La dignidad humana en cuestión.

La dignidad humana en cuestión.
Autor: Orlando Arroyave Valencia. Pbro. UPB.[1]
Introducción.
El concepto dignidad humana es tan importante que algunos pensadores contemporáneos lo equiparan a otros que han determinado la cultura occidental; así como el concepto ἀρχη fue tan importante para la cultura griega, epimeleia para la cultura latina, en el medioevo gracia y pecado y en la modernidad razón, así nuestro momento pasará a la historia porque enfatizó el concepto de dignidad humana; de ahí se desprende la necesidad de que éste sea profundizado, conocido y enfatizado, máxime cuando somos nosotros, como humanistas, los que estamos directamente encargados de hacer valer todo lo que está implicado en esta problemática.
Mirado desde más de cerca, hoy todos los grandes interrogantes que  se hace la humanidad tienen directa o indirectamente una relación con la problemática que aquí se piensa plantear: la bioética, la ética, la eutanasia, la manipulación genética, el aborto, el matrimonio igualitario, la sociedad planetaria, la sociedad planificada, la técnica, la tecnología, los derechos humanos, los de los niños, los ancianos, los enfermos, los derechos de la mujer, los desplazados, los secuestrados, los desaparecidos, la memoria y el olvido,  la trata de blancas, el abuso sexual, las tribus urbanas, y un gran etcétera.
Para realizar este estudio nos hemos basado en un texto del pensador español Francesc Torralba Roselló titulado ¿Qué es la dignidad humana? Además se han leído otros textos del profesor Angelo Papacchini titulado Los derechos humanos, un desafío a la violencia, de José Luis del Barco el texto Bioética de la persona, finalmente los textos del Concilio Vaticano II, especialmente la Gaudium et Spes y la Dignitatis humanae.
Generalidades.
El debate sobre la dignidad humana ha tenido como tema central lo que se podría llamar una argumentación ontológica sobre el ser humano; en otros términos se puede decir que el debate sobre la dignidad del ser humano ha girado en torno a la pregunta ¿Cuáles son los caracteres ontológicos que distinguen intrínsecamente al ser humano? Si se logran clarificar dichos caracteres entonces es posible hablar de dignidad humana.
La respuesta a esta pregunta ha sido planteada y replanteada desde muchas perspectivas: unos han argumentado diciendo que la dignidad del ser humano se centra en el carácter racional y dia-lógico del hombre; la racionalidad implica el carácter lógico-lingüístico que lo caracteriza, su capacidad para comunicarse y para expresarse, su capacidad dialógica; la racionalidad del ser humano implica las creaciones científicas, artísticas, literarias, religiosas, incluso las instituciones son creaciones humanas sin las cuales el hombre no puede vivir. Aunque el ser humano sea capaz de cometer actos de barbarie y salvajismo, actos irracionales, ello no significa que no posea razón, ello más bien implica que siendo un ser racional y siendo ésta una categoría intrínseca, la utiliza más bien para realizar todo lo contrario a su naturaleza humana; ya con esto nos situamos en el plano de lo ético, lo moral, en el plano del mal.
Otros consideran que la dignidad del ser humano se centra en la noción de libertad; según esta característica propia del ser humano, éste puede orientar su vida, encaminarse hacia un futuro; esta capacidad lo posibilita para elegir, optar y decidir lo que desea hacer, pensar o creer; el ser humano es un ser libre, es un yo que está capacitado para elegir y decidir; esta característica hace que el ser humano sea un ser digno de respeto.
Otros consideran que la vida emocional y sensitiva es una de las características que hacen que el ser humano sea un ser digno; la vida emotiva, emocional y sensitiva hace que el hombre adquiera el rango de la dignidad; dentro de esta característica se puede considerar su capacidad para enamorarse, su capacidad para sentir emociones fuertes y débiles; también a partir de la vida emotiva consciente el hombre es capaz de transmitir y expresar sus propias emociones. También es cierto que el hombre puede utilizar de modo negativo su vida emocional y emotiva, pues puede odiar, puede tener ira, resentimiento, ánimos de venganza; sin embargo el hecho de que el hombre pueda utilizar de modo negativo su vida emotiva y emocional, ello no desmerita que lo emocional, sensitivo y emotivo no sea una característica ontológica propia del ser humano.
Quizás el argumento ontológico que más ha perdurado a lo largo y ancho de la tradición occidental respecto a la dignidad del ser humano consiste en el hecho de que éste es creatura de Dios, pues el hombre es creado a imagen y semejanza del Creador que es Dios; Dios ha dotado de vida al hombre y con la vida le ha dado su capacidad racional, su facultad emotiva y su libertad; todos estos datos, unidos al de la conciencia, el alma, el corazón y la autoconciencia son los que, desde su creación, le dan el sello distintivo de la dignidad al ser humano. Aunque existen hombres que no quieran reconocer su carácter de ser creaturas, sin embargo no pueden negar la perfección con que fueron creados, las leyes orgánicas, síquicas y emotivas que los rigen, siendo todas ellas la impronta de un Ser Creador del cual provienen. Más adelante en nuestra investigación se verá cómo el Concilio Vaticano II especialmente en la Gaudium et Spes recoge de forma magistral todos estos sentidos que hasta ahora ha adquirido este concepto.
I.              Diferentes significados y sentidos del concepto “dignidad humana”.
La dignidad humana a lo largo de la historia de la cultura occidental ha adquirido muchos y diferentes significados; se intentará rastrear, en esta parte de nuestra investigación, el concepto partiendo desde la cultura griega hasta llegar a la cultura contemporánea.
Una acepción general considera que la dignidad humana consiste en tratar a los demás con el mismo grado de respeto, de valor y de honradez con que se trata a uno mismo; por el contrario tratar indignamente a una persona consiste en faltarle al respeto que ella se merece.
Parece ser que el hecho de que hoy se hagan muchas reflexiones sobre la dignidad humana está basado en la consideración de todas las atrocidades e irrespetos que han experimentado los seres humanos en las épocas inmediatamente anteriores a la nuestra (cfr. El prólogo de La declaración de los derechos humanos  de 1948) especialmente los vividos durante la primera y la segunda guerras mundiales. Desde esta perspectiva se podría decir que la dignidad humana se convierte en algo que le está recordando a la humanidad que cuando el hombre se olvida del respeto, del valor y del buen trato para con sus semejantes puede degenerar y caer en actos de barbarie; la dignidad humana es así un recordatorio, un concepto profético que debe mantener en vilo y en constante vigilancia al ser humano y con él a la humanidad.
A partir de esta primera consideración sobre lo que es la dignidad humana expresada en 1948 con motivo de la declaración universal de los derechos humanos, han surgido una serie de significados diferentes y ambiguos sobre lo que es la dignidad humana. Se tratarán de expresar algunos de ellos.
