¿Quién es cristo para los filósofos?

El cristo de los filósofos: un aporte a la cristología filosófica.

 

Prejuicios.

Cuando un filósofo desea tratar filosóficamente el tema de Jesucristo ya sea haciéndolo como objeto de estudio o bien como alguien de quien se pueden extraer algunos elementos de reflexión, se dan una serie de prejuicios, de entre los cuales se quieren extraer los siguientes:

El de la conversión: creer que toda clase de cristología está encaminada a la conversión de las personas que escuchan. Prejuicio que supone una gran ignorancia sobre el hecho mismo de desconocer que Jesucristo implica algo más que conversión. Unido a esto está el hecho de creer que un sacerdote filósofo, un religioso filósofo o un creyente filósofo tiene la intención de catequizar o evangelizar. Detrás de esto se esconde el desprecio por las personas que de una u otra manera hablan sobre Cristo en el ámbito universitario. Y se esconde el prejuicio de que la racionalidad es sólo un hecho que ejercitan los incrédulos, los agnósticos, los ateos.

Un segundo prejuicio radica en el hecho de que se dice que nada tiene que decir la filosofía sobre Cristo. Prejuicio que supone que todo lo que tenga para decirse sobre Cristo se refiere solamente a la teología, a la catequesis, a la cristología, etc. pero no a la filosofía. Prejuicio que desconoce reflexiones serias de pensadores serios que haciendo filosofía no dejan de reconocer un gran valor a Cristo y al cristianismo, vgr. Kant, Hegel, Edith Stein, Einstein, Descartes, Vattimo, Kierkegaard, Pascal, etc. etc.

Un tercer prejuicio radica en el hecho de que se cree que estudiar a Cristo desde el punto de vista filosófico implica el ateismo y la incredulidad. Prejuicio que supone que todos los filósofos de una u otra manera son ateos o descreídos. Prejuicio que implica un desconocimiento de la filosofía porque en la tradición filosófica se han dado reflexiones cristológicas de pensadores de gran relevancia intelectual.

Detrás de todo esto se esconde un sofisma de distracción pues quien se cree y se siente ateo desconoce toda una historia marcada por el cristianismo, desconoce que a la base de los conceptos que determinan nuestra visión del mundo se encuentra Cristo y su mensaje. Renegar y rechazar el cristianismo implica alegar en contra de la propia identidad  cristiana que está a la base de nuestro ser occidental.

 

El estatuto epistemológico para un discurso filosófico sobre Cristo.

Desde los comienzos de la modernidad, cuando se hablaba de racionalidad se pensaba en ésta de manera univoca: racionalidad es todo discurso que implica el saber acumulativo, verificable por medios positivistas, empiristas o verificable recurriendo a un método matemático geométrico, es esta la línea que habría de predominar hasta la segunda mitad del siglo pasado, y que aún impera en muchos círculos académicos.

Con la reflexión de Baumgarten sobre un tipo de conocimiento no sujeto a la verificabilidad matemática, ni geométrica, ni positivista se abre un nuevo camino que llevaría a destronar a la razón de la univocidad en la que se encontraba y a constatar que la racionalidad se ejercita de manera plurivoca.

La sensibilidad, decía Baumgarten, es un cualidad humana que al igual que la intuición, la abstracción, la representación, la cuantificación, etc., genera conocimiento, engendra saber. Los sentidos en cuanto sensibilidad nos proporcionan un saber, los sentidos nos hacen inteligentes, esta es la base sobre la cual, él acuñara el neologismo que luego daría lugar a la ciencia de la estética.

Reflexiones como la llevada a cabo por el fundador de la estética, nos han hecho concientes de que la racionalidad es plurivoca: la razón se dice de muchas maneras, hay un ejercicio racional en la química, en la medicina, en la física, en el arte; puede ser que en algún discurso racional haya más exactitud, como en el caso de las matemática, pero no hay más rigurosidad en un discurso que en otro, todo discurso racional debe y tiene que ser riguroso, mas no exacto.

Todo lo anterior nos lleva a plantearnos la posibilidad, que ya muchos se han planteado, acerca de un discurso racional sobre Cristo, que no parta de la teología, ni de la cristología sino de la filosofía ¿Cómo puede ser eso posible? Aquí tenemos que considerar una infinidad de posibilidades que nos llevan a plantearnos el problema del discurso filosófico sobre cristo, y todas ellas tomadas de la tradición filosófica.

 

Del hombre a Cristo

Aquí podemos considerar tres posibilidades, la primera consiste en que la filosofía descubre su límite ante lo paradójico de la existencia, la existencia sólo descubre una luz en Jesucristo. La miseria existencial del ser humano solo encuentra luz en Jesucristo que es el centro de la existencia, solo por Jesucristo se hace posible un verdadero crecimiento. Cristo ha revelado la corrupción de nuestra naturaleza y el remedio que nos libra de ella; las contradicciones que hacen del hombre un enigma impenetrable son asumidas, sublimadas y resueltas en Él. Leer la condición humana para iluminarla desde Cristo.

La segunda posibilidad radica en el hecho de que el sentido trágico y angustiante de la existencia confrontado interiormente con una exterioridad conceptualizada sobre Jesucristo. Una fe malograda que teniéndose como actual aparece sin raíces y sin historia. De aquí es que se iluminan conceptos como paradoja, absurdo, escándalo, etc.

Y la tercera se puede constatar en el hecho que desde la imagen interiorizada, intima, y espiritual que el hombre se va forjando en su interior de Cristo, hasta la imagen que se va conformando mediante la meditación de los misterios divinos, la lectura de la sagrada escritura, etc. en este sentido se da una gran preeminencia a la Biblia para conformar la imagen interior de Jesucristo. Sentido de formación y conformación que se va realizando como un proceso constructivo siempre realizable jamás realizado.

Desde una imagen exterior de Cristo hasta una imagen interior, desde una imagen estereotipada adquirida por un agente externo hasta una imagen labrada y esculpida en el interior del hombre.

 

De Cristo al hombre.

Aquí podemos considerar dos posibilidades: Cristo crucificado como experiencia de dolor que ilumina el dolor del hombre, ningún ser humano puede adjudicarse la densidad y la plenitud de la desgracia, ni adjudicarse la quintaesencia del holocausto, sólo Cristo lo puede y el discípulo que lo mira. El Cristo manchado, el crucificado que ilumina los campos de concentración, los hornos crematorios y los gulags. Leer la condición de Cristo para comprender la condición humana.

