La hermenéutica bíblica.
La hermenéutica bíblica.
Capitulo
I.
Rastreo
histórico de la hermenéutica bíblica.
1. Distinción entre
hermenéutica y exégesis.
La palabra hermenéutica viene del griego
hermeneuein (ερμενευειν) y quiere decir traducir desde una lengua extranjera,
interpretar un texto, colocar en palabras, expresar algo dentro de un nuevo
contexto. Muchas veces la hermenéutica se asocia con la exégesis. Este segundo
sentido se usa para interpretar una proposición, una narración, una explicación
o una interpretación de la biblia. Tanto la exégesis como la hermenéutica se
usaron hasta el siglo XVIII de modo indistinto para interpretar de la Sagrada
Escritura. Sin embargo, en el siglo XX, la palabra hermenéutica asume una
fuerza mayor debido a las diferentes perspectivas de las escuelas filosóficas.
Hoy la exégesis se refiere al anuncio que el autor del texto sagrado quería
trasmitir a sus contemporáneos, mientras que, dentro del contexto bíblico, la
hermenéutica se refiere a lo que el texto quiere trasmitir al hombre moderno
que habla un lenguaje diferente.
2. El Nuevo Testamento interpreta el Antiguo Testamento.
La
interpretación de la biblia tiene su origen, su comienzo y su inicio en el
texto sagrado; su comprensión no recurre a elementos externos; todo lo
contrario, su interpretación acontece y sucede dentro de ella misma.
Lo anterior puede suceder de dos maneras: la
primera se refiere al hecho de que, puede suceder, que en el Antiguo Testamento
los libros escritos en fechas o colocados en lugares posteriores, interpreten
los que están en fechas o lugares anteriores. En segundo lugar, suele suceder
que el Nuevo Testamento interprete el Antiguo Testamento.
El primer caso
se presenta cuando, en la relectura entre libros posteriores y libros
anteriores del Antiguo Testamento, se utilizan glosas, se cambian palabras o se
muestren ciertas cercanías en los procesos de redacción de algunos oráculos,
originalmente distintos, que se explican el uno a través del otro, y de esa
manera se reagrupan diversos autores en un solo libro, como en el caso de Isaías y Zacarías; aunque también pueden darse casos en los que se realizan
interpretaciones explicitas, como en el caso de Daniel que interpreta los
setenta años de Jeremías en términos de setenta septenarios de años, en este
sentido puede leerse Jeremías 25,12; 29,10; Daniel 9, 24ss.
Algo similar
sucede en Isaías 14, 24-26 cuando se anuncia un oráculo según el cual Asiria
será destruida; después de dos siglos este mismo oráculo viene anunciado contra
Babilonia. Más tarde será anunciado contra los enemigos del pueblo de Israel
para que estos asuman la dimensión escatológica y mesiánica expresada en el Targúm.
El salmo segundo
puede ser considerado como un poema de la corte que surgió para la ocasión
especial de coronar a un rey de Judá; sin embargo, y a pesar de ello, seguía
siendo un salmo que era recitado aún en el exilio cuando Israel no tenía ningún
rey. Dentro de este contexto, este salmo evocaba la esperanza del pueblo de
Israel, que estando en el exilio, anhelaba la llegada del Mesías.
En los casos
mencionados anteriormente, se pueden evidenciar dos principios: el primero se
refiere al hecho según el cual, en la relectura de los pasajes bíblicos, que
hacen otros autores, desde circunstancias similares, pero en épocas distintas,
y en otros contextos, allí hay que resaltar que la palabra de Dios no se agota ni
se limita solamente al momento o circunstancia en que fueron pronunciados o
escritos originalmente. La palabra de
Dios ilumina siempre a quien tiene necesidad de ella. En este primer
principio nos encontramos con un elemento hermenéutico según el cual los
hermeneutas deben esforzarse por actualizar los textos antiguos, en este caso,
la palabra de Dios, para que siga iluminando las nuevas generaciones que se
encuentran en circunstancias determinadas y específicas, pero diferentes a las
en que fue escrito el texto sagrado.
El segundo
principio hermenéutico que se puede extraer de los ejemplos propuestos es que,
algunos pasajes de la Biblia “casi” que pierden la paternidad del escritor que
los pronunció originalmente. Estos, cuando son reinterpretados, asumen una
nueva paternidad, la del lector que los interpreta bajo unas nuevas
circunstancias. El lector, al leer e interpretar la palabra de Dios, bajo
nuevas condiciones, es quien se apropia del texto, y las nuevas circunstancias
históricas, temporales, espaciales y culturales son las que le sirven de
principio hermenéutico.
La
interpretación del antiguo en el nuevo testamento nos lleva a considerar que ya
en la época de Jesús existía una colección de libros que tenían un valor
canónico, en torno a estos se habían elaborado una serie de métodos para interpretarlos.
El que más importancia tenía era el Midrash;
este era un método que incluía la Halakah
y que consistía en la interpretación de la sagrada escritura con la intención
de actualizar los diferentes preceptos de la ley. También el Midrash incluía el Haggadah, que era el método utilizado para interpretar la historia
de la salvación.
La manera como
se enseñaban estos métodos era oral y se pueden encontrar tanto en la lectura
que se hace entre Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, y también en el Targum. Más tarde surgen los Midrashim que consistían en verdaderos y
propios comentarios al texto Sagrado y que a su vez podían ser haggadashicos o
halakasicos.
En la época de
los Amoraim, los rabinos distinguían el método Peshat, que era una interpretación literal y gramatical de la Torah, y el método Derash que trataba de interpretar la Sagrada Escritura desde una
óptica más teológica y exegética.
Cuando en el
pueblo de Israel se hablaba de exégesis rabínica se debía tener en cuenta que
el judaísmo optaba más por una ortopraxis que por una ortodoxia. Esto quería
decir que la palabra de Dios se encaminaba más a una observancia de los
preceptos que se interpretan de la Torah, hecho este que se presentaba con
mayor fuerza después de los años 70 DC y se hacía de modo farisaico.
En este sentido
es necesario recalcar que la tradición farisaica se ufanaba de tener su origen
en Moisés; y el Midrash, desde las siete reglas propuestas por el rabino
Hillel, servía para justificar esta referencia mosaica. El método de la Halakah
enfatizaba una interpretación jurídica, mientras que la Haggadah recalcaba una
interpretación espiritual de la Torah.
Después del año
70 DC el método utilizado por los rabinos se convirtió en algo exclusivo para
el pueblo de Israel; pero en la época de Jesús, coexistía con otros métodos
exegéticos. En este sentido puede mencionarse el alegórico que era utilizado
por Filón de Alejandría.
La intención de
Filón de Alejandría era mostrar, dentro del contexto de la diáspora, que la
verdadera sabiduría filosófica provenía de los libros hebreos. Él sostenía que
las virtudes proclamadas por los Estoicos se encontraban en los textos bíblicos
y que los personajes de la historia sagrada se podían considerar como símbolos
en los que estaban expresadas las virtudes proclamadas y enseñadas por los
Estoicos. Filón se convertirá en el paradigma del modelo exegético alegórico
puesto en práctica en la escuela de Alejandría.
De igual modo
puede decirse que los movimientos sectarios palestinos del primer siglo también
tenían su método exegético llamado Midrash Pesher. En efecto, los monjes de
Qumrám lo utilizaban cuando leían la Sagrada Escritura y de esa manera trataban
de explicar las luchas, la historia y los personajes de dicha secta. Ellos consideraban
que en el texto sagrado se encerraba un significado misterioso que solamente se
revelaba al Maestro de Justicia y a los monjes que formaban la comunidad de los
últimos tiempos; estos eran precisamente el objeto de las profecías bíblicas.
La exégesis de
los Saduceos se diferenciaba de aquella de los Fariseos en cuanto que, el
partido del templo, solo admitía que los cinco libros de Moisés tenían la
autoridad suficiente para convertirse en normativos; tampoco aceptaban las
tradiciones de los Fariseos, especialmente aquellas que tenían que ver con la
resurrección y los ángeles.
Hacia el año 70,
después de la destrucción del templo. desaparecieron tanto los saduceos como
los monjes de Qumrám. La diáspora debió unirse al movimiento fariseo, siendo
Jabne el último de los grandes representantes de este movimiento que produce el
Talmud y los grandes Midrashim.
En el primer siglo
de la era cristiana ya se podía apreciar cómo los métodos exegéticos que
utilizaron los hebreos se reflejaban en la interpretación del Nuevo Testamento,
pero desde una perspectiva diferente.
En los dichos
propios de Jesús, que traen los evangelios sinópticos, se puede apreciar cómo
éste interpretaba la Escritura de manera diferente y sobre todo de una manera
muy original. También es cierto que Jesús siguió los métodos hermenéuticos
propios de su tiempo, pero no usó el método alegórico, sino que utilizó el
método tipológico (Grech 4); en este sentido se puede decir que Jesús usó el
Midrash Pesher como en el caso Lc. 4, 16-21; también utilizó el Middoth del
rabino Hillel como en el caso de Mc. 2, 25-28; además recurrió al Halakah
Peshat como en el caso en que expone los mandamientos.
La diferencia de
Jesús con los rabinos estribaba en que aquel no deducía sus enseñanzas de la
Biblia, en cambio aquellos sí lo hacían. Jesús, por el contrario, traía consigo
una revelación nueva y esta se fundamentaba en su propia autoridad; en este
sentido puede decirse que Jesús reinterpretaba los preceptos antiguos en las
seis antítesis que nos trae el Evangelista san Mateo (5, 21-48). Según esto se puede
inferir que Jesús es el cumplimiento de las antiguas profecías y en Él se
encarna la perfección moral (a este respecto puede leerse Mt. 5, 17). En este
orden de ideas puede decirse que Jesús aplica a sí mismo tanto el salmo 110
como Is. 53. 61.
En todos estos casos es evidente que Jesús
utilizaba los métodos hermenéuticos propios de su tiempo, pero partía de un
principio hermenéutico nuevo para llegar a conclusiones hermenéuticas
originales.
Pablo después de la pascua de resurrección,
y con él, todos los autores del Nuevo Testamento, no dejaron de utilizar los
métodos hermenéuticos que se utilizaban en la época, pero todos ellos partían,
en la utilización de los mismos, de dos principios hermenéuticos nuevos, a
saber: la resurrección de Jesucristo y la acción del Espíritu Santo en la
Iglesia. A la luz de estos nuevos principios, los autores neotestamentarios
leyeron la biblia.
San Pablo, siguiendo el esquema de las siete
reglas propuestas por el rabino Hillel, seguía utilizando una hermenéutica
típicamente rabínica. En este sentido, el apóstol de las gentes, utilizaba
diferentes pasajes de la Escritura que se explicaban entre ellos mismos, este
método era llamado por los rabinos “collar de perlas”; el cual se podía
ilustrar desde Romanos 3. 4. 9-11; también en algunos momentos utilizaba la
alegoría, como cuando en Gal. 4, 21-31 menciona a Sara y Agar, y en I Cor. 9,
9-12, cuando utilizando la imagen del bozal, que no se le debe poner al buey
que ara, estaba haciendo referencia a aquellos que trabajaban por el evangelio.
En san Pablo se puede apreciar el uso del
método hermenéutico rabínico llamado Midrash Pesher, cuando explicaba algunos
pasajes con enseñanzas actualizadas, estos pueden apreciarse en I Cor. 10, 3ss,
en este caso Cristo es considerado como la piedra y la roca. También utilizaba,
de modo particular, este método rabínico cuando hablaba del misterio escondido
durante siglos pero que ahora se le había revelado a él mismo, algunos ejemplos
donde el apóstol lo utiliza pueden encontrarse en Rom. 16, 25-27, también en
Col. 1, 26ss; Ef. 3, 1-11.
En general puede decirse que el problema
hermenéutico que mancomuna a todos los autores del Nuevo Testamento es que
ellos consideraban el Antiguo Testamento como un texto realizado desde la ley y
las profecías. Esta manera de considerar el Antiguo Testamento de parte de los
autores del Nuevo Testamento es lo que dará pie para el despliegue hermenéutico
que realizarán los Padres de la Iglesia.
Los Padres de la Iglesia se encontraron con
el hecho según el cual, los autores del Nuevo Testamento cuando hicieron una
relectura del Antiguo Testamento elaboraron varios prototipos o modelos hermenéuticos,
estos son:
El modelo alegórico que era utilizado por los
Padres de la Iglesia y que fue desarrollado de manera frecuente en la carta a
los hebreos.
El modelo tipológico, según este, los
personajes y los acontecimientos del Antiguo Testamento indicaban, señalaban o
presagiaban personas o acontecimientos del Nuevo Testamento.
El modelo pedagógico, según este, la ley es
el pedagogo que debía conducir a Cristo, esta tarea se presentaba como algo llevado
a su cumplimiento en la persona de Jesús, en este sentido puede leerse Gal. 3,
23ss.
El modelo enjuiciante, según este, la ley
estaba dada para indicar cuáles eran nuestros pecados y para mostrarnos la
necesidad de la gracia redentora en Cristo, puede leerse Gal. 3, 19.
El modelo del cumplimiento, este hacía
referencia a la ejecución y al cumplimiento de las profecías mesiánicas y
escatológicas.
El modelo de superación, este hacía
referencia al hecho según el cual la ley quedaba superada a través de las
prescripciones litúrgicas y relacionadas con la pureza y la impureza.
El modelo del mandamiento, este se refería
a la obligatoriedad del cumplimiento de los preceptos morales, además enfatizaba
de modo particular el decálogo, a este respecto puede leerse Sant. 2, 11.
El modelo de radicalización o perfeccionamiento,
según este se trataba de seguir radicalmente a Jesús y sus enseñanzas tratando
de buscar en ello la perfección, puede leerse Mt, 6.
El modelo histórico-salvífico, en él se enfatizaba
el hecho según el cual, en el misterio de la salvación, Dios no ha cambiado su
modo de actuar respecto al llamamiento que hace a los gentiles y de esa manera
actúa como había actuado desde la antigüedad, puede leerse Rom. 9-11.
Modelo gramatical, este utiliza el Antiguo
Testamento como si fuera una fuente de lenguaje teológico que sirve para
expresar las ideas del Nuevo Testamento.
El modelo apocalíptico, este modelo utiliza
el Antiguo Testamento como si fuera una fuente de alusiones y referencias para
construir una visión apocalíptica cristiana que tiene a Cristo resucitado como
el centro.
En resumen se puede decir que entre el
Antiguo y el Nuevo Testamento se presenta una integración tal que ambos
testamentos se hacen inseparables el uno del otro, el uno sin el otro se hacen
ininteligibles.
3.La
hermenéutica en la Patrística.
La hermenéutica patrística surge en el
siglo II en medio de un clima que polemizaba con el judaísmo, el gnosticismo y
el paganismo. Por un lado, estaba el judaísmo que para esta época ya había
cerrado el canon palestinense y al cual le atribuían una autoridad absoluta.
también estaba el gnosticismo que polemizaba contra el cristianismo respecto al
tema de la creación del Antiguo Testamento, pues la mayoría de los gnósticos
consideraban que el Antiguo testamento había sido creado por un demiurgo
maligno. Con esta idea, los gnósticos colocaban en el centro del debate el
valor y el modo de interpretar el Antiguo Testamento.
3.1. Justino.
Un ejemplo claro de la polémica que
desarrollaron los Padres de la Iglesia contra el judaísmo lo encontramos en el Diálogo con Trifón de Justino. Este
autor utilizaba una pauta hermenéutica en la que se servía del Antiguo
Testamento citándolo de manera literal. En algunos momentos recogía, en sus
argumentaciones, algunos elementos de carácter midráshico; también hacía la
distinción entre ley y profecía. Este padre de la Iglesia sostenía que la ley,
que regía las prescripciones mosaicas, conllevaba dentro de sí preceptos de
orden universal dados al pueblo hebreo a fin de que este no se dejara llevar
por la idolatría. La profecía podía suceder por obra del Espíritu Santo o
mediante los sucesos que podían acontecer, estos podían darse mediante
predicciones, ejemplos o acontecimientos de lo que iba a suceder o mediante
palabras proféticas directamente proferidas por los profetas.
El principio hermenéutico que utilizaba
Justino para que no se cumpliera la ley mosaica es que una ley dada
posteriormente y una alianza pactada con anterioridad anulaban o hacían
anticuadas las leyes y las alianzas anteriores. También sostenía que, ahora
Cristo es nuestra nueva ley y con Él hemos sellado la nueva alianza.
Bajo el mismo principio que se enunció
anteriormente, Justino sostenía que las prescripciones mosaicas tenían un
significado moral o simbólico. Cristo es el contenido y el sentido de la ley,
si esto es así, entonces el logos se manifiesta a través de la ley, de los
filósofos y los poetas paganos. El logos se convierte en el preanuncio de sí
mismo, y cuando viene al mundo, a través de la encarnación, cumple las
profecías de modo parcial; y las cumplirá definitivamente en su segunda venida.
De este modo, consideraba Justino que el Antiguo Testamento era válido también para
los gentiles.
Ha sido mérito de Justino el hecho de haber
establecido la continuidad de los dos testamentos, según este autor, entre
ambos textos sagrados se presenta una continuidad hermenéutica y entre ellos
puede apreciarse la unidad de la divina gratuidad de la salvación.
Los elementos hermenéuticos que se acabaron
de enunciar, en Justino, tendrán su continuidad en los otros Padres de la
Iglesia, quienes a su vez los difundirán y los profundizarán. Es de resaltar
que Justino polemizaba con los judíos, pero tenía en común con ellos la fe en
la autoridad del texto sagrado, aunque se presentaran divergencias en la manera
como era interpretado.
3.2. Ireneo.
San Ireneo polemizaba con los gnósticos y
las diversas sectas que conformaban este movimiento. El problema en torno al
cual se centraba su polémica radicaba en que algunos de este movimiento le
atribuían la autoría del Antiguo Testamento a un demiurgo malvado el que
contradecía la obra del buen Dios, autor del Nuevo Testamento. Además, en la
explicación hermenéutica que estos hacían de dicho texto, utilizaban el método
alegórico para explicar los textos sagrados, y de esa manera planteaban una
interpretación que servía para acomodar sus especulaciones teosóficas.
Frente a esto, san Ireneo recurría al
método hermenéutico de la exégesis literal, haciendo un énfasis especial en la
alegoría y en el simbolismo, y con ello trataba de ilustrar la fe cristiana.
Este Padre de la Iglesia, en el uso e interpretación de la alegoría, no se
limitaba solo a la exégesis del Antiguo Testamento, sino que la hacía extensiva
a las parábolas del Nuevo Testamento.
Ireneo, en su disputa contra los gnósticos,
se llegaba a dar cuenta que las divergencias con ellos no se podían rebatir
acudiendo solo a un principio hermenéutico interno, sino que era necesario
recurrir a una regla o principio externo. Esta es la razón por la cual se debía
tener como punto de referencia la Regula
Fidei o confesión de fe proclamada en el bautismo y transmitida por la
Tradición. Sostenía Ireneo que la Tradición debía llegar hasta los orígenes
apostólicos, también reconocía que la forma más breve para conocer la Tradición
era interrogar a la Iglesia de Roma, pues en ella se podía apreciar y valorar
la sucesión episcopal ininterrumpida y la confluencia en ella de todos los
pueblos. Lo anunciado anteriormente se convertía para Ireneo en el modo como la
doctrina original había conservado toda su pureza. También sostenía Ireneo que
la Regula Fidei por sí misma no
explicaba la Sagrada Escritura, pero ella propiciaba los límites y el marco
dentro de los cuales toda hermenéutica o exégesis debía mantenerse para que no
cayera en conclusiones erróneas. Se podría decir que es obra de Ireneo el hecho
de haber establecido la Regula Fidei
como un principio hermenéutico que debía iluminar y guiar toda interpretación
de la Sagrada Escritura.
Ireneo, junto a la Regula Fidei, estableció otro principio hermenéutico llamado Analogia Fidei, este también debía
iluminar y orientar la interpretación de la Sagrada Escritura. Según esta, Dios
es el autor del Antiguo y del Nuevo Testamento, por lo tanto, no se puede
contradecir a sí mismo. Para la Analogia
Fidei Dios es el único y verdadero autor de ambos testamentos, esta es la
razón por la cual no puede existir una contradicción en el momento de
interpretarlos.
Ireneo elaboró también una serie de elementos
hermenéuticos que constituyeron o conformaron una teoría hermenéutica, entre otros
sostenía que en la lectura de la Sagrada Escritura se debe empezar leyendo las
páginas más claras y asequibles para más tarde interpretar las oscuras y
difíciles. También sostenía que allí donde nuestra inteligencia no alcanzaba la
plena comprensión, se debía respetar el misterio y, por lo tanto, la
hermenéutica no debía perderse en cuestiones que no tuvieran ninguna utilidad.
En la elaboración de su propuesta
hermenéutica, Ireneo sostenía que el Verbo habla a través del Espíritu Santo
tanto en Antiguo como en el Nuevo Testamento; el mismo Espíritu recapitula todo
en Cristo, ya que la Sagrada Escritura tiene su culmen en Cristo, pues Cristo
se constituye en la unidad tanto de lo creado como de lo increado. San Ireneo
fue también el autor de un libro que lleva por título La Demostración (Epideixis),
texto que es considerado como la primera síntesis de teología bíblica y que se
convertirá en el modelo de las síntesis catequéticas futuras.
3.3. La
escuela de Alejandría.
3.3.1.
Filón de Alejandría.
La escuela de Alejandría le daría un nuevo
impulso a la hermenéutica bíblica, justamente en Alejandría ya Filón se había
servido en gran medida de la filosofía griega para explicar la Sagrada
Escritura, pero además había hecho uso del método alegórico para comprender el
texto Sagrado.
3.3.2.
Clemente de Alejandría.
Este Padre de la Iglesia reemprendió la
obra iniciada por Filón; Clemente, siguiendo sus pasos, encontraba en la
Sagrada Escritura dos sentidos: el primero es lo que se llama el sentido obvio,
evidente y que se puede considerar como el sentido literal. El segundo es el
escondido o recóndito, que coincidía con el alegórico. Este solo se hace
evidente, patente y claro a aquellos cristianos que han alcanzado la verdadera
gnosis, la verdadera sabiduría.
Clemente consideraba que la Sagrada
Escritura tiene como autor al Verbo y, por lo tanto, toda ella se puede
considerar como un testamento único. Tal es el caso del Antiguo Testamento que
tiene como sentido escondido y oculto a Cristo, sin embargo, es posible comprenderlo
dentro de él, utilizando el método alegórico o la simbología. Sostenía Clemente
que para que el método alegórico no cayera en afirmaciones de carácter gnóstico
debía mantenerse dentro de los límites de la Analogia Fidei (La analogía de la fe), y dentro de los límites de
la tradición eclesial tal y como lo había afirmado san Ireneo. Sostenía que el
Nuevo Testamento tiene un sentido simbólico de carácter apocalíptico, el que se
debía revelar al verdadero cristiano.
Consideraba que el simbolismo no es algo que
se presentaba de modo exclusivo entre los dos Testamentos; él extendía el
carácter simbólico al cosmos, dándole así un carácter simbólico. A partir de
este carácter simbólico-cosmológico los griegos podían ascender al conocimiento
de Dios por medio de la conciencia. Por lo tanto, consideraba que existe una
cierta unidad entre la conciencia, la creación, la razón y la revelación. Así
es como el cosmos, para Clemente de Alejandría, adquiría rasgos sacramentales
que revelaban la experiencia de lo divino y la sacramentalidad de la Iglesia.
Estas
razones expuestas anteriormente permiten concluir que la escuela de Alejandría
enfatizó de modo particular y preponderante el método alegórico, ya que el
cosmos, la Iglesia, la relación entre el Nuevo y el Antiguo Testamento se hacen
comprensibles a partir de la gran carga simbólica contenida en ellos.
3.2.3.
Orígenes.
Sin embargo, Orígenes es considerado el más
grande de los maestros del método alegórico en la escuela de Alejandría. Este
pensador en su texto De Principiis ha
dejado como legado su teoría hermenéutica, exponiéndola con gran claridad. Sin
embargo, ya para su época, fue acusado de no haber usado el método literal,
considerándolo por ello un antiliteralista. A pesar de todo, esta fue una tesis
que ya sus contemporáneos llegaron a poner en duda e incluso llegaron a
refutarla. En efecto, cuando Orígenes, en su famoso texto Hexáplas se preocupaba por mostrar o transcribir el Antiguo Testamento
en seis columnas, demostraba el gran interés que tenía por establecer el
sentido gramatical o literal que hoy se reconoce desde la hermenéutica. También
es cierto que en esta tarea, cuando utilizaba el método hermenéutico literal,
anticipaba o precedía su opción por el método alegórico, al que se dedicaría
durante el resto de su producción hermenéutica.
Orígenes tenía un gran conocimiento sobre
la exégesis rabínica de sus contemporáneos, conocía las interpretaciones, que
sobre la Sagrada Escritura, había elaborado Filón de Alejandría así como las
producciones alegóricas que en su tiempo habían elaborado las fuentes paganas.
En este autor encontramos que lo que él llamaba alegoría corresponde a lo que
hoy llamamos hermenéutica literal, y lo que él llamaba el método literal
correspondía con la lectura textual de los rabinos, a los cuales él les
dedicaba una interpretación textual y gramatical. En este sentido es necesario
recalcar que estos últimos realizaban interpretaciones literales de las
metáforas, ellos hacía especulaciones sobre cada palabra del texto sagrado.
Consideraba Orígenes que una prueba
irrefutable de que las Sagradas Escrituras que nos hablan, son a su vez palabra
de Dios, es Dios mismo quien nos habla, está en el hecho de que la religión de
Cristo es recibida por todo el mundo, y con dicha recepción, suscita
sentimientos de inspiración en quienes las reciben. Según este pensador se
presentaba una contraposición entre la ley de Moisés, que, aunque tiene su
propio brillo y esplendor, sin embargo, estaba ensombrecida; este velo que
ensombrecía la ley de Moisés, adquiría pleno brillo y esplendor con la venida
de Cristo. Con la encarnación del Verbo se han hecho evidentes las riquezas que
contenía la ley de Moisés.
Orígenes consideraba también que el sentido
literal de la Sagrada Escritura oculta y ensombrece el verdadero mensaje de lo
que ella quiere decir. La verdadera sabiduría contenida en la Sagrada Escritura
no es evidente por sí misma, más aún cuando nuestra fe débil necesita fundarse
en Jesucristo. Esta es la razón por la cual comprender la verdadera sabiduría y
el verdadero sentido se han de convertir en una tarea y en un proyecto de vida
para el creyente. Esta es la razón por la cual Orígenes daba el salto
hermenéutico desde el sentido literal hasta el sentido alegórico. De aquí se
desprende otro principio fundamental en la propuesta hermenéutica de Orígenes,
a saber: que se debía presentar una correspondencia y adecuación entre la
revelación interna, es decir, el sentido de la palabra de Dios impreso en
nuestros corazones y la experiencia externa, es decir, el carácter profético y
kerigmático que ella suscitaba en nosotros.
La opción de Orígenes por asumir el método
alegórico, y por dejar a un lado el método literal para interpretar el texto
sagrado, hay que ubicarla dentro de un ambiente que asume polémicamente el
judaísmo y contra el gnosticismo.
Por un lado, Orígenes encontraba en el
método alegórico una defensa para justificar un sentido escondido o misterioso
de la Sagrada Escritura, especialmente en algunas narraciones del Antiguo
Testamento, que ante los ojos de algunos cristianos no letrados resultaban
escandalosas, pero también el método alegórico le servía a Orígenes para
defender el carácter divino y misterioso del Antiguo Testamento frente a
algunos gnósticos que creían que este era obra de una divinidad malvada, un
demiurgo malvado.
Frente a estos, Orígenes proponía el principio
hermenéutico que, a su parecer, debía orientar la lectura y la interpretación
de la Sagrada Escritura: dicha interpretación debe atenerse, orientarse y
regirse por la norma de la Iglesia Celeste de Jesús, y esta a su vez, debía ser
entendida y comprendida bajo los parámetros que demarca la sucesión apostólica.
Con esto, no se limitaba solamente a proponer unas reglas o unas normas para
leer e interpretar la Escritura, sino que reconoce de modo sustancial que la
vida en el Espíritu, la voluntad de Padre Celestial transmitida por Jesucristo
a sus apóstoles y estos a su vez la transmitieron a sus sucesores, esta es la
norma de fe, la regula Fidei que
debería orientar toda lectura e interpretación de la Sagrada Escritura y de la
espiritualidad cristiana. Pero aún más, la Regula
Fidei, habría de servir como elemento precomprensivo, previo o si se
quiere, ella debía ser el prejuicio que debería orientar la interpretación, la
exégesis y la lectura de la Sagrada Escritura, más aún en aquellos pasajes del
Antiguo Testamento que presentan alguna dificultad en su interpretación.
Orígenes reconocía que en la interpretación
del Nuevo Testamento se presentan muchas dificultades, las que han de ser
leídas e interpretadas desde la misma Regula
Fidei. Según este principio, nos encontramos ya en Orígenes varios
problemas que la hermenéutica contemporánea, desde la propuesta heideggeriana y
gadameriana aborda: la precomprensión y el prejuicio.
En esta síntesis sobre la propuesta
hermenéutica de Orígenes no se puede dejar de lado la triple distinción que este
autor hacía sobre el sentido; en efecto, él destacaba tres sentidos que son: el
material, el psíquico y el espiritual. Esta triple distinción es sustentada
sobre una base antropológica. La primera correspondería al cuerpo, la segunda al
alma y la tercera al espíritu. También consideraba este que existen tres tipos
de receptores que se corresponden con estos tipos de sentido: los roedores que
son aquellos que se quedan satisfechos con las simples narraciones bíblicas; los
proveedores, que son aquellos a los cuales la Sagrada Escritura les indica una
vida moral para llegar a la perfección, y los espirituales, que son aquellos a
los cuales se les destina la alegoría. En lo que respecta al sentido literal,
corporal o material no siempre llega a concretizarse, no siempre llega a ser un
verdadero sentido, esta es la razón por la cual este sentido se ve estimulado
cada vez más en la búsqueda de un sentido que sea inteligible.
En cuanto al sentido psíquico sostenía
Orígenes que quien principalmente lo utiliza es san Pablo, en I Cor. 9, 9 donde
interpreta el bozal del buey que trilla desde Deut. 25, 8 y lo equipara con la
recompensa que debe recibir el apóstol que predica el evangelio.
El sentido espiritual se puede deducir de
ciertos pasajes bíblicos tales como Heb. 10, 1 que, leído desde el Antiguo
Testamento, se convierte en la clave para interpretar lo que está por suceder.
En I Cor. 2, 2-8 nos encontramos con el misterio que se predica a los
espirituales, así como los misterios dedicados y destinados para ellos. También
I Cor. 10, 11 presenta los acontecimientos sucedidos en los momentos presentes
desde lo narrado en el libro del Éxodo, pues estos últimos prefiguran aquellos.
San Pablo habla del método alegórico en Gal. 4, 21-24.
Orígenes sostenía que la esencia de la
alegoría y del sentido espiritual es el misterio de la Santísima Trinidad, la
Encarnación, la creación del mundo y el pecado del mundo; según este pensador
este sentido alegórico es que le da coherencia interna y una lógica secuencial
a la Sagrada Escritura porque muchas veces en algunas secciones legales y
narrativas del Nuevo Testamento se pueden encontrar algunas incoherencias.
Contra Orígenes se puede alegar el hecho de
que, en algunos momentos, lo que él llama sentido alegórico correspondería con
lo que hoy se llama semiótica, pues lo que él llama sentido alegórico, en
realidad es modernamente el sentido literal.
Orígenes muchas veces no lee la Escritura
para ver lo que el autor del texto quiere decir o intenta decir, y por medio de
él lo que el autor divino intenta decir, sino que parte del hecho a priori de
la doctrina cristiana impresa por Dios en el corazón de los creyentes y se
encuentra reflejada en el texto bíblico. Según Orígenes, todo lo que se puede
leer en el Antiguo Testamento sobre Israel y Judea, especialmente las profecías
que hacen relación al pueblo hebreo, deben entenderse como una explicita
referencia a Israel según el Espíritu, es decir, hacen referencia a la
Jerusalén celestial; pero las mismas, según el sentido espiritual pueden
referirse al alma. Para Orígenes toda la Escritura tiene un sentido espiritual,
alegórico pero todos los versículos tienen un sentido literal.
3.4. La
escuela de Antioquía.
Mientras que, según la concepción general,
la escuela de Alejandría enfatizaba el sentido alegórico, la escuela de
Antioquía, en contraposición enfatizaba el sentido literal. Aunque esta
contraposición hoy por hoy no es tan radical porque también algunos
representantes de la escuela de Antioquía recurrieron en algunos momentos al
método alegórico, especialmente en el género homilético.
El principal representante de la escuela de
Antioquía fue Diodoro de Tarso; este tuvo como discípulo a Teodoro de
Mopsuestia y a Juan Crisóstomo. Estos tres autores utilizaban el método literal
para interpretar la Biblia, el que más se destacó en el uso de este método fue
Teodoro de Mopsuestia que admite un sentido mesiánico en cuatro salmos: el 2,
el 8, el 44, y el 109. Consideraba que el Cantar de los Cantares no tenía un
carácter sacro pues, según este autor, este libro es solo un canto de amor
entre dos enamorados.
