¿Quién es cristo para los filósofos?
El cristo de los filósofos: un aporte a la cristología filosófica.
Prejuicios.
Cuando un filósofo desea tratar filosóficamente el
tema de Jesucristo ya sea haciéndolo como objeto de estudio o bien como alguien
de quien se pueden extraer algunos elementos de reflexión, se dan una serie de
prejuicios, de entre los cuales se quieren extraer los siguientes:
El de la conversión: creer que toda clase de
cristología está encaminada a la conversión de las personas que escuchan.
Prejuicio que supone una gran ignorancia sobre el hecho mismo de desconocer que
Jesucristo implica algo más que conversión. Unido a esto está el hecho de creer
que un sacerdote filósofo, un religioso filósofo o un creyente filósofo tiene
la intención de catequizar o evangelizar. Detrás de esto se esconde el
desprecio por las personas que de una u otra manera hablan sobre Cristo en el
ámbito universitario. Y se esconde el prejuicio de que la racionalidad es sólo
un hecho que ejercitan los incrédulos, los agnósticos, los ateos.
Un segundo prejuicio radica en el hecho de que se dice
que nada tiene que decir la filosofía sobre Cristo. Prejuicio que supone que
todo lo que tenga para decirse sobre Cristo se refiere solamente a la teología,
a la catequesis, a la cristología, etc. pero no a la filosofía. Prejuicio que
desconoce reflexiones serias de pensadores serios que haciendo filosofía no
dejan de reconocer un gran valor a Cristo y al cristianismo, vgr. Kant, Hegel,
Edith Stein, Einstein, Descartes, Vattimo, Kierkegaard, Pascal, etc. etc.
Un tercer prejuicio radica en el hecho de que se cree
que estudiar a Cristo desde el punto de vista filosófico implica el ateismo y
la incredulidad. Prejuicio que supone que todos los filósofos de una u otra
manera son ateos o descreídos. Prejuicio que implica un desconocimiento de la
filosofía porque en la tradición filosófica se han dado reflexiones
cristológicas de pensadores de gran relevancia intelectual.
Detrás de todo esto se
esconde un sofisma de distracción pues quien se cree y se siente ateo desconoce
toda una historia marcada por el cristianismo, desconoce que a la base de los
conceptos que determinan nuestra visión del mundo se encuentra Cristo y su
mensaje. Renegar y rechazar el cristianismo implica alegar en contra de la
propia identidad cristiana que está a la
base de nuestro ser occidental.
El estatuto epistemológico para un discurso filosófico
sobre Cristo.
Desde los comienzos de la modernidad, cuando se
hablaba de racionalidad se pensaba en ésta de manera univoca: racionalidad es
todo discurso que implica el saber acumulativo, verificable por medios
positivistas, empiristas o verificable recurriendo a un método matemático
geométrico, es esta la línea que habría de predominar hasta la segunda mitad
del siglo pasado, y que aún impera en muchos círculos académicos.
Con la reflexión de Baumgarten sobre un tipo de
conocimiento no sujeto a la verificabilidad matemática, ni geométrica, ni
positivista se abre un nuevo camino que llevaría a destronar a la razón de la
univocidad en la que se encontraba y a constatar que la racionalidad se
ejercita de manera plurivoca.
La sensibilidad, decía Baumgarten, es un cualidad
humana que al igual que la intuición, la abstracción, la representación, la
cuantificación, etc., genera conocimiento, engendra saber. Los sentidos en
cuanto sensibilidad nos proporcionan un saber, los sentidos nos hacen
inteligentes, esta es la base sobre la cual, él acuñara el neologismo que luego
daría lugar a la ciencia de la estética.
Reflexiones como la llevada a cabo por el fundador de
la estética, nos han hecho concientes de que la racionalidad es plurivoca: la
razón se dice de muchas maneras, hay un ejercicio racional en la química, en la
medicina, en la física, en el arte; puede ser que en algún discurso racional
haya más exactitud, como en el caso de las matemática, pero no hay más
rigurosidad en un discurso que en otro, todo discurso racional debe y tiene que
ser riguroso, mas no exacto.
Todo lo anterior nos lleva a plantearnos la
posibilidad, que ya muchos se han planteado, acerca de un discurso racional
sobre Cristo, que no parta de la teología, ni de la cristología sino de la
filosofía ¿Cómo puede ser eso posible? Aquí tenemos que considerar una
infinidad de posibilidades que nos llevan a plantearnos el problema del
discurso filosófico sobre cristo, y todas ellas tomadas de la tradición
filosófica.
Del hombre a Cristo
Aquí podemos considerar tres posibilidades, la primera
consiste en que la filosofía descubre su límite ante lo paradójico de la
existencia, la existencia sólo descubre una luz en Jesucristo. La miseria
existencial del ser humano solo encuentra luz en Jesucristo que es el centro de
la existencia, solo por Jesucristo se hace posible un verdadero crecimiento.
Cristo ha revelado la corrupción de nuestra naturaleza y el remedio que nos
libra de ella; las contradicciones que hacen del hombre un enigma impenetrable
son asumidas, sublimadas y resueltas en Él. Leer la condición humana para
iluminarla desde Cristo.
La segunda posibilidad radica en el hecho de que el
sentido trágico y angustiante de la existencia confrontado interiormente con
una exterioridad conceptualizada sobre Jesucristo. Una fe malograda que
teniéndose como actual aparece sin raíces y sin historia. De aquí es que se
iluminan conceptos como paradoja, absurdo, escándalo, etc.
Y la tercera se puede constatar en el hecho que desde
la imagen interiorizada, intima, y espiritual que el hombre se va forjando
en su interior de Cristo, hasta la imagen que se va conformando mediante
la meditación de los misterios divinos, la lectura de la sagrada escritura,
etc. en este sentido se da una gran preeminencia a la Biblia para conformar la
imagen interior de Jesucristo. Sentido de formación y conformación que se va
realizando como un proceso constructivo siempre realizable jamás realizado.
Desde una imagen exterior de Cristo hasta una imagen
interior, desde una imagen estereotipada adquirida por un agente externo hasta
una imagen labrada y esculpida en el interior del hombre.
De Cristo al hombre.
Aquí podemos considerar dos posibilidades: Cristo
crucificado como experiencia de dolor que ilumina el dolor del hombre, ningún
ser humano puede adjudicarse la densidad y la plenitud de la desgracia, ni
adjudicarse la quintaesencia del holocausto, sólo Cristo lo puede y el
discípulo que lo mira. El Cristo manchado, el crucificado que ilumina los
campos de concentración, los hornos crematorios y los gulags. Leer la condición
de Cristo para comprender la condición humana.