La segunda posibilidad es que desde los contenidos de la fe: la encarnación, la pasión, la muerte y la resurrección etc. es posible iluminar constantemente la inteligencia recurriendo a un método dialéctico donde el saber se hace más saber, donde se confronta constantemente con el límite del misterio, método que llega convertirse en un círculo vicioso según el cual el hombre recurre a Cristo y de Cristo regresa a sí mismo en un proceso que sólo termina con la muerte o con la visión beatífica.

 

Del mundo a Cristo

Desde esta perspectiva se hablará de dos posibilidades: descubrir el rostro de Cristo que se revela en la realidad, una lectura de los signos de los tiempos, una clave hermenéutica emparentada con la alegoría para visualizar a Cristo en la realidad. La utilización de la alegoría a fin de referirlo todo a Cristo. Cuando Einstein reconoce una fuerza superior que se constituye en una mente, una inteligencia ordenadora del cosmos se está ubicando dentro de esta línea de interpretación. Igualmente se cree que esta línea de reflexión cristológica sea la más cercana a la racionalidad del científico.

En segundo lugar es posible considerar que en la partida de bautismo del mundo occidental se encuentra el misterio de Cristo, detrás de cada noción, concepto, idea, palabra está el misterio de Cristo como la base que determina nuestra apropiación del mundo y de la realidad.

Brevemente trataremos algunos autores que han reflexionado sobre Cristo como problema filosófico.

 

Pascal.

El pensamiento de Pascal es el ejemplo de un pensamiento totalmente determinado por Cristo, inspirado directamente por el ser de Cristo.

La filosofía descubre su límite ante lo paradójico de la existencia, esta solo descubre una luz en Jesucristo, el centro de la existencia; esta es la base de la apología pascaliana que contrapone existencia y luz en cristo Jesús, existencia y revelación.

El desafío que Pascal lanza tanto a los filosofos como a los incrédulos es que solo por Jesucristo se hace posible un verdadero crecimiento.

Los tres grandes objetos metafísicos: Dios, el mundo y el hombre no se iluminan más que a través del conocimiento de Jesucristo a condición de estar centrados en Él.

Dios sin Jesucristo es deísmo[1], solo Jesucristo lo da a conocer como un Dios de amor y de consuelo.

Sin Jesucristo el mundo no subsistiría, Jesucristo le confiere al mundo su consistencia, da razón a la alternancia de la luz y de las tinieblas, de la vigilia y el sueño.

El mundo existe por y para Jesucristo por eso lleva su efigie, las libreas: pecado, rescate, oscuridad, luz, presencia de Dios que se oculta.

El hombre encuentra en Jesucristo la clave y la solución de su misterio. Nosotros no nos conocemos a nosotros mismos más que por Jesucristo.

Cristo ha revelado la corrupción de nuestra naturaleza y el remedio que nos libra de ella todas, las contradicciones que hacen del hombre un enigma impenetrable son asumidas, sublimadas y resueltas en Él.

El conocimiento de Jesucristo constituye el punto central, porque encontramos en El a Dios y nuestra miseria.

No es verdad que todo descubra, desvele a Dios, ni tampoco lo es que todo lo oculte, Él se descubre a los que lo buscan.

Dentro de las pautas interpretativas que hemos enumerado anteriormente podemos ubicar a Pascal dentro del camino que lleva del hombre a Cristo, ya que para este es fundamental iluminar la existencia desde la luz que es Cristo. Esto se deja entrever cuando anteriormente se dice respecto a Pascal: “El hombre encuentra en Jesucristo la clave y la solución de su misterio”.

 

Kierkegaard.

En Kierkegaard se da el sentido trágico y angustiante de la existencia confrontado interiormente con una exterioridad conceptualizada sobre Jesucristo.

Una fe malograda que teniéndose como actual aparece sin raíces, sin historia.

Una filosofía de la fe en Cristo, una inteligencia filosófica de la encarnación son hechos apremiantes para este autor.

Cobra realidad el Cristo que hace las veces de filosofía, emanan de su filosofía las categorías que articulan la ciencia de Cristo: la paradoja, el absurdo, el escándalo, el instante, la contemporaneidad, el incógnito. Hay otras como la subjetividad, la repetición, la reduplicación, la fe vivida, etc., que son implícitas.

Lo que importa es trazar un cuadro lógico al ser histórico de Cristo y en consecuencia, una lógica de la fe, en tanto que esta tiene a Jesucristo por objeto y solo a Él.

En Kierkegaard como en Pascal se deja entrever un intento por reflexionar la existencia con sus diversas facetas, desde la experiencia de Cristo, intento que está enmarcado dentro del plano exterior e interior, al igual que es un intento por elaborar un cuadro lógico de la fe en Jesucristo.

 

Simone Weil.

Simone Weil sustituye la filosofía por Cristo, aprueba la personificación de la filosofía que se ha tematizado por medio de su realidad existencial, teniendo en cuenta las intuiciones pre-cristianas, la gnosis y los sincretismos, como en el caso del helenismo que es visto como una preparación evangélica.

Ella como contemplativa e intelectual se preocupa por una cristología radical desprendida del árbol de la cruz, el que a su vez se exhibe como el árbol de la ciencia, todo ello desde su experiencia de dolor, experiencia referida a Cristo en la cruz e identificada con una experiencia interior de la que Él mismo es el centro.

Simone Weil va descubriendo en el Cristo crucificado, en el Cristo herido todos los rasgos que lo determinan hasta llegar a hundirse en el abismo de su forma de esclavo.

La cruz subsiste por sí misma, sin luz pascual, sin resurrección explicita ya que ella es la identidad y coincidencia del cadalso infame del estandarte bienaventurado, del árbol desnudo y del rey del bosque.

Ella es la obsesionada por la cruz emblema de la angustia, el descuartizamiento del Padre y del Hijo, por ello la distancia infinita del amor en el que tenemos parte. La cruz se funde (a) en la necesidad y el amor de la necesidad.

Ningún ser humano puede adjudicarse la densidad y la plenitud de la desgracia, ni adjudicarse la quintaesencia del holocausto, solo Cristo lo puede y el discípulo que lo mira.

