza a perfilar de manera embrionaria todos los elementos de lo que se podría llamar una hermenéutica técnica o una técnica de la interpretación.

Schleiermacher (1768-1834) se ubica históricamente en la época del romanticismo alemán, es decir al final de la modernidad y en pleno movimiento idealista; cuando la ilustración empieza a replantearse y cuando Kant empieza a ser comprendido o mejor aún, cuando empiezan los intentos por comprender los planteamientos kantianos.

La otra tendencia de la teoría hermenéutica o teoría de la interpretación es la que no se fija tanto en los elementos técnicos que conforman dicha teoría sino que hay en ella una gran preocupación por tomar una pauta interpretativa, una clave hermenéutica o una clave interpretativa determinada y desde ahí hacer una lectura hermenéutica bien sea de la cultura o de los movimientos culturales, de la historia del arte, de la historia de las ideas, de la historia de las revoluciones estéticas, de la historia de las sociedades, etc., y desde ahí se centra la atención en las consecuencias que sobrevienen después de mirar e interpretar a un determinado fenómeno, a una determinada época histórica, a un determinado movimiento; consecuencias que a veces se pueden presentar como funestas para el mismo pensamiento, como por ejemplo cuando se hace problemático un modelo imperante sobre lo que es la verdad, cuando se hace inoperante una visión imperante acerca del hombre o cuando se hace problemática una visión de la historia que llega a imponerse en un determinado momento, incluso la misma noción de problema, de técnica interpretativa o de interpretación se convierten en problemas para la interpretación misma; esto es lo que coincide con lo que en el mundo contemporáneo hemos llamado nihilismo negativo; dentro de esta tendencia pueden mencionarse nombres como: el Foucault de La hermenéutica del sujeto, Derrida, Ricoeur, el Vattimo del Pensamiento débil, etc., ahora esta segunda tendencia de la hermenéutica se puede rastrear en sus orígenes justamente en el pensador que hoy nos ocupa: Friedrich Nietzsche.

Justamente la tesis que me propongo demostrar delante de ustedes y por la cual me estoy jugando la vida es la siguiente: Federico Nietzsche es un maestro de la sospecha porque al final de la modernidad, en plena disputa entre romanticismo e idealismo, cuando todavía no se hablaba ni de hermenéutica  ni de teoría de la interpretación, él propuso una clave interpretativa para mirar y para evaluar la historia, los movimientos culturales y las concepciones determinantes de nuestra civilización occidental, y con ello él dio origen por un lado, como ya lo dijimos, a ese rasgo, profundamente deconstructivo, propio de la teoría hermenéutica o teoría de la interpretación, y por otro él es el origen o la puerta de acceso a lo que podríamos llamar la filosofía contemporánea.

La pregunta que ahora nos hacemos es esta ¿Cuál es la pauta o clave interpretativa que Nietzsche utilizó para mirar, leer y evaluar la historia, los movimientos culturales y las concepciones determinantes de nuestra civilización occidental?

Antes de responder a esta pregunta es necesario que nos ubiquemos en la triple división que suele hacerse sobre la obra filosófica de Nietzsche; en efecto la obra de Nietzsche suele dividirse en tres grandes periodos, cada periodo con sus características y problemas e influjos propios.

Primer periodo.

El primer periodo de la obra de Nietzsche está representado por su obra El Origen de la tragedia, siendo ésta la más representativa, pero además se puede mencionar, al lado de esta, otras como Homero y la filología clásica, El drama musical griego, Sócrates y la tragedia, Consideraciones intempestivas, Sobre la verdad y mentira en sentido extramoral.

En este periodo Nietzsche intenta replantear la visión, la imagen que sobre la cultura griega habían propagado Winckelmann, Schiller, Goethe y Hegel; estos mostraban la cultura griega como un mundo de armonía, belleza y serenidad, un mundo de perfección humana, además de mostrarla como un paradigma insuperable; el mundo griego estaba, según estos, conformado por almas hermosas, por hombres que permanentemente tenían un control de si mismos, estaban siempre serenos; en última instancia la imagen general que reinaba sobre los griegos en la época de Nietzsche era la imagen de la luz, de lo resplandeciente, de las bellas apariencias.