La segunda posibilidad es que desde los contenidos de
la fe: la encarnación, la pasión, la muerte y la resurrección etc. es posible
iluminar constantemente la inteligencia recurriendo a un método dialéctico
donde el saber se hace más saber, donde se confronta constantemente con el
límite del misterio, método que llega convertirse en un círculo vicioso según
el cual el hombre recurre a Cristo y de Cristo regresa a sí mismo en un proceso
que sólo termina con la muerte o con la visión beatífica.
Del mundo a Cristo
Desde esta perspectiva se hablará de dos
posibilidades: descubrir el rostro de Cristo que se revela en la realidad, una
lectura de los signos de los tiempos, una clave hermenéutica emparentada con la
alegoría para visualizar a Cristo en la realidad. La utilización de la alegoría
a fin de referirlo todo a Cristo. Cuando Einstein reconoce una fuerza superior
que se constituye en una mente, una inteligencia ordenadora del cosmos se está
ubicando dentro de esta línea de interpretación. Igualmente se cree que esta
línea de reflexión cristológica sea la más cercana a la racionalidad del
científico.
En segundo lugar es posible considerar que en la
partida de bautismo del mundo occidental se encuentra el misterio de Cristo,
detrás de cada noción, concepto, idea, palabra está el misterio de Cristo como
la base que determina nuestra apropiación del mundo y de la realidad.
Brevemente trataremos algunos autores que han
reflexionado sobre Cristo como problema filosófico.
Pascal.
El pensamiento de Pascal es el ejemplo de un
pensamiento totalmente determinado por Cristo, inspirado directamente por el
ser de Cristo.
La filosofía descubre su límite ante lo paradójico de
la existencia, esta solo descubre una luz en Jesucristo, el centro de la
existencia; esta es la base de la apología pascaliana que contrapone existencia
y luz en cristo Jesús, existencia y revelación.
El desafío que Pascal lanza tanto a los filosofos como
a los incrédulos es que solo por Jesucristo se hace posible un verdadero
crecimiento.
Los tres grandes objetos metafísicos: Dios, el mundo y
el hombre no se iluminan más que a través del conocimiento de Jesucristo a
condición de estar centrados en Él.
Dios sin Jesucristo es deísmo[1],
solo Jesucristo lo da a conocer como un Dios de amor y de consuelo.
Sin Jesucristo el mundo no subsistiría, Jesucristo le
confiere al mundo su consistencia, da razón a la alternancia de la luz y de las
tinieblas, de la vigilia y el sueño.
El mundo existe por y para Jesucristo por eso lleva su
efigie, las libreas: pecado, rescate, oscuridad, luz, presencia de Dios que se
oculta.
El hombre encuentra en Jesucristo la clave y la
solución de su misterio. Nosotros no nos conocemos a nosotros mismos más que
por Jesucristo.
Cristo ha revelado la corrupción de nuestra naturaleza
y el remedio que nos libra de ella todas, las contradicciones que hacen del
hombre un enigma impenetrable son asumidas, sublimadas y resueltas en Él.
El conocimiento de Jesucristo constituye el punto
central, porque encontramos en El a Dios y nuestra miseria.
No es verdad que todo descubra, desvele a Dios, ni
tampoco lo es que todo lo oculte, Él se descubre a los que lo buscan.
Dentro de las pautas interpretativas que hemos
enumerado anteriormente podemos ubicar a Pascal dentro del camino que lleva del
hombre a Cristo, ya que para este es fundamental iluminar la existencia desde
la luz que es Cristo. Esto se deja entrever cuando anteriormente se dice
respecto a Pascal: “El hombre encuentra en Jesucristo la clave y la solución de
su misterio”.
Kierkegaard.
En Kierkegaard se da el sentido trágico y angustiante
de la existencia confrontado interiormente con una exterioridad conceptualizada
sobre Jesucristo.
Una fe malograda que teniéndose como actual aparece
sin raíces, sin historia.
Una filosofía de la fe en Cristo, una inteligencia
filosófica de la encarnación son hechos apremiantes para este autor.
Cobra realidad el Cristo que hace las veces de
filosofía, emanan de su filosofía las categorías que articulan la ciencia de
Cristo: la paradoja, el absurdo, el escándalo, el instante, la
contemporaneidad, el incógnito. Hay otras como la subjetividad, la repetición,
la reduplicación, la fe vivida, etc., que son implícitas.
Lo que importa es trazar un cuadro lógico al ser
histórico de Cristo y en consecuencia, una lógica de la fe, en tanto que esta
tiene a Jesucristo por objeto y solo a Él.
En Kierkegaard como en Pascal se deja entrever un
intento por reflexionar la existencia con sus diversas facetas, desde la
experiencia de Cristo, intento que está enmarcado dentro del plano exterior e
interior, al igual que es un intento por elaborar un cuadro lógico de la fe en
Jesucristo.
Simone Weil.
Simone Weil sustituye la filosofía por Cristo, aprueba
la personificación de la filosofía que se ha tematizado por medio de su
realidad existencial, teniendo en cuenta las intuiciones pre-cristianas, la
gnosis y los sincretismos, como en el caso del helenismo que es visto como una
preparación evangélica.
Ella como contemplativa e intelectual se preocupa por
una cristología radical desprendida del árbol de la cruz, el que a su vez se
exhibe como el árbol de la ciencia, todo ello desde su experiencia de dolor,
experiencia referida a Cristo en la cruz e identificada con una experiencia
interior de la que Él mismo es el centro.
Simone Weil va descubriendo en el Cristo crucificado,
en el Cristo herido todos los rasgos que lo determinan hasta llegar a hundirse
en el abismo de su forma de esclavo.
La cruz subsiste por sí misma, sin luz pascual, sin
resurrección explicita ya que ella es la identidad y coincidencia del cadalso
infame del estandarte bienaventurado, del árbol desnudo y del rey del bosque.
Ella es la obsesionada por la cruz emblema de la
angustia, el descuartizamiento del Padre y del Hijo, por ello la distancia
infinita del amor en el que tenemos parte. La cruz se funde (a) en la necesidad
y el amor de la necesidad.
Ningún ser humano puede adjudicarse la densidad y la
plenitud de la desgracia, ni adjudicarse la quintaesencia del holocausto, solo
Cristo lo puede y el discípulo que lo mira.
