Curso de filosofía moderna. Cap. III
El idealismo.
1. Introducción.
El idealismo alemán hunde sus raíces en la
propuesta filosófica kantiana. Dicho movimiento es una etapa de entre las cinco
en las que está compuesta la filosofía en la modernidad. Se sitúa entre finales
del siglo XVIII y principios del XIX. La primera de estas etapas está
representada por el Racionalismo, cuyo principal representante es René Descartes;
la segunda la constituye la filosofía de la Ilustración; la tercera el Idealismo
alemán, la cuarta el Empirismo inglés y la última el Romanticismo.
El Idealismo alemán
surge de una coincidencia de varios movimientos espirituales. Con dicho
movimiento, el pueblo alemán logra un avance no sólo filosófico y cultural sino
también una evolución interna muy notable, mientras que externamente dicho
pueblo se derrumbaba. Prueba de ello son los grandes poetas y pensadores que han
nacido en esta época. La grandeza de estos tiene su centro en la unión entre la
poesía y la filosofía, entre ellos se pueden mencionar a Schiller, Goethe,
Hölderlin, Schleiermacher, Hegel, Kant, etc.
La filosofía de la Ilustración
había olvidado la pregunta por el acontecer histórico, Kant trata de
reivindicarlo, pero el Idealismo alemán centra su mirada en él, reviviendo las
ideas de la antigüedad y del Renacimiento, esta es la razón por la que Hegel
termina definiéndose como la síntesis modeladora de todo aquello que el
espíritu humano había pensado hasta entonces.
Para la realización de
dicho proyecto se hizo necesario un gran esfuerzo conceptual que fuera capaz de
comprender las categorías históricas. Tarea que había sido llevada a cabo por
Kant, quien no sólo había planteado los problemas, sino que había encontrado
una solución para ellos.
Uno de los grandes aportes
de Kant fue el llamado giro copernicano que se dio en filosofía, cuando
sostenía que en el proceso del conocimiento, este último es colocado por la
conciencia pensante; es por esto que, en el intento por explicar la realidad
exterior, Kant la trasladó hacia la conciencia, de parte del sujeto, declarando
que todo objeto es algo conformado según las leyes generales del entendimiento,
reconociendo a su vez que hay cosas en sí que son incognoscibles pero de ellas
vienen las sensaciones. Según la teoría de Kant, la conciencia no solo imprime
la forma a un contenido de sensaciones que le viene de afuera, sino que en todo,
la conciencia es creadora del mundo. El Idealismo postkantiano suprime todo
residuo de la realidad metafísica que pudiere quedar en el planteamiento
kantiano.
Justamente un
postkantiano, que se propuso acabar con todo residuo de metafísica inherente al
pensamiento de Kant fue Juan Teófilo Fichte. La doctrina que este bosqueja
lleva el nombre de Idealismo ético. Veamos brevemente el planteamiento fichteano.
2. El idealismo ético.
Su principal teorizador es Juan Teófilo
Fichte. Para éste sólo existen dos orientaciones fundamentales de la filosofía,
la primera parte del no-yo, del objeto y a este respecto se hace la pregunta
¿Cómo es posible que el objeto determine la estructura del sujeto o del yo? La
otra orientación parte de la conciencia del yo, en este sentido se hace la pregunta
¿Cómo la conciencia, la conciencia en general, llega a representarse un objeto,
un mundo de objetos? La primera pregunta desemboca en el Naturalismo y el Determinismo,
a su vez, suprime el concepto de libre personalidad. La segunda conduce al Idealismo.
La intención de Fichte
es dejar a un lado el dualismo del no-yo y del yo. Ya que él reconoce que ambos
términos son puestos por el yo; este es entendido como forma universal y no
como yo puro, este último no es una sustancia sino una actividad del mismo yo.
Fichte utiliza el método
dialéctico compuesto por tres elementos que son: la posición, la contraposición
y la limitación recíproca. Según esto, conocer un objeto implica en primer
lugar, colocarlo como algo real, en segundo momento contraponerlo y finalmente
delimitarlo y comprenderlo en un concepto superior.
El yo crea
dialécticamente el no-yo, por ejemplo, el mundo, aunque éste le parezca después
algo extraño. De este hecho se originan las dos partes esenciales de la
doctrina de la ciencia (la filosofía), en tanto se parte del no-yo para
explicar el saber, entonces tiene lugar la doctrina teorética de la ciencia.
Cuando se reconoce que el yo es la fuente de todo ser, surge la doctrina
práctica de la ciencia.
3. El Idealismo estético.
Su principal representante es Schiller, quien
acentúa el valor de la fantasía estética en la filosofía. Trata de enfatizar el
significado del arte en el marco de la vida humana; acuña además el sentido de
belleza en los seres naturales, y estos entendidos como libertad en los
fenómenos. Para él, el arte tiene una tarea pedagógica basada en la
contemplación estética, en la actitud desinteresada; el arte es el vehículo a
través del cual se pasa del estado físico de indigencia al estado moral. Gracias
al arte, el antagonismo ser y deber ser queda superado. Es la razón por la que
Schiller busca definitivamente en el concepto de alma bella la superación entre
ser y deber ser. El alma bella es aquel estado del ánimo en que el hombre se
somete a la ley moral con grata complacencia.
Schiller es quien introduce
el concepto de Spiel (juego) en la
comprensión filosófica del arte. El arte es producto de la fantasía, ya que
esta imagina, como en el juego, en dónde hay reglas para actuar, las que deben
ser elegidas libremente. Gracias al juego de la fantasía se forja el arte,
sustancia misma de lo humano. A Schiller se le atribuye la frase de que “el
hombre es verdaderamente hombre cuando juega”[1].
El Idealismo estético de
Schiller señala los dos polos entre los cuales se dilata la historia real: la
historia y la libertad moral. Teniendo como base estos conceptos formula sus
ideas sobre la poesía ingenua y la poesía sentimental. La perfección poética se
alcanza cuando de modo natural se expresa el ideal.
4. Das älteste
Systemprogramm des deutchen Idealismus [ÄSP]. El más antiguo programa del idealismo alemán.
El Systemprogramm es el
documento paradigmático que, a tenor de algunos, representa de manera más
explícita y directa el movimiento Idealista y el Romanticista. Este documento expone
fundamentalmente cinco grandes elementos:
1.El renacimiento del mito en la cultura
prerromántica.
2.La primacía de la razón práctica como
primado existencial de la libertad.
3.La compensación estética del
desencantamiento moderno del mundo.
4.La liberación política y mecanización del Estado.
5.Religión popular y cultura secularizada.
Trataremos de adentrarnos en ellos de modo
muy sumario, intentando ver cómo estos elementos se convierten en el punto
culmen de la filosofía moderna y en el punto de partida de la filosofía
contemporánea.
4.1. El renacimiento del mito en la cultura
prerromántica.
La existencia del mito supone un ámbito de
ficción no controlado por la razón subjetiva; supone además un límite a las
pretensiones de universalidad propias de la razón humana y a su
autosuficiencia. La manera como se hace posible esto es entendiendo la razón
como una facultad que procede de la imaginación.
Para la Ilustración, los
mitos son narraciones que pertenecen al pasado; por esto este movimiento se
limitará a clasificar analíticamente los mitos, entendiéndolos como meras
narraciones o se limitará a clasificarlos de acuerdo a las circunstancias que
los han originado. Además la Ilustración entenderá los mitos como narraciones
que no tienen un contenido veritativo; ellos son, según los ilustrados, representaciones
sensibles de un principio racional.
Cuando el idealismo y el
romanticismo propugnan por un renacimiento del mito lo hacen pensando que el
mito es la expresión, es producto de una razón narrativa, capaz de apresar la
totalidad y pensar lo disperso como una unidad; esto lo oponían a la
racionalidad analítica que era producto de la Ilustración y que tenía la
tendencia a separar, descomponer y a desgarrar.
Tanto el Idealismo como
el Romanticismo intentarán recuperar cuanto de verdadero hay en la razón que
tiende a la totalidad, razón que en la antigüedad tenía la forma de mitología.
Es pues claro que tanto
el Idealismo como el Romanticismo propugnan por una razón que reivindique el
sentido para la totalidad; esto es lo que Schelling había defendido como el
núcleo de la metafísica y el carácter absoluto de la razón; por este motivo,
estos movimientos enfatizan el saber, la belleza y la mitología como
aspiraciones a una visión sintética y unificadora de la realidad en su
totalidad.
Tanto el Idealismo como
el Romanticismo, desde el énfasis en el mito, intentarán asumir una posición
crítica contra el pensamiento analítico que tiende a disgregar, desunir, a
clasificarlo todo; también asumirán una posición crítica contra el mecanicismo
que tiende a explicarlo todo sin dejar un margen para la fantasía, la
espontaneidad y la creatividad.
El pensamiento analítico
intenta abarcarlo todo, pero dividiéndolo hasta el infinito (la especialización);
por esto, el Idealismo como el Romanticismo intentarán una unidad sintética que
dé cuenta de la realidad; en este sentido, el pensamiento analítico intenta
hacer una separación o un divorcio entre sujeto y objeto, entre pensamiento y
realidad, mientras que el Idealismo y el Romanticismo intentarán una unidad
entre ambos términos: pensamiento-realidad, sujeto-objeto.
La mitología propugnada
por el Idealismo y el Romanticismo intenta una unidad del hombre consigo mismo,
con la naturaleza, con la comunidad y
con Dios. La unidad del hombre consigo mismo, con la sociedad y con Dios tiene
sentido porque se da un principio que solo puede hallarse en el mito ya que
este encuentra sus fuerzas gracias a la unidad sintética que le es
característica.
El Sturm und Drang es un movimiento que, tanto en el Romanticismo como
en el Idealismo marcan un camino de remitologización, un retorno al mito y en
este retorno intentan realizar una crítica frente a la tendencia individualista
enfatizada por la filosofía de la conciencia y una crítica a la fría
religiosidad protestante que enfatizaba la disgregación del corazón.
Tanto el Idealismo como
el Romanticismo alemán intentarán tematizar el problema de la identidad frente
a un medio social individualista y por lo tanto alienado; estos movimientos
criticarán el separatismo racionalista, la subjetividad atomizada, el atomismo
social, la privacidad del individuo y la sociedad entendida como una sumatoria
mecánica de singularidades; lo que estos movimientos intentarán será la
reivindicación de un lugar común donde pueda surgir una comprensión universal
del mundo y una nueva comunidad entre los hombres; y esto lo encuentran en el
retorno a una nueva simbólica de la naturaleza, la que se convertiría en el
primer paso para rehabilitar una verdadera mitología.
4.2. La primacía de la razón práctica como primado
existencial de la libertad.
Si el Romanticismo y el Idealismo luchan por
una primacía del ser humano, deben enfatizar la razón práctica si desean
alcanzar la libertad absoluta de todos los espíritus. Estos movimientos
enfatizan la superioridad de la acción sobre la contemplación, ya que la acción
equivale a declarar la primacía existencial de la libertad. La acción del
sujeto se convierte en el eje de toda emancipación, en un intento por defender
la dignidad del hombre contra todo intento naturalista que busca mecanizarlo. En
este sentido, el Romanticismo y el Idealismo intentarán llevar hasta sus últimas
consecuencias los postulados propuestos por Kant en su Crítica de la razón práctica. Ellos enfatizarán especialmente dos
postulados: la inmortalidad del alma, la existencia de Dios y la libertad
entendida como un camino que está todavía por recorrerse.
La razón práctica
enfatizada por estos movimientos está pensada desde una autoconciencia
espiritualista que se define por oposición a la naturaleza. Según esto, la
conciencia que intenta aprehender un objeto o la realidad pone en
cuestionamiento la libertad humana, la libertad del hombre. Esta libertad
humana será defendida desde el énfasis propuesto en la razón práctica y desde
la defensa de la interioridad propia del hombre.
Desde aquí tanto el
Idealismo como el Romanticismo sostendrán enfáticamente que el yo es totalidad
y por lo tanto algo inaprensible. El yo nunca puede convertirse en un objeto, es
una sustancia que se contiene a sí misma, es inconmensurable en su propio
mundo. El yo se sale del ámbito de la necesidad mecanicista propugnada por una
razón analítica, debe ser inmunizado frente a la necesidad natural, frente a la
independencia moral y frente a la violencia política. En este sentido tanto el
Romanticismo como el Idealismo problematizarán la relación del hombre con el
mundo y enfatizarán la primacía de la acción del hombre sobre la realidad
exterior.
Según estos movimientos la
cuestión que ha primar es cómo debe estar constituido el mundo para que sea
posible la existencia de un ser moral, cómo debe ser el mundo para que esté en
consonancia con la idea de libertad y de autonomía moral propia del sujeto. El
hombre debe pensarse fuera de su conciencia y debe comprender su vida como algo
que tiene la posibilidad de entrar en relación con lo distinto de sí, como
capacidad de vincularse con lo excluido.
Según Kant, para que el
hombre pueda realizarse como ser, que tiene unos fines morales en el mundo, es
necesaria la postulación de unos principios teleológicos, esto en términos
kantianos suena así: la naturaleza ha de entenderse como un organismo, como
relaciones entre el todo y las partes, cuya interacción está basada en una
orientación común hacia el mismo fin. Esto significa que la naturaleza es
pensada como el resultado de una voluntad racional, como el resultado de una
libertad que le confiere una finalidad general. Según esto, la naturaleza es
una copia del espíritu, ella es un ideal desde el cual se pueden criticar las
relaciones de dominio y de esclavitud; según esto el estado ideal es la armonía
entre el hombre, la sociedad y la naturaleza; desde aquí la estética es aquella
actitud que intenta captar, aprehender y copiar el espíritu que guía a la
naturaleza.
4.3.La compensación
estética del desencantamiento moderno del mundo.
Para el Idealismo y para el Romanticismo la
estética se presenta en los términos de tabla de salvación para el hombre
moderno desencantado y privado de fines e inhóspito. Estos hechos se presentan
como consecuencia de la estrategia dominadora del entendimiento moderno. Cuando
la imagen teológica que dominaba durante el medioevo e inicios de la modernidad
desaparece, a causa de la presión del conocimiento analítico-científico, surge
la estética como única alternativa posible que puede reencantar al hombre.