Nietzsche va a asociar esta imagen del mundo griego con la imagen de Apolo, el dios antiguo, el dios que delimita las cosas en su individualidad, el dios del sol, de la luz, el resplandeciente; dios que de ser sabiduría y conocimiento, Nietzsche lo va a transformar en las bellas apariencias propias de las artes figurativas; en parte cuando Nietzsche hace esto está siguiendo a Schopenhauer, el filósofo que más influirá en Nietzsche en este primer periodo de su producción filosófica.

Si esta es la imagen de los griegos que Nietzsche quiere replantear entonces ¿Qué imagen tiene él sobre los griegos? ¿Cuál es la imagen que Nietzsche quiere mostrar sobre los griegos? A esta pregunta nos responderá en El Crepúsculo de los ídolos cuando nos dice de los griegos que: “He visto su instinto más violento, la voluntad de vislumbrar en los griegos almas hermosas, admirar por ejemplo su serenidad en la grandeza, su sentimiento ideal, es una gran tontería alemana, de que me ha librado el sicólogo que llevo dentro”; agrega “he visto su instinto más violento, la voluntad de dominio, los he visto temblar ante la fuerza desenfrenada de su impulso, he visto nacer todas sus instituciones de medidas de precaución para asegurarse recíprocamente contra las materias explosivas que llevaban en sí. Su enorme tensión interior descargaba en odios terribles e implacables que estallaban fuera. Sus ciudades se destrozaban unas a otras para que los ciudadanos consiguiesen individualmente el reposo entre sí” y más adelante habla de ellos diciendo que eran “iracundos, miedosos, inconstantes, cómicos” y que por esto cuando Sócrates empezó a moralizar tuvo buen éxito su predicación (GD. 104-105 Bedout).

Ahora esta imagen sobre los griegos que Nietzsche contrapone a la de Winckelmann, Schiller, Goethe, Hegel aquel la va a asociar con Dionisos, el dios antiguo que representa lo caótico y desmesurado, la ebriedad y el éxtasis, el lado oscuro de la existencia; Dionisos es la fuerza pura que rompe contra toda forma definida en la búsqueda del contacto con el Uno originario.

Caracterizando este primer periodo de la obra nietzscheana nos hemos encontrado con la pauta interpretativa o la clave hermenéutica con la que Nietzsche en sus inicios interpretará, a su vez, los inicios de la cultura occidental: Apolo y Dionisos.

¿Qué es lo que Nietzsche constata? Que la cultura occidental, en la época moderna, en la ilustración y en el romanticismo presentó una imagen apolínea del mundo griego, pero que detrás de esta imagen apolínea se esconde otra realidad muy distinta, la imagen de Dionisos, la parte oscura, la ebriedad, lo caótico, lo desmesurado.

¿Qué consecuencias se desprenden de aquí? El derrumbamiento de una imagen generalizada; la caída y el desmoronamiento de un concepto sobre lo clásico; una clara actitud polémica contra sus contemporáneos; el cuestionamiento de una manera de concebir la historia; así Nietzsche con la filosofía del martillo empieza a socavar las bases de una sociedad, de una cultura, de una historia, de una civilización.

¿Cómo llega Nietzsche a esto? Él empieza a preguntarse por la relación que existe entre la serenidad griega, el ideal griego y la sabiduría popular expresada por ejemplo en la leyenda del rey Midas y del sabio Sileno, dios de los bosques y secuaz de Dionisos (GT, 51-52. Alianza); según esta leyenda el rey Midas le pregunta a Sileno sobre lo que sería mejor y más preferible para el hombre, a lo que este responde: “Estirpe miserable de un día, hijos del azar y de la fatiga, ¿por qué me fuerzas a decirte lo que para ti sería más ventajoso no oír? Lo mejor de todo es totalmente inalcanzable para ti: no haber nacido, no ser, ser nada. Y lo mejor en segundo lugar es para ti –morir pronto” (GT, 52. Alianza).