Su interpretación sobre bien y mal, sobre la desgracia se suman a la serie de interpretaciones que sobre este fenómeno se han hecho a lo largo de la historia, fenómeno que puede ser leído desde una antropología trágica; en este sentido la filosofía de Simone Weil puede ser considerada como una cristología; el misterio de la desgracia es la revelación de la cruz.

Para Simone Weil la desgracia adquiere sentido y significación cuando no se confunde ni con el mal sufrido, ni con el sufrimiento y el dolor; implica dolor físico siempre que cree un estado violento y la desgracia social siempre que resulte infame; desgracia que implica el sentimiento de estar manchado y maldito, condiciones que sólo han sido cumplidas una vez más en el Cristo abandonado, despedazado en la cruz.

Él era la inocencia misma, porque fue hecho pecado y maldición por nosotros, golpeado directamente por la vergüenza y la decadencia, como un malhechor, como un condenado de derecho común; quienes después de Él experimentan la desgracia solo la soportan por imitarlo aunque no lo sepan.

El aporte infinitamente precioso de Simone Weil se sitúa en la transferencia del mal, maldad sobre la desgracia y en la imitación del Inocente en criminal, imputando el crimen al Inocente, desarrollando la sustitución, la expiación vicaria sin la cual el mal sería un duro absurdo.

Cristo en persona es el silencio de Dios cuya palabra es silencio; la desgracia tiene algo de desgarrador: ella es la revelación de una verdad absoluta, la verdad de una revelación absoluta.

La invocación de Cristo no  deja de estar sujeta a un componente autobiográfico, el Cristo invocado, contemplado, no puede ser separado de un Cristo interior y de una determinada imagen que sobre Él se hace el hombre.

Todo lo anteriormente dicho se hace comprensible si pensamos en los campos de concentración, en los hornos crematorios y en los gulags.

La escritura para ella se ha convertido en una necesidad interior, en una necesidad obsesiva, un salvavidas, un método para vehicular su propia experiencia; su intención original es borrarse, desaparecer en lo escrito, cada texto suyo tiene su inicio directamente en la violenta huella de Cristo. En esto es posible ver el desasimiento de Cristo, su borrarse, perderse y anonadarse; Simone Weil en la manera apasionada y obsesionada de escribir, en su borrarse, perderse y desaparecer en ella es un imitar al Inocente que como dice  el apóstol de los gentiles tomó condición de esclavo, y pasando por uno de tantos se sometió hasta someterse a una muerte de cruz.

No es posible ver el pensamiento de Simone Weil sin una explicita referencia a la existencia confrontada con la cruz, pero a la vez, la cruz se hace luz para iluminar la existencia, en una especie de juego dialéctico que va, según el esquema planteado inicialmente, del hombre a Cristo y de Cristo al hombre. De lo externo a lo interno y de lo interno a lo externo.

 

Erasmo de Rótterdam.

En él se pone de manifiesto una sabiduría que emana de Cristo, no una sabiduría que conduce a Cristo. Hay que entender su filosofía cristiana como una sabiduría cristiana inspirada en Cristo.

El elogio de la locura está estructurado como una obra donde se pone de manifiesto la locura de la cruz, una sabiduría de la cruz que es locura ante los ojos del mundo.

Es pretensión de Erasmo llevar a los humanos a comprender que hay otra clase de locura que es trascendental y divina, que es el reverso de la sabiduría.

El texto que sirve de base es San Pablo cuando sugiere que la falsa sabiduría del mundo no es más que locura y la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana.

Cristo con su encarnación ha tomado forma humana para curar la locura y el aturdimiento de los hombres.

Erasmo exhibe un espejo deformante en el que los que se creen sabios están locos y los considerados locos según la carne son sabios según el espíritu.

Erasmo propugna por una filosofía de Cristo desde una adhesión al evangelio que no conoce los acomodamientos, no contaminada por la dialéctica y el razonamiento.

Su filosofía es una celeste filosofía de Cristo, cuyo centro y objetivo es y sigue siendo Cristo.

La filosofía asimilada a la sabiduría es completamente evangélica e imitación de Cristo y nada más.

Erasmo continúa una línea de reflexión trazada por los padres apologistas, proseguida por los capadocios y por los latinos según la cual la doctrina y la sabiduría de la vida del cristiano, han sustituido al pensamiento profano, sin que se pueda distinguir entre metafísica y teología, entre moral y espiritualidad.

Esta empresa erasmiana no va contra la obra de los antiguos, sino que utilizando un sentido alegórico y bajo la condición de que todo se refiera a Cristo, acepta las obras de los antiguos.

El nombre de Cristo acompaña como un estribillo la serie de cánones o reglas de vida, como una vía que conduce a Cristo.

Este Cristo es el de la piedad popular, el de la memoria; pero además de eso al Jesús interiorizado, íntimo y espiritual cuya imagen se va forjando el hombre en su interior; imagen que se va forjando mediante la meditación de los escritos del antiguo y nuevo testamento; en este sentido se puede decir que nada iguala a los textos evangélicos para hacer comprender y conocer a Cristo.

Para Erasmo la conversión del corazón se aprende de Cristo como maestro y modelo interior, desde aquí es posible plantear una cristología filosófica; también como otros pensadores no quiere saber más que a Jesús y a este crucificado.

Erasmo proporciona un arsenal conceptual para estructurar una inteligencia de Cristo, una filosofía cristiana que forje una especulación atraída hacia y por el misterio de Dios encarnado.

La filosofía de Erasmo esta completamente impregnada de la sabiduría cristiana, es una reflexión filosófica ligada a Cristo y a su predicación, por lo tanto una reflexión filosófica estimulada por la paradoja.

La cristología de Erasmo es una reflexión que según nuestro esquema parte de Cristo para iluminar la vida del hombre, eso es lo que se afirma cuando se dice respecto a su pensamiento que en él se pone de manifiesto una sabiduría que emana de Cristo, no una sabiduría que conduce a Cristo.

 

Nicolás de Cusa.

Tiene como intención fundamental la de encaminar la inteligencia al misterio y a la persona de Cristo.

Por medio de conjeturas hace retroceder sus preámbulos en la fe tanto a la cristología dogmática como a la cristología positiva.

La invocación emana de la fe que había iluminado constantemente la inteligencia.