Su interpretación sobre bien y mal, sobre la desgracia se suman a la serie de
interpretaciones que sobre este fenómeno se han hecho a lo largo de la
historia, fenómeno que puede ser leído desde una antropología trágica; en este
sentido la filosofía de Simone Weil puede ser considerada como una cristología;
el misterio de la desgracia es la revelación de la cruz.
Para Simone Weil la desgracia adquiere sentido y
significación cuando no se confunde ni con el mal sufrido, ni con el
sufrimiento y el dolor; implica dolor físico siempre que cree un estado
violento y la desgracia social siempre que resulte infame; desgracia que
implica el sentimiento de estar manchado y maldito, condiciones que sólo han
sido cumplidas una vez más en el Cristo abandonado, despedazado en la cruz.
Él era la inocencia misma, porque fue hecho pecado y
maldición por nosotros, golpeado directamente por la vergüenza y la decadencia,
como un malhechor, como un condenado de derecho común; quienes después de Él
experimentan la desgracia solo la soportan por imitarlo aunque no lo sepan.
El aporte infinitamente precioso de Simone Weil se
sitúa en la transferencia del mal, maldad sobre la desgracia y en la imitación
del Inocente en criminal, imputando el crimen al Inocente, desarrollando la
sustitución, la expiación vicaria sin la cual el mal sería un duro absurdo.
Cristo en persona es el silencio de Dios cuya palabra
es silencio; la desgracia tiene algo de desgarrador: ella es la revelación de
una verdad absoluta, la verdad de una revelación absoluta.
La invocación de Cristo no deja de estar sujeta a un componente autobiográfico,
el Cristo invocado, contemplado, no puede ser separado de un Cristo interior y
de una determinada imagen que sobre Él se hace el hombre.
Todo lo anteriormente dicho se hace comprensible si
pensamos en los campos de concentración, en los hornos crematorios y en los
gulags.
La escritura para ella se ha convertido en una
necesidad interior, en una necesidad obsesiva, un salvavidas, un método para
vehicular su propia experiencia; su intención original es borrarse, desaparecer
en lo escrito, cada texto suyo tiene su inicio directamente en la violenta
huella de Cristo. En esto es posible ver el desasimiento de Cristo, su
borrarse, perderse y anonadarse; Simone Weil en la manera apasionada y
obsesionada de escribir, en su borrarse, perderse y desaparecer en ella es un
imitar al Inocente que como dice el
apóstol de los gentiles tomó condición de esclavo, y pasando por uno de tantos
se sometió hasta someterse a una muerte de cruz.
No es posible ver el pensamiento de Simone Weil sin
una explicita referencia a la existencia confrontada con la cruz, pero a la
vez, la cruz se hace luz para iluminar la existencia, en una especie de juego
dialéctico que va, según el esquema planteado inicialmente, del hombre a Cristo
y de Cristo al hombre. De lo externo a lo interno y de lo interno a lo externo.
Erasmo de Rótterdam.
En él se pone de manifiesto una sabiduría que emana de
Cristo, no una sabiduría que conduce a Cristo. Hay que entender su filosofía
cristiana como una sabiduría cristiana inspirada en Cristo.
El elogio de la locura está estructurado como una obra donde se pone de
manifiesto la locura de la cruz, una sabiduría de la cruz que es locura ante
los ojos del mundo.
Es pretensión de Erasmo llevar a los humanos a
comprender que hay otra clase de locura que es trascendental y divina, que es
el reverso de la sabiduría.
El texto que sirve de base es San Pablo cuando sugiere
que la falsa sabiduría del mundo no es más que locura y la locura de Dios es
más sabia que la sabiduría humana.
Cristo con su encarnación ha tomado forma humana para
curar la locura y el aturdimiento de los hombres.
Erasmo exhibe un espejo deformante en el que los que
se creen sabios están locos y los considerados locos según la carne son sabios
según el espíritu.
Erasmo propugna por una filosofía de Cristo desde una
adhesión al evangelio que no conoce los acomodamientos, no contaminada por la
dialéctica y el razonamiento.
Su filosofía es una celeste filosofía de Cristo, cuyo
centro y objetivo es y sigue siendo Cristo.
La filosofía asimilada a la sabiduría es completamente
evangélica e imitación de Cristo y nada más.
Erasmo continúa una línea de reflexión trazada por los
padres apologistas, proseguida por los capadocios y por los latinos según la
cual la doctrina y la sabiduría de la vida del cristiano, han sustituido al
pensamiento profano, sin que se pueda distinguir entre metafísica y teología,
entre moral y espiritualidad.
Esta empresa erasmiana no va contra la obra de los
antiguos, sino que utilizando un sentido alegórico y bajo la condición de que
todo se refiera a Cristo, acepta las obras de los antiguos.
El nombre de Cristo acompaña como un estribillo la
serie de cánones o reglas de vida, como una vía que conduce a Cristo.
Este Cristo es el de la piedad popular, el de la
memoria; pero además de eso al Jesús interiorizado, íntimo y espiritual cuya
imagen se va forjando el hombre en su interior; imagen que se va forjando
mediante la meditación de los escritos del antiguo y nuevo testamento; en este
sentido se puede decir que nada iguala a los textos evangélicos para hacer
comprender y conocer a Cristo.
Para Erasmo la conversión del corazón se aprende de
Cristo como maestro y modelo interior, desde aquí es posible plantear una
cristología filosófica; también como otros pensadores no quiere saber más que a
Jesús y a este crucificado.
Erasmo proporciona un arsenal conceptual para
estructurar una inteligencia de Cristo, una filosofía cristiana que forje una
especulación atraída hacia y por el misterio de Dios encarnado.
La filosofía de Erasmo esta completamente impregnada
de la sabiduría cristiana, es una reflexión filosófica ligada a Cristo y a su
predicación, por lo tanto una reflexión filosófica estimulada por la paradoja.
La cristología de Erasmo es una reflexión que según
nuestro esquema parte de Cristo para iluminar la vida del hombre, eso es lo que
se afirma cuando se dice respecto a su pensamiento que en él se pone de
manifiesto una sabiduría que emana de Cristo, no una sabiduría que conduce a
Cristo.
Nicolás de Cusa.
Tiene como intención fundamental la de encaminar la
inteligencia al misterio y a la persona de Cristo.
Por medio de conjeturas hace retroceder sus preámbulos
en la fe tanto a la cristología dogmática como a la cristología positiva.
La invocación emana de la fe que había iluminado
constantemente la inteligencia.
