La propuesta estética hegeliana.
La propuesta estética
hegeliana.
El tema del arte en la Fenomenología del
Espíritu.
1.Religión y arte.
En la Fenomenología del Espíritu, Hegel aborda
el tema del arte en la parte dedicada a la religión. El yo unido al mundo es la
manifestación plena de la verdad; la divinidad es la plenitud de ambos
conceptos, es Espíritu Absoluto; las formas de este espíritu absoluto son la
religión y la filosofía o saber absoluto; estas dos formas tienen como tema
principal lo divino.
La religión
conoce lo divino bajo la representación, es decir, representándoselo; en cambio
el saber absoluto o la filosofía conoce lo divino bajo la forma del concepto.
Desde el punto de vista religioso, la divinidad es la unidad del espíritu y del
mundo, y es susceptible de conocerse y comprenderse no en conceptos sino a
través o mediante imágenes y figuras; podemos comprender la divinidad, no
mediante conceptos sino a través de imágenes y figuras.
Para Hegel,
la representación es una forma de pensamiento que utiliza no el concepto sino
la figura, la imagen y la forma. Desde el punto de vista religioso existen para
Hegel dioses y Dios; los cuales son vistos como la verdad, en cuanto en ellos
se fusiona la unidad del espíritu y el mundo; pero son vistos y pensados
siempre como figuras individuales diferentes a nosotros, jamás convertidas en
objeto del pensamiento.
Para Hegel,
en suma, la filosofía piensa en conceptos; las cuestiones filosóficas se
resuelven de manera conceptual; en cambio la religión se resuelve a través o
mediante representaciones, estas a su vez, son imágenes, figuras y formas pero
que jamás se pueden objetivar plenamente. Dios es el Espíritu Absoluto en
cuanto en Él se resuelve la plena identidad con el mundo.
La
religión, para Hegel, tiene tres formas: religión natural, religión artística y
religión revelada; estas son las formas como aquella se despliega a lo largo
del acontecer histórico.
1.1. La religión natural.
Considera
que Dios se da a través de los fenómenos y de los seres naturales: plantas,
animales; Dios se presenta en estas formas naturales; estas experiencias
religiosas corresponden o se presentan en sociedades donde existe la tiranía,
el despotismo o las sociedades que viven en estado permanente de guerra, en
estado tribal.
1.2. La religión artística.
Esta experiencia
religiosa se caracteriza porque se representa la divinidad, no bajo la forma de
seres o fenómenos naturales, sino bajo la representación de obras creadas por
el hombre. Estas obras se caracterizan porque el significado y la forma externa
coinciden perfectamente; sin embargo, esta experiencia religiosa, aunque
representa a Dios bajo la forma de obras de arte, debe encaminarse hacia la
representación de lo divino de una manera cada vez más subjetiva e interior,
que se convertirá finalmente en aquello que se llama religión revelada.
1.3. La religión revelada.
En la
religión revelada, Dios ya no se manifiesta a través de la naturaleza ni de
imágenes o formas figurativas, sino que se encarna en un hombre concreto:
Jesús, que es considerado por la Escritura como el Hijo de Dios o el Hijo del
Hombre; Dios ya no busca representarse a través de fenómenos naturales ni a
través de imágenes creadas por el hombre sino a través del Hijo del Hombre; en
la persona de Jesús la humanidad ha llegado a la plena madurez moral y ética.
2. La religión artística.
La religión
artística es el momento intermedio en el desarrollo de la religión, situado
entre la religión natural y la revelada.
La religión
artística realiza en sí misma la esencia de la religión de una doble manera:
primera, cuando intenta realizar la esencia de toda religión bajo la
representación. Segunda, cuando en la representación, la divinidad, no se
presenta de manera inmediata sino como obra del hombre.
Desde esta
segunda manera, es necesario considerar que, para Hegel, el arte es técnica,
producción libre del hombre, acto en el cual el hombre se libera de su
esclavitud a la naturaleza y se apropia de sí mismo. La divinidad no es vista
desde fenómenos naturales, sino que es representada por producciones humanas.
Para Hegel,
la civilización griega del período clásico encarna el carácter ético, es la
civilización en que se encarna el espíritu ético, y el arte es la forma de
autoconciencia que más se adecua a la humanidad propia de la civilización
griega, así como al hombre del periodo griego clásico. El arte que se
desarrolla en la época clásica griega, el espíritu objetivo, corresponde mejor
a una forma de autoconciencia del espíritu; también puede aseverarse que la
esencia del arte se realiza del modo más perfecto y pleno en el arte clásico
desarrollado en la época griega.
Hegel
considera que el arte clásico griego se convierte en un momento pasajero de la
historia del arte; este pensador considera las expresiones artísticas clásicas
con una visión romántica ya que este movimiento consideraba que el arte clásico
griego, así como las instituciones e incluso la conciencia que el hombre griego
tenía de sí, eran absolutamente armónicos, sobrios y equilibrados, pero hacen
parte del devenir histórico y son un modelo y un paradigma a seguir; el
Romanticismo guarda una cierta nostalgia respecto al arte griego y el arte
clásico, porque este es una forma de arte al cual no se puede retornar para
vivirlo de la manera como lo vivió el pueblo griego.