Cuando esto sucede entonces comienzan en la
modernidad los divorcios entre: el mundo cotidiano y la visión del mundo
presentado por la ciencia, el mundo de los valores, es decir el mundo de las aspiraciones
humanas y el mundo de los hechos, de lo empírico-demostrable. Por otro lado
empieza el imperio del mundo matemático-geométrico: la matematización del
mundo, la cuantificación de la realidad, el mundo dominado por los cálculos, las
técnicas de control lo masifican e incluso la transformación de los organismos
en mecanismos. Con esto se cancela el hecho de que se pueda dar una analogía
entre creador y creación. Todo lo anteriormente enunciado genera los procesos
de separación y los divorcios en el mundo moderno.
La estética, al insistir en categorías como
la belleza, permite pensar la naturaleza en su relación con el ser humano, la
presencia de lo eterno en lo infinito, presencia ésta que antecede e introduce
la actividad reflexiva. La estética, planteada desde este punto de vista, se
convierte en el elemento que propicia una visión de la naturaleza y de la
realidad como nueva patria del hombre.
En esta época la literatura, especialmente la
poesía, adquieren un papel preponderante pues a través de ellas se alcanza un
lugar de ficción y de ensueño y con estos, por otro lado, se alcanzan a
vislumbrar las características de incondicionalidad e inconmensurabilidad
propias del ser humano. Consideraban los romanticistas que el mundo de la
poesía podía mantener viva y presente la tendencia a la generalización a la que
aspiraba el científico.
Además la estética nace como una forma de
comprensión del mundo paralela al mundo de la razón científica. Esto es lo que
Kant había intentado formular en su Crítica
del juicio cuando sostuvo que la imaginación estética era la encargada de
mantener viva y presente el alma humana, en su totalidad e integridad, en la
naturaleza, frente a los análisis científicos preocupados solo por el ámbito
particular de la experiencia posible.
El poeta intenta tomar lo más verdadero,
indecible, innombrable y el misterio como su propia misión; su misión es
intentar apresar lo que de misterioso se esconde detrás de las armazones
conceptuales a partir de las cuales se intenta expresar el mundo desde la
relación causa-efecto.
4.4.Liberación política
y mecanización del Estado.
Los mecanismos sociales empiezan a perfilarse
como el intento por mecanizar la vida de los hombres. Dicha mecanización es
consecuencia de una concepción analítica de la razón. Esta mecanización se
corresponde con la aparición de la vida privada; esto quiere decir que se
empiezan a prohibir que las convicciones morales se extiendan a los asuntos
políticamente relevantes y esto a su vez coincide con el hecho de que la sociedad
se convierta en un ámbito regido únicamente por la razón estratégica. Simultáneamente
aparece la defensa de un espacio interior de sentido y de valor mientras lo
social se va cosificando. Los procesos sociales se van convirtiendo en procesos
mecánicos. Para el Idealismo y el Romanticismo toda esta transformación de lo
social y su incidencia en el individuo se va convirtiendo en una amenaza para
la propia identidad. Tanto el Idealismo como el Romanticismo se proponen
superar esta ruptura; esto lo hacen enfatizando una libertad pensada como la
capacidad de comprometerse en proyectos históricos.
Justamente desde aquí debe entenderse el
hecho de Kant hubiera leído el proyecto de la revolución francesa como el
intento por convertir a un pueblo en un Estado. En este sentido, este pensador,
opone el concepto de organización, en el que cada miembro no es un medio sino
un fin, al de una máquina de movimiento inercial en la que se impide la propia
autodeterminación de sus elementos. Por lo tanto al hablar de dignidad humana
es necesario pensar al hombre como un ser que es más que una máquina. Por lo
demás para que el organismo social tenga un buen funcionamiento es necesario
recurrir al acuerdo consciente de los ciudadanos.
Spinoza había defendido la idea de que el Estado
tiene como finalidad no hacer de los hombres unos autómatas sino defender y
asegurar la autonomía de los hombres. Fichte sostiene que no es posible hacer
del hombre una máquina representativa, dentro de este contexto sostenía que el
Estado debía volverse superficial para que en su lugar apareciera el ser humano
con toda su dignidad. Desde esta posición critica la máquina política de Europa
porque oprime al individuo al tratarlo como una pieza del gigantesco engranaje
social.
El hecho de que en la modernidad la esfera
económica terminara por tener una gran relevancia ha propiciado que ésta
impusiera su lógica sin límites; según esto el ámbito mercantil se convierte en
un espacio éticamente neutralizado aunque busque satisfacer intereses privados,
y por ello no puede convertirse en un lugar de integración, porque
prácticamente priman los intereses individuales, los intereses del más fuerte
sobre el más débil. Esta es la razón por la que el individuo no se reconoce a
sí mismo en este proceso.
Todo esto va generando la imagen del Estado
en el que este es visto como una máquina del terror y frente al cual la única
posibilidad planteada por el Systemprogramm
es configurar una comunidad política en la que primen la solidaridad compatible
con la libertad del ser humano.
La racionalidad analítica tiende a debilitar
la solidaridad. Dionisio es presentado en este contexto como aquella divinidad
antigua que tiende a destruir el principio de individuación y a generar lazos
de solidaridad. Dentro de este contexto tanto el Idealismo como el Romanticismo
tienden a oponer al concepto de mecanismo el de organismo y desde ahí hacer,
por un lado, una crítica a los mecanismos que tienden a hacer del Estado una
máquina y a proponer la imagen del Estado entendido como organismo. El ser
humano es entendido no como una pieza articulada dentro una máquina sino como
el miembro de un organismo. Solo así el ser humano puede entenderse como un
ciudadano. Tanto el Idealismo como el Romanticismo, a partir de esta crítica al
Estado, y este entendido como máquina, intentan realizar una crítica a la clase
burguesa y los intereses que esta quiere imponer sobre la sociedad.
4.5.Religión popular y
cultura secularizada.
La reflexión de los romanticistas e
idealistas en torno a la religión parte de una constatación fundamental: que la
modernidad ha hecho de la experiencia religiosa un dato privado, un hecho
particular, un fenómeno personal que no puede tener incidencias sociales. Con
ello han constatado otro fenómeno: que las acciones humanas se han tornado en
algo trivial, las acciones humanas han perdido sentido. También han constatado
que la cultura moderna ha destruido tres analogías: la semejanza entre Dios y
el hombre; la semejanza entre la naturaleza y Dios; la semejanza entre el
hombre y la naturaleza.
Además han constatado que la Reforma
protestante había puesto sobre el tapete dos problemas: por un lado había roto
toda mediación posible entre la inmanencia y la Trascendencia, toda similitud
entre el más allá y el más acá. Por otro lado al enfatizar la interioridad
había descuidado la sociabilidad y las relaciones con los demás.
A lo anterior habría que sumarle el hecho de
que la racionalidad ilustrada había propiciado la irrupción de una conducta
calculadora, fría y mecánica, un desencantamiento en el trato con los demás y
con la realidad, y con ello una pérdida de las motivaciones espirituales que
debían guiar al hombre.
Finalmente la racionalidad ilustrada había
propiciado el surgimiento de una “idea”, de un “concepto” sobre Cristo y con
ello había anulado la posibilidad de la relación con el Dios vivo, con el
Cristo histórico y real de los evangelios.
¿Qué críticas habían surgido de parte de los
romanticistas e idealistas contra todos estos hechos constatados por ellos
mismos?
Primero. Los romanticistas e idealistas
reconocen que el cristianismo coloca en primer plano a la persona, al sujeto o
a la subjetividad y coloca en un segundo plano a la ley, a la objetividad de la
ley. Con ello el Cristianismo levantaba una fuerte crítica contra el Judaísmo
quien invertía los planos al colocar en primer lugar la objetividad de la ley y
su cumplimiento, y en segundo lugar la dignidad de la persona, al sujeto; con
este hecho el cristianismo desde sus orígenes eleva la dignidad de la persona
por encima de la ley.
Segundo. Una de las críticas que Hegel dirige
contra el protestantismo es que este fenómeno religioso hace que el hombre
coloque la mirada en el cielo y desprecie los bienes terrenales; cuando el
hombre coloca su mirada en el cielo, está despreciando su propia libertad y su
propia existencia.
Tercero. Los idealistas y los romanticistas
se plantean la cuestión acerca de cómo sea posible la santidad en medio de las
nuevas condiciones que plantea la época moderna; una época donde empieza a
imperar una mentalidad calculadora, fría y mecánica; una época en la que
empieza a primar la desespiritualización de las motivaciones humanas. En este
sentido los idealistas y los romanticistas empiezan a enfatizar una nueva
mitología, para con ello, detener el proceso de secularización que empezaba a
reinar y a primar en la cultura occidental.
Cuarto. Hegel hace una crítica al Racionalismo
cuando sostiene que una “idea” de Dios, un “concepto” de Dios, que era en lo
que insistía el racionalismo, no era una relación con el Dios vivo, con el Dios
existente ni con el Dios personal; en este sentido este autor enfatizaba el
amor como una relación en la que no había una dominación del uno sobre el otro;
enfatizaba además que la vida es una experiencia continua de unidad y de
pluralidad que se integra en un todo; finalmente enfatizaba que la virtud debía
estar orientada hacia la construcción de una comunidad ética.
¿Cuál es la propuesta que los romanticistas e
idealistas hacían para superar estas dificultades?
Primero. Ellos proponían que la religión
debía contener mitos que protegieran a la fantasía contra los desvaríos
producidos por la razón fría, mecánica y calculadora.
Segundo. Además proponían que la religión
debía integrar todas las dimensiones del ser humano ya que el hombre es un ser
pluridimensional.
Tercero. Hegel sugería que la religión se
introdujera en los tejidos del ser humano, de sus sentimientos para que esta se
convirtiera en el motor de las acciones del hombre y así acabar con la
creciente mecanización que empezaba a imperar en el mundo; solo así, según este
pesador, se podían superar los dualismos planteados por la modernidad respecto
a la acción y al conocimiento, lo público y lo privado, la ética, la estética y
la política.
El
romanticismo.
Término que se deriva del adjetivo romantic, que hacia finales del siglo
dieciséis en Inglaterra designaba el carácter romancesco o aventurero del
romance, es decir del romance caballeresco medieval.
Hacia el silgo diecisiete el término se aplicó al
mundo gótico y medieval en general opuesto a la antigüedad clásica; con esta
significación Herder y Gerstemberg lo introdujeron en Alemania; autores estos
que teorizan y revalúan la cultura, el espíritu popular (temas típicamente
romanticistas) de la medievalidad. Schlegel y Novalis desarrollaron un
movimiento llamado Sturm und Drang (tempestad e impulso), inspirados en
los mismos temas medievales, sobre la huella de estos, Schiller hace la
distinción entre ingenuo y sentimental que corresponde a la idea antagónica
entre lo clásico y lo romántico, categorías que asumieron un carácter
suprahistórico en cuanto que son configuraciones del espíritu.
La primera escuela romántica tuvo su sede en Jena y en
toda Alemania reunida en torno a la revista Atenaeum,
donde sobresalen los hermanos Schlegel, Novalis, Tieck y Schelling;
contemporáneamente las ideas romanticistas se desarrollaron en Berlín con
Wackenroder y sobre todo con Schleiermacher, autor del texto Discursos sobre la religión, obra que
junto con Discursos sobre la nación
alemana son las más representativas del pensamiento romántico.
Después de la muerte de Novalis, el grupo de Jena se
diluye, pero las ideas romanticistas se difunden rápidamente en Alemania y
después por toda Europa, a través de la labor realizada por los hermanos
Schlegel en Berlín, Viena y en las principales ciudades europeas.
Mucho se ha discutido sobre cuál sea la esencia
innovadora y original del romanticismo, muchos temas tradicionalmente conocidos
como romanticistas efectivamente se encuentran reflejados en la cultura del siglo
diecisiete y en el Sturm und Drang,
estos son: revaloración del sentimiento y de la fe; amor por la historia
enfatizando la medievalidad, lo exótico y por una medievalidad idealizada;
exaltación de los aspectos irracionalistas, místicos y mágicos de la vida; la
libre expresión de la creatividad subjetiva con la adopción de formas abiertas,
fragmentarias, aforísticas, líricas, etc.
¿Cómo mira la filosofía el Romanticismo? Desde el
punto de vista filosófico el Romanticismo se caracteriza inicialmente por el
tema fichteano de la reflexión trascendental, como desarrollo idealista de la
dialéctica kantiana, que intenta librar al espíritu de toda limitación
exterior; en este sentido se dice que el yo trascendental es quien se pone sus
propios contenidos como no-yo.
De la misma manera el romanticismo, filosóficamente
hablando, intenta reflexionar sobre temáticas espinosistas desde Fichte,
Schleiermacher y Schelling, tales como la nostalgia de lo finito por lo
infinito, de la parte por la totalidad, de la naturaleza por lo divino, donde
juega un papel esencial el conocimiento intuitivo.
Desde lo anteriormente dicho, Schelling hace una feliz
coincidencia entre el arte y la filosofía, además desde lo anteriormente dicho
es que se hace comprensible el tema de la ironía como reconocimiento de
parcialidad que se reconoce en toda forma o realidad singular e individual y
que trivializada o infravalorada o reconocida en sus límites a través de la
crítica para que en ello se pueda traducir la idea de la forma infinita.
En este sentido se debe releer, desde Hegel, la
preeminencia del saber inmediato de la fe, de la intuición, del sentimiento y
la preeminencia de la ironía como movimiento de anulación de todo contenido
objetivo.
Por esto Hegel opone su propia mediación dialéctica
conceptual al arbitrio del vacío y la infinitud romántica, más aún la
identificación hegeliana del saber con lo absoluto y lo finito con lo infinito
revelan una profunda inspiración romántica particularmente notoria en la Die Phänomenologie des Geistes.
Más aún, las ideas de la libertad del espíritu, de la
evolución, del providencialismo histórico defendidas por Compte en el
positivismo, la unidad de la historia, del destino y de la revolución en
Gioverti; el trascendentalismo de Emerson; el eclecticismo espiritual de
Cousin; el biografismo de Carlyle, ideas difundidas durante todo el siglo dieciocho,
son ideas de una clara inspiración romanticista.