Los hermeneutas de la escuela de Antioquía
partían del fundamento hermenéutico que ellos llamaban teoría (Theoria) o visión. Sobre ella no había
unidad de criterios, pero Diodoro nos da una idea más o menos acertada de cómo
interpretar la teoría cuando sostiene que la historia del texto bíblico es la
base sobre la cual se sustenta toda otra propuesta hermenéutica, es decir, que
la teoría tiene su fundamento en la historia. La teoría también incluye un
estudio del texto bíblico desde el método literal, desde el método anagógico y
el sentido alegórico. La teoría trata de dar cuenta de los errores que se
puedan encontrar en el texto bíblico, así como de la verdad inherente a él. La
teoría no puede refutar la historia del texto bíblico. Sostiene Diodoro que la
alegoría que aparece en Gal. 4 no es otra cosa que teoría, pues se basa en la
historia. Por esta razón, se puede decir que la teoría se equipara a la
tipología, la que en última instancia hacía parte de la intención del escritor
sagrado.
En la theoría nos encontramos con dos
funciones: el tipo y el anti-tipo, estas son explicadas por Teodoro de
Mopsuestia en el texto que este escribiera y que lleva por título Introducción
a Jonás. Según este texto, el profeta predice un hecho que deberá acontecer en
la historia y que tiene una analogía con otro hecho principal que habrá de
suceder en el futuro, tal es el caso de la serpiente, que colocada en el estandarte,
servía como medicina para los israelitas que, en medio del desierto, eran
mordidos por las serpientes; este hecho, que colocado en la historia del pueblo
de Israel, sirve como analogía para que leído desde la cruz de Cristo, en la
historia de la salvación, y predicho por los profetas, todos los hombres,
también los israelitas al mirar al crucificado encuentren en Él la salvación.
La serpiente y la cruz se presentan bajo la función del tipo y del anti-tipo,
la una prefigura a la otra, la primera ha de ser leída e interpretada desde la
segunda. Según san Juan Crisóstomo no es necesario que el tipo sea diferente
del anti-tipo, pues si el uno es diferente del otro, entonces el uno no será
figura del otro. Tampoco es necesario que el uno sea semejante al otro de modo
completo y total, porque de esa manera la figura no sería otra cosa más que la
verdad, entonces ¿en qué consiste la relación entre el tipo y el anti-tipo? ¿en
qué consiste la relación entre figura y verdad? Consiste en el hecho de que de
ambas partes se recibe el mismo beneficio: de una parte la salud y el remedio
corporal, de la otra parte la salud y el remedio espiritual, es decir, la
salvación. La tipología es una profecía que se ha de anunciar mediante o través
de la palabra. San Juan Crisóstomo sostiene que algunos se pueden comprender
según el sentido literal (según la palabra y la gramática) y otros según el
sentido teórico, y otros han de entenderse en sentido metafórico. También
sostiene san Juan Crisóstomo que el significado tipológico de la Sagrada
Escritura debe ser explicado desde la misma Sagrada Escritura, pues siempre se
cae en el peligro de la fantasía. Esta es la razón por la cual los autores de
la escuela de Antioquía se apoyan, con mucha frecuencia, en las citaciones y
alusiones del Antiguo Testamento.
Los autores de la escuela de Antioquía,
para obtener el sentido literal, han antepuesto a sus comentarios
escriturísticos lo que hoy se llama una introducción especial. En ella
indicaban el autor sagrado, el objetivo del escrito, el tiempo y el lugar en
que fue compuesto el texto en cuestión. Los autores de la escuela de Antioquía
utilizaban el método alegórico en las obras dedicadas a la oratoria. Este hecho
no lo realizaban en las obras exegéticas especialmente dedicadas a las controversias
teológicas.
De entre los autores de la escuela de
Antioquía, san Juan Crisóstomo, además de dedicarse a la doctrina de la
theoría, tiene otra doctrina llamada de la condescendencia o sinkatábasis (ϛινκαθαβασις) y en ella trata de
explicar los antropomorfismos a los cuales recurre la Sagrada Escritura o
también para tratar de explicar las metáforas. Según esta teoría, san Juan
Crisóstomo sostiene que Dios jamás se muestra tal y como Él es en su ser, sino
que Él se muestra tal y como puede ser comprendido por las diversas criaturas
en los momentos de su propio estado de madurez, esto sucede tanto en el Antiguo
como en el Nuevo Testamento. Sostiene san Juan Crisóstomo que Jesús mismo habla
con condescendencia para manifestar la realidad de su propia carne y para que
sus oyentes pudieran entenderlo. De esta manera, Jesús, manifiesta su propia
humildad y se diferencia del Padre Celestial.
También san Juan Crisóstomo hace referencia
a la akribela tes didaskalias o la precisión de la doctrina. Según esta
doctrina, la biblia no contiene nada que sea superficial, nada que sea
contradictorio o falso, la verdad de la Sagrada Escritura se extiende a las
diferentes circunstancias del tiempo y a las diversas condiciones de las
personas.
Sostiene san Juan Crisóstomo que las
divergencias que existen entre los distintos evangelios son accidentales y que
la doctrina inherente a ellos es una verdadera sinfonía. Pero aunque Dios
siempre se abaja para que los hombres podamos conocerlo, a través de su
palabra, y a pesar de nuestra limitación, jamás podremos conocerlo
completamente. La palabra de Dios es una carta dirigida no solo a Israel sino
también a la Iglesia y a toda la humanidad. La sagrada Escritura es una carta
escrita en tono afectivo, en la que Dios utiliza el lenguaje de los agentes
para conducirlos a la visión de Dios. Esta es la razón por la cual san Juan
Crisóstomo considera que la sagrada Escritura debe leerse con la debida ascesis
espiritual.
3.5.Los
Padres Capadocios.
Los Padres Capadocios pueden considerarse
como un puente que se extiende entre Orígenes y los autores de la escuela de
Antioquía. Ellos se interesaron más en lo que se podría llamar teología
bíblica. San Gregorio de Niza era contemporáneo de Diodoro, elabora su
propuesta teológica recurriendo al sentido literal del texto sagrado con la
intención de conocer lo que Moisés había querido enseñar a la humanidad
respecto al designio de Dios en la historia del hombre. Según esta perspectiva,
San Gregorio de Niza habla de akolouthia o el acompañamiento lógico entre la
acción de Dios y los hechos históricos. Esto puede aplicarse tanto al Antiguo
como al Nuevo Testamento.
San Gregorio de Niza, haciendo referencia a
su propuesta teológica, dice que respecto al sentido y al significado de la
cruz, si esta contiene otro significado más profundo lo saben aquellos que
están familiarizados con la interpretación mística. Pero lo que hemos heredado
de la tradición es que todo lo que ha estado dicho y hecho en el Evangelio
tiene un significado divino más elevado, de aquí san Gregorio de Niza desprende
un principio hermenéutico para interpretar la relación e interacción entre lo
humano y lo divino; principio que como ya se ha insinuado se llama akolouthia o
acompañamiento lógico entre la acción de Dios y los hechos históricos. La
palabra y la acción acontecen de modo humano pero su significado más profundo y
secreto indica e irradia la divinidad. Sin embargo, el gran peligro es que
aquí, por prestar atención a uno de los dos polos de la acción se olvide o se
descuide el otro.
3.6.Los
Padres Latinos.
De entre los Padres Latinos nos vamos a
detener fundamentalmente en san Jerónimo y en san Agustín. Este último ha
influido en la exégesis medieval con su propuesta hermenéutica.
3.6.1.San
Jerónimo.
La contribución hermenéutica realizada por
san Jerónimo ha hecho que él sea considerado el padre de la exégesis
científica. San Jerónimo insiste en la importancia que tiene en la labor
exegética el conocimiento de las lenguas hebrea y aramea para estudiar el
Antiguo Testamento e insiste en también en la superioridad del texto original
sobre la versión de los LXX.
También es mérito de san Jerónimo el hecho
de haber recurrido a la crítica textual, no solo usa la hexapla sino que siendo
él amanuense, realiza comparaciones entre los distintos manuscritos, para
realizar la crítica interna y para corregir los equívocos.
San Jerónimo prefiere el canon breve en las
controversias, está siempre atento a las opiniones exegéticas aún de los que no
están investidos de autoridad, y de esta manera, a sí mismo se considera un
simple investigador. Tiene una gran estima por la ortodoxia sobre todo cuando
se trata de interpretar la Sagrada Escritura. También recurre algunas veces al
método alegórico, dándole un carácter de obligatoriedad a la alegoría, pero siempre
teniendo el sentido literal como el sentido por excelencia. San Jerónimo
considera que el Antiguo Testamento, desde las profecías, hace referencia a la
economía de la salvación cristiana y hace referencia a Cristo. San Jerónimo
conoció también las interpretaciones rabínicas midráshicas. Su traducción de la
Vulgata, desde los textos originales en el Antiguo Testamento, y su versión de
la Vetus latina en el Nuevo Testamento han provisto a la Iglesia romana con su
versión oficial de la Biblia.
3.6.2.San
Agustín.
San Agustín no tiene muchas obras dedicadas
a la exégesis bíblica, sin embargo, y a pesar de ello, cuando se dedica a la
interpretación de la biblia lo hace con mucha seguridad. Básicamente, en este
breve recorrido histórico sobre exégesis bíblica, nos limitaremos a enunciar
los principios hermenéuticos que determinan su interpretación de la biblia.
Principios que él mismo sintetiza en los libros segundo y tercero De Doctrina Christiana.
En el libro primeo De Doctrina Christiana,
san Agustín ha delimitado lo que es el objetivo del estudio de la Sagrada
Escritura. según él, el objetivo del estudio de la Sagrada Escritura es la
Caridad. La biblia es el medio para alcanzar dicho objetivo. Las reglas o
principios que enunciará en los libros segundo y tercero no tienen, según él,
un enfoque científico en sí, sino que han de servir para edificar la vida
cristiana.
En la propuesta hermenéutica de san Agustín
es necesario establecer la distinción entre cosa y signo, de ellos y de la
relación que se establezca entre ellos, puede establecerse el sentido, y de
éste puede establecerse el pensamiento. Los signos pueden ser naturales o
datos, y estos pueden ser propios o impropios. Sostiene nuestro autor que tal
confusión entre los signos es lo que hace que la interpretación de la Sagrada
Escritura sea oscura, esto sucede para que el hermeneuta sea humilde ante la
presencia de Dios y para estimular la inteligencia. También sostiene san
Agustín que para superar estas dificultades es necesaria la humildad y la
purificación interior.
San Agustín sostiene que en la escritura
canónica, y sugiere que sea leída en su totalidad, se encuentra tolo que
necesitamos para nuestra fe y nuestras costumbres. Para saber cuáles libros son
o no son canónicos es necesario examinar cuáles iglesias los aceptan o no los
aceptan como canónicos. El valor canónico va a depender de la mayoría de
iglesias que los acepten como canónicos o del peso que los libros tienen en
estas iglesias. Agustín aceptaba el canon largo que después se definirá en Trento.
También sostenía que para superar las dificultades que se encuentran en los
signos propios es necesario conocer las lenguas originales, es decir, el griego
y el hebreo porque también las
metáforas deben ser traducidas en metáforas que les correspondan.
San Agustín consideraba que para
interpretar las locuciones figurativas es muy importante conocer las lenguas
originales, también sostenía que los demás saberes pueden llegar a ser útiles
en la interpretación de la Sagrada Escritura; en este sentido, enfatiza la
matemática, la música, la dialéctica y la lógica, y que son los saberes
precursores de las ciencias auxiliares.
San Agustín encuentra que en la lectura e
interpretación de la Sagrada Escritura pueden surgir ambigüedades, para
resolverlas el intérprete debe recurrir a la Regula Fidei ya que en ella se
encuentra la vivencia y la proclamación plena de la Sagrada Escritura y de la
fe tal cual ha sido proclamada y transmitida por la Tradición. Si las
ambigüedades no se resuelven desde la Regula Fidei es necesario recurrir a los
textos y sermones de los Padres de la Iglesia que nos precedieron en la
proclamación de la fe, y si todavía persiste la dificultad, el intérprete es
libre para escoger la interpretación que más se adecua al texto que se está interpretando.
Lo que Agustín quiere indicar es que la interpretación de la Sagrada Escritura
no se debe hacer contra o sin tener en cuenta la doctrina de la Iglesia, ni
contra la Analogía Scripturae. Después, la interpretación de la Sagrada
Escritura debe encaminarse a revisar el texto dentro del contexto filológico,
es decir, mirar cómo se puede interpretar el texto desde la filología. Una vez
que se ha establecido el sentido literal del texto, es necesario realizar una
distinción en las locuciones impropias y la metáfora que porta en sí un sentido
espiritual. De este modo, Agustín está recurriendo sentido literal, pero
también al sentido metafórico, al sentido espiritual y al sentido filológico.
Agustín sugiere que las metáforas pueden tener un sentido pagano, pero deben
ser leídas desde principios hermenéuticos espirituales. Sostiene nuestro autor
que las metáforas que se encuentran en la literatura pagana tienen un sentido
vacío. En cambio las metáforas leídas desde un sentido espiritual han de
aportar elementos para la edificación en la vida cristiana.
Otro de los grandes peligros en los que se
puede caer cuando se interpreta la Sagrada Escritura es interpretar
metafóricamente una proposición o locución gramatical y literal. San Agustín
propone el principio hermenéutico según el cual, el texto por interpretar debe
inspirar, mover y motivar a la caridad, de no suceder esto, entonces el texto
se debe interpretar alegóricamente. Sin embargo, se debe tener cuidado para no
interpretar ciertos preceptos de la manera antes mencionada, de los contrario
no se ajustarían a la Tradición ni a las costumbres, porque en este caso se
perdería el objetivo que es aquel de la búsqueda del amor más alto.
Si una narración bíblica que se debe
interpretar no dispone a la persona para alcanzar la santidad, entonces esta
debe ser metafóricamente o figurativamente leída. Por lo anteriormente visto,
se puede apreciar que Agustín por encima de todo, le otorga una primacía al
método hermenéutico literal, sin embargo, no descarta ni un sentido metafórico
o alegórico, tampoco se rehúsa a leer el texto sagrado buscando en él un
sentido espiritual. Esta es la manera como él, como cristiano, lee e interpreta
el Antiguo Testamento.
Agustín de Hipona incluye dentro de su
propuesta hermenéutica lo que hoy se podría llamar el sentido pleno (Sensus
Plenior). Dentro de este orden de ideas, Agustín reconoce que el verdadero
sentido de la interpretación de las Sagradas Escrituras debe encaminarse a
descubrir lo que el verdadero autor de la biblia quiso decir, ya que es el
Espíritu Santo el verdadero autor de la biblia que inspira al autor del texto
sagrado. Dios habla a través del Espíritu Santo para inspirar al autor del
texto sagrado. Si en nuestro esfuerzo por interpretar el texto sagrado, nos
encontramos con dos o más dificultades interpretativas diferentes, no nos
debemos asustar, porque es posible que el autor humano de la Sagrada Escritura
haya previsto y percibido dichas dificultades o al menos las haya intuido, es
necesario relacionarlas con la analogía de la Sagrada Escritura, es decir,
resolverlas desde la misma Escritura, pues esta se resuelve a sí misma. También
para resolverlas se puede recurrir a la Regula Fidei, pues la fe vivida por la
comunidad cristiana puede convertirse en principio hermenéutico, y en última
instancia se puede recurrir a la analogía de la razón pues es la que ayuda a
comprender la fe.
Agustín también tiene conocimientos acerca
de los tropos, es decir, el sentido de las parábolas, el sentido de las
alegorías y el sentido de los enigmas, que eran para su época los géneros
literarios clásicos. El principio hermenéutico que debe orientar la
interpretación de los tropos es que el sentido de una locución se debe
interpretar según el género al cual pertenece.
San Agustín, en el libro tercero De
Doctrina Cristiana concluye su texto con una recensión de las siete reglas
hermenéuticas de Ticonio, un donatista que había elaborado un comentario sobre
el libro del Apocalipsis, estas se pueden resumir de la siguiente manera:
Primera. Lo que se aplica al Señor
Jesucristo también se puede aplicar para la Iglesia y viceversa. Es decir, el
principio hermenéutico el cual se debe interpretar la Iglesia es el Señor
Jesús. Ambos, Jesús y la Iglesia deben interpretarse e iluminarse mutuamente.
Segunda. La segunda regla sostiene que en
la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo, existen algunas personas que no lo
acompañarán o estarán con Él en la eternidad. Esta segunda regla hermenéutica
enuncia el principio según el cual Cristo es el centro, el origen y la
finalidad en la vida del cristiano. El cristiano que aspira a gozar de la vida
eterna con Cristo, debe leer y releer, interpretar y reinterpretar su vida a la
luz de Cristo.
Tercera. La tercera regla se refiere a la
relación que se debe establecer entre la naturaleza y la gracia, la letra y el
espíritu. En ningún momento se debe valorar tanto la naturaleza, la materia y
el cuerpo que se elimine la gracia. La gracia debe ser un principio
hermenéutico que ayude a leer, interpretar, valorar y revalorar tanto a la
naturaleza como a la materia y al
cuerpo. De la misma manera que la letra no puede sobrevalorarse tanto que mate
el Espíritu. La interpretación de la palabra de Dios siempre ha de tener como
horizonte de comprensión la gracia del Espíritu Santo, pues este es su autor.
Cuarta regla. Esta hace referencia a lo que
hoy se llamaría, desde la hermenéutica, el círculo hermenéutico. Según este, la
parte debe ser leída desde el todo, el todo debe ser leído desde la parte. San
Agustín sostiene que todo lo que en las Sagradas Escrituras se dice sobre
Jerusalén, sobre Judea y sobre Babilonia debe aplicarse a la Iglesia. En este
sentido, la invitación de san Agustín es la de interpretar y la de leer
metafísicamente a la Iglesia, como la nueva Jerusalén. Interpretar a la Iglesia
como el nuevo pueblo de Israel, y descubrir los rasgos y las relaciones que se
pueden encontrar entre Babilonia y la Iglesia.
Quinta regla. Esta se refiere al problema
de la temporalidad, ya que en algunas expresiones bíblicas, en algunas
metáforas bíblicas la parte o la singularidad temporal debe aplicarse a la
totalidad del tiempo. Tal es el caso de los siete días que duró la creación,
esto debe aplicarse a la totalidad del tiempo que duró la creación. Los tres
días de la resurrección se deben aplicar al tiempo de la salvación y de la
resurrección.
Sexta regla. Esta hace referencia a las
recapitulaciones que debe hacer el hermeneuta, el intérprete o el exégeta sobre
todo cuando el orden cronológico no sigue un orden lógico. Aquí es necesario
insistir en que cuando no se está recapitulando permanentemente puede caerse en
el peligro de la divagación y la especulación.
Séptima regla. El cuerpo alejado de la
gracia y del espíritu es el lugar donde habita el diablo.
Más allá de los principios hermenéuticos
que se han acabado de enunciar es necesario recalcar que la actividad
hermenéutica de san Agustín se fundamenta tanto en el método alegórico que
utiliza en sus homilías, como en el simbolismo numérico y tipológico que
utiliza con cierta frecuencia. En las obras en las que se dedica a
controvertir, es decir, las obras apologéticas, el santo de Hipona recurre al
método hermenéutico literal o gramatical, ya que desde este se pueden extraer
argumentos tipológicos. San Agustín considera que de la alegoría o simbología
no es posible traer este tipo de argumentos tipológicos. Finalmente es
necesario recordar que san Agustín va a distinguir cuatro tipos de sentidos: en
un primer momento distingue el sentido literal, en un segundo momento el
sentido anagógico, en un tercer lugar el sentido alegórico y finalmente el
sentido asertivo que consiste en dar la razón por aseveración.
4. La
hermenéutica medieval.
El Medievo ha realizado una gran actividad
respecto a la hermenéutica bíblica. Esto queda testimoniado por ejemplo en la
gran actividad exegética que se realiza en los monasterios desde el ejercicio
de la Lectio Divina; después surgen las escuelas catedralicias y monásticas que
más tarde se han de convertir en las universidades. De estas saldrá la cátedra
sobre la Sacra Pagina, de entre estas sobresale la Sacra Pagina de Hugo de san
Víctor en París.
También surgen en el Medioevo las Catenae, que consisten en selecciones de
textos de los Padres de la Iglesia, donde estos comentan, interpretan y
analizan pasajes particulares de la Sagrada Escritura; especialmente es de
resaltar la Catena Aurea de santo Tomás de Aquino en la que se dedica al
estudio del cuarto evangelio. Para esta época, especialmente se retoman los
Padres de la Iglesia Latina, con san Agustín a la cabeza, y los Padres de la
Iglesia Griega. Para esta época también aparecerán las Glosas (Glosae), que consisten en notas
marginales en el texto sagrado, y que después han de convertirse en verdaderos
y propios comentarios. En este sentido se recuerda de modo muy especial la
labor que realizara Andrés de san Víctor.
Los exégetas bíblicos católicos tienen
también contacto con la labor realizada por los Rabinos de la época; la intención
era tratar de acercarse más al horizonte conceptual desde el cual se realizaba
la labor hermenéutica de los hebreos. De manera paradójica, y a pesar de toda
esta actividad exegética, se da muy poco progreso en el campo del
descubrimiento de nuevos principios hermenéuticos.
Una de las principales tareas realizadas en
el medioevo consistió en el hecho de haber elaborado una codificación de los
principios hermenéuticos enunciados por los Padres de la Iglesia. En este orden
de ideas, se distinguieron cuatro sentidos: alegórico, literal, moral y
anagógico. En consonancia con esto, por ejemplo, se podría realizar
perfectamente desde un solo dato evangélico varias interpretaciones, en este
sentido se podría decir que Jerusalén es en sentido literal la capital de
Israel, según este sentido es una ciudad geográfica e históricamente situada.
En sentido alegórico Jerusalén hacer referencia a la Iglesia. La nueva
Jerusalén hacer referencia a la patria celeste y en este sentido puede hacerse
una interpretación anagógica. Finalmente los estados del alma hacen referencia
al sentido moral. Evidentemente el sentido literal es la base sobre la cual se
han de revelar los demás sentidos, sobre todo el alegórico, pues para la época
abunda la alegoría fantástica. El sentido literal tiene una primacía sobre los
demás sentidos pues es la letra, la gramática, el lenguaje el medio a través
del cual los demás sentidos se han de hacer asequibles. En este sentido, ya
para los pensadores del Medioevo era un hecho reconocido lo que hoy desde la
hermenéutica contemporánea se reconoce respecto al lenguaje cuando se le
reconoce como el gran medio universal a través del cual accedemos a la
interpretación.
El lenguaje es el medio universal a través
del cual accedemos a la comprensión (Gadamer Verdad y método 461ss). La disputa entre literalistas y alegoristas
en el Medioevo es interesante porque muchos de los que recurrían a la alegoría
terminaban en la fantasía y en la exageración, y la única manera como se podían
contrarrestar estas exageraciones era a partir del uso del método literal. En
este sentido, Hugo de san Víctor se revela contra algunos doctos que habían
caído en el uso desmedido de la alegoría (cfr. Hugo de san Víctor De scripturis et scriptoribus sacris
praenotatiunculae); en este sentido este autor sostenía que la letra (el
sentido literal o gramatical) es el fundamento de la alegoría, también decía
que quien sigue la letra no podrá incidir en el error.
Santo Tomás de
Aquino en la Suma Teológica acepta los cuatro sentidos que se han enunciado
anteriormente y que eran aceptados por sus contemporáneos: literal, alegórico,
moral y anagógico, pero los reduce a dos sentidos que son: el literal (que
comprende el histórico, el etiológico y el analógico) y el espiritual (que
comprende el sentido alegórico, tropológico o moral y anagógico). El propio
santo Tomás, en sus comentarios sobre los escritos paulinos, se ciñe con
frecuencia al método literal, del cual extrae su teología teniendo a la base la
precomprensión de la filosofía aristotélica aprendida de su maestro Alberto
Magno.
5. La Reforma protestante y su aporte a la
hermenéutica bíblica.
Hasta este
momento histórico, tanto los Padres de la Iglesia como los hermeneutas
medievales siempre partieron, en sus interpretaciones de la Sagrada Escritura
del principio de la Regula Fidei. Con
este principio, ellos intentaban no salirse del marco doctrinal planteado por
la Iglesia desde la sucesión apostólica, desde la Tradición y desde la fe
vivida en el seno de la Iglesia instituida por Jesucristo. Después la Iglesia,
a través de documentos conciliares planteaba e instituía ciertos principios y
explicaciones auténticos de pasajes bíblicos.
Sin embargo todo
esto experimentó un cambio radical a partir de la experiencia surgida en la
cristiandad con la Reforma protestante liderada por el monje agustino Martín
Lutero, quien coloca la Palabra de Dios como el centro de toda autoridad, pues
en la Palabra de Dios, es Dios mismo quien nos sale al encuentro, es Dios mismo
quien viene a nuestro encuentro: la palabra predicada resuena como un eco de la
palabra escrita en el texto sagrado. Para Lutero el Antiguo Testamento es
escritura, en cambio el Nuevo Testamento es anuncio y ha sido escrito
sobreabundantemente; también sostiene que la Escritura habla de Cristo y que la
misma es Evangelio, la Escritura se testimonia a sí misma.
Contra lo dicho
desde la Tradición Eclesiástica, Lutero sostiene que no es la Iglesia la que
valida la Sagrada Escritura, sino que la Sagrada Escritura es quien le da
validez a la Iglesia; así como Juan el Bautista, señala y reconoce a Cristo,
sin ser más grande que Él; así la Iglesia valida la Sagrada Escritura pero está
sometida a ella. Con esta posición, Lutero trata de interpretar las palabras de
San Agustín según las cuales él no creería en el evangelio si la iglesia no lo
testimoniara. Sostiene Lutero que la Sagrada Escritura se explica a sí misma,
que es válida en sí misma y que está abierta a toda posibilidad, la Sagrada
Escritura es su propio intérprete.
Desde el punto
de vista hermenéutico, en Lutero podemos encontrar una crítica fuerte contra el
sentido alegórico y contra aquellos que recurren a la alegoría para tratar de
explicar la Sagrada Escritura, pues él reconoce que el verdadero sentido de la
Sagrada Escritura no es la fantasía de los alegoristas sino que el verdadero
sentido de la Sagrada Escritura está en el espíritu del autor. También se
percibe en esta posición luterana una crítica contra todos aquellos que
recurrían al Papa, a la Tradición y a la Autoridad eclesiástica para
interpretar la Sagrada Escritura, igualmente se percibe una crítica contra
aquellos que sostenían que el Espíritu Santo es quien interpreta la Sagrada
Escritura y que por lo tanto hay que pedir la luz del Espíritu para poderla
interpretar. Contra ellos sostiene Lutero que realmente el Espíritu Santo es
quien interpreta la Sagrada Escritura, pero que el Espíritu Santo, sale, brota
de la lectura de la Biblia.
Si Lutero
realiza una crítica contra el sentido alegórico y contra todos aquellos que
recurren al método alegórico para poder explicar la Sagrada Escritura, contra
ellos sostiene que el verdadero sentido de la Biblia es el literal; que solo se
debe recurrir a la alegoría siempre y cuando esta se atenga a la letra; el
sentido literal siempre recurre al sentido simple y claro por sí mismo.
Para Lutero el
principio hermenéutico por excelencia, y al cual se debe recurrir para
interpretar la Sagrada Escritura es Cristo, desde ahí instaura el principio de
la Cristocentralidad según la analogía Scripturae o analogía Evangelii, pero
también sostiene que la Sagrada Escritura no se debe interpretar desde el
magisterio ni desde la tradición. La Sagrada Escritura es crítica por sí misma.
El carácter
apostólico de la Sagrada Escritura no es solamente histórico, ya que apóstol es
aquella persona que anuncia a Jesucristo bajo cualquier circunstancia, sociedad
o régimen. Apóstol es aquel que anuncia a Jesucristo en cualquier
circunstancia, y lo anuncia como Salvador. Lutero hará de este rasgo salvador
de Cristo, y testimoniado por el apóstol, un criterio que revelará el carácter
canónico de la Sagrada Escritura. Desde este criterio hermenéutico dirá que la
epístola del apóstol Santiago y el libro del Apocalipsis tienen menos carácter
de canonicidad, son menos canónicos que los escritos del apóstol Pablo que
revelan el carácter testimonial del apóstol de las gentes.
Para Lutero la
distinción que había identificado el Antiguo Testamento con la ley y el Nuevo
Testamento con el Evangelio y el anuncio no hace justicia en cuanto principio
hermenéutico para interpretar la Sagrada Escritura, y por lo tanto no la acepta
ya que para el monje agustino el Antiguo Testamento puede ser anuncio y también
Evangelio. De igual manera, él considera que el Nuevo Testamento cuando asume posiciones
amenazantes o cuando impone algo puede llegar a ser legalista. Ambos
testamentos son al mismo tiempo promesa y cumplimiento. Desde aquí considera
que el Antiguo y el nuevo testamento pueden llegar a ser considerados tanto
promesa como cumplimiento de las promesas. Pero todo el evangelio subyace
escondido en el Antiguo Testamento, el Nuevo testamento revela dicho evangelio.
Para Lutero, el
Antiguo Testamento es el evangelio, la buena nueva, pero es a la vez “el” libro
por del pueblo de Israel, esta es la razón por la cual, el Antiguo Testamento
adquiere una gran relevancia y una gran preponderancia para nosotros. También
es cierto, según Lutero, que el Antiguo Testamento no nos obliga a nada, y que
solo nos interesa en cuanto indica cómo se debe obedecer a Dios y nos dice cómo
debemos creer en Dios.
Sostiene Lutero
que el Antiguo Testamento es el libro de Cristo, ya que como el texto de la ley
indica y señala a Cristo, pues este testamento nos ayuda a reconocer nuestras
miserias. El Antiguo Testamento, en cuanto promesa y ejemplo mira en la
dirección de Jesucristo y de su Iglesia. En este sentido Lutero reconoce el
verdadero sentido espiritual del Antiguo Testamento.
La carta a los
Hebreos está llena de ejemplos de hombres que, desde la vieja disposición, se
justifican por la fe. También es necesario tener en cuenta que Lutero no acepta
como canónicos los libros Deuterocanónicos del Antiguo Testamento, los que de
hecho son llamados apócrifos por los protestantes.
La ortodoxia
protestante ha sobrevalorado el principio de la Sola Scriptura propuesto por
Lutero; dicha ortodoxia produce una doctrina de inspiración verbal material que
se hacía extensiva a toda tilde, a todo signo masorético de los textos griegos
y hebreos. También la ortodoxia protestante desarrolló, desde ahí, un método
literal material que debía orientar la interpretación de la Sagrada Escritura.
Es claro que el
concilio de Trento asume una posición contra las propuestas luteranas cuando
realiza un elenco de los libros sagrados que deben ser incluidos dentro del
canon, incluyendo los Deuterocanónicos. También cuando declara que la Vulgata
es una versión auténtica y válida para la predicación y para las disputas
teológicas.
Los teólogos
católicos postridentinos no reelaboraron principios hermenéuticos nuevos, sin
embargo, a pesar de la controversia con los protestantes, han debido recurrir
al sentido literal para interpretar la Sagrada Escritura; también han debido
profundizar la noción de inspiración bíblica y desde ahí continuaron con una
subsiguiente práctica hermenéutica.
Melchor Cano en
su texto De locis theologicis del año
1563 hace la distinción entre la revelación propiamente dicha, y que consiste
en las verdades que no se pueden conocer por la razón humana, y por otro lado
reconoce la inspiración, en esta incluye aquellos pasos que pueden ser
reconocibles por el conocimiento humano y que son necesarios para que puedan
ser compuestos sin errores.
Otros teólogos
de la época tienden a considerar la inspiración en los términos de inspiración
verbal, en la cual se incluyen no solo las palabras sino también las ideas. Roberto
Belarmino considera que la inspiración debe hacerse extensiva a toda palabra de
la Sagrada Escritura en cuanto cada palabra contenida en el texto sagrado
pertenece a la fe, siendo a su vez dicha e inspirada por Dios. Estas
posiciones, que fueron llamadas maximalistas, y que eran muy cercanas a las
propuestas reformistas, generaron otras tendencias llamadas minimalistas.
Francisco Suárez
puede considerarse como un defensor del minimalismo cuando abandona la
inspiración referida solamente al aspecto verbal, y cuando considera que el
Espíritu Santo deja libre al autor sagrado para que este escribas las cosas
según su propio ingenio, su erudición lingüística y su propio carácter. También
considera que no es necesario que el autor sagrado sea consciente de ser
inspirado a no ser que se trate de inspiraciones proféticas.
También es
necesario recordar las tesis que fueron motivo de controversia en la
universidad de Lovaina y que promulgara Lessius. La primera de estas sostiene
que no es necesario que cada palabra singular de la Sagrada Escritura sea
inspirada por el Espíritu Santo. La segunda sostiene que no es necesario que
las verdades particulares e individuales, así como las proposiciones contenidas
en la Sagrada Escritura sean inspiradas inmediatamente al autor sagrado. La
tercera tesis sostenida por Lessius afirma que un libro, como el segundo de los
Macabeos, escrito por obra del ser humano, sin estar inspirado por el Espíritu
Santo, el mismo Espíritu Santo atestigua consecuentemente que no existen errores,
entonces el libro se convierte en inspirado. Esta tercera tesis propuesta por
Lessius es llamada la inspiración consecuente.
