El análisis narrativo de las Sagrada Escrituras.

El análisis narrativo de las Sagrada Escrituras.

Resumen.

Los métodos literarios son aquellos que intentan comprender la Sagrada Escritura desde las técnicas, las formas y los modos que utilizan los literatos para realizar sus obras. Podría decirse que estos métodos ven la Sagrada Escritura no solo como Palabra de Dios sino también como textos que hacen parte de la literatura universal. Entre estos pueden mencionarse: el método estructural, el semiótico y el análisis narrativo.

Palabras claves.

Interpretación. Hermenéutica. Sagrada Escritura. Autor sagrado.

Introducción.

La interpretación de la Sagrada Escritura es un fenómeno que hunde sus raíces en los orígenes de la cultura occidental. Primero con el pueblo de Israel, después con el Cristianismo; mas adelante con la fusión entre la cultura hebrea y la griega, después entre esta y la latina. Las épocas antigua, medieval, moderna y contemporánea han tenido diferentes versiones sobre la interpretación de la Sagrada Escritura; cada época histórica recibe sus influjos de acuerdo a las tendencias que imperan en un momento determinado. Desde lo anteriormente dicho, aquí se presentará una breve investigación sobre el método de análisis narrativo; este tiene una gran influencia en la interpretación, que sobre la Sagrada Escritura, se hace actualmente.

Para la mejor comprensión de lo que se intenta tratar aquí es necesario tener en cuenta lo siguiente: los métodos para interpretar las Sagradas Escrituras pueden clasificarse en tres grandes géneros: los científicos, los literarios y los espirituales.

Los primeros son aquellos métodos que intentaron responder al estatuto de cientificidad requerido por la epistemología y los saberes científico-naturales para poder acceder al estatuto científico. En este sentido pueden mencionarse el método histórico-crítico, el método de análisis de las formas, etc., lo que uno ve en ellos es su afán por demostrar que la interpretación de la Sagrada Escritura podía llegar a tener un estatuto de cientificidad tan grande y tan exacto como cualquier método utilizado por otra ciencia dura. Además puede apreciarse el gran influjo que estos métodos recibieron de autores como Schleiermacher y Dilthey.

Los métodos literarios son aquellos que intentan comprender la Sagrada Escritura desde las técnicas, las formas y los modos que utilizan los literatos para realizar sus obras. Podría decirse que estos métodos ven la Sagrada Escritura no solo como Palabra de Dios sino también como textos que hacen parte de la literatura universal. Entre estos pueden mencionarse: el método estructural, el semiótico y el análisis narrativo.

Finalmente están los métodos espirituales, estos se caracterizan porque son utilizados con una clara intención orante, espiritual, contemplativa, extática. Deben llevar al lector a una clara actitud espiritual y orante. Entre estos, el que más se utiliza y el que más se conoce es la Lectio Divina[1]. Estos serán mencionados de manera muy breve en el presente artículo.

Los puntos que se van a tratar a continuación son los siguientes: el texto, el lector, ¿Qué es un relato? Análisis histórico-crítico, análisis estructural o semiótico, el método de análisis narrativo, el autor, historia o rastreo histórico del análisis narrativo, la intriga, los personajes, la focalización, el tiempo, el marco, el punto de vista del narrador y finalmente se presentarán unas conclusiones. La investigación irá acompañada de una bibliografía que puede ayudar al lector a profundizar el tema que aquí se trata.

El texto.

Todo relato abre, construye e inaugura un mundo. Pero recorrer el mundo que el texto o el relato inaugura no es una operación sencilla ya que este es algo complejo; está conformado por una intriga, ésta articula las distintas partes del texto; también están implicados una serie de personajes y estos a su vez están relacionados entre sí; el mundo que el texto inaugura tiene su propia concepción del tiempo y del espacio; además plantea un código propio de valores y tiene su propio sistema para comunicar lo que desea anunciar. El mundo que el relato inaugura se hilvana con lo que dice y con lo que calla, con un ir hacia adelante y hacia atrás; y en todo este proceso arroja luces y sombras; esparce claridades y respuestas pero también sombras e inquietudes.

El lector.

