El arte: su fruición, su ser y su mundo.

 

 El arte: su fruición, su ser y su mundo.

Respecto al papel del arte, las vanguardias manifiestan cuatro grandes núcleos problemáticos: el carácter ontológico de la obra de arte, el papel del arte en el mundo, el conocimiento y su papel respecto al arte y la fruición estética. Se tratará de reflexionar brevemente cada uno de ellos.

1. Lo ontológico en la obra de arte.

El ser en su aparecer se da como fenómeno, este a su vez es una invitación constante para que estando a la escucha de aquel, nos dejemos interpelar por la voz de su llamada que está desde hace mucho tiempo caída en el olvido.

El redescubrimiento de lo caído en el olvido es un camino que merece ser andado, para ir desvelando en el andar, las señales que nos llevan a senderos inescrutados.

El ser en su aparecer se da como obra, esta adquiere la connotación de lo simbólico cuando a la manera de un laberinto se da en su carácter de síntoma lingüístico, epistémico, desestabilizador, empeñado y profético.

Cuando nuestra constelación conceptual profundamente imbuida del lenguaje técnico-científico comienza a declinar, empieza a mostrar síntomas de envejecimiento y de muerte; eso es lo que hoy se constata: síntomas de envejecimiento y de muerte de una constelación conceptual técnico-científica que ya no llena las exigencias de una humanidad que empieza a mirar hacia otros horizontes.

Y es ahí donde la voz del ser se deja oír bajo un nuevo horizonte: el del arte, el de lo estético, el de la sensibilidad.

Por eso la tarea para nosotros hoy es repensar lo que de impensado se quedó en la tradición que dejó en el olvido la voz del ser ¿Qué pasa cuando nuestra vida se convierte en una pasión infinita por el saber vehiculado y mediatizado lingüísticamente por el arte? Vemos ese síntoma, el arte, replegado en la plasmación humana que es la obra, una obra que inquieta, que mueve y que aguijonea a hacerla decir lo que tiene para decirnos, ahí, sólo ahí surge nuestra cuestión ¿Cuál es el papel del arte en el mundo?

2. El arte en el mundo.

Las vanguardias colocan sobre el tapete el alcance ontológico de la obra de arte en la medida en que colocan el arte no como actividad desinteresada sino como algo políticamente empeñado, el arte se empeña políticamente; en este sentido se puede decir que el arte es expresión de lo verdadero y de lo falso, del bien y del mal, de lo bello y de lo feo, etc.

El arte se empeña con el mundo que le toca vivir, bien a la manera de vehiculación en cuanto constatación de un momento histórico, bien en cuanto malestar, aguijón, desencanto de un momento que se puede volver contra el mismo hombre; este es el caso de un Mondrian, de un Kandinsky que vehiculando su malestar contra una sociedad, se han empeñado políticamente con verdaderas obras programáticas no sólo encaminadas a denunciar la situación sino a transformarla.

 

Ahora bien, la creencia en las posibilidades de un orden distinto basado en lo humano racional que se contraponga a la violencia de una sociedad que ha perdido el fundamento de su civilidad, hace que Mondrian no se interese pos los escapismo estériles de corte nihilista ni por los delirios individualistas tipo dadá, más bien su convencimiento en las potencialidades de la conciencia humana para resolver las contradicciones en términos de la racionalidad hace de la propuesta de Mondrian más que un mero programa plástico, un verdadero proyecto plástico-político de la razón.

De este modo, el arte no sólo no se divorcia de la vida sino que en el mismo arte se halla involucrado un proceso que tiene como referente necesario la vida social. Más aún, Mondrian al mostrar cómo la investigación estética –al igual que cualquier otra actividad humana- no es el producto de ningún ‘exilio espiritual’ sino por el contrario el resultado de un quehacer en el mundo, indica la necesidad de resolver la estética en la forma de una compromiso ético a través de una metodología de lo racional, he aquí la razón profunda de su compromiso con el proyecto democrático de la Bauhaus[1].

 

El carácter revolucionario de la obra radica en el hecho que esta rastrea, inspecciona la revolución, el cambio de la sociedad y de sus costumbres.