Algunos movimientos romanticistas posteriores al
primero abandonaron el espíritu mesiánico y revolucionario del primer
romanticismo con su tendencia nihilista y crítica y optaron por una tendencia
restauradora evidente en el romanticismo vienés, que a su vez se inspira en
Schlegel una vez que se ha convertido al catolicismo, en el romanticismo de
Mónaco, y de Heildelberg.
A partir de este momento el romanticismo va a asumir
una crítica radical contra la lógica mecánica y artificial del progreso moderno
y por la idealización nostálgica de las relaciones sociales premodernas
inspiradas en un cristianismo no corrompido por la reflexión crítica.
Desde lo anteriormente dicho se comprende la crítica
que Schelling le hace a Hegel y su visión racionalista y la exaltación de parte
de aquel de las fuerzas vitales irracionales; estas críticas continuadas por
Hartmann y por Schopenhauer han constituido lo que se ha llamado el segundo
romanticismo o también lo que se ha llamado el significado de la experiencia
romántica europea.
¿Que es el Romanticismo? Según Baugh el
adjetivo romántico aparece por primera vez en Inglaterra y designa algo
fabuloso, extravagante, fantástico, irreal. Más tarde el término se utilizó
para indicar el resurgimiento del instinto y de las emociones. Estas en el
racionalismo no fueron lo suficientemente estudiadas, y más bien fueron dejadas
de lado, por esto el Romanticismo hará un énfasis especial en ellas.
La actitud romántica consiste en una
condición de disensión interior, en un sentimiento de aflicción siempre
insatisfecho, esta actitud se encuentra en contraste con la realidad y aspira a
algo más, sin embargo la realidad en cuanto tal se le escapa una y otra vez.
La palabra más adecuada para caracterizar
al Romanticismo alemán es Sehnsucht
(reconcomio) y que se puede traducir como impaciencia o agitación por una
molestia o ansiedad moral. También se puede traducir como prurito, pero
sobretodo es un desear el desear; pero no Heimweh,
es decir: nostalgia, añoranza o deseo del regreso de una felicidad antes
poseída.
El romántico expresa una notable tendencia
hacia lo Infinito, un perenne y continuo tender hacia el infinito. La tarea de
la filosofía consiste en captar el nexo que vincula lo Infinito con lo finito.
El arte, a través de la poesía, debe llevar a cabo dicho nexo. La filosofía y
la poesía deben dialogar continuamente para expresar concepciones del mundo
acordes con dicho nexo. La obra de arte es el infinito que se lleva a cabo a
través de lo finito.
La naturaleza se libera de la concepción
mecanicista-ilustrada, ella ahora es concebida como vida que crea eternamente y
en la cual según Goethe la muerte no es más que un artificio para poseer más
vida. La fuerza de la naturaleza es la fuerza de lo divino. Hölderlin hablará
de ella en los términos de sagrada naturaleza. La naturaleza es espíritu que se
transforma en cosa visible.
En el Romanticismo se redescubre y exalta la naturaleza como fuerza
omnipotente y creadora de vida. El genio es exaltado como fuerza originaria.
Suponen los romanticistas que éste está ligado íntimamente a la naturaleza. Que
además crea de una forma análoga a como la naturaleza genera sus procesos. En
este sentido se puede decir que los romanticistas creían que el genio no
recibía elementos externos para sus procesos de creación sino que él mismo se
convertía en regla para los procesos creativos.
Mientras que la Ilustración tenía una
concepción deísta de la divinidad, basada en la comprensión intelectiva y
racional de la divinidad, el Romanticismo empieza a contraponer una concepción
panteísta de la divinidad. Por otro lado, la religiosidad empieza a asumir
nuevas formas que se manifestaban como extremas y que se basaban en el espíritu
titánico y paganizante del Prometeo de Goethe, también el heroísmo cristiano
del santo y del mártir. En este sentido se destacaban algunos personajes
creados por Reinhold.
Para el movimiento romanticista, el
sentimiento patriótico se expresa a través del odio al tirano. Se presenta además
una exaltación exagerada de la libertad, así como un gran deseo de infringir
las normas, las leyes y las convenciones sociales. De igual manera el
Romanticismo valora la exaltación de los sentimientos fuertes y las pasiones
arrebatadas e impetuosas. También exalta los rasgos y los caracteres fuertes.
En este sentido, el pensador Rousseau provocaba una gran impresión por su
sentido de la naturaleza, por su propuesta para una nueva pedagogía, así como
las ideas políticas que este llegaba a perfilar en su texto El contrato social, donde el Estado es
presentado como un gran contrato social.
En el Romanticismo tienen un gran auge los
hermanos Schlegel, ellos eran los editores de la revista Athenáum. También la obra de Wackenroder es confesión de un alma
romántica, este consideraba que el arte es una religión.
Para Novalis, el sentimiento romántico se
transforma en misticismo. Sus himnos a la noche, sus canciones espirituales y
su novela Heinrich von Olterdingen expresan el idealismo de un mundo mágico y
espiritualizado.
El Romanticismo es un movimiento filosófico
literario que trata de reaccionar contra el movimiento ilustrado y los ideales
que el mismo propone. En este sentido se puede decir que el Romanticismo es una
reacción a la Ilustración.
En el Romanticismo adquiere importancia la
visión de la cultura clásica griega. Esta era propuesta y difundida
fundamentalmente por Johann Winckelmann.
Su propuesta apunta precisamente a que el clasicismo no sea una mera repetición
pasiva o imitación de lo antiguo, en este sentido sostenía que para los
romanticistas, el único camino para convertirse en grandes e inimitables,
consistía en la imitación a los antiguos. Según Mittner, esto es lo que se
llamaría palingenesia de los valores de la antigüedad.
El Romanticismo entonces nace de un intento
por renovar el espíritu clásico caracterizado por la medida, el límite, el
equilibrio; además nace de la intensión
de sus fundadores: Herder, Schiller y Goethe de encausar el Sturm und Drang. De ello se obtiene como
resultado un gran choque entre la impetuosidad y el límite.
Ahora bien, el renacimiento de lo griego no
sólo se presenta al nivel del arte, sino también en la filosofía, en este
sentido se puede decir que Schleiermacher traduce los diálogos de Platón y los
introduce en la discusión filosófica. Schelling retoma de Platón conceptos tan
fundamentales como la teoría de las Ideas y la noción de alma del mundo; Hegel
elaborará un grandioso sistema gracias
al redescubrimiento del sentido griego que tenía la dialéctica.
Se ve entonces en el Romanticismo una
primacía de la subjetividad, una afirmación de la existencia como valor
fundamental, precediendo y condicionando la esencia del hombre.
También el Romanticismo hará una condena de
la filosofía que apunte a una lógica abstracta ajena a la vida, irreconciliable
con un mundo saturado de ilogicidad y de absurdo.
Kant (1724-1804).
Kant es considerado como el más
grande filósofo alemán de la edad moderna y de toda la filosofía moderna en
general. Con su aparición se inicia una nueva era, su filosofía es considerada
como la filosofía moderna por antonomasia, con él empiezan a fructificar las
semillas sembradas por Rousseau, Descartes y Hume.
Para Kant la modernidad y sus
ideas adquieren forma bajo un sistema, él no se desentiende de las ideas de la
metafísica, de Dios, del alma, de la inmortalidad, de la libertad, los valores
morales y el mundo suprasensible, tratando de comprenderlos desde formas
novedosas.
Fue Hume quien suscitó en Kant un
interés en la filosofía ya no de tipo dogmático sino crítico. Hume había hecho
una crítica a todos los conceptos en general desde la noción de substancia y de
causalidad, con los que elimina la metafísica, pero Kant llega al polo opuesto
de Hume, cuando afirma la metafísica como ciencia abordada desde la cuestión de
cómo sea posible la experiencia en cuanto ciencia.
Kant no sólo quiere ofrecer una
teoría del conocimiento, sino que se propone construir una nueva metafísica, en
su crítica a la razón práctica, la ética, sigue caminos diferentes a los de los
empiristas. Kant quiso fundamentar los principios metafísicos y éticos, de
manera mejor que los filósofos clásicos.
Crítica
de la razón pura.
Es la obra fundamental de Kant, en ella se propone
mostrar lo que es y lo que no es el conocimiento humano, se propone mostrar lo
que se puede y no se puede conocer.
Su punto de partida es la pregunta
por el conocimiento científico en general ¿cómo es posible la matemática pura y
cómo es posible la ciencia pura? Con ello teoriza sobre el concepto moderno de
ciencia, dicha pregunta se puede adoptar desde una problemática mucho más
general ¿cómo es posible la metafísica como ciencia? El conocimiento metafísico
debe contener juicios a priori, ello es exigido por la peculiar naturaleza de
su fuente ya que la cuestión que late en el fondo de todo esto es lo que pueden
conocer entendimiento y razón independientemente de toda experiencia.
Los conocimientos a priori no sólo
han de ser analíticos es decir que el predicado no sólo debe limitarse a
explicar lo que ya está contenido en el concepto del sujeto, por ejemplo, todos
los cuerpos son extensos, ya que no dirían nada nuevo, sin embargo nosotros
queremos conocer algo nuevo sobre la realidad, nuestros conceptos deben ser
conceptos de ampliación, conceptos de experiencia, conceptos sintéticos por
ejemplo, todos los cuerpos son pesados. Por lo anterior la cuestión fundamental
de la Kritik der Reinen Vernunft[2]
reza así: ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? Con lo que Kant
pretende una ciencia estricta con proposiciones necesarias de vigencia
universal.
Kant quiere mostrar que en nuestro
conocimiento hay elementos que proceden de nosotros mismos, los que están
presentes a priori en nosotros antes de toda experiencia, que tienen el mismo
sentido para todo espíritu que piensa y los que son estrictamente necesarios.
Kant invierte la cuestión de los
términos en la discusión, ya que hasta ahora el conocimiento debe regirse por
los objetos, pero ¿qué pasa si son los objetos los que se deben regir por el
conocimiento? Si la intuición debe dejarse regir por la naturaleza de los
objetos no se ve claro cómo sea posible el conocimiento a priori, si en cambio
el objeto se rige por la facultad del conocimiento intuitivo, si es posible
imaginarse dicha posibilidad.
Los contenidos a priori del
espíritu humano simplemente pueden decirnos como ha de constituirse toda
experiencia pero no pueden llevarnos nunca a afirmaciones necesarias de valor
universal, ya que debe estar a la expectativa de lo que suceda, Kant llama a estas
formas trascendentales.
La filosofía de Kant pretende ser
trascendental, no de la trascendencia, ya que para Kant si las cosas existen en
sí, no pueden conocerse este en sí, ellas solo se pueden conocer según reglas
fundamentales o formas a priori. ¿En qué consiste la filosofía trascendental
kantiana? La filosofía trascendental kantiana consiste en esto: no en el
análisis de los objetos en sí, sino el modo de conocer en relación con estos
objetos.
La filosofía kantiana es
subjetivista pero no individualista, si en sentido lógico-trascendental, la
filosofía kantiana afirma una legalidad vigente para todo el espíritu humano.
La metafísica kantiana afirma una normatividad
lógico-trascendental, a priori del espíritu humano y del mundo en general, la
que afecta a lo que la inteligencia y la razón pueden conocer, con ello el
filósofo anticipadamente puede decir cómo ha de estar constituido en general el
mundo y el ser, si se pueden pensar como objetos.
La filosofía trascendental
kantiana puede considerarse constituida por dos elementos:
Una teoría del conocimiento, que
pone en consideración los elementos a priori y a posteriori de la experiencia.
Una metafísica que es la doctrina
del ser pensable y pensado en absoluto.
Kant trata esta problemática en
tres partes principalmente: la estética trascendental, la analítica
trascendental y la dialéctica trascendental.
Kant es considerado el fundador
del idealismo alemán. Este constituye la tercera etapa histórica de la
filosofía moderna: la primera la constituye el racionalismo cartesiano, la
segunda la constituye la filosofía de la ilustración, con sus dos vertientes:
el postracionalismo y el empirismo, la tercera es, como ya habíamos dicho, el
idealismo alemán, la cuarta es la filosofía del siglo XIX y la filosofía del Siglo
XX.
Durante un período de tres décadas
que van de 1780 hasta 1810, Alemania ha creado el espíritu alemán, en un
poderoso desarrollo tan grande en extensión como en profundidad, el que crea
una gran cantidad de concepciones filosóficas del mundo y del hombre. Mientras
la vida externa de Alemania se derrumbaba, su vida interna llega al más alto
punto de evolución. Políticamente sucumbía, mientras daba a la luz poetas, y
pensadores que son lumbreras en el mundo, lo que se lograba en la alianza
filosofía y poesía, representada por Kant, Goethe, Schiller, Hegel.
La filosofía de Kant y del
idealismo alemán rehabilitan la fecundidad histórica. Mirando con profundidad
la filosofía de la antigüedad y del Renacimiento, Hegel cierra con penetrante
mirada en una síntesis totalizante y modeladora de todo aquello que el espíritu
humano había pensado hasta entonces.
Para que Hegel pudiese elaborar
dicha síntesis fue necesario un nuevo fundamento conceptual, capaz de
comprender tales estructuras históricas: la filosofía de Kant. Este ha mostrado
no sólo los problemas sino también las soluciones para la filosofía posterior:
es el espíritu decisivo y dominante de la época. La fecunda reflexión de sus
inmediatos sucesores, hace que el pensamiento kantiano se difunda en todos los
sentidos y se despliegue históricamente, asimilando anteriores sistemas, lo que
se concibió con el nombre de idealismo. El idealismo comprende según esto dos
etapas:
La fundación del criticismo trascendental (Kant).
La evolución del idealismo (de Fichte a Hegel).
La fundación del criticismo
trascendental kantiano.
La nueva fundamentación de la filosofía lograda por
Kant, se lleva a cabo gracias al método crítico o trascendental inventado por
éste. Lo que hace que las obras de Kant, se dividan en dos períodos: el período
precrítico y el periodo crítico.
Las obras más importantes del período precrítico son: El único argumento posible para la
demostración de la existencia de Dios (1763), Sueños de un visionario (1764), De
mundi sesibilis atquae intelligibilis forma et principiis (1770). Las obras
del período crítico son: Critica de la
razón pura (1781), Prolegómenos a
toda metafísica futura que quiera presentarse como ciencia (1783), Fundamentación de la metafísica de las
costumbres (1785), Crítica de la razón
práctica (1788), Crítica del juicio
(1790), La religión dentro de los límites de la pura razón (1793), Antropología (1800), Lecciones de lógica (1800).