Su método es un experimento de pensamiento, una reflexión dialéctica, él trata de probar especulativamente el concepto de Dios-hombre; donde necesita tanto de una teología de la encarnación como de una visión antropológica, haciendo que aquella se quede encarnada en esta.

Su procedimiento consiste en otorgar un contenido inteligible a la encarnación efectiva, a Dios hecho hombre.

La docta ignorancia es el clima previo y la condición para una inteligencia de los misterios sobrenaturales; el saber es la base para un saber más; el saber situado en los limites de lo incognoscible es la base y la causa de un saber más, de un querer saber más; se trata de jalones o de sustitutos para llegar a la ascensión mística, lanzados en la dirección de lo inagotable e ininteligible.

Cristo es Dios en la contracción, en la reducción ya que Cristo no se produce de la tensión entre Dios y el mundo, es la tras-sunción de Dios-hombre, de aquí que no se trata para el cusano de deducir la Encarnación sino de conducir a ella, se trata de ver bajo qué condiciones inteligibles responde la noción de Dios que aparece en el universo como formando parte de él.

La reflexión filosófica del cusano acaba en una invocación, en ningún momento abandona el resorte religioso, pero es de la filosofía de donde toma los instrumentos para su inteligencia de Cristo.

Tratando de situar la reflexión de Nicolás de Cusa se constata que su cristología es un esfuerzo por comprender el misterio para luego iluminar la vida, pero a la vez la vida misma conduce al misterio, de modo que a la manera de una dialéctica el cusano muestra un camino que de Cristo conduce al hombre y de este a Cristo.

 

Spinoza.

Para Spinoza Jesucristo es el Sumo filósofo, el filósofo por excelencia. Quien ha enseñado una religión universal.

La clave interpretativa desde la cual se debe mirar el pensamiento spinoziano es si la filosofía está religada a Cristo, si Cristo honra de manera suprema la filosofía, entonces su ser y su pensamiento refluyen sobre la filosofía; esta es digna de Él.

Cristo para Spinoza es el Cristo interior e intimo, Él es el Hijo Eterno de Dios, su sabiduría, el que se ha manifestado en todas las cosas, especialmente en el espíritu humano y por encima de todo en Jesucristo. Para Spinoza el cristianismo es algo sobreentendido.

Para Spinoza Cristo es el filósofo supremo en nombre una revelación intelectual de la voluntad salvifica universal y de los medios para obtenerla, sobre todo para aquellos que ignoran la filosofía; según esto si para los discípulos de Cristo, Éste es el camino de salvación, lo es implícitamente para los filósofos y los ignorantes de buena voluntad.

El propósito de Jesucristo, según Spinoza no es tanto corregir las acciones exteriores de los hombres, sino enderezarlas a las disposiciones del alma, esto lo hace por su poder taumatúrgico y por la ciencia que posee del cuerpo humano, hecho que lo convierte en un maestro de la vida interior. Jesucristo es Verbo de Dios, no era sólo un profeta o un juez.

Todos los hombres son virtualmente cristianos. Cristo al revelar la verdadera religión, la religión universal, no ha hecho más que poner de relieve la ley divina natural, la quintaesencia de la ley mosaica: amar a Dios por encima de todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. En este sentido Jesucristo es maestro de sabiduría no de especulación.

Para Spinoza la salvación es practica, no intelectual, esto muestra lo límites de la razón, hecho que no es chocante, ni ilógico, ni que escape a toda racionalidad sino que forma parte de la sabiduría.

Spinoza está convencido que Jesús es un filósofo no un profeta, para Spinoza la revelación que Jesús traía a los humildes tenía como fin la luz natural, la dignidad de filósofo le es consustancial, razón por la que se hace explicable la pedagogía que utilizaba en sus enseñanzas. Jesús es el modelo de la vida verdadera.

La reflexión cristológica de Spinoza se concentra en Cristo como misterio, en Él se descubren todos los secretos que de una u otra manera alimentan la vida del hombre. Es bien importante notar como tanto para Spinoza como para la Weil el cristianismo anónimo juega un papel muy importante. Aquellos que no conocen a Cristo, aquellos que no se reconocen en Él, aún no sabiéndolo, su misterio queda iluminado en el misterio absoluto de Cristo.

Por otro lado Spinoza insiste en el problema de la ley natural; esta puede ser una manera de evidenciar aquel cristianismo anónimo que a la manera de una impronta puesta en el ser del hombre por Dios, aún sin saberlo se tiene la posibilidad de descubrir e iluminar la existencia a través de su existencia cargada del misterio de la cruz, la muerte y la resurrección.

 

Sócrates.

Sócrates personaliza la oposición y el diálogo entre la filosofía y el cristianismo e históricamente la oposición entre la filosofía o sabiduría pagana y la filosofía o sabiduría cristiana.

Sócrates como Jesús es maestro errante, nunca escribió nada y de su vida terrena e histórica sólo dan crédito sus discípulos, que lo han exaltado, su muerte es también violenta, es condenado injustamente.

Dicha comparación se ha dado a lo largo de la historia unas veces forzando el contraste, otras subrayando la proximidad y ha sido sometida a las circunstancias aleatorias tanto de los adversarios como de los propulsores, para entablar el diálogo fe y razón, filosofía y revelación. Comparación que puede servir tanto de tipo como de antitipo como en el caso de Nietzsche cuya obsesión tanto por Cristo como por Sócrates es un intento por hacer desaparecer al socratismo y al cristianismo.

Para Nietzsche Sócrates es el símbolo de la decadencia y Cristo es un hiper-Sócrates, un superdecadente.

Con los discípulos de Sócrates se realza la ontoteología, hasta el punto que Marcel ha querido llamar a su filosofía de la existencia un neo-socratismo cristiano, sin que guardara una relación explicita son el socratismo, simplemente con ello ha querido señalar el carácter interrogativo, espontáneo de su modo de filosofar.

Sócrates ha sido considerado durante varios siglos como el verdadero prototipo de Jesucristo.

A pesar de todas las denominaciones que han tenido tanto Sócrates como Jesucristo, es claro que aquel es el padre de la filosofía y este el padre del cristianismo.

Tanto en uno como en otro caso la vida, la obra de cada uno de ellos se identifica en el sentido que la obra espiritual, el pensamiento salvado por la tradición oral se identifica exactamente con sus personas.