En todo relato nos encontramos frente a una serie de elementos que están ubicados, relacionados y dispuestos de tal manera que no se sitúan de modo arbitrario sino que tienen un orden, un código, una relación; este debe ser descifrado o decodificado por el lector.

El lector es el ser humano que está llamado a descubrir y desvelar el mundo que propone el texto mediante el ejercicio de la lectura. El lector es quien da vida al mundo propuesto por el texto y a partir de lo que dice explícitamente o de lo que no dice, pero está implícito. El lector es el ser humano que colabora activamente cuando interpreta el texto; el lector descifra, decodifica y desencripta todo lo que el autor del texto ha colocado allí para ser puesto a la luz. Es más, el autor de un texto, al elaborarlo, tendrá que favorecer la labor del lector ya que un texto que no encuentra un lector permanece muerto.

Se podría decir que entre el texto y el mundo que él inaugura se encuentra el papel atento, vigilante y expectante del lector, ya que este, al leer el texto, logra habitar el mundo cuando está en la capacidad de desencriptarlo. El lector, con su ejercicio de lectura, logra darle vida y devolverle la vida al texto. En cierta medida es necesario reconocer que el texto ha salido de las manos del autor, ya este no es suyo, así como también ha salido de las manos de los destinatarios originales para los cuales fue compuesto, y viene a ser parte del lector real que lo interpreta bajo unas nuevas condiciones. Paul Ricoeur reconoce que el texto haciéndose huérfano de su padre (el autor histórico) se convierte en el hijo adoptivo de la comunidad de lectores (Marguerat 7).

El análisis de un relato siempre debe intentar descubrir los medios a través de los cuales un autor construye su relato; pero también intenta descubrir qué tipo de lectura va a desencadenar el universo desplegado por el texto.

¿Qué es un relato?

Es un discurso que enuncia hechos articulados entre sí mediante una sucesión temporal y mediante vínculos de causalidad. Todo relato trata de vincular sucesos o hechos mediante acciones causales; mediante la narratividad un texto se da a conocer como relato.

Análisis histórico crítico.

Este tipo de análisis de la Sagrada Escritura trata de responder a la pregunta ¿Qué dice el texto? Trata de reconstruir históricamente el contexto al cual se remite el texto. Se centra en la función referencial, es decir, trata de reconstruir el mundo representado en el texto. Además intenta responder a cuestiones tales como ¿En qué tradiciones se apoyó el autor para elaborar su texto? ¿Cuáles son o quiénes son los destinatarios del texto?

El análisis histórico crítico nació en el siglo XIX cuando se presentó una fractura entre el texto bíblico y su tradición interpretativa. A partir de esta polémica el texto bíblico debía ser ubicado y colocado en el medio histórico en el que fue producido; el texto bíblico para ser comprendido necesitaba ser puesto en su lenguaje original y en la cultura que lo vio nacer.

Análisis estructural o semiótico.

Este método para interpretar la Sagrada Escritura trata de responder a la pregunta ¿Cómo la Sagrada Escritura, siendo un texto literario, genera sentido? El método de análisis semiótico o estructural parte del principio de que todo texto, incluso la Sagrada Escritura, genera sentido, y para poder captar dicho sentido es necesario captar un sistema de señales que vienen conectadas en el texto sagrado mediante una red que las relaciona; se trata además de responder a la pregunta ¿Cómo el autor sagrado organiza el discurso que logra plasmar en la Biblia?

El análisis estructural o semiótico nació a raíz de la propuesta filosófica de Ferdinand de Saussure, cuando este autor hace una diferenciación entre palabra y lengua; así se aísla la lengua de su contexto comunicativo y operacional. A partir de este método el texto tiene que ser considerado como algo independiente de su autor, y al lector solo le corresponde la función de leer. El método semiótico es una corriente que nace del método y del análisis estructural.

El método de análisis narrativo.

Este método para interpretar la Sagrada Escritura centra su atención en la relación que se establece entre el emisor del mensaje y el receptor; es decir, en la manera como se emite, lo que se emite y cómo se recibe el mensaje, esto correspondería al problema de la comunicación; la pregunta que trata de responder el método de análisis narrativo es ¿Qué efecto produce el texto Sagrado en el receptor? El método de análisis narrativo se interesa por la cuestión acerca de la manera o el modo como el emisor, el autor del texto sagrado, el que narra el relato sagrado comunica su mensaje al lector de la sagrada Escritura ¿Qué efecto produce el mensaje en el lector del texto sagrado?