El método crítico o trascendental.
Kant concibe y fórmula una nueva fundamentación de la
filosofía creando un nuevo método filosófico: el método crítico o
trascendental, el que es necesario no confundir con el racionalismo cartesiano
o con las ideas innatas.
Inicialmente Kant cree que la metafísica podía
proporcionar un fundamento científico para las convicciones morales y
religiosas. Pero prontamente se decepciona de ella. Ya que no satisfacía al
sistema racionalista dicha pretensión, igualmente se convence que tampoco el
empirismo satisfacía al racionalismo.
Kant reconoce la insuficiencia del método sicológico
para el tratamiento de los problemas filosóficos, y reconoce por lo tanto la
radical diferencia que se da entre la pregunta por el origen y el desarrollo real de la actividad racional
humana y la que le concierne a su valor.
Para Kant la filosofía deja de ser una metafísica
abstracta que se pregunta por Dios, el mundo y el alma, para convertirse en una
reflexión que se pregunta por el hecho de la cultura humana (ciencia, arte,
moral, religión...) la cultura humana es el resultado de una función originaria
de la conciencia humana. Cuando se contempla una obra de arte, cuando se
obedece una ley, cuando se vive un hecho religioso entonces el hombre se sitúa
frente a acontecimientos que emanan de la conciencia humana. En dicha cultura
humana es urgente descubrir los principios que hacen posible la ciencia, la
moral, la religión y el arte. La filosofía toma estos productos de la
conciencia humana como hechos y trata de comprenderlos, tratando de determinar
las formas universales de la conciencia humana por medio de las cuales se han
producido. Por ejemplo en el arte se trata de rendir cuentas acerca de lo que
sea el arte en general y la belleza en general, en el territorio de la ciencia,
lo que es el conocimiento en general y la verdad en general, etc.
Para lograr tales objetivos, se sirve la filosofía del
método crítico o trascendental el que partiendo de los hechos descubre aquellas
maneras de ser de la conciencia que determinan las distintas clases de
fenómenos culturales. Indaga qué circunstancias objetivas se presentan en
cualquier conciencia, en una conciencia general cuando se realiza un hecho
moral, uno religioso, etc., busca las leyes de la conciencia, aquellas
relaciones constantes de la conciencia e invariables que permiten designar con
el mismo nombre a un fenómeno cultural, artístico, a pesar de que se haya
producido en distintas épocas y en distintos individuos.
Dicho método tiene dos exigencias: la primera es su
relación intrínseca con los hechos de la cultura históricamente determinables,
en otros términos hay que decir que Kant no quiere sacar de la nada, ni deducir
de principios metafísicos las leyes de la cultura. La segunda consiste en
buscar por su elevación a un punto de vista superior las condiciones
inherentes, las relaciones constantes, las leyes de todo hecho cultural.
La elevación del método a un punto de vista superior
(de ahí el término trascendental) no riñe con la inmanencia del método de la
experiencia, sino que coincide con él, no quiere imponer criterios externos al
hecho empírico, ni marcar anticipadamente el camino por el que ha de marchar,
sino que quiere exponer en toda su pureza la ley, que hace posible el problema,
confirmándolo de esta manera en la segura y plena conciencia de esta ley, y
exponer la misma ley en su plena independencia para asegurar su progreso
posterior y mantenerlo libre de toda desviación extraña. Por esta razón el
método trascendental se convierte en crítico, crítico contra intromisiones
metafísicas, crítico contra un empirismo atómico aborrecedor de la ley.
Juicios a priori y juicios a
posteriori. Espacio y tiempo. La matemática.
En su libro Crítica
de la razón pura Kant se ocupa del problema de la ciencia, allí formula su
teoría del conocimiento. Para tal objetivo parte de los conocimientos de la matemática,
la física, y la metafísica, para averiguar en qué se funda la validez universal
y necesaria. Las cuestiones esenciales de la ciencia las distribuye del
siguiente modo:
Teoría elemental trascendental.
¿En qué se fundan los conocimientos de la matemática?
Estética.
¿En qué se fundan los conocimientos de la física?
Analítica.
¿Por qué no es posible como ciencia la metafísica
dogmática existente hasta ahora? Dialéctica.
Metodología trascendental.
¿Cómo es posible una metafísica crítica (inmanente)?
Las ciencias se componen de juicios. Estos son
enunciados sobre algo (S es P). Los juicios son analíticos o sintéticos.
Analítico es aquel cuyo predicado se encuentra contenido en el sujeto, esto es
el juicio en donde el predicado no hace sino descomponer o analizar el conjunto
de las notas que integran el sujeto. Cuando se expresa: “la elipse es una curva
cerrada”, se ha formulado un juicio analítico ya que la idea de curva cerrada
(predicado) se encuentra contenida en el concepto de elipse y como elementos
inseparables de ella. La idea de elipse es impensable sin la idea de curva
cerrada.
Juicio sintético es aquel cuyo predicado no se puede
considerar a modo de una nota esencial e inseparable del sujeto; juicio
sintético es aquel en donde se afirma o se niega algo del sujeto pero no es
necesario. Quien inventó la elipse fue el matemático neoplatónico Menaichmo,
juicio que solo puede ser sintético ya que cada nota significativa del
predicado no se encuentra incluida en la mera definición de elipse. El concepto
de elipse no contiene ni la idea del matemático, ni la idea de invención. Todo
juicio sintético se piensa no como la descomposición de los elementos
contenidos en el sujeto, sino como una síntesis o reunión de dos conceptos
diferentes.
La filosofía tradicional ha creído que los juicios
analíticos son a priori, es decir independientes de la experiencia, y los
juicios sintéticos son a posteriori, es decir fundados en la experiencia. Pero
no es así, ya que los juicios de la matemática son juicios sintéticos y sin
embargo no se fundan en la experiencia. El juicio 7+5=12 es un juicio sintético
a priori. El problema inicial de la Crítica
de la razón pura puede formularse de
esta manera: ¿en qué se funda la validez de los juicios sintéticos a priori? A
lo cual responde Kant diciendo que el espacio y el tiempo no son cualidades
empíricas de las cosas, sino que al contrario, gracias al espacio y al tiempo,
que son formas a priori de la intuición, es posible la representación espacial
y numérica de las cosas.
El espacio no es un concepto extraído de la
experiencia externa de los hechos como pensaban los empiristas ingleses, al
contrario sólo por el espacio es posible la experiencia. No es posible pensar
los objetos fuera del espacio, todo objeto externo tiene espacio. El espacio es
una representación necesaria a priori, una condición de la experiencia. No es
un concepto, sino que es intuición pura. Contiene en sí magnitudes incontables.
El tiempo tampoco se obtiene por una abstracción de la
experiencia, es una intuición pura, una magnitud infinita y continua.
El espacio y el tiempo son intuiciones puras y hacen
posible la geometría y la aritmética. Uno y otro son los fundamentos lógicos de
la matemática.
En virtud de que el espacio y el tiempo son leyes de
la conciencia, universales, y necesarias sin las cuales no es posible
representación alguna, un conocimiento de lo que sean las cosas en sí, esto es
con independencia de la conciencia no es posible. Lo que sea la cosa en sí no puede ser objeto de la experiencia,
únicamente lo son las cosas como aparecen, es decir los fenómenos. Por tanto
las cosas en sí tan sólo pueden ser imaginadas, pensadas, es decir los
noúmenos.
Las categorías, y la conciencia en
general.
Gracias al espacio y al tiempo se producen en la
conciencia los fenómenos. Con éstos elabora el entendimiento, gracias a otras
formas o leyes a priori, los conocimientos objetivos. Estas formas a priori se
llaman categorías. Para la filosofía precedente las categorías son cualidades
de las cosas, que el entendimiento descubre. En Kant es a la inversa, el
entendimiento lleva las categorías, produciéndose así el conocimiento de las
cosas. Debido a las categorías los fenómenos adquieren el carácter de objetos.
Hasta entonces se enseñaba que los objetos del
conocimiento eran independientes de las categorías. Kant cambia el centro de
gravedad en la teoría del conocimiento, realizando una revolución copernicana,
es decir una mudanza en el punto de vista, parecido a lo que Copérnico había
establecido en astronomía.
Las categorías son juicios, como todos los
conocimientos, Kant cree poder derivar las formas a priori del entendimiento
partiendo de las clases de juicios.
Juicios categorías
Singulares unidad
Por
la cantidad Particulares pluralidad
Universales totalidad
Afirmativos realidad
Por
cualidad negativos negación
Infinitos limitación
Categóricos sustancia y accidente
Por
la relación hipotéticos causa y efecto
Disyuntivos acción recíproca
Asertóricos posibilidad e
imposibilidad
Por la modalidad problemáticos existencia e inexistencia
Apodícticos necesidad y
causalidad
Entre las categorías y las formas particulares de la
intuición temporal existe un procedimiento por el cual aquéllas se aplican a
éstas: el esquematismo. Un esquema es el proceso mediante el cual se representa, de modo
intuitivo y a la vez general, el contenido de un concepto básico del
entendimiento: lo que es posible, porque en la base de todos los juicios de
experiencia se hallan las categorías, las condiciones de la experiencia.
Basándose en estas ideas Kant postula su clásico
concepto de naturaleza: el conjunto de los hechos objetivos, es decir la
experiencia, logrados por las formas puras de la intuición: espacio y tiempo, y
por las categorías del entendimiento. De esta manera la analítica
trascendental, que constituye la segunda parte de la Kritik der Reinen Vernunft justifica los conocimientos de la
física.
Las ideas. Crítica a la metafísica.
Alma, mundo, Dios.
La tercera parte de la KRV es la dialéctica trascendental. En ella Kant trata de hacer ver
que la metafísica occidental es imposible.
Así como la sensibilidad opera por medio de las
intuiciones puras y el entendimiento recurriendo a las categorías, la razón, la
tercera facultad del hombre, tiene también sus formas: las ideas.
Según Kant las ideas tampoco se extraen de la
experiencia, ellas son los principios orientadores del saber y de la vida del
hombre. En el caso de un investigador que tiene una idea del conocimiento, lo
lleva a perfeccionar el saber alcanzado. Esta idea conduce más allá de lo que
ha logrado, por ella es que sabe para dónde va. La aspiración que señala la
idea excede las leyes generales de la naturaleza halladas en la analítica
trascendental y se dirige al todo absoluto de la total experiencia posible, quiere
penetrar hasta los más alejados límites para descubrir la totalidad, es decir,
la unidad exhaustiva de toda la experiencia
posible. Pues nuestra razón aspira a una satisfacción plena que no halla
en los conceptos puros del entendimiento. La idea es un principio heurístico,
inventivo, un focus imaginarius, un
afán hacia lo absoluto.
La filosofía tradicional habla de tres conceptos
metafísicos fundamentales: alma, mundo, Dios. Con ello se confirma la tendencia
natural del hombre hacia lo perfecto. Pero dicha filosofía convierte en
realidad lo que sólo son ideales. Las ideas tienen únicamente un uso
regulativo. El hombre debe obrar como si el alma fuese inmortal. Como si Dios
existiera.
Sin embargo nuestro espíritu se inclina a considerar
estas ideas como reales. En verdad se trata de una ilusión de nuestra
naturaleza, una ilusión trascendental. Por ello para Kant la metafísica de lo
trascendente es imposible como esencia.
El imperativo categórico. La
moralidad. La crítica de la razón práctica.
En este texto trata de encontrar una solución al
problema moral y temas conexos: ¿Qué es lo bueno? ¿Cuáles son las virtudes
morales?
Nada cabe ni en el mundo ni fuera de él que pueda ser
considerado como bueno sin limitación, excepto una buena voluntad. Con ello señala
Kant que la buena voluntad tiene un valor incondicionado, absoluto y no por sus
efectos o resultados, sino en sí misma (aún en el fracaso). Del propio modo a
la voluntad le corresponde un absoluto no-valor, no puede hacerse valiosa por
sus resultados valiosos, sean éstos lo que fueren.
Kant para responder a la pregunta ¿Qué es la voluntad?
Elabora su imperativo categórico. El que exige que cada uno quiera de modo tal
como todos los hombres deban querer “obrar de manera que el motivo que te ha
llevado a obrar sea una ley universal”. Se trata pues de una moral autónoma, ya
que tiene sus fundamentos en la propia voluntad.
De la autonomía moral deriva dialécticamente los tres
postulados de la razón práctica: el primero de ellos es la libertad de la voluntad. La conciencia moral es el órgano con
que aceptamos o rechazamos los designios de la vida, que no son objetos de
conocimiento, sino de un mundo de valores, ajenos al espacio, al tiempo y a las
categorías del entendimiento. El segundo postulado es el de la
inmortalidad del alma, que
promueve y estimula la conciencia moral. El tercer postulado es una
consecuencia de los anteriores: es la
existencia de Dios.
El imperativo moral implica el reconocimiento de otros sujetos morales,
para los cuales debe valer la propia norma general; pero la universalidad de la
ley moral no consiste en el acuerdo de un objetivo concreto, sino sólo en el
reconocimiento de la dignidad humana,
tanto en la propia persona como en la ajena; lo que significa que todos los
hombres constituyen el reino de los más altos fines, dentro de los cuales cada
uno es al mismo tiempo legislador y súbdito.
La religión dentro de los límites
de lo humano.
El postulado de la existencia de Dios reclama la
existencia de un orden moral universalmente válido. La adhesión a este orden es creencia religiosa.
En su libro La
religión dentro de los límites de la pura razón, Kant reduce el sentimiento
religioso a conducta moral. Entre moral y religión se dan dos relaciones o la
moral se funda en la religión o la religión en la moral. En el primer caso se
tendrá temor y esperanza como motivo de la conducta; lo que es inaceptable,
dado el carácter de la ley moral. Sólo queda el segundo camino.