Sería ridículo decir que Sócrates realizó una reflexión filosófica sobre el misterio de Cristo, sin embargo no es arriesgado decir que mucho se ha escrito sobre la relación que entre ambos existe, razón por la que quienes se colocan a reflexionar sobre ambos seres no hace más que descubrir coincidencias y en cierta manera iluminar su existencia, interrogarse sobre el misterio de ambas vidas y descubrir cómo ambos a la par que se contraponen, a la vez se complementan mutuamente.

Una vida vivida racionalmente como en el caso de Sócrates y una vida vivida desde la fe como en el caso de Cristo, no necesariamente se contraponen, antes bien se confunden porque la vida vivida con fe tiende a convertirse en un hecho racional y lógico; a la vez una vida vivida desde el plano racional tiende a convertirse en un hecho de fe en cuanto a la obediencia a unos principios que se convierten en absolutos y que de una u otra manera determinan la existencia.

 

Fichte.

Una manera de ubicar la reflexión filosófica sobre Jesucristo es la colocación de la antedicha dentro del concierto de filósofos que después de Kant han continuado un camino que va de la teología a la filosofía, es el caso de filósofos como Schelling, Fichte, y Schleiermacher. Cuando los dos primeros intentan reflexionar sobre una religión filosófica están caminando por esta senda.

La filosofía de Fichte habla de la invención del Yo absoluto, su sistema filosófico está deducido de un principio único, perfectamente realista y completamente artificial. Es una filosofía que está inspirada en el prologo joánico, la filosofía joánica.

Indicios de ello puede encontrarse en expresiones como: la luz del Logos es igual a la intuición intelectual que es la fuente de la vida.

El evangelio joánico es completamente interior y místico a la vez reproduce fielmente el pensamiento de Jesús. La predicación del Reino consiste esencialmente en el descubrimiento y en el anuncio de la verdad original: la unión íntima, la consanguinidad del hombre con Dios.

Por lo anteriormente dicho es que se puede afirmar que en Fichte se da una reflexión sobre el logos de Jesús y no una teología o una cristología, hay que buscar en él una “jesuslogía”, el logos de Jesús. Jesús está tan identificado con la verdad consustancial que es Mesías, Bienaventuranza, Verbo encarnado e Hijo de Dios.

El prologo refleja la convicción íntima de Jesús en lo que le concierne. En él se contiene la verdad fundamental de la Doctrina de la Ciencia, cristianismo y Doctrina de la ciencia son idénticos, Jesús es el inventor, el auténtico inventor.

Es un hecho verdadero que las investigaciones filosóficas reposan sobre el suelo de la tradición cristiana. Es un hecho que Jesús quería ser olvidado, desaparecer. El Jesús joánico pasa, se traslada a aquellos que viven de su vida, que se transubstancian con él, convertidos en su carne y en su sangre. La imitación de Jesús es una expresión inútil y perversa, porque Jesús no es un modelo inaccesible, su discípulo puede reproducirlo enteramente.

Jesús habita por medio de su idea, relámpago que ilumina totalmente el cielo de la inteligencia, en unos discípulos que se apropian totalmente de la idea y la viven por su cuenta; así la doctrina de la ciencia no hace más que resucitar y poner al día la verdad de Jesús y de Juan que estaba oculta y oscurecida.

Es un hecho real para Fichte que lo que la religión ha brindado como historicidad, la filosofía se lo ha devuelto como metafísica.

De ahí es de donde surge la dogmática, hecho este que pertenece al curso fatal y funesto de la historia.

Jesús es el protagonista de la verdadera historia, es una persona necesaria, que pede ser deducida a priori de las condiciones de la historia humana, ya que si esta debe tener un sentido y si los hombres deben determinarse libremente a la libertad, este es un círculo que solamente resuelve la persona de Jesús.

Mientras que para Schleiermacher es posible esperar la llegada de otros cristos, para Fichte no, Jesús para este es definitivo, sea cual fuere la posibilidad del cristianismo anónimo, sea cual fuere el carácter metafísico de la redención. El Jesús de Fichte sería el súper-místico por excelencia.

El error Pablo y de los teólogos dogmáticos es el abuso del orden metafísico. El paradigma de Cristo es esencialmente la efusión del Espíritu de Jesús.

Puesto que el Cristo resucitado ya no muere más, Jesús mismo está sujeto al relevo por parte del Espíritu, que tiene como condición su eliminación física.

La superación de Cristo puede ser interpretada en el sentido paulino del nosotros ya conocemos a Cristo según la carne,

Para Fichte, Cristo es una persona necesaria, un punto cardinal, inamovible de la historia.

Cristo es la personalidad más elevada de la historia y es, insuperable pero forma parte de la historia. Él no santifica a sus fieles, sino que los exhorta y los guía, Él es Revelador de la redención, no el Salvador mismo.

En este pensador hay que recalcar el hecho que en él es posible rastrear aquella tercera etapa de la salvación que Gioacchino di Fiori anunciaba como la etapa del espíritu en la que coloca como tema central el evangelio de san Juan.

Además ya en Fichte es posible rastrear la profunda polémica que en nuestros días ha dado tanto qué decir sobre la metafísica, como absolutización, dogma y violencia de una forma humana que trata de vehicular el misterio de lo sagrada, a este respecto es que hoy existe la pregunta sobre si la filosofía contemporánea es postmetafísica o antimetafísica.

Además el problema de la historia es latente en este autor lo que sólo es explicable desde el hecho que determina su reflexión filosófica según la cual el hecho histórico es esencial para explicar la persona de Jesucristo, aún en el caso de reducirlo únicamente al Cristo de la historia, dejando de paso al Cristo de la fe.

Lo que interesa recalcar es que para Fichte Cristo es un problema filosófico, que comprendido humanamente ilumina la existencia de los hombres.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1 Querellas filosofía cristiana

   El cristo de los filosofos

2 Filosofía verdadera igual a filosofía cristiana

   No es posible disociar lo cristiano y lo verdadero

   No es posible disociar la filosofía y el cristianismo como no es posible disociar cristianismo, verdad y filosofía

3 La filosofía cristiana en el sentido autentico es la filosofía procedente del cristianismo o no es. Así la entendieron los padres apologistas, a continuación sobrevivió la filosofía griega y se perpetuo bajo la cubierta del cristianismo.