El método de análisis narrativo distingue entre el contenido de lo que se quiere o pretende comunicar y la forma como se comunica; la historia que se pretende narrar, la narración misma y la forma o manera como es narrada. El contenido de la narración o la historia que se pretende narrar consiste en el contenido que se desea informar, los acontecimientos que se desean narrar y éstos, a su vez, van relacionados mediante una sucesión cronológica. La forma como se comunica hace referencia a la manera como se narra el contenido, a la forma como se expone, expresa y explica una historia que se quiere narrar.

El método de análisis narrativo intenta analizar la manera como el narrador sagrado narra la historia narrada con la intención de comunicarla a sus lectores.

El autor implícito.

El método de análisis narrativo va a distinguir entre autor histórico, que es el autor real del texto sagrado, y el autor implícito. El primero es aquel que, en un momento histórico determinado, realmente escribió el texto sagrado; pero este, según el método de análisis narrativo, no puede llegar a conocerse; según esto, no es posible llegar a conocer el autor real e histórico del texto sagrado. Sin embargo, el texto sagrado habla de manera transversal e indirecta de él; el texto nos da señales, asomos e indicios de su personalidad; el texto que escribió habla indirectamente de él. Podría decirse que la obra o el texto que escribió el autor sagrado da una imagen indirecta y transversal de su autor, esto es lo que el método de análisis narrativo ha llamado el autor implícito (o implicado).

El autor implícito es la imagen del autor real que presenta un texto sagrado; esta imagen viene presentada de manera indirecta cuando el autor del texto opta por un estilo, una forma para mediatizar el contenido de lo que desea narrar. El autor implícito es el artífice, el que opta por una estrategia textual para mediatizar, comunicar o anunciar un mensaje.

El lector implícito.

Todo texto Sagrado, cuando originalmente fue escrito, estaba destinado a unos lectores determinados. Podría decirse, que según el método de análisis narrativo, estos destinatarios originales no podrán llegar a conocerse realmente, según esto, para el método de análisis narrativo, el lector histórico del texto se escapa; pero sin embargo es posible llegar a delinear y delimitar algunos rasgos de la imagen del lector (o grupo de lectores) al cual se dirigió la obra originalmente. Esto es lo que el método de análisis narrativo llama el lector implícito. Podría decirse que este es aquel auditorio o comunidad a la cual se dirigió el autor Sagrado cuando realizó su relato. Se sabe por ejemplo que cuando san Mateo escribió su evangelio lo hizo para una comunidad que conocía las Escrituras, conocía la historia del pueblo de Israel, conocía la identidad del rey Herodes, pero también desconocía el hebreo (Marguerat 10).

También puede considerarse que el lector implícito es el receptor ideal para el cual se ha elaborado el texto; el lector ideal es aquel que está capacitado para comprender el texto en su totalidad. El método de análisis narrativo propone que quien lee un texto, está llamado a tratar de comprender total y plenamente el mismo; de esta manera, el lector real aspira y tiende a ser el lector ideal. En la medida en que el lector real tiende a ser el lector ideal, este se va transformando y se va dejando transformar, va dejando que el texto sagrado lo cambie en su sistema de valores y en su cultura.

Desde lo anteriormente dicho puede aseverarse que el método de análisis narrativo concentra toda su atención en la manera como un texto literario, en nuestro caso la Biblia, influye, afecta, cambia o transforma el lector de la Sagrada Escritura ¿Qué efectos, qué cambios y qué transformaciones experimenta un cristiano cuando lee la Palabra de Dios?

El método de análisis narrativo se interesa por el hecho de que cuando un ser humano lee la Palabra de Dios experimenta un cambio o una transformación. La lectura, los presupuestos, los prejuicios, las precomprensiones, las transformaciones que experimenta el lector del texto sagrado es lo que se va a convertir en el centro de atención del método de análisis narrativo.