Nietzsche para resolver este problema se propone desmontar piedra por piedra la montaña encantada de los dioses del olimpo presididos por Apolo; así Nietzsche llega a la conclusión de que la montaña encantada de los dioses del olimpo presididas por Apolo nos muestra sus raíces, las que se hunden en el oscuro mundo de Dionisos y que están simbolizadas en el destino horroroso de los héroes de la tragedia griega: Edipo, Prometeo, Orestes:

El griego conoció y sintió los horrores y espantos de la existencia: para poder vivir tuvo que colocar delante de ellos la resplandeciente criatura onírica de los Olímpicos. Aquella enorme desconfianza frente a los poderes titánicos de la naturaleza, aquella Moira [destino] que reinaba despiadada sobre todos los conocimientos, aquel buitre del gran amigo de los hombres, Prometeo, aquel destino horroroso del sabio Edipo, aquella maldición de la estirpe de los Atridas, que compele a Orestes a asesinar a su madre, en suma, toda aquella filosofía del dios de los bosques, junto con sus ejemplificaciones míticas, por la que perecieron los melancólicos etruscos –fue superada constantemente una y otra vez por los griegos, o, en todo caso, encubierta y sustraída a la mirada, mediante aquel mundo intermedio artístico de los olímpicos. Para poder vivir tuvieron los griegos que crear, por una necesidad hondísima, estos dioses […]

Ya al final de esta obra Nietzsche nos va a decir que hay una lucha continua entre Apolo y Dionisos; una lucha que no conoce el fin, ya que Apolo no puede vivir sin Dionisos, que Dionisos se transfigura en Apolo y que detrás de Apolo se perfila Dionisos; este será el salto para que Nietzsche, en el segundo periodo de su producción filosófica, constate que Apolo y Dionisos son cualidades de la condición humana o mejor aún que Apolo y Dionisos son características del ser humano; continuando con este sentido interpretativo, la obra emblemática de este segundo periodo es Humano demasiado humano.

Segundo periodo.

¿Cuál es la pretensión de Nietzsche en Humano demasiado humano? Realizar una química de las ideas, volver a la época trágica de los griegos, devolver los problemas filosóficos a la misma forma interrogativa de hace dos mil años: ¿Cómo algo puede nacer de su contrario, por ejemplo lo racional de lo irracional, lo que siente de lo que está muerto, lo lógico de lo ilógico, la contemplación desinteresada del deseo apasionado, el vivir para los otros del egoísmo, la verdad del error? Eso era justamente lo que habían tratado de hacer los filósofos más antiguos, antes del nacimiento de la metafísica cuando buscaban los elementos simples de las cosas capaces de explicar su variedad y su multiplicidad por su diferente composición; la metafísica que después se afirmó en la cultura europea niega que algo pueda derivarse de su contrario, por el contrario ésta supuso la existencia de un plano superior del cual habrían de derivarse las cosas.

Esto nos da pie para comprender que lo que Nietzsche intenta a lo largo del texto es problematizar los tres fenómenos culturales que han sido fundamentales en la cultura y en la historia de occidente: la metafísica, la religión y la moral, además el arte, la ciencia, problematización que se hace a través de un proceso deconstructivo; deconstrucción que pretende mostrar cómo estos tres fenómenos de la cultura occidental no son producto de un pretendido principio trascendental, no son un milagro caído del cielo, sino que son producto del ser humano que en su humanidad termina reconociéndose como su artífice y su constructor.