Lo que puede ser indigno para unos puede no serlo para otros; desde esta perspectiva un grupo de personas pueden considerar que ciertos trabajos para menores de edad atentan contra la dignidad de los menores, lesionando sus derechos, sin embargo otros pueden considerar que dichas tareas laborales se convierten en un modo digno para que ciertos menores ayuden para el sustento de sus hogares donde no existen las condiciones mínimas de subsistencia; incluso si a un menor de edad, que trabaja para llevar el sustento a sus hermanos menores y a su madre discapacitada, le negaran dicha posibilidad, entonces éste estaría hablando de un atentado contra su dignidad, pues le están negando el derecho de velar y de cuidar a los suyos. Desde este ejemplo se estaría hablando de que lo que es indigno para unos es digno para otros.
El caso de la dignidad se puede aplicar incluso en casos contrarios; un paciente en estado terminal que está hospitalizado puede pedirle al médico que le ayude a morir de forma digna; desde este punto de vista del paciente, morir con dignidad significa que él tiene derecho o reclama para sí la posibilidad de determinar el momento hasta el cual él quiere vivir o cuál sea el momento de su muerte; el paciente, desde sus parámetros éticos reclama la autonomía para determinar hasta cuándo quiere vivir.
Pero también puede suceder lo contrario, puede suceder que el médico entienda la muerte digna para el paciente como el hecho de prolongarle la vida, aliviando su dolor y calmando el sufrimiento que le causa la enfermedad; ambos casos muestran que la dignidad humana está unida a sentidos diferentes; en el caso del paciente el sentido de la dignidad humana está unido al concepto de la autonomía, es decir, al derecho que el paciente tiene para autodeterminar hasta cuándo él quiere vivir; en el segundo caso, el sentido de la dignidad humana es entendido por el médico como el hecho de no hacerle mal al paciente, no hacerle daño, prolongar la vida del paciente, reducir el dolor; en síntesis se puede decir que ambos casos aunque opuestos muestran el carácter equívoco del concepto dignidad humana.
El concepto de dignidad humana también tiene que ver con el diálogo generacional, ya que puede darse el caso de que una madre le pida a su hija que se vista dignamente; la muchacha entiende que vestirse dignamente, según la exigencia de la madre, sea vestirse de acuerdo a los patrones de lo que está de moda; sin embargo lo que la madre entiende por vestirse dignamente está asociado a los parámetros que ella vivió en su juventud especialmente desde una formación marcadamente religiosa. Para la hija, la exigencia de la madre de vestirse dignamente significa estar a la moda, para la madre vestirse dignamente significa guardar recato. En síntesis se podría decir que en este caso lo que está determinando el concepto de dignidad humana va a estar delimitado por una apertura epocal y que tiene que ver con la palabra pudor.
Lo que se intenta mostrar es que el concepto dignidad humana puede llegar a ser muy ambiguo, así como puede llegar a ser polivalente, equívoco y plurívoco; lo que sí es cierto es que el concepto dignidad humana está profundamente asociado al concepto del bien o de lo bueno.
Parece ser que lo que ha hecho que este concepto sea tan ambiguo, tan equivoco e incluso haya sido tan relativizado en nuestro días depende de las posibles formas como la palabra dignidad se asocie a la muerte; en otros términos se puede decir que el hecho de morir con dignidad nos introduce dentro de otro concepto que se podría formular bajo la siguiente pregunta ¿Qué significa morir con dignidad? ¿Qué es lo que se considera una muerte digna?
Existen seis posibles significados acerca de lo que se entiende por la expresión “morir con dignidad” o “muerte digna”; el primer significado hace referencia al hecho de que no tiene sentido prolongar artificialmente la vida cuando ésta ya no tiene sentido o cuando carece de sentido; el segundo significado alude al hecho de que tiene sentido prolongarse la vida siempre y cuando haya calidad de vida; el tercer significado se refiere al sentido de que morir dignamente significa el hecho de que se pueden calmar, aliviar y solucionar los sufrimientos, teniendo en cuenta que el origen de los mismos puede ser múltiple y por lo tanto su alivio también; en cuarto lugar morir dignamente significa el hecho de que una persona quiera estar rodeada de las personas que ama y en los lugares que de alguna manera tuvieron alguna significación para ella; elaborar el duelo antes de morir y compartiéndolo con las personas que se ama; en quinto lugar morir dignamente puede referirse al hecho de que haya personas que, al reconocer que la muerte es un momento tan importante y a la vez determinante para el ser humano, quieran morir siendo plenamente conscientes de lo que significa ese trance y piden que no se les oculte dicho momento; finalmente morir con dignidad puede referirse al hecho de que hay personas que quieren vivir el momento de la muerte como una experiencia religiosa y por lo tanto reclaman la ayuda profesional y de sus allegados para experimentar de esta manera el último momento de sus vidas.
El gran problema que se esconde detrás de todas estas acepciones es que muchas veces no se sabe a ciencia cierta que se quiere decir cuando se hace referencia a la expresión “morir con dignidad”; otro de los problemas cruciales es que el concepto dignidad humana se ha convertido en algo tan importante que el respeto a la vida humana se invoca permanentemente para legitimar y fundamentar causas opuestas; eso ha hecho que la dignidad humana, la muerte digna, la vida digna o el vivir dignamente sean hoy por hoy palabras de primer orden utilizadas en todos los contextos, todo esto demuestra varias cosas: primero el concepto de dignidad humana va a estar asociado al concepto de muerte y vida; segundo, también va a estar asociado a la capacidad de tomar libre y conscientemente las propias decisiones; tercero, el concepto también se va a relacionar con la grandeza humana y con ciertas condiciones y capacidades propias de la vida.
El concepto dignidad humana, a pesar de la equivocidad con que se suele presentar, es uno de los conceptos centrales en las sociedades pluralistas o postmodernas, es un concepto invocado permanentemente en las culturas democráticas actuales y se utiliza en el sentido de que la dignidad humana es un valor intrínseco, un valor ontológico que poseen todos los seres humanos y lo poseen por el solo hecho de pertenecer a la especie humana; sin embargo la racionalidad inherente al mismo concepto es poco comprendida, además la dignidad humana es un dato empírico que no requiere ser demostrado pero sí es aceptado por todo el mundo; todo individuo es titular de los derechos fundamentales por el solo hecho de pertenecer a la humanidad.
Por dignidad humana puede entenderse el valor único e incondicional que se le debe reconocer a la existencia de cada individuo independientemente de cualquier cualidad accesoria que le pudiera corresponder; el hombre es un ser que posee dignidad por el solo hecho de pertenecer al género humano; esta definición está basada en lo que se podría llamar el carácter ontológico de la dignidad humana.