4 La idea de una filosofía renovada y regenerada por el cristianismo corre a lo largo de todo el siglo XIX. Instauración cristiana de la filosofía: Blondel, Edith Stein, Schegel, Baader.

El camino de la filosofía cristiana se ha reiniciado otra vez: Jaspers, Heidegger, Marcel, el padre Fessard, Romano Guardini,  es mas en nuestros días se avoca por una filosofía abiertamente y directamente determinada por Cristo como en el caso de Henri Bernard Vergote y del mismo Guardini.

5 La filosofía cristiana constituye el destino de la filosofía libre ante las órdenes e incluso las exigencias de la fe.

¿Es el cristianismo norma y base para todas las filosofías?

¿Qué es el cristianismo al cual se refiere la filosofía? Es un gran conjunto doctrinal, un inmenso yacimiento cultural, un vasto campo de la inteligencia de la fe: de suerte que unos pensamientos salen al encuentro de otros pensamientos (25) y no hay Metabasis.

CONTRAS La cristología se ciñe exclusivamente al ser y a la persona de Cristo. Es una disciplina teológica: unirla a la filosofía es soldar dos realidades heterogéneas y al mismo tiempo desnaturalizarlas.

OBJETIVO: Asegurar un estatuto a la filosofía cristiana.

¿Quién es Cristo para los filosofos?

¿Qué tiene Cristo para decirle a los filosofos?

1 Una autentica creación filosófica emanada del ser de Cristo. Nacida de una de meditación cristiana (Pascal, Teilhard de Chardin, Kierkegaard, Nicolás de Cusa).

2 Una aportación considerable de pensamientos y de nociones que enriquecen la filosofía.

3 Como uno o varios esquematismos capaces de imponerse y de articularse en sistema.

CONCLUSIÓN: El nuevo Dios de los filosofos no tiene necesidad del Dios como idea para ser, a condición de que provenga de la teología y de que tenga su origen en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob.

TAREA DE LA CRISTOLOGÍA FILOSÓFICA: Mostrar cómo cristo ilumina y literalmente, revela nociones cardinales de la filosofía de las que es símbolo y clave: la subjetividad y la intersubjetividad, lo trascendental, la temporalidad, la corporeidad, la conciencia, la mente, etc., .datos todos que ha hecho suyos al encarnarse.

 

PREJUICIOS: -DE LA CONVERSIÓN han venido a convertirnos

-NADA TIENE QUE DECIR que tiene que decir la filosofía sobre cristo   Nada

-DE LA NEGACIÓN la filosofía nos ha hecho ateos, porque la mayoría de los filosofos son ateos

TAREA              -DEPURACIÓN prejuicios

                           -MADURACIÓN conceptos

SOFISMA DE DISTRACCIÓN creerse, sentirse ateo, libre pensador

                        porque toda nuestra forma de ver, aprender, valorar y hablar

                        la realidad esta permeada por el lenguaje cristiano, por el

                        mensaje cristiano

 

CRISTO NUESTRA FILOSOFÍA   medievalidad

                                                                        Simone Weil

                                                                        Texto bíblico: Icor. 1,20-23, 2

Pablo instaura dos tradiciones paralélas y la apropiación del pensamiento griego y la tradición de los pensadores religiosos exclusivamente eso es lo que León Chestov simboliza con el dilema “Atenas o Jerusalem”.

 

Dicho texto no es único, pueden confrontarse I Tim, 6,3. 20; II Tim. 4,3-4. Tit. 1,14.

 

Pablo enseña a sus discípulos a desconfiar de los discursos capciosos de la falsa ciencia.

CONCLUSIONES: La filosofía que es Cristo significa el Cristo que no es la filosofía; el dilema es o Cristo o la filosofía.

O Cristo o la filosofía suena a un desafió lanzado al paganismo.

En cristo están encerrados todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, la oración, la contemplación hacen de filosofía o en ultimo extremo de teología.

 

I. una sabiduría que conduce a Cristo: Pascal, Kierkegaard, Thávenez, Hamann y Weil.

La apologética pascalina contra el pensamiento cartesiano era radicada en la revelación y en la fe; pero está dirigida al incrédulo y al libertino, razón por la que es necesario buscar al incrédulo y al libertino allí donde se encuentra, sea en el seno de su indiferencia y de su diversión, hablarle en su propio lenguaje, romper el hielo del escepticismo para alcanzar la profundidad de la existencia.

La luz de Cristo esta reflejada, tanto como obscurecida en los abismos del hombre.

El pensamiento de Pascal es el ejemplo de un pensamiento totalmente determinado por Cristo, inspirado directamente por el ser de Cristo.

 

PASCAL La filosofía descubre su límite ante lo paradójico de la existencia, esta solo descubre una luz en Jesucristo, el centro de la existencia; esta es la base de la apología pascaliana que contrapone existencia y luz en cristo Jesús: existencia y revelación.

Según Pascal solo por Jesucristo se hace posible un verdadero crecimiento, este es el desafío que Pascal lanza, tanto a los filosofos como a los incrédulos.

Los tres grandes objetos metafísicos: Dios, el mundo y el hombre no se iluminan más que a través del conocimiento de Jesucristo a condición de estar centrados sobre Él.

Dios sin Jesucristo es deismo, solo Jesucristo lo da a conocer como un Dios de amor y de consuelo.

Sin Jesucristo el mundo no subsistiría, Jesucristo le confiere al mundo su consistencia, da razón a la alternancia de la luz y de las tinieblas, de la vigilia y el sueño.

El mundo existe por y para Jesucristo por eso lleva su efigie, las libreas: pecado, rescate, oscuridad, luz, presencia de Dios que se oculta.

El hombre encuentra en Jesucristo la clave y la solución de su misterio.

Nosotros no nos conocemos a nosotros mismos más que por Jesucristo.

Cristo ha revelado la corrupción de nuestra naturaleza y el remedio que nos libra de ella todas, las contradicciones que hacen del hombre un enigma impenetrable son asumidas, sublimadas y resueltas en Él.

El conocimiento de Jesucristo constituye el punto central, porque encontramos en El a Dios y nuestra miseria.

No es verdad que todo descubra, desvele a Dios, ni tampoco lo es que todo lo oculte, El se descubre a los que lo buscan.