Mientras que el método histórico-crítico se preocupa por comprender la relación entre un hecho narrado y un hecho histórico, es decir, mirar la veracidad de los hechos; el método semiótico o estructural se va a preocupar por mirar cómo el texto sagrado produce sentido desde la estructura planteada por el mismo; el método de análisis narrativo concentra toda su atención en la forma como un hecho histórico es narrado, cuáles son las estrategias narrativas que utilizó el autor del texto sagrado y cómo esto transforma al lector.

Historia o rastreo histórico del método de análisis narrativo.

El método de análisis narrativo surge con Robert Alter cuando en el año de 1981 publica su texto El arte del relato bíblico, texto que se aproxima a la narratividad bíblica y ésta entendida como un fenómeno literario. Este texto y su autor prontamente generaron en los Estados Unidos todo un movimiento llamado análisis narrativo.

La tarea del autor consistió en un redescubrimiento y en una revaloración del arte de narrar. Este arte siempre estuvo presente en el pueblo de Israel, hace parte de la tradición bíblica, también lo encontramos en la manera como los primeros cristianos dieron testimonio de su fe; puede aseverarse que primero fue Israel y después el cristianismo primitivo quienes recurrieron al relato como un medio para formular, comunicar, expresar y transmitir su fe.

Primero fue el pueblo de Israel, a través del Midrash, quien transmitió su fe, y quien conservó su memoria narrativa, y después la fe cristiana conservó su identidad a partir de los relatos y las narraciones.

En el año de 1980 empieza todo un interés por reconocer la narratividad bíblica como un fenómeno literario digno de ser estudiado científicamente. El interés en los relatos bíblicos se concentraba inicialmente en deconstruirlos para descubrir cómo funcionan y cuáles son los mecanismos a partir de los cuales generan sentido. Esta es la tarea que inicialmente debía ejercer el análisis estructural o semiótico, los que fueron los precursores del método de análisis narrativo.

La propuesta de Robert Alter, en el texto citado, es colocar los relatos bíblicos dentro del gran caudal de la narratividad mundial, general y universal; la cuestión central de su propuesta es ¿Cómo pueden apreciarse los elementos narrativos que utilizaron la literatura antigua y moderna en el Texto Sagrado? El método de análisis narrativo nace en un contexto en el cual tanto lingüistas como literatos y exégetas tienen un interés común: interpretar, desde la narratividad, la sagrada escritura.

El análisis narrativo, al propagarse rápidamente por los Estados Unidos, se sirve del pragmatismo americano y prontamente se dejan sentir en él los aportes de lingüistas tales como Gerard Genett, que trabaja el tema de la narración y la intertextualidad; Paul Ricoeur que trabaja el tema de la temporalidad narrativa; también se debe mencionar a Wolfang Iser que se ha dedicado al problema del lector. En los Estados Unidos se han destacado Wayne Booth y su análisis sobre el tema de la ironía y Boris Uspensky y el tema de la poética del relato.

Cuando Robert Alter publica el texto El arte del relato bíblico en el año de 1980 estaba respondiendo a dos grandes problemas que se habían suscitado en el campo de la interpretación: el primero es que una década atrás, hacia 1970, en Francia venía imponiéndose el método semiótico o estructural que trataba de responder a la cuestión acerca del funcionamiento del texto a partir de las unidades mínimas de significación. El segundo es que el método histórico-crítico venía siendo cuestionado pues “No ofrece la actualidad de los textos, ya que se queda en una investigación sobre el pasado” (Marguerat 13); por lo tanto era necesario buscar lecturas del texto bíblico que ofrecieran nuevas alternativas.

Por esta misma época, en los Estados Unidos, se van a consolidar las llamadas lecturas pragmáticas; estas hacían un énfasis especial en el efecto que un texto literario ejerce sobre sus destinatarios; por lo tanto, el análisis de los textos se enfocaba sobre el tema de la retórica o sea la producción del discurso y el análisis narrativo. Así, este último, es decir el análisis narrativo, se dedica a investigar las estrategias que el narrador ejerce sobre el lector para hacerlo entrar en el mundo del relato que él propone. El análisis retórico se habría de concentrar en la cuestión acerca de cómo el autor del discurso habrá de organizar el relato para persuadir o convencer al oyente o al lector del mismo.