El carácter revolucionario del artista queda plasmado en la producción de la obra cuando la obra misma se hace revolucionaria, esto tiene que hacernos pensar en lo incomodo y hasta funesto que han resultado los artistas en los regimenes totalitaristas, militaristas, fascistas, etc., la obra de arte es un empeño revolucionario, con la cual el artista se empeña revolucionariamente.

El carácter cósmico de la obra se presenta no como copia o imagen de la realidad, sino como creación de mundo; ella misma es un mundo en creación, ella es un mundo en gestación, ella es mundo:

 

Pero lo que más importa a Heidegger, tal como se pone de manifiesto en múltiples páginas del ensayo de 1936 (El origen de la obra de arte), así como en sus lecturas de poetas, no es tanto una definición positiva del mundo que la poesía abre y funda, sino caracterizar el alcance de ‘desfondamiento’que la poesía tiene siempre de modo inseparable. Fundación y desfondamiento son los dos aspectos constitutivos del sentido de la obra de arte que Heidegger señala, esto es: la exposición (Auf-stellung) del mundo y la pro-ducción (Her-stellung) de la tierra. El mundo expuesto por la obra es el sistema de significados que esta inaugura, la tierra es producida por la obra en cuanto emerge y se muestra como fondo oscuro, jamás enteramente agotable en enunciados explícitos, en el que arraiga el mundo de la obra[2].

 

El carácter cósmico del expresionismo se refiere a la creación de mundos, tarea que el poeta asume como su propio objetivo, a este respecto hay que decir que:

 

Sea en el caso del empeño revolucionario, más o menos concretizado políticamente, sea en el caso de la poesía como creación de mundos no reducibles a pura simbolización de estados emotivos, sentimientos, sino que enriquecen realmente al ser; aquello que es cierto es que la filosofía se libra definitivamente de su exclusiva relación con la esfera de los sentimientos y de las emociones, ya que este era un aspecto esencial de su desontologización[3].

 

El carácter profético de la obra está ligado a la creación de mundo, ya que si la obra es mundo, es creación de mundo, el mundo por ella mundeado tiene el carácter de una profecía, profecía direccionada al mundo por ella gestado hacia un futuro, profecía que implica renuncia al mundo objetivo que la generó.

El carácter profético es un elemento que caracteriza el expresionismo y que se puede asociar con Kandinsky, dice Vattimo que “es Kandinsky, en efecto, quien habla del carácter profético del arte”[4]. Para él, este carácter es la contribución más importante que se pueda rastrear en todas las vanguardias, en la línea de una recuperación del sentido ontológico del arte. Para Kandinsky la creación del mundo se concretiza a partir de la renuncia al mundo objetivo, y a partir de la recreación de los propios medios de expresión, colocando junto al mundo real, un mundo nuevo que no tiene nada que ver con la realidad[5]. Escuchemos a Kandinsky:

 

El artista crea misteriosamente la verdadera obra de arte por vía mística. Separada de él, adquiere vida propia y se convierte en algo personal e independiente que respira de modo individual y que posee una vida material real. No es un fenómeno indiferente y casual que permanezca inerte en el mundo espiritual, sino que es un ente en posesión de fuerzas activas y creativas. La obra artística vive y actúa, participa en la creación de la atmósfera espiritual[6].

 

La “Bauhaus[7] constituye una dimensión válida y posible del desarrollo de una poética profética como aquella de Kandinsky. En la escuela de Gropius la fuerza profética se convierte en un esfuerzo concreto de proyección del mundo”[8]. En la medida en que el arte permanece fiel a su ideal profético, su empeño ontológico se acrecienta hacia el futuro, este es uno de los datos más preciosos que la estética encuentra en su reflexión sobre las poéticas contemporáneas.

La renovación del arte se da simultáneamente con un replanteamiento de la función del mismo con respecto a las demás experiencias humanas.

Es la época en la que la preocupación central del artista no sólo se centra en la elaboración del cuadro o de la obra, sino además en el hecho de si las obras deben estar colocadas en los museos, en las galerías o en otras partes ¿Cuál es el lugar propio de la obra de arte?

Se trata no sólo de hacer arte, además se trata de problematizar la condición del artista y del arte en el mundo; el arte dentro del contexto social es problematizado, la obviedad del arte se ha perdido; el artista se deja llevar por la industria cultural; se evidencia pues una problematización tanto del arte como del artista.