Ahora uno alcanza a vislumbrar que en este texto y por lo tanto en el segundo período de su producción filosófica, Nietzsche continúa, bajo una nueva forma, el proceso que había iniciado en El Origen de la tragedia; él mismo dirá después que lo que aquí se está realizando es una transvaloración de los valores; está, no invirtiendo los valores, sino dándoles el justo valor que tienen y el justo lugar que se merecen.

La diferencia entre el primer y el segundo período radica en que aquí, en este texto, lo apolíneo y lo dionisiaco se han convertido en una cualidad del ser humano, en una cualidad de la condición humana; esto quiere decir que el ser humano en su humanidad invierte los mundos que desde Sócrates y Platón habían imperado: el mundo ideal y el mundo real, el mundo sensible y el mundo suprasensible; de modo que el mundo ideal que se había presentado como el mundo del más allá, el mundo deseado y anhelado a partir de la deconstrucción realizada por Nietzsche se convierte en el mundo del más acá, mundo que es producto del ser humano, o mejor aún, dirá Nietzsche que si con Kant desaparece el mundo del más allá, porque es imposible conocerlo, porque el hombre no puede acceder a él, entonces ese mundo desaparece, Nietzsche mismo dirá eliminémoslo, y entonces qué queda? Nos queda el único mundo a cual el hombre tiene acceso.

Nietzsche está reconociendo que la única categoría hermenéutica que el hombre puede utilizar para interpretar su propia historia, para interpretar su propia cultura no puede ser una categoría que pretenda ser extraña al hombre mismo, no puede ser una categoría caída del cielo, sino que tiene que ser producto de su propia humanidad, de su propia condición humana; esta categoría necesariamente está relacionada con el presupuesto fundamental de Nietzsche de transvalorar todos los valores y en este proceso encuentra que tanto el método arqueológico, como el genealógico y la filosofía del martillo son los medios más propicios para llevar a cabo esta tarea.

Hay que anotar que en este segundo período Nietzsche ejecuta este proceso a través de los principales métodos que él propone y que acabamos de mencionar y que lo hace desde una crítica radical contra la cultura y la historia occidental; él mismo se hace consciente de las implicaciones nihilistas que se sobrevienen después de llevar a cabo este proceso y de las implicaciones que pueden ser, según algunos, fatales para la concepción que hasta este momento teníamos de nosotros mismos; justamente cuando esto sucede es cuando vemos que a Nietzsche se le puede llamar el padre de la hermenéutica contemporánea en el sentido que la hermenéutica contemporánea se ha hecho consciente de las implicaciones profundamente negativas que suelen sobrevenir después de realizar un proceso hermenéutico, consecuencias que pueden llegar a ser estas: la verdad termina reconociéndose no como un valor absoluto sino como un producto de la interpretación; los valores se convierten no en un dato objetivo sino en una creación humana; la historia se convierte en un hecho que una vez leído da pie para mucha interpretaciones, no una sola interpretación (Walter Benjamín y sus tesis de filosofía de la historia en Ángelus Novus); la obra de arte termina reconociéndose no en un producto del genio, sino en la creación de un mundo.

Lo cierto del caso es que después de Nietzsche y su proceso genealógico y arqueológico la humanidad tiene que enfrentar nuevos retos que hasta entonces le habían sido desconocidos y que la hermenéutica contemporánea tiene que seguir afrontando.

Tercer periodo.