El análisis narrativo ha tenido como presupuestos al análisis semiótico o estructural; este considera el texto en su forma final, en su redacción final; no se preocupa tanto por su historia o su genealogía, tampoco es su intención la de separar los elementos que un texto toma de la tradición de los elementos que su autor propone en él, este era el modus operandi del método histórico-crítico. El método de análisis narrativo toma el texto bíblico tal y como se le ofrece a la mirada del lector; este es recibido, acogido y tomado como una totalidad significante; desde una perspectiva sincrónica, es decir temporal-lineal y no diacrónica, es decir, genealógica. El método de análisis narrativo observa y analiza la manera como el texto bíblico construye sus valores y sus contenidos, también la manera como los distintos elementos que constituyen un relato guardan una relación, coherencia y unidad entre sí mismos (la intriga unifica las distintas partes del relato); también es tarea del método de análisis narrativo mirar, analizar y estudiar el papel que desempeñan los personajes en la historia que se narra en el relato.

El punto de quiebre entre el método semiótico y el método de análisis narrativo es que el primero no presta atención o no se interesa por el nivel enunciativo o el nivel retórico, mientras que el segundo sí se plantea la cuestión acerca de las herramientas que utiliza el autor para comunicar o transmitir su mundo de valores; es en este segundo aspecto, como ya se ha dicho, donde el método de análisis narrativo tiene que recurrir al método pragmático desarrollado en los Estados Unidos de Norteamérica ¿Cuáles son estas herramientas? Esta es la pregunta que  intentará responder este estudio sobre el método de análisis narrativo; estas serán enunciadas y luego abordadas con más detenimiento: la intriga, los personajes, la focalización, la temporalidad, el marco y el narrador.

1. La intriga.

¿Qué es la intriga? Es la colocación sistemática de los elementos que conforman una historia narrada; es el movimiento que integra, unifica y relaciona entre sí todas las partes del relato; de esta manera todas las acciones, personajes, situaciones así como las distintas partes que conforman un relato quedan unificadas, integradas e interrelacionadas por la intriga. Según lo anteriormente dicho puede aseverarse que la intriga es la que da continuidad y coherencia al relato.

En los libros narrativos, que encontramos en la biblia, se pueden encontrar una serie de episodios, personajes, situaciones y acciones que se interrelacionan mutuamente; puede apreciarse por ejemplo que en el libro del Génesis (1-11) cada episodio tiene su propio argumento: la creación del mundo, la caída, la historia de Caín y Abel….; sin embargo el argumento o la intriga que relaciona entre sí a estos relatos es la historia de los orígenes; de este modo puede apreciarse, desde el capítulo 1 hasta el 11 del libro de Génesis una evolución, una sucesión lineal; además pueden apreciarse los elementos que lo componen.

1.1. La intriga unificadora.

El método de análisis narrativo ha descubierto que en los relatos que nos trae la biblia puede darse una intriga unificadora, que es aquella que unifica el relato de modo lineal; según esto, cada parte del relato bíblico requiere de la anterior para ser comprendido y exige la parte siguiente para poder llegar a comprender la resolución definitiva del relato. Algo así como una telenovela, en la que cada nuevo capítulo requiere del anterior, y si se quiere llegar a comprender el desenlace final es necesario mirar la sucesión completa de los capítulos. Pero también puede suceder que cuando vemos un nuevo capítulo sin haber visto su anterior no comprendamos lo que sucedió porque nos perdimos una parte muy importante del desarrollo de la intriga.

En la intriga unificadora podría decirse que cada episodio que desarrolla el relato se conecta con el anterior y prepara el que sigue; todos a su vez guardan una relación entre sí y con los acontecimientos que narra el relato. La estructura literaria de este tipo de intriga implica un orden secuencial que va de anterior a posterior.

1.2. La intriga episódica.

El método de análisis narrativo también ha podido constatar que existe una intriga episódica. En los relatos bíblicos donde se propone este tipo de intriga no existe un orden secuencial que deba seguirse para comprender el relato. Según este tipo de intriga, las distintas partes que componen el relato pueden leerse o seguirse de manera independiente; el nuevo capítulo no necesariamente implica la comprensión del anterior, ni tampoco presupone la del posterior; luego quien unifica este tipo de relatos es el personaje principal.

