Gadamer y el lenguaje.

 

Gadamer y el lenguaje.

La parte más novedosa de la reflexión gadameriana en su ontología hermenéutica, la constituye su meditación sobre el lenguaje (Gadamer H. G., 2005, pág. 387; Gadamer H. G., 1990), la que se puede resumir en la frase que encontramos en Wahrheit und Methode: “el ser, que puede ser comprendido, es lenguaje (Gadamer H. G., 2005, pág. 567)” (Sein, das verstanden werden kann, ist Sprache)  (Gadamer H. G., 1990, pág. 478), frase que puede ser interpretada en dos sentidos (Vattimo, 1989, pág. 85ss):

El primero hace referencia a la comprensión, ya que todo acto de comprensión es un acto que se da en el lenguaje, el cual abarca a su vez todo cuanto puede ser comprendido. Lenguaje y comprensión son dos realidades que no pueden ser separadas y ambas constituyen la realidad de nuestro comprender interpretativo, ambas se exigen y se complementan cuando hacen referencia al problema hermenéutico.

El segundo se refiere a que todo encuentro con el mundo y todo encuentro con las cosas, en su manera más inmediata, es un encuentro que se da en el lenguaje.  A este respecto conviene también citar Poesía e ontología cuando Vattimo citando a Heidegger y éste a Hölderlin, toma una afirmación que expresa el sentido de la ontología hermenéutica de Gadamer respecto al lenguaje: «El ser en el mundo propio del hombre es un habitar en el lenguaje» (Heidegger, Hölderlin y la esencia de la poesía., 1992) (Heidegger M. , 1987).

Comprendemos el mundo porque se nos da mediante juegos lingüísticos, juegos en los que el mismo lenguaje nos habla, nos propone y se retira, un lenguaje que pregunta y se cumple a sí mismo en la respuesta.

Esta problemática nos envía a hacernos una pregunta que en este contexto se plantea como fundamental: ¿qué es el mundo? El mundo no se puede concebir solamente como ambiente (Umwelt -Milieu) o como entorno; el mundo es la totalidad de lo que es, ya que si sólo fuera el entorno o el medio ambiente el hombre asumiría la condición de los animales, los que nunca superan su propio entorno; el hombre por el contrario supera, por su propia libertad, el entorno para elevarse al mundo, elevación que también es un hecho de lenguaje y que como tal le plantea al hombre la necesidad de un ir-más-allá, necesidad que sólo se da como un hecho de lenguaje.

Es un hecho que en el lenguaje las cosas acrecientan su ser, pues el lenguaje forma parte de la cosa en cuanto la acrecienta. Se puede encontrar en Gadamer que la experiencia que el artista aplica a la obra acrecienta el ser de la cosa portándola a la forma. Así en la experiencia lingüística sucede que el lenguaje porta a la forma el ser de la cosa y con ello la cosa no se presenta más como cosa (Ding) sino como cuestión (Sache), como aquello de lo que se trata.

Toda la temática tratada por Gadamer en Wahrheit und Methode hace referencia al lenguaje como mediación. Así, por ejemplo, la hermenéutica concebida como integración de dos mundos, aquel del intérprete y este de la obra interpretada, se realiza teniendo el lenguaje como mediación. Lo mismo que la dialéctica de pregunta y respuesta se presenta a través del lenguaje, y aún lo no dicho en la dialéctica – aquella parte que permanece en el misterio –, es una experiencia del lenguaje. Toda pequeña integración entendida como encuentro en cuanto experiencia hermenéutica es una experiencia lingüística; la obra de arte y el texto escrito, son experiencias en las que se refleja la centralidad del lenguaje en su papel mediador. La historia concebida como tradición en la que la transmisión de mensajes juega un papel importante, es un hecho lingüístico.

Desde el papel mediador del lenguaje se hace evidente la dignidad de la experiencia hermenéutica, la que radica en que lo que nos sale al encuentro desde la tradición es un hecho que nos habla. La comprensión no se puede quedar en un hecho virtuoso del comprender lo escrito, al contrario, es una experiencia auténtica, un encuentro con algo que nos sale al encuentro como algo que es verdadero. El hecho de que esto sea una realización lingüística y que con ello el fenómeno del lenguaje y de la comprensión no se manifiesten como un modelo universal del ser y del conocimiento, todo esto permite determinar de una manera más cercana el sentido que tiene la verdad en la comprensión. 

El papel mediador del lenguaje estructura una visión de la historia tal que la hace entender como transmisión de mensajes, a la que pertenecemos nosotros porque pertenecemos al mundo expresado en ella; con lo cual se manifiesta aún nuestra pertenencia al ser, la que es igualmente lingüística porque el ser es historia y la historia es un hecho del lenguaje.

Este nexo ser-lenguaje que se perfila aquí a través de la historia, echa sus raíces en Heidegger, en las obras sucesivas a Sein und Zeit, pues la afirmación del nexo ser-lenguaje está siempre unida a la metafísica como un modo histórico de darse del ser a la manera de un ocultarse-revelarse que pertenece fundamentalmente al ser, tocando desde el estado de yecto nuestra historicidad; esta es la razón por la cual Heidegger nunca llegó a formular que el ser es lenguaje, como sí lo hace Gadamer en Wahrheit und Methode.

Este nexo ser-lenguaje-lingüicidad, y el carácter hermenéutico de la condición humana en el mundo, son para Heidegger altamente problemáticos. Se puede decir que son el problema que nos constituye hoy como existentes en la época de la metafísica cumplida.