Todo lo contrario, la instrumentalización, la tortura, la privación de la libertad, la objetivación, la cosificación, la injusticia, la explotación de los seres humanos, la violación de la intimidad, la crueldad, la guerra, el hambre, la humillación o la vejación todos estos son rasgos a partir de los cuales se puede decir que manifiestan una clara falta contra la dignidad humana, son actos indignos; cuando se considera que estos actos son inhumanos, entonces se considera que el ser humano merece un respeto tal que todas estas prácticas acabadas de mencionar lo vulneran.
También se ha considerado que la dignidad humana además de ser una categoría ontológica, inherente al ser humano, es una categoría prejuiciada o meta-jurídica en cuanto que la dignidad humana es la fuente de todos los derechos humanos y en todos los sentidos: de los niños, de los enfermos, de los ancianos, de las mujeres, etc. La dignidad humana es el concepto sobre el cual se fundamentan todos los derechos del ser humano; el hecho de que se afirme que el ser humano debe ser tratado con dignidad y respeto quiere decir que sus derechos fundamentales deben ser respetados.
Jürgen Moltman sostiene que la dignidad humana es el origen, la raíz común y la razón de todos los derechos humanos; también sostiene que la dignidad humana es solo una, aunque haya diversidad de derechos humanos, la dignidad humana es una e indivisible; se da o se presenta totalmente, jamás se da o se presenta según un más o menos, la dignidad humana se presenta completamente; ella se refiere a la cualidad del ser humano, es una e indivisible, y ello excluye el hecho de que los derechos humanos sean tratados según las conveniencias de las diferencias ideológicas o formas de pensar.
Todo lo expuesto anteriormente nos muestra la gran cantidad de significados y de acepciones que puede llegar a tener el concepto; ello ha generado en nuestros días una doble percepción: algunos sostienen que el concepto dignidad humana es un concepto vacío, un concepto utilizado de manera retórica, como mera palabrería y que puede ser instrumentalizado desde muchas perspectivas; otros sostienen que el concepto es el fundamento y la base sobre la cual se sustentan los derechos humanos, así como la ética y la bioética; es algo que hace parte constitutiva del ser humano, es un rasgo ontológico del hombre y por este solo hecho merece ser considerado como persona y al serlo posee una condición que no se puede enajenar, condición humana que es igual para todos los hombres. Esta complejidad de sentidos y de significados del concepto ha hecho que unos consideren que la dignidad humana es un hecho que depende de una categoría trascendente y por lo tanto divina, otros consideran que depende de una categoría inmanente, incluso hay quienes pueden llegar a sostener que la idea de dignidad humana puede extenderse hasta los seres no humanos.
Conclusiones.
Se quisieran adelantar tres conclusiones preliminares más no definitivas, las que se desprenden de esta primera parte de esta investigación, conclusiones o hipótesis que luego servirán para hacer desde ellas una lectura de los textos en que el Concilio Vaticano II elabora el tema de la dignidad.
La primera conclusión consiste en afirmar y sostener que la Dignidad Humana no es un fenómeno estático sino dinámico; la dignidad humana se dignifica cuando dignifica; los santos son seres humanos que han llevado al culmen los procesos de dignificación a partir de la práctica del amor.
La segunda conclusión es que dicha dinamicidad de la dignidad puede leerse desde el siguiente sentido: la dignidad dignifica, y esto ocurre cuando el ser humano respeta, valora, anima, promueve y ayuda a los demás seres humanos y a los demás seres de la naturaleza; desde esta perspectiva entonces la dignidad humana iría emparentada con la ecología y con los procesos personalistas del ser humano e incluso se podría hacer una lectura desde el libro del Génesis del papel del hombre como rey de la creación.
Lo tercero que habría que decirse es que en la medida en que la dignidad dignifica termina dignificándose a sí misma. Cuando el hombre dignifica y ayuda en los procesos de dignificación de los demás seres humanos y los seres de la naturaleza, entonces se está dignificando a sí mismo; en este sentido se tendrían que valorar los procesos de compasión, misericordia, amor, caridad, y un gran etcétera. Y aquí tendría mucho para decir tanto el cristianismo como la Iglesia. Y el gran modelo a seguir sería Jesucristo. Quien fuera el primer gran defensor de la dignidad humana, desde los derechos humanos, en la cultura cristiana y occidental.
En el próximo capítulo sobre el tema de la dignidad humana se reflexionará la manera como, desde el punto de vista histórico, ha sido tratado el tema antes mencionado; se intentará hacer un rastreamiento histórico.



II.            Planteamientos históricos sobre la dignidad humana.
Los diferentes planteamientos históricos sobre la dignidad humana presentan la idea general de que en todo hombre existe o se presenta algo constitutivo de su esencia y en virtud de ese algo merece ser respetado; fueron principalmente los discursos de orden religioso y filosófico los que desarrollaron dicho planteamiento; en el orden político y social el discurso mencionado no siempre fue muy claro; por esta razón la humanidad solo irá conociendo una aplicación concreta contra las prácticas inhumanas solo a partir de los dos últimos siglos.
Sin embargo esta última idea no la comparten todos los pensadores pues el siglo XX ha sido llamado el siglo de la inhumanidad o de la perdida de la dignidad; lo que sí es impensable es que fenómenos como las dos guerras mundiales, los campos de concentración, la bomba atómica, la guerra fría y muchos otros han puesto en duda el hecho de que el respeto a la dignidad humana sea algo efectivo y llevado a la práctica.
Lo que también es cierto es que todos los discursos sobre la dignidad humana que se han elaborado a lo largo de la historia de la cultura occidental ponen de manifiesto dos planos: por un lado, el plano teórico, el de las elaboraciones y las formulaciones teóricas sobre la dignidad humana, y el otro plano es el de la aplicación práctica de dichas teorías o discursos; ambos planos no han ido siempre de modo paralelo y parejo como se ha observado anteriormente con los ejemplos citados.
El breve recorrido histórico sobre los discursos acerca de la dignidad humana pondrá de manifiesto cuáles son algunas de las razones y de los motivos que se han alegado para justificar la dignidad humana.
1.    Época antigua.
La cultura griega consideraba que la dignidad humana tenía su fundamento en el hecho de que el hombre posee un alma racional; esto hace que el hombre se sitúe por encima de las demás criaturas que conforman el mundo; el ser humano tiene la capacidad para pensar, razonar y filosofar y esto hace de él un ser racional, este es su rasgo distintivo, a esto se le asocia la capacidad de generar movimiento por sí mismo, el hombre es un ser dotado de alma porque está capacitado para el automovimiento; sin embargo el hecho de que el hombre tenga esta capacidad es un rasgo que comparte con todos los seres de la naturaleza, pero a la vez, lo que lo hace diferente de ellos su capacidad para hablar, dialogar, disponer del logos, razonar y con esto el hombre se sitúa jerárquicamente en un plano superior por encima de los demás seres de la naturaleza, por este mismo hecho el hombre merece consideración y respeto.