6. La hermenéutica como problema filosófico-teológico.
6.1 La hermenéutica como problema teológico.
Históricamente
hablando, se puede decir que hasta la época de la Reforma, el problema
hermenéutico bíblico o la interpretación de la biblia se presentó en los
términos de una preferencia por el sentido literal o por el sentido alegórico
que se desprende del texto bíblico, también el problema de la aceptación de la
Tradición eclesiástica o el rechazo de la misma, también fue un problema
central la manera de interpretar la inspiración.
Tanto católicos
como protestantes aceptaban la existencia de un Dios creador y trascendente, y
también existía un común acuerdo en el momento de aceptar el dato de divina
Revelación; también se daba como un hecho la posibilidad de creer en los
milagros, considerar los milagros como un hecho. La sagrada Escritura era
considerada como un libro sagrado e inspirado, el cual se podía interpretar
según cánones particulares, finalmente tanto católicos como protestantes
consideraban la posibilidad dicotómica entre hechos naturales y sobrenaturales.
Todo este
panorama experimentó un cambio radical cuando en entre los siglos XVI-XVII y
desde el campo filosófico surge el movimiento racionalista, el empirismo y la
Ilustración. En el campo literario, y desde el Renacimiento surgen nuevos
manuscritos, nuevas fuentes literarias, también tienen un gran avance el
conocimiento de las nuevas lenguas, pues surgen además del griego y el latín,
que ya no se usaban solamente en los monasterios, surgen las lenguas
vernáculas, también se recurre a la filología, y todo esto genera nuevos
métodos críticos basados en el escepticismo racionalista; en el campo
científico se presenta la primacía de las ciencias positivas y en general todo
lo que se ha llamado la positivización del conocimiento. En el campo histórico
surgen nuevas formas para comprender e interpretar la historia. Esta serie de
fenómenos generan además cambios políticos tales como el surgimiento de la
democracia, el liberalismo, la burguesía, la búsqueda de consensos, etc.
Todos estos
cambios tienen una gran incidencia en manera como se debe interpretar y
comprender la biblia, especialmente fuera del ámbito católico. Esta incidencia
se experimenta como un gran terremoto que hace derrumbar los axiomas más
importantes en la manera de interpretar hermenéuticamente la Sagrada Escritura.
Pero a la par con esto, surge la necesidad de recurrir al estudio hermenéutico
de la Sagrada Escritura de una manera más científica. Con lo anteriormente
mencionado sobreviene un cambio radical en el ámbito de la hermenéutica
bíblica; en este sentido es necesario mencionar a Baruch Spinoza quien fuera el
primer pensador que afrontó el problema de la interpretación de la biblia según
los postulados y principios de la nueva propuesta filosófica.
El postulado
principal del cual parte Spinoza es Deus
sive natura, según este principio Dios no es un ente personal trascendente
sino el impersonal orden geométrico que rige todo el universo, el pensamiento y
las extensión son los modos más propios y característicos de la divinidad. En
el universo tal y como lo concibe Spinoza no pueden acaecer milagros ni tampoco
puede darse una revelación trascendente. También considera este autor que los
propios apóstoles y los profetas atribuyen a Dios sus propios pensamientos y
sentimientos religiosos; en otros términos se puede decir que la divinidad es
una proyección de los sentimientos y pensamientos religiosos de los profetas y
de los apóstoles; Dios es una proyección antropomórfica.
Se puede decir
que el problema que Spinoza se plantea
es la cuestión acerca de cuál es la causa por la que Dios se revela a
los profetas y cuál es el motivo por el cual los profetas agradecen a Dios,
cuál es la esencia de la profecía. La cuestión es que Spinoza se hace la
pregunta acerca de si todo esto sucedió porque los profetas concibieron
pensamientos sublimes sobre Dios y sobre la naturaleza o quizás porque ellos
albergaron centro de sí un profundo sentimiento religioso. Concluye Spinoza
diciendo que la autoridad de los profetas tiene importancia solo en cuanto
estos tienen una práctica ejemplar de la vida y de la virtud verdadera (Tratado teológico político).
Spinoza una vez
que ha investigado la esencia de la profecía pasa a preguntarse acerca del
método para interpretar la naturaleza. En este sentido, sostiene que el método
para interpretar la naturaleza consiste fundamentalmente en ordenar la
investigación de tal modo que desde la observación de hechos seguros se puedan
extraer conclusiones sobre las realidades naturales. De la misma manera, para
interpretar la Sagrada Escritura es necesaria una investigación crítica,
desapasionada y sistemática para extraer consecuencias y principios
fundamentales acertados a la manera de conclusiones legítimas del pensamiento
de los autores de las Sagradas Escrituras (Idem). Todo esto implica la
necesidad de tener conocimientos lingüísticos e indagar, investigar la lengua;
también implica la necesidad de recolectar y clasificar los textos que hablan
de un mismo argumento; además de lo anteriormente dicho es necesaria una
investigación sobre las circunstancias en las que se desenvuelve y desarrolla la
vida del autor sagrado, de los destinatarios a los que éste se dirige, las
costumbres de la época y la historia del texto (Idem).
Las reglas
hermenéuticas que propone Spinoza tuvieron una gran influencia a lo largo de
todo el siglo siguiente a su muerte. Sin embargo, estas reglas ya habían sido
utilizadas por los Padres de la Iglesia de la escuela de Antioquía, y habían
sido avaladas por los numerosos descubrimientos literarios que se habían
realizado en pleno siglo XVII. Sin embargo, solo a finales de este siglo
empiezan a aparecer en la hermenéutica bíblica signos que demuestran que el
racionalismo es la escuela filosófica que predomina y pone las condiciones para
esta época.
El principio
fundamental del cual partía tanto la Ilustración como el racionalismo es que la
razón es el juez supremo que dirime y juzga todo hecho, todo dato o doctrina.
Desde este principio instaurado en la época moderna, el racionalismo trajo
muchas implicaciones para la hermenéutica bíblica. Según lo anteriormente
enunciado, todo dato, todo hecho o toda doctrina que no concuerda con los
esquemas de la razón humana debe ser excluido total o parcialmente. A partir de
este principio y de esta propuesta, los racionalistas empiezan a cuestionar los
milagros, las teofanías, el dato de la encarnación de Cristo, los nacimientos
milagrosos que trae el texto bíblico, así como los textos donde se habla del
fenómeno de la resurrección.
Mientras que
toda la tradición cristiana, en todos estos casos antes mencionados, había
argumentado en favor del hecho de que todos estos fenómenos eran algo posible,
los racionalistas comienzan a argumentar en favor de la imposibilidad de los
mismos y por esta razón empiezan a negar dichas realidades. El fundamento de
tal posición se apoyaba no solamente las doctrinas filosóficas que servían para
argumentar en contra de tales datos bíblicos y de tales hechos, sino que
también la visión mecanicista del mundo y de la naturaleza, que era común desde
la teoría de la gravitación universal propuesta por Newton, servía para
argumentar contra los hechos antes mencionados.
La crítica más
devastadora, en el campo de la interpretación de la Sagrada Escritura, se
realizaba en torno a lo que tiene que ver con la vida de Jesús. Este hecho
puede evidenciarse en el texto Sobre la obra
de Reimarus escrito por Albert Schweitzer en el año de 1906. El problema al
cual Schweitzer quería responder es que en el año de 1774 Lessing, quien puede
considerarse un postilustrado, que se ubica en el Romanticismo alemán, publicó
un manuscrito póstumo de Reimarus donde este explica la vida de Jesús desde un
radicalismo tan grande que caía en un fundamentalismo, hecho este que hasta ese
momento nadie lo había esperado.
Según lo que
dice Reimarus en su texto, Jesús había predicado la cercanía del reino de Dios,
este reino debía ser entendido según el modelo y las enseñanzas de los rabinos
de Israel, quienes sugerían que el reino de los cielos había que entenderlo
desde un punto de vista político. Según Reimarus, Jesús se daba a reconocer a
sí mismo como rey-Mesías delante de algunos de sus discípulos. El hecho de que
Jesús entre en Jerusalén, en un asno, es el signo con el cual se inicia la
revolución. Pero la revolución falla, y Jesús es crucificado. Los discípulos
reclaman el cuerpo de Jesús, ellos dejan descomponer el cuerpo del maestro, y
una vez que esto ha sucedido ellos anuncian la resurrección de Cristo, y se
aferran a la nueva idea mesiánica secundaria del retorno del hijo del hombre.
Justamente, a partir de la predicación, basada en la idea de la resurrección de
Cristo, que realizan los discípulos, se inicia el fenómeno del cristianismo,
fenómeno que Jesús jamás había intentado crear y mucho menos como una
experiencia religiosa. Tampoco, según Reimarus, Jesús realizó ningún milagro.
Considera este autor que el cristianismo es una masa de discípulos ilusos que
surgieron a partir de la fallida marcha de Jesús hacia Jerusalén.
Como era de
esperarse, un texto que propone ideas tan radicales, inicialmente ha generado
mucho escándalo y polémica, pero poco a poco empieza a encontrar defensores e
imitadores. Esta es la razón por la cual, con la obra de Reimarus tiene inicio
la irrupción de la relación entre racionalismo y la vida de Jesús, racionalismo
e interpretación de la Biblia. Evidentemente tal relación ha de traer y de
generar consecuencias grandísimas para la interpretación de la Sagrada
Escritura.
En el año de
1828 H. E.B. Paulus, el más típico de los racionalistas, escribe un libro sobre
su manera de concebir a Jesús desde un punto de vista racionalista. Este autor
considera que los milagros realizados por Jesús son secundarios y que el
verdadero milagro de Jesús es él mismo. Paulus trata de explicar esta hipótesis
de un modo tal que se tocan los límites de la razón. En su argumentación
sostiene que las alteraciones que experimenta la naturaleza, es decir los
milagros, no pueden negar ni explicar las verdades religiosas, los milagros no
tienen ningún significado teológico. Sin embargo, también sostiene que cada
cosa que existe, siendo signo de la omnipotencia divina es ya de por sí un
milagro. Las curaciones de Jesús se pueden explicar, según Paulus, recurriendo
a medicinas secretas, a dietas o al ayuno. La tempestad calmada por Jesús era
un consejo que el maestro daba a sus discípulos para que colocaran la barca
detrás de un monte donde pudieran protegerse de la furia del viento. La
multiplicación de los panes no fue tanto un milagro sino un ejemplo donde Jesús
aconseja a sus discípulos para que aprendan a compartir con otros lo que
tienen, y para que de este modo todos hicieran la misma cosa. Paulus trataba de
explicar la transfiguración como un fenómeno natural de contraluz, del mismo
modo, sostenía este autor, que la resurrección de Jesús jamás había sucedido
porque él jamás murió, su muerte solo fue algo aparente. La ascensión fue un
hecho que Jesús realizó para compartir comunitariamente con sus discípulos en
una montaña rodeada de nubes. También sostiene Paulus que la única intervención
sobrenatural es el nacimiento de Jesús, porque el Espíritu Santo inspiró la fe
en María y le inspiró el poder para concebir a Jesús. En el Espíritu Santo
residía el Espíritu del Mesías.
Bruno Bauer fue
el autor que llevó el racionalismo historicista hasta la posición más extrema,
él consideraba que Jesús jamás había existido. Según esto, toda la teología que
se ha realizado en torno a la vida de Jesús, y que proviene de la
interpretación de los evangelios no tiene sentido. Las biografías que este
autor realizó sobre Jesús son de carácter romancesco y en ellas recibe el
influjo de las literaturas mediterráneas y apocalípticas.
Schleiermacher
fue el pensador que trató de reestablecer la relación entre el racionalismo
histórico y la teología protestante; relación que habría de dominar todo el
panorama protestante hasta que regresa la ortodoxia protestante y su
representante máximo Karl Barth. Este a su vez habrá de influir en la propuesta
de Rudolph Bultmann.
En todo este
panorama histórico de la hermenéutica bíblica no se puede dejar de lado la
propuesta de D.F. Strauss y el texto que escribiera sobre la vida de Jesús y
que apareciera entre los años 1835/36. Según la propuesta de este pensador
sobre la vida de Jesús, este es un mito, el cual no debe ser eliminado sino que
se debe tratar de explicar desde categorías teológicas.
Strauss define
el mito como la capacidad para revestir históricamente las ideas religiosas que
existían en el cristianismo primitivo. Cristianismo primitivo que se ha
modelado según el poder inconsciente e inventivo de la leyenda, leyenda que
después se ha ido incorporando y conformando en una personalidad histórica.
También sostiene
Strauss que la misión de Jesús es reconciliar la humanidad con la divinidad;
esto se realiza mediante el mito que ontologiza la obra de Jesús desde la
imagen de Dios hecho hombre; este proceso ontologizante es el que ayuda a los
discípulos de Jesús a revivir y reactualizar el mensaje del maestro.
En cuanto a los
milagros, Strauss sostiene que Jesús pudo haber realizado cualquier curación,
pero el modo como los milagros se han contado, ha estado influenciado por el
estilo del Antiguo Testamento y de la apocalíptica, ya que en estos, no se
puede no tener en cuenta la idea del advenimiento. Lo que Strauss ha llamado
mito, después será identificado con el estilo midráshico, ya que desde este
estilo no necesariamente se presenta la necesidad de negar lo sucedido.
Sostiene Strauss
que la vocación de los primeros discípulos ha tenido como modelo las leyendas
de Elías y de Eliseo. El modelo que ha servido para estructurar el pasaje de
las tentaciones han sido los eventos narrados y relatados en el libro del
Éxodo. Los milagros en los que Jesús demuestra su poder sobre la naturaleza, la
transfiguración y el nacimiento son expresiones de ideas. Strauss sostiene
demás que la resurrección no es algo real pues de otra manera la muerte no
habría sido un hecho real. Es necesario sostener que la labor de Strauss ha
consistido en teologizar la vida de Jesús, recurriendo a la narración como
medio para darle sentido y significado. En este orden de ideas sostiene este
autor que el verdadero Jesús es el de la escuela liberal, según esta imagen de
Jesús, Él habría sido un predicador moral que habló sobre la paternidad de Dios
y sobre la fraternidad entre los hombres; elementos estos que han de conformar
el reino de Dios.
Lo que se ha
visto hasta esta parte de la investigación sobre la relación entre
racionalismo, historicismo, teología e interpretación bíblica y todo esto
relacionado con la vida de Jesús, corresponde a lo que históricamente se ha
llamado la escuela liberal, y que tiene su máxima expresión en la obra de Renán
que lleva por título: La vida de Jesús.
A la escuela
liberal se le opone la escuela escatológica y que tiene su culmen en la obra de
Albert Schweitzer. Según esta escuela, Jesús es presentado bajo la figura de un
profeta escatológico, también consideran los pensadores adscritos a esta
escuela que el reino de Dios no es de naturaleza moral, sino que está
contramarcado por categorías escatológicas. Además sostienen que el reino de
Dios es algo que pronto ha de suceder.
Todas estas
visiones sobre la vida de Jesús tienen un carácter fundamentalmente
hermenéutico ya que intentaban salvar la distancia histórica entre el Jesús que
presentan los evangelios y la imagen de Jesús que debía presentarse a la
mentalidad de la época racionalista, empirista e ilustrada, así como a la
postilustrada y romanticista. En este sentido estas propuestas hermenéuticas
debían recurrir a lo que se ha llamado el método histórico que puede ser
gramatical o alegórico, y que tiene como finalidad la de actualizar una obra o
un personaje histórico, que en este caso concreto es Jesús. De esta manera,
desde la actualización de Jesús, puede ser presentado de modo renovado para
esta época. El principio hermenéutico que rige para toda la labor realizada por
el racionalismo, liberalismo e historicismo es la actualización de Jesús bajo
los nuevos cánones de la época en que se quiere presentar.
La crítica que
habría que resaltar contra estas posiciones es que el problema fundamental de
este tipo de propuestas sobre la vida de Jesús radica en el hecho de que tanto
los autores de la escuela liberal como los de la escatológica olvidaron todos
los elementos que se pueden desprender de la Regula Fidei; elementos que son fundamentales para realizar una
recta interpretación de Jesús, elementos que debían fungir a la manera de
preconceptos y de elementos preformativos para no desviarse del camino correcto
en la interpretación de la vida de Jesucristo.
El otro problema
que radica tanto en el racionalismo liberal como en la escuela escatológica es
que estos pensadores intentaron presentar la vida de Jesús a una mentalidad que
estaba permeada por presupuestos filosóficos racionalistas, y por eso su
preocupación por presentar a un Jesús racionalizado históricamente, y situado
en medio de un cristianismo racionalizado. No es posible dejarse llevar por la
moda de un contexto histórico y olvidar todo lo que a lo largo de la tradición
se ha convertido en forma de vida y en la fe profesada y conservada por la
comunidad cristiana.
El problema que
surgió de aquí fue la tremenda confusión que se generó en la mente y en la
forma de pensar del común de las gentes y sobre todo desde el campo
protestante, sembrando con ello un gran escepticismo de carácter doctrinal e
histórico; problema y confusión que luego se hará más grande cuando Martín
Köhler en el año de 1892 empieza a hacer la diferenciación entre Jesús
histórico y el Cristo de la fe. Distinguiendo con ello la investigación
histórica del significado de la historia. Con ello intentaba diferenciar al
Jesús que surge como producto de la investigación histórica y al Cristo que es
predicado en la Iglesia. Lo que de aquí se puede concluir es que los aportes de
la crítica bíblica se convirtieron en verdaderos aportes y contribuciones para
el desarrollo de la hermenéutica bíblica.
6.2. La hermenéutica como problema filosófico y su
deslinde de lo teológico-bíblico.
Por la misma
época en la que se desarrollaba el movimiento racionalista liberal y escatológico,
en Alemania surgía, en el campo filosófico, un movimiento que intentaba
realizar una propuesta teórica acerca del significado de la hermenéutica;
entendiendo esta como ya no como lo equivalente a la exégesis bíblica sino
entendiéndola como una ampliación a todo lo que humanamente puede comprender el
hombre, especialmente, y desde sus inicios, aplicado a los estudios clásicos.
El primer
pensador que empieza a realizar la distinción entre el análisis filológico y la
hermenéutica aplicada a los estudios clásicos fue Friedrich Ast. Él realiza su
estudio trabajando la hermenéutica desde el método gramatical, literal y
lingüístico, es decir recurriendo al significado de las palabras dentro del
contexto en el cual el autor elabora su obra. También Ast busca el sentido de
la palabra y del lenguaje. De esta manera irrumpe en el campo de la
hermenéutica el problema del significado y el problema del sentido de las
palabras y del lenguaje. Con esto Ast está recurriendo al espíritu del lenguaje
y de la obra.
Para Ast el
espíritu del lenguaje y de la obra es la Gestalt.
Esta se puede entender como algo más grande que la suma de las partes, es
atemporal; el espíritu o Gestalt es aquello que nos permite comprender las
épocas antiguas, las culturas y las sociedades que las componen.
Christian Wolf
fue un pensador contemporáneo de Ast. Considera que la hermenéutica consiste no
solamente en el arte de la interpretación sino que la hermenéutica consiste en
el arte de la comprensión. Por lo anteriormente dicho, considera Wolf que la
hermenéutica no debe recurrir solamente al análisis filológico sino que también
debe recurrir a la intuición de la mente del autor que realiza la obra. Se
podría decir que este autor fue quien puso las bases para la discusión más
reciente en la época contemporánea acerca de la relación entre hermenéutica,
comprensión (Verständnis) e interpretar (verstehen).
También
considera Wolf que existen tantas experiencias hermenéuticas que estas deben
corresponder a los distintos saberes científicos existentes. También sostiene
que la hermenéutica filosófica sirve solamente como criterio para juzgar la
certeza de las otras explicaciones.
Tanto Wolf como
Ast fueron predecesores de Schleiermacher; este retoma la definición que Wolf
da acerca de la hermenéutica y la entiende como el arte de la comprensión, y
por medio de ella se puede llegar al sentido que el autor quiso plasmar en la
obra.
Schleiermacher
es un pensador que se ubica en lo que se podría llamar la época postilustrada y
en el movimiento llamado Romanticismo alemán; además hace parte del movimiento
protestante que iniciara Martín Lutero.
Schleiermacher
es reconocido por su propuesta hermenéutica llamada teoría de la intuición
genial en la que relaciona al autor de la obra y al intérprete de la misma, y
desde la interrelación que se establece entre ellos trata de resolver el
problema de la distancia temporal que los separa. Sin embargo, la propuesta
hermenéutica de Schleiermacher es mucho más amplia, la teoría de la intuición
genial es apenas un aspecto secundario de toda su obra.
Schleiermacher
considera que la hermenéutica es el arte de la comprensión; desde ahí sostiene
que la hermenéutica no puede reducirse solamente a la capacidad para explicar
un texto o para dar razón de él; considera por el contrario que la retórica es
el área del saber que intenta dar explicación de la obra. En el análisis
hermenéutico que realiza Schleiermacher no se limita solamente a interpretar
los textos antiguos sino que también dedica buena parte de su investigación hermenéutica
al análisis interpretativo de los discursos orales.
Schleiermacher
sostiene que tanto el acto del habla como el ejercicio de la escritura son
hechos que ocurren como experiencias lingüísticas, y que deben ser
considerados, interpretados y estudiados desde el plano histórico, para ello se
debe tener en cuenta la manera como el que habla desarrolla su discurso, pues
de ello depende su estilo para hablar, algo similar sucede con la escritura y
quien escribe, y en general con quien produce una obra; sostiene Schleiermacher
que el estilo es el alma de la obra, el estilo es el alma de todo.
En toda obra nos
encontramos con un aspecto estructural; este hace referencia a la estructura o
a la forma de la producción. También en la obra nos encontramos con un aspecto
fenomenológico; este hace referencia a la manera como se manifiesta la
estructura y el alma de la obra, es decir, el estilo.
Schleiermacher
considera que el análisis filológico sirve para decodificar, esclarecer y
clasificar la manera como el autor usa el lenguaje y la manera como se sirve de
las categorías lingüísticas de que dispone. En cambio con el análisis
psicológico se trata de captar todos aquellos medios históricos que rodean al
autor de la obra, así como los medios literarios que utiliza para llevar a cabo
su proceso productivo. Estos elementos son los que, ante los ojos de nuestro
autor, constituyen y conforman la psicología individual del autor, y hacen a
través de la obra, intuir la genialidad del autor.
También hace
parte de la propuesta de Schleiermacher el hecho de que comprender a un autor
no significa objetivarlo, ya que no se trata solamente de captar lo que
conscientemente escribe o habla sino también de tratar de aprehender los
aspectos inconscientes que están plasmados en su obra.
Schleiermacher
considera que de la misma manera que hablamos o escribimos, y al hacerlo no somos
conscientes nuestro yo, así como en cada actividad que realizamos y desplegamos
prescindimos del carácter consciente de nuestro yo, así el círculo que se
establece en el proceso comprensivo jamás se cierra; el círculo de la
comprensión (el círculo hermenéutico) permanece siempre abierto; esto sucede porque
la genialidad del intérprete encuentra en el texto elementos que el autor no
alcanzó a dominar plenamente; elementos no dominados que dependen del acto
inconsciente de quien crea la obra. Estos elementos que el intérprete descubre
en la obra que interpreta se convierten en nuevos elementos, gracias al hecho
de que la obra se interpreta bajo nuevas circunstancias históricas, bajo nuevas
perspectivas. En virtud de lo que se acaba de enunciar, acontece que el
carácter subjetivo del intérprete, así como del autor de la obra son
comprendidos porque entran en un proceso de circularidad hermenéutica, proceso
que va del intérprete al autor y de este a aquel.
Wilhelm von
Humboldt fue otro pensador que sobresalió, en el siglo XVIII, en el campo de la
hermenéutica. Este autor reflexiona sobre el acto comprensivo e interpretativo
y sobre el rol que ejerce el sujeto cuando utiliza las categorías lingüísticas.
Según este
pensador, el intérprete puede comprender solo si siente lo que piensa; de modo
que el intérprete encuentra lo que piensa y lo que siente pero expresados en
las palabras del otro. Esto es lo que usualmente sucede con la investigación
histórica, ya que el historiador debe dar o encontrar una unidad y coherencia
lógica a lo que fragmentariamente encuentra como resultado en los diferentes
documentos consultados; unidad lógica que es análoga a aquella del momento en
que vive el historiador.
Gustav Droyssen
contribuye a la discusión sobre la conciencia y sobre el conocimiento histórico
cuando destaca el hecho de que el historiador al investigar la historia, él
mismo hace parte de la herencia o de la tradición histórica que investiga.
También destaca el hecho de que los documentos históricos que se investigan no
solo revelan hechos fácticos puntuales sino que también revelan los estados de
ánimo, la psicología y el estado ético-moral de quien los ha compuesto. En
síntesis considera este autor que los documentos históricos revelan otro mundo.
Se podría decir que comprendemos ese otro mundo inserto en los documentos
históricos porque existe una común unidad humana, una esencia humana común
entre quien compuso el documento y quien lo interpreta; básicamente, se puede
decir que en esto acabado de enunciar consiste el fenómeno de la comprensión.
Boeckh es otro
autor que se destaca en esta época por sus aportes a la hermenéutica cuando
sostiene que el conocimiento de la historia es un conocimiento que hace
referencia a lo ya conocido, pues todo lo que el ser humano conoce
históricamente es fruto y producto del espíritu humano. En este sentido Boeckh
destaca el acto precomprensivo o la precomprensión en cuanto que todo lo que el
ser humano históricamente comprende hace parte del espíritu humano.
También sostiene
este pensador que quien comprende a un autor del pasado no solamente está en la
capacidad de explicar lo que este autor quiso decir, sino que debe estar en la
capacidad de comprenderlo mejor de cuanto se comprendió a sí mismo, ya que una
época histórica posterior hace posible que se puedan explicar muchos de los
factores que han influenciado a un determinado escrito o a un determinado
escritor.
Considera Boeckh
que la interpretación ha de considerar la obra en su totalidad; esta totalidad
incluye el ambiente en que fue creada, las condiciones que la determinaron, el
autor, su psicología y estado de ánimo, así como el acto creador que la
suscitó.
Wilhelm Dilthey
ha sido el pensador que ha hecho la distinción entre ciencias de la naturaleza,
a partir de la distinción hegeliana entre espíritu objetivo, estas han sido
llamadas Naturwissenschaften, y el
espíritu subjetivo, ciencias humanas o ciencias del espíritu, también llamadas Geisteswissenschaften. Sostiene este
autor que cada uno de estos estamentos científicos se regulan según su propio
estatuto científico. Mientras que para Schleiermacher la interpretación es un
hecho que se puede resolver desde un punto de vista lingüístico, para Dilthey
la hermenéutica se convierte en una categoría vital e histórica.
Dilthey
considera que las experiencias vitales experimentadas por todos los hombres se
expresan externamente por medio de categorías vitales; en este sentido, se
puede decir que los sentimientos, las vivencias experimentadas en el mundo
político, lo económico, lo social, lo científico, ético, estético y moral que
el hombre experimenta, llegan a tener sentido a partir de categorías vitales.
Dentro de estas categorías vitales pueden incluirse tanto las más anodinas y
cotidianas como las más elevadas. Justamente, Dilthey sostiene que el objeto de
la hermenéutica lo constituyen estas manifestaciones vitales ya que ellas son
la manera como el hombre expresa su propia situación en el mundo vital en el
que se encuentra.
También sostiene
Dilthey que debido al devenir del proceso histórico dichas expresiones
históricas llegan a tornarse rígidas, escleróticas y eclécticas, por eso
pierden el contacto con las fuentes de la experiencia donde nacieron. La
hermenéutica recurriendo a estas manifestaciones vitales rígidas tiene como
tarea la de retornar estas experiencias vitales a su momento original, y de esa
manera presentarlas como experiencias humanísticas en un nuevo contexto donde
digan lo que realmente son para el hombre contemporáneo. De esta manera, este
pensador se ubica dentro de lo que ha sido una de las tareas fundamentales de
la hermenéutica, es decir, la actualización. Según esta función, la
hermenéutica tiene como tarea la de actualizar los textos antiguos para que se
hagan más comprensibles para el hombre contemporáneo.
Dilthey es el
pensador que coloca a la hermenéutica en la línea existencial. La hermenéutica
para él es un rasgo metodológico que caracteriza a las ciencias humanas; sin
embargo, él no llega a tener una suficiente claridad en distinción entre
comprensión e interpretación.
Ha sido una de
las tareas fundamentales de Martin Heidegger la de llevar a su culmen la
función existencial de la hermenéutica, tarea que ya había iniciado Wilhelm
Dilthey, y dicha tarea la lleva a cabo apoyándose en el método fenomenológico
de Husserl.
Heidegger tiene
como tarea el estudio del ser en cuanto tal, y con dicha tarea él intenta
evitar que los entes caigan en el olvido o en la nada. Para emprender dicha
empresa, el filósofo de Marburgo inicia toda una crítica contra el estudio del
ente desde la relación sujeto-objeto, y emprende a la par toda una defensa de
la relación entre el Dasein y el ente, ya que este último adquiere todo su
sentido cuando entra en relación vital con aquel. El lugar privilegiado donde
se manifiesta el ser es el ser humano, por lo tanto en la relación del ser con
el hombre es donde puede estudiar de manera justa el sentido del ser en
general.
Heidegger
sostiene que el hombre no es una esencia absoluta ni tampoco preestablecida
sino que el hombre es posibilidad pura y que sus decisiones son la base
fundamental sobre la cual elabora su propia existencia. El hombre es una
trascendencia finita cuya estructura lo mantiene en relación con el mundo que
lo rodea (in-der-Welt-sein). También
sostiene el filósofo de la Selva negra que si el Dasein se despersonaliza, y se
convierte en un ente cualquiera, entonces cae en una existencia inauténtica;
por el contrario, si el hombre acepta ser el lugar en el cual se manifiesta el
ser y realiza todas sus posibilidades y potencialidades entonces realiza una
auténtica existencia. Esta se ejecuta permanentemente cuando el ser humano
lucha para no caer en el nivel de la objetividad.
El tiempo es el
horizonte dentro del cual se desarrolla el ser y el límite del ser del hombre es
la muerte, ya que esta trunca todas las posibilidades del ser humano.
La importancia del
estudio de la manera como el hombre desarrolló sus posibilidades y
potencialidades en el pasado radica en que estas lo posibilitan para
proyectarse hacia el futuro y para explicarse o autorrealizarse como ser
humano. Heidegger considera que la filosofía desempeña una función muy
importante al realizar su tarea hermenéutica, también considera que la
ontología es el estudio e interpretación del ser.
El hombre por el
hecho de ser-en-el-mundo tiene o adquiere elementos precomprensivos que le
ayudan a explicar, comprender e interpretar lo que es externo a él; estos
elementos precomprensivos se convierten en una primera comprensión del mundo.
También considera que la comprensión humana, vista desde su intrínseca
constitución, es lingüística; el ser humano articula, estructura y ordena
lingüísticamente los sucesos comprensivos; las afirmaciones, las aserciones y
los juicios de los pensadores y de los poetas son interpretaciones de carácter
existencial, los que de una u otra manera llegan a cristalizarse y por esta
razón son susceptibles de ser interpretados. Cuando los poetas y los filósofos
llegan a ser estudiados, interpretados y comprendidos entonces se comprende,
interpreta y estudia la historia del Dasein y su propia autocomprensión.
Para Heidegger
la verdad es aletheia, la verdad es la manera como el ser se revela o se
desvela al hombre; el ser habla al hombre, a través de la verdad, y este lo
comprende a partir de categorías lingüísticas; el lenguaje es la manera como el
ser habla al hombre. El hermeneuta se encuentra frente a la tarea de explicar
el lenguaje que sirvió para comunicarse en una época histórica determinada que
se utilizó para expresar la totalidad de la comprensión, además tiene la tarea
de traducir un lenguaje del pasado a uno más actual, y que se pueda adaptar a
la propia autocomprensión actual.
Gadamer ha sido
el pensador que ha heredado la reflexión hermenéutica heideggeriana, y la ha
asumido enfatizando la importancia del lenguaje para el proceso comprensivo.
Para este pensador, la hermenéutica coincide con la comprensión, la
hermenéutica es comprensión.
La pregunta
directriz de la investigación gadameriana es ¿Cuándo comprende el ser humano?
Responde diciendo que el ser humano comprende cuando estando en el presente
hereda ciertos prejuicios que le llegan a través de la continuidad histórica
cultural. Cuando ya los posee, los utiliza como si fueran herramientas para con
ellas confrontar, enfrentar y tratar de comprender un texto.
También sostiene
Gadamer que el horizonte del texto y el horizonte del lector están destinados a
fundirse el uno en el otro, y de esta manera surge un solo horizonte común de
comprensión; cuando esto sucede, entonces pasa que lo que antes era
precomprensión, mediante este proceso se convierte en comprensión. Pero la
comprensión no es algo absoluto, esta se convierte en un estadio comprensivo
que se suma a los demás estadios comprensivos que vienen del pasado. Mediante
este proceso de estadios comprensivos, que se suceden históricamente, se
constituye la tradición; esta a su vez se convierte en historia efectual (Wirkungsgeschichte); es decir, que la
tradición está conformada por la totalidad de los textos que se encuentran en
los orígenes de nuestra cultura occidental y que se manifiesta mediante
horizontes lingüísticos.