Su método es un experimento de pensamiento, una
reflexión dialéctica, él trata de probar especulativamente el concepto de
Dios-hombre; donde necesita tanto de una teología de la encarnación como de una
visión antropológica, haciendo que aquella se quede encarnada en esta.
Su procedimiento consiste en otorgar un contenido
inteligible a la encarnación efectiva, a Dios hecho hombre.
La docta ignorancia es el clima previo y la condición para una
inteligencia de los misterios sobrenaturales; el saber es la base para un saber
más; el saber situado en los limites de lo incognoscible es la base y la causa
de un saber más, de un querer saber más; se trata de jalones o de sustitutos
para llegar a la ascensión mística, lanzados en la dirección de lo inagotable e
ininteligible.
Cristo es Dios en la contracción, en la reducción ya
que Cristo no se produce de la tensión entre Dios y el mundo, es la
tras-sunción de Dios-hombre, de aquí que no se trata para el cusano de deducir
la Encarnación sino de conducir a ella, se trata de ver bajo qué condiciones
inteligibles responde la noción de Dios que aparece en el universo como
formando parte de él.
La reflexión filosófica del cusano acaba en una
invocación, en ningún momento abandona el resorte religioso, pero es de la
filosofía de donde toma los instrumentos para su inteligencia de Cristo.
Tratando de situar la reflexión de Nicolás de Cusa se
constata que su cristología es un esfuerzo por comprender el misterio para
luego iluminar la vida, pero a la vez la vida misma conduce al misterio, de
modo que a la manera de una dialéctica el cusano muestra un camino que de
Cristo conduce al hombre y de este a Cristo.
Spinoza.
Para Spinoza Jesucristo es el Sumo filósofo, el
filósofo por excelencia. Quien ha enseñado una religión universal.
La clave interpretativa desde la cual se debe mirar el
pensamiento spinoziano es si la filosofía está religada a Cristo, si Cristo
honra de manera suprema la filosofía, entonces su ser y su pensamiento refluyen
sobre la filosofía; esta es digna de Él.
Cristo para Spinoza es el Cristo interior e intimo, Él
es el Hijo Eterno de Dios, su sabiduría, el que se ha manifestado en todas las
cosas, especialmente en el espíritu humano y por encima de todo en Jesucristo.
Para Spinoza el cristianismo es algo sobreentendido.
Para Spinoza Cristo es el filósofo supremo en nombre
una revelación intelectual de la voluntad salvifica universal y de los medios
para obtenerla, sobre todo para aquellos que ignoran la filosofía; según esto
si para los discípulos de Cristo, Éste es el camino de salvación, lo es
implícitamente para los filósofos y los ignorantes de buena voluntad.
El propósito de Jesucristo, según Spinoza no es tanto
corregir las acciones exteriores de los hombres, sino enderezarlas a las
disposiciones del alma, esto lo hace por su poder taumatúrgico y por la ciencia
que posee del cuerpo humano, hecho que lo convierte en un maestro de la vida
interior. Jesucristo es Verbo de Dios, no era sólo un profeta o un juez.
Todos los hombres son virtualmente cristianos. Cristo
al revelar la verdadera religión, la religión universal, no ha hecho más que
poner de relieve la ley divina natural, la quintaesencia de la ley mosaica:
amar a Dios por encima de todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. En este
sentido Jesucristo es maestro de sabiduría no de especulación.
Para Spinoza la salvación es practica, no intelectual,
esto muestra lo límites de la razón, hecho que no es chocante, ni ilógico, ni
que escape a toda racionalidad sino que forma parte de la sabiduría.
Spinoza está convencido que Jesús es un filósofo no un
profeta, para Spinoza la revelación que Jesús traía a los humildes tenía como
fin la luz natural, la dignidad de filósofo le es consustancial, razón por la
que se hace explicable la pedagogía que utilizaba en sus enseñanzas. Jesús es
el modelo de la vida verdadera.
La reflexión cristológica de Spinoza se concentra en
Cristo como misterio, en Él se descubren todos los secretos que de una u otra
manera alimentan la vida del hombre. Es bien importante notar como tanto para
Spinoza como para la Weil el cristianismo anónimo juega un papel muy
importante. Aquellos que no conocen a Cristo, aquellos que no se reconocen en Él,
aún no sabiéndolo, su misterio queda iluminado en el misterio absoluto de
Cristo.
Por otro lado Spinoza insiste en el problema de la ley
natural; esta puede ser una manera de evidenciar aquel cristianismo anónimo que
a la manera de una impronta puesta en el ser del hombre por Dios, aún sin
saberlo se tiene la posibilidad de descubrir e iluminar la existencia a través
de su existencia cargada del misterio de la cruz, la muerte y la resurrección.
Sócrates.
Sócrates personaliza la oposición y el diálogo entre
la filosofía y el cristianismo e históricamente la oposición entre la filosofía
o sabiduría pagana y la filosofía o sabiduría cristiana.
Sócrates como Jesús es maestro errante, nunca escribió
nada y de su vida terrena e histórica sólo dan crédito sus discípulos, que lo
han exaltado, su muerte es también violenta, es condenado injustamente.
Dicha comparación se ha dado a lo largo de la historia
unas veces forzando el contraste, otras subrayando la proximidad y ha sido
sometida a las circunstancias aleatorias tanto de los adversarios como de los
propulsores, para entablar el diálogo fe y razón, filosofía y revelación.
Comparación que puede servir tanto de tipo como de antitipo como en el caso de
Nietzsche cuya obsesión tanto por Cristo como por Sócrates es un intento por
hacer desaparecer al socratismo y al cristianismo.
Para Nietzsche Sócrates es el símbolo de la decadencia
y Cristo es un hiper-Sócrates, un superdecadente.
Con los discípulos de Sócrates se realza la
ontoteología, hasta el punto que Marcel ha querido llamar a su filosofía de la
existencia un neo-socratismo cristiano, sin que guardara una relación explicita
son el socratismo, simplemente con ello ha querido señalar el carácter
interrogativo, espontáneo de su modo de filosofar.
Sócrates ha sido considerado durante varios siglos
como el verdadero prototipo de Jesucristo.
A pesar de todas las denominaciones que han tenido
tanto Sócrates como Jesucristo, es claro que aquel es el padre de la filosofía
y este el padre del cristianismo.
Tanto en uno como en otro caso la vida, la obra de
cada uno de ellos se identifica en el sentido que la obra espiritual, el
pensamiento salvado por la tradición oral se identifica exactamente con sus
personas.