 

KIERKEGAAD.- El sentido trágico y angustiante de la existencia confrontado interiormente con una exterioridad conceptualizada sobre Jesucristo (44).

-Una fe malograda que teniéndose como actual aparece sin raíces, sin historia.

-Una filosofía de la fe en Cristo, una inteligencia filosófica de la encarnación

-Cobra realidad el Cristo que hace las veces de filosofía, emanan de su filosofía las categorías que articulas la ciencia de Cristo: paradoja, absurdo, escándalo, instante, contemporaneidad, incógnito. Hay otras como subjetividad, repetición, reduplicación que son implícitas, la fe vivida, etc.

-Lo que importa es trazar un cuadro lógico al ser histórico de Cristo y en consecuencia, una lógica de la fe, en tanto que esta tiene a Jesucristo por objeto y solo a Él.

SIMONE WEIL sustituye la filosofía por Cristo, aprueba la personificación de la filosofía que se ha tematizado por medio de su realidad existencial, teniendo en cuenta las intuiciones precristianas, la gnosis y los sincretismos, como en el caso del helenismo, que es visto como toda una preparación evangélica.

-Ella como contemplativa e intelectual exhibe una cristología radical desprendida del árbol de la cruz, el que a su vez se exhibe como un árbol de la ciencia, todo ello desde su experiencia de dolor; experiencia referida a Cristo en la cruz e identificada con una experiencia interior de la que Él mismo es el centro.

-La escritura para ella se ha convertido en una necesidad interior, en una necesidad obsesiva, un salvavidas, un método para vehicular su propia experiencia, su intención original es borrarse, desaparecer en lo escrito, cada texto suyo tiene su inicio directamente en la violenta huella de cristo.

Ningún ser humano puede adjudicarse la densidad y la plenitud de la desgracia, ni adjudicarse la quintaesencia del holocausto; solo Cristo lo puede y el discípulo que lo mira.

Simone Weil va descubriendo en el Cristo crucificado, en el Cristo herido todos los rasgos que lo determinan hasta llegar a hundirse en el abismo de su forma de esclavo.

Su interpretación sobre bien y mal, sobre la desgracia se suman a la serie de interpretaciones que sobre este fenómeno se ha hecho a lo largo de la historia, fenómeno que puede ser leído desde una antropología trágica, en este sentido la filosofía de Simone Weil puede ser considerada como una cristología; en este sentido es pertinente decir que el misterio de la desgracia es la revelación de la cruz.

La cruz subsiste por sí misma, sin luz pascual, sin resurrección explicita ya que ella es la identidad y coincidencia del cadalso infame del estandarte bienaventurado, del árbol desnudo y del rey del bosque.

Para Simone Weil la desgracia adquiere sentido y significación cuando no se confunde ni con el mal sufrido, ni con el sufrimiento y el dolor; implica dolor físico siempre que cree un estado violento y la desgracia social siempre que resulte infame; desgracia que implica el sentimiento de estar manchado y maldito, condiciones que sólo han sido cumplidas una vez más en el Cristo abandonado, despedazado en la cruz.

Él era la inocencia misma, porque fue hecho pecado y maldición por nosotros, golpeado directamente por la vergüenza y la decadencia, como un malhechor, como un condenado de derecho común; quienes después de Él experimentan la desgracia solo la soportan por imitarlo aunque no lo sepan.

Todo esto se hace comprensible si pensamos en los campos de concentración, en los hornos crematorios y en los gulags.

El aporte infinitamente precioso de Simone Weil se sitúa en la transferencia del mal, maldad sobre la desgracia y en la imitación del Inocente en criminal, imputando el crimen al Inocente desarrollando la sustitución, la expiación vicaria sin la cual el mal sería un duro absurdo.

Otro se sus aportes valiosos es la obsesión por la cruz emblema de la angustia, el descuartizamiento del Padre y del Hijo, por ello la distancia infinita del amor en el que tenemos parte.

La cruz se funde (a) en la necesidad y el amor de la necesidad.

Cristo en persona es el silencio de Dios cuya palabra es silencio, la desgracia tiene algo de desgarrador, ella es como la revelación de una verdad absoluta, la verdad de una revelación absoluta.

La invocación de Cristo no  deja de estar sujeta a un componente autobiográfico, el Cristo invocado, contemplado, no puede ser separado de un Cristo interior y de una determinada imagen.

Pierre Thévenez. Para él no existe la disyuntiva: o filosofía o Cristo, para él existe una filosofía hecha por un creyente el que es filósofo y creyente a la vez; la locura de la cruz transferida en sabiduría, la filosofía amenazada y acusada de locura; aunque la metafísica haya sido destronada y el absoluto expulsado, el cristianismo no pone fin a la reflexión filosófica sobre Dios. Se puede constatar una tradición que insiste en la filosofía sobre Cristo, que va especificando la filosofía cristiana y salvaguarda el derecho de la filosofía a pronunciarse sobre Cristo.

 

II. Sabiduría que emana de Cristo.

Erasmo de Rótterdam. En él se pone de manifiesto una sabiduría que emana de Cristo, no una sabiduría que conduce a Cristo. Hay que entender su filosofía cristiana como una sabiduría cristiana, inspirada en Cristo.

El elogio de la locura está estructurado como una obra donde se pone de manifiesto la locura de la cruz, una sabiduría de la cruz que es locura ante los ojos del mundo.

Es pretensión de Erasmo llevar a los humanos a comprender que hay otra clase de locura que es trascendental y divina, que es el reverso de la sabiduría.

El texto que sirve de base es San Pablo cuando sugiere que la falsa sabiduría del mundo no es más que locura y la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana.

Cristo con su encarnación ha tomado forma humana para curar la locura y el aturdimiento de los hombres.

Erasmo exhibe un espejo deformante en el que los que se creen sabios están locos y los considerados locos según la carne son sabios según el espíritu.

Erasmo propugna por una filosofía de Cristo desde una adhesión al evangelio que no conoce los acomodamientos, no contaminada por la dialéctica y el razonamiento.

Su filosofía es una celeste filosofía de Cristo, como centro y objetivo es y sigue siendo Cristo.

La filosofía asimilada a la sabiduría es completamente evangélica e imitación de Cristo y nada más.