Gadamer
considera que los textos que se ubican en los orígenes de la cultura occidental
son fundamentalmente normativos; sin embargo, la interpretación que se hace de
ellos es un proceso continuo que se renueva de generación en generación, y con
ello surge el nacimiento de una nueva verdad, que se convierte a su vez en
objeto de nuevas interpretaciones. La tradición se convierte así en la cadena
de explicaciones que se concretizan en la comprensión.
La propuesta
hermenéutica de Gadamer no permanece en el silencio, por el contrario, ella
suscitó múltiples propuestas que reaccionan contra el subjetivismo hermenéutico
propuesto por dicho pensador; en este sentido autores como Enrico Betti, Hirsch
y Peter Szondi reaccionan contra la propuesta gadameriana.
Estos autores
coinciden en criticar a Gadamer por el hecho de que en los criterios
hermenéuticos que propone este pensador no existe ningún elemento para
verificar, para constatar la verdad o la falsedad de una interpretación, ya que
el intérprete de la obra sustituye al autor de la misma. También insisten estos
pensadores en el hecho de que la teoría gadameriana cae en una fragmentación
tal que olvida la totalidad de un proceso histórico o de una obra, Ellos
sostienen, contra Gadamer, que el autor de una obra plasma en ella un sentido
pleno, total y completo. Se puede decir que lo que una obra o un texto tiene
para decir, el significado o el sentido de lo que ella tiene para decir se
convierte en el significado objetivo; dicho significado es una cosa
absolutamente diferente y va a depender de la relación que un intérprete pueda
establecer con la obra o con el texto. Este sentido se puede profundizar con
estudios posteriores y estos a su vez ayudan a comprender mejor al autor. Sin
embargo, todos estos conocimientos siempre giran alrededor de lo que el autor
quiso expresar en su obra.
Luigi Pareyson
ha sido el filósofo que ha intentado corregir un poco la propuesta de Gadamer dándole
un fundamento ontológico a la interpretación. Este autor ha propuesto en su
teoría que existe una unidad entre la verdad y las múltiples manera como esta
se manifiesta. También considera que la verdad del ser se manifiesta
continuamente o a veces esporádicamente en los grandes acontecimientos de la
cultura.
Hirsch a partir
de la crítica literaria y esta vista desde un análisis estructuralista, unido a
ciertos elementos de retórica clásica y moderna, intenta también descubrir los
impactos que un texto de la Sagrada Escritura genera en los lectores inmediatos
del mismo.
Habermas también
realiza una crítica contra Gadamer cuando le refuta el hecho de que este autor
propone una visión de la tradición tal que dicha visión se convierte en un
tradicionalismo irreal; tradicionalismo que no toma conciencia de sí ni de los
conflictos reales, tampoco de los conflictos que se hacen evidentes en el
psicoanálisis. Gadamer le responde a Habermas que este no ha entendido bien el
concepto de tradición tal y como él lo propone, pues dicho concepto de
tradición expuesto en Verdad y método,
es la base sobre la cual se constituye el sentido de la conciencia para la
modernidad.
7.Rudolph
Bultmann y las diferentes escuelas modernas.
Bultmann ha sido
el pensador en el cual la relación entre hermenéutica filosófica y biblia ha
acaecido de modo tan violento que con ello se han generado las así llamadas
teologías hermenéuticas contemporáneas.
En 1916 Karl
Barth en su comentario a la Epístola a los Romanos ha reaccionado contra el racionalismo
inherente a la propuesta hermenéutica de Schleiermacher y con ello ha propuesto
que se vuelva a orientar la teología protestante hacia la ortodoxia luterana.
Con este hecho, Barth, recurría nuevamente a la exégesis literal y a la
exégesis histórica; con ello también ha querido escribir un texto sobre el modo
de pensar y las necesidades exegéticas propias de su tiempo.
La propuesta
hermenéutica de Bultmann, por el contrario, va más allá de la que propone Barth
y recurre a Dilthey, pero leído a través del Heidegger de Ser y tiempo. Con ello surge de la propuesta hermenéutica
diltheyana, mediatizada por Heidegger y leída desde una óptica existencial, lo
que se podría llamar una hermenéutica existencial cristiana. Es necesario decir
que con este hecho no surge una nueva propuesta hermenéutica bíblica, sino que
surge una nueva actitud de parte del intérprete frente al texto bíblico. En
este sentido se puede afirmar que todo texto antiguo debe ser estudiado con los
métodos filológicos clásicos, con ello no se alcanza una lectura objetiva del
texto, pero se alcanza una comprensión de mi existencia cuando entra a dialogar
con el autor del texto. Según esta propuesta, cada documento antiguo puede
llegar a iluminar la existencia del intérprete si sabe interrogarlo de manera
justa y adecuada. Así como la existencia del ser humano nunca es estática sino
dinámica y abierta a nuevas posibilidades, es problemática y susceptible de
desarrollarse, así también el texto no es algo mudo, por el contrario es algo
vivo, algo que habla y que el ser humano está en la posibilidad de entrar en
diálogo con él, y de esa manera, el texto puede mostrar al intérprete un
sinnúmero de posibilidades a partir de las cuales puede comprender su
existencia.
Según la
propuesta bultmaniana quien quiera interrogar el texto bíblico de manera justa
debe partir de unos elementos precomprensivos; también debe estar en la
capacidad de reconocer sus propios prejuicios ya que si estos no se cuestionan
ni interpelan existe el peligro de que se cierre anticipadamente el diálogo con
el texto Bíblico.
Bultmann
considera que la precomprensión consiste en la capacidad que tiene el
intérprete del texto para hace consciente su propia condición existencial;
condición que se va enriqueciendo en la medida en que se realiza el acto
interpretativo a través del diálogo con el autor del texto.
Bultmann
considera que la comprensión de un texto jamás será algo definitivo, como
tampoco es algo definitivo la precomprensión existencial que el intérprete
realiza de sí mismo. La precomprensión se debe realizar mediante un análisis
existencial que tiene como finalidad el hecho de que el intérprete pueda llegar
a tomar una decisión tan radical que sea capaz de transformar decisivamente su
vida y su existencia; cuando esto sucede, entonces el intérprete puede decir
que ha entendido el texto.
En la propuesta
hermenéutica bíblica de Bultmann se encuentra lo que se podría llamar un cambio
de paradigma respecto a la interpretación de la Sagrada Escritura. Bultmann,
apoyándose en Dilthey, y este releído a través de la propuesta del primer
Heidegger, plantea, contrariamente a como lo propone Schleiermacher, que ya no
se trata tanto de llegar a la objetividad del texto o a lo que el autor quiso
decir sino que el énfasis ahora va puesto en el intérprete o lector del texto.
Ahora con la propuesta bultmaniana el énfasis debe colocarse en lo que puede
suscitar el texto en el intérprete o en el lector y en la manera como este se
ve transformado, tocado existencialmente por el texto.
Schleiermacher
pretendía llegar a la objetividad del texto; su intención era llegar al texto y
a su autor a través de los diferentes métodos hermenéuticos que él proponía: el
técnico, el lingüístico, el psicológico y el gramatical; a partir del giro
propuesto por Bultmann ya no se trata tanto de llegar al texto sino de analizar
las condiciones bajo las cuales el texto es capaz de transformar
existencialmente el intérprete, al lector o al creyente; básicamente lo que
hace Bultmann es recurrir a la relación comprensión-precomprensión,
juicio-prejuicio, mediación, círculo hermenéutico. Se podría decir que todos
los conceptos hermenéuticos alcanzado y ganados a través de los siglos, ahora
vienen leídos desde una óptica existencialmente nueva.
Después
insistirá Bultmann en la relación que se puede establecer entre mito y lenguaje
bíblico, mito y biblia. Según esta relación, la biblia, a pesar de que es
estudiada de manera filológicamente correcta, ella es el objeto de estudio, a
pesar de que el intérprete trata de hacerla más comprensible, sin embargo, el
texto sagrado sigue estando lingüísticamente lejana porque ella está escrita en
caracteres lingüísticos escritos hace más de dos mil años; esto es lo que para
Bultmann se convierte en un lenguaje mítico.
¿Qué es para
Bultmann el mito? El mito para este pensador consiste en una forma de
representación; en este sentido puede decirse que el mito representa lo
ultraterreno como terreno, el mito representa lo divino en categorías humanas,
el mito vehicula lo sobrenatural en categorías naturales. El ser humano en su
vida cotidiana y ordinaria experimenta, desde la relación causa-efecto, la
intervención directa de lo sobrenatural, todo esto acontece gracias al mito; de
esta manera, se sobreentiende la intervención de lo divino en la existencia del
ser humano. Justamente esta intervención de lo sobrenatural en la vida
cotidiana y ordinaria del hombre es lo que hace posible que el ser humano,
pueda comprender la vida sobrenatural y ultraterrena. El hombre actual, a pesar
de estar sumergido en un ambiente científico-técnico, puede comprender y
experimentar lo sobrenatural gracias a la experiencia mítica.
En este sentido Bultmann considera que
expresiones y conceptos tales como milagro, sacramento, encarnación,
resurrección y nociones similares no alcanzan a
ser comprendidas por el hombre moderno que vive inmerso en un ambiente
científico-técnico; sin embargo, y a pesar de esto, dichos conceptos no deben
ser negados sino que estas expresiones se deben desmitologizar y desmitificar;
estas nociones deben ser traducidas a un lenguaje que sea comprensible e
inteligible para el hombre de hoy. El lenguaje del hombre moderno, al que se
deben traducir dichas nociones bíblicas, coincide con aquel que Heidegger ha
presentado en términos existenciales. Se podría decir que con lo dicho
anteriormente Bultmann establece un principio y un método hermenéutico para
interpretar la Sagrada Escritura. Después de elaborar todo un proyecto
desmitologizante, Bultmann propondrá todo un sistema teológico fundamentado en
categorías existenciales, esta labor la llevará a cabo en su texto Glauben und verstehen.
Algo que es
fundamental en este propósito de Bultmann es refutar la idea de que ni Dios ni
la Divina Revelación se pueden objetivar; ni a Dios ni a la Divina Revelación
se le pueden considerar como objetos, si así sucediera entonces se estarían
colocando al nivel de los ídolos. Según Bultmann solamente podemos hablar de
Dios cuando entramos en relación con Él. Además considera que querer demostrar
la Divina Revelación es algo tan inútil como querer demostrar la existencia de
Dios.
Para Bultmann la
teología tiene una tendencia marcadamente antropológica y antropocéntrica; la
teología quiere hablar de las posibilidades que posee el hombre, el cual es
posibilidad pura, es cuerpo y espíritu, abierto a sus propias decisiones y
siempre opta por el bien o por el mal.
Lo que Heidegger
considera una existencia inauténtica, Bultmann, a partir de su propuesta
teológica, lo considera como el pecado. En esta consideración sobre el pecado,
leído desde la analítica existencial de Heidegger, Bultmann propone que la
esencia del mismo es la soberbia de la carne; el pecado consiste en construir
el propio en vez de esperar que sea Dios quien lo otorga al hombre; en cambio
la fe consiste en la apertura del hombre al futuro que viene de Dios. Mientras
que el pecado consiste en creer que puedo elaborar mi propio futuro al margen
de Dios, la fe consiste en la apertura hacia el futuro que viene de Dios.
También
considera Bultmann que la fe es fe en Cristo. La fe no es algo que se pueda
objetivar, ya que la cruz de Cristo no me salva porque sea la cruz de Cristo
sino que lo que realmente sucede es que en el encuentro del hombre con Cristo,
a través de su palabra, acaece, acontece el único hecho sobrenatural que
Bultmann admite, es decir, que en el encuentro con la palabra de Dios acaece la
salvación, y cuando acaece el acontecimiento salvífico Jesús se convierte en
Cristo para el creyente y la cruz de Jesús se convierte en la cruz de Cristo
para mí.
Otra de las
ideas que Bultmann defiende es que no existe una continuidad marcada entre el
Cristo histórico y el Cristo de la fe, ya que según uno de los principios
luteranos, la fe en Cristo no necesita apoyarse en la historia, tampoco el
Cristo de la fe necesita del Cristo racionalmente comprendido. La separación
entre el Cristo de la fe y el histórico, para Bultmann es un dato
fundamentalmente teológico. Este pensador se presenta escéptico frente al hecho
de que se puedan considerar los evangelios sinópticos desde un punto de vista
histórico; en este sentido asume una posición crítica frente a la formgeschichteschule (escuela de la
historia de las formas), pues los pensadores más representativos de esta, se
habían preocupado por mostrar la relación entre el evangelio y la historia.
Estas tesis
propuestas por Bultmann han suscitado un sinnúmero de reacciones en contra de
ellas, inclusive sus propios discípulos, pues éstos consideraban que Bultmann
había reducido la salvación a un hecho marcadamente subjetivo olvidando el
carácter comunitario de la misma.
Todo lo que se
ha dicho sobre Bultmann puede considerarse como una hermenéutica
desmitologizante, y ella hunde sus raíces en las propuestas hermenéuticas que
tanto Dilthey como Heidegger realizan sobre el Nuevo Testamento y en la
analítica existencial propuesta por el filósofo de Friburgo. La intención de
Bultmann no es solo la de actualizar y acomodar la exégesis del texto a los
tiempos actuales, este teólogo pretende elaborar todo un sistema basado en la
hermenéutica e interpretación de las palabras y sus contenidos pero
cuestionando la existencia de lo sobrenatural y sus manifestaciones.
Bultmann para
elaborar su propuesta se apoyó en la propuesta filosófica del primer Heidegger;
esta a su vez se centraba en dos elementos que luego retomará Bultmann, a
saber: la analítica existencial desarrollada en Ser y tiempo, y la exegesis que el pensador de Friburgo
desarrollara sobre los escritos del Nuevo Testamento[1].
Ernst Fuchs y
Gerhard Eveling recurren a la propuesta filosófica del segundo Heidegger que se
centra en una reflexión sobre el lenguaje, también a la propuesta de Gadamer
que es una continuidad de la de su maestro Heidegger. Aquellos dos pensadores
van realizar una propuesta que en el mundo hermenéutico de la biblia se llama la
nueva hermenéutica. Además de estas bases filosóficas, ellos también se
proponen, con su nueva propuesta hermenéutica, retomar la propuesta
bultmanniana respecto a la desmitologización y a la escisión que éste plantea
entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe.
La nueva
hermenéutica se estructura en torno a la propuesta bultmaniana y en torno al
desarrollo de la noción de lenguaje, este último es realizado Heidegger en su
propuesta posterior a Ser y tiempo, y
también por Gadamer. Estos consideran que el lenguaje no tiene solamente una
función informativa sino también preformativa y una función ontológica. Toda
palabra pronunciada produce determinados efectos, estos son los que miden el
valor de aquella. Mientras que Bultmann habla de eventos de la fe, la nueva
hermenéutica habla de evento lingüístico. A través del lenguaje acontece la
hermenéutica como evento. Luego las propuestas hermenéuticas se convierten en
eventos lingüísticos que históricamente se cristalizan en la tradición. En
otros términos se puede decir que los eventos hermenéuticos se cristalizan
lingüísticamente a lo largo de la tradición cultural o religiosa. Estos vuelven
a convertirse en algo dinámico y fluido una vez que son reinterpretados, estos
vuelven a cobrar vida.
El hombre no
puede considerar el lenguaje tal y como si este fuera un objeto que le es
externo y ajeno; el lenguaje no es solamente algo que el hombre crea, ni
tampoco algo que él puede manipular a su antojo; el lenguaje recrea al hombre,
ya que lingüísticamente el hombre se recrea permanentemente, el lenguaje es
quien crea y genera posibilidades interpretativas, existenciales y de actuación
al ser humano. El lenguaje crea y genera comunidad entre los hombres, genera
lazos comunitarios. El lenguaje cristiano genera lazos eclesiales. Con la
intercomunicación se generan lazos comprensivos que ayudan a entender cómo las
personas individualmente han entendido el sentido y el objetivo de la
existencia. A partir del lenguaje, como mediación, estamos en la capacidad de
comprender el sentido, las tareas y los objetivos que los otros seres humanos
poseen existencialmente.
Según la nueva hermenéutica, al leer un texto bíblico,
no tiene tanto sentido interpretar el texto, sino que el verdadero sentido de
la interpretación de un texto es dejarse interpelar por él; y el sentido de que
el texto interpele al lector consiste en que el lector al ser interpelado, debe
generar en él, una decisión tal que sea algo similar al evento del cual ha
surgido el texto sagrado. Si el intérprete o el lector del texto sagrado logra
tener una experiencia semejante a la situación en la que ha nacido el texto,
entonces está en la capacidad de transcribir en términos lingüísticos lo que ha
experimentado en su encuentro con el texto y de esa manera es el kerigma o
anuncio quien mantiene vivo el texto sagrado.
Fuchs y Eveling,
desde la nueva hermenéutica y junto a ellos James Robinson insisten en la
necesidad y en la posibilidad de conoce al Jesús histórico. Desde esta
perspectiva, ellos toman distancia de Bultmann, al considerar que la fe en Dios
es la experiencia de autocomprensión a la cual recurren los cristianos y esta
experiencia acaece a través del Jesús histórico. Las palabras y las acciones se
convierten en el lenguaje en que Él ha expresado este evento de la fe. Este
evento lingüístico de la fe en Dios Padre, a través de Cristo, se ha convertido
en el patrimonio cristiano en el cual nacen los creyentes en Cristo. Al
realizar un ejercicio hermenéutico d este lenguaje, no solamente se debe tratar
de explicar lo que aconteció como un hecho histórico, sino que la hermenéutica
debe tratar de penetrar detrás del hecho lingüístico para descubrir la fe de
Jesús, y de esta manera debe provocar un evento similar en el intérprete y en
sus circunstancias históricas concretas. Un evento colectivo y personal que se
suscite de esta manera viene necesariamente expresado en un lenguaje
kerigmático más actualizado y se convierte así en patrimonio cristiano que
luego en un futuro ha de ser leído bajo una nueva perspectiva. Así, la
Tradición, para los teólogos que proponen la nueva hermenéutica, se convierte
no tanto en la transmisión de contenidos sino que la tradición se convierte en
la relación que se pueda establecer entre el lenguaje y el evento.
Una vez que la
nueva hermenéutica proponía una interpretación que iba más allá de la exégesis
de la Sagrada Escritura y servía para dar una respuesta al hombre moderno que
interroga el texto sagrado desde su propia existencia, es decir, una propuesta
que tenía un gran influjo del pensamiento heideggeriano, entonces comienzan a
surgir otros interrogantes que cuestionaban el hecho de que fuera Heidegger y
no otro filósofo contemporáneo más popular el que generara una nueva
interpretación de la Sagrada Escritura. En este momento es cuando surgen una
serie de propuestas hermenéuticas que trataban de interpretar el texto sagrado
pero basadas en otras teorías filosóficas contemporáneas; de esta manera se han
producido verdaderas y propias teologías hermenéuticas, algunas de las cuales
se comprendían a sí mismas no solamente como capítulos de la teología universal
sino como sistemas teológicos completos y que generaban diversos resultados.
Un pensador
llamado Paul van Buren, en el año de 1963, recurre a la filosofía analítica
para tratar de interpretar y comprender el Evangelio, y de esta manera hacerlo
mucho más asequible al hombre secularizado de nuestro tiempo.
Otro pensador
que siguió esta misma línea de proponer una interpretación diferente del
Evangelio fue Fernando Belo, quien utilizando el marxismo, propone una lectura
política del texto sagrado. En ella trataba de leer la vida y la persona de
Jesús en términos de burguesía, proletariado y justicia social. En América
latina Gustavo Gutiérrez también propone una lectura hermenéutica del Evangelio
en clave política y de justicia social.
Dentro de este
orden de ideas, también se propuso una lectura estructuralista del Evangelio
tal y como lo demuestra la obra Por una exégesis estructural, escrita en el año
de 1978 por Daniel y Aline Patte.
También hay que
mencionar, aunque sea de paso, en este breve recorrido histórico sobre las propuestas
hermenéuticas del Evangelio, las interpretaciones del texto sagrado que se
realizaron hacia la década de los años 80 del siglo pasado en los Estados
Unidos en clave de la propuesta filosófica de Wittgenstein.
Paul Ricoeur fue
un filósofo creyente que realizó, en su propuesta filosófica, una fusión entre
Heidegger, Gadamer, Freud y los estructuralistas y con ello propuso una
hermenéutica que tiene que ver con el lenguaje simbólico de la Biblia; por ello
su propuesta hermenéutica se ubica en la relación entre el símbolo, el
testimonio y el lenguaje bíblico.
Ricoeur para
desarrollar esta teoría continúa la tesis que había propuesto Dilthey según la
cual el hombre llega a tener un conocimiento profundo de sí mismo solo a través
del estudio de las manifestaciones culturales realizadas en su historia
particular. Según Ricoeur estas manifestaciones culturales vienen presentadas
en lenguajes simbólicos, en signos o también en codificaciones místicas; en
ellas es posible ver o encontrar un doble rostro: por un lado ellas envían al
intérprete en la búsqueda de los acontecimientos que les dio origen, y por otro
lado, ellas envían al intérprete para que descubra el fin, el telos hacia el
cual el hombre puede alcanzar su plena madurez. Estos símbolos, signos y mitos
deben ser decodificados e interpretados utilizando los métodos que el
psicoanálisis nos ha aportado para nuestro conocimiento. El objetivo de todo
este proceso radica en que una vez decodificados, desde una labor hermenéutica,
ellos sean reintegrados a la situación actual y de esa manera nos ayuden en
nuestro proceso de madurez.
Sostiene Ricoeur
que el lenguaje bíblico es un lenguaje profundamente simbólico y el sentido de
interpretar dicho lenguaje radica en traerlo al presente y de esa manera ayude
a nuestro proceso de maduración personal y comunitario. En este sentido puede
pensarse en toda la simbología propuesta en el libro del génesis acerca del
pecado original. No se trata de eliminar dicho pasaje como si fuera un mito,
tal es el caso de Bultmann, tampoco se trata de interpretarlo en el sentido de
que él revela elementos instintivos del ser humano, tal es el caso de Freud;
Ricoeur propone que se trata de interpretar y de comprender su verdadero
significado para integrarlo y hacerlo parte del proceso teológico actual (cf.
Finitud y culpa).
8.La
hermenéutica católica hasta el Concilio Vaticano II.
Luego de haber
realizado este estudio sobre el influjo de la hermenéutica filosófica en la
exégesis bíblica, es necesario retornar al desarrollo de la interpretación de
la Sagrada Escritura que se ha desplegado después del Concilio de Trento. Todo
este fenómeno tuvo como escenario el siglo XVIII. También se había dicho
anteriormente que durante el imperio del racionalismo durante este siglo, los
católicos no hicieron otra cosa diferente a entrar en conflicto con dicho
movimiento filosófico. Si este era el escenario, también es necesario sostener
que la exégesis bíblica no hizo otra cosa que seguir los métodos
tradicionalmente utilizados para interpretar la Sagrada Escritura. En este
sentido es necesario recalcar la importancia que tuvo la encíclica Providentissimus Deus del Papa León
XIII, publicada en el año de 1893 donde el Sumo Pontífice recalca la necesidad
de insistir en la seriedad que deben tener los cursos dedicados al estudio de
la Sagrada Escritura. También insiste el Papa León XIII en el hecho de que un
texto de la Sagrada Escritura no debe ser interpretado de manera contraria a
como la Tradición lo ha hecho; él insiste en la necesidad de seguir los
parámetros de la Tradición. También insiste en el hecho de que no se deben
dejar de lado los criterios establecidos por los Padres de la Iglesia, así como
tampoco se debe dejar de lado la Analogía Fidei. Sin embargo, insiste el
documento pontificio, que los católicos podrán realizar una libre interpretación
en el caso de los textos que presentan dificultades para ser interpretados.
En el mismo documento recomienda el Papa que los que se
dedican a la interpretación de la Sagrada Escritura deben tener conocimientos
de las lenguas orientales; también deben cultivar el arte de la crítica
literaria y de las ciencias naturales, ya que la Sagrada Escritura, en algunos
casos describe los fenómenos naturales con un lenguaje simple y popular. La
encíclica también hace evidente la definición clásica de la Divina Inspiración.
En el primer
decenio del siglo XX surge en la Iglesia todo el problema del modernismo. El
problema del modernismo aflora cuando algunos teólogos y exégetas empezaron a
darse cuenta de todo lo que acontecía en el mundo protestante, lo que también sucedía
dentro del contexto de la crítica histórica y los avances conquistados por los
científicos. Todo esto ocasionó una serie de inquietudes acerca de cómo
reconciliar el mundo de la ciencia con el universo de la fe.
Los católicos,
al aislarse del mundo del pensamiento contemporáneo, no estaban preparados para
afrontar los nuevos retos que traía consigo el pensamiento contemporáneo para
el mundo de la fe. Por ello, y a causa de ello, muchas propuestas o intentos de
solución no fueron muy afortunados; esta es la razón por la cual el papa Pío X
en su encíclica Pascendi, y en el decreto Lamentabili del año 1907 decide
contener y limitar las investigaciones relacionadas con la investigación
bíblica, a esto había que sumarle el hecho de que los exégetas católicos habían
realizado muy pocos progresos en el campo de la hermenéutica bíblica. Mientras
tanto, el instituto bíblico de Roma y la escuela bíblica de los Dominicos en
Jerusalén se dedicaron a preparar investigadores biblístas que pudieran acoger,
estudiar y analizar los retos que proponían los tiempos contemporáneos,
respecto al tema de la interpretación de las Sagradas Escrituras.
Hacia el año de
1920 el Papa Benedicto XV escribe la encíclica Spiritus Paraclitus en la que se limitó a afirmar que no existe ningún
pasaje de la Biblia que no fuese inspirado; también afirma que la historia de
la Biblia no es escrita según las apariencias ni que los autores de la biblia
se limitaron a afirmar y sostener la verdad para su tiempo particular; también
hace eco del hecho de que los teólogos y los exégetas no debían exagerar cuando
hacían referencia a teorías como las de las citaciones implícitas, las del
sentido pseudohistórico y los tipos de literaturas. Afirma y sostiene el
Pontífice que el verdadero sentido de la Escritura es el literal, y que las
metáforas debían ser interpretadas literalmente.
La encíclica de
Pio XII del año 1943 que lleva por título
Divino Afflante Spirito fue el texto que permitió reiniciar la
interpretación de la Sagrada Escritura de manera libre; frutos de esta
encíclica fue la publicación de la Biblia de Jerusalén y el comentario católico
sobre la Sagrada Escritura.
En términos
generales la encíclica trae algunos elementos novedosos respecto a la
interpretación de la Sagrada Escritura; en este orden de ideas ella habla de
los géneros literarios, también hace mención a las formas literarias, además
señala la importancia de las traducciones de la Biblia hechas del original ya
que la Vulgata tenía una autoridad jurídica más no una autoridad crítica.
También Pio XII, siguiendo las huellas de Benedicto XV recalca la importancia
que tiene el sentido literal para interpretar la Sagrada Escritura, y que el
sentido espiritual solamente se podría admitir si se entiende y comprende desde
una alusión explicita hecha en la Sagrada Escritura.
El Papa Pio XII
en su encíclica abrió la posibilidad de la crítica literal del texto sagrado,
también hace referencia a la posibilidad de la crítica histórica cuando está
relacionada con los datos arqueológicos, científicos y literarios que se han
descubierto recientemente; de esta manera el Papa establece una armonía entre
exégesis y ciencia. También sostiene el papa que los textos bíblicos, cuyo
sentido ha sido determinado por la Iglesia o por los Padres de la Iglesia realmente
son pocos.
Todas estas
propuestas, dificultades y encrucijadas fueron las que prepararon el terreno
para la realización de los estudios bíblicos en el seno de la Iglesia católica
y al final fueron los que alimentaron toda la propuesta hermenéutica contenida
en los documentos finales del Concilio Vaticano II.
Antes de la
realización del Concilio Vaticano II queda un último problema por resolver y
discutir, este hace referencia a la Formgeschichte
propia de los Evangelios, y que habría de convertirse en un campo de batalla de
los movimientos más tradicionalistas. Esta dificultad es subsanada en un
documento emanado de la Pontificia Comisión Bíblica en el año de 1964 que tiene
por título: Instrucción sobre la verdad
histórica del Evangelio.
El Concilio
Vaticano II trajo consigo una verdadera revolución hermenéutica, la que habría
de iluminar los decenios posteriores a la realización del mismo. Justamente, en
este sentido, se puede decir que la constitución dogmática sobre la Divina
Revelación ha sido uno de los documentos más discutidos y mejor elaborados por
los padres conciliares. A continuación, se tratarán de estudiar los elementos
más sobresalientes.
En el numeral 2
el documento se preocupa por decir que la Divina Revelación se realiza por
medio de palabras y acontecimientos íntimamente relacionados y que se iluminan
recíprocamente.
El numeral 8 de
la Dei Verbum habla sobre la
tradición en los términos de que la Tradición apostólica, en lo concerniente a
la fe y a las costumbres, es trasmitida a través de la doctrina, el culto y la
vida de la Iglesia; de esta manera la Tradición se perpetúa y se transmite a
las próximas generaciones.
El numeral 9
insiste en el hecho de que por medio de la Tradición conocemos el canon de la
Sagrada Escritura. La Tradición es la que permite que de generación en
generación se presente un mayor entendimiento de la Sagrada Escritura; esta es
la razón por la cual se puede considerar que la Tradición es algo vivo y que
actúa permanentemente; la Iglesia, por lo tanto, no solo presta gran atención a
la interpretación de la Sagrada Escritura sino también a la Tradición; ambos
elementos, en cierta medida, constituyen una sola cosa.
El número 10 de
la Dei Verbum sostiene que el
Magisterio Eclesiástico interpreta tanto la Palabra de Dios como la Tradición
pero no para colocarse por encima de la Palabra de Dios sino para servirla,
escucharla, exponerla y transmitirla.
El número 11 de
la constitución sostiene que los libros contenidos en las Sagradas Escrituras
tienen a Dios como su verdadero autor, el que a su vez, se sirve de los
hombres, quienes en plena posesión de sus facultades y capacidades, escribieron
como verdaderos autores solo aquellas cosas que Él deseaba que fueran escritas;
esta es la razón por la cual ha de creerse que los libros contenidos en las
Sagradas Escrituras enseñan con certeza, con fidelidad y sin error la Verdad,
que Dios quiso que fuera consignada en las Sagradas Escrituras, para que a
través de ello, los hombres alcancen la salvación. En estas palabras sobre la
Divina Revelación de Dios viene subrayada la importancia positiva de la Verdad
y que está profundamente relacionada con el plan divino de la salvación de
Dios.
En el número 12
de la Dei Verbum se enfatiza el tema de la interpretación bíblica. En un primer
lugar se recalca el sensus auctoris;
este hace referencia a lo que Dios ha querido manifestar con las palabras; el sensus auctoris hace referencia a los
deseos, la voluntad de Dios manifestada a través del lenguaje humano. Dios se
sirve del lenguaje humano para expresar su santísima voluntad a los hombres.
También insiste este numeral del documento conciliar en el hecho de que se
deben tener en cuenta los géneros literarios, pues ello son modos a través de
los cuales los autores sagrados se expresan. La Sagrada Escritura debe ser
leída e interpretada con la ayuda del Espíritu Santo mediante; el Santo
Espíritu ha sido el medio a través del cual se ha escrito la Palabra de Dios y
por lo tanto debe invocarse su ayuda para que pueda ser interpretada correctamente;
por otro lado la Sagrada Escritura debe ser leída desde la Tradición, la
analogía fidei, la analogía de la
Sagrada Escritura y todo esto debe estar supeditado al juicio de la Iglesia.
En los números
14,15,16 de la Dei Verbum se hace referencia a la manera como debe valorarse el
Antiguo Testamento. De Él, dice el documento conciliar, que es verdadera
palabra de Dios y que posee un gran valor en la economía de la salvación. En Él
viene tipificado el acontecimiento de Cristo, y aunque en él existen acontecimientos
imperfectos y sujetos al acontecer temporal, sin embargo en su interior se
pueden encontrar enseñanzas, tesoros, sabiduría y por encima de todo un
profundo sentido de lo que Dios quiere para la salvación de su pueblo.
La crítica
literaria y la hermenéutica de los Evangelios es abordada en el documento
conciliar en el número 18. Lo primero que aborda el documento, en este numeral,
es la naturaleza kerigmática de los Evangelios, y dentro de esta, el documento
señala de modo especial el carácter histórico de los mismos. Los Evangelios
relatan la predicación, los hechos y las palabras pronunciadas por Jesús,
leídos a la luz de la resurrección de Cristo y vistos desde el prisma de la
venida del Espíritu Santo. Todos estos acontecimientos fueron sintetizados y
explicados en función de la situación de la Iglesia.
Cuando lo Padres
Conciliares plantearon toda esta doctrina hermenéutica sobre las Sagradas
Escrituras hacían referencia a la larga historia vivida por la exégesis
bíblica; también hacían referencia a las controversias entre católicos y
protestantes, a la opción por el método alegórico, literal y/o tipológico;
también hacían referencia al Autor de las Sagradas Escrituras y su relación con
los autores sagrados; en este mismo sentido debe ser leído el carácter canónico
de los textos bíblicos. Todo esto debe ayudar a valorar el equilibrio que
tuvieron los Padres Conciliares para encontrar un gran sentido en la historia
de la hermenéutica bíblica; también debe ayudar a valorar la gran apertura que
tuvieron los Padres Conciliares en el momento de valorar la interpretación de
la Sagrada Escritura y la exégesis bíblica.