La religión, según Kant, es el reconocimiento de todos
nuestros deberes como preceptos divinos. Se define como religión revelada,
cuando muestra los mandamientos divinos, para que se sepa cuál es el deber; se
define como religión natural, cuando enseña un deber para que, partiendo de
aquí, se deduzca un precepto divino. La Iglesia es una sociedad moral que tiene
por fin el cumplimiento y la representación más perfecta de los preceptos
morales, la congregación de todos aquellos que unen sus esfuerzos para combatir
el mal y para propagar la moralidad.
El juicio teleológico. La filosofía
del arte.
La oposición entre necesidad y libertad, en que
culminan KRV y La crítica de la razón práctica, trae consigo una nueva reflexión
encaminada a mantener la unidad de la razón. Esta es la tarea de la crítica del
juicio.
Gracias a la fantasía, el hombre puede salvar esta
unidad de la razón, toda vez que ella ocupa un lugar intermedio entre la
representación y el querer. La fantasía en el hombre supone una representación
del objeto, pero también, implica la idea de finalidad, sólo que ésta puede ser
consciente o no. Sea como sea cabe preguntar ¿Hay leyes, formas emotivas
universalmente válidas, esto es a priori? Para responder a tal pregunta, hay
que distinguir entre los sentimientos que acompañan la conciencia moral y los
que carecen de tal intención ética. Por lo que se refiere a los primeros, la Crítica de la razón práctica ha dado ya
la respuesta; respecto a los segundos hay que mencionar los sentimientos de lo
bello y los sublime. Pero el ámbito de la capacidad sintética reflexiva de juzgar
esto es, la de subordinar o subsumir un objeto bajo un fin, va más allá de la
esfera del arte. Pretende incluso concebir a la naturaleza dotada de finalidad
en sí misma. De ahí que la Crítica del
juicio, de la capacidad de juzgar, se divida en dos grandes secciones: una
donde se estudian las relaciones de finalidad del sujeto humano con los objetos
de experiencia y otra donde se considera a la naturaleza como si estuviera
dotada en sí misma de finalidad.
En la doctrina del juicio estético comienza Kant por
distinguir lo bello de lo bueno y de lo agradable. Belleza y bondad son
modalidades a priori de la conciencia, la primera gusta sirviéndose de imágenes
y no de conceptos, mientras la segunda exige por el deber.
Lo bello y lo agradable comparten la inconceptualidad,
el valor estético es universal y necesario; el otro es subjetivo y fortuito.
Pero la universalidad y la necesidad son diferentes de la conceptualidad de las
ciencias. En fin, la belleza se distingue de lo bueno y lo agradable en que gusta
desinteresadamente. Ya que la finalidad que preside el juicio estético se
refiere a la armonía de los objetos representados por la fantasía con las leyes
formales de la sensibilidad y del entendimiento.
La antropología.
Otra tesis significativa de Kant es la manera de
plantear y de resolver el problema antropológico. Puede decirse que su doctrina
es la primera que advierte con claridad y pulcritud el tema del hombre como
tema filosófico.
La antropología kantiana anuncia al personalismo. En
torno al hombre puede hacerse una doble pregunta ¿Qué es lo que el hombre es o
ha sido como ser de la naturaleza y de la historia? ¿Qué es lo que el hombre
hace o debe hacer de sí mismo? Es decir la finalidad y el sentido de su
existencia. Sólo la segunda pregunta compete a la antropología filosófica.
La antropología es una consideración del hombre que lo
considera como ser creador y responsable de su propia existencia. Un saber del
hombre considerado de esta manera es la clave de la filosofía. Esta en su
significación mundana tiene que ver con varios órdenes de cuestiones: primero
¿Qué puedo saber? Segunda ¿Qué debo hacer? Tercera ¿Qué hay que esperar? Cuarto
¿Qué es el hombre? Cuestiones a las que respectivamente responden la
metafísica, la moral, la religión y la antropología. Y Kant agrega que en el
fondo se podría poner todo esto en el horizonte de la antropología, porque las
tres primeras se refieren a la última.
Hegel.
La
dialéctica hegeliana.
El método
que utilizaban los antiguos filósofos se puede resumir diciendo que consistía
en el hecho de extraer las consecuencias de hipótesis contrarias entre sí;
método que fue restaurado por Kant en el siglo XVIII cuando reconoce que la
necesidad arrastra a la razón a enredarse en problemas y en contradicciones.
Los
seguidores de Kant: Fichte, Schelling, Schleiermacher y Hegel se empeñan en
superar la valoración negativa que se hacía de este método; ellos se empeñaron
en demostrar su necesidad y en reconocer en este método una posibilidad
peculiar de la razón humana para trascender los límites del conocimiento;
reconocieron además en este método que tenía un origen clásico y por eso, ellos
vieron la necesidad de defenderlo sobre todo frente al imperio de la
utilización omnipresente del método científico matemático.
Hegel
tratando de replantear este método, incluye unas variaciones, razón por la que
se dice que la utilización que este hace de él es totalmente distinta, ya que
primero que todo se hace presente en el método, tal y como Hegel lo expone, una
propuesta de progresión inmanente; segundo, no pretende partir de ninguna tesis
impuesta; tercero, sigue el automovimiento de los conceptos; cuarto, expone la
consecuencia inmanente del pensamiento en continua progresión; quinto, este es
un método de demostración filosófica no analítica, método de la demostración
eleática y platónica, no la demostración científica basada en el modelo
matemático, geométrico, el método analítico.
Con este
método Hegel se propone reivindicar el método platónico de dar cuenta o razón,
de efectuar la prueba dialéctica de todas las suposiciones sobre un problema.
Hegel
critica la dialéctica platónica porque no es una dialéctica pura pues parte de
proposiciones y supuestos, ya que una proposición no deriva de la otra por
estricta necesidad. Por el contrario ensalza la dialéctica socrática porque ve
en ella un proceso de auto-forjación del pensamiento, favorece el desarrollo
del pensamiento de acuerdo con una consecuencia inmanente.
La
dialéctica hegeliana favorece su ideal del inmanente autodespliegue del
pensamiento con una conciencia metódica distinta.
Él se
propone realizar y animar espiritualmente lo universal mediante la superación
de los pensamientos fijos y determinados. Así lo especulativo y lo productivo
de la filosofía antigua radica en que lo individual es purificado por el modo
de conocimiento del sentido inmediato y es elevado a lo universal del
pensamiento. Desde este punto de vista, el gran aporte de Platón fue el hecho
de haber mostrado que la opinión en su inmediatez es una ilusión, de la misma
manera, lo es la certeza que está implicada en la inmediatez de la opinión. Por
otro lado Platón fue capaz de colocar el pensamiento en una situación de
independencia tal que le permite aspirar a conocer la verdad de la realidad en
la universalidad pura del pensar, sin que ello tenga nada que ver con la
intuición sensible.
Según lo
expresado anteriormente, Hegel ve en Platón la elaboración dialéctica
especulativa, pues este aspira a contemplar lo universal, aquello que vale como
determinación, tomando este en sí mismo y mostrarlo en la unidad con su
contrario.
Para
Hegel, Aristóteles es el verdadero adoctrinador del género humano puesto que su
gran preocupación fue la de reducir las más diversas determinaciones a un solo
concepto.
Sin
embargo, el gran problema de la dialéctica antigua, según Hegel, es que los
conceptos no han sido todavía arrancados de la pluralidad concreta; no son
todavía elevados a la universalidad de la autoconciencia; ya que no basta con
llegar a la universalidad del pensamiento, sino que es necesario descubrir en
esta universalidad la certeza de sí mismo, la autoconciencia, es decir, el
hecho de que toda vez que se concibe lo que ocurre, el espíritu se encuentra a sí
mismo.
La
dialéctica hegeliana tiene dos momentos: una dialéctica objetiva, una
dialéctica de lo pensado, una dialéctica del concepto y no solo de nuestro
pensar; el segundo momento de la dialéctica hegeliana consiste en el hecho de
que la dialéctica del concepto tiene que completar la evolución hasta
desarrollarse en el concepto del concepto, en concepto del espíritu mismo.
Lo que
determina el desarrollo dialéctico no son las relaciones conceptuales en cuanto
tales, sino más bien el hecho de que en cada una de estas determinaciones
conceptuales del pensamiento se piensa a si el sí mismo de la autoconciencia,
que reclama enunciar cada una de estas determinaciones y que sólo al final, en
la idea absoluta, alcanza su plena representación lógica. El automovimiento del
concepto descansa en la absoluta mediación de la conciencia y su objeto.
Mediación que prepara el saber puro, saber de lo sabido, saber del saber;
porque solo el saber sabido jamás se puede apartar del sujeto.
La ley
que determina, que gobierna el automovimiento de la dialéctica tiene su
fundamento en la verdad de la autoconciencia. La dialéctica no puede pensarse
sin la contradicción porque cuando se apela al movimiento como algo que es,
conduce a una contradicción; según esto al movimiento no le conviene el
predicado de estar aquí o allí, ya que el movimiento es una determinación del
ser, el movimiento es el concepto de la verdadera alma del mundo; algo se mueve
no porque esté aquí o allí, algo se mueve cuando está en uno y el mismo ahora,
aquí y no aquí, por estar y no estar en un aquí.[3]
La relación entre dialéctica y movimiento, sabiendo este último que conduce a
una contradicción, es lo que demuestra que el pensamiento mismo es movimiento.
El
pensamiento relacionado con el movimiento o lo que es lo mismo el
automovimiento del pensamiento es algo que se puede rastrear, en sus orígenes,
en la dialéctica platónica; ya que si hay un mundo de las ideas, este no puede
ser rígido, este no puede ser la última verdad a la que se aspire; hecho este
que se explica si se tiene en cuenta que el alma es movimiento ascendente, que
el logos piensa la relación de las
ideas entre sí, por lo tanto el alma misma no es quietud, sino que es
movimiento en el pensar y movimiento de lo pensado y en lo pensado.
Para
Aristóteles la Energeia expresa la
conexión entre el movimiento y el pensamiento. Esta significa la presencia como
tal, que en su presencia conviene al motor inmóvil, al nous, a la razón, al ente; además designa la realización actual de
algo como opuesto a la mera capacidad o
posibilidad; esta coincide con la particular y peculiar estabilidad que
caracteriza a un movimiento circular, pero siendo al mismo tiempo una
superación del mismo; con esta propuesta Aristóteles ha creído superar la
oposición entre ser y no ser; razón por la que define la Energeia en los términos de esencia del movimiento como posibilidad
de lo posible en tanto posible.[4] El
problema que se plantea entre movimiento
y pensar, es el problema de la continuidad, problema que en Hegel se
define en los términos de homogeneidad del proceso dialéctico y que refleja la
relación entre pensar y movimiento.
Obras.
Creer y saber[5].
Contraste de la relación entre la fe y la
razón.
En Creer y saber Hegel comienza por hacer
un contraste de la relación existente entre la razón y la religión, entre la fe
y la razón, entre el creer y el saber en la edad media con el nexo establecido
por la filosofía crítica entre esas dos dimensiones.
La edad media.
Para esta
época el conflicto entre la fe y la razón, creer y saber se desarrolló al
interior de la religión y de la fe; esta es la razón por la cual la
medievalidad consagró como un principio el hecho de que la razón se coloca al
servicio de la fe, la filosofía al servicio de la teología; esta fue una
discusión que se desarrolló en el interior de la fe misma, de la religión;
incluso quienes propugnan por un superioridad de la filosofía sobre teología,
lo hacen en su condición de creyentes.
La edad moderna.
En la
edad moderna el conflicto entre la fe y la razón, el creer y el saber se ha
desarrollado al interior de la filosofía, el conflicto entre la fe y la razón
se ha desplazado al interior de la filosofía, de la razón, con esto la razón
determina su propio nexo con la fe.
Dentro de
esta época, en la filosofía crítica, tanto la fe como la razón han perdido su
propio límite, su propia identidad; la fe carece de todo contenido determinado;
es una fe vacía y la razón se ha convertido en la condición de simple
entendimiento; la razón ha sido delimitada y empobrecida por el estrecho campo
de los fenómenos; la razón ha quedado subordinada a la fe, a quien pretendía y
quería derrotar.
Este
panorama conflictivo entre la fe y la razón a lo largo de la medievalidad y de
la modernidad y dentro de esta la teoría crítica y reflexiva de Kant, Jacobi y
Fichte es lo que manifiesta a los ojos de Hegel un conflicto, una ruptura. La
situación anteriormente descrita es ante los ojos de Hegel la expresión
cultural de un conflicto, el que exige una nueva forma de reconciliación
filosófica; por eso Hegel va a sostener que se hace urgente y necesaria su
propia propuesta filosófica, su propio sistema filosófico.
Descripción cultural de su
época.
Hegel
llama a su época con el nombre de cultura
de la objetividad: el conocimiento científico moderno ha exaltado la
condición de la razón a tal punto que convierte la subjetividad en un absoluto
y de esa manera la contrapone radicalmente a la objetividad; la cultura moderna
ha establecido la oposición radical entre sujeto y objeto y trata de construir
sistemas artificiales a favor de la subjetividad.
Las
raíces históricas de esta cultura de la subjetividad se pueden rastrear hasta
la Reforma protestante o el espíritu del norte; la Reforma protestante surge en
Alemania, se consolida en Escandinavia e Inglaterra. El carácter de pura
interioridad germana era la característica que distinguía al pueblo Alemán y
hacía de él el terreno adecuado para la liberación del espíritu; Alemania fue
el país donde se conservó la pura intimidad del espíritu; por eso fue en este
país donde un monje agustino encendió la conciencia del presente y con ello
instaura la reforma al interior de una Iglesia que había perdido su sentido
original. Ante los ojos de Hegel, el sujeto moderno no es una simple estructura
intemporal, sino que tiene un origen geográfico, de sangre e incluso
individual: este individuo es el espíritu germano del norte que hace su
irrupción histórica en Lutero.
En Creer y saber Hegel describe la bella subjetividad protestante que es el
producto de la Reforma protestante; Hegel trata de hacer una defensa del
principio protestante de la sola
escritura, ya que Dios, la plena reconciliación de lo subjetivo y de lo
objetivo es inasequible para el conocimiento humano, a Dios no se le puede
conocer por la razón; por esto la piedad protestante eleva el corazón para unirse
con Dios mediante cantos, sollozos, manifestaciones espontáneas de piedad; esta
es una apertura ingenua, no racional hacia la divinidad, hacia el absoluto y es
lo que le confiere a la subjetividad protestante su peculiar belleza; belleza
que nace de la espontaneidad, de la ausencia de la reflexión sobre su propio
límite.