En los relatos bíblicos donde aparece este tipo de intriga episódica no necesariamente guardan un orden secuencial en los episodios que desarrolla; estos pueden cambiarse, pueden leerse desordenadamente; cada episodio tiene su propia unidad y coherencia.

Lo que le da unidad al relato estructurado en torno a intriga episódica es la presencia del personaje principal; éste liga coherentemente los episodios que constituyen y conforman el relato; normalmente el tipo de intriga episódica comienza con el nacimiento del personaje principal y termina con la muerte del mismo.

Jean-Luis Ska en su texto Nuestros padres nos contaron sostiene que existen otros dos tipos de intriga que Daniel Marguerat no menciona: la intriga por resolución y la intriga de revelación.

1.3. La intriga por resolución.

En los relatos bíblicos que se desarrollan en torno a la intriga por resolución la pregunta que los determina es ¿Qué va a suceder? Por lo tanto un relato bíblico estructurado en torno a ese tipo de intriga desarrolla un orden de los acontecimientos, un espacio, una dimensión temporal tales que todo tiende hacia un final que coincide con una resolución definitiva (Ska 21-22).

1.4. La intriga por revelación.

Los relatos bíblicos desarrollados en torno a la intriga por revelación se concentran ante todo en un personaje; los hechos y sus repercusiones tienen poco interés en sí mismos; en este tipo de relatos no pasa nada, y la historia que narra puede resumirse en pocas palabras “el sentido del tiempo, del desarrollo, de la evolución es casi  inexistente. Los acontecimientos tienden a no tener más que una simple función ilustrativa […] consecuentemente el desarrollo destaca más un despliegue que un desenmarañamiento (Ska, 21).

Los relatos que nos traen las sagradas Escrituras desarrollan de modo especial las intrigas por resolución; por lo tanto, desde el punto de vista literario, la Biblia desarrolla un tipo de literatura popular.

Desde lo expuesto anteriormente es necesario tener en cuenta que las preguntas que habría que plantear respecto al tema de la intriga que desarrollan los relatos bíblicos es ¿Cuál es la transformación principal que afecta a la historia? ¿Qué fue lo que la historia nos reveló al final del relato y que al comienzo se desconocía? ¿Uno o varios personajes experimentan una transformación o un cambio? ¿Cambia una situación? Según Ska, siempre una norma es que un relato puede combinar varios tipos de intrigas; también sostiene que todo relato implica la comparación entre su comienzo y su final, y el cambio que se opera entre situaciones y personajes.

Ska también advierte que toda intriga empieza con un momento ascendente, después ésta alcanza un momento culminante y al final asume una posición descendente.

2. Los personajes.

Los personajes son los seres humanos que interactúan en el relato; el autor del texto les da vida cuando los caracteriza con rasgos muy específicos; normalmente estos pueden convertirse en héroes, antihéroes, cómplices y oponentes. Dentro del marco de los relatos que nos trae el Evangelio todos los personajes que hacen ahí su aparición normalmente se relacionan con el personaje principal que es Jesús de Nazaret.

El método de análisis narrativo cuando estudia los relatos le presta una gran atención a la manera como el autor del texto caracteriza los personajes; también estudia de manera detallada el modo como hablan, se comunican, dialogan y se interrelacionan los personajes.

Puede suceder que el narrador, al momento de contar el relato, le propicie al lector una información que los personajes del relato desconocen, este es el caso de la historia de los discípulos de Emaús (Lc. 24, 13-35); en este relato, el narrador le cuenta al lector quién es el viajero, pero los discípulos desconocen la identidad del mismo. Sin embargo, también puede suceder lo contrario: que el narrador le atribuya a los personajes una información que los personajes del relato sí conocen y que el lector desconoce, en este caso puede mencionarse el mismo pasaje de los discípulos de Emaús cuando el narrador cuenta que Jesús enseña a los discípulos lo que decían de Él las Escrituras (24, 27), pero que el narrador no le dice nada al lector sobre el contenido de esta enseñanza (Marguerat 15). En el primer caso, el narrador le ofrece una posición superior el lector, en el segundo caso, la posición superior la ocupa el personaje.

3. La focalización.

Este concepto responde a la pregunta ¿Quién ve en el relato? Fundamentalmente pueden encontrarse tres tipos de focalizaciones.