La Divina
Revelación es un hecho que acontece mediante acciones y locuciones de parte de
Dios en la historia sagrada; esto quiere decir que Dios se revela a sí mismo en
la historia a través de acciones y locuciones. La Tradición se extiende a toda
la vida de la comunidad eclesial. La Tradición crece de manera hermenéutica a
lo largo de todo el tejido eclesial bien sea a causa de la predicación
kerigmática de los pastores o bien sea en los procesos de madurez vividos por
los fieles.
La Tradición es
el contexto desde el cual surge la Escritura, en otros términos se puede decir
que la Sagrada Escritura puede ser considerada como un momento en el cual Dios
inspira de modo especial la Tradición; el rol del Magisterio es el de colocarse
al servicio de la Palabra de Dios; la verdad contenida en la Sagrada Escritura
no hace referencia a cuestiones profanas sino que ella se relaciona con la
historia de la salvación operada por Dios en favor de los hombres.
En lo tocante al
aspecto hermenéutico, la Dei Verbum afirma y sostiene el sentido literal, es
decir, el sentido del autor humano a través del cual habla el Espíritu Santo;
también son valorados todos los métodos filológicos modernos, así como los
métodos arqueológicos e históricos; de manera especial son valorados los
géneros literarios. Al contrario, la interpretación racionalista es rechazada
ya que es el Espíritu Santo el que interpreta las Sagradas Escrituras en el
ámbito de la Analogia Fidei, en la Analogia Scripturae y también en el ámbito
de la tradición carismática. También es rechazado el escepticismo histórico, y
este en cuanto concierne a la vida de Jesús. En cambio la Formgeschichte es aceptada
como un presupuesto. Además el Documento Pontificio acepta el método tipológico
aplicado a la interpretación del Antiguo Testamento; en cambio el método
alegórico no es tenido en cuenta pues el Documento Conciliar ni siquiera la
menciona.
Básicamente, se
podría decir que el Concilio Vaticano II, a través de la Dei Verbum se limita a
presentar los principios más útiles que pueden servir para interpretar la
Sagrada Escritura; otro aspecto que el Concilio no alcanzó a mencionar fue la
relación que se puede establecer entre la hermenéutica y el lenguaje; relación
a través de la cual se hace necesario traducir el lenguaje del Evangelio y su
anuncio para que sea comprensible para el hombre moderno. Justamente, este
aspecto de la relación entre hermenéutica y lenguaje es abordado por el Papa
Paulo VI en la exhortación apostólica Evangelii
Nuntiandi y por el Papa Juan Pablo II en la Catechesi Tradendae. Ambos documentos, para referirse a la relación
hermenéutica-lenguaje van a utilizar el término inculturación. El lenguaje no
es tanto utilizado en sentido semántico o literario sino que hace referencia al
sentido antropológico y cultural. Insisten ambos documentos pontificios que el
lenguaje no se debe tomar aisladamente: ni el bíblico, que fue el que utilizó
Jesús, ni tampoco el lenguaje de la cultura donde se debe anunciar el
Evangelio; el lenguaje bíblico debe entrar en diálogo con el lenguaje de la
cultura donde se debe anunciar. El mensaje evangélico se transmite mediante un
diálogo apostólico; ya la fuerza misma del Evangelio cambia y transforma; la
evangelización debe tener en cuenta al pueblo concreto al cual se dirige; debe
utilizar su lengua, sus signos y sus símbolos ya que de no ser así se corre el
riesgo de no responder a los problemas concretos de la cultura y se puede caer
en el peligro de no interesarse en la vida real de un pueblo determinado. Es
más, en el anuncio del Evangelio se deberá tener en cuenta la edad y las
condiciones particulares de las personas a quienes se evangeliza.
También recalcan
los documentos pontificios acabados de mencionar que no se puede aceptar o
utilizar un lenguaje que ponga en riesgo el sentido y el contenido del Credo.
Los grandes avances en el estudio del lenguaje deben ser puestos al servicio
del anuncio del Evangelio.
9.Conclusiones.
La hermenéutica
no es algo univoco sino que tiende a ser un concepto equivoco, sobre todo
cuando se estudian los diferentes autores, las escuelas y las tendencias. Hoy
por hoy, la hermenéutica tiende a ser la que coordina la interpretación no solo
en las ciencias del espíritu sino también en las ciencias naturales. Este
fenómeno coincide con lo que se ha llamado la universalización de la
hermenéutica. Incluso se podría llegar a decir que la hermenéutica es una de
las formas como hoy, cuando se habla del final de la filosofía, esta disciplina
llega a tener sentido; incluso este hecho de que el quehacer filosófico tiene
sentido porque se ha volcado hacia la hermenéutica tiene grandes implicaciones
que repercuten en el diálogo fe-razón así como en el quehacer teológico.
El primer campo
en el que tiene incidencia la universalización de la hermenéutica es el de la
exégesis bíblica. Tanto católicos como protestantes han sido enfáticos en
afirmar que el verdadero sentido de la Escritura es aquel que inspira el
Espíritu Santo en el autor del texto sagrado; este sentido, desde la Tradición,
ha sido llamado el sentido literal.
Uno de los
grandes acontecimientos que pueden constatarse cuando se hace una
interpretación literal del texto Sagrado es que lo que el autor del texto
bíblico pretendió decir tiende a ser objeto de múltiples sentidos e
interpretaciones; en este orden de ideas puede decirse que el sentido literal
propuesto por el autor bíblico tiende a disgregarse y con ello tiende a ser
cada vez más multívoco, plurívoco y equivoco.
Otro aspecto que
es necesario tener en cuenta es que cuando los autores del Nuevo Testamento
releen el Antiguo Testamento lo que hacen es interpretarlo a la luz de los
últimos acontecimientos acaecidos en la historia de la salvación; en este
sentido podría decirse que el método utilizado por los autores
neotestamentarios es el tipológico e incluso el método alegórico.
Según lo que se
ha dicho anteriormente se puede inferir que el texto Sagrado tal y como ha sido
consignado a la Iglesia posee múltiples posibilidades interpretativas,
múltiples sentidos que el autor sagrado no poseyó conscientemente, sin embargo
estos múltiples sentidos implícitos en el texto sagrado deben ser utilizados de
manera positiva para iluminar los acontecimientos presentes, actualizar la
historia de la salvación; también deben leerse o tenerse en cuenta en los
procesos de evangelización y catequéticos, sobre todo cuando la Palabra de Dios
debe entrar en diálogo con nuevos contextos culturales o nuevos procesos del
anuncio de la Palabra de Dios.
La historia es
el lugar en el cual el Espíritu Santo se revela y se manifiesta; en el caso
concreto de nuestro tema de investigación, se podría decir que el Espíritu
Santo se revela a través del autor del texto sagrado; pero ese mismo Espíritu
Santo continúa hablando y actuando a pesar de las limitaciones de tiempo y
espacio; esta es la razón por la cual ha de considerarse que en todo proceso de
anuncio, de evangelización y de catequesis, cuando la Palabra de Dios ha de
actualizarse, quien inspira, mueve y dinamiza es el Espíritu Santo. Así como el
Espíritu Santo inspiró al autor del texto sagrado, así también el mismo
Espíritu sigue actualizando los nuevos procesos de anuncio donde se actualiza
la palabra de Dios en nuevos contextos. Detrás de todo esto puede apreciarse un
proceso hermenéutico y un esfuerzo interpretativo. En este sentido es necesario
afirmar que nunca la interpretación de un texto sagrado puede ir en contra del
verdadero sentido que el Espíritu Santo inspiró en el autor del texto bíblico.
La propuesta
gadameriana que insiste en la relación entre lenguaje, tradición y texto es
fundamental para comprender la situación de la relación entre escritura y
tradición. En este sentido puede decirse que el lenguaje cristiano surge a
partir de la predicación de los apóstoles; también este hecho es el que da
origen al Nuevo Testamento; la Iglesia en su proceso evangelizador y
catequético no hace otra cosa que continuar y proseguir con este proceso
iniciado por la labor de los apóstoles; tanto el lenguaje cristiano como la
predicación de los apóstoles se hacen indispensables en el momento de
comprender tanto la Sagrada Escritura como la Tradición. El lenguaje que
hablamos, con el que nos comunicamos es el que predetermina nuestra forma de
pensar y nuestra manera de ser y de situarnos en el mundo; este lenguaje es el
que recibimos de la predicación de los apóstoles, del cual nacieron las
escrituras neotestamentarias y que se transmite ininterrumpidamente a través de
la Tradición; a su vez todo este proceso incide en el momento en que la Iglesia
interpreta y comprende los textos sagrados.
En este orden de
ideas es necesario afirmar que cuando la Reforma protestante quiso eliminar la
Tradición y su papel mediador e interpretativo respecto a las Sagradas
Escrituras no hizo otra cosa que extraer a la Sagrada Escritura de la fuente,
de la base y del lugar del cual ella nació, y en la cual encuentra su lugar y
su expresión natural. Mientras que la Reforma protestante creía ver en la
Tradición un impedimento que no permitía una correcta interpretación de la
Sagrada Escritura, la Iglesia reafirma el hecho de que la Tradición es un lugar
privilegiado para interpretar los textos bíblicos. La tradición aporta
elementos, pautas interpretativas, horizontes de comprensión que ayudan a
comprender los textos sagrados. Además la Tradición es el lugar natural, el
fuente de la cual brota la Sagrada Escritura.
Han sido dos
pensadores alemanes: Wilhelm Dilthey u Hans Georg Gadamer quienes desde sus
propuestas hermenéuticas nos han enseñado que la Tradición no es solamente la
repetición ininterrumpida de unos argumentos que se dijeron en el pasado, la
Tradición no es solamente la repetición fiel y literal de los mismos sino que
cada vez que utilizamos los argumentos propuestos por la Tradición la
enriquecemos, pues cada vez que necesitamos tomar argumentos de la Tradición
para asumir una defensa, para tener un argumento, para enriquecer un discurso,
para evangelizar o catequizar entonces estamos enriqueciendo la Tradición
porque le estamos dando nuevas posibilidades interpretativas. Desde esta
perspectiva se podrían leer los dogmas de la Iglesia como interpretaciones
hermenéuticas que son producto de la Revelación a los apóstoles, y que son formuladas
en el lenguaje de la época en que fueron proclamados; cada vez que un dogma es
releído desde un nuevo contexto, para formular, argumentar o iluminar un nuevo
problema con ello se está actualizando la Tradición. El error radica en que no
se puede identificar lenguaje y contenido del dogma; ya que el contenido del
dogma tiene una vigencia perenne pero el lenguaje puede reinterpretado y
releído desde ópticas epocales distintas.
Es cierto que
algunas tendencias actuales de la hermenéutica tienden a relativizar
históricamente la concepción del hombre y de la verdad, cuando sostienen que la
verdad cambia con la historia y que no tiene un fundamento ontológico; estas
tendencias relativizantes también sostienen que el hombre no tiene una
naturaleza inmutable y que se define de acuerdo a la autocomprensión que el
hombre posee de sí de acuerdo a la época histórica. Luigi Pareyson, tratando de
corregir ambas posiciones, enfatiza el carácter ontológico de la verdad; este
hace referencia a la relación que se puede establecer entre ser y verdad sobre
todo cuando se realiza un proceso de interpretación histórica; en este sentido
es posible decir que la verdad es algo estable y absoluto, algo que no cambia,
algo que permanece; pero el hecho de que se la quiera interpretar en un
contexto histórico diferente, el hecho de que se la quiera interpretar desde
otra perspectiva, ello no quiere decir que la verdad cambie en su contenido
fundamental.
Esto mismo puede
aplicarse a los dogmas y a las verdades de la fe; ellos contienen una verdad
inmutable, permanente y estable, pero al interpretarse en un nuevo contexto
histórico o en nuevas circunstancias ello ni implica necesariamente que la
verdad contenida en ellos deba cambiar. Este es además el principio
hermenéutico desde el cual deben leerse los procesos catequéticos y
evangelizadores: la palabra de Dios es eterna e inmutable, es algo que
permanece, pero al ser predicada en nuevos contextos y bajo nuevas
circunstancias debe adaptarse, releerse, interpretarse y comprenderse para que
adquiera actualidad y para que ilumine los nuevos tiempos y las nuevas
circunstancias; pero este proceso no quiere decir que la palabra de Dios cambie
o adquiera una condición relativa.
Respecto a la
hermenéutica desmitologizante de Bultmann es necesario poner en claro que la
separación que hace este teólogo alemán entre historia y fe resulta nociva para
la hermenéutica cristiana; el problema radica en que este teólogo, la realizar
dicha separación, priva la salvación de su carácter trascendente y le da una
connotación meramente inmanente. Contra Bultmann es necesario sostener que el
Cristo de la fe debe tener como base y como sustento al Jesús histórico; la
tesis de Bultmann es que yo creo en Cristo porque mi fe la ha declarado así; es
necesario sostener que yo creo en Jesús porque Él es el Cristo. De esta manera
el Jesús terreno e histórico va intrínsecamente unido al Cristo de la fe (Grech
59). Justamente se podría decir que la teología desmitologizante de Bultmann
surge como una consecuencia de la tesis anteriormente expuesta.
Bultmann le
niega un fundamento histórico a la fe y por lo tanto le está negando un
fundamento racional. Se puede decir que un lenguaje cristiano que no
corresponda a una realidad trascendental, como sostiene el teólogo alemán, lo
único que hace es negar la posibilidad de que el ser humano pueda salir de su
condición pecadora. La economía de la salvación realizada por Dios en la
persona de Cristo, y a través del Espíritu Santo no tiene sentido si se aleja
de la realidad tal cual la vive el hombre concreto.
Contra Bultmann
habría que decir que la teología no puede quedarse en la afirmación de una
propuesta hermenéutica relacionada intrínsecamente a una fenomenología sino que
requiere de una metafísica tradicionalmente concebida pues esta última es la
que permite centrar la mirada en un horizonte que sobrepasa lo meramente
humano.
Otra conclusión
que se podría extraer de este estudio sobre la hermenéutica bíblica consiste en
el hecho de que toda reinterpretación que hacen los autores del Antiguo
Testamento sobre un texto anterior al mismo o una reinterpretación que hace los
autores del Nuevo Testamento del Antiguo Testamento es lo que se ha llamado
sentido pleno (sensus plenior).
Según el sensus
plenior, el sentido de un texto bíblico es aquel que el autor sagrado del texto
ha querido imprimir en él; sin embargo, el Espíritu Santo, que es el autor
principal de la Biblia tenía otro sentido que Él mismo ha querido revelar para
su tiempo; esta teoría intenta explicar el proceso de reinterpretación antes
enunciado.
Pero también
dicho proceso reinterpretativo operado tanto por los autores del Antiguo
Testamento como del Nuevo Testamento puede explicarse de otra manera;
básicamente el proceso reinterpretativo puede explicarse porque en él opera la
conjunción de tres elementos hermenéuticos que son: el primero consiste en que
se presenta un cambio de las circunstancias históricas y también es la acción
salvífica de Dios en la historia la que ha provocado o suscitado una relectura
del texto bíblico. El segundo elemento consiste en que la comunidad que relee y
reinterpreta el texto sagrado, al ubicarse en un estadio histórico salvífico
posterior, tiene una mayor madurez respecto a su experiencia de Dios y asume el
texto dándole una paternidad, dándole una identidad nueva y un nuevo sentido de
pertenencia. El tercer elemento hermenéutico que entra en juego en todo este
proceso de reinterpretación de un texto sagrado es la acción del Espíritu
Santo, que, al actuar sobre quien relee el texto bíblico, causa o genera, con
su luz, un mayor grado de profundidad en la inteligencia de quien lleva a cabo
la labor reinterpretativa.
Este proceso
acabado de describir trata de explicar el hecho de que algunos autores tanto
del Antiguo como del Nuevo testamento relean y reinterpreten textos de la
Sagrada Escritura bajo una óptica totalmente diferente; pero también trata de
explicar el hecho de que en la historia de la Iglesia se traten de releer y de
reinterpretar las Sagradas Escrituras bajo nuevas circunstancias históricas. La
Iglesia, pueblo de Dios, a lo largo del camino de la historia de la salvación
va adquiriendo más madurez, en ella van surgiendo nuevos carismas,
especialmente entre aquellos que han de continuar la labor de la sucesión
apostólica y han de ser los continuadores de la Sagrada Tradición.
Estos tres
elementos hermenéuticos antes mencionados: historia, madurez y carisma son los
que hacen posible que un texto de la Sagrada Escritura pueda ser releído desde
un nuevo contexto, también pueda ser traspasado a un nuevo lenguaje y de esa
manera tanga un sentido pleno para una nueva región, pueblo o cultura donde
debe ejercerse la acción kerigmática.
Todo cristiano
nace dentro de los límites de un lenguaje eclesial y tradicional; este lenguaje
sirve de elemento precomprensivo pues él es el que predetermina la comprensión
de la realidad; este lenguaje ejerce un papel mediador al ubicarse entre el
presente y el pasado; es justamente este proceso el que hace que cada cristiano
autocomprenda el papel que debe ejercer en el interior de la comunidad
cristiana.
El papel del
lenguaje en su función mediadora es fundamental para comprender el ser y el
quehacer de la Iglesia; ella recibe todos los mensajes de la Tradición, ella
relee la Tradición desde categorías lingüísticas, pero ella debe releer la
Tradición bajo nuevas categorías lingüísticas para que le mensaje recibido siga
teniendo validez en nuevas circunstancias y bajo nuevas épocas históricas; este
es el método que la tradición hermenéutica ha llamado histórico.
El carácter
lingüístico de la Tradición equivale al hecho de que recibimos todos los
mensajes que la Iglesia nos ha trasmitido a través de la historia salvífica en
términos de un lenguaje determinado; desde estas categorías leemos,
interpretamos y comprendemos el mundo de la fe y de la gracia; pero al
realizarse este proceso tratamos de actualizar, repensar y trasmitir la
Tradición en un lenguaje que tenga más eficacia en la actualidad. Se podría
decir que aquí radica la eficacia del anuncio del Evangelio y la eficacia en
los procesos de evangelización; por lo tanto, la tarea ha de consistir en
presentar la Tradición, el dato bíblico bajo categorías lingüísticas que tengan
sentido para el hombre de hoy.
Lo anteriormente
enunciado solo puede explicarse hermenéuticamente desde tres elementos: el
sentido del Espíritu Santo, el sentido que el Espíritu infundió en el autor
sagrado, y el sentido que el Espíritu Santo sigue infundiendo en quienes él
llama para que anuncien su palabra; sentido que viene mediatizado a partir de
categorías lingüísticas propias de cada época, cada cultura, cada situación
concreta; sentido que, siendo el mismo, debe actualizarse para que pueda
inculturizarse. De ahí la importancia de la hermenéutica para que el sentido de
la Palabra de Dios y la Tradición sigan teniendo vigencia y actualidad
cultural.
Aquí también
entra en juego otro elemento que es de vital importancia para la hermenéutica
filosófica. La tradición no es algo que está en el pasado y permanece en el
pasado; la tradición es algo que permanentemente se actualiza, es algo que
predetermina la mirada de todo ser humano que se encuentra insertado en ella;
de esta manera se tendría que decir que la cultura occidental, nuestros pueblos
y comunidades eclesiales están moldeadas en su forma de leer e interpretar la
realidad por categorías eminentemente cristianas, pues el cristianismo es la
tradición histórica que hemos recibido de nuestros antepasados.
La Iglesia crea
su propio lenguaje, pero a la vez es ella la encargada de recrearse
permanentemente dentro de su propio horizonte lingüístico y dentro de su propia
historia. Ella misma debe reinterpretarse a la luz de su propia dirección, de
su proceso de madurez y de proyectarse escatológicamente con la convicción de
que en algún momento del proceso histórico acaecerá el día del Señor.
Este
advenimiento es el que ha de servir como medida para verificar su ser y su
quehacer en el mundo; pues la experiencia de la espera del Señor es la que
ayuda a la Iglesia a proyectarse históricamente.
La Regula Fidei
o el Credo es otro de los criterios que le han de servir a la iglesia para
comprender su ser y su quehacer en el mundo y en la historia; pues la fe
profesada en el seno de la comunidad cristiana funge como experiencia
precomprensiva para el cristiano en el momento de interpretar su propia
realidad así como el mundo que lo circunda. Pero la fe tiene una doble vía: la
que va del hombre hacia Dios. Por medio de ella el hombre camina hacia Dios,
trata de comprender y de captar su misterio; pero esta vía no es suficiente,
pues el misterio no solo se comprende como un esfuerzo racional intelectual o
hermenéutico; por lo tanto es necesaria la segunda vía, la de la fe; a través
de esta, es Dios quien se acerca al hombre, es Dios quien transforma al hombre
y quien pone las condiciones para que este pueda alcanzarlo; se podría decir
que la experiencia de la fe, como un proceso hermenéutico, requiere de la
experiencia de la fe como un hecho trascendente; mientras que la primera parte
del hombre hacia Dios, la segunda parte de Dios hacia el hombre.
Capitulo
segundo.
De la Dei Verbum a la Verbum Domini.
La Dei Verbum
del concilio Vaticano II.
El primer capítulo
de la constitución habla sobre el ámbito en el que la iglesia desarrolla su
reflexión sobre la Biblia; también desarrolla lo que es y lo que significa la
divina revelación; en este sentido, el Concilio es enfático en afirmar que
Dios, a través de su revelación divina, se manifiesta a sí mismo de modo
personal; también sostiene que la revelación de Dios es algo que acontece en el
ámbito de la historia; la divina revelación tiene su culmen en la venida de
Jesús de Nazaret; además sostiene el concilio que la fe es la manera y el modo
como el hombre responde a la revelación de Dios.
El segundo
capítulo de la Dei Verbum aborda el tema de la manera como se ha transmitido de
generación en generación la divina revelación; en este sentido enfatiza el
concilio que la divina revelación se ha transmitido fundamentalmente de dos
maneras: a través de la Escritura y por medio de la Tradición. Los apóstoles y
la Iglesia primitiva fueron los primeros transmisores de la divina revelación;
a través de ellos se llega a la redacción de los textos sagrados del Nuevo
Testamento, y después la Tradición y la Escritura son los medios a través de
los cuales se perpetúa la divina revelación. De este modo, el concilio enfatiza
la íntima relación que se puede establecer entre la Tradición y la Escritura;
nuestra fe tiene como fundamento esos dos grandes pilares acabados de mencionar.
Estos dos
primeros capítulos abordados por la Constitución sobre la Divina Revelación
explanan y abordan el contexto en el cual la Sagrada Escritura encuentra su más
firme posición.
El tercer
capítulo aborda el tema de la esencia de la Sagrada Escritura y la manera como
esta debe ser interpretada. La biblia es palabra de Dios, tiene sus orígenes en
el trabajo de un ser humano, un autor humano pero inspirado por el Espíritu
Santo; la sagrada Escritura instruye, sin error, en todas las verdades que Dios
nos ha confiado para nuestra salvación.
La Biblia en su
redacción ha sido escrita por un escritor humano pero inspirado por el Espíritu
Santo; dicho escritor, para redactar el texto sagrado ha utilizado algunos
elementos propios de su época y de su tiempo, los que hoy ya no tienen ninguna
vigencia; sin embargo en las Sagradas Escrituras han quedado consignadas todas
las verdades que Dios ha destinado para que los hombres alcancemos la
salvación. La Biblia es palabra de Dios y al mismo tiempo es palabra humana;
justamente estos dos elementos son la base sobre la cual se ha de estructurar
las reglas y los principios hermenéuticos a partir de los cuales se ha de
interpretar científicamente la Sagrada Escritura.
La Sagrada
Escritura ha utilizado los recursos literarios de los que disponía el autor
sagrado en el momento histórico en que fue redactado el texto sagrado; por esta
razón es necesario recurrir, para su interpretación, a los métodos que utiliza
la crítica literaria, descubrir o desentrañar los géneros literarios que yacen
a la base de los textos sagrados. Además es necesario recurrir a la crítica
histórica para desentrañar las circunstancias que dieron origen a cada uno de
los libros sagrados. Es necesario que se haga un esfuerzo por comprender el
lenguaje y la forma de pensamiento de cada época, finalmente considera el
concilio que es menester comprender la Biblia como un libro compuesto por
muchos libros; entre ellos se presenta una perfecta unidad, hay que leerla con
un espíritu de fe y nutrir su interpretación con los aportes de la Tradición
eclesiástica viva.
El cuarto
capítulo de la Constitución Dei Verbum trata del tema del Antiguo Testamento y
la historia de la salvación como acontecimiento experimentado por el antiguo
pueblo de Dios.
La historia de
la salvación realizada por Dios para con el pueblo de Israel y a través de los
diferentes agentes: Patriarcas, Jueces, Reyes y Profetas, y este hecho es
anunciado, contado y explicado por los escritores sagrados; estos lo hacen a
través de los libros que componen el Antiguo Testamento.
También el
cuarto capítulo trata el tema de la importancia del Antiguo Testamento;
importancia que viene representada en el hecho de que este Testamento prepara y
predispone para la llegada de Jesucristo (tipología); en este sentido se puede
decir que el Antiguo Testamento habla de la pedagogía divina.
Otro tema abordado
por el Concilio en la Dei Verbum, en este cuarto capítulo hace referencia a la
unidad intrínseca que existe entre ambos testamentos; unidad que está representada
en el hecho de que es Dios el autor de ambos textos sagrados; unidad que se
refleja también en el hecho de que el Antiguo Testamento contiene de manera
tipológica al Nuevo Testamento, pero a la vez este descubre a aquel. Aquí el
concilio está presentando un principio hermenéutico fundamental desde el cual
se debe interpretar la Sagrada Escritura: se trata por lo tanto, según este
principio, de leer el Antiguo Testamento tratando de visualizar los
acontecimientos que preparan la llegada de Jesucristo narrada en el Nuevo
Testamento. El otro principio es leer el Nuevo Testamento descubriendo en él
los rasgos y secretos contenidos en el Antiguo Testamento; cuando se hace este
ejercicio hermenéutico se puede apreciar cómo el Antiguo Testamento alcanza su plenitud
en el Nuevo Testamento.
El quinto
capítulo de la Constitución Dei Verbum hace referencia a los problemas
inherentes al Nuevo Testamento; en este sentido de puede decir que todo lo
relativo a los evangelios adquiere una importancia capital sobre todo cuando se
habla del origen y la historia de los mismos. Este apartado de la constitución
trata de mostrar que los Evangelios no surgieron de una vez, ni de buenas a
primeras sino en muchas faces; estas tienen su punto de partida en la
experiencia que los discípulos tuvieron en el trato con Jesús de Nazaret; luego
viene la tradición oral de la Iglesia primitiva; después viene la redacción
escrita de las múltiples tradiciones orales sobre Jesús y compilada en los
cuatro evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
Finalmente la
constitución hace referencia en el quinto capítulo a la historicidad de los
Evangelios, la que es bien distinta a la manera como la historiografía moderna
descubre la historia.
El capítulo
sexto de la Dei Verbum está dedicado a reflexionar sobre la función de la
Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia. Este es el capítulo de la
Constitución que ha de ejercer una mayor influencia hacia el futuro de la
reflexión teológica y en la vida eclesial y pastoral.
En este capítulo
se puede encontrar una comparación entre la Escritura y la Eucaristía. La
Iglesia, dice el Concilio, ha venerado tanto la Sagrada Eucaristía como a la
Sagrada Escritura; la liturgia siempre ha ofrecido a sus fieles el pan de la
palabra y el pan eucarístico; la Escritura unida a la Tradición han sido
siempre la norma de que fe inspira a los apóstoles, a los profetas y al
quehacer de la iglesia; por lo tanto, y desde aquí, se desprende una
consecuencia práctica: la Iglesia y la religión cristiana se han de nutrir y se
han de regir por la Sagrada Escritura.
La palabra de
Dios, escrita en caracteres humanos, es quien nutre y da la fuerza, la
esperanza y la caridad a la Iglesia, por esta razón, la Constitución plantea
una pauta hermenéutica al decir que la Palabra de Dios escrita es un diálogo
amoroso del Padre Dios con sus hijos.
Igualmente este
capítulo sexto de la constitución habla sobre un principio hermenéutico de gran
importancia para la Iglesia: las traducciones. En este sentido, el Concilio
reconoce el valor que tienen la versión de los Setenta y la Vulgata, y reconoce
que es necesario que, a través de un proceso de traducción, la Palabra de Dios
se actualice en las nuevas épocas, en las lenguas vernáculas y en las nuevas
cultura; de esta manera, el Concilio reconoce la importancia del método
hermenéutico llamado histórico gramatical.
Este capítulo
sexto insiste en la necesidad de fomentar el estudio especializado, tanto de
exégetas como teólogos, de la Palabra de Dios para que de esa manera se
multipliquen los ministros de la Palabra que sean capaces de ofrecer al Pueblo
de Dios el alimento de la Palabra Divina.
El teólogo, el
exégeta, el catequista, el ministro de la Palabra, según este capítulo, ejercen
la función hermenéutica de la mediación; ellos son un puente, un medio que se
extiende entre la Escritura y la Tradición y los destinatarios a los cuales va
orientada la predicación, la catequesis y la homilía.
El concilio
reconoce que la lectura de la Palabra de Dios puede hacerse desde distintas
perspectivas, distintos modos o desde distintos método hermenéuticos; en este
sentido el Concilio en el capitulo sexto de la Dei Verbum habla de una lectura
litúrgica, una lectura orante, una lectura catequética, una lectura homilética,
una lectura pastoral: todos estos modos de abordar la Palabra de Dios deben
estar encaminados a realizar un diálogo de Dios con el hombre, ya que “a Dios
hablamos cuando oramos y a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras”.
Valoración.
Se puede decir
que uno de los grandes aportes del Concilio consiste en haberle dado una papel
preponderante, una centralidad a la Palabra de Dios en el contexto de la vida
cristiana y en el campo eclesial; esto se deduce del capitulo sexto de la Dei
Verbum que lleva por título: La Sagrada escritura en la vida de la iglesia.
Cuando el
Concilio destaca la centralidad de la Palabra de Dios en el seno de la Iglesia
estaba recogiendo todo un movimiento bíblico que hundía sus raíces hacia
comienzos del siglo XX; movimiento bíblico que había surgido en las bases
mismas de la Iglesia: asociaciones y obras bíblicas, el apostolado litúrgico
popular, los movimientos bíblicos alemanes como la Katholische Bibelwerk de Stuttgart. Todos estos movimientos han
surgido por iniciativa de seglares católicos impulsados por el Espíritu Santo.
La Dei Verbum,
al reivindicar la centralidad en la Iglesia de la Palabra de Dios no ha hecho
otra cosa que retornar a las fuentes mismas de las que se ha nutrido la
Iglesia. En efecto, cuando el Concilio, a través de la Dei Verbum, insiste en
la centralidad de la palabra de Dios, está retornando al cauce de la Palabra
Divina que desde sus orígenes ha alimentado a la Iglesia; solo a causa de la
Reforma y de la contrarreforma, la Biblia asumió un papel tímido en el seno de
la Iglesia; papel que primó sobre todo en la alta y baja edad media, pero que
por fortuna el Concilio ha vuelto a destacar (Norbert Lohfink 24).
Tercer capítulo.
Métodos hermenéuticos
bíblicos.
1.
Importancia de la hermenéutica para la teología.
La teología está
enmarcada dentro de las que se han llamado ciencias humanas o ciencias del
espíritu. Estas parten, para desarrollar sus investigaciones, de hechos
lingüísticos y por lo tanto, para ellas, tienen una gran importancia los
textos. Si la teología necesita recurrir al texto sagrado para comprender en él
la divina Revelación, para escuchar a Dios mismo que se revela como Palabra a
través de la palabra, entonces la teología necesita recurrir permanentemente a
la hermenéutica o a la interpretación, pues esta es la que le ha de ayudar a
comprender la Palabra de Dios.
Evidentemente,
la teología no se ha de quedar estudiando el texto mismo y en sí mismo; la
teología estudia las Sagradas Escrituras porque busca una realidad, un hecho,
un acontecimiento que va más allá de ellas; este hecho es la Divina Revelación;
esta no puede ser captada en sí misma sino a través de los textos sagrados, a
través de la Sagrada Escritura; esta es la razón por la cual la teología es una
ciencia fundamentalmente hermenéutica o interpretativa.
La teología
además es una ciencia hermenéutica e interpretativa porque ella busca estudiar
el objeto transmitido oralmente por la Sagrada Escritura y por la Tradición, es
decir, la Divina Revelación.
El gran peligro
está en que la teología, desde el punto de vista hermenéutico e interpretativo
se quede o permanezca en un estudio literario de la Biblia, que solamente se
pretenda estudiar la Biblia como si esta fuera un mero texto literario, cuyo
interés es el solo texto; la hermenéutica bíblica se encamina a descubrir a
través del texto la Divina Revelación.
La función de la
teología radica en interpretar los textos sagrados, estos de por si no poseen
una evidencia plena; la teología debe interpretar metódicamente las fuentes
sagradas de que dispone; todo esto encamina la teología hacia un estudio de la
Divina Revelación.