Para Hegel,
el surgimiento del arte supone una cierta inestabilidad en la ética; el arte
hace entrar en crisis los modelos éticos; esto implica que el desarrollo del
arte, desde sus más diversas formas, es simultáneo con la muerte de la ética.
El desarrollo del arte supone también un cuestionamiento del espíritu objetivo,
y en la medida en que el arte se despliega, a través del acontecer histórico,
atestigua el ocaso del espíritu ético.
La religión
artística tiene su propio desarrollo y acontecer histórico, este sucede y se
presenta en tres etapas sucesivas: el arte abstracto, el arte viviente y el
arte espiritual; estas tres formas tratan de representar la divinidad de
diferentes maneras.
El arte abstracto se representa la divinidad como si esta fuera
creada por el hombre, pero se convierte en algo distinto y contrapuesto al
hombre mismo.
El arte viviente. En este tipo de arte, el hombre, no solo hace
una representación de la divinidad, sino que se identifica activamente con
ella, pero el hombre no es consciente de ello.
El arte espiritual. En esta experiencia artística, la divinidad
se identifica plenamente con el hombre y este es plenamente consciente de este
hecho, pero en este tercer estadio, el hombre se hace plenamente consciente del
arte abstracto.
3. Arte abstracto, arte viviente y arte
espiritual.
Vamos a
detenernos un poco más en estos tres tipos de arte.
3.1. Arte abstracto.
Lo que va a
caracterizar el arte abstracto es que la divinidad se presenta como si fuera
creación humana, pero es presentada como algo independiente del mismo (un dios
extraño); incluso la divinidad es representada como si fuera una cosa. El
templo y la estatua de la divinidad o del dios son expresiones del arte
abstracto; ambos, el templo y la estatua, aparecen como cosas; el significado
religioso o el sentido de ambos objetos lo adquieren cuando son dedicados
exclusivamente al uso religioso o a la devoción; una vez que adquieren este
carácter sacro, se convierten en algo independiente de la actividad humana que
las produjo (el templo es dios, la estatua es dios).
Justamente,
tanto el templo como la divinidad, se convierten en abstractas porque una vez
que han salido de las manos del hombre y se han dedicado al uso sagrado, se
convierten en algo independiente de la actividad humana, esto es lo que les da
el carácter de arte abstracto, por esta razón son arte abstracto.
También un
himno dedicado a los dioses puede ser representativo del arte abstracto, en
cuanto una vez conformado y constituido en sí mismo, se convierte en objeto que
genera sentimientos y estados de ánimo en aquellas personas que los disfrutan.
3.2. Arte viviente.
Anteriormente
se decía que el arte abstracto se puede ejemplificar cuando el templo, la
estatua o el himno se dedican al uso exclusivo de lo sagrado, son sagrados porque
son destinados para este fin, de modo que el culto sagrado es el momento
culminante del arte abstracto, según Hegel. Pero a la vez es el momento en el
cual se introduce el nuevo momento, es decir, el arte viviente.
Podría
decirse que el culto es el lugar o el espacio en el cual se produce el
encuentro entre Dios y el hombre; este está conformado por una serie de ritos,
y estos tienden a realizar la comunión entre dios y el hombre; en el rito, dios
y el hombre tienden a identificarse, pero esta identidad jamás se realiza
plenamente, pero es aquí donde Hegel coloca el momento del arte viviente.
Cuando
Hegel piensa en este segundo momento tiene en mente las antiguas religiones
mistéricas, en el culto que se le rendía al dios Dionisos y a Ceres, ritos que eran
muy conocidos y cercanos a los representantes del Romanticismo y del
posromanticismo; estos cultos tienen como característica principal el hecho de
que cada uno puede participar tanto de la procesión como de la danza y de esa
manera, y a través de esa participación, realiza y manifiesta conjuntamente una
oscura conciencia en la que se identifica con la divinidad, siendo ésta pensada
como fuerza de la naturaleza (rito de la generación-procreación, rito del
nacimiento y de la muerte).
En los
cultos mistéricos la divinidad se encuentra en unidad inmediata con el ser
humano; unidad que, siendo inmediata, se hace autoconsciente en el ser humano.
En este
tipo de arte viviente, también es representativa la belleza y la fuerza física
que manifestaban los atletas del pueblo griego cuando realizaban los juegos
gimnásticos; el pueblo griego admiraba a los atletas porque en ellos la
divinidad se manifestaba como persona completa, perfecta y estable.