El tercer periodo de la propuesta nietzscheana se caracteriza por su carácter práctico, por su carácter de efectividad; esto quiere decir que durante el primer y el segundo periodo Nietzsche se preocupó por llevar a cabo una labor teórica, labor que consistió en la deconstrucción de lo que llamamos la cultura o la historia occidental vistas desde los grandes acontecimientos que la determinaron; en el primer periodo Nietzsche se ocupó de Grecia, de la deconstrucción del concepto de greciedad que predominaba en la época moderna; deconstrucción que realiza bajo la pauta hermenéutica de Apolo y Dionisos; en el segundo periodo Nietzsche continúa con su proyecto de deconstrucción de la cultura occidental, bajo la mirada subterfugia de Apolo y Dionisos, pero entendida en este segundo periodo como enmascaramiento, como disfraz y esto llevado al sentido de ser parte de la condición humana; en este sentido se ocupará de los fenómenos que caracterizaron la historia y la cultura occidental: la metafísica, la religión y la moral, además se ocupará del arte y de la ciencia; con esto Nietzsche descubre una emergencia en su proyecto global, la que puede expresarse así: si nos hemos quedado sin modelos para imitar, si nos hemos quedado sin manifestaciones culturales, sin moral cristiana, sin religión, sin metafísica, sin arte entonces ¿Qué nos queda? Y es cuando Nietzsche hace una propuesta de algo que debe subsistir: el superhombre y este entendido como aquel que debe llevar a la humanidad a una  nueva visión de si misma; ese superhombre es entendido desde varios conceptos fundamentales en la propuesta nietzscheana en este tercer periodo: la voluntad de poder, el eterno retorno de lo mismo, el nihilismo, la transvaloración de todos los valores; de estos, tres conceptos tienen un profundo significado práctico y el otro es una consecuencia que se desprende de la aplicación de los otros.

¿Cómo llega Nietzsche a estos conceptos básicos? A partir de un replanteamiento de su propia obra; llega en un momento en el cual Nietzsche replanteándose su propia obra se da cuenta que a lo largo de ella se encuentran estos conceptos y que son sus pilares fundamentales; el dirá en El crepúsculo de los ídolos que El origen de la tragedia fue su primer intento por transvalorar todos los valores que determinaron la cultura occidental: “El origen de la tragedia fue mi primera transvaloración de todos los valores; por aquel sendero vuelvo yo, el último discípulo del filósofo Dionisos; yo el maestro del eterno, retorno a colocarme en el terreno donde creció mi valor y donde creció mi saber” (Nietzsche, 108. Bedout). Después uno se da cuenta que Humano demasiado humano es otro segundo intento por transvalorar los valores que determinaron la cultura occidental y terminado este proceso es cuando nace Zaratustra y con este el proyecto propositivo de Nietzsche; transvaloración que consiste esencialmente en invertir los valores, inversión de los planos.

La voluntad de poder.

Por otro lado uno empieza a detectar que hay una característica del ser humano que Nietzsche, dice Martin Buber, copió de su maestro y amigo Jacob Burckhardt, dice Buber que: “cosa sorprendente, la chispa que encendió el entusiasmo de Nietzsche por la voluntad de poder, acaso proceda de una lección de Burckhardt del año 1870 a la que asistió aquel. El curso ha sido reunido póstumamente con el título de Reflexiones sobre la historia universal, uno de los pocos libros importantes acerca de las potencias que determinan lo que llamamos historia” (Buber, Martin. ¿Qué es el hombre? 65. FCE); este concepto de la voluntad de poder, Nietzsche lo coloca como si fuera una característica de la condición humana y por medio del cual en la cultura occidental se dio la primacía de algunos fenómenos sobre otros, la primacía de unas pautas interpretativas sobre otras.

Uno puede decir que por un ejercicio de la voluntad de poder, Apolo prima sobre Dionisos; por un ejercicio de la voluntad de poder en la cultura occidental prima el cristianismo sobre otras experiencias religiosas; que por la voluntad de poder prima la moral cristiana sobre otras posibles alternativas; por la voluntad de poder, la lectura del ser parmenídeo prima sobre la lectura del ser heraclíteo; que la voluntad de poder se puede leer como ejercicio, como práctica del poder, como técnicas del poder (recordemos que en nuestros días Foucault ha hecho una lectura del ejercicio de la práctica del poder desde las instancias clínicas, desde las instancias legislativas, desde las instancias punitivas, desde las represiones, desde el uso de los placeres, desde el cuidado de sí en la historia de la sexualidad, desde la instancias familiares, desde la condición humana vista desde el problema de los géneros, etc.); Nietzsche coloca en manos del superhombre la capacidad de ejercer su propio poder, como un ejercicio no que le es impuesto desde afuera sino como un ejercicio que se autoimpone a si mismo.