Pero el trabajo
interpretativo de la Sagrada Escritura implica la necesidad de constatar lo que
dice el texto bíblico pero también la necesidad de comprender e interpretar lo
constatado; en el desarrollo de este proceso, la hermenéutica bíblica debe
necesariamente recurrir a otros saberes, a otras disciplinas, a otras ciencias
para ir comprendiendo y esclareciendo el sentido pleno de los textos bíblicos;
en este sentido, es necesario recalcar que la interpretación de la Sagrada
Escritura exige cada vez más un gran esfuerzo de comprensión filosófica.
2.
La historia de las formas (Formgeschichte).
El pentateuco
fue un texto de la biblia que antes de su redacción definitiva se transmitió
oralmente de generación en generación a través de fórmulas, en pequeñas
unidades orales; estas pequeñas unidades se fueron transmitiendo muy fielmente
gracias al hecho de que se transmitieron por medio de formas de la tradición
oral bien determinadas y conocidas. Estas formas literarias fijas, muy comunes
y que hacían parte de la tradición y la cultura tenían un papel muy importante en las culturas orientales y en
general en las culturas antiguas. Hay que destacar el hecho de que a los
historiadores y a los exégetas lo que les llamó la atención es que estas
formas a través de las cuales venía
mediatizado el contenido del texto sagrado se fueron también conservando con el
contenido mismo del texto.
En la
actualidad, tanto la hermenéutica bíblica como el exégeta, para estudiar el
texto sagrado debe partir de un análisis de la forma en que viene escrito el
texto bíblico, y a partir de ahí, el exégeta puede reconstruir el ambiente y la
situación en que surgió el texto originalmente; a partir del análisis de las
formas literarias se puede determinar la situación vital (Sitz im Leben) que dio origen al texto bíblico; este procedimiento
es el que utiliza la Formgeschichte (historia
de las formas).
El método de la
historia de las formas tuvo su origen a comienzos del siglo pasado;
inicialmente se utilizó para el análisis de los texto del Antiguo Testamento;
posteriormente Bultmann y Dibelius, hacia los años veinte del siglo pasado lo
utilizaron para analizar los orígenes del Evangelio; para esta época, y gracias
al método, se pudo constatar, desde la exégesis bíblica, que el contenido de
los Evangelios, antes de ser vertidos en los cuatro grandes Evangelios que hoy
nos trae la Biblia, se transmitieron en la comunidades cristianas primitivas a
través de formas orales fijas. El contenido de los cuatro evangelios, antes de
quedar plasmados en los escritos neotestamentarios, fue utilizado de maneras y
formas muy diversas: para la predicación, para la catequesis, para defender la fe,
para discutir y dialogar acerca de la fe; fundamentalmente fueron estos fines
los que determinaron la manera como están formulados. La importancia de este
descubrimiento radica en que a través de él se puede determinar el valor de la
fuente de cada Evangelio, en el momento de reconstruir la vida de Jesús de
Nazaret.
¿Qué es la
crítica de las formas? La crítica de las formas consiste en descubrir y
describir las manifestaciones orales o escritas que han pasado y se han
conservado a través de formas fijas o estereotipadas al lenguaje corriente y a
la literatura, y en la determinación de su intención literaria y de su contexto
histórico vital (Sitz im Leben). Para
llevar a cabo el método de la historia de las formas es necesario seguir de
modo práctico varios pasos, los que a continuación van a ser descritos.
2.1. Primer paso: el descubrimiento de las formas.
Hacia 1903
Andrés Jolles escribió que lleva por título: Simples formas; en él realiza un estudio sobre las distintas formas
del lenguaje; en este sentido habla de la leyenda, el romance, el enigma, el
proverbio, el cuento, el chiste. El autor antes mencionado trata de analizar lo
que es característico y propio de cada una de las formas. En dicha obra,
también insiste el autor que la época de los descubrimientos relativos a la
crítica de las formas comenzó después de la primera guerra mundial pero que
todavía no ha terminado.
La cusa de ello
radica en que las formas literarias fijas y acuñadas no es algo constante y
permanente sino que es algo que aumenta de día en día. Las nuevas formas
literarias van unidas a las nuevas formas lingüísticas y conceptuales, y estas
a su vez son indicativas de las situaciones nuevas en las que se encuentra el
hombre; en la literatura constantemente están surgiendo nuevas formas
literarias.
A pesar de que
han pasado muchos años de este estudio sobre la crítica de las formas aplicado
al estudio de las Sagradas Escrituras, sin embargo todavía se siguen realizando
nuevos descubrimientos sobre las formas en que viene expresada la Biblia.
Podríamos decir que la primera etapa que vive la historia de las formas
consiste en el descubrimiento de la forma literaria.
La primera
etapa, el primer paso que encuentra el hermeneuta o exegeta de las formas
consiste en descubrir e identificar las formas literarias que se encuentran en
un texto. Pasamos al segundo paso: la descripción de las formas.
2.2. Segundo paso: la
descripción de las formas.
El segundo paso
del método de las formas consiste en describir la forma del modo más minucioso
que sea posible; aquí es necesario resaltar que la dificultad reside en el
hecho de que no todas las formas se han tornado en modelos estereotipados ni
tampoco se han llegado a esquematizar totalmente.
Lo primero que
hace parte de la descripción de una forma, y por lo tanto es lo más sencillo,
es que la forma o el género a describir se presenta con las palabras que
caracterizan la forma, el género o con las fórmulas estereotipadas, y que son
siempre iguales; cuando esto sucede entonces se habla de estilo literario de una forma determinada (Gerhard Lohfink 46).
Lo segundo que
se debe tener en cuenta en el momento de describir una forma literaria es que
toda forma estereotipada comienza siempre enunciando unos elementos formales
típicos y constantes. Normalmente una forma literaria estereotipada, cuando es
enunciada en su comienzo, se ajusta a elementos característicos del género que
ella pretende enunciar. El comienzo es lo que alerta, lo que debe llamar la
atención del lector o del intérprete pues este enuncia el tipo de comunicación
que se desea establecer; esto sucede porque en toda comunicación el comienzo es
lo más difícil. Por esta razón la forma inicial de lo que se desea comunicar
viene expresado en esquemas prefabricados comunes y fijos.
Lo tercero que
se debe tener en cuenta en la descripción de una forma es la conclusión o la
manera como concluye toda forma estereotipada; normalmente la forma conclusiva
de una forma literaria estereotipada viene expresada a través de estructuras
prefabricadas.
En conclusión se
puede decir que para describir toda forma literaria estereotipada es necesario
prestar una gran atención tanto al comienzo como al final del texto, pues
normalmente estos dos elementos indican el tipo de estructura en el que viene
mediatizado el texto.
2.3. Tercer paso: la intención
de las formas.
Hasta ahora se
han mencionado dos pasos constitutivos y necesarios para ejecutar y llevar a
cabo el método de la historia de las formas: el primer paso consiste en
descubrir la forma, el segundo paso consiste en describir la forma, descripción
de su estructura externa; ahora es necesario plantearse un tercer paso. Este
hace referencia a la intención o finalidad que encierra la forma literaria.
Se podría decir
que según la intencionalidad de quien comunica algo, de ello va a depender
tanto la forma como el género literario. La intención del texto no es algo que se
pueda apreciar fácilmente, por lo tanto requiere de un análisis minucioso,
detallado y atento; esto se alcanza partiendo de la cuestión que pregunta por
la intención que alberga el texto; casi siempre y por lo general hay que
adivinar la intención y el propósito que se busca al escoger una determinada
forma del lenguaje. El punto álgido en el proceso de describir una forma o
género literario es la cuestión que se plantea acerca de la intención que lleva
toda forma o género.
2.4. Cuarto paso: el Sitz im
Leben.
En los pasos
anteriores se ha hablado del descubrimiento de las formas, de la descripción de
las mismas y de la intención que tiene la utilización de una determinada forma;
es necesario dar este cuarto paso para poder comprender lo que es la crítica de
las formas.
La expresión Sitz im Leben fue acuñada por Hermann
Gunkel, que era especialista en el estudio del Antiguo Testamento, y que
introdujo la crítica de las formas como método de estudio de las modernas
ciencias bíblicas. Gunkel fue quien introdujo la crítica de las formas como
instrumento útil para el estudio exegético de la biblia.
El estudio de la
forma tiene como finalidad la de descubrir el contexto, el medio ambiente en el
cual se utilizaba lo expresado por el texto; así por ejemplo, los salmos en el
pueblo de Israel fueron compuestos para ser cantados en el culto del templo; la
intención que tiene el exégeta o el hermeneuta bíblico al analizar la forma o el
género literario del Antiguo Testamento es escudriñar su contexto
circunstancial y su contexto vivencial; desde esta perspectiva los estudiosos
de la escuela de las formas han llegado a la conclusión de que los géneros
literarios del Antiguo Testamento estaban inicialmente relacionados con el
culto del templo o de los santuarios.
Sucede que
muchas veces, cuando no se comprende el contexto vital en el cual nació una
forma o género literario, entonces no se entiende lo que se quiso expresar a
través de la forma literaria.
El trabajo que
han realizado los que se dedican al estudio y la crítica de las formas del
Nuevo Testamento han podido constatar que en los escritos neotestamentarios el
ambiente (Sitz im Leben) está
constituido por el culto que ofrecían las primitivas comunidades cristianas; en
este sentido ellos han podido identificar una serie de cantos, fórmulas
litúrgicas y profesiones de fe.
Otra cuestión
que se han planteado los estudiosos de la crítica de las formas es si en los
cuatro evangelios hay formas o géneros cuyo contexto histórico vital fuese el
culto divino comunitario. Es muy probable que “la primitiva predicación
cristiana fuera efectivamente el Sitz im
Leben, el contexto histórico vital y existencial de algunas narraciones que
traen los evangelios”[2]
(Gerhard Lohfink 58).
A la par con el
culto divino y el templo, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, existen
muchas otras instituciones que sirvieron de trasfondo y de contexto histórico
vital para la elaboración de formas o géneros literarios. Los libros
sapienciales tuvieron como trasfondo una colección de proverbios y normas de
educación, cortesía y vida, muchos de ellos están dedicados para instruir, eran
similares a los textos escolares en los que se aprendía a leer y a escribir.
Para la escuela
de las formas es necesario poner de manifiesto el contexto histórico
existencial de todos los textos antiguos, pero al hacerlo hay que tener ciertas
precauciones, pues de ello va a depender la comprensión que se tenga del texto;
en este sentido la escuela de las formas insiste en que es necesario que el
exégeta o el hermeneuta se desprenda y haga abstracción de sus propias
experiencias y de su propia idiosincrasia.
La mayoría de
las formas literarias que se encuentran en las trovas, leyendas, sagas, cuentos
y antiguos dramas demuestran con toda claridad que el contexto existencial de
las antiguas formas literarias fue, en la mayoría de los casos, una institución
social estable, pero ¿Qué ha sucedido cuando han desaparecido estas
instituciones sociales?
Sucede que con
las instituciones sociales han desaparecido los géneros y formas literarias que
estas utilizaban; esto es lo que ha sucedido en la mayoría de los casos. Otros
géneros y formas literarias han permanecido y han sobrevivido pero han tenido
que mutar o cambiar de Sitz im Leben.
Según lo dicho anteriormente puede suceder que al desaparecer la institución
que le dio origen a un determinado género o forma literaria, la forma
desaparezca con su Sitz im Leben,
pero también puede suceder que la forma literaria o lingüística se desprenda de
la institución que le dio origen y se adhiera a otra nueva, en este caso se
puede decir que cambia el Sitz im Leben.
Pero también puede suceder que la forma literaria se utilice para otra
finalidad y para otro auditorio.
Todo lo dicho
anteriormente puede aplicarse a la manera como hoy la Iglesia utiliza muchos
textos del Antiguo Testamento; como tal es el caso de los salmos que se recitan
en el Breviario: “casi todos los textos del Antiguo Testamento, por no decir
que todos, adquieren un nuevo Sitz im
Leben existencial al usarlos hoy en nuestras plegarias o para nuestra
edificación; porque las instituciones del antiguo pueblo de Israel, que les
dieron origen, ya desaparecieron” (Gerhard Lohfink 66).
Pero puede
suceder que dentro del mismo contexto bíblico el Sitz im Leben haya cambiado
para un determinado género literario; puede suceder que un autor sagrado haya
tomado un texto antiguo de la Biblia y lo haya leído en otro contexto o
ambiente vital con otra intención muy diferente, tal es el caso que encontramos
en 2 Sam 1, 19-27 donde David llora la muerte de Jonatán y de Saúl utilizando
un género literario que se tenía en Israel para llorar la pérdida de un ser
querido; las plañideras, los deudos, los parientes y los amigos del deudo
utilizaban un canto fúnebre para llorar y lamentar la pérdida de un ser
querido; David, en el texto antes citado, utiliza un cántico de estos; lo más
característico de esta forma literaria es que se utiliza el “ay” y el “cómo”. Pero
después puede apreciarse en Is 14, 4-21 cómo el profeta se sirve de este mismo
cántico fúnebre, pero utilizándolo como una forma de sarcasmo y sátira para
despreciar la muerte de una rey babilonio o asirio que había hecho mucho mal
contra Israel. La intención y el Sitz im Leben, contexto o ambiente vital que
utiliza Isaías para apropiarse de un cántico de lamento ya no es la pérdida de
un ser querido sino el desprecio hacia un enemigo de Israel que le había
causado mucho daño al pueblo de Dios. Isaías ve en la elegía un canto de
sarcasmo, ve en ella la profecía que anuncia la muerte inminente del gran rey
que había causado mucho daño a Israel.
Este es un claro
ejemplo “del cambio consciente que se realiza en el Sitz im Leben de una forma literaria determinada (Lohfink Gerhard
70), cambio que se realiza dentro de la biblia. Este hecho es muy común dentro
del contexto bíblico, Jesús mismo en su predicación tomó formas antiguas que
eran comunes y les dio una nueva finalidad y una nueva intención.
Finalmente hay
que tener en cuenta que tanto el concepto forma como el de género pueden usarse
indistintamente; es necesario destacar que hay quienes utilizan el concepto
forma para designar con él a las unidades literarias menores, mientras que
utilizan el concepto género para designar con él a las grandes formas como la
novela o el drama. Existen otros autores que con la palabra forma designan la
estructura de cada texto individual y particular, mientras que con la palabra
género designan las formas típicas y comunes que aparecen con frecuencia; en
este caso, estos últimos hablarán de crítica de los géneros literarios y estos
coinciden con la crítica de las formas, siendo esta la manera como lo utilizan
los exégetas o hermeneutas del texto sagrado.
2.5. Algunas formas o géneros
literarias utilizados en la Sagrada Escritura.
La biblia, por
el hecho de estar conformada por muchos libros y muchos autores, los que se
fueron conformando y consignando poco a poco y durante muchos siglos, está
conformada por muchas formas o géneros literarios; en la biblia se pueden
encontrar los cuatro evangelios, cartas individuales y colecciones de cartas;
también hacen parte de ella las profecías, los libros apocalípticos, los
sapienciales o didácticos y los históricos, en la Sagradas Escrituras se pueden
encontrar toda una colección de salmos. Los anteriormente enunciados son los
que se podrían llamar fundamentalmente géneros literarios mayores de la biblia;
detrás de estos se encierran otros que se podrían llamar menores.
Según este
último sentido, en la Biblia se pueden encontrar: el relato histórico, la saga,
el mito, el cuento, la fábula, el paradigma, el sermón, la exhortación, la
confesión, la narración didáctica, la parábola, la sentencia profética,
jurídica o sapiencial, el refrán, el enigma, el discurso, el contrato, el
catálogo o registro, la oración, el canto y muchos otros.
La biblia
contiene toda una multitud de formas o de géneros literarios; esto hace que la
biblia sea un texto que encierra en sí grandes contrastes entre géneros y formas
literarias. Desde aquí podría decirse que la biblia es un texto único en este
sentido. Es necesario decir finalmente que hoy por hoy no es posible hacer una
presentación sobre el pensamiento bíblico que no tenga en cuenta la multitud y
variedad de las formas y de los géneros literarios. A continuación se
estudiarán los más representativos de ellos, es necesario recalcar que no se
trata de una consideración exhaustiva sino de mirar los elementos básicos de
algunos de ellos.
2.5.1 Las parábolas.
Toda parábola
empieza siempre con un exordio, este puede tener las siguientes formas:
¿Con qué
compararemos el reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un
grano de mostaza que…. (Mc. 4, 30-31).
¿Con qué
compararé el reino de Dios? Es como la levadura que una mujer…. (Lc. 13,
20-21).
El reino de Dios
es como un hombre que echa una semilla (Mc. 4, 26).
La forma inicial
que enuncian estas parábolas se ha designado con el término de parábolas de
dativo inicial.
Existen otras
parábolas con las que Jesús empieza con una forma interrogativa, tal es el caso
de la parábola de la dracma perdida (Lc. 15, 8-9). Cuando los oyentes de Jesús
escuchaban que él iba a empezar con una interrogación, entonces suponían que se
trataba de una parábola.
Existe otro
grupo de parábolas bíblicas en las que Jesús comienza narrando un hecho
nominativo y el resto del discurso se convierte en una narración corriente; tal
es el caso de la parábola del sembrador: “salió el sembrador a sembrar”; a
estas se les llama parábolas del nominativo inicial, como ejemplo se pueden
citar los siguientes:
“Un hombre
bajaba de Jerusalén a Jericó” (Lc. 10, 30).
“Un hombre daba
una gran Cena” (Lc. 14, 16).
“Un hombre tenía
dos hijos” (Lc. 15, 11).
“Un hacendado
tenía un administrador” (Lc. 16, 1).
“Había un hombre
rico que vestía de púrpura” (Lc. 16, 19).
“Dos hombres
subieron al templo a orar” (Lc. 18, 10).
“Había en una
ciudad un juez” (Lc. 18, 2).
Los oyentes de
Jesús, al oír que la narración comenzaba con un nominativo inmediatamente
suponían que se trataba de una parábola.
Otra
característica propia del género o forma parabólica es que todos los detalles y
circunstancias narrados en la parábola se reducen a cosas ordinarias, típicas y
cotidianas; todos los detalles y las circunstancias abordados desde la primera
hasta la última frase se reducen a este hecho antes mencionado; las parábolas
hablan de cosas que todos saben, cosas que ocurren en todas partes: “las cosas
referidas en las parábolas están a la orden del día, las saben todos, están
sujetas a las leyes comunes y ordinarias, son de la vida cotidiana” (Gerhard
Lohfink 91); el valor didáctico y argumentativo de las parábolas residen en el
hecho de que ellas pueden refutar e impugnar el curso ordinario de las cosas.
Lo enunciado
anteriormente es la razón por la cual las parábolas evocadas por Jesús sean
todas cortas per a la par poseen una gran densidad; en ellas no se presenta una
gran narrativa sobre los detalles mínimos porque además quienes oyen a Jesús
son conocedores de los mismos.
Existen otro
tipo de parábolas que no se ajustan a las antes mencionadas; lo característico
de este otro tipo de parábolas es que en ellas no se emplean los elementos de
la vida común y ordinaria, por el contrario, ellas recurren a acciones o
circunstancias extraordinarias y hasta únicas en su género; a estas la
hermenéutica bíblica las llama parabel; en este grupo se pueden mencionar: la
parábola de las bodas reales (Lc. 14, 16-24); la parábola del hijo pródigo (Lc.
15, 11-32); la parábola de los viñadores (Mt. 20, 1-6); la parábola del siervo
despiadado (Mt. 18, 23-35); el administrador infiel (Lc. 16, 1-8); la parábola
de los malos viñadores (Mc. 12, 1-11). El hecho de que estas últimas no
utilicen elementos comunes y ordinarios, eso hace que su carácter parabólico
sea más difícil de detectar. También es necesario recalcar que Jesús demostró
una gran capacidad didáctica y una gran maestría al utilizar los géneros
literarios de las parábolas y de las parabel.
Según lo dicho
anteriormente se puede concluir que existe la posibilidad de identificar algunas
parábolas por la manera como comienzan o por el contenido típico depositado en
ellas; pero también existen parábolas que velan desde el comienzo su forma
literaria, estas parecen como si reprodujeran una noticia, en estas es
necesario prestar atención a la situación y a las circunstancias contenidas en
ellas.
Es necesario
afirmar que la verdadera intención de una parábola no es describir el plano
objetivo o fáctico de un suceso; una parábola no pretende comunicar un hecho
histórico; las parábolas bíblicas tienen una intención mucho más profunda:
mostrar la realidad del Reino de Dios, generar o crear una imagen de lo que
está sucediendo en la predicación de Jesús; las parábolas que se encuentran en
la biblia intentan hablar de acontecimientos reales relacionados con la
predicación y la obra evangelizadora de Jesús de Nazaret.
2.5.2. La narración didáctica.
El género
didáctico en la biblia no tiene otra intención que transmitir una enseñanza de
carácter divino; Dios es el gran maestro que se sirve tanto de un autor como de
un texto para transmitir una enseñanza; Dios, el gran maestro que, a través de
la enseñanza, quiere interpelar, cuestionar, orientar y encausar al hombre
hacia su proyecto divino de salvación; tanto el texto didáctico sagrado, como
la forma literaria en que este viene escrito, así como el autor sagrado no son
más que medios de los cuales Dios se sirve para interpelar, confrontar,
cuestionar y orientar al lector del texto sagrado.
El ejemplo más
claro de un texto didáctico lo encontramos en el libro de Jonás; en este
sentido se puede decir que el libro de Jonás se presenta ante el lector del
mismo como una narración didáctica; en ningún momento, según Gerhard Lohfink
(112), el texto antes mencionado pretende tener un carácter histórico, pues no
pretende presentar la narración de unos sucesos acaecidos cronológicamente ni
históricamente, así como tampoco pretende presentar una biografía del profeta
Jonás. El texto de Jonás no pretende mostrar una noticia histórica. Sin embargo
el mismo texto termina con una pregunta en la que el lector del texto ha de
sentirse interpelado y cuestionado, y ha de ser este mismo quien la resuelva.
2.5.3. La saga.
Esta forma
literaria se encuentra consignada en el texto que narra el sacrificio de Isaac
(Gen. 22, 1-19).
La saga tiene
como finalidad enunciar una noticia final, que en este caso consiste en referir
o comunicar un dato de la vida de Abraham. También intenta ofrecer un hecho
histórico, que en este caso hace referencia a un hecho acaecido en el pasado
del pueblo de Israel pero mirado retrospectivamente; esto puede apreciarse en
el hecho de que se presenta una relación concreta entre la narración y un lugar
determinado (Yahvé provee).
Otro dato
importante de la saga del sacrificio de Isaac es que esta, inicialmente y
después de quedar consignada en el libro del Génesis, se transmitía por la
tradición de forma oral; esto quiere decir que la saga del sacrificio de Isaac
primero se transmitió de forma oral y luego, después de mucho tiempo quedó
consignada por escrito en el libro del Génesis.
Todo esto supone
un ambiente mucho más amplio en el cual tanto Abraham como Isaac eran
personajes conocidos y todo lo que se contaba acerca de ellos era perfectamente
conocido; esta saga por lo tanto es una narración real que originariamente fue
transmitida por la tradición israelita de forma oral.
La saga del
sacrificio de Isaac también pretende comunicar un trozo de la historia de
Israel; pues lo que le ocurrió a Abraham y a Isaac narra o cuenta la historia
de los antepasados del pueblo de Dios, ya que dicha historia deriva de Abraham
e Isaac.
En la saga
también puede apreciarse una tensión temporal entre el pasado y el futuro; ya
que la prosecución o continuidad de la promesa estaba garantizada por la vida
de Isaac; este era el medio a través del cual Dios proseguiría la promesa hecha
a Abraham, pero al exigirle la vida de su hijo, la promesa quedaría truncada;
en este sentido puede decirse que Isaac era el medio a través del cual Israel
se jugaría su propio futuro.
En conclusión se
puede decir que la narración del sacrificio de Isaac no tiene solamente la
intención de ilustrar e instruir sino que ofrece un trozo de la historia del
pueblo de Israel. En segundo lugar se debe reconocer que en ella la historia
narrada primero fue transmitida por la tradición de forma oral, luego quedó
consignada por escrito. En un tercer momento la saga del sacrificio de Isaac
pretende contar un acontecimiento de la historia de la familia de Abraham, y
por lo tanto un fragmento de la historia del pueblo de Israel.
También hay que
recalcar el hecho de que la saga es una narración que fue transmitida oralmente
durante un periodo de tiempo, la saga era algo que se contaba, y por este mismo
hecho se fue conservando de generación en generación, a la par con ella se
fueron conservando las vivencias históricas de un pueblo, de una tribu o de un
clan. En la medida en que las vivencias se iban contando, a través de las
sagas, las generaciones posteriores se identificaban con las anteriores.
Es necesario
decir que casi todas las historias de los Patriarcas y otras narraciones del
Antiguo Testamento eran sagas. Las sagas narran historias realmente vividas.
Las sagas de los Patriarcas muestran que, dentro de la historia de la
salvación, Dios se ha servido de Abraham, Isaac y Jacob para formar un pueblo,
el que Él ha llamado, escogido y guiado; con los Patriarcas Dios demuestra que
es fiel a sus promesas; Dios puede guiar a su pueblo a través de caminos
difíciles pero que al final todo lo difícilmente vivido puede transformarse en
bendición.
2.5.4. Narraciones históricas.
La narración
histórica es un género literario en el cual no solamente entran en escena la
narración escueta de los hechos acontecidos, ni la crónica lineal de los
acontecimientos sino que además estos deben ser interpretados y expuestos a la
luz de la fe. La narración histórica incorpora al relato y a la crónica la
interpretación y la exposición de los hechos pero acomodados a la intención del
escritor o de sus lectores. La narración histórica expone unos hechos, pero
estos vienen expuestos de acuerdo a una intencionalidad hermenéutica e
interpretativa.
El autor del
texto se sirve de ciertos elementos narrativos, de ciertas pautas
interpretativas o perspectivas y desde ahí intenta descubrir el fondo de la
historia y considerar los hechos escuetos a la luz de la experiencia de la fe.
En la narración
histórica se parte de los hechos reales pero no se atiene solamente a la idea
de reflejar la imagen externa de los mismos, es necesario pasarlos por la
interpretación a la luz de un horizonte hermenéutico de comprensión; se podría
decir que la narración histórica jamás se aparta del acontecer histórico del
hecho escueto o de lo fáctico, pero también hay que tener presente que la
narración histórica no se conforma solamente con enumerar los hechos históricos
sino que necesita interpretarlos.
Los dos
ingredientes fundamentales de la narración histórica son la consignación de los
hechos históricos y al interpretación de los mismos. El Nuevo testamento, en
algunos momentos, da una mayor prioridad al hecho interpretativo, ya que la
intención de los autores sagrados neotestamentarios es mostrar a Jesús y el
misterio que Él encierra a la luz de la fe.
El ejemplo más
claro de una narración histórica en la biblia, lo encontramos en la historia de
la sucesión al trono de David (2 Sam. 9-20; 1 Re. 1-2); esta narración puede
ser considerada como una obra maestra de la historiografía antigua; el gran
trasfondo sobre el cual se ubica es la obra histórica deuteronómica contenida
en los libros del Deuteronomio, Josué, Jueces, 1 y 2 de Samuel, 1 y 2 de los
Reyes. Las características más sobresalientes de la narración bíblica son.
Primera. La
narración histórica se desarrolla a lo largo de varias etapas, por lo tanto en
ella están implicados espacios mayores de tiempo; encontramos en la narración
histórica un mayor número de hechos en un tiempo determinado; también puede
encontrarse en ella un panorama social y político mucho más amplio.
Segunda. En la
narración histórica pueden encontrarse una multitud de detalles, los que
ejercen una función accesoria respecto a lo que se relata en la narración o
respecto al hecho histórico que viene abordado; aunque los detalles tienen una
función contingente o casual sin embargo tienen una función dentro de la
narración.
Tercera. En
todos los géneros vistos anteriormente pueden apreciarse tipificaciones; así
por ejemplo Jonás tipificaba a Israel; Abraham tipifica la experiencia de fe
vivida por el pueblo de Israel; Nínive tipifica el poder del paganismo. En la
narración histórica, por el contrario, no se encuentran tipificaciones; cada
uno de los personajes que hacen parte de la narración histórica son presentados
con unos caracteres bien definidos, bien perfilados y por lo mismo son
inconfundibles entre sí; de igual manera los lugares son bien localizados y
concretizados.
Cuarta. La
narración histórica se desarrolla como la sucesión de hechos y acontecimientos
intramundanos; la narración histórica concibe la historia como un hecho que
sucede realmente en el mundo; desde esta perspectiva no es muy común que en una
narración histórica Dios hable con uno de los personajes; sería algo
extremadamente raro, dentro de una narración histórica, que Dios hablara desde
el cielo; tampoco Dios realizaría milagros para cambiar el curso de la historia
dentro de la narración histórica. Lo dicho anteriormente no significa que,
dentro de lo que se ha llamado la narración histórica, se dé un absoluto y
total abandono de la acción divina; todo lo contrario, en la narración
histórica todos los acontecimientos están abiertos a la acción de Dios, así
como es Dios mismo quien los dirige; es necesario recordar que para el pueblo
de Israel, Dios está siempre presente y actuando en la historia de Israel, y su
acción abarca todos los acontecimientos.
En la narración
histórica se puede encontrar una historia real en la que se entrecruzan las
tramas de personajes reales, grupos y fuerzas sociales. La narración histórica
está compuesta por hechos reales, el autor de la forma narrativa se esfuerza
para hacer una composición real de los espacios, lugares y tiempos; para ello
dispone de materiales históricos bien fechados y situados; el autor de la narración
histórica pudo haber sido un testigo ocular o pudo haber tenido contacto
directo con los testigos oculares; la narración histórica desde un principio
tuvo que haber sido concebida como una obra literaria.
2.5.5. Las listas.
La lista está
catalogada como un género menor de la biblia, se convierte en lo que se podría
llamar un hecho particular y peculiar. Normalmente ellas guardan un determinado
orden; no solo pertenecen al orden bíblico ya que pueden encontrarse en
documentos muy antiguos de la humanidad; las listas que encontramos en la
biblia evocan diferentes hechos, así por ejemplo en 2 Sam. 20, 23-36 puede
verse que la lista hace referencia a la manera como estaba conformado el
gabinete de gobierno del rey David, pues en ella aparecen los nombres de los
más altos dignatarios y funcionarios que hacía parte de la corte del rey. En
Hechos de los apóstoles puede apreciarse una lista de los dirigentes de la
comunidad de Antioquía en tiempos de san Pablo (13, 1); también puede
apreciarse un esquema de la estructura de la primitiva iglesia de Antioquía. En
varios escritos neotestamentarios (Rm. 1, 29-31; Ga. 5, 19-23; 2 Tm. 3, 1-15)
pueden apreciarse ciertos tipos de listas en las que se reúnen actitudes
morales tanto positivas como negativas; en Ef. 5, 22-6,9 se puede apreciar una
lista en la que aparecen los deberes domésticos.
Es necesario
recalcar que las listas que aparecen en muchos textos del Nuevo Testamento
inicialmente eran utilizadas como catequesis dirigida a conservar la estructura
familiar cristiana, pues los cristianos sentían la necesidad de ser aceptados
socialmente ya que a partir de las relaciones intrafamiliares se alcanza la
aceptación y la aprobación social.
2.5.6. Las crónicas.
El género
literario de las crónicas no es algo exclusivo de la biblia, ya que en las
antiguas cortes orientales se pensaba que era muy importante llevar, a modo de
crónica, los acontecimientos sucedidos durante el período de un rey o de un
gobierno.
Una crónica
recoge datos y hechos acaecidos durante un prolongado espacio de tiempo y los
va narrando o presentando unos tras otros. Los datos recogidos o mencionados
por una crónica tienen como finalidad consignar los hechos acaecidos.
Normalmente los hechos consignados en las crónicas son leídos y releídos e
interpretados desde la experiencia de la divinidad; en este sentido se puede
decir que los hechos consignados en las crónicas quedan abiertos a la
experiencia del acaecer desde lo divino.
Normalmente el
contexto vital al que se pueden referir las crónicas lo constituyen las
escribanías y los archivos del palacio real o también en los santuarios.
Normalmente son instituciones que tienen tras de sí un largo pasado y miran con
perspectiva hacia el futuro.
Lo que hace característico
a la crónica es que ella, utilizando una línea temporal, hace mención de hechos
acaecidos y los coloca de modo serial y articulado. Normalmente los hechos que
narra la crónica subsisten por sí mismos de modo independiente ya que ellos no
se utilizan como hilo conductor de la narración; la crónica no pretende tanto
narrar los hechos sino enumerarlos.
Tanto las
crónicas como las listas hacen parte de los géneros literarios narrativos e
informativos y ellos tienen una importancia especial para el historiador ya que
esto géneros literarios se utilizan en función de retener en la memoria los
hechos y los acontecimientos de una institución, de personaje, de una nación,
reino o estado.
3.
El método literal.
Después del
análisis de las formas literarias es necesario dar el salto hacia la manera
como el texto sagrado viene configurado y conformado desde el punto de vista
del estilo; en este análisis viene implicado el estudio de las palabras, de las
frases, de los motivos que tienen los autores de los textos.
Este método
implica la determinación exacta de la interpretación de la biblia, ya que se
realiza desde el análisis de las frases y de las palabras; el análisis
literario de los textos sagrados está implicada la utilización de todos los
instrumentos y métodos de que dispone el hermeneuta bíblico.