El atleta
bello, que era premiado con la corona de laurel, es una objetivación en la que
se unen lo humano y lo divino; justamente, los ritos mistéricos celebraban en
forma de danza y de culto esta unidad entre lo humano y lo divino; sin embargo,
hay que recordar que, para Hegel, el atleta y la divinidad nunca llegaban a identificarse
plenamente el uno con el otro; la corporeidad del atleta jamás podrá tenerla el
dios, la espiritualidad del dios jamás podrá tenerla el atleta. La
espiritualidad del dios y la corporeidad del atleta se presentan como elementos
antagónicos.
3.3. El arte espiritual.
Las formas
en las que se concretiza esta experiencia religiosa y artística son: la Epopeya, la Tragedia y la Comedia; el
arte espiritual es el momento conclusivo de la religión artística, tal y como
lo presenta Hegel en la Fenomenología del
espíritu.
La idea
predominante que rige el discurso hegeliano sobre el arte y la religión en la Fenomenología del espíritu es que la
divinidad es obra del hombre; el hombre se proyecta a sí mismo cuando llega a
representar la divinidad, pero a la vez, en la representación proyectada, el
hombre pone de manifiesto su libre adhesión y autoconciencia, pero proyectada
fuera de sí.
El proceso
de identificación entre lo humano y lo divino, en este tercer momento, alcanza
su punto culminante a partir del lenguaje; ya que en este y a través de él se
manifiesta la conciencia y esta adquiere conciencia de sí (autoconciencia); lo
que sea la conciencia y lo que constituye el objeto de esta solo puede
expresarse mediante el lenguaje; no podemos saber nada que no sea mediatizado
mediante expresiones lingüísticas.
Los dioses
se revelan y se manifiestan, a través del poeta y mediante expresiones
lingüísticas; son estas las que hacen presentes a los dioses; por esta razón,
las experiencias artísticas que recurren a la palabra tendrán un puesto
destacado y muy importante en el sistema filosófico propuesto por Hegel.
Las
expresiones artísticas que recurren al lenguaje (artes del lenguaje) son los
modos como se realiza la autoconciencia que los seres humanos tienen, al querer
identificarse con los dioses; las artes del lenguaje expresan las situaciones
en las que se da la relación entre lo humano y lo divino. Justamente, las
relaciones entre los dioses y los hombres se presentan en la Epopeya (que representa el arte abstracto)
y la Tragedia (que representa el arte
viviente); el arte espiritual (el tercer momento) está representado por la Comedia.
Estas tres
formas de poesía, que son estudiadas por Hegel, colocan respectivamente al
centro de cada una de ellas a los dioses, los héroes y el hombre común; existe
una especie de conexión entre estos personajes, la que puede ser expresada así:
el mundo de los dioses se conecta con el mundo de los hombres comunes (este
mundo está representado por Hades) a través del mundo (término medio) de los
héroes; los héroes tienen la capacidad de presentar las características de los
hombres pero también de los dioses.
En la Epopeya prima la acción de los dioses,
en la Comedia prima la acción de los
hombres comunes.
Los héroes
de los poemas épicos son instrumentos en las manos de los dioses, las guerras
verdaderas, aquellas que desencadenan las luchas entre los hombres, son las
guerras entre los dioses; los dioses son aquellos que lo mueven todo, pero no
actúan directamente sino a través de los héroes.
Todo este
tipo de contradicciones es lo que da lugar al paso que se efectúa hacia la Tragedia. Los personajes centrales de
esta no son los dioses sino los héroes; estos encarnan dentro de sí los
caracteres de las divinidades bajo la forma del destino que dirige sus luchas,
también en la manera como toman sus decisiones. El héroe de la Tragedia no solo es un instrumento de
los dioses sino también alguien que toma sus propias decisiones y realiza su
propio destino; al actuar como un héroe, él realiza libremente lo que el
destino quiere para él. Como puede apreciarse, aquí la divinidad se identifica
con el carácter del héroe.
Los héroes
de las Tragedias, al ver cada uno una
sola parte de la realidad, tiene razón, pero a la vez están equivocados frente
a la necesidad que le propone el destino, tanto los dioses como los héroes
están en igualdad de condiciones. Siendo el destino la fuerza que sobrepasa
tanto a los unos como a los otros. Para Hegel, el destino, la fuerza que
sobrepasa tanto a los héroes como a los dioses, es la actividad de la
autoconciencia. Esta actividad, vista desde el arte literaria, es la palabra
misma; el lenguaje es el medio a través del cual se revela la verdadera
realidad de todo.
La poesía
es la libre actividad autoconsciente del hombre, es ella la que le da vida
tanto a los héroes como a los dioses.
En la Comedia, las guerras de los dioses y de
los héroes, se reducen a ser explicadas tal como si fueran acciones humanas,
propiamente, y según Hegel, de la Comedia
antigua se desprenden la Epopeya y la
Tragedia.
El hecho
que el hombre se vea reflejado en lo divino y que las divinidades sean
representaciones humanas, hacen que éste se proyecte sobre los dioses como un
ser que realiza su verdadera libertad; este fenómeno podría ser llamado desmitificación o desacralización de la
comedia antigua.
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