En el
siglo XVIII la Ilustración avanza en el camino de la reflexión introduciéndola
en la subjetividad protestante y es cuando se da la ruptura de toda posible unión
con la Trascendencia; la Ilustración coloca en el centro de la reflexión al hombre
sensible, lo desliga del Absoluto y lo coloca en el lugar de la individualidad
siendo así víctima de sus apetitos, instintos y necesidades. Por otro lado la Ilustración
considera el mundo objetivo desde los parámetros de lo meramente útil y
utilizable con miras a unos fines bien determinados y como un medio para
satisfacer los apetitos e inclinaciones del hombre sensible.
La Ilustración,
a los ojos de Hegel, intenta legitimar su conciliación con el ser-ahí empírico,
con el mundo de lo dado y con el mundo de lo establecido. Desde la propuesta
filosófica de Locke, la Ilustración considera la felicidad como la máxima
aspiración a la que tiende el hombre; esta se conforma como la sumatoria de las
satisfacciones empíricas mediante la apropiación y el goce de los objetos
sensibles.
Teóricamente,
la Ilustración, según Hegel, considera el universo como si fuese una totalidad
mecánica cuyas partes se relacionan unas con otras mediante los vínculos externos
de la causalidad. El universo es algo que se puede explicar y calcular, algo
que se puede predecir y reducir a ecuaciones numéricas y que se puede explicar
recurriendo a nexos causales.
La Ilustración,
según Hegel, cancela de plano cualquier posibilidad de relación con el Absoluto.
Proceso positivizante de la
filosofía crítica de la reflexión llevado a cabo en la cultura moderna.
La
filosofía crítica o filosofía de la reflexión convierte en sistema filosófico,
positivizante la cultura moderna de la subjetividad. Ella tiene al sujeto como
punto de partida y de llegada de toda su reflexión. Este es el yo pienso
cartesiano delineado por la filosofía crítica en los términos de sujeto. Este
es una vuelta a la reflexión sobre la subjetividad. Este es la medida previa de
toda verdad. El sujeto queda definido como la actividad de dar forma y
determinación a toda realidad, su actividad se delinea como el pensamiento.
Ahora, si
toda forma y unidad provienen del sujeto, la objetividad se convierte en algo informe,
en algo que no tiene contenido ni determinación propia. Lo objetivo solo se
define por su contraposición al sujeto, si este y el objeto se definen por su
mutua contraposición, se puede dar una inversión de los términos de modo que el
sujeto podría ser el elemento pasivo y el objeto, la cosa-en-sí sería su forma.
Es por esto que Kant coloca al sujeto como el principio de la actividad
formativa y determinante del objeto.
Sujeto y
objeto, cada uno de estos dos elementos es un extremo, un polo opuesto al otro.
Cada uno de ellos se convierte en límite para el otro, destacando así su
finitud. El límite del sujeto llega hasta el límite donde comienza el objeto y
viceversa, cada uno excluye al otro.
A partir
de esta contraposición, la filosofía reflexiva de Kant, Fichte y Jacobi se
esfuerzan por reconciliar esta escisión, esta contraposición entre sujeto y
objeto. La filosofía reflexiva de Hegel se propone como meta la reconciliación,
la síntesis de los extremos de esta contraposición entre sujeto y objeto, la
filosofía de Hegel se propone la reconstitución de los dos elementos
contrapuestos.
La
filosofía de la reflexión fija al sujeto y al objeto en su contraposición
absoluta lanzados cada uno de ellos fuera de sí al absoluto. Cada uno de ellos
queda fijado en su aislamiento; de esta manera llega a su culmen el proceso
inconsciente que inició la Reforma y que la Ilustración radicaliza; a su vez la
modernidad no logra resolver este conflicto, por el contrario lo fija, lo
establece, lo eterniza, lo positiviza. Desde ahí surge para Hegel la imperiosa
necesidad de una auténtica reflexión sobre la reconciliación filosófica de la
realidad escindida.
La reconciliación: proyecto
filosófico hegeliano.
1.
La idea.
La idea
es para Hegel el punto de partida, de llegada y el proceso en torno al cual se
mueve la conciencia, ya que ella tiene el mérito de reconciliar lo opuesto, de
superar toda posible oposición. La conciencia se propone demostrar la validez
de la idea. Ella queda reabsorbida en el transcurso del sistema. Ella es la que
jalona el movimiento reflexivo de la conciencia.
2.
Inconsistencia de la filosofía crítica.
Hegel en
su texto Creer y saber se propone
criticar las inconsistencias del carácter reflexivo de la filosofía crítica. Crítica
que hace no desde afuera de la misma concepción filosófica sino desde dentro
del propio sistema crítico. Crítica que lleva cuando muestra que la idea no se
puede abandonar definitivamente sino que constantemente se está abandonando y
constantemente se está retomando.
Hegel
sostiene que cuando Kant habla de su filosofía trascendental, en esta noción ya
está implícita la idea, pues la trascendentalidad consiste en las condiciones
apriorísticas que el sujeto tiene en su conciencia para aprehender la realidad.
Sin embargo Hegel le objeta a Kant que cuando el sujeto aprehende la realidad
desde las categorías apriorísticas, ya en ello, está la identidad de la idea,
identidad que es anterior a la aprehensión de la realidad, anterior a toda
experiencia. Según esto la objetividad ya está prefigurada en el sujeto. Hegel
sostiene que esta identidad originaria de sujeto y objeto es algo que está en
el interior del sujeto.
En
términos generales se puede decir que Hegel encuentra que la propuesta
filosófica kantiana es inconsistente ya que propone la idea como principio de
su sistema y sin embargo es incapaz de desarrollarla coherentemente.
3.
Propuesta hegeliana.
Para
Hegel la conciencia se propone como tarea la reconciliación, la reconstrucción
de la identidad perdida entre el sujeto y el objeto. Tarea que se puede
alcanzar por tres posibles vías: la del Romanticismo, la Ilustración y el
propio proyecto hegeliano.
3.1.
El Romanticismo.
Los
romanticistas se han empeñado en reencontrar la unidad perdida e indiferenciada
del origen. En dicho proyecto se puede apreciar una aspiración en la búsqueda
de la identidad entre el sujeto y el objeto que sea anterior a toda
diferenciación. Este hecho tiene un especial énfasis en el Romanticismo pues es
la época en la que empieza a notarse el fenómeno de la especialización, de la
diversificación y de la contraposición.
3.2.
La Ilustración.
La Ilustración
al querer explicar el mundo recurriendo a fenómenos como la causa y el efecto,
la legalidad de acción y de reacción inherente a todos los fenómenos, la
matematización y calculabilidad del mundo, con ello la Ilustración ha
pretendido imponer síntesis, nexos causales a todos los fenómenos que se
encuentran en conflicto y al querer imponer dichas síntesis lo que hace es
buscar e imponer una identidad artificiosa.
3.3.
Su propio sistema filosófico.
La
propuesta filosófica hegeliana apunta a la reconstrucción de la identidad
originaria entre sujeto y objeto, viviendo en la diferencia y encontrando en
ella su propia unidad; la filosofía tiene como propósito el de mostrar la
unidad orgánica inherente a la realidad diferenciada y diversificada. Por esta
razón la filosofía debe comprender el mundo histórico al que pertenece, en el
que tuvo su origen y debe comprenderse dentro de estos. En dicha tarea debe
disolver cualquier oposición que se le presente mediante la reflexión, debe
descubrir el carácter armónico inherente a la historia. Esta es la razón por la
que Hegel considera que toda propuesta filosófica que asiste al final de una
época histórica, ella misma lleva en sí el germen de la época por venir; hecho
este que se puede explicar porque la filosofía asiste al proceso que busca la
unidad en la diversidad, la unidad de los contrarios; así la filosofía se torna
en aquel tipo de reflexión que anticipa las épocas históricas por venir, los
mundos que están por venir.
La fenomenología del Espíritu.
La
crítica de Hegel a Reinhold se centra en el hecho de que este considera el
saber como un instrumento, un medio para alcanzar el saber mismo, saber del
saber; hecho este que según Reinhold sería el único medio para estructurar una
teoría del conocimiento. La crítica que Hegel le dirige consiste en que si el
saber es un instrumento entonces el instrumento modifica el objeto al cual
quiere llegar, modifica el objeto que quiere conocer; así de este modo el saber
no llegaría hasta el objeto en toda su pureza, ni a la verdad en toda su
pureza. Con esto Hegel le dice a Reinhold que este tipo de saber conduce a una
falacia sin sentido; además sostiene Hegel que si el saber es un instrumento,
ello implica que el saber y el objeto sean algo que se da de manera
contrapuesta, con esto el absoluto sería distinto del conocimiento; el saber
absoluto no sería un saber acerca de sí, ni el saber podría ser un sabe
absoluto.
Sobre
esta base Schelling opone el saber fenoménico y el saber absoluto; según
Schelling si se reconoce el saber absoluto no se ve cómo sea posible el saber
fenoménico ya que no se puede comenzar con el saber absoluto, ni refutando las
posiciones contrarias a dicho saber y declarando que no se quiere saber nada de
ellos, en esto hay una crítica de Schelling a Schiller.
Hegel,
contrariamente a Reinhold y a Schelling, no parte de un saber absoluto sino de
un saber fenoménico, un saber que es propio de la conciencia común; con ello
quiere mostrar cómo dicho saber conduce necesariamente al saber absoluto o como
el saber fenoménico sea él mismo un saber absoluto que ahora no se conoce como
tal. Hegel para poder demostrar eso retorna al punto de partida de la
conciencia, perspectiva que ya habían sostenido Kant y Fichte. Hegel, que había
asumido una posición crítica contra esta perspectiva, ahora volvía a ella;
critica que radicaba en el hecho de que Hegel cuestionaba toda propedéutica y
ahora insistía en la necesidad de colocarse en el punto de vista de la
conciencia natural para conducirla progresivamente al saber filosófico. Hegel
propone que hay que adoptar, como Fichte y como Kant, el punto de vista de la
conciencia, estudiar el saber que le es propio a la conciencia y que comporta
la distinción entre sujeto y objeto.
Con este
retorno de Hegel a la conciencia modifica la concepción del saber absoluto de
Schelling y del absoluto; según esta modificación el absoluto no será ya
simplemente sustancia sino también sujeto, con ello está retornando al
subjetivismo de Fichte y de Kant. Con este giro el absoluto no se ubicará más
allá de todo saber, sino que la conciencia se sabe en el saber del saber, será
saberse en el saber de la conciencia. El saber será fenoménico, será el
progresivo saber que el absoluto tiene de sí mismo; así la manifestación o
supervivencia o el fenómeno que es algo que se da para la conciencia no serán
algo extraño a la esencia sino que serán su revelación. Así la conciencia del
fenómeno se alzará hacia la conciencia del saber absoluto. Reflexión y absoluto
no serán algo contrapuesto, sino que la reflexión será un momento del absoluto.
La
perspectiva que asume La fenomenología
del espíritu corresponde a una filosofía de la conciencia anterior al saber
sobre la identidad; según Hegel la fenomenología representa exactamente la
posición de Kant y de Fichte; Hegel llega a afirmar que la filosofía kantiana
es una fenomenología, es un saber el saber de la conciencia en cuanto este
saber es un saber solamente para la conciencia.
La
fenomenología se convierte en un momento esencial de la vida del absoluto, es
decir, el momento según el cual el absoluto es sujeto o autoconciencia. La
fenomenología de la conciencia no está junto al saber absoluto sino que es una
primera parte de la ciencia porque la conciencia hace parte de la esencia del
absoluto, ella misma se hace autoconciencia.
¿Qué es
lo que caracteriza el saber fenoménico de Hegel? Primero. Hegel toma en
consideración la crítica del propio saber por parte de la conciencia; la
crítica que la conciencia ejercita sobre su propio saber, esto realizado de
modo originario.
Segundo.
La noción de experiencia se hace mucho más amplia, ya que para Hegel dicha
noción no se limita solamente a la experiencia teorética sino que se extiende a
la experiencia ética, jurídica y religiosa.
La
fenomenología es el levantarse de la conciencia del punto de vista común al
punto de vista filosófico, de la conciencia común a la autoconciencia; con esto
el filósofo ya no reflexiona sobre algo que está fuera de sí, sino que es el yo
que reflexiona sobre él mismo; con esto se da un proceso de construcción en
Fichte y en Schelling de la conciencia que se convierte en una historia de la
conciencia y que Hegel se limitará a describir.
Lo que va
a distinguir, a hacer característica y prototípica la concepción fenomenológica
de Hegel radica en el hecho de que Hegel no va a construir la conciencia y el
proceso que la lleva a ser tal, sino que va a describir, a presentar el
desarrollo espontáneo de una experiencia tal
y como ella se da a la conciencia.
La
fenomenología de Hegel nos quiere conducir desde el saber empírico hasta el
saber filosófico, desde la certeza sensible hasta el saber absoluto,
propiamente yendo a las cosas mismas de manera efectiva, considerando la
conciencia como ella misma se ofrece, es una fenomenología que se presenta como
una historia del alma.
Para la
fenomenología hegeliana la experiencia que la conciencia ha tenido no se reduce
a la experiencia teorética, al saber acerca del objeto, sino que se refiere a
toda experiencia. Dicha fenomenología toma en consideración la vida de la
conciencia bien sea en su conocimiento del mundo como objeto de la ciencia,
bien sea cuando ella se conoce a sí misma como vida o cuando se propone un fin,
un objetivo; la fenomenología trata de considerar la experiencia de la
conciencia como tal.
Hegel con
su método fenomenológico afronta el problema planteado por Kant en La Crítica de la razón pura según el
cual se pregunta acerca de cómo sea posible la experiencia y que Hegel afronta
como experiencia en su modo más general. Con esto es posible hacer un
acercamiento entre Hegel y la filosofía existencialista ya que cuando Hegel
describe la experiencia completa de la conciencia, describe una forma de
existencia, una manera de existir, una concreta Weltanschauung; pero con la diferencia de que mientras el
existencialismo se limita a describir una experiencia concreta, Hegel describe
solo un momento, el que una vez superado, permite alcanzar un saber absoluto.