Sin embargo para Aristóteles el claro que existen varios niveles de excelencia: el primer nivel es aquel según el cual la naturaleza dota a unos seres más no a otros de determinadas cualidades o atributos, méritos o talentos; el segundo nivel es el de la ciudadanía, el que solo lo poseen los ciudadanos griegos, éstos por el hecho de ser tales poseen entre ellos igual dignidad, la que no es atribuida a otros ciudadanos que no posean dicha categoría. La ciudadanía, según esta forma de pensar, dotaba a los ciudadanos de una mayor dignidad la que era un rasgo distintivo de la posición social.
El Estoicismo ha colocado el rasgo de la dignidad humana en el orden de lo racional, pero esta racionalidad podrá tener una doble función: la primera hace referencia al hecho de que el hombre puede comprender racionalmente el orden cósmico; la segunda función de la racionalidad humana hace referencia al hecho de que el hombre puede, a partir de su razón, tener un dominio, un control y un cuidado de sí (epimeleia).
El Estoicismo consideraba que el ser humano es un bien cuyo valor no tiene cifra pues éste no tiene precio; con esta apreciación esta escuela está haciendo una diferenciación entre lo que tiene valor, lo que posee valor, que es lo que tiene dignidad y el conjunto de los bienes; teniendo a la base este criterio, los Estoicos siempre ejercieron una función crítica frente a toda forma de esclavitud.
Esta forma de pensamiento que tiene su origen en Platón, después en Aristóteles y continúa en el Estoicismo es actualmente criticada por algunos pensadores que incluso llegan a dudar de la existencia del alma humana; crítica que tiene su base en que ellos creen que el alma humana es un presupuesto, ella por lo tanto no ha sido demostrada científicamente, ni comprobada empíricamente.
En cultura actual existen también otros pensadores que cuestionan el hecho de que el hombre sea el único ser de la naturaleza que posea la capacidad para ejercer el pensamiento, estos autores hacen la apuesta por el hecho de que la diferencia entre el hombre y el animal no reside tanto en el pensamiento o en la razón sino en la manera y el modo de desarrollar dicha actividad.
2.    El medioevo.
Santo Tomás de Aquino considera que la dignidad humana se puede rastrear en la idea de que el hombre es creado a imagen y semejanza de Dios; esta idea es la base sobre la cual el Aquinate sustenta la condición moral del ser humano, esta sugiere que el hombre es un ser que se gobierna por él mismo ya que posee un alma y una naturaleza racional, la que ha sido un regalo y un don de Dios para el hombre.
Por otro lado afirma santo Tomás que el hombre al ser creado por Dios como un ser racional y como una creatura intelectual está en la capacidad de comprender el todo, su naturaleza intelectual lo faculta para tener una mayor intelección del todo, mientras que los demás seres de la naturaleza no poseen esta facultad.
Esta categoría antropológica del ser humano tiene una triple dimensión, a saber: es creatura de Dios, es el centro del cosmos y la base de todos los valores, esta última es el soporte sobre el cual se sustenta la dimensión ética del ser humano, por ello es persona.
El hombre por el hecho de ser imagen de Dios es responsable de todas sus acciones y encamina su praxis y su vida hacia la consecución del fin último que es Dios mismo; esta es la base sobre la cual, en la propuesta tomista, más se enfatiza la dignidad humana; santo Tomás considera que el hombre es el punto de arranque, el contenido y la meta de la reflexión sobre la dimensión moral del hombre; el angélico doctor elabora su propuesta sobre la dignidad humana haciendo una relectura de la tradición bíblica y en la tradición patrística. (QDH, 64).
Santo Tomás, en este sentido, trata de unificar la propuesta aristotélica, que había recibido de san Alberto Magno, y las aportaciones de la Divina Revelación; en otros términos se puede decir que este autor trata de hacer una síntesis entre el dato bíblico, la antropología aristotélica y los aportes de carácter antropológico que están latentes en el texto sagrado, con ello santo Tomás se está ubicando más allá del mundo griego y está realizando una propuesta genuina y novedosa para su tiempo.
Otro de los méritos de la propuesta tomista es que se realiza en un diálogo abierto entre la fe y la razón; la perfección del ser humano no es solo un dato de fe sino que tiene a la base una serie de razones fundadas en el conocimiento de la naturaleza humana; el ser humano al ser imagen y semejanza de Dios ocupa un lugar privilegiado en el conjunto de la creación; privilegio que le es reconocido por poseer dos grandes características: lo ontológico y lo axiológico.
Según santo Tomás la doctrina antropológica fundada en la divina revelación lleva a la perfección y al culmen la propuesta filosófica; de esta manera se infiere que la dignidad del ser humano es algo que se puede deducir no solo de manera racional sino que requiere, necesita y está en conformidad con los contenidos de la fe.
3.    El Renacimiento.
El Renacimiento siguiendo la huella trazada por santo Tomás de Aquino va a continuar la reflexión sobre la dignidad del ser humano teniendo en la mira las dos grandes líneas marcadas por él, por un lado la filosofía griega y por el otro el dato bíblico, la Divina Revelación y los elementos teológicos-patrísticos. Justamente esto ha hecho que el tema de la dignidad humana sea el lugar de reflexión para autores como Pico della Mirándola, Ficino, Erasmo de Rotterdam, Nicolás de Cusa, Petrarca, Juan Luís Vives.
Algunos pensadores del Renacimiento hacen recaer la dignidad del ser humano en el hecho de que éste es un ser libre y en las capacidades que éste posee para transformar su entorno y para transformarse a sí mismo; idea que es una relectura del concepto de humanitas planteado por la cultura grecorromana.
Según ésta, el hombre puede transformarse, puede llegar a ser como un ángel o como una bestia; el hombre puede transgredir y ampliar sus propios límites y horizontes; para él no existen fronteras que no pueda traspasar, puede incluso fijar los límites de su propia vida; las otras especies de la naturaleza tan solo pueden desarrollarse a partir de itinerarios prescritos por la naturaleza y por su propia especie.
El hombre es el ser que es capaz de proponerse sus propias metas; él puede elegir libremente entre un cúmulo de posibilidades; posee la voluntad para autodeterminarse, es capaz de crear su propio mundo; la libertad es la dignidad que distingue al hombre.
El hombre, por luz de la razón y de la inteligencia es el intermediario entre todas las creaturas de la naturaleza, es el intérprete de la misma; el ser humano es el cruce, el intermediario entre la eternidad y el flujo del tiempo.