En la identidad ser-lenguaje que hace Gadamer, el lenguaje no es un signo que se deba descifrar remontándose exhaustivamente a un objeto extralingüístico, ni es solamente un instrumento de comunicación, sino que es un evento del ser; pero un problema del cual la ontología hermenéutica no da razón se puede formular preguntando ¿por qué la tradición nos ha enseñado que el lenguaje es signo, medido desde su capacidad de describir objetivo, es decir, desde su capacidad de descifrar todas las implicaciones que Heidegger toma bajo el nombre de metafísica y olvido del ser? Problema éste que no es tematizado en la ontología hermenéutica. En este sentido más profundo y esencial, ella no aporta indicaciones metódicas a las ciencias del espíritu, tan sólo a la existencia para que se instale en la lingüicidad del ser que es reconocido de derecho.

Heidegger es consciente de que en la sociedad tardometafísica el lenguaje está muy lejos de tener vigencia en su pura esencia de evento del ser. El lenguaje no sólo es manipulado como signo, sino que está vigente como signo; en un mundo de objetos también él es aceptable y descriptible sólo con rigurosos criterios de objetividad.

El dominio de la objetividad es un hecho que no puede ser sometido como tal mediante el reconocimiento teórico de un error de método; el cual se alcanza a través del lenguaje y que no es sólo un hecho de dominio, sino que quien domina es la objetividad.

Esta crítica contra Gadamer, quiere mostrar una insuficiencia, que además comparte con Habermas, y que sería la parcialización de Gadamer respecto a Heidegger, ya que sólo asume un elemento de éste: el problema de la hermenéutica como hecho existencial - o la universalización de la misma - , mientras que la crítica al ser entendido como objetividad y presencia y la crítica a la metafísica, son obviadas por Gadamer.

Vattimo, en Poesía e ontología, intenta leer heideggerianamente a Gadamer. Allí plantea la identidad que se presenta en la obra de Gadamer entre ser y lenguaje, la que es interpretada con rasgos fundamentalmente heideggerianos en el sentido del ser que se esconde para dejar ser a los entes. Así el lenguaje sería un horizonte que cobija los horizontes particulares y en el cual ellos vienen a la luz; el lenguaje, al ser un horizonte que cobija los horizontes, los precede, se muestra en ellos, pero a la vez también se oculta.

El problema que puede encontrarse en Gadamer es que no asume críticamente el ser entendido como presencia objetiva y objetivante, ni asume críticamente la historia de la metafísica entendida como olvido del ser. Después vemos que, en el problema del lenguaje, tal cual lo plantea Gadamer, nos muestra lo que se ha llamado en el pensamiento de Heidegger la diferencia ontológica, es decir el ser que se desvela y se oculta para dejar ser a los entes. La pregunta que aquí obligatoriamente tenemos que hacernos es ¿Cómo entender el ser en el pensamiento de Gadamer? ¿Cómo presencia a la manera de la metafísica tradicional? ¿Cómo ausencia desde una crítica a la objetivación, a la manera del ser que se oculta? ¿Cómo un celarse-desvelarse a la manera de la diferencia ontológica heideggeriana?

Un intento por responder a los interrogantes propuestos nos lleva a decir que Gadamer es un pensador que piensa el ser a la manera como lo hicieron Sócrates, Platón y Aristóteles, según se desprende de un estudio suyo sobre el pensamiento en los clásicos.  Esto puede constatarse de modo más claro aún, cuando a Gadamer se le acusa de urbanizar a Heidegger, pues no asume ni la crítica a la metafísica hecha por éste, ni el problema del olvido del ser.

A manera de conclusión podemos decir que el lenguaje antecede a todo acto interpretativo, todo acto formalizado, toda relación con la historia y con la obra de arte, relación que a manera de diálogo se da entre preguntas y respuestas, entre quien habla y quien responde.

El lenguaje.

La hermenéutica contemporánea, y quizás la filosofía contemporánea ha insistido en lo que se llama el giro lingüístico, éste consiste en el hecho de que la reflexión hodierna se ha volcado en una reflexión sobre el lenguaje; desde esta perspectiva hay que destacar que tanto la filosofía continental como la analítica reflexionan sobre el tema del lenguaje. Incluso se pueden encontrar tópicos comunes, lugares de encuentro en dos tendencias que antes eran contrapuestas, en este sentido cabe mencionarse por ejemplo el concepto de juego lingüístico que es tema de reflexión tanto en Gadamer como en Wittgenstein.

El lenguaje no es algo objetivo frente a lo cual nos situamos, no es un objeto que estudiamos, como si se tratara de una cosa sobre la cual reflexionan los científicos; el lenguaje es un flujo, es algo que nos invade y nos permea, nos traspasa; el lenguaje es algo que nos habla; no hablamos un lenguaje, sino que somos hablados por el lenguaje.

El lenguaje se manifiesta en su funcionamiento, en la manera como es hablado, en las comunidades idiomáticas. Descubrimos el funcionamiento del mismo no tanto estudiándolo sino observándolo y hablándolo. En este sentido tiene toda la razón el segundo Wittgenstein cuando en Las investigaciones filosóficas invita a observar el lenguaje más que estudiarlo.

Todo lo que puede ser pensado, todo lo que puede ser observado, sentido y amado está mediatizado por experiencias lingüísticas; no hay nada que exceda los límites del lenguaje, no existe nada antes, por encima o fuera del lenguaje, todo lo que puede ser pensado es lenguaje; en este sentido Heidegger insistirá en que el lenguaje es la casa del ser y Gadamer recordara que “El ser que puede ser comprendido es lenguaje” (Gadamer 567).

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lo cómico como categoría estética

Los coristas: un estudio sobre el film

Lo sublime