3. El conocimiento y el arte.

Las vanguardias colocan como tema de discusión el problema del tipo de conocimiento al que asistimos cuando confrontamos lo estético: un conocimiento intuitivo propio del arte, un conocimiento discursivo propio de la filosofía, discusión que ha sido muchas veces afrontada en los términos de la supremacía del uno sobre el otro ¿Hay una supremacía del conocimiento intuitivo-estético sobre el discursivo racional? O ¿Hay una supremacía del conocimiento racional discursivo sobre el intuitivo? Discusión que remite al horizonte conceptual sobre el cual Baumgarten quiso colocar el nacimiento de la estética, cuando constata un conocimiento propiciado por la sensibilidad y paralelo al conocimiento racional propiciado por la razón, discusión que nuevamente nos coloca en el horizonte conceptual de Hegel, Fichte y Schelling cuando dan una primacía al conocimiento estético sobre el conocimiento filosófico o del filosófico sobre el estético.

Según lo anterior, en el arte nos enfrentamos a un tipo de conocimiento donde se da la percepción directa sin la necesidad de la recurrencia a un conocimiento discursivo, sin embargo se alcanza a percibir que la recurrencia la conocimiento discursivo se hace imprescindible, ya que la mediación de la palabra se convierte en pieza clave para la comprensión de la obra. Más aún filosofías como la gadameriana son filosofías profundamente convencidas que la recurrencia al horizonte lingüístico es esencial en el planteamiento de la comprensión del fenómeno de lo estético, en momentos por ejemplo cuando habla de la transmutación en forma[9].

4. La fruición estética.

Otro de los temas propuesto por las vanguardias es la fruición estética, a este respecto se pregunta ¿Qué significa fruir la obra de arte?

Inicialmente la fruición estética está dominada por el sentido de la perfección de la obra y por el placer que se desprende de dicha perfección. Fruir la obra de arte significa, inicialmente, sentir placer frente a la perfección contemplada en la obra, sentirse complacido, arrobado y extasiado por la perfección expresada en la obra de arte.

Con las vanguardias la fruición de la obra experimenta un cambio, con ellas fruír la obra de arte equivale a decidir si la obra de arte crea o no un nuevo mundo, mundo que hay que probar para ver si se puede habitar.

La contemplación estética cambia de sentido, ya no es el carácter maravillado y sobrecogedor que se desprende de la perfección de obra de arte, sino acceder al mundo mundeado por ella y probar para habitarlo, hacer morada en él, de-morarse en él:

Las precedentes reflexiones conciernen al enigma del arte, el enigma que es el arte mismo. La aspiración está lejos de resolver el enigma. Queda como tarea ver el enigma.

Se llama estética, casi desde la época en que comienza, una consideración propia sobre el arte y el artista. La estética toma a la obra de arte como un objeto, a saber, como objeto de la JhV, de la percepción sensible en amplio sentido. Hoy a esta percepción se le llama vivencia. La manera como el hombre vive el arte debe dar una explicación sobre su esencia. La vivencia no es sólo la fuente decisiva que da la norma para el goce del arte, sino de la creación artística. Todo es vivencia. Sin embargo, quizá es la vivencia, el elemento en que muere el arte. La muerte sucede tan lentamente que necesita algunas centurias[10].

 

Desde esta perspectiva hay una nueva acepción de la fruición, la que equivale a decidir si la obra representa o no un mundo nuevo, si tiene un sentido profético. Fruir la obra de arte significa descubrir un mundo nuevo y probar a habitarlo. Ahora el arte descubre un nuevo sentido, el que se da como el acaecer de una novedad radical sobre el plano del ser-en-el-mundo, es la fundación de este mismo ser-en-el-mundo. La fuerza profética del arte se despliega en la proyección concreta de obras, entendidas éstas como mundo y también del mundo humano con sus estructuras físicas.

Klee y Kandinsky intentan sustraer el arte de aquella tendencia que busca darle una interpretación gramatical a la obra, la más rigurosa que sea posible.

En la producción de la obra de arte se presenta una diferencia con respecto a la concepción del arte clásicamente entendida, el arte para la tradición filosófica era, en un primer momento una reflexión sobre lo bello: el carácter ontológico que se desprende de esta concepción radica en el hecho de considerar al ser como uno, verdadero, bueno y bello. La belleza es un atributo del ser.