Algunos pensadores del Renacimiento consideran que el hombre es creado a imagen y semejanza de Dios, es un ser que está capacitado para desarrollar sus propios objetivos y para trazar sus propios límites; el hombre es el escultor de sí mismo, que forja su propio destino; el hombre es un ser que es capaz de reinventarse a sí mismo, de superar su propia naturaleza, de crear el mundo del arte y de la cultura; básicamente todas estas ideas muestran una visión optimista del hombre, diferente de la visión medieval acerca del hombre caído en desgracia a causa del pecado original.
Algunos pensadores contemporáneos ponen en tela de juicio esta teoría antropológica del Renacimiento pues ven en ella una exagerada visión en la que se le asignan al hombre algunos rasgos que son propios de la divinidad.
La propuesta sobre la dignidad humana expuesta en el Renacimiento presenta una visión optimista del hombre; en la cultura contemporánea se cuestiona dicha concepción optimista y se hace desde una concepción del hombre donde éste es presentado como un ser vulnerable e indigente, un ser finito contramarcado por los rasgos de la mortalidad.
4.    La época moderna.
Kant.
Para Kant la noción de dignidad humana se aplica de modo general a todo hombre en virtud de su naturaleza racional, cada hombre está dotado de dignidad en virtud de su naturaleza racional; este autor no es el primero que plantea dicha idea pues ya había sido defendida antes que él por otros pensadores; lo novedoso en la propuesta kantiana radica en el hecho de que él desliga el carácter racional del ser humano del carácter religioso del mismo.
Kant, además, defiende otra noción de dignidad humana basada en el estatus honorable que desempeña o ejerce el ser humano en determinadas ocasiones; estado que impone y reconoce ciertas actitudes y un  comportamiento que sea adecuado y acorde para con las personas que gozan de este privilegio; en este sentido los eclesiásticos, los servidores públicos, los aristócratas y los nobles gozaban del privilegio de tener más dignidad que los demás; esta idea fue especialmente defendida en la cultura europea sobre todo en el seno de una sociedad aristócrata y estratificada.
Básicamente fueron tres las fuentes en las cuales Kant se apoyó para plantear su noción sobre la dignidad humana: el cristianismo, el estoicismo y la obra de Rousseau; Kant agrega a estas ideas el hecho de que la dignidad humana es un estado que debe alcanzarse a partir del cuidado y el dominio de sí, el ejercicio del pensamiento, el esfuerzo por llevar una vida digna; el hombre es un ser digno en cuanto es un ser viviente y pensante dentro del orden natural: “La dignidad es un ideal y no algo dado, pero es un ideal que trasciende las distinciones sociales convencionales” (QDH, 69).
La tradición cristiana había considerado que el ser humano posee la dignidad como un valor primordial y éste lo poseía independientemente de sus méritos individuales y de su posición social; uno de los logros de Kant fue haber sostenido esta idea defendida por el cristianismo pero despojándola de presupuestos teológicos; para este pensador el conocimiento moral, la razón práctica es el fundamento de la fe religiosa; de esta manera, sostiene que el concepto de autonomía es la base sobre la cual se puede sostener y afirmar la dignidad humana; básicamente a esto apunta el concepto de dignidad humana y este entendido como algo autónomo.
El hecho de que Kant afirme que el ser humano posee una dignidad autónoma implica que éste posee a su vez una conciencia que determina moralmente lo que puede y debe hacer; con ello además está sosteniendo que cada ser humana en su capacidad para autodeterminarse moralmente está sometido a determinadas exigencias morales que interiorizadas personalmente, además tengan una validez para todos los hombres (el imperativo categórico).
La idea que predomina a lo largo de todos los escritos kantianos es que la dignidad se le debe atribuir y reconocer a todos los seres humanos que están en la capacidad de regirse moralmente y de autodeterminarse desde el imperativo categórico, incluso, así estos seres humanos lleguen a cometer acciones indignas.
Kant considera que todo ser humano posee una existencia que es un fin en sí mismo, el propio ser humano es un fin en sí mismo en virtud de su condición racional, el ser humano puede ser fundamento de determinadas leyes. El ser humano existe como fin en sí mismo, en ello reside su carácter racional y se le aplica la categoría de Persona; esto quiere decir que el ser humano, en cuanto ser personal, jamás puede ser un medio a través del cual se obtengan determinados fines; el hecho de que el ser humano sea un fin en sí mismo y no un medio es lo que propiamente le confiere dignidad, esto es lo que llamamos dignidad humana según el planteamiento kantiano; la dignidad humana para Kant es un valor invariable que se le debe atribuir a las personas o a la humanidad que se concretiza en las personas (QDH, 70).
Kant frente a la dignidad humana entendida como valor coloca otro tipo de valoración que es común a todos los fines relativos y al cual llama precio; éste es un valor relativo y se atribuye a los objetos materiales; es un tipo de valoración que está condicionada por las circunstancias, y que es comparativa; la dignidad humana, por el contrario, es un  valor absoluto, incondicional e incomparable (QDH, 70).
Según lo anteriormente expuesto, en Kant, se pueden considerar dos definiciones de la dignidad humana; la primera hace referencia a todo aquello que ya se ha mencionado y es la relativa al estatus social, a la función que se desempeña en la sociedad, a la popularidad que una persona pueda tener dentro de un contexto social determinado. La segunda se refiere al hecho de que la dignidad humana es un hecho independiente de factores sociales, económicos y políticos, la dignidad humana es un fin absoluto en sí mismo; en este sentido la dignidad humana hace referencia al hecho de que una persona no pueda tener más dignidad que otra, más valor o precio que otra; la dignidad humana es un valor que se sitúa por encima de todos los precios, es incomparable y no admite paralelo; en este sentido se puede afirmar que un ser humano, por su dignidad, jamás puede ser sacrificado o intercambiado bajo el pretexto de que pueda ser reemplazado, intercambiado o sacrificado por otro ser de dignidad igual o superior; el ser humano, por su dignidad, jamás podrá ser entendido ni valorado en términos cuantitativos (QDH, 71).
Según Kant, la dignidad de un ser humano, no se pierde porque éste haya perdido su estatuto cívico, laboral o social; también sostiene que cuando un hombre obra mal está ofendiendo con su actuación la dignidad de los demás seres humanos; de igual manera afirma que ningún ser humano puede privarse de la dignidad.
La ley moral debe ser respetada porque en ella se encuentra expresada una experiencia racional; respetando la dignidad y la humanidad de los demás se respeta la ley moral y la forma más concreta de respetar a los demás consiste en respetar sus derechos y sus responsabilidades; todo esto confluye en el respeto de la dignidad de los demás seres humanos.