Sería ridículo decir que Sócrates realizó una
reflexión filosófica sobre el misterio de Cristo, sin embargo no es arriesgado
decir que mucho se ha escrito sobre la relación que entre ambos existe, razón
por la que quienes se colocan a reflexionar sobre ambos seres no hace más que
descubrir coincidencias y en cierta manera iluminar su existencia, interrogarse
sobre el misterio de ambas vidas y descubrir cómo ambos a la par que se
contraponen, a la vez se complementan mutuamente.
Una vida vivida racionalmente como en el caso de
Sócrates y una vida vivida desde la fe como en el caso de Cristo, no
necesariamente se contraponen, antes bien se confunden porque la vida vivida
con fe tiende a convertirse en un hecho racional y lógico; a la vez una vida
vivida desde el plano racional tiende a convertirse en un hecho de fe en cuanto
a la obediencia a unos principios que se convierten en absolutos y que de una u
otra manera determinan la existencia.
Fichte.
Una manera de ubicar la reflexión filosófica sobre
Jesucristo es la colocación de la antedicha dentro del concierto de filósofos
que después de Kant han continuado un camino que va de la teología a la
filosofía, es el caso de filósofos como Schelling, Fichte, y Schleiermacher.
Cuando los dos primeros intentan reflexionar sobre una religión filosófica
están caminando por esta senda.
La filosofía de Fichte habla de la invención del Yo
absoluto, su sistema filosófico está deducido de un principio único,
perfectamente realista y completamente artificial. Es una filosofía que está
inspirada en el prologo joánico, la filosofía joánica.
Indicios de ello puede encontrarse en expresiones
como: la luz del Logos es igual a la intuición intelectual que es la fuente de
la vida.
El evangelio joánico es completamente interior y
místico a la vez reproduce fielmente el pensamiento de Jesús. La predicación
del Reino consiste esencialmente en el descubrimiento y en el anuncio de la
verdad original: la unión íntima, la consanguinidad del hombre con Dios.
Por lo anteriormente dicho es que se puede afirmar que
en Fichte se da una reflexión sobre el logos de Jesús y no una teología o una
cristología, hay que buscar en él una “jesuslogía”, el logos de Jesús. Jesús
está tan identificado con la verdad consustancial que es Mesías,
Bienaventuranza, Verbo encarnado e Hijo de Dios.
El prologo refleja la convicción íntima de Jesús en lo
que le concierne. En él se contiene la verdad fundamental de la Doctrina de la
Ciencia, cristianismo y Doctrina de la ciencia son idénticos, Jesús es el
inventor, el auténtico inventor.
Es un hecho verdadero que las investigaciones
filosóficas reposan sobre el suelo de la tradición cristiana. Es un hecho que
Jesús quería ser olvidado, desaparecer. El Jesús joánico pasa, se traslada a
aquellos que viven de su vida, que se transubstancian con él, convertidos en su
carne y en su sangre. La imitación de Jesús es una expresión inútil y perversa,
porque Jesús no es un modelo inaccesible, su discípulo puede reproducirlo
enteramente.
Jesús habita por medio de su idea, relámpago que
ilumina totalmente el cielo de la inteligencia, en unos discípulos que se
apropian totalmente de la idea y la viven por su cuenta; así la doctrina de la
ciencia no hace más que resucitar y poner al día la verdad de Jesús y de Juan
que estaba oculta y oscurecida.
Es un hecho real para Fichte que lo que la religión ha
brindado como historicidad, la filosofía se lo ha devuelto como metafísica.
De ahí es de donde surge la dogmática, hecho este que
pertenece al curso fatal y funesto de la historia.
Jesús es el protagonista de la verdadera historia, es
una persona necesaria, que pede ser deducida a priori de las condiciones
de la historia humana, ya que si esta debe tener un sentido y si los hombres
deben determinarse libremente a la libertad, este es un círculo que solamente
resuelve la persona de Jesús.
Mientras que para Schleiermacher es posible esperar la
llegada de otros cristos, para Fichte no, Jesús para este es definitivo, sea
cual fuere la posibilidad del cristianismo anónimo, sea cual fuere el carácter
metafísico de la redención. El Jesús de Fichte sería el súper-místico por
excelencia.
El error Pablo y de los teólogos dogmáticos es el
abuso del orden metafísico. El paradigma de Cristo es esencialmente la efusión
del Espíritu de Jesús.
Puesto que el Cristo resucitado ya no muere más, Jesús
mismo está sujeto al relevo por parte del Espíritu, que tiene como condición su
eliminación física.
La superación de Cristo puede ser interpretada en el
sentido paulino del nosotros ya conocemos a Cristo según la carne,
Para Fichte, Cristo es una persona necesaria, un punto
cardinal, inamovible de la historia.
Cristo es la personalidad más elevada de la historia y
es, insuperable pero forma parte de la historia. Él no santifica a sus fieles,
sino que los exhorta y los guía, Él es Revelador de la redención, no el
Salvador mismo.
En este pensador hay que recalcar el hecho que en él
es posible rastrear aquella tercera etapa de la salvación que Gioacchino di
Fiori anunciaba como la etapa del espíritu en la que coloca como tema central
el evangelio de san Juan.
Además ya en Fichte es posible rastrear la profunda
polémica que en nuestros días ha dado tanto qué decir sobre la metafísica, como
absolutización, dogma y violencia de una forma humana que trata de vehicular el
misterio de lo sagrada, a este respecto es que hoy existe la pregunta sobre si
la filosofía contemporánea es postmetafísica o antimetafísica.
Además el problema de la historia es latente en este
autor lo que sólo es explicable desde el hecho que determina su reflexión filosófica
según la cual el hecho histórico es esencial para explicar la persona de
Jesucristo, aún en el caso de reducirlo únicamente al Cristo de la historia,
dejando de paso al Cristo de la fe.
Lo que interesa recalcar es que para Fichte Cristo es
un problema filosófico, que comprendido humanamente ilumina la existencia de
los hombres.
1 Querellas
filosofía cristiana
El cristo de los filosofos
2 Filosofía verdadera igual a filosofía cristiana
No es posible
disociar lo cristiano y lo verdadero
No es posible
disociar la filosofía y el cristianismo como no es posible disociar cristianismo,
verdad y filosofía
3 La filosofía cristiana en el sentido autentico es la
filosofía procedente del cristianismo o no es. Así la entendieron los padres
apologistas, a continuación sobrevivió la filosofía griega y se perpetuo bajo la
cubierta del cristianismo.