La focalización interna. Es aquella en la que el narrador asocia al lector con la interioridad de un personaje, es decir lo hace partícipe de dicha situación.

La focalización externa. Es el tipo de observación que realizaría cualquier observador de la escena.

La focalización cero. Es una visión donde el narrador elimina los límites del espacio y el tiempo.

4. El tiempo.

Todo relato debe estar estructurado en torno a dos grandes cuestiones: la causalidad y la temporalidad. Todo relato presenta una serie de acciones, personajes y escenas ligadas entre sí y según un orden causal (un antes y un después) y los inscribe dentro de una sucesión temporal.

La sucesión temporal puede presentarse de una doble manera: la primera es la que presenta el relato mismo, cada relato tiene su propia sucesión temporal; esta consiste en el tiempo que emplea el relato para contar o expresar lo que tiene para decir. La segunda manera la constituye el tiempo de la historia narrada: “Este lo fija el calendario y el lector puede llegar a reconstruirlo según las indicaciones proporcionadas por el narrador” (Marguerat 16). En este sentido se habla pues de la dimensión temporal, la que puede diferenciarse, según lo acabo de exponer en tiempo narrado y tiempo en que se narra.

De acuerdo a la manera como el relato presente la concepción del tiempo va a desarrollar un orden; este puede leerse en términos prospectivos (prolepsis) o en términos retrospectivos (analepsis). Una analepsis puede verse reflejada en aquellos relatos bíblicos del Nuevo Testamento que citan pasajes del Antiguo Testamento, y un ejemplo de prolepsis puede verse reflejado en aquellos momentos en los cuales Jesús anuncia su pasión, muerte y resurrección. Tanto la analepsis como la prolepsis son muy importantes en la estructura del relato pues ayudan a la significación del mismo, pues con ello se recurre a una intriga pasada o a una futura cuya intención es dar o propiciar un sentido al presente.

De acuerdo a la manera como el relato presenta la concepción del tiempo va a tener una velocidad. La velocidad puede incidir en el ritmo del relato, de modo que el narrador puede extenderse mucho para contar un suceso, y entonces recurre a una gran cantidad de tiempo o puede resumir o sintetizar en una frase un gran periodo de tiempo; en este caso hablamos de un sumario en el que se sintetizan varias acciones. El sumario puede verse reflejado en Mc. 4, 33-34; Jn. 2 24-25; Hch. 2, 42-47. También puede suceder que el narrador no dé ningún dato sobre un largo periodo de tiempo, este fenómeno es el que se llama elipsis. Además puede darse el caso de que un relato cambie de ritmo, y por lo tanto de velocidad, de modo que si el narrador quiere insistir mucho en un hecho o en un detalle determinado, tanto más disminuye la velocidad en lo que quiere contar.

5. El marco.

El marco de un relato depende de los elementos en los cuales el narrador quiere fijar y establecer su narración. Dichos elementos tienen que ver con el momento, el lugar y el contexto social; cuando Judas abandona a Jesús para traicionarlo lo hace teniendo como marco la noche (Jn. 13, 30); cuando Jesús, en el evangelio de san Marcos, realiza su primer exorcismo lo hace en la Sinagoga (1, 21) y el primer converso que Pablo logra alcanzar fue un procónsul romano (Hch. 13, 12). Normalmente el marco que utiliza la narración suele ser diferente del contexto histórico en el cual se ubica el texto o incluso al contexto en el cual se ubica el autor del mismo. Se sabe, por ejemplo, que los evangelios fueron escritos años después de los hechos sucedidos con Jesús, primero sucedieron los hechos y después fueron narrados o contados por los evangelistas.

Otro hecho que hay que resaltar, respecto a este tema del marco en el cual se ubica un relato, es que en el caso de los autores bíblicos, el marco puede adquirir una dimensión simbólica, así por ejemplo en los casos antes mencionados, para el evangelista san Juan, la noche simboliza la oscuridad en la que vive el hombre cuando está privado de la luz de la Revelación; para el evangelista san Marcos, la Sinagoga es el lugar en el cual se enfrentan los poderes, la lucha que se presenta entre estos se encamina a la salvación del hombre; para el libro de los Hechos de los Apóstoles la conversión del oficial romano significa el interés del imperio por el evangelio (Marguerat 16).