También hace parte de la tradición la idea de que el arte es mimesis, remedo, copia de la realidad, del mundo; en este sentido se puede considerar la obra de arte como estructura. La obra de arte es remedo de aquella estructura que constituye el mundo, produciendo aquello que en el mundo no llega a su finalidad.

La obra de arte produce mundo, produce realidad, desde esta perspectiva se puede decir que el carácter ontológico epocal del que habla Heidegger coincide no con copiar la realidad, ni con el carácter bello del ser sino con la creación de realidad. Ello implica que la obra de arte debe ser fruida, leída e interpretada en sí misma, lo que evidentemente no excluye la lectura de la misma dentro de un contexto, un pretexto, pero resaltando siempre el carácter de mismidad de la misma.

Es por ello que la obra tiene un carácter profético, ella es portadora de una lectura que se hace de la realidad, pero también es portadora en clave temporal futura.

 



[1] Gonzáles Rodríguez Alberto. Piet Mondrian: una nueva dimensión de la plástica. En sociología 10. revista de la facultad de sociología de unaula. N° 10, julio de 1987. pp. 26-33. Medellín.

[2] Vattimo, Gianni. La sociedad transparente. Paidós Barcelona. 19901. pp. 144.

[3] Vattimo, Gianni. PO, 57.

[4] Vattimo, Gianni. PO,  57.

[5]  Cfr. Vattimo, Gianni. PO, 58.

[6] Kandinsky, Wassily. Uber das Geistige in der Kunst. Traducción española de lo espiritual en el arte. Ed. Coyoacán México. 19949. Pág. 105. Citado UGK.

[7] En Alemania y hasta que el nazismo la clausuró en 1933, una escuela agrupó los diferentes movimientos geométricos y constructivistas en Europa. Holandeses, rusos y suizos encuentran en la Bauhaus una acogida calurosa y un excelente medio en el que desarrollarse. Su pretensión era la síntesis de todas las artes plásticas y en torno a este lema se aunaron pintores, escultores y arquitectos tratando de conseguir un retorno a la artesanía que humanizara la nueva era técnica creciente y amenazante. La fe racionalista de sus tres fundadores Walter Gropius, Johannes Itten, y Ludwig Mies van der Rohe, todos ellos arquitectos agrupó a aquellos pintores que prescindían de la tradición académica para atenerse tan sólo a la geometría de la línea y a la pureza del volumen, de modo que su influencia fue decisiva para la concepción que habría de marcar la arquitectura moderna y el diseño industrial.

[8] Cfr. Vattimo, Gianni. PO. 60. Gropius sucede en la dirección a Heinrich van de Velde y consiguió en la primavera de 1919 crear la Hoschschule für Gestaltung (escuela superior de diseño) que recibirá el nombre de Das Staatliche Bauhaus Weimar. Contando con la ayuda oficial llamó al recinto de la nueva escuela a todos aquellos artistas que se habían dado a conocer hasta entonces en esta línea, con ello consiguió una planta de profesores de arte que incluía a Paul Klee, Lyonel Feininger, Oskar Schlemmer, Wassily Kandinsky, Marcel Breuer y a dos hombres fundamentales a nivel pedagógico: Johannes Itten y Josef Albers a quienes se les confió el curso básico de formación de los alumnos, de dibujo y adiestramiento, en el que trataban de limpiar todo a priori y consiguiendo con ello la aptitud necesaria exigida para entrar a los talleres.

Fueron además profesores de la Bauhaus los mejores artistas del momento: Malkevich, Mondrian, y Van Doesburg quienes además dieron conferencias donde exponían su ideario artístico. La Bauhaus trató de conseguir la síntesis de la abstracción moderna con un espíritu de trabajo en equipo que logro superar el individualismo de las grandes figuras.

[9] Cfr Gadamer Hans Georg. Wahrheit und Methode, 107ss, texto original Alemán; J.C.B. Mohr (Paul Siebeck) Tübingen 19906. traducción española, Verdad y Método, 143ss, especialmente desde la página 154ss. Ed. Sígueme, Salamanca, 1993. Citado WM.

[10] Heidegger Martin. Ursprungs des Kunstwerkes. Traducción española El origen de la obra de arte. En arte y poesía. F.C.E. México. 19926°re. Pp. 119-120. Citado UK.

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