4 La idea de una filosofía renovada y regenerada por
el cristianismo corre a lo largo de todo el siglo XIX. Instauración cristiana
de la filosofía: Blondel, Edith Stein, Schegel, Baader.
El camino de la filosofía cristiana se ha reiniciado
otra vez: Jaspers, Heidegger, Marcel, el padre Fessard, Romano Guardini, es mas en nuestros días se avoca por una filosofía
abiertamente y directamente determinada por Cristo como en el caso de Henri
Bernard Vergote y del mismo Guardini.
5 La filosofía cristiana constituye el destino de la filosofía
libre ante las órdenes e incluso las exigencias de la fe.
¿Es el cristianismo norma y base para todas las filosofías?
¿Qué es el cristianismo al cual se refiere la filosofía?
Es un gran conjunto doctrinal, un inmenso yacimiento cultural, un vasto campo
de la inteligencia de la fe: de suerte que unos pensamientos salen al encuentro
de otros pensamientos (25) y no hay Metabasis.
CONTRAS La cristología se ciñe exclusivamente al ser y
a la persona de Cristo. Es una disciplina teológica: unirla a la filosofía es
soldar dos realidades heterogéneas y al mismo tiempo desnaturalizarlas.
OBJETIVO: Asegurar un estatuto a la filosofía
cristiana.
¿Quién es Cristo para los filosofos?
¿Qué tiene Cristo para decirle a los filosofos?
1 Una autentica creación filosófica emanada del ser de
Cristo. Nacida de una de meditación cristiana (Pascal, Teilhard de Chardin,
Kierkegaard, Nicolás de Cusa).
2 Una aportación considerable de pensamientos y de
nociones que enriquecen la filosofía.
3 Como uno o varios esquematismos capaces de imponerse
y de articularse en sistema.
CONCLUSIÓN: El nuevo Dios de los filosofos no tiene
necesidad del Dios como idea para ser, a condición de que provenga de la teología
y de que tenga su origen en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob.
TAREA DE LA CRISTOLOGÍA FILOSÓFICA: Mostrar cómo
cristo ilumina y literalmente, revela nociones cardinales de la filosofía de
las que es símbolo y clave: la subjetividad y la intersubjetividad, lo
trascendental, la temporalidad, la corporeidad, la conciencia, la mente, etc.,
.datos todos que ha hecho suyos al encarnarse.
PREJUICIOS: -DE LA CONVERSIÓN han venido a
convertirnos
-NADA TIENE QUE DECIR que tiene que
decir la filosofía sobre cristo Nada
-DE LA NEGACIÓN la filosofía nos ha
hecho ateos, porque la mayoría de los filosofos son ateos
TAREA -DEPURACIÓN prejuicios
-MADURACIÓN conceptos
SOFISMA DE DISTRACCIÓN creerse, sentirse ateo, libre
pensador
porque
toda nuestra forma de ver, aprender, valorar y hablar
la
realidad esta permeada por el lenguaje cristiano, por el
mensaje
cristiano
CRISTO NUESTRA FILOSOFÍA medievalidad
Simone
Weil
Texto
bíblico: Icor. 1,20-23, 2
Pablo instaura dos tradiciones
paralélas y la apropiación del pensamiento griego y la tradición de los
pensadores religiosos exclusivamente eso es lo que León Chestov simboliza con
el dilema “Atenas o Jerusalem”.
Dicho texto no es único, pueden confrontarse I Tim,
6,3. 20; II Tim. 4,3-4. Tit. 1,14.
Pablo enseña a sus discípulos a desconfiar de los
discursos capciosos de la falsa ciencia.
CONCLUSIONES: La filosofía que es Cristo significa el
Cristo que no es la filosofía; el dilema es o Cristo o la filosofía.
O Cristo o la filosofía suena a un desafió lanzado al
paganismo.
En cristo están encerrados todos los tesoros de la sabiduría
y de la ciencia, la oración, la contemplación hacen de filosofía o en ultimo
extremo de teología.
I. una sabiduría que conduce a Cristo: Pascal,
Kierkegaard, Thávenez, Hamann y Weil.
La apologética pascalina contra el pensamiento cartesiano
era radicada en la revelación y en la fe; pero está dirigida al incrédulo y al
libertino, razón por la que es necesario buscar al incrédulo y al libertino
allí donde se encuentra, sea en el seno de su indiferencia y de su diversión,
hablarle en su propio lenguaje, romper el hielo del escepticismo para alcanzar
la profundidad de la existencia.
La luz de Cristo esta reflejada, tanto como
obscurecida en los abismos del hombre.
El pensamiento de Pascal es el ejemplo de un pensamiento
totalmente determinado por Cristo, inspirado directamente por el ser de Cristo.
PASCAL La filosofía descubre su límite ante lo
paradójico de la existencia, esta solo descubre una luz en Jesucristo, el
centro de la existencia; esta es la base de la apología pascaliana que
contrapone existencia y luz en cristo Jesús: existencia y revelación.
Según Pascal solo por Jesucristo se hace posible un
verdadero crecimiento, este es el desafío que Pascal lanza, tanto a los
filosofos como a los incrédulos.
Los tres grandes objetos metafísicos: Dios, el mundo y
el hombre no se iluminan más que a través del conocimiento de Jesucristo a condición
de estar centrados sobre Él.
Dios sin Jesucristo es deismo, solo Jesucristo lo da a
conocer como un Dios de amor y de consuelo.
Sin Jesucristo el mundo no subsistiría, Jesucristo le
confiere al mundo su consistencia, da razón a la alternancia de la luz y de las
tinieblas, de la vigilia y el sueño.
El mundo existe por y para Jesucristo por eso lleva su
efigie, las libreas: pecado, rescate, oscuridad, luz, presencia de Dios que se
oculta.
El hombre encuentra en Jesucristo la clave y la solución
de su misterio.
Nosotros no nos conocemos a nosotros mismos más que
por Jesucristo.
Cristo ha revelado la corrupción de nuestra naturaleza
y el remedio que nos libra de ella todas, las contradicciones que hacen del
hombre un enigma impenetrable son asumidas, sublimadas y resueltas en Él.
El conocimiento de Jesucristo constituye el punto
central, porque encontramos en El a Dios y nuestra miseria.
No es verdad que todo descubra, desvele a Dios, ni
tampoco lo es que todo lo oculte, El se descubre a los que lo buscan.