Erasmo continúa una línea de reflexión trazada por los padres apologistas, proseguida por los capadocios y por los latinos según la cual la doctrina y la sabiduría de la vida del cristiano, han sustituido al pensamiento profano, sin que se pueda distinguir entre metafísica y teología, entre moral y espiritualidad.

Esta empresa erasmiana no va contra la obra de los antiguos, sino que utilizando un sentido alegórico y bajo la condición de que todo se refiera a Cristo, acepta las obras de los antiguos.

El nombre de Cristo acompaña como un estribillo la serie de los cánones o reglas de vida, como una vía que conduce a Cristo; Cristo que es el de la piedad popular, el de la memoria, pero además de eso al Jesús interiorizado, íntimo y espiritual cuya imagen se va forjando el hombre en su interior; imagen que se va forjando mediante la meditación de los escritos del antiguo y nuevo testamento; en este sentido se puede decir que nada iguala a los textos evangélicos para hacer comprender y conocer a Cristo.

Para Erasmo la conversión del corazón se aprende de Cristo como maestro y modelo interior, desde aquí es posible plantear una cristología filosófica; también como otros pensadores no quiere saber más que a Jesús y a este crucificado.

Erasmo proporciona un arsenal conceptual para estructurar una inteligencia de Cristo, una filosofía cristiana que forse una especulación atraída hacia y por el misterio de Dios encarnado.

 

Nicolás de Cusa. Tiene como intención fundamental la de encaminar la inteligencia la misterio y a la persona de Cristo.

Por medio de conjeturas hace retroceder sus preámbulos en la fe a la cristología dogmática como a la cristología positiva.

La invocación emana de la fe que había iluminado constantemente la inteligencia.

Su método es un experimento de pensamiento, una reflexión dialéctica, se trata de probar especulativamente el concepto de Dios-hombre; donde necesita tanto de una teología de la encarnación como de una visión antropológica, haciendo que aquella se quede encarnada en esta.

Su procedimiento consiste en otorgar un contenido inteligible a la encarnación efectiva, a Dios hecho hombre.

La docta ignorancia es el clima previo y la condición para una inteligencia de los misterios sobrenaturales; el saber es la base para un saber más; el saber situado en los limites de lo incognoscible es la base y la causa de un saber más, de un querer saber más; se trata de jalones o de sustitos para llegar a la ascensión mística, lanzados en la dirección de lo inagotable.

Cristo es Dios en la contracción, en la reducción ya que Cristo no se produce de la tensión entre Dios y el mundo, es la trassunción de Dios-hombre, de aquí que no se trata para el cusano de deducir la Encarnación sino de conducir a ella, se trata de ver bajo qué condiciones inteligibles responde la noción de Dios que aparece en el universo como formando parte de él.

La filosofía de Erasmo esta completamente impregnada de la sabiduría cristiana, es una reflexión filosófica ligada a Cristo y a su predicación, por lo tanto una reflexión filosófica estimulada por la paradoja.

La reflexión filosófica del cusano acaba en una invocación, en ningún momento abandona el resorte religioso, pero es de la filosofía de donde toma los instrumentos para su inteligencia de Cristo.

El pensamiento atraído por el misterio de Jesucristo se esfuerza a través de esquematismos en términos especulativos y como problema filosófico, se esfuerza en resolverlo, cuya solución esboza la forma inteligible o una forma inteligible de la encarnación.

Aquí estamos hablando de una filosofía proléptica, no ético-práctica, ni interrogativa, una filosofía que al mismo tiempo que se cubre y enriquece con los tesoros de Cristo, le abre su morada, le prepara un refugio intelectual en su seno.

La filosofía cristiana se vincula al cristianismo y por ende a un conjunto de creencias; se vincula a la revelación y por ende a un conjunto de doctrinas; se vincula a la fe y por lo tanto a un conjunto de comportamientos, la filosofía cristiana se vincula al Dios cristiano, trinitario y creador, teniendo su asiento a la sombra de la fe.

Cristo se hace objeto de reflexión filosófica en el sentido subjetivo genitivo del termino, a través de mediaciones, ya que introducir a Jesucristo como objeto de especulación es deformarlo obligatoriamente, ya que es transformarlo en idea, es neutralizarlo y aniquilarlo; por lo tanto la filosofía cristiana no puede prescindir de Cristo.

Jesucristo: sumo filósofo, el filósofo por excelencia, expresión atribuida a Spinoza, hecho este que está determinado por el contacto que este tenía con las sectas holandesas del Siglo XVII, contacto que lo lleva a tener un conocimiento profundo del nuevo testamento, conocimiento que emana de la fuente; de ahí que el entorno del joven Baruch estaba sensibilizado con el Cristo espiritual y que en su pensamiento sea rastreable una presencia insigne, o incluso insistente de Cristo.

¿En qué sentido Jesucristo es Sumo filósofo? Es posible considerar a Cristo como filósofo en el sentido que Él era siempre un enseñante, Cristo puede ser llamado la filosofía, nuestra filosofía con un contraste bien marcado con respecto a la filosofía pagana.

Cuando Spinoza designa a Cristo como el filósofo por excelencia, está mostrando una reflexión y una elaboración conceptual propia; el filósofo por excelencia es una reflexión spinoziana, es ello lo que hace que su concepción tenga diferencias respecto a la concepción cristiana.

Una de las claves interpretativas para leer al Cristo filósofo por excelencia de Spinoza es el hecho de encontrar en Cristo filósofo un ideal filosófico; otra clave interpretativa podría ser enunciada en los siguientes términos: si la filosofía está religada a Cristo, si Cristo honra de manera suprema la filosofía, entonces su ser y su pensamiento recluyen sobre la filosofía, esta es digna de Él.

Cristo es la voz de Dios, es el depositario de los secretos divinos, no tiene par.

El Cristo spinoziano es el Cristo interior e íntimo, en el sentido que Cristo es el Hijo eterno de Dios, es su sabiduría que se ha manifestado en todas las cosas, especialmente en el espíritu humano y por encima de todo en Jesucristo, desde este punto de vista el Cristo spinoziano engendra un cristianismo anónimo y sobreentendido.



[1] Doctrina desarrollada sobre todo en el siglo XVIII en Inglaterra, que reconoce un dios como autor de la naturaleza, pero sin admitir revelación ni culto externo. Está representada, entre otros por Herbert de Cherbury, Matthew Tintal y Anthony Collins.

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