El método literal
pretende comunicar el sentido que el autor del texto sagrado intentó dar a sus
lectores cuando redactó el texto; también busca reconstruir el sentido exacto
del texto, el sentido de la intención del autor.
Es necesario
recalcar que puede darse el caso de que un texto haya atravesado diversas fases
en su desarrollo o que se haya presentado en contextos diversos y cada vez más
amplios, puede darse que las mismas palabras de un texto expresen verdades
distintas aunque no opuestas; en todos estos casos, el método literal tiene
como objetivo constatar y encontrar la exactitud del texto.
El método
literal también se va a preocupar por estudiar la evolución del significado de
las palabras más importantes en los textos sagrados; esto es lo que se podría
llamar el sentido verbal de las palabras; así por ejemplo las palabras que
tienen una importancia central para el Nuevo Testamento solo resuenan con más
claridad cuando se hace un rastreo de las mismas desde el Antiguo Testamento,
desde el sentido que ellas tienen tanto en el hebreo como en el griego.
Sin embargo, el
gran peligro en el que puede caer el hermeneuta bíblico es que el intérprete de
la biblia, conociendo las formas, conociendo el mundo vital de cada texto, conociendo
cada palabra y cada frase del texto bíblico permanezca contemplando y
conociendo una serie de verdades fragmentadas y dispersas pero sin llegar a
tener una visión del conjunto y de la totalidad; el exégeta debe llegar a tener
una visión unitaria de todo el conjunto, esta es la tarea a la que debe
encaminarse el intérprete del texto sagrado.
Buscar la unidad
de la diversidad y la totalidad de la fragmentación es la tarea urgente para la
hermenéutica bíblica porque la Divina Revelación es un hecho único en su
género, pero que se ha dado a través de muchas frases, expresiones y muchas
verdades humanas; por otro lado la hermenéutica bíblica debe buscar la unidad y
la totalidad porque la biblia, a lo largo de todo su proceso histórico
formativo, fue concebida y conformada por los autores sagrados como una unidad;
además quienes han creado el canon del Antiguo y el Nuevo Testamento han
intentado conformar una unidad de las Escrituras Sagradas. Desde lo dicho
anteriormente se puede concluir que son tres los elementos que deben guiar al
hermeneuta bíblico para buscar la unidad en la diversidad: el primero es la
Divina Revelación; el segundo es el canon de las Sagradas Escrituras, y el
tercero es el proceso histórico formativo de los textos bíblicos.
4.
El método comparativo.
En la
hermenéutica bíblica, la comparación entre textos, leyendas, historias y
narraciones es muy importante porque eso permite captar similitudes, establecer
diferencias y esclarecer elementos inherentes al texto bíblico; la comparación
en la hermenéutica bíblica es tan importante que se puede asemejar al método
experimental que utilizan las ciencias naturales; esto implica que en la
interpretación de un texto se deben tener en cuenta todos los fenómenos
imaginables y semejantes entre sí para luego poder explicar un fenómeno
particular determinado.
Todo proceso
comparativo presupone que exista una unidad entre los contextos históricos y
culturales de los textos o imágenes que se van a comparar. Se podría decir que
la base sobre la cual es posible realizar un análisis hermenéutico de los
evangelios sinópticos es fundamentalmente la comparación.
5.
El método hipotético.
Este método
hermenéutico normalmente parte de la formulación de una hipótesis que se desea
trabajar, justificar o encontrar en un texto bíblico. Para verificar la
hipótesis, el exégeta debe hacer entrar en juego todos los aspectos con los que
se relaciona el problema planteado hipotéticamente; el exégeta, en su proceso
investigativo, hará que la hipótesis que pretende comprobar prevalezca o
sucumba; aunque también puede darse el caso de que la hipótesis nunca llegue a
verificarse o a sucumbir sino que permanezca abierta a nuevas posibilidades y
nuevos descubrimientos.
A veces la
formulación de las hipótesis de trabajo que se quieren verificar desde el texto
bíblico, hacen que surjan escuelas, tendencias y agrupaciones en las que se
reúnen los investigadores que comparten una misma línea de trabajo.
6.
El método histórico-crítico.
6.1. Rastreo del método
histórico-crítico.
El interés por estudiar
las fuentes históricas antiguas desde el punto de vista crítico no es algo
nuevo; Aristóteles desarrolló las reglas hermenéuticas para interpretar
críticamente los textos antiguos. Orígenes dio un gran impulso al desarrollo de
la interpretación crítica de los textos bíblicos. La edad Media a partir del
ejercicio hermenéutico-crítico llegó a reconocer la inautenticidad de ciertos
textos. Pero fue la época Moderna el momento histórico en el cual el método
histórico-crítico adquirió una gran relevancia. La época Moderna renovó un gran
interés por el conocimiento del pasado, se interesó por nuevas fuentes que
ayudaran a conocer mejor el pasado, y esto incidió en que esta época elaborara
nuevas síntesis en el conocimiento del pasado.
Básicamente en
la época moderna, fue el movimiento humanista el que inauguró todo un gran
despliegue de hombres de ciencia que tuvieron un gran interés en estudiar las
fuentes textuales antiguas y a los autores clásicos; interés que concretizó en
el deseo de traducirlos, comentarlos y actualizarlos; esta gran oleada
desplegada por los humanistas también llegó hasta el campo bíblico.
Los inicios de
este gran movimiento en el ámbito bíblico, se ubican históricamente a finales
del siglo XVI, y en el siglo XVII se llevan a cabo a gran escala y se sitúa
geográficamente en Francia y Holanda; destacándose entre sus autores a Richard
Simon que en el año de 1678 publicó un texto titulado Historia crítica del Antiguo Testamento.
El gran telón de
fondo sobre el cual se apoya este movimiento es que tanto católicos como
calvinistas y judíos estaban convencidos de que al sumergirse críticamente en
la historia se están sumergiendo en el caudal histórico a través del cual viene
mediatizada la Tradición bíblica desde sus comienzos, en su evolución y en su
transmisión posterior. Esta Tradición es la que siempre ha defendido la
Iglesia, y en la medida en que se sumergen en ella están adquiriendo elementos
apologéticos para controvertir el principio luterano de la Sola Scriptura, que a los ojos de ellos es un principio
antihistórico.
Sin embargo la
historia del método histórico-crítico quedó prontamente truncada cuando Richard
Simon fue estigmatizado y cuando fue prohibida la lectura de su libro; debieron
pasar más de doscientos años para que dicho método recobrara su cauce original.
En el siglo
XVIII, se presentaron nuevos intentos con Jean Astruc quien publicara un libro
en el que se fundaba la llamada hipótesis de los documentos antiguos. En el
texto planteaba una crítica contra el Pentateuco. Por otro lado Alexander
Geddes logra comentar y traducir el Hexateuco y con ello funda la llamada
hipótesis de los fragmentos.
Sin embargo
estos fueron los pensadores que dieron un gran impulso al método
histórico—crítico aplicado a la biblia en el ámbito de la cultura luterana que
para esta época tenía un gran influjo de la Ilustración.
Durante toda
esta época, el catolicismo permaneció silencioso, la causa de esta actitud
radica en el hecho de que la teología católica había perdido mucho de su fuerza
inicial, gracias a la aniquilación de los Jesuitas y al fenómeno de la
secularización; de esta manera la organización científica católica quedó muy
diezmada.
Mientras tanto,
y desde el ámbito católico, se empiezan a cuestionar el origen de los libros
bíblicos, el tiempo en que fueron compuestos, los autores que los habían
escrito; este proceso relacionaba a los personajes famosos de la historia de la
salvación con la autoría de los textos bíblicos. En este proceso se generó, en
el campo de la hermenéutica bíblica, un fenómeno que llegaría a tener una
imagen muy diferenciada del proceso de formación de la biblia.
Este fenómeno
acerca de la formación de la biblia, en la edad Media estuvo íntimamente
relacionado con la doctrina de la inspiración; doctrina que enfatiza el origen
divino de la Sagrada Escritura. Toda esta doctrina imperó hasta comienzos del
siglo pasado cuando en realidad se reconoció que en ella se mezclaban dos
ámbitos que son completamente diferenciables: por un lado la doctrina de la
inspiración, por el otro las conformaciones históricas de los textos sagrados
contenidos en la biblia; en este sentido se pudo comprobar que el Pentateuco y
la doctrina expuesta en él es palabra de Dios, y por otro lado que el texto
bíblico antes mencionado haya sido escrito por Moisés o por una variedad de
autores desconocidos que lo compusieron durante varios siglos, sin embargo esto
último es algo muy diferente a la inspiración divina.
Lo que estaba en
juego en estas posturas es el hecho de si se debían o no aceptar elementos
científicos para el estudio de la biblia; porque muchas veces lo científico
contradecía, criticaba y hasta negaba el carácter divino de los textos
sagrados; según este dilema quien aceptaba trabajar científicamente la biblia
debía abdicar de su fe o quien estudiaba la biblia desde su propia fe debía
abdicar de los avances científicos.
Fue el Papa Pio
XII, quien desde la encíclica Divino
Afflante Spiritu, en el año de 1943, elaboró un tratado sobre los métodos
de la ciencia bíblica católica; este fue el acontecimiento y el momento
decisivo a partir del cual el Magisterio Eclesiástico está de acuerdo con la
ciencia bíblica histórico-crítica; después de este acontecimiento empiezan a
surgir una serie de documentos en los que se daba vía libre al estudio sobre el
Pentateuco y las fuentes de inspiración, al carácter histórico de la forma como
primitivamente se conformó el texto bíblico, a la verdad histórica de los
Evangelios, donde se valoran, de forma especial, los métodos que utiliza la
historia de las formas.
6.2. El método
histórico-crítico: un viaje hacia el pasado.
El método
histórico-crítico parte o tiene su origen en una necesidad vital: un viaje
hacia el pasado, un viaje retrospectivo hacia los orígenes con la intención de
descubrir lo que realmente sucedió y aconteció en los momentos históricos en
los cuales fueron redactados los textos sagrados contenidos en la biblia; en
última instancia se trata de iluminar, llevar a la claridad lo que realmente
generó, aconteció y sucedió en los momentos históricos en que fueron redactados
y escritos los textos sagrados. Todo esto se encamina hacia los orígenes con la
intención de saber cuáles fueron las circunstancias, saber qué pasaba por la
mente de los autores sagrados, cuáles fueron las fuentes en las que bebieron
para redactar los textos bíblicos; reconocer los momentos en los que la gracia
divina los iluminó; a través de todo esto reconocer el plan divino de
salvación, la gracia divina proyectada sobre la humanidad, la economía de la
salvación.
La biblia guarda
un pasado dentro de sí y con frecuencia lo descubre y lo exhibe; el hermeneuta
de la biblia sabe que todo esto tiene un gran valor para la investigación de
los textos sagrados; desde lo anteriormente dicho se puede decir que el método
histórico-crítico posee una gran fuerza esclarecedora.
En este proceso
de iluminar el pasado ayudan los avances científicos de las disciplinas
auxiliares, los nuevos descubrimientos en las áreas de la arqueología bíblica,
en la historia y la filología.
Para iluminar el
pasado, el método histórico-crítico debe partir de la formulación de una
hipótesis que se desea convalidar; pero la hipótesis solamente surge como el
producto de un largo proceso de búsqueda y de investigación sobre un
determinado tema; la hipótesis es la formulación lingüística que ha surgido
después de un largo proceso investigativo; la hipótesis es la pregunta o la
inquietud que se desea esclarecer, iluminar y responder; en este sentido es
claro que solo se ilumina lo que se pregunta, solo se esclarece lo que se desea
iluminar, lo demás permanece en la oscuridad; este es un principio de la
hermenéutica bíblica: solo se encuentra lo que se busca, solo se responde
cuando se pregunta correctamente, lo demás permanece en la oscuridad.
6.3. El método
histórico-crítico: historia y hermenéutica.
Como su nombre
lo dice, el método histórico-crítico es un método que tiene como intención y
finalidad la de iluminar y esclarecer los hechos históricos y del pasado; esto
lo hace recurriendo a una cantidad de técnicas, medios y reglas de juego que le
ayudan a responder a un problema histórico. En torno al problema histórico el
interés se centra en conocer lo que realmente sucedió; el problema histórico
puede referirse a un hecho político, social, religioso o económico que se
encuentra en el texto que se está analizando.
El problema
hermenéutico comienza cuando surge la pregunta acerca de lo que realmente
quiere decir el texto o cuando surge la pregunta acerca de lo que realmente
dijo el autor o cuando el intérprete del texto empieza un diálogo con el texto
o con su autor. El hermeneuta del texto tiene un interés específico cuando se
aproxima a él; el hermeneuta, al aproximarse a un texto, lleva de manera previa
un planteamiento con el que intenta aproximarse al texto que desea interpretar.
Es necesario
resaltar que en el método histórico-crítico, de modo admirable se unen dos
cosas: la investigación histórica y la interpretación, y todo esto encaminado a
comprender, esclarecer e iluminar el texto antiguo.
Con todo texto
antiguo fundamentalmente se pueden hacer dos cosas: primero que todo lo podemos
interpretar, podemos tratar del texto y del tema que él indica; pero también se
puede utilizar como una fuente histórica ya que él trata de un acontecimiento,
de un hecho del pasado, de algo que sucedió; en ambos casos el texto es un
medio para alcanzar el conocimiento y la comprensión del mismo. Cuando se
conocen las circunstancias que dieron origen a un texto, entonces se puede
decir que se comprendió; cuando se han entendido las afirmaciones de un texto
antiguo, de una fuente histórica antigua, solo entonces se puede valorar el
mismo; es necesario decir que para el método histórico-crítico la historia y la
hermenéutica o interpretación se encuentran en una relación de interdependencia
mutua.
Sin embargo, y
complementando lo dicho anteriormente, el exégeta o hermeneuta bíblico tiene
como intención interpretar y comprender la biblia que es palabra de Dios, norma
de fe y de vida para la comunidad cristiana; para el hermeneuta o exégeta los
textos sagrados que contiene la biblia tienen un valor especial: ellos son
Palabra de Dios. Su interés se centra en las verdades contenidas en los libros
sagrados; todo lo que históricamente se puede decir de un texto sagrado de la
biblia se encamina a esclarecer la verdad contenida en él, la verdad que es
Dios mismo. Para poder llegar a esto, el exégeta debe centrar su interés en el
texto y en las afirmaciones que este trae; debe establecer un diálogo con él;
debe aceptar y entender el tema del que habla el texto sagrado; de todo esto
surge la fe que es la aceptación personal del contenido del texto sagrado y que
el hermeneuta o exégeta hace suya, haciéndola norma de vida; en todo este
proceso sucede un fenómeno muy particular que consiste en el hecho de que
fusionan o entremezclan el mundo en el que vive el intérprete o exégeta y el
mundo que trae consigo el texto interpretado; el horizonte de comprensión del
intérprete y el horizonte del texto interpretado quedan mezclados, y si al
suceder esto se logra compartir con los demás entonces se alcanza el objetivo
de la exégesis o la hermenéutica bíblica: comunicar, compartir, testimoniar lo
que se ha vivido con la Palabra de Dios; en última instancia toda la
hermenéutica o exégesis bíblica se encamina al kerigma, al anuncio, a la
evangelización.
Lo importante para
el diálogo hermenéutico con el texto sagrado no son los hechos históricos sino
el sentido que expresa; es dialogar con la verdad expresada en el texto;
dialogar con el autor del texto, dialogar con Dios cuya palabra aparece
expresada en el texto.
6.4. Pasos a seguir desde el
método histórico-crítico.
El método
histórico-crítico pertenece al orden de los métodos diacrónicos pues se
interesa en descubrir la intención de los autores sagrados y de los redactores
de la biblia, así como el mensaje que ella ofreció a los primeros
destinatarios. Es un método indispensable para el estudio científico del
significado de los textos antiguos; en este sentido puede decirse que es un
método necesario para el estudio de la biblia. Este estudio se desarrolla a
partir de varios pasos a seguir:
6.4.1. La crítica textual.
Esta consiste en
establecer, aclarar y clarificar un texto bíblico de modo que éste se acerque a
la manera más próxima a como fue redactado el texto original.
6.4.2. Análisis filológico y
crítica literaria.
Este segundo
paso se encamina a estudiar la unidad del texto, la coherencia interna de los
textos; también centra su atención en la eventual posibilidad de que sobre el
texto se hubieran presentado duplicados y divergencias entre ellos; también se
preocupa por descubrir las fuentes, los géneros literarios y las formas.
6.4.3. Crítica de las tradiciones.
Se trata de
asumir de modo crítico las tradiciones a las cuales pertenecen los textos
bíblicos.
6.4.4. La crítica histórica.
Esta se presenta
solo en el caso de que el texto pertenezca al género literario histórico.
6.4.5. Crítica de la redacción.
Que consiste en
realizar una crítica a la redacción final del texto.
El gran peligro
en el que puede caer este método es que se utilice solo para buscar el sentido
original bíblico y quedarse solo en la época en que fue producido. Esta es la
razón por la cual este método tiende a integrarse con otros métodos sincrónicos
especialmente provenientes del estructuralismo.
7.
La historia de la redacción.
Este método
interpretativo de la Sagrada Escritura tuvo sus orígenes hacia la primera mitad
del siglo XX y nació como una crítica contra el método histórico de las formas.
Este método concentra su interés en la manera, la forma y las circunstancias
histórico-temporales como el texto sagrado alcanzó su redacción final.
El método
histórico de la redacción considera que los autores de los textos sagrados son
verdaderos teólogos que habían recibido los elementos para componer los textos
sagrados de la tradición; ellos a su vez hacen una reelaboración de los mismos
utilizando para ello una pauta hermenéutica, la que a su vez era producto de
una reelaboración extraída de la tradición.
Los principales
exponentes de este método hermenéutico son: Conzelmann, Bornkamm, Marxsen,
estos representan la confesión religiosa del luteranismo; por la parte católica
se destaca W. Trilling.
El método
histórico de la redacción tiene como tarea primordial descubrir, desentrañar y
patentizar cuál fue el trabajo de redacción que realizaron los autores
bíblicos, también intenta desentrañar la perspectiva literaria y hermenéutica
que se encierra en las profundidades de los textos sagrados.
8.
Método Histórico de las tradiciones.
Este método
hermenéutico bíblico pondrá su acento en la tradición que antecede un texto de
la Sagrada Escritura; la historia de las tradiciones realiza un estudio
pormenorizado sobre la tradición en que un texto sagrado se ha ido conformando;
la manera como la tradición se ha ido transmitiendo hasta que le libro sagrado
se ha redactado definitivamente. Los representantes de esta propuesta
hermenéutica reconocen que existen tanto tradiciones orales como escritas y
estas son rastreadas tanto en el pueblo de Israel como en las comunidades
cristianas primitivas; también reconocen e intentan esclarecer las múltiples
interpretaciones que han experimentado las tradiciones.
El método
histórico de las tradiciones ha puesto de manifiesto que el pueblo de Israel
hacía una doble lectura del desierto: una tradición contenida en Ex. 20 consideraba
que el desierto era una experiencia en la que el pueblo de Israel experimenta
la dificultad y la tentación; la otra lectura es la contenida en Dt. 8; 29, 2-6
en la que se consideraba que la experiencia vivida por el pueblo de Israel en
el desierto fue una época de juventud y de fidelidad de Israel hacia Dios. El
método histórico de las tradiciones también ha reconocido que los gestos y las
palabras de Jesús en la última cena están precedidos de unas tradiciones que
los anteceden.
9.
Lectura existencialista de la biblia.
Rudolph Bultmann
es quien inició, inspirado en Heidegger, esta lectura de la Sagrada Escritura;
lo que está en juego en esta interpretación es que Bultmann considera que es
imposible llegar a un conocimiento del Jesús histórico, por lo tanto, el acento
en la interpretación de la biblia la debe colocar el intérprete o lector, en
cuanto el texto sagrado tiene algo que decir para iluminar, transformar y
cambiar la existencia del mismo. En el encuentro con la Palabra de Dios acaece
la transformación y el cambio. Lo que el intérprete de la Sagrada Escritura
debe buscar en el texto sagrado no es tanto el hecho histórico real y objetivo
sino la manera como el texto sagrado toca y compromete existencialmente al
intérprete.
En la medida en
que, a través del texto, se redescubre la predicación y el mensaje de Jesús, en
esa medida se propicia para el lector o intérprete un encuentro personal con la
persona de Jesucristo; dicho encuentro, en la medida en que está mediatizado
por la fe, debe propiciar una transformación y un cambio.
La
interpretación existencialista de la biblia combina varios factores a saber:
primero, los aportes que pueden propiciar los géneros y las formas literarias
utilizadas por los autores sagrados en la redacción de los textos; el segundo
factor es que Bultmann se sirve de la propuesta hermenéutica de Heidegger; y el
tercer factor es que Bultmann conjuga en su propuesta la concepción de Lutero
según la cual la fe es el único medio y camino a través del cual el hombre puede
acceder a la salvación.
Los puntos desde
los cuales se puede criticar la propuesta existencialista son: primero, en la
interpretación existencialista se da una primacía del individuo sobre la
comunidad; prima una lectura de carácter individualista y solipsista.
Segundo. En la
interpretación existencialista de la biblia no se presta ninguna atención a
otros elementos que son muy importantes para realizar una atenta interpretación
de la misma.
Tercero. En la
interpretación existencialista de la biblia no entra en juego la Tradición ni
el papel hermenéutico tan importante que esta tiene para la misma; papel que
como ya se ha visto es desarrollado especialmente por Gadamer.
Métodos de lectura
literaria de la biblia.
Los nuevos
métodos de análisis literario surgieron para investigar los más variados
aspectos de los textos bíblicos y que el
método histórico-crítico no alcanzaba a desarrollar; estos podrían situarse
dentro de lo que en la cultura contemporánea se ha llamado el giro lingüístico,
por lo tanto son muy cercanos a la literatura y a la lingüística.
A partir de 1970
es posible hacer una lectura de la Sagrada Escritura desde el punto de vista de
la literatura. Evidentemente, esta lectura debe ir emparentada con la dimensión
teológica. En este sentido es posible decir que los análisis lingüísticos han
permitido la realización de nuevas visiones sobre la biblia. Desde esta
perspectiva es posible aseverar que el conocimiento de las diferentes lenguas
en que se sitúa el contexto bíblico: arameo, hebreo, griego y latín ayudan a
clasificar las formas expresivas y los contenidos en ellas expresados y la
relación de entre estos y el tiempo en que se escribieron los libros
inspirados. En este sentido se pueden mencionar las siguientes formas de
análisis literario-lingüístico:
10. Análisis semiótico.
La base de este
método se encuentra en la propuesta semiótica de F. de Saussure y que tiene
como fundamento el hecho de considerar que la lengua consiste en un sistema de
relaciones; estas a su vez están regidas por normas y leyes de carácter
histórico-lingüístico.
Según esta
propuesta de análisis semiótico, el texto posee en su estructura toda una red
de relaciones; en el entramado de estas se construye el significado del texto;
este se conforma y se constituye de manera independiente del lector, de los autores
y de los destinatarios.
El análisis
semiótico, después de analizar las estructuras composicionales del texto pasará
a analizar los diferentes niveles que conforman y constituyen el texto: la
narración, los personajes, las figuras literarias utilizadas para elaborar la
narración, el sentido significativo de cada estructura lógica etc., el análisis
semiótico parte del principio de que el texto bíblico es un todo coherente.
El análisis
semiótico también es llamado análisis estructural. Este análisis trata de
interpretar y leer la Sagrada Escritura desde los principios del
estructuralismo o aplicar la gramática estructural. Desde el análisis del
texto, organiza los elementos que contiene para buscar en ellos la estructura
que le subyace en su organización. El gran peligro en el cual puede caer el
análisis estructural de la Sagrada Escritura es quedarse en un análisis formal
o estructural pero olvidar el contenido y el mensaje del texto sagrado.
11. Análisis retórico.
La retórica es
la forma literaria que tiene como intención la persuasión mediante el uso de la
palabra. El autor, que se sirve de la retórica, no tiene otra intención que
persuadir a sus oyentes respecto a la verdad de un tema o asunto; para llegar a
eso, utiliza figuras literarias, recurre a argumentaciones comprensibles para
sus oyentes utilizando como puntos de referencia lugares comunes; por esta
razón, el análisis retórico concentra su atención en la intención que tiene el
autor del texto, también en el efecto que produce con su escrito o su discurso
y la manera como lo perciben sus oyentes; para llevar a cabo este análisis se
deben cumplir cuatro pasos, a saber, primero: hay que delimitar la unidad
retórica, delimitación del discurso; el segundo paso consiste en determinar
el contexto o el ambiente vital en el
cual se desarrolla la unidad retórica; el tercer paso consiste en analizar la
manera como está organizado el contenido del texto; y el cuarto paso consiste en
reconsiderar toda la unidad retórica en su conjunto.
El análisis
retórico tiene su fundamento en la retórica clásica, en la retórica semítica y
en la nueva retórica; la biblia, según este método, no es únicamente expresión
de la verdad, sino que ella es un mensaje que tiene como finalidad la comunicación
para ubicarla y localizarla dentro de un determinado contexto; el mensaje que
transmite y comunica la biblia tiene su propio dinamismo argumentativo y por
eso mismo posee una estrategia retórica.
12. Análisis narrativo.
Este análisis se
encamina a investigar la gran cantidad de textos que trae la biblia bajo la
forma narrativa y bajo la forma testimonial; dicho análisis parte del principio
de que tanto el Antiguo como el Nuevo testamento narran, cuentan la historia de
la salvación; el sentido de la narración es la de involucrar al lector en el
mundo de la narración y en el sistema de valores relatados en la historia
referida.
Desde el punto
de vista del autor, el análisis narrativo va a diferenciar varios tipos de
autores: primero que todo destaca al autor real que es quien ha escrito el
relato; en un segundo momento destaca al autor implícito que es la imagen del
autor que el texto origina o recrea en la medida en que se realizan lecturas
sucesivas del mismo; el tercer lugar lo ocupa el lector real que representa a
todos aquellos lectores que desde el principio hasta hoy han leído o escuchado
realmente el texto; el cuarto lugar le corresponde al lector implícito, que es
aquel lector que el texto presupone y produce, este está en la capacidad de
entrar en el mundo de la narración.
La tarea de la
hermenéutica bíblica dentro de este contexto narrativo consiste en ayudar a que
el lector real y efectivo llegue a identificarse plenamente con el lector
implícito o exigido por el texto sagrado.
Para el análisis
narrativo, el texto sagrado funciona como un espejo ya que él representa una
imagen determinada del mundo; imagen que podría llamarse el mundo del relato;
esta imagen imprime tal fuerza al lector que lo debiera llevar a asumir los
valores presentes en el texto relatado.
El método de
análisis narrativo concretiza el relato de la historia de la salvación de tal
manera que con ello busca comprometer al lector hasta tal punto que tiene una
gran eficiencia en la pastoral y en la catequesis.
Este análisis se
ocupa del estudio del modo como se relata la historia tanto del Antiguo como
del Nuevo Testamento; además estudia la manera y el modo como este tipo de
narración histórica influye en el lector de nuestro tiempo.
Capitulo cuarto.
Conceptos hermenéuticos filosóficos aplicados a la
exégesis bíblica.
1.
Generalidades.
¿Qué significa
interpretar? Interpretar significa buscar el sentido de un texto; este hecho
supone la necesidad de sacar a la luz lo que él tiene para decirle al lector,
al intérprete y al oyente. La interpretación se encamina a extraer el sentido
profundo de un texto.
El hecho de la
interpretación aplicado a la Sagrada Escritura significa que es necesario
interpretarla, comprenderla, extraer el sentido profundo de lo que ella tiene
para decir hoy; porque la biblia no fue un texto que se escribió para ser
conservado como si fuera un archivo sino para ser leída, proclamada y
escuchada. Todo esto supone un elemento más: el lenguaje. Este es el gran medio
a través del cual comprendemos, interpretamos y nos comunicamos; la biblia para
ser leída, interpretada, proclamada y escuchada necesita que sea decodificada
como propuesta lingüística, máxime cuando ella es Palabra de Dios escrita en
lenguaje humano. Se trata de decodificar el lenguaje humano para adentrarse en
el logos divino.
La hermenéutica
bíblica se propone no solo interpretar el texto sagrado sino también de
comprenderlo; la interpretación y la comprensión de las Sagradas Escrituras
parte de dos elementos fundamentales: primero: el dato histórico y literario;
de estos se ocupan el método histórico crítico y la escuela de las formas.
Segundo: el sentido; de este se ocupa la hermenéutica o la exégesis bíblica.
Estas se encargan de encontrar, escudriñar y extraer el sentido del texto bíblico.
Lo anteriormente enunciado es la razón por la cual en el proceso investigativo
sobre las sagradas escrituras es necesario dar el salto de lo
histórico-crítico-formal a lo hermenéutico.
En la
actualidad, la hermenéutica ha tenido que enfrentar dos grandes problemas; por
un lado, algunos sostienen que el verdadero sentido de una obra literaria lo
tiene el autor del texto; por lo tanto la hermenéutica debe empeñarse hasta
llegar a comprender el autor, incluso mejor de cuanto se comprendió a sí mismo;
en este sentido puede mencionarse como paradigmática la propuesta hermenéutica
de Schleiermacher, razón por la cual esta propuesta se ha llamado hermenéutica
romántica, dado que dicho pensador hacía parte del movimiento romanticista.
En un segundo
momento es necesario afirmar que otros sostienen que el verdadero sentido de la
obra la posee la obra, el texto. Ellos afirman que el texto una vez ha sido
creado termina liberándose de su autor y empieza a hablar por sí mismo, pero al
hablar per se, quien lleva la primacía en la interpretación es el intérprete;
esta es la tendencia estructuralista de la hermenéutica.
La hermenéutica
estructuralista aplicada a la interpretación de la biblia intenta descubrir
aquellos elementos que hacen que un texto sea peculiar, particular y autónomo;
desde ahí puede apreciarse que un texto se pueda interpretar desde muchas
perspectivas y que su función no es solamente la de informar.
La hermenéutica
intenta interpretar, comprender y sacar a la luz el sentido que el texto guarda
dentro de sí para luego expresarlo y exponerlo.
Todo esto supone
que detrás de toda obra se esconde un proyecto, un boceto, un plan que una vez
ejecutado y llevado a su cumplimiento adquiere sentido por sí mismo; la
hermenéutica intenta desentrañar esta estructura plasmada en la obra.
El ejercicio de
la hermenéutica implica una serie de condiciones. Primera: quien se ejercita en
la hermenéutica no debe entender su labor como si fuera un mero ejercicio
intelectual. Segunda: quien ejercita la hermenéutica debe poseer grandes
cualidades morales. Tercera: el ejercicio de la hermenéutica implica la
capacidad para escuchar un texto, capacidad para oír lo que él tiene para
decir. Cuarta: quien realiza un ejercicio hermenéutico debe estar dispuesto a
cuestionar sus propios prejuicios. Quinta: quien realiza un ejercicio
hermenéutico debe tener un buen control sobre su propia subjetividad para que
no proyecte su propia personalidad sobre el texto, sino que el texto llegue a
iluminar e incluso a cuestionar su forma de ser. Sexta: el ejercicio de la
hermenéutica jamás tiene un mero fin de erudición. Séptima: la hermenéutica
diferencia de las ciencias naturales incluye el hecho de que el intérprete está
inmiscuido dentro del proceso que quiere interpretar; el intérprete hace parte del
objeto interpretado.
2.
La distancia temporal.
Un concepto
desarrollado por la hermenéutica es la distancia; la teoría de la
interpretación suele distinguir dos tipos: el primero hace referencia a la
distancia que se presenta entre el autor y el texto; esto quiere decir que toda
obra literaria, arquitectónica o artística una vez se ha concluido o terminado
adquiere autonomía e independencia respecto al autor que la creó, la obra
adquiere su propia personalidad y consistencia, ella empieza a hablar por sí misma;
en este sentido se han desarrollado teorías interpretativas que dicen que la
obra es un cuasi-sujeto. El segundo modo de plantear el tema de la distancia
hace referencia a la que se establece entre la obra y el lector o intérprete;
entre el lector o intérprete y la obra se establece una lejanía, una extrañeza,
un desconocimiento, una distancia, pero todo esto en definitiva se refiere al
hecho de que el lector va a leer desde unos momentos y circunstancias
diferentes.
Para que un
texto pueda decir algo a su intérprete o lector es necesario que este se
apropie de él; en este sentido se hace un ejercicio de acercamiento o de
actualización del texto. En este proceso ha de surgir nuevos sentidos y nuevos
significados; estos han de conservar el sentido original que el autor plasmó en
el texto; el intérprete no puede superpones sus propias proyecciones sobre el
texto, debe respetar siempre el sentido y el significado de la obra, en otros
términos se podría decir que debe respetar la alteridad del texto.
Para que el
intérprete lleve a cabo esta tarea de apropiación y de acercamiento al texto es
necesario que se sirva de los distintos métodos que ha desarrollado la
hermenéutica bíblica.
Desde lo
anteriormente dicho se puede inferir que todo texto, en la medida en que crea y
genera distancias temporales, necesita ser apropiado mediante un proceso de
interpretación y de comprensión; todo texto está hecho para ser interpretado;
el texto es esa especie de manufacturación que necesita ser comprendida,
interpretada y explicada.