El eterno retorno de lo mismo o una nueva visión de la temporalidad.

La transvaloración de todos los valores trae al nihilismo como consecuencia fundamental, consecuencia que es producto del ejercicio hermenéutico o interpretativo llevado a cabo por Nietzsche, y que se puede interpretar como un proceso nihilista: si Dios ha muerto, si la noción de ser, de hecho moral, si la visión de Grecia que tenían los modernos se han tornado superfluas, si nos quedamos sin puntos de referencia hacia dónde debemos mirar, si ya no hay un horizonte, un cielo que nos cobije entonces ¿Qué punto fijo nos queda? Nietzsche dirá que cualquier punto puede ser un punto desde el cual partamos, cualquier punto puede ser un punto de partida; ahora si las cosas son así, la visión del tiempo no puede ser una visión lineal porque esta visión va a enfatizar puntos fijos en el tiempo: el punto alfa, el punto omega, el punto de la redención, el punto de la caída, el punto de la revolución, etc. y en esta visión cada punto es determinante, es fijo e inamovible; la visión del tiempo que Nietzsche propone y que encaja con su propuesta tiene que ser una visión donde cualquier punto, cualquier momento puede ser determinante y que lo importante es la Decisión de parte del hombre; en este sentido nos hablará de una visión circular del tiempo y por lo tanto del eterno retorno de lo mismo; temas estos de la Decisión y del Eterno Retorno de lo mismo que son decisivos, fundamentales y en los cuales Nietzsche insistirá que son característicos del superhombre.

El superhombre.

El superhombre será el hombre que juega los juegos que pueblan el mundo como mecanismos de poder, como ejercicios de enmascaramiento y desenmascaramiento, en este sentido decimos que es el hombre lúdico; el superhombre será el hombre que se ve permanentemente dislocado y avocado a hacer de cualquier punto un punto de partida; el superhombre será el hombre que juega a ponerse máscaras que después él mismo, cuando haya olvidado que él mismo se las puso, desenmascarará; en ese sentido el superhombre será el hombre que permanentemente ejercita su poder de interpretación como libre juego, como libre condena.

Desde este punto de vista, uno puede decir que lo que decíamos al principio ahora, después de este recorrido realizado, se ve confirmado: Nietzsche es el hijo de Hermes y el padre de la hermenéutica contemporánea cuando al final de la modernidad interpreta la cultura y la historia de occidente utilizando las pautas hermenéuticas que aquí hemos mencionado someramente, cuando utilizando el método arqueológico, el genealógico y el del martillo deconstruye la historia y la civilización occidental y cuando constata el desplome de las viejas verdades que a manera de monumentos, le dieron sentido a nuestra existencia.

Cuestión final.

Finalmente quisiera dejar planteada una cuestión que a mi manera de ver no ha sido aún desarrollada suficientemente respecto al pensamiento de Nietzsche ¿Cómo llega este pensador a plantear el superhombre? Primero que todo contraponiendo el hombre, el de la primera naturaleza, el que vive la moral cristiana: el que sabe perdonar, el que sabe mirar para el cielo, el que es capaz de compadecerse; el pequeño burgués, al hombre de la segunda naturaleza, es decir al superhombre: este es el hombre del futuro y como tal es el hombre lúdico, el artista de la vida, el que es capaz de sacralizar ya no el más allá sino el más acá, el que es capaz de encarnar todo lo contrario a la virtudes cristianas; el que hará de la voluntad de poder una fórmula para poder subsistir; será el hombre que es capaz de hacerse a si mismo; el hombre que es capaz de apoderarse de lo que él mismo ha llegado a ser.