La fenomenología
es el itinerario del alma elevándose al espíritu a través de la mediación de la
conciencia.
La fuente
en la que Hegel se inspiró para escribir La
fenomenología del espíritu fue El
Emilio de Rousseau, obra en la que encuentra una primera historia de la
conciencia natural que se levanta hasta la libertad a través de experiencias
formativas que le son propias; por ello Hegel insistirá en La fenomenología sobre el carácter pedagógico de la obra, sobre la
relación entre la evolución del individuo y la evolución de la especie.
En
segundo lugar en la obra de Goethe sobre Wilhelm Meister, obra que se
consideraba como uno de los grandes advenimientos de Jena decisivos para la
época romántica y la obra de Novalis sobre Heinrich von Ofterdingen que es como
un tratamiento similar al adoptado por las anteriores; en ellas el héroe se
entrega a sus propias convicciones, mientras que el héroe de la primera obra,
la de Goethe, cree en su vocación teatral, el de la segunda se deja enredar en
el ambiente prosaico en que vive; ambos a partir de sus experiencias llegan a
abandonar sus propias convicciones iniciales, lo que para ellos era la verdad
se convierte en ilusión; así el héroe de la obra de Goethe abandona el mundo
teatral y poético y asume un mundo prosaico, el héroe de la obra de Novalis
descubre gradualmente que el mundo poético es la sola verdad absoluta.
Según
esto se puede decir que La fenomenología
del espíritu de Hegel es un romance de formación filosófica, que recorre el
desarrollo de la conciencia, la que renunciando a sus propias convicciones
iniciales, alcanza el punto de vista filosófico del saber absoluto a través de
sus experiencias propias.
Estructura general de la
obra.
La fenomenología del espíritu está dividida en dos grandes partes, cuya relación entre ellas es
problemática. Las dos partes son: la primera que comprende tres secciones que
son: la conciencia, al autoconciencia y la razón; la segunda parte que
comprende las secciones sobre el espíritu verdadero, la religión y el saber
absoluto. La primera parte describe y sistematiza el pasaje del individuo desde
el punto de vista común hasta el punto de vista filosófico, es decir el
levantarse de la conciencia, que es la actitud según la cual la atención pasiva
registra las cosas, los objetos y es fundamentalmente una mirada a lo externo;
la conciencia se levanta hacia la autoconciencia, que es la actitud en la que
domina la atención por sí mismo, donde el mundo externo es visto como objeto de
deseos, de intereses y de operaciones manipulantes; finalmente la
autoconciencia camina hacia la razón, que es el momento en que el individuo
llega a reconocer la unidad profunda entre el mundo interno y externo, y con
ello se llega a la síntesis de los momentos de la conciencia y la
autoconciencia.
Como ya
se dijo, La fenomenología del espíritu
está dividida en dos partes y cada parte consta de tres secciones, así:
I.
Parte. 1. Sección: La
conciencia.
2. Sección: La
autoconciencia.
3. Sección: La razón.
II.
Parte. 1. Sección: El
Espíritu.
2. Sección: La religión.
3. Sección: El saber
absoluto.
La conciencia.
Esta
consiste en la actitud en que domina la atención pasiva y el registro de las
cosas, es la mirada objetiva, es la mirada dirigida permanentemente hacia la
exterioridad.
La
conciencia ve el mundo como en-sí, como algo objetivo, subsistente; el mundo en esta actitud se trata de contemplar
y de registrar como si fuera un fenómeno.
La autoconciencia.
Introducción.
La autoconciencia es deseo,
ella solo alcanza su verdad cuando encuentra otra autoconciencia viviente como
ella; las dos autoconciencias puestas en el terreno de la vida dan lugar a una
dialéctica que lleva desde la lucha por el reconocimiento hasta la oposición
entre el amo y el esclavo y de ahí a la afirmación de la propia libertad;
dialéctica que se produce en la exterioridad y se transpone en la propia
interioridad de la autoconciencia, con esto nos situamos en un esquema que
constantemente se está repitiendo a lo largo de todo el texto de La fenomenología del espíritu. Toda
autoconciencia en el mundo de lo viviente presenta una dualidad tal que dicha
dualidad termina por convertirse en un desdoblamiento de la autoconciencia en
el interior de sí misma.
Así la independencia del amo y
la difícil educación del esclavo se convierten en el autodominio propio del
estoicismo; el que siempre es libre, vive de modo independiente de las
circunstancias, de los azares de la fortuna, es la libertad absoluta que, como
experiencia, vive el escéptico cuando rechaza toda posición que no esté
encaminada a la autoafirmación del yo.
La verdad de toda esta
dialéctica estoica o escéptica se expresa en la conciencia desgraciada, siempre
dividida en su propio seno, que es a la vez conciencia de la absoluta certeza
de sí y de la nada de esta certeza; conciencia desgraciada que es el
sentimiento de dolor de la pura subjetivad que ya no tiene en sí misma su
sustancia. La conciencia desgraciada, que expresa la pura subjetividad del yo, vuelve
a llegar a la conciencia de la sustancia, por medio de la alienación de sí;
conciencia que ha sufrido una transformación porque el ser es ahora el sí mismo
alienado, en este momento la autoconciencia pasa a ser razón.
Algunos aspectos generales
respecto a la autoconciencia.
La autoconciencia es deseo en
general, un deseo en el que el yo se hace acción pura, acción en que el yo se
esfuerza por encontrar la identidad teórica de la autoconciencia.
Para poder explicar este deseo
de la autoconciencia hay que partir de la oposición entre saber de sí y saber
de otro. La conciencia había sido definida como saber de otro, saber del mundo
sensible en general; la autoconciencia es en cambio, saber de sí que se expresa
por medio de la identidad del yo = yo, del yo igual al yo, del Ich bin Ich; lo cual se puede expresar
diciendo que el yo que es objeto para él mismo, es sujeto y objeto al mismo
tiempo, se pone para sí mismo, Hegel dice que “El yo es el contenido de la
relación y el movimiento mismo de la relación. Es al mismo tiempo el yo que se
opone a otro y rebasa a ese otro, y ese otro para él es solamente él mismo”.[6]
El saber sobre sí mismo no es
lo primero, sino que es la reflexión que sale del ser del mundo sensible y del mundo
percibido; en este sentido se puede decir que la autoconciencia es
esencialmente un retorno a sí misma a partir del ser otro.[7]
La reflexión del yo a partir del mundo sensible, del ser otro, es la esencia de
la autoconciencia, que por lo tanto no es más que ese retorno o ese movimiento.
“En tanto que movimiento”.[8]
El movimiento de la
autoconciencia exige la alteridad del mundo de la conciencia, este es
conservado para la autoconciencia de manera negativa, como un objeto que debe
ser negado para que la autoconciencia establezca, en esta negación del ser otro
en cuanto otro, su propia unidad consigo misma.
Se deben distinguir dos
momentos para la autoconciencia: la autoconciencia cuando se coloca a sí misma
como conciencia y el mundo sensible, en toda su extensión, se mantiene para la
autoconciencia; la autoconciencia cuando solo es referida al segundo momento,
es decir a la unidad de la autoconciencia consigo misma.[9]
Esto se puede explicar diciendo que el mundo, el universo está situado ante mi
como un fenómeno que se manifiesta, él es pura manifestación, él es
manifestación pura, la verdad de este mundo ya no está en él sino que está en
mí; verdad que es “el sí mismo de la autoconciencia”.[10]
El mundo ya no tiene
subsistencia en sí mismo sino que existe como una referencia con la
autoconciencia, que es la verdad. La verdad del ser es el yo, ya que el ser
solo es tal para el yo que se apodera de él y se pone así mismo para él mismo.
“Esta unidad del yo y del mundo, del universo y de la verdad es algo esencial
para la autoconciencia, de aquí se desprende que la autoconciencia es deseo en
general”.[11]
Según lo anterior, la
conciencia al negar el ser, apoderándose de él de forma concreta y haciéndolo
suyo, con ello está mostrando que el deseo es el movimiento de la conciencia;
el deseo supone que el mundo es un fenómeno que al ser manifestación solo es un
medio para el sí mismo.
La autoconciencia se presenta
a sí misma como comprometida en un debate con el mundo; para ella el mundo
desaparece; hecho este que se hace necesario para que ella misma pueda aparecer
en su lugar; en este sentido se puede decir que la autoconciencia es deseo
puro. Según esto, los objetos no son captados en su independencia por la
conciencia sino que son captados en su-ser-para-la-conciencia; en este sentido
los objetos son objetos de deseos, objetos útiles, objetos desechables, objetos
indispensables; esta es la base sobre la cual el joven Hegel en Jena había
intentado construir una antropología; en este mismo sentido en las filosofías
del espíritu de 1803-1804 y de 1805-1806 estudiaba el instrumento y el lenguaje
intentando presentar una dialéctica del mundo humano en su conjunto y el mundo
ambiente como mundo humano. La dialéctica instaurada por la autoconciencia se
puede presentar en los términos de que el objeto que se desea, no es un objeto
puesto en su independencia, en tanto que es objeto de deseo es y no es al mismo
tiempo ya que ahora es pero pronto no lo será. Su verdad radica en ser
consumido, en ser negado para que la conciencia coincidiendo consigo misma en
cuanto autoconciencia aparezca como tal a partir de la negación de lo otro. Es
necesario tener claro que el término del deseo no es el objeto mismo, el objeto
sensible, sino que el término del deseo es la unidad del yo consigo mismo.
La autoconciencia es deseo
pero lo que desea es ella misma, lo que desea es su propio deseo; solo podrá
alcanzarse a sí misma encontrando otro deseo, otra autoconciencia. La esencia
de la autoconciencia, que es el deseo, queda explicitada en la dialéctica
teleológica que se presenta en La
fenomenología del espíritu. El deseo conduce a los objetos del mundo y
luego a un objeto más cercano a él mismo, que es la vida, finalmente conduce a
otra autoconciencia, ese es el deseo que se busca a sí mismo en lo otro, el
deseo del reconocimiento del hombre por el hombre.
La
autoconciencia es la actitud en la que domina la atención por sí mismo; en ella
el mundo externo es visto solo como objeto de deseos, de intereses, de
operaciones manipulantes.
La
conciencia se coloca a sí misma como centro de reflexión; ella reflexiona sobre
sus propios intereses, ella es el para-sí; las cosas son objetos de deseos, de
admiración, de espanto; los objetos solo interesan de manera periférica.
La razón[12].
La conciencia considera el
objeto como algo distinto al yo, pero el desarrollo de la conciencia conduce a
la autoconciencia; para esta su propio yo es su problema, es su objeto; la
autoconciencia es singular, es solo para sí de forma inmediata; la conciencia
se pone a sí misma en su independencia y en su libertad. La educación de la
autoconciencia es un movimiento por medio del cual este se coloca en camino
hacia la universalidad después de haber pasado por la singularidad; así la
autoconciencia pasa a ser autoconciencia universal.
El yo que desea se transforma
en un yo pensante, con esto el contenido de la conciencia es tanto en sí como
para la conciencia; esta al saber de un objeto a la vez sabe de sí misma y al
saber de sí misma sabe de un objeto; con esto se da una identidad del
pensamiento y del ser y con ello se da la razón (Vernunft); la razón es la síntesis dialéctica de la conciencia y de
la autoconciencia; síntesis que solo se hace posible si la autoconciencia ha
devenido autoconciencia universal. El yo es universal en sí mismo pero debe
pasar a serlo para sí, de modo que sus determinaciones se manifiesten como las
mismas determinaciones de las cosas y su pensamiento de sí mismo sea a la vez
pensamiento del objeto. La razón es un término que se asocia estrechamente con
el Idealismo, hecho este que el mismo Hegel enfatiza en La fenomenología del espíritu.
Para considerar la razón en
todo su valor, se hace necesario mirar el pasaje que se da de la autoconciencia
a la razón, hecho este que Hegel ilustra desde la dialéctica del amo y del
esclavo; en este sentido Hegel recalca como a través de la educación que el amo
le da al esclavo este alcanza la universalidad; así lo que forma la voluntad y
lo que transforma el yo singular en un yo universal es la obediencia y el
servicio; de la misma manera que el hombre a través del trabajo aprende a
suspender su propio gozo y con el trabajo expresa las determinaciones del
pensamiento en el ser objetivo; con ello se da una alienación del yo pero a la
par una conquista de la universalidad. Con dicha universalidad el yo deja de
estar aislado en sí mismo, se supera al encontrar en él otros yos y con ello es
reconocido y a la vez reconoce, por esto Hegel sostiene que “la autoconciencia
universal es la intuición de sí mismo como de un sí mismo no particular sino
universal en sí. De esta manera la autoconciencia se reconoce a ella misma y a
las otras autoconciencias en sí misma y, a su vez es reconocida por las otras”.[13]
La idea de una verdad en sí,
no es separable de la idea de una pluralidad de yos singulares y de una
comunicación entre esos yos. De la misma manera hay que entender que la
educación es una necesidad que eleva al
hombre encerrado en sí mismo hasta hacerlo consciente de una universalidad en
la que él está inscrito. Reconocer que existen varios yos es un momento previo
de la verdad, así como la verdad es un momento de todas las virtudes.
Autoconciencia universal que es la base de todas las virtudes. Desde aquí es
posible decir que la razón aparece como el primer resultado de la mediación que
unas autoconciencias ejercen sobre otras, mediación que constituye la
universalidad de la autoconciencia, universalidad sin la cual no sería posible
la verdad. Con esto es posible vislumbrar una concreción del yo hegeliano ya que
en su singularidad es capaz de elevarse a la universalidad y ponerse en
contacto con otros yo; sin embargo la verdad es una conformación humana que no
se puede separar de la formación de la autoconciencia.