El respeto a los demás implica dos cosas: primero, reconocer que la ley moral está basada en un conocimiento racional, por lo tanto respetar la ley moral implica una práctica según la cual se reconoce racionalmente la autoridad que ésta comporta. Segundo, el hecho de reconocer racionalmente la autoridad en que se fundamenta la ley moral implica que el ser humano posee en todos estos casos un sentimiento de sometimiento, de reverencia y de humildad; desde esta perspectiva kantiana se podría decir que la dignidad humana consiste en el reconocimiento de que cada ser humano es irremplazable e insustituible; este rasgo de su dignidad se desprende del hecho de que cada ser humano tiene un valor interior; el ser humano vive a la vez en el mundo sensible y en el mundo moral; el ser humano al ser maestro, amo y señor de la naturaleza es un ser que por estos hechos está dotado de dignidad.
La validez axiológica que determina toda la consideración kantiana sobre la dignidad humana es que el hombre debe ser tratado siempre como un fin y nunca como un medio; el hombre es siempre una realidad absoluta, jamás puede ser una realidad relativa; el hombre es un universo absoluto, un microcosmos, estos rasgos son los que le confieren un valor interno e interior tal que en estos reside y en ellos consiste la dignidad humana. También es cierto que, según la propuesta de este pensador, la dignidad humana reposa en la autonomía, en la capacidad que el hombre posee para tener un autodominio y esto le da un lugar central en el cosmos.
Toda la época moderna, de una u otra manera, cuando hace referencia al concepto de dignidad humana tiene como punto de partida la teoría kantiana sobre la misma; el hombre es el sujeto por antonomasia que está caracterizado por la idea de su autonomía moral; cada sujeto es irrepetible, cada sujeto es libre en cuanto a través de su voluntad es capaz de adherirse a la idea de la razón pura; la razón pura tiene la facultad de determinar las propias reglas que han de regir al ser humano, ésta es la autonomía de la voluntad que ha de fundamentar la dignidad de la naturaleza humana; el ser humano es por su propia naturaleza una persona, esto le confiere un valor absoluto y a la vez lo diferencia o lo distingue de los seres no racionales a los cuales solo le corresponde una valor mínimo.
Para Kant la dignidad humana es el criterio a partir del cual se pueden realizar todas las valoraciones singulares; la dignidad humana es una cualidad que no está sujeta a las cualidades empíricas sino que es algo que tiene un carácter trascendental; la dignidad humana es un concepto equiparable al de la humanidad de cada ser humano; básicamente a esto apunta el llamado constante de Kant cuando invita a respetar la humanidad de cada hombre; de modo que donde se hace presente la humanidad de cada hombre aparece su dignidad (QDH, 73). ¿Qué significa el hecho de que la dignidad humana sea un rasgo trascendental? La dignidad humana es un hecho trascendental pues es un absoluto aplicable a cada miembro del género humano independientemente de las condiciones empíricas que lo puedan determinar (QDH, 73).
5.    El Romanticismo.
Para abordar este movimiento que se sitúa ya al final de la época moderna, se van a estudiar de modo muy somero a dos grandes representantes que trabajan en sus propuestas el tema de la dignidad humana: Schiller y Fichte.
Friedrich Schiller.
Este pensador se podría considerar como un postkantiano que se ubica en el marco del movimiento llamado Romanticismo; además escribió en el año de 1793 una obra titulada “De la gracia y la dignidad”; el concepto con el cual se puede designar toda la propuesta acerca de la dignidad es el de autodominio; además su concepción no se desarrolla en el plano ontológico, ni el plano ético sino en el campo de la estética y de la imaginación creativa.
Es un pensador que al ubicarse dentro del Romanticismo toma distancia del racionalismo ilustrado defendido por la modernidad; en este sentido defiende el sentimiento y la pasión, así como destaca de forma palpable la belleza de la figura humana; también como muchos pensadores romanticistas hace una defensa y propugna por un retorno a la época clásica (Grecia, Roma, el medioevo y su carácter romancesco); critica de modo fuerte el optimismo ilustrado y pertenece al famoso movimiento de origen romántico llamado Sturm und Drang.
A dicho pensador le debemos la famosa figura literaria, propia de la época, acuñada bajo el concepto “El alma bella” (Die Schöne Seele); en ella se expresa el alma del ser humano que es capaz de cumplir su deber estimulada por la belleza y lo hace con toda naturalidad; según esta figura, el alma del ser humano se sitúa entre lo sensible y lo moral, entre la belleza y la responsabilidad; el alma bella es aquella que es capaz de armonizar la ley moral, el instinto y la sensibilidad.
Para Schiller las consecuencias que se sobrevinieron después de la Revolución francesa, la que autoproclama la libertad como uno de sus grandes ideales, consecuencias que tenían que ver con la atrocidad, la violencia, etc., esto hizo reflexionar a este pensador en el hecho de que el hombre todavía no estaba preparado para vivir la libertad en cualquiera de sus formas (política, social, moral); desde esta perspectiva Schiller sostiene que lo que debe mover al hombre es su amor a la libertad y de que ésta tiene su sede en la conciencia del ser humano.
Según este pensador, y desde el punto de vista moral, el hombre puede conducir su vida y su existencia según tres órdenes: el primero sería guiarse por la razón; el segundo sería el contrario, es decir, dejarse guiar por su naturaleza instintiva y la necesidad física, y el tercero consistiría en dejarse guiar por su naturaleza instintiva y por la necesidad física pero guiados y orientados por la razón; cuando esto sucede, el hombre se encuentra en armonía consigo mismo, así como encuentra el justo equilibrio entre la razón y la moral, el deber y la inclinación; así básicamente el hombre encuentra su propia dignidad, la que concuerda con la belleza, con el alma bella, con el autodominio del propio espíritu sobre sí mismo, la que a su vez le da forma, expresión y claridad al instinto que quiere dominar al ser humano; en este sentido se pueden encontrar en este pensador rasgos de lo que los griegos entendían por la noción de epimeleia o cuidado de sí.
Schiller considera que la dignidad del ser humano está relacionada con la capacidad que el ser humano tiene para autodominarse y autocontrolarse, así como la capacidad que tiene para elevarse hacia la esfera espiritual; el hombre es el ser que está capacitado para distanciarse del mundo, actuar libremente, fijarse metas y objetivos así como tomar distancia de la ciega necesidad. Mientras que los seres de la naturaleza están determinados por la ciega necesidad y tienen un destino fijo y trazado, el hombre puede señalarse su propio destino, él mismo puede cumplirlo, el hombre puede, a diferencia de los demás seres, interrumpir una cadena fijada de necesidades; todo esto lo puede llevar a cabo a partir de la acción, la que es su obra y a partir de la cual se puede autodefinir como Persona; el hombre a partir de las acciones puede mostrarse como una persona, puede ser persona.