Además de esto, Nietzsche llega a plantear el superhombre haciendo una fuerte crítica a la noción de sujeto planteada por la tradición occidental desde Descartes; haciendo una fuerte crítica a la noción de subjetividad planteada por el humanismo renacentista; haciendo una fuerte crítica a la noción de sujeto, que desde la ontología, planteaba la metafísica; haciendo una fuerte crítica contra el sujeto moral que planteaba la moral tradicional; frente a todas estas críticas ¿Qué nos queda? Indudablemente un nuevo concepto de hombre, el que Nietzsche definió como superhombre, pero que en realidad es algo diferente a lo que la tradición planteó, la cuestión que quiero dejar planteada es esta ¿Estamos frente a un nuevo humanismo? ¿Cuáles son los elementos que caracterizan ese nuevo humanismo? Creo que si somos capaces de responder a estas preguntas estaremos frente a la posibilidad de iluminar muchas de las sombras que hoy oscurecen y afectan al ser humano.



El problema más relevante que el tercer período quiere destacar es la preocupación que Nietzsche tiene por hacer de su propuesta filosófica un hecho efectivo, un hecho práctico, hacer que su propuesta tenga una efectividad práctica históricamente; en este sentido se pueden destacar los siguientes puntos:

Primero. Nietzsche piensa en el filósofo legislador, en el filósofo inventor de valores (transmutador de valores); en el filósofo que quiere inventar una nueva historia; esto coincide con lo que se podría llamar la dimensión política de su propuesta.

Segundo. La eficacia histórica de la propuesta nietzscheana probablemente sea la explicación para la elaboración de una gran obra sistemática, una obra capital que a modo de sistema contuviera todos los temas que había propuesto a lo largo de su producción filosófica; solo en este sentido se puede pensar en La voluntad de poder, obra sistemática o proyecto de obra al que finalmente renuncia. Aunque Safranski sostiene que: “Nietzsche acabó por sucumbir en aquello de lo que había renegado: la explicación del mundo desde un solo punto. ‘El mundo visto desde dentro […] sería tan solo voluntad de poder y nada más que eso’ (Mas allá del bien y del mal) (Safranski, Rüdiger. Nietzsche superhombre. Revista de occidente N° 226, marzo de 2000. pp. 16).

Tercero. La eficacia histórica propia del tercer período explica el hecho de que en Nietzsche surjan temáticas propias del segundo período, es lo que se llamaría una cierta tendencia regresiva  propia del pensamiento de Nietzsche, en este sentido retoma la crítica contra la ciencia, la critica contra el historicismo y la esperanza de que se pudiera dar una renovación general de la civilización occidental.

Cuarto. La eficacia histórica explica el hecho de que Nietzsche en este periodo insistiera tanto en el tema de la decisión, ya que esta estaría ligada al hecho de que Nietzsche intentara una renovación general de la civilización occidental, renovación que debería nacer de su propuesta filosófica.

Quinto. La eficacia histórica explica el hecho de que Nietzsche por esta época instaurara una crítica radical contra el sujeto y con ello intentar una disolución del mismo, la que estaría ligada a la idea del eterno retorno de lo mismo.

Sexto. El punto de llegada del segundo periodo de su producción filosófica fue lo que Nietzsche denominó la filosofía de la mañana o filosofía del amanecer; filosofía que se puede identificar con la propuesta arqueológica, genealógica o desconstruccionista del segundo periodo; según esta propuesta se trataba en el segundo periodo de contemplar la cultura occidental, la historia de occidente y las grandes manifestaciones existentes en la cultura e historia como los grandes errores que dieron sentido a nuestra civilización; los grandes relatos, diríamos con Lyotard, que cuentan, narran y dan sentido a nuestra historia, pero que sin ellos no tendríamos ni historia, ni cultura, ni civilización; en última instancia el cristianismo, la moral, la metafísica, el arte y la ciencia que no son más que producciones humanas, demasiado humanas, y que no son producto de una pretendida razón o principio trascendente.