KIERKEGAAD.- El sentido trágico y angustiante de la
existencia confrontado interiormente con una exterioridad conceptualizada sobre
Jesucristo (44).
-Una fe malograda que teniéndose como actual aparece
sin raíces, sin historia.
-Una filosofía de la fe en Cristo, una inteligencia filosófica
de la encarnación
-Cobra realidad el Cristo que hace las veces de filosofía,
emanan de su filosofía las categorías que articulas la ciencia de Cristo:
paradoja, absurdo, escándalo, instante, contemporaneidad, incógnito. Hay otras
como subjetividad, repetición, reduplicación que son implícitas, la fe vivida,
etc.
-Lo que importa es trazar un cuadro lógico al ser histórico
de Cristo y en consecuencia, una lógica de la fe, en tanto que esta tiene a Jesucristo
por objeto y solo a Él.
SIMONE WEIL sustituye la filosofía por Cristo, aprueba
la personificación de la filosofía que se ha tematizado por medio de su realidad
existencial, teniendo en cuenta las intuiciones precristianas, la gnosis y los
sincretismos, como en el caso del helenismo, que es visto como toda una
preparación evangélica.
-Ella como contemplativa e intelectual exhibe una cristología
radical desprendida del árbol de la cruz, el que a su vez se exhibe como un árbol
de la ciencia, todo ello desde su experiencia de dolor; experiencia referida a
Cristo en la cruz e identificada con una experiencia interior de la que Él
mismo es el centro.
-La escritura para ella se ha convertido en una
necesidad interior, en una necesidad obsesiva, un salvavidas, un método para
vehicular su propia experiencia, su intención original es borrarse, desaparecer
en lo escrito, cada texto suyo tiene su inicio directamente en la violenta
huella de cristo.
Ningún ser humano puede adjudicarse la densidad y la
plenitud de la desgracia, ni adjudicarse la quintaesencia del holocausto; solo
Cristo lo puede y el discípulo que lo mira.
Simone Weil va descubriendo en el Cristo crucificado,
en el Cristo herido todos los rasgos que lo determinan hasta llegar a hundirse
en el abismo de su forma de esclavo.
Su interpretación sobre bien y mal, sobre la desgracia
se suman a la serie de interpretaciones que sobre este fenómeno se ha hecho a lo
largo de la historia, fenómeno que puede ser leído desde una antropología trágica,
en este sentido la filosofía de Simone Weil puede ser considerada como una cristología;
en este sentido es pertinente decir que el misterio de la desgracia es la
revelación de la cruz.
La cruz subsiste por sí misma, sin luz pascual, sin
resurrección explicita ya que ella es la identidad y coincidencia del cadalso
infame del estandarte bienaventurado, del árbol desnudo y del rey del bosque.
Para Simone Weil la desgracia adquiere sentido y
significación cuando no se confunde ni con el mal sufrido, ni con el
sufrimiento y el dolor; implica dolor físico siempre que cree un estado
violento y la desgracia social siempre que resulte infame; desgracia que
implica el sentimiento de estar manchado y maldito, condiciones que sólo han
sido cumplidas una vez más en el Cristo abandonado, despedazado en la cruz.
Él era la inocencia misma, porque fue hecho pecado y
maldición por nosotros, golpeado directamente por la vergüenza y la decadencia,
como un malhechor, como un condenado de derecho común; quienes después de Él
experimentan la desgracia solo la soportan por imitarlo aunque no lo sepan.
Todo esto se hace comprensible si pensamos en los
campos de concentración, en los hornos crematorios y en los gulags.
El aporte infinitamente precioso de Simone Weil se sitúa
en la transferencia del mal, maldad sobre la desgracia y en la imitación del
Inocente en criminal, imputando el crimen al Inocente desarrollando la
sustitución, la expiación vicaria sin la cual el mal sería un duro absurdo.
Otro se sus aportes valiosos es la obsesión por la
cruz emblema de la angustia, el descuartizamiento del Padre y del Hijo, por
ello la distancia infinita del amor en el que tenemos parte.
La cruz se funde (a) en la necesidad y el amor de la
necesidad.
Cristo en persona es el silencio de Dios cuya palabra
es silencio, la desgracia tiene algo de desgarrador, ella es como la revelación
de una verdad absoluta, la verdad de una revelación absoluta.
La invocación de Cristo no deja de estar sujeta a un componente autobiográfico,
el Cristo invocado, contemplado, no puede ser separado de un Cristo interior y
de una determinada imagen.
Pierre Thévenez. Para él no existe la disyuntiva: o
filosofía o Cristo, para él existe una filosofía hecha por un creyente el que es
filósofo y creyente a la vez; la locura de la cruz transferida en sabiduría, la
filosofía amenazada y acusada de locura; aunque la metafísica haya sido
destronada y el absoluto expulsado, el cristianismo no pone fin a la reflexión
filosófica sobre Dios. Se puede constatar una tradición que insiste en la
filosofía sobre Cristo, que va especificando la filosofía cristiana y
salvaguarda el derecho de la filosofía a pronunciarse sobre Cristo.
II. Sabiduría que emana de Cristo.
Erasmo de Rótterdam. En él se pone de manifiesto una
sabiduría que emana de Cristo, no una sabiduría que conduce a Cristo. Hay que
entender su filosofía cristiana como una sabiduría cristiana, inspirada en
Cristo.
El elogio de la locura está estructurado como una obra
donde se pone de manifiesto la locura de la cruz, una sabiduría de la cruz que
es locura ante los ojos del mundo.
Es pretensión de Erasmo llevar a los humanos a
comprender que hay otra clase de locura que es trascendental y divina, que es
el reverso de la sabiduría.
El texto que sirve de base es San Pablo cuando sugiere
que la falsa sabiduría del mundo no es más que locura y la locura de Dios es
más sabia que la sabiduría humana.
Cristo con su encarnación ha tomado forma humana para
curar la locura y el aturdimiento de los hombres.
Erasmo exhibe un espejo deformante en el que los que
se creen sabios están locos y los considerados locos según la carne son sabios
según el espíritu.
Erasmo propugna por una filosofía de Cristo desde una
adhesión al evangelio que no conoce los acomodamientos, no contaminada por la
dialéctica y el razonamiento.
Su filosofía es una celeste filosofía de Cristo, como
centro y objetivo es y sigue siendo Cristo.
La filosofía asimilada a la sabiduría es completamente
evangélica e imitación de Cristo y nada más.