La biblia es
también un texto antiguo que necesita ser comprendido, interpretado y
explicado; es necesario acercarse a ella mediante un proceso de apropiación y
de acercamiento, utilizando para ello un método hermenéutico. La biblia es un
texto antiguo escrito por autores humanos pero inspirado por Dios mismo bajo la
asistencia permanente del Espíritu Santo; por lo tanto la tarea de la
hermenéutica bíblica ha de ser descubrir el lenguaje divino, la palabra de Dios
expresada mediante los caracteres humanos y propuestos en el texto sagrado. En
este sentido es necesario reconocer que la biblia se presenta a sí misma como
el producto final de redacción y compilación de una serie de interpretaciones y
reinterpretaciones que dieron origen al Pueblo de Dios, a las comunidades
primitivas cristianas y en las cuales Dios expresa su economía y su historia de
salvación. La palabra de Dios ha sido anunciada en el lenguaje humano, ha sido
redactada bajo la inspiración divina por autores humanos cuyas capacidades y
medios eran limitados.
La ley suprema
de la interpretación de la biblia consiste en sacar a la luz el sentido literal
de las palabras bíblicas; por lo tanto, se trata de investigar sobre lo que el
escritor ha querido decir en el texto sagrado. También es muy importante
utilizar el sentido espiritual de los textos, para ello se debe recurrir a los
Padres de la Iglesia y a los comentadores ilustres de la biblia pues estos
ayudan en este proceso de descubrir tanto el sentido literal como el espiritual
que se puede encontrar en las Sagradas Escrituras.
3.
La tarea de la hermenéutica bíblica.
La hermenéutica
bíblica no tiene como tarea la presentación de los hallazgos y descubrimientos
que se van haciendo en áreas como la filología o la historia bíblica; tampoco
tiene como tarea exclusiva la reconstrucción de aquello que históricamente ha
sucedido en torno al desarrollo de la interpretación de los textos bíblicos; la
tarea de la hermenéutica bíblica es la comprensión de los textos bíblicos; su
tarea consiste en traer, sacar a la luz aquel sentido original que los textos
tuvieron cuando fueron creados y redactados; además es tarea de la hermenéutica
bíblica la de mostrar, hacer patente el mensaje permanente y universal de la
Palabra de Dios; todo esto es lo que se esconde en el sentido de la palabra
comprensión, uno de los sentidos desde los cuales puede comprenderse la
hermenéutica.
Otra de las
grandes tareas de la hermenéutica es la comprensión histórica de los textos;
esta puede comprenderse desde una triple perspectiva: la hermenéutica bíblica
debe tratar de comprender la época histórica en que nacieron los textos
bíblicos, esto implica saber quién fue su autor o autores o hacia quién o
quiénes estaba dirigido el texto sagrado. La segunda perspectiva de la
comprensión histórica de los textos implica la actualización y traducción de
los textos bíblicos, ya que entre el origen de estos y la época actual existe
una gran distancia histórica, por lo tanto, la hermenéutica bíblica necesita
actualizar al hombre de hoy el mensaje que las Sagradas Escrituras tienen. La
tercera perspectiva de la tarea hermenéutica bíblica radica en el hecho de que
la Palabra de Dios revelada a los hombres ha asumido mediaciones humanas e
históricamente situadas, por lo tanto, la hermenéutica bíblica ha de realizar
una tarea de interpretación para delimitar el lenguaje humano del lenguaje
divino; delimitar lo eterno de lo pasajero y contingente, y de esa manera
descubrir la Divina Revelación; esta es propiamente la tarea del método
histórico-crítico recomendado por la Verbum Dei número 12 cuando dice que “es
un medio para indagar lo que el autor sagrado dice e intenta decir, según su
tiempo y su cultura, por medio de los géneros literarios propios de su época”.
También es necesario recalcar que el método histórico-crítico tiene una
importancia fundamental en el momento de estudiar científicamente el
significado de los textos antiguos.
Sin embargo, el
gran peligro radica en que una interpretación de los textos Sagrados,
utilizando el método histórico-crítico se limite solamente a resaltar el
origen, el autor y el carácter histórico de los mismos y a olvidar que ellos
son Palabra de Dios; los textos Sagrados son un medio a través del cual se
puede constatar la Divina Revelación; en otros términos se puede decir que el
gran peligro radica en que el método histórico-crítico esté atento al origen
histórico de los textos en el transcurso del tiempo pero se olvide de la manera
como se pueden actualizar, anunciar, comunicar e interpretar en las culturas
modernas.
La hermenéutica
bíblica ha de orientar sus esfuerzos para tratar de comprender la dirección del
pensamiento que viene expresado en el texto bíblico; el exégeta ha de tener la
capacidad de buscar, percibir y descubrir los múltiples sentidos previsibles
que un texto puede poseer; la Sagrada Escritura es el instrumento a través del cual
Dios transmite su Divina Revelación. El fin del trabajo hermenéutico se alcanza
cuando se ha clarificado el sentido y el significado que tiene el texto bíblico
y este entendido como palabra actual de Dios.
4.
La precomprensión.
Pero toda la
problemática mencionada anteriormente puede resumirse en el problema de las
lecturas sincrónicas versus las diacrónicas; mientras que los que apoyaban el
método histórico-crítico tenían el gran peligro de quedarse estudiando
únicamente el origen histórico de los textos y su incidencia en el transcurso
del tiempo (estudio diacrónico); los lingüistas, los literatos, los
psicoanalistas, etc., creían que dicha lectura era insuficiente pues no estaba
atenta ni abierta a otro tipo de lecturas posibles en torno al texto sagrado:
la estructura lingüística o narrativa, así como las perspectivas
psicoanalistas, sociológicas y políticas, etc. Desde esta perspectiva era
preciso realizar otro tipo de interpretación que estuviera más atenta a la
actualización del texto (lectura sincrónica); es aquí donde se ve la
posibilidad y la necesidad de hacer otro tipo de interpretaciones en torno al
texto sagrado.
Este tipo de
exigencias tuvo un gran impacto entre los fieles que experimentaban la
necesidad de acercarse al texto bíblico para poder conocerlo a partir de la Liturgia
y de la Lectio Divina.
A la par con las
lecturas sincrónicas y diacrónicas, y la respectiva metodología utilizada para
interpretar el texto sagrado, el verdadero problema se concentró en el carácter
teológico de las mismas, pues es de suponerse que dichas lecturas de la biblia
se debían encaminar a nutrir la experiencia de fe de los creyentes, así como
alimentar la vida eclesial.
Cuando un
creyente se acerca a las Sagradas Escrituras para leerlas, comprenderlas,
interpretarlas o simplemente para escucharlas lo hace desde su condición de
creyente; cuando hace el ejercicio de aproximarse a ella, ya lleva tras de sí
toda una carga de elementos que le ayudarán en su proceso de acercamiento;
estos constituyen los que se podrían llamar elementos precomprensivos o
simplemente precomprensión.
El primer
elemento precomprensivo consiste en el hecho de saber que las Sagradas
Escrituras son inspiradas por Dios; esto hace que el texto sea la Palabra de
Dios; Dios mismo, que a través del lenguaje humano, se revela para mostrar su
plan divino de salvación.
El segundo
elemento es el clima de fe que cobija al creyente en el momento de acercase a
la palabra de Dios; este ámbito se convierte en una relación vital con el
texto; el intérprete se ve inmiscuido, envuelto y sobrecogido por el texto que
interpreta.
El tercer
elemento precomprensivo es la fe que considera que las Sagradas Escrituras son
inspiradas e inspiradoras; ellas contienen las verdades que provienen de Dios y
que sirven para la salvación de la humanidad.
El cuarto
elemento precomprensivo consiste en el hecho de que el intérprete, lector u
oyente de la Sagrada Escritura ha nacido, crecido y se ha formado en una
Tradición que tiene o posee costumbres cristianas; por lo tanto, en el momento
de acercarse al texto sagrado ya posee elementos precomprensivos que le
ayudarán a interpretar y a comprender las verdades contenidas en el mismo. De
entre estos elementos pueden destacarse: el carácter inspirado de las Sagradas
Escrituras; el lenguaje humano que sirve de mediación para la expresión del
plan divino de salvación; la estructura y división subyacente a la Sagrada
Escritura; el carácter canónico inherente a la selección, recopilación y
agrupación del texto bíblico.
El quinto
elemento precomprensivo radica en el hecho de que la biblia cuando narra una
historia, cuenta una parábola, elabora una lista, utiliza una forma literaria,
etc., detrás de todo ello va revelando el misterio de lo sagrado, de Dios, de
la relación de Cristo con la Iglesia, de la Encarnación, de la economía de la
salvación, etc.
El sexto
elemento precomprensivo se puede apreciar en el hecho de que la Sagrada
Escritura contiene la Revelación que Dios hace de sí mismo hacia los hombres,
Dios se revela a la humanidad; pero este movimiento descendente supone también
un movimiento ascendente, igualmente contenido en las Sagradas Escrituras, pues
estas contienen la respuesta que el hombre debe dar ante la Revelación de Dios;
las Sagradas Escrituras encierran en sí mismas la respuesta del hombre al Dios
de la Revelación; en este sentido puede decirse que se instaura una dialéctica,
una tensión entre la Palabra de Dios y la respuesta del hombre a esta palabra
Revelada.
5.
La mediación.
Desde el punto
de vista de la hermenéutica bíblica, el concepto de mediación también juega y
ejerce un rol muy importante; en este sentido dicho concepto puede ser
comprendido de varias formas:
Primera. La
biblia es un medio a través del cual Dios se revela a los hombres, Dios en su
infinita misericordia, utiliza el lenguaje humano para hacerse comprender por
estos.
Segunda. Dios se
sirve del lenguaje humano para revelarse a los hombres en su propio lenguaje.
Tercera. El
autor humano del texto Sagrado es el medio a través del cual Dios se sirve para
plasmar en el lenguaje de los hombres su misteriosa presencia y su divina
Revelación; este a su vez, se sirve de los acontecimientos históricos,
escenarios, personas, estructuras lingüísticas y literarias, leyendas orales o
escritas para mediatizar la Divina Revelación.
Cuarta. El
exégeta, el intérprete, lector o quien escucha la Palabra de Dios es el medio a
través del cual misteriosamente se sirve el Espíritu Divino para actualizar,
propagar, comunicar, comentar y testimoniar el mensaje divino de salvación; en
este sentido, todo lo que tiene que ver con el kerigma y el anuncio de la
Palabra de Dios tiene una función mediadora; el apostolado, la cura de almas,
la evangelización, la catequesis, la homilética, la apologética no son más que
mediaciones que tienen como fin anunciar la Palabra de Dios dentro de contextos
cada vez más renovados y diferentes.
Un ser humano
cada vez que proclama, explica, comunica, interpreta y expone la Palabra de
Dios, es un medio del cual Dios se sirve para actualizar su plan divino de
salvación. Él se interpone entre el dos mundos: el mundo de lo divino, el mundo
de la Palabra Divina, el mundo de lo Trascendente, y el mundo de lo humano, de
lo social, económico, político, lo temporal y lo efímero donde Dios quiere que
sea proclamada su Palabra. Un catequista, un evangelizador, un consagrado es un
medio a través del cual Dios se sirve para anunciar en un contexto determinado
su Divina Palabra, su plan Divino de Salvación.
6.
Los prejuicios.
Los prejuicios y
el papel que estos han jugado en el acto interpretativo han tenido una historia
muy larga, la que hunde sus raíces más próximas en la época moderna.
La manera más
sencilla para expresar la relación entre los prejuicios y el acto comprensivo
se puede resumir en las siguientes preguntas: ¿Un prejuicio puede incidir de
negativa o positiva en el acto interpretativo y comprensivo? ¿Debe el
intérprete despojarse de todos sus prejuicios para llevar a cabo el proceso
comprensivo e interpretativo? ¿Cómo hay que entender el prejuicio para que este
no sea un obstáculo en el acto interpretativo?
Las respuestas a
estos interrogantes van a depender de varias circunstancias; pero partiendo de
la época moderna es posible acercarse de modo aproximado al problema aquí
planteado. En un primer caso es necesario dirigir la mirada a la manera como
Francis Bacon considera el prejuicio y la incidencia que este tuvo en la época
moderna. En un segundo momento se verá de modo breve la incidencia de la
posición de Bacon en la polémica planteada entre las ciencias naturales y las
ciencias humanas. En un tercer momento se planteará la propuesta gadameriana
frente al tema de los prejuicios.
6.1. La propuesta de Francis
Bacon respecto a los prejuicios.
Bacon considera
que la base de todo conocimiento es la observación directa de la naturaleza;
por lo tanto, para este pensador el primer elemento que impide una observación
límpida de la naturaleza es el prejuicio. Los prejuicios son categorías que el
ser humano adopta y que le impiden tener una clara visión de las cosas, el
prejuicio es aquel elemento que se interpone, a la manera de un obstáculo,
entre el hombre y su aprehensión de la realidad que desea comprender. Por lo
tanto, el primer esfuerzo del espíritu humano ha de ser el de liberarse de
ellos. Bacon va a designar los prejuicios con el nombre de ídolos y va a
distinguir cuatro clases de ellos.
Los ídolos de la tribu.
Estos prejuicios
son comunes a todo el género humano; por lo tanto, tienen su origen en el ser
humano; consisten en el hecho de que los hombres consideran las cosas no según
lo que ellas son sino según la relación que establecen con ellas. De manera que
esto genera una confusión muy grande en el espíritu humano y la naturaleza de
las cosas, por consiguiente las deforma. Según esto, el entendimiento humano es
como un falso espejo que refleja los rayos que parten de los objetos, y cuando
se entremezcla la naturaleza humana con las cosas entonces se tuercen, se
estropean y hasta se desfiguran todas las imágenes que refleja.
Los ídolos de la caverna.
Bacon toma este
nombre del mito de la caverna mencionado por Platón; estos consisten en los
prejuicios que posee cada individuo y por lo tanto se hace prisionero de ellos.
Los ídolos de la caverna son producto del temperamento particular de cada ser
humano, de sus gustos, de su carácter y de su constitución. También hacen parte
de este tipo de prejuicios la educación recibida por cada ser humano, las
costumbres y las funciones sociales ejercidas por cada individuo.
Los ídolos del foro.
Son los
prejuicios que son producto de las relaciones sociales y de las categorías
lingüísticas personales. En este sentido, sostiene Bacon que el espíritu humano
normalmente es víctima de las propias categorías lingüísticas que emplea, ya
que muchos conceptos utilizados por el ser humano no expresan nada o terminan
confundiendo en vez de aclarar, y por estas razones el lenguaje humano se
convierte en una gran fuente de errores y de equívocos.
Los ídolos del teatro.
Según Bacon los
sistemas filosóficos crean prejuicios en los seres humanos así como las grandes
conceptualizaciones y teorías, estos a su vez, se convierten en mundos
imaginarios creados e inventados por la imaginación y por la fantasía de los
hombres y también pueden inducir al error.
Finalmente
sostiene Bacon que quien intenta conocer la naturaleza debe romper con sus
propios ídolos; esto quiere decir que los ídolos que se interponen entre el
hombre y su conocimiento de la naturaleza deben ser desechados y rechazados.
Lo que se debe
resaltar en dicha propuesta es que los prejuicios, desde esta perspectiva
baconiana, impiden acceder al conocimiento, esto habrá de convertirse en un
dogma de primera mano en el ejercicio epistemológico proclamado por las
ciencias naturales, según estas, los prejuicios se interponen entre el
conocimiento y la cosa u objeto observado y de esta manera, al interponerse,
impiden acceder al conocimiento puro.
No es muy
difícil conjeturar el hecho de que toda esta propuesta respecto a los
prejuicios haya tenido después una gran incidencia en el proceso de
desmitologización llevado a cabo por Bultmann, pues en cierta manera el mito es
una elaboración conceptual no racional, llevado a cabo en culturas
pre-racionales, y que en cierta manera impiden y obstaculizan el acceso
racional al conocimiento. Según Bultmann, el mito es una especie de prejuicio
que impide el acceso al conocimiento, por lo tanto se trata de desmitologizar
la Sagrada Escritura para poder acceder a un conocimiento real y puro en ella.
6.2. Las ciencias naturales y su
propuesta sobre los prejuicios.
La polémica
suscitada en torno a la manera como los prejuicios inciden de modo negativo en
el conocimiento humano tuvo un gran influjo en la cuestión que años más tarde
se suscitará alrededor de la discusión entre las ciencias naturales y las ciencias
humanas.
Según esta
polémica, el ideal de todo conocimiento es la objetividad. Por objetividad es
necesario entender la captación, la comprensión y la aprehensión del objeto tal
cual es él; para llegar a ello es necesario dejar de lado todos los prejuicios;
es necesario colocar entre paréntesis todos los elementos precomprensivos que
le impiden al científico acceder a un conocimiento puro y neutral. Esto se
entendió luego como la neutralidad u objetividad del conocimiento. Según estas,
para el científico es necesario renunciar a sus creencias, a sus impresiones,
costumbres y pretensiones para poder acceder al conocimiento. El científico no
puede anteponer su personalidad al conocimiento.
Este esquema de
pensamiento traspasó los límites de lo meramente científico natural y llegó
hasta lo humanístico y por lo tanto a lo teológico. En este sentido, se puede
leer en Gadamer: “La escuela de Marburgo (entiéndase la teología de Marburgo),
que se había distinguido durante décadas por su rigor metodológico dentro del
neokantismo de la época, tenía como orientación la fundamentación filosófica de
las ciencias. Para ella estaba claro que la verdadera perfección de lo que se
pudiera conocer se encontraba en las ciencias y que el conocimiento objetivo de
la experiencia cumplía plenamente el sentido del conocimiento. Lo que ha
caracterizado la escuela de Marburgo era la exactitud de la fórmula matemática,
la pureza del concepto, el triunfo del método infinitesimal y dejaba de lado el
campo vacilante de las configuraciones lingüísticas (Gadamer. Los caminos de
Heidegger, 40).
6.3. Gadamer y su concepción
sobre los prejuicios.
Gadamer va a
partir del hecho de que solo la Ilustración podía tener una concepción negativa
del prejuicio (un prejuicio contra el prejuicio). La modernidad consideraba que
la fundamentación del conocimiento solo se podía alcanzar mediante la
utilización de un método; desde el Racionalismo se creía que si un juicio se
basaba en la observación neutral y objetiva de la cosa, entonces el
conocimiento es verdadero y está fundamentado en la cosa misma. Esta es la
razón por la cual se consideraba que un prejuicio era algo negativo, así como
también era la razón por la cual el saber científico quería excluir cualquier
tipo de prejuicio.
La reacción
negativa de la Ilustración contra los prejuicios parte del hecho de que el
respeto a los otros, y a la autoridad que estos representan, pueden inducir al
error. En este sentido, la crítica de la Ilustración se dirigía contra la
Tradición religiosa cristiana, contra la Sagrada Escritura y esta entendida
como un documento sagrado que no podía ser cuestionado desde la crítica
bíblica, ya que esta representaba un principio de autoridad dogmática; también
es necesario decir que la pretensión de la Ilustración era colocarse por encima
de la autoridad representada por la Sagrada Escritura y su interpretación
dogmática. Desde lo anteriormente dicho, es necesario decir que la Ilustración
pretendía no respetar ningún tipo de autoridad y dirimirlo todo desde el
tribunal de la razón.
La Ilustración
consideraba que ninguna tradición escrita, fuera la Sagrada Escritura o
cualquier otra instancia histórica tenía valor por sí misma; el valor de la
tradición dependía del crédito que le podía conceder la razón. La consecuencia
que se desprende de esto es que la tradición no posee ninguna autoridad si la
razón no se la concede.
El punto de
quiebre está en el hecho de que la Ilustración considera que lo escrito es
susceptible de conocerse mejor; por esta razón, dicho movimiento genera todo un
proceso de investigación histórica que tendrá grandes consecuencias para la
cultura contemporánea y especialmente para la hermenéutica: la Ilustración
convierte la tradición en objeto de crítica.
Frente a lo
enunciado anteriormente es necesario decir que la razón y el conocimiento no
pueden regirse sin los prejuicios; la razón de esto radica en que el prejuicio
es un juicio que necesita ser convalidado y fundamentado en la cosa misma; el
prejuicio necesita ser justificado mediante el conocimiento racional. La razón
está siempre sometida a prejuicios y está siempre limitada en su libertad. La
razón existe como un hecho sometido a la realidad y a la historicidad. La razón
está siempre sometida a lo dado fácticamente e históricamente.
Frente a todo
esto hay que decir que nosotros estamos determinados en nuestro ser y quehacer
por condicionamientos históricos; cada ser humano se comprende a sí mismo
dentro de una familia, una sociedad y un Estado, unos espacios dentro de los
que permanentemente se encuentra el ser humano; por esta razón los prejuicios
de una persona son su propia realidad histórica.
El verdadero
sentido del conocimiento radica en rehabilitar los prejuicios desde un sano
ejercicio de la razón; para ello es necesario reconocer el gran valor positivo
que tiene la tradición en el proceso del conocimiento, pues el gran caudal
desde el cual el ser humano adquiere o posee sus prejuicios es la tradición,
las costumbres, la familia, el Estado, la nación, las instituciones religiosas
y culturales. Todo prejuicio una vez que se cuestiona, se fundamenta y se
convalida se convierte en un principio básico para el conocimiento.
Prejuicio no
significa que un juicio sea falso sino que es algo que puede ser valorado
positiva o negativamente de acuerdo a la convalidación o fundamentación que se
pueda hacer de él.
Se podría decir
que el Sensus Fidei, el depósito de la fe es la base sobre la cual o desde la
cual leemos, interpretamos y comprendemos nuestra fe; la Tradición es la gran
fuente desde la cual bebemos y de la cual tomamos nuestra percepción de la
realidad; la Tradición nos orienta, estimula y direcciona en nuestras propias
decisiones y en nuestra apropiación del mundo, estas dos grandes instancias son
la base sobre la cual interpretamos la Sagrada Escritura; esta, antes de ser
comprendida es pre-comprendida gracias a los prejuicios recibidos en nuestros
procesos de formación.
También se
podría decir que nadie parte de cero en el proceso de comprensión de la Sagrada
Escritura; todo proceso interpretativo parte de unos elementos previos que se
han adquirido con anterioridad y que fungen como si fueran prejuicios que
necesitan ser convalidados o invalidados desde la confrontación con el Texto
Sagrado. Es más, la intuición que guía un proceso investigativo es producto de
un largo camino que lleva a formular una hipótesis; la hipótesis parte de unos
previos, unos prejuicios que necesitan ser convalidados o invalidados en el
proceso mismo de la investigación.
7.
La Tradición.
La hermenéutica
contemporánea reconoce que el lenguaje es el gran medio universal a través del
cual se perpetúa la tradición; en otros términos se puede decir que la
tradición viene mediatizada a partir de categorías lingüísticas; el lenguaje es
el medio como se transmite la tradición.
El intérprete ha
de entender su relación con el pasado como una relación dialógica: un diálogo
con el pasado. Para que este diálogo sea fructífero es necesario que se
instaure un horizonte común de comprensión.
Lo importante de
la tradición no es que ella sea un anuncio o mensaje que nos viene del pasado
sino que ella tiene algo nuevo para decirnos en el momento actual; ella
pre-orienta nuestra visión de la realidad; ella funge de elemento-mensaje
precomprensivo que nos ayuda a entender el momento presente.
La lectura de la
Sagrada Escritura tiene sentido en cuanto que ella ilumina el momento presente,
la vida del creyente en la actualidad. Todos los métodos hermenéuticos de que
disponen los exégetas para interpretar la Biblia tienen sentido en cuanto el
Texto Sagrado puede ser actualizado y releído desde las circunstancias
actuales.
La tradición
transmite y aporta lo transmitido porque el mensaje que ella anuncia es
esencialmente pensado, comunicado e intencionalmente transmitido; esta es la
razón por la cual la tradición puede ser entendida desde las categorías del
texto.
La tradición no
es algo muerto, tampoco es algo que está en el pasado y allá se queda, ésta
sigue hablando e influyendo en el presente; ella aporta con sus orientaciones
el camino que se debe seguir o la decisión que se debe tomar; la tradición está
siempre influyendo en nosotros de tal manera que nuestra forma de situarnos y
ser en el mundo están determinados por ella.
La hermenéutica
bíblica no puede prescindir de la Tradición, es más tiene que contar con ella,
porque de ella vienen las orientaciones desde las cuales se pueden leer o
interpretar los textos de la Sagrada Escritura; la Tradición aporta elementos
precomprensivos que tienen alto valor en el momento de comprender el texto
Sagrado. Justamente aquí reside el gran valor de tener grandes conocimientos de
lo que los grandes maestros y exégetas de la Biblia han dicho en sus estudios
sobre la Sagrada Escritura y otros muchos temas que son de nuestra competencia.
En cualquier
estudio serio que se haga sobre un tema particular en el campo de la Sagrada
Escritura, la teología, la eclesiología, etc., es necesario mirar la Tradición,
aprender de ella, y desde ahí iluminar el momento actual; la Tradición puede
orientar, encausar y legitimar la condición actual en la que se encuentra el
ser humano.
Desde lo
anteriormente dicho, se puede decir que la Tradición está detrás de nosotros
impulsándonos, orientándonos, moviéndonos e indicándonos los caminos a seguir
en la actualidad, esto es lo que en Gadamer se puede llamar historia efectual,
y que en términos sencillos se puede decir que la historia sigue teniendo sus
efectos en nosotros, la historia sigue reproduciendo sus ecos en nosotros.
8.
Diálogo con el texto.
La Sagrada
Escritura debe ser leída y releída frecuentemente para poder ser comprendida;
quien la lee debe tomar posición, debe estar dispuesto a madurar y clarificar
sus prejuicios, debe abandonar la superficialidad y debe dejarse afectar por el
texto; de esta manera se entabla un diálogo fructífero entre el texto que se
desea comprender y el lector.
Para que se
pueda entablar este diálogo entre texto y lector o intérprete es necesario que
entre ambos se establezca un horizonte común de comprensión, un punto o lugar
de encuentro. El lector o intérprete debe estar dispuesto para la escucha,
también para dejarse confrontar, enfrentar y cuestionar; debe estar dispuesto a
abandonar sus propios puntos de vista para asumir aquellos que el Texto Sagrado
le sugiere; también debe estar abierto y disponible para lo que el texto le
quiere decir y sugerir.
Los hombres de
todos los tiempos se han preguntado sobre lo que es bueno o malo, sobre Dios,
sobre el sentido de la vida, la felicidad, el sufrimiento, la muerte, el más
allá; estos son precisamente los temas sobre los cuales se puede entablar un
diálogo con la Sagrada Escritura.
Los temas que se
deben abordar al dialogar con la Sagrada Escritura hacen referencia a la manera
como el Misterio Pascual ilumina las Sagradas Escrituras, especialmente el
Antiguo Testamento; la manera como la historia del Israel ha sido leída y
releída a la luz de Jesucristo, Éste es el cumplimiento de las Sagradas
Escrituras. Estos temas representan la razón por la cual el diálogo con las
Sagradas Escrituras no se agota en la mera lectura literal, es necesario
recurrir a la interpretación y desde ahí alcanzar una más plena comprensión.
Quien entra en diálogo con la Palabra de Dios no solo busca instruirse y
extraer enseñanzas sino que busca nutrirse de ella así como se nutre de la
Eucaristía. Para que esto se pueda operar es necesario que el intérprete y el
lector se pongan en sintonía con la Palabra y con el mensaje de la Biblia (Ardusso,
Franco 83).
Para que se
realice un verdadero diálogo con Dios, a partir de su palabra es necesario, que
quien dialoga esté en actitud de apertura; también debe dejarse interpelar y
cuestionar por la Palabra; debe estar dispuesto a abandonar sus propios puntos
de vista para aceptar los que Dios le sugiere a partir de su diálogo amoroso;
el diálogo es un intercambio, y mientras esto acontece, sucede el cambio y la
transformación; en un diálogo se puede llegar a lugares inesperados y a
situaciones que no se preveían, es necesario tener en cuenta esto, pues el
diálogo con Dios a partir de su palabra, Éste puede hacer exigencias de tal
magnitud que no siempre son fáciles de asimilar y mucho menos de asumir.
Justamente la
Lectio Divina es una de las formas más privilegiadas para entrar en diálogo con
Dios a partir de su Palabra, siguiendo los cuatro momentos que el cartujo Guigo
aconseja:
Primero. La
lectura (Lectio), que consiste en un
estudio ferviente y atento del texto, todo esto debe realizarse con espíritu
vigilante.
Segundo. La
meditación (meditatio) que consiste
en descubrir y comprender la verdad escondida en la Sagrada Escritura.
Tercero. La
Oración (oratio) este tercer momento
invita a reconocer o poner en oración el misterio de Dios.
Cuarto. La
contemplación (contemplatio) este
cuarto elementos invita a unir el alma a Dios y pregustar la felicidad eterna.
Guigo realiza
una comparación de estos cuatro elementos con la vendimia (lectura del Texto
Sagrado); pisar las uvas en el lagar (la meditación del Texto Sagrado);
agradecer a Dios por la cosecha (hacer oración en torno al Texto Sagrado); y
finalmente degustar el vino (contemplar y pregustar la felicidad eterna)
(Ardusso 83).
El diálogo
amoroso del creyente con el Padre Dios a partir de la Palabra implica que
exista la mediación de la hermenéutica o la exégesis para no caer en lecturas
ingenuas ni fundamentalistas. Solo a partir del ejercicio hermenéutico de la
Palabra de Dios es posible descubrir y extraer del texto bíblico todas las
potencialidades que este tiene para dar; todo el diálogo del exégeta, del
intérprete y del creyente debe realizarse bajo un gran espíritu de fe, ya que
esta es la que propicia y permite la comprensión del Texto Sagrado dentro de un
espíritu de comunión eclesial.
Índice general.
Capitulo I. Rastreo histórico de la hermenéutica
bíblica.
1.
Introducción. 1
2.
La hermenéutica del Antiguo
Testamento en el Nuevo Testamento. 1
3.
La hermenéutica en la
Patrística. 8
4.
El Medioevo y la hermenéutica. 25
5.
La hermenéutica protestante. 27
6.
La hermenéutica como problema
filosófico-teológico. 31
La hermenéutica
como problema teológico. 31
La hermenéutica
como problema filosófico y su deslinde de lo teológico-bíblico. 38
7.
Rudolph Bultmann y las
diferentes escuelas modernas. 47
8.
La hermenéutica católica hasta
el concilio Vaticano II. 56
9.
Conclusiones.
Capitulo II. De la Dei Verbum a la Verbum Domini. 71
1.
La Dei Verbum del Concilio
vaticano II 71
2.
Valoración 74
Capitulo III. Métodos hermenéuticos bíblicos 76
1.
Importancia de la hermenéutica
para la teología 76
2.
La historia de las formas 77
2.1. Primer
paso: el descubrimiento de las formas 78
2.2. Segundo
paso: la descripción de las formas 79
2.3 .Tercer paso: la intención de las formas 79
2.4. Cuarto
paso: el Sitz im Leben 80
2.5. Algunas
formas o géneros literarios utilizados en la Sagrada Escritura 83
2.5.1. Las
parábolas 84
2.5.2. La
narración didáctica 86
2.5.3. La saga 87
2.5.4.
Narraciones históricas 88
2.5.6. Las
listas 90
2.5.7. Las
crónicas 91
3. El método
literal 92
4. El método
comparativo 93
5. El método
hipotético 93
6.1.El método
histórico-crítico 93
6.2. El método
histórico-crítico: un viaje hacia el pasado 96
6.3. El método
histórico-crítico: historia y hermenéutica 97
6.4. Pasos a
seguir desde el método histórico-crítico 99
6.4.1. La
crítica textual 99
6.4.2. Análisis
filológico y crítica literaria 99
6.4.3. Critica
de las tradiciones 100
6.4.4. La
crítica histórica 100
6.4.5. Crítica
de la redacción. 100
7. La historia
de la redacción 100
8. Método
histórico de las tradiciones 101
9. Lectura
existencialista de la biblia 101
10. Análisis
semiótico 103
11. Análisis
retórico 104
12. Análisis
narrativo 104
Capitulo
IV. Conceptos hermenéuticos aplicados a la exégesis bíblica 106
1. Generalidades 106
2. La distancia
temporal 108
3. La tarea de
la hermenéutica bíblica 109
4. La
precomprensión 111
5. La mediación 112
6. Los
prejuicios 113
6.1. La
propuesta de Francis Bacon respecto a los prejuicios 114
6.2. Las
ciencias naturales y su propuesta sobre los prejuicios 116
6.4. Gadamer y
su concepción sobre los prejuicios 117
7. La tradición 119
8. Diálogo con
el texto 120
La Lectio divina[3].
1.
Introducción.
Básicamente lo
que hace que la Lectio divina tenga hoy una gran importancia en el seno de la
Iglesia
[1] La exegesis heideggeriana sobre los escritos del Nuevo Testamento
pueden encontrarse en el texto Escritos
sobre mística medieval.
[2] Como ejemplo de lo que se está diciendo puede leerse (Mc. 2,
18-20).
[3] Para esta investigación sobre la Lectio divina se han consultado
varios textos: Saboreando la Palabra
de Nuria Calduch-Benages. Lectio divina
de Christophe de Dreuille. Verbum Domini
de Benedicto XVI. Dei Verbum. Carta
del cartujo Guigo al hermano Gervasio sobre la vida contemplativa.
Comentarios
Publicar un comentario