6. El punto de vista del narrador.

No existe un narrador, que a través de su narración no presente su propio sistema de valores; eso quiere decir que ningún narrador es neutral; por eso, cada vez que se lee un relato bíblico la pregunta que subyace en el lector es ¿Qué sistema de valores pretende transmitir el autor del relato? ¿Dónde, en qué personaje, hecho o acontecimiento puede percibirse la ideología que pretende transmitir el relato? ¿Qué jerarquía de valores pretende transmitir el texto? Es necesario decir que  el autor del relato utiliza algunas tácticas para inducir al lector a tener simpatía o antipatía con un personaje de la historia que narra. Para realizar esta simpatía o antipatía por un determinado personaje, el autor puede recurrir a técnicas como el comentario explícito o  el implícito.

En el comentario explícito, el narrador elabora una nota en la que declara la simpatía o antipatía hacia un determinado o determinados personajes; un ejemplo del comentario explícito lo encontramos en la expresión evangélica: “Los Fariseos, para ponerlo a prueba, dijeron a Jesús….” Con esta expresión el evangelio induce al lector a tener una cierta simpatía o preferencia por Jesús, en cambio una actitud de inquietud y desconfianza hacia los fariseos.

Bajo la expresión “comentario implícito” se suelen agrupar todos los procedimientos retóricos que, estando en el texto, dicen sin decir explícitamente pero que sin embargo están ahí; en este sentido, los autores sagrados pueden recurrir al simbolismo, a la ironía o al malentendido; este tipo de procedimientos suele ser muy frecuentado por el autor del cuarto evangelio, por ejemplo cuando en 3, 4. 9 Nicodemo pregunta a Jesús acerca de la posibilidad de nacer de nuevo o cuando exalta la cruz en la que Cristo muere (Jn. 3, 14; 8, 28; 12, 32).

7. Conclusiones.

¿Por qué es importante el método de análisis narrativo? Porque ofrece un método sencillo para leer e interpretar la sagrada Escritura; este elemento de la sencillez no es algo que se puede o se suele encontrar en todos los métodos para interpretar la sagrada Escritura.

El método de análisis narrativo busca dar coherencia y continuidad a los relatos tratando de estructurarlos bajo las imágenes de los actores, las intrigas, los episodios, y todo esto, articulado bajo la pregunta que el lector dirige al texto. La intención del método de análisis narrativo, no es, como en el caso de otros métodos, la de señalar las rupturas o las fracturas que pueden presentarse en un relato, sino la de presentar su coherencia, su continuidad y su estructura.

Los relatos bíblicos son un medio a través de los cuales los autores sagrados transmiten su experiencia de fe; podría decirse que es una forma narrativa de expresar la fe que se experimenta, se siente y se vive; es una forma teológica para expresar la fe; el relato bíblico tiene una clara intención teológica ya que, a partir de él, se articula y se formula la doctrina y la profesión de fe.

El lector de la biblia se coloca a la altura del autor sagrado cuando logra captar y aprehender las herramientas que él puso en ejecución cuando construyó un texto sagrado.

Los autores de la sagrada Escritura se sirvieron de las normas de construcción narrativa, que imperaban en sus ambientes para expresar, mediatizar y anunciar la experiencia de fe que ellos vivieron.

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Giroud, Jean-Claude y otros. Semiótica. Una práctica de lectura y de análisis de los textos bíblicos. Ed. Verbo Divino. Navarra.

Cahiers Evangile. Iniciación en el análisis estructural. Ed. Verbo Divino. Navarra.

 



[1] Este pequeño ensayo hace parte de una investigación más amplia donde se tratan de manera más extensa los diferentes métodos mencionados para interpretar la Sagrada Escritura. También hace parte de otra investigación donde se hace un rastreo histórico de la hermenéutica bíblica. Estas dos investigaciones hacen parte de un proyecto más extenso donde se trata de comprender el fenómeno de la interpretación filosófica, junto a la interpretación bíblica. Sobre este último tema el autor ya publicó un texto titulado El arte de la interpretación. La peregrina historia de la hermenéutica. Publicado en el año 2014 con el sello de la editorial de la Universidad Pontificia Bolivariana. 

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