Erasmo continúa una línea de reflexión trazada por los
padres apologistas, proseguida por los capadocios y por los latinos según la
cual la doctrina y la sabiduría de la vida del cristiano, han sustituido al pensamiento
profano, sin que se pueda distinguir entre metafísica y teología, entre moral y
espiritualidad.
Esta empresa erasmiana no va contra la obra de los
antiguos, sino que utilizando un sentido alegórico y bajo la condición de que
todo se refiera a Cristo, acepta las obras de los antiguos.
El nombre de Cristo acompaña como un estribillo la
serie de los cánones o reglas de vida, como una vía que conduce a Cristo;
Cristo que es el de la piedad popular, el de la memoria, pero además de eso al
Jesús interiorizado, íntimo y espiritual cuya imagen se va forjando el hombre
en su interior; imagen que se va forjando mediante la meditación de los
escritos del antiguo y nuevo testamento; en este sentido se puede decir que
nada iguala a los textos evangélicos para hacer comprender y conocer a Cristo.
Para Erasmo la conversión del corazón se aprende de
Cristo como maestro y modelo interior, desde aquí es posible plantear una
cristología filosófica; también como otros pensadores no quiere saber más que a
Jesús y a este crucificado.
Erasmo proporciona un arsenal conceptual para
estructurar una inteligencia de Cristo, una filosofía cristiana que forse una
especulación atraída hacia y por el misterio de Dios encarnado.
Nicolás de Cusa. Tiene como intención fundamental la
de encaminar la inteligencia la misterio y a la persona de Cristo.
Por medio de conjeturas hace retroceder sus preámbulos
en la fe a la cristología dogmática como a la cristología positiva.
La invocación emana de la fe que había iluminado
constantemente la inteligencia.
Su método es un experimento de pensamiento, una
reflexión dialéctica, se trata de probar especulativamente el concepto de
Dios-hombre; donde necesita tanto de una teología de la encarnación como de una
visión antropológica, haciendo que aquella se quede encarnada en esta.
Su procedimiento consiste en otorgar un contenido
inteligible a la encarnación efectiva, a Dios hecho hombre.
La
docta ignorancia es el clima
previo y la condición para una inteligencia de los misterios sobrenaturales; el
saber es la base para un saber más; el saber situado en los limites de lo
incognoscible es la base y la causa de un saber más, de un querer saber más; se
trata de jalones o de sustitos para llegar a la ascensión mística, lanzados en
la dirección de lo inagotable.
Cristo es Dios en la contracción, en la reducción ya
que Cristo no se produce de la tensión entre Dios y el mundo, es la trassunción
de Dios-hombre, de aquí que no se trata para el cusano de deducir la Encarnación
sino de conducir a ella, se trata de ver bajo qué condiciones inteligibles
responde la noción de Dios que aparece en el universo como formando parte de
él.
La filosofía de Erasmo esta completamente impregnada
de la sabiduría cristiana, es una reflexión filosófica ligada a Cristo y a su
predicación, por lo tanto una reflexión filosófica estimulada por la paradoja.
La reflexión filosófica del cusano acaba en una
invocación, en ningún momento abandona el resorte religioso, pero es de la
filosofía de donde toma los instrumentos para su inteligencia de Cristo.
El pensamiento atraído por el misterio de Jesucristo
se esfuerza a través de esquematismos en términos especulativos y como problema
filosófico, se esfuerza en resolverlo, cuya solución esboza la forma
inteligible o una forma inteligible de la encarnación.
Aquí estamos hablando de una filosofía proléptica, no
ético-práctica, ni interrogativa, una filosofía que al mismo tiempo que se
cubre y enriquece con los tesoros de Cristo, le abre su morada, le prepara un
refugio intelectual en su seno.
La filosofía cristiana se vincula al cristianismo y
por ende a un conjunto de creencias; se vincula a la revelación y por ende a un
conjunto de doctrinas; se vincula a la fe y por lo tanto a un conjunto de
comportamientos, la filosofía cristiana se vincula al Dios cristiano,
trinitario y creador, teniendo su asiento a la sombra de la fe.
Cristo se hace objeto de reflexión filosófica en el
sentido subjetivo genitivo del termino, a través de mediaciones, ya que
introducir a Jesucristo como objeto de especulación es deformarlo
obligatoriamente, ya que es transformarlo en idea, es neutralizarlo y
aniquilarlo; por lo tanto la filosofía cristiana no puede prescindir de Cristo.
Jesucristo: sumo filósofo, el filósofo por excelencia,
expresión atribuida a Spinoza, hecho este que está determinado por el contacto
que este tenía con las sectas holandesas del Siglo XVII, contacto que lo lleva
a tener un conocimiento profundo del nuevo testamento, conocimiento que emana
de la fuente; de ahí que el entorno del joven Baruch estaba sensibilizado con
el Cristo espiritual y que en su pensamiento sea rastreable una presencia
insigne, o incluso insistente de Cristo.
¿En qué sentido Jesucristo es Sumo filósofo? Es
posible considerar a Cristo como filósofo en el sentido que Él era siempre un
enseñante, Cristo puede ser llamado la filosofía, nuestra filosofía con un
contraste bien marcado con respecto a la filosofía pagana.
Cuando Spinoza designa a Cristo como el filósofo por
excelencia, está mostrando una reflexión y una elaboración conceptual propia;
el filósofo por excelencia es una reflexión spinoziana, es ello lo que hace que
su concepción tenga diferencias respecto a la concepción cristiana.
Una de las claves interpretativas para leer al Cristo
filósofo por excelencia de Spinoza es el hecho de encontrar en Cristo filósofo
un ideal filosófico; otra clave interpretativa podría ser enunciada en los
siguientes términos: si la filosofía está religada a Cristo, si Cristo honra de
manera suprema la filosofía, entonces su ser y su pensamiento recluyen sobre la
filosofía, esta es digna de Él.
Cristo es la voz de Dios, es el depositario de los
secretos divinos, no tiene par.
El Cristo spinoziano es el Cristo interior e íntimo,
en el sentido que Cristo es el Hijo eterno de Dios, es su sabiduría que se ha
manifestado en todas las cosas, especialmente en el espíritu humano y por
encima de todo en Jesucristo, desde este punto de vista el Cristo spinoziano
engendra un cristianismo anónimo y sobreentendido.
[1] Doctrina
desarrollada sobre todo en el siglo XVIII en Inglaterra, que reconoce un dios
como autor de la naturaleza, pero sin admitir revelación ni culto externo. Está
representada, entre otros por Herbert de Cherbury, Matthew Tintal y Anthony
Collins.
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