Verdad que es objetiva y
subjetiva (certeza) al mismo tiempo, verdad que deviene desde sí misma, verdad
que es sujeto. Con esto es posible definir la razón en los términos de que “la
razón es la suprema unificación de la conciencia y de la autoconciencia, de
saber de un objeto y del saber de sí. La razón es la certeza de que sus
determinaciones son objetivas, es decir, son determinaciones de la esencia de
las cosas, y al mismo tiempo que son nuestros pensamientos. La razón es la
certeza de sí misma, subjetividad, tanto como el ser o la objetividad y en ello
un mismo y único pensamiento”[14]. La
razón denota un contenido que no está solamente en nuestras representaciones,
sino que contiene la esencia de las cosas e igualmente un contenido que no es
algo ajeno para el yo, algo que le es dado desde fuera, sino que es producido
por el yo. Identidad en el yo de lo subjetivo y de lo objetivo, identidad que
en La fenomenología del espíritu
aparece como el resultado de una formación, de un desarrollo que comienza con
la conciencia y se despliega hacia la autoconciencia; de manera tal que la
verdad solo se reconoce a través de las múltiples autoconciencias, cuando estas
se elevan a la universalidad del pensamiento; verdad que no es un ser en sí, un
más allá, de la toma de conciencia, sino que es saber de sí, certeza subjetiva
al mismo tiempo que realidad objetiva.
La fenomenología del espíritu es una
historia concreta de la conciencia humana, historia que encuentra su ser-ahí
objetivo en la historia del mundo, el que tendrá una gran relación con la
historia del espíritu del mundo; en este sentido Hegel considera el paso de la
conciencia desgraciada hacia la razón en el sentido del paso de la Iglesia de
la edad media al Renacimiento y a los tiempos modernos. La conciencia
desgraciada muestra la completa alienación de la autoconciencia singular;
conciencia desgraciada que no es más que el doloroso sentimiento de la
negatividad escéptica, el ser en sí es para la conciencia desgraciada su más
allá. La conciencia siente su insuficiencia cuando es incapaz de salir de su
subjetividad ya que para ella el más allá se presentaba como un Dios que
conciliaría en sí la subjetividad y la objetividad; la singularidad de la
autoconciencia singular podría volver a encontrarse en él y ganar al mismo
tiempo la universalidad, devenir autoconciencia universal siendo al mismo
tiempo autoconciencia. La autoconciencia que alcanza su culmen en la conciencia
desgraciada es la figura del dolor del espíritu que lucha para elevarse de
nuevo a la objetividad no pudiendo alcanzarla.
La autoconciencia universal y
singular a la vez que sirve transición a la razón de los tiempos modernos es la
Iglesia de la edad media. El yo singular se eleva verdaderamente a la
universalidad por medio de esta Iglesia que constituye una comunidad universal,
que habla una lengua que los individuos no siempre dominan, junta las
donaciones de los particulares y forma una voluntad general que nace de la
alienación de las voluntades singulares. El término medio entre lo universal y
lo singular, el en-sí y el para-sí, que tiene su representación en la Iglesia,
es la unidad que tiene un saber inmediato de los dos extremos y que los pone en
relación: “Es la conciencia de su unidad, unidad que se anuncia a la conciencia
y por ello se anuncia a sí misma, es la certeza de ser toda verdad”.[15]
La razón es la certeza que la
conciencia tiene de ser toda realidad, toda verdad; la certeza de que esta
verdad no se encuentra más allá sino que se presenta de forma inmediata a la
conciencia; certeza que solo se hace posible por el hecho de la alienación de
la conciencia singular. Alienación que eleva la autoconciencia a la
universalidad, sin que la misma conciencia tenga que desaparecer, ya que la
alienación de la autoconciencia es un movimiento espiritual; es la conservación
de la autoconciencia a pesar del tránsito que debe realizar de lo singular a lo
universal; Hegel quiere recalcar este tránsito y la conservación de sí misma
cuando sostiene que la conciencia se mantiene a sí misma en esta negatividad
suya. En la muerte, considerada como un puro fenómeno al nivel de la vida
universal, lo singular deviene universal, pero sin conservarse a sí mismo en
esta pérdida propia. En cambio, en la muerte espiritual, que es la alienación
de la autoconciencia singular, la conciencia se mantiene en su propia negatividad.
El sí mismo deviene lo universal y lo universal es puesto como sí mismo por un
efecto de rechazo; los elementos propios de la dialéctica hegeliana: lo
singular y lo universal, el sí mismo y el ser en sí intercambian sus
determinaciones de modo tal que la verdad se hace subjetiva y la subjetividad
adquiere una verdad. La razón es la unidad inmediata que es resultado de toda
la dialéctica anterior y que se presenta a la conciencia como una figura nueva
que ha perdido en el olvido toda su génesis; razón que es un momento particular
en el desarrollo general de la conciencia o en la fenomenología del espíritu.
Este momento corresponde al
Renacimiento y a los tiempos modernos, tiempo que ha sucedido la época de las
cruzadas y al cristianismo de la edad media; con esto el mundo se le ofrece a
la conciencia como el mundo presente, un mundo que no está más allá o más acá;
mundo en el que la conciencia sabe cómo se encuentra a sí misma; mundo en el
que la conciencia se lanza a la conquista y a ser la ciencia de dicho mundo;
mundo cuya subsistencia se convierte para la conciencia en una verdad y en una
presencia suyas, la conciencia tiene la certeza de experimentarse solamente en él. La conciencia quiere
encontrarse en este mundo y buscar su propia infinitud; para la conciencia, el
conocimiento del mundo será un conocimiento de sí misma; el mundo será un
espejo en el que la conciencia se refleje a sí misma; esta es la razón por la
que el hombre tiene un vivo interés en explorar su tierra y por ello un vivo interés
en las ciencias naturales.
En la
razón el hombre llega a conocer la “unidad” profunda entre el yo y el mundo,
entre el sujeto y el objeto, lo interno y lo externo; la razón sintetiza los
momentos de la conciencia y de la autoconciencia.
La razón
es la síntesis de los dos momentos precedentes; ella es en-sí y para-sí; ella
es punto supremo del desarrollo de la conciencia del individuo; ella reconoce
la unidad profunda que existe entre el yo y el mundo; en este momento el
individuo es un ser maduro para la filosofía y para el saber absoluto.
La
primera parte de la fenomenología expone las abstracciones, las configuraciones
en las que se presenta la conciencia; son figuras abstractas que de una u otra
forma manifiestan el movimiento dialéctico de la conciencia.
Estas
configuraciones son estructuras universales suprahistóricas; ellas son el
desarrollo de la conciencia humana en cualquier momento, en cualquier
situación.
El pasaje
de estos tres momentos es la condición necesaria para que el individuo sea capaz
de hacer filosofía.
El espíritu.
Que
coincide con la razón que se realiza concretamente; es la única sustancia
inmediata pero que todavía no se ha elevado hasta la autoconciencia.
El espíritu verdadero: La
eticidad.
Es la
primera etapa del espíritu; la que coincide con la ciudad antigua; el espíritu
trata de encarnar una de las dos leyes en que se divide la sustancia siguiendo
la dualidad de la conciencia: la ley humana, la ley del Estado que se
manifiesta a la luz del día; por otro lado la ley divina y la de la familia,
que todavía inconsciente, ata al individuo a la sustancia materna.
Esta
dualidad de leyes se convierte en una oposición trágica en la acción; sin
embargo la acción es necesaria y gracias a ella el en-sí de la autoconciencia
sale de su oscuridad y se hace efectivo.
El espíritu extrañado de sí
mismo: la cultura.
En el
mundo de la cultura, la persona abstracta debe formarse a sí misma para
convertirse en una persona concreta; esta formación es el mundo de la
alienación; el espíritu se realiza por medio de la renuncia a la persona; la
persona por el contrario obtiene una realidad concreta y efectiva por medio de
su propia alienación.
El espíritu cierto de sí
mismo: la moralidad.
El
espíritu se hace consciente de sí mismo; no es ya el espíritu verdadero del
principio y solamente objetivo, sino que es el espíritu que ya tiene la certeza
de sí mismo; esta es la visión moral de Kant y de Fichte, el Romanticismo y la
filosofía alemana de la época de Hegel; aquí el espíritu ya no es sustancia
sino sujeto.
La religión.
La
religión tiene una historia dentro de la historia; ella es la autoconciencia
del espíritu, el espíritu absoluto; autoconciencia que debe presentarse como
objeto sin que ella se pierda a sí misma. Esto es lo que se ve en el desarrollo
dialéctico de las religiones; desde las religiones naturales, en las que la
autoconciencia del espíritu se sabe solamente como sustancia en los objetos
naturales, hasta la religión absoluta que es la religión cristiana, pasando por
la religión del arte.
El saber absoluto.
Es la
unión de la conciencia y de la autoconciencia; su significación ha de ser
desvelada, su unidad ha de ser desvelada; la filosofía de los nuevos tiempos
tiene una historia en la historia; es la conciencia singular que accede al
saber, es su relación con el espíritu y con el desarrollo histórico y además su
relación con la religión. El saber absoluto tiene como característica
fundamental la universalidad.
La
segunda parte de la fenomenología coincide con un cierto desarrollo histórico;
las figuras presentadas en esta segunda parte son espíritus reales, son
efectividades auténticas, son figuras del mundo; aquí el individuo resulta ser
un mundo.
Resumiendo la división de
la obra.
La conciencia
ve el mundo como en sí, como algo subjetivo, subsistente por sí mismo, mundo
que solo trata de contemplarse. La autoconciencia es el por sí, es decir, la
actitud que coloca como centro de reflexión a sí mismo, el actuar propio y los
intereses propios, etc., en esta actitud las cosas toman una posición
periférica, ella son correlatos de deseos y de operaciones del yo. La razón es
la síntesis de los dos momentos precedentes, es el en-si y el para-sí, ella es
el punto supremo del desarrollo de la conciencia del individuo, aquella en la
que el individuo, habiendo reconocido la unidad profunda entre el yo y el
mundo, está madura para la filosofía, para el saber absoluto.
La conexión
entre las dos partes del texto se relacionan de la siguiente manera: los
primeros tres momentos de La fenomenología
del espíritu: conciencia, autoconciencia y razón describen abstractamente
el desarrollo del individuo, desarrollo que parte del punto de vista común
hacia el punto de vista filosófico. Descripción abstracta porque las actitudes
que son tomadas en consideración son estructuras universales, suprahistóricas y
colocan como tema central el desarrollo de la conciencia humana en cualquier
momento histórico y en cualquier situación. Llegar hasta el punto de vista
filosófico, consiste para Hegel, en elevarse hasta la universalidad concreta
del modo de ver el mundo, llegado este a su vez por el espíritu humano en una
época determinada, en una sociedad determinada. Lo que la primera parte de La fenomenología describe es solo la
condición necesaria para que el individuo se convierta en alguien capaz de
hacer filosofía; pero la filosofía no es siempre la misma, ella es, junto a las
otras formas del espíritu, la conciencia conceptual de sí y del mundo que tiene
una determinada humanidad histórica. Esto último es lo que Hegel pretende
clarificar en la segunda parte: en las secciones dedicadas al espíritu, a la
razón y al saber absoluto.
Llegar
hasta la razón es la condición individual para poder saber. El saber por lo
tanto positivamente se define como conciencia de sí y del mundo que la
humanidad tiene en una determinada fase de su desarrollo. La religión y la
filosofía, que son las dos formas en que se concretiza esta conciencia (junto a
la religión, Hegel pone en consideración el arte, igualándolo al mismo nivel
espiritual), tienen necesidad de una base histórica concreta. Esta base
concreta es aquello que Hegel llama Espíritu, objeto de la cuarta sección de La fenomenología, y que describe el
mundo de las instituciones históricas como la base sobre la cual la religión y
la filosofía pueden surgir.
La
filosofía no es una cosa que el individuo alcance a través de un itinerario
íntimo dirigido solo a purificar la razón, sino que es un proceso por el cual
el individuo alcanza a explicitarse en sí mismo la conciencia de sí mismo y del
mundo que la humanidad de su tiempo posee más o menos explícitamente, hechos
estos que se encarnan por lo tanto en las formas religiosas, en las formas
artísticas y en las formas filosóficas.
¿Cómo
expresar esta continuidad? Para
acercarse al pensamiento hegeliano es necesario hacerlo a través de una
introducción. Esta Hegel la realiza en La
Fenomenología del Espíritu; esta, además de ser una introducción a su
pensamiento, es una demostración de su sistema filosófico y representa la
conclusión de un proceso de maduración del hombre, donde Hegel se propone
mostrar su propia fisonomía filosófica dentro del concierto de la filosofía
alemana del siglo XVII y que tiene sus dos máximos exponentes en Fichte y
Schelling.
La fenomenología del Espíritu es su primera obra, fue publicada en 1807, y está precedida sólo por
ensayos de menor envergadura. El problema que intenta resolver es el de la
conducción del sujeto de lo particular, sustancial y finito a lo universal y
abstracto; en este sentido La
Fenomenología del Espíritu se ubica dentro del contexto del Idealismo
alemán; este a su vez tiene como pretensión la de ubicar al individuo en una
situación que va del punto de vista común y ordinario al punto de vista
filosófico; con ello además, se plantea una relación directa con el
Racionalismo ilustrado cuando rechaza toda pretensión de encontrar la verdad en
lo meramente empírico y en lo meramente inmediato.
[1] Cfr. Hegel, G.
W. F. Enciclöpedie der philosophischen
Wissenschaften. Traducción
española editorial Purrúa. Estudio introductorio, XXIV.
[2]
De ahora en adelante la Kritik der Reinen Vernunft será citada como KRV.
[3] Gadamer, H. G. Hegels Dilektik.
Fünf hermeneutische Studien. Traducción española: La dialéctica de Hegel. Ed. Cátedra.
Madrid. 20005. Para este estudio sobre la dialéctica hegeliana nos
estamos sirviendo de este texto, ahora hemos citado la página 22. De ahora en
adelante citado: HD.
[4]
Gadamer, H. G. HD, 24.
[5]
Tomado de Comentarios a Creer y saber
de Hegel. Del profesor Luis Alberto Restrepo. Ed. Norma 1992.
[6]
Fenomenología, 107.
[7]
Cf. Fenomenología, 108.
[8]
Fenomenología, 108.
[9]
Cf. Fenomenología, 108.
[10]
Hypolitte, 114.
[11]
Fenomenología, 108.
[12]
Tomado de Jean Hyppolite. Génesis y
estructura de la fenomenología del espíritu de Hegel. Ed. Península,
Barcelona, 19741. pp. 197ss.
[13]
Propedéutica, 209.
[14]
Propedéutica, 210.
[15]
Fenomenología, 137.
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