Séptimo. Si el punto de llegada del segundo periodo fue la filosofía del amanecer, el punto de partida del tercer periodo es la filosofía del mediodía, ambas muestran como una oposición, ya que si la filosofía del amanecer contempla desde la arqueología, la genealogía y desde la deconstrucción la cultura occidental reducida al hecho humano, la filosofía del mediodía es una invitación a la decisión, a la acción, al despertarse después de un largo sueño para empezar a actuar; es la hora del ponerse en camino hacia el crepúsculo, pero todo esto teniendo como eje central al superhombre.

Si la filosofía del amanecer se contentaba con un recorrido crítico, genealógico, arqueológico y deconstruccionista, si la filosofía del amanecer se contentaba con una contemplación agradecida y nostálgica de los errores que le han dado sentido a la humanidad, la filosofía del mediodía camina hacia nuevas tensiones desconocidas hasta entonces; esta filosofía del mediodía empieza donde había concluido la filosofía del amanecer, hecho que coincide con la filosofía de Así habló Zaratustra; fenómeno que se condensa en una página del Crepúsculo de los ídolos titulada de Cómo el mundo verdadero acabó convirtiéndose en una fábula. Historia de un error.

Octavo. El eterno retorno de lo mismo está colocando sobre la palestra, un tema que en este tercer periodo será motivo de gran discusión, el tema del tiempo, el tema de la temporalidad, la pregunta que surge es esta ¿En qué estaba pensando Nietzsche cuando propone esta visión de la temporalidad?

La primera respuesta a esta pregunta apunta al hecho de que probablemente Nietzsche estaba pensando en un retorno al tiempo natural, al tiempo cíclico de las cosechas, de los periodos de siembra y de recolección.

 La segunda respuesta apunta al hecho de que Nietzsche estaba pensando en una visión de la temporalidad radicalmente distinta a la propuesta por el cristianismo; este propone una visión de la temporalidad de corte lineal, parte de un punto cero hacia un final, hacia un telos; en cambio la visión temporal del eterno retorno apunta hacia una eterna circularidad donde no hay principio ni fin, todo es un eterno círculo.

Con esta segunda propuesta está incluida la critica a los horizontes cerrados, donde el cielo, la salvación, la vida eterna son el cumplimiento de la temporalidad, del telos al que apunta la temporalidad.

La tercera propuesta apunta al hecho de reconocer una característica propia del ser humano con relación a la cultura, a la civilización y a la historia, pues trata de reconocer la necesidad del error para la propia subsistencia, para darle sentido a la propia existencia; en último término apunta al hecho de que el hombre necesita fabular para poder subsistir, en otros términos se puede decir que al hombre no le queda otro camino que reconocerse fabulador de sus propias fábulas.

La cuarta propuesta apunta al hecho de que solo bajo la concepción de una temporalidad circular, el eterno retorno, es posible el proyecto que Nietzsche tenía en mente: un retorno a la civilización griega, a la tragedia, a la visión dionisiaca de la realidad; solo en este sentido se daría para Nietzsche una renovación de la cultura tal cual como él tantas veces la había pensado.

La quinta propuesta apunta al hecho de que solo un hombre que fuera eternamente feliz, desearía que cada instante se repitiera hasta el infinito, desearía prolongarlo eternamente hasta el infinito; si esto fuera así, necesariamente nos encontraríamos con una radical crítica contra el cristianismo y con una propuesta de carácter antropológico ya que el cristianismo coloca al hombre en una eterna añoranza, en un deseo de alcanzar la felicidad que se le promete solo en el más allá; en una felicidad no cumplida ni realizada en la tierra sino en el cielo, en la eternidad; por el contrario el eterno retorno apunta a una idea del hombre eternamente feliz aquí y ahora, que desea que la felicidad se repita eternamente.

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