La dignidad humana consiste en el hecho de que el hombre, a partir de sus acciones puede elevarse a un plano superior, a un plano espiritual; el alma humana descubre su belleza a partir de esta capacidad que tiene para elevarse a un plano espiritual; la libertad consiste en el autodominio que el hombre tiene sobre sus instintos y sus deseos. Lo que le confiere dignidad al ser humano es su capacidad para elevarse por encima de la materia, dominar sus instintos, alzarse el plano de la gracia y del espíritu; la práctica de la virtud le confiere dignidad al ser humano, pues aquella presupone el dominio de lo instintivo, el autodominio y el autocontrol de sí mismo; la dignidad humana presupone la capacidad que el espíritu humano tiene para someter su propio cuerpo; en la dignidad humana se pone de manifiesto el dominio del espíritu sobre el cuerpo humano, el espíritu es capaz de someter, encausar y neutralizar las propias inclinaciones.
La dignidad humana, según este pensador, expresa un carácter sublime y es capaz de suprimir y neutralizar los movimientos involuntarios; también es capaz de despertar el sentimiento del respeto, así como impide que el amor se convierta en deseo o instinto pervertido; la libertad de espíritu consiste en el dominio de los instintos mediante la fuerza moral; la libertad de espíritu se expresa a través de un fenómeno que llamamos dignidad.
La libertad del ser humano consiste en la capacidad que el hombre tiene para liberarse de las barreras que condicionan su propio ser; en este sentido, éste pensador, hablará o reconocerá lo que se llama una dignidad existencial; el hombre puede elevarse a la esfera de lo divino a la esfera de lo espiritual mediante sus propias creaciones: la música, la poesía, el arte o el hombre puede vivir como una bestia cuando es esclavo de sus propias pasiones y de sus instintos más elementales; la dignidad es la libertad que el espíritu del propio hombre le concede a éste cuando es capaz de sobreponerse por encima de sus propios instintos.
Según este autor, la dignidad humana es algo que se conquista mediante las obras y las acciones, aquella no es un atributo ontológico propio del ser humano, es algo que lleva al hombre a controlar sus actos involuntarios, a padecer con serenidad y a elevarse por encima del reino de la ciega necesidad y de las inclinaciones.
Fichte.
Este pensador considera el concepto de dignidad humana desde dos categorías íntimamente emparentadas: el orden y la relación; al igual que Schiller, su propuesta filosófica puede considerarse postkantiana; se ubica dentro del marco del movimiento alemán llamado Idealismo. Al final del curso filosófico que dictara durante el año de 1791 propuso una alocución sobre la dignidad del hombre, a ella nos vamos a referir, siempre siguiendo el texto propuesto por Torralba.
Toda su propuesta filosófica, así como su concepción sobre la dignidad humana está articulada en torno al Yo; éste es el principio del todo, no es simplemente alguien que observa la realidad, sino que es su principio constitutivo, es su actor, por lo tanto, la acción en el mundo es lo que le da y le brinda dignidad al hombre; cuando el hombre se convierte en un ser inactivo entonces está propenso a caer en cualquier tipo de vileza, en el vicio.
La reflexión filosófica de Fichte considera además que el hombre alcanza a desarrollar su dignidad cuando entra en relación con otros hombres, por lo tanto, el hombre necesita de sus semejantes y de las relaciones que pueda establecer con estos para desarrollar plenamente su dignidad; el hombre tiene como deber supremo ser plenamente hombre y esto solo lo alcanza cuando se interrelaciona con los demás seres humanos.
Cuando el ser humano se reconoce en relación con los demás entonces se percata de su sentido comunitario; este sentido comunitario le obliga a reconocer que el ejercicio de su libertad tiene unos límites, y estos son los límites de las libertades de los demás; el límite de la libertad del yo es el ejercicio de la libertad de los otros; desde esta perspectiva surge para Fichte la posibilidad de afirmar el derecho y el Estado. De esa manera hay que afirmar que el yo es el fundamento que sustenta la dignidad humana; cuando el hombre reconoce su propia dignidad, entonces se da cuenta de que es un ser diferente, distinto a la naturaleza; el yo es quien produce la armonía en el cosmos, es quien le da forma; el hombre es el ser que está capacitado para mirar matemáticamente el mundo y para descubrir detrás de los fenómenos las leyes que los determinan; el hombre introduce la armonía, el orden y la regularidad en la naturaleza; él está capacitado para descubrir la unidad que se esconde detrás de la pluralidad cósmica.
El hombre considera Fichte, es el ser más espiritual de la creación; justamente en el hecho de que aquel es capaz de descubrir la unidad en la diversidad hace que se convierta en un principio ordenador, y esto hace que ahí radique su dignidad; de este modo la dignidad humana impulsa al hombre a descubrir la unidad en la diversidad, a imprimir forma y orden en el cosmos, a ennoblecer el medio en el cual se desenvuelve; mientras que el cosmos tiene fines preestablecidos y ya fijados, los cuales debe cumplir inexorablemente, el ser humano es capaz de trazarse y marcarse sus propios límites y sus propios fines; mientras que el cosmos tiene rasgos de finitud, el hombre tiene tendencias hacia el infinito.
6.    Época contemporánea.
Jürgen Habermas.
Este pensador alemán es uno de los filósofos actuales que más ha profundizado en el concepto de dignidad humana; él pertenece a la conocida escuela de Frankfurt y es el último gran eslabón de lo que en la actualidad se llama la teoría crítica; el texto que más lo ha hecho famoso lleva por título Teoría de la acción comunicativa, escrito en el año 1981; en él hacen su recurrencia tres elementos fundamentales: lo racional, lo pragmático y lo procedimental; enfatiza lo que se podría llamar una razón dialógica y rechaza el planteamiento metafísico. Siguiendo la línea de pensamiento trazada por Kant, este pensador enfatiza el concepto de la autonomía humana y rechaza cualquier planteamiento de orden teológico y religioso.
Habermas sostiene que en una comunidad humana, el diálogo es el medio fundamental para llegar a obtener consensos; dichos consensos deben fungir como normas que deben determinar el quehacer de la colectividad humana; en este sentido sostiene que lo que sea el valor y el sentido de la dignidad humana debe surgir del consenso, debe ser producto del consenso; de igual manera defiende que tanto el valor de la dignidad de los animales como el de las plantas debe ser obtenido a través del mismo acto consensual; la comunidad debe argüir, argumenta, y debatir lo que se entiende por dignidad humana; en este sentido se aleja de aquellas tendencias que defienden una dignidad humana de orden ontológico o de orden ético, así como teológico.
Este pensador considera que la dignidad humana es un concepto abierto, sometido permanentemente a discusión, sin embargo es algo que se debe reconocer como un derecho a la vida humana en general, tanto la que está en su estado embrionario o emergente como a la que está erosionada o dañada gravemente; la que está en sus inicios, la que está en su madurez plena y la que está en el declive.
También sostiene que aunque el embrión humano es algo a lo que se le debe  conceder el rasgo y el valor de la dignidad humana, sin embargo no es tan fácil argumentar a su favor, como sí se argumenta en favor de un interlocutor con el que se dialoga de tú a tú en medio de una comunidad dialógica.
La vida humana goza de dignidad y debe ser honrada y respetada aún en estados embrionarios o en estados anónimos; el concepto de dignidad humana posee una amplia gama de posibles significaciones; sin embargo lo más propio y específico de él es que se predique de todo ser humano. Por otro lado sostiene que todo ser humano debe ser honrado por el carácter de dignidad que comporta.
Habermas es consciente de que al embrión humano se le debe reconocer su carácter de dignidad porque no siendo así correría el riesgo de ser manipulado, cosificado e instrumentalizado; además se correría el riesgo de perder en torno a él toda dimensión moral; sostiene este autor que una comunidad dialógica debe guardar respeto hacia el embrión porque aunque no es un interlocutor válido, sin embargo él comporta para sí la vida humana. El gran temor que este pensador alberga, respecto al tema de la manipulación genética, consiste en que una indiscriminada aplicación de técnicas de manipulación e instrumentalización terminen por vulnerar e irrespetar la dignidad humana en su condición emergente. Detrás de todo esto se esconde el principio antiguo pero siempre nuevo de que el ser humano jamás puede ser un medio o un instrumento sino un fin en sí mismo.



III.           Tres sentidos sobre la dignidad humana.
Desde lo expresado hasta aquí, a partir del recorrido histórico acabado de esbozar se pueden destacar tres significados que recogen el sentido de la dignidad humana: el primero es la dignidad ontológica, el segundo es la dignidad ética y el tercero es la dignidad teológica; a continuación se estudiarán brevemente.
La dignidad ontológica.
Se entiende por dignidad ontológica todo aquello que concierne y afecta el ser del ser humano; en este sentido el ser humano reclama para sí mismo estima, custodia y realización; el ser humano exige objetivamente para sí todos aquellos derechos y deberes de los que es merecedor. Dignidad ontológica significa la categoría objetiva que el ser humano reclama para sí; la dignidad es algo que por esencia le pertenece al hombre, es algo inherente a su estructura y es algo que además tiene que realizar; la dignidad es una categoría, una cualidad que está necesariamente unida al ser del hombre, además es igual para todo el género humano.
Cuando se acepta que la dignidad humana es una cualidad esencial del hombre y que ésta es igual para todo el género humano, entonces se acepta necesariamente que la dignidad es algo que no se puede comunicar, ni transferir, es única y es algo que no se puede anular ni reducir en cada hombre; el hecho de que cada hombre sea un ser que existe, esto propicia que la dignidad se puede y deba descubrir como un valor; desde esta perspectiva todo hombre es un ser que posee dignidad y por este hecho no puede ser sometido a tratamientos degradantes tales como la tortura, el secuestro etc. (QDH, 84).
La dignidad ontológicamente entendida supone que el hombre posee un ser y una esencia que se manifiesta a través de lo fenoménico propio de éste; en otros términos se puede decir que a partir de los fenómenos que caracterizan al hombre es posible acceder a su ser y a su esencia; la dignidad ontológicamente entendida hace referencia al ser de la persona.
El ser del ser humano es lo que anima, lo que sostiene y moviliza al hombre; ser que por lo tanto es perfecto y tiende a la excelencia, aunque muchas veces las apariencias bajo las cuales se encubre no sean tan excelentes ni tan perfectas.
La dignidad ontológica se funda en el hecho de que el hombre posee un ser tal que sobre éste y en éste se sustenta su naturaleza humana; eso supone que para poder acceder al conocimiento del ser  hombre es necesario acceder a través del ejercicio de la razón.
La dignidad del hombre es algo que se debe reconocer junto a su naturaleza espiritual, dicha dignidad es válida universalmente para todos los hombres y es ella, quien según algunos pensadores, lo distingue de todas las demás creaturas; además de la dimensión espiritual, el hombre posee capacidad para pensar y racionalizar, ésta, unida a aquella, le confiere dignidad al hombre.
La dignidad ontológica cuando ha sido negada o infravalorada en algunos momentos de la historia ha traído graves consecuencias para la humanidad pues ha conducido a la sinrazón, a la barbarie, a la degradación del género humano y al mal en general, de modo que afirmar la dignidad humana ontológicamente entendida implica un reconocimiento del otro y una gran valoración de las relaciones humanas.
La dignidad ética.
El ser humano en cuanto comprende, desea y ama se realiza éticamente, esto es todo lo que está implicado en la dignidad ética; desde aquí se desprenden algunas características que identifican al ser humano: conciencia de sí mismo, racionalidad, discernimiento entre el bien y el mal, capacidad para optar libremente, capacidad dialogal, poder interactuar afectivamente y sensitivamente con otros seres humanos; todo esto debe ser entendido dentro del marco comunitario en que interactúa el ser humano (QDH 87-88).
La dignidad ética propia del ser humano está relacionada con el coraje, con el mérito y con la magnanimidad propia del hombre; desde esta forma de entender la dignidad se desprenden categorías tales como el coraje, la lucidez, la capacidad para aceptar la realidad, la ausencia del odio, decencia, pudor y discreción (ibid).
La dignidad humana vista desde el punto de vista ético hace referencia al obrar humano, a la acción propia del hombre y esta vista desde el punto de vista moral, no se refiere tanto al ser de la persona. Lo que el hombre debe ser, a lo que debe aspirar, todo esto es lo que lo determina éticamente; la dignidad humana está determinada por el bien al cual debe aspirar el hombre; desde esta perspectiva la dignidad se presenta como algo que dinamiza al ser humano, lo coloca en una dimensión dinámica; la dignidad ética está profundamente relacionada con la decencia y el decoro; estos a su vez se emparentan con una actitud existencial siempre en continuo movimiento hacia algo mejor y más digno.
La decencia consiste en una cualidad existencial según la cual el ser humano debe vivir o aspirar a vivir según su condición, vivir de acuerdo a lo que cada uno es, ser de acuerdo a lo que uno está llamado a ser desde su más íntimo ser; según esto, la base sobre la cual se sustenta la dignidad ética es la dignidad ontológica ya que el ser se manifiesta en el obrar y a su vez el obrar tiende hacia la conformación del ser. Ser y hacer, dignidad ontológica y dignidad ética están profundamente e íntimamente relacionadas. Cuando uno actúa de acuerdo a sus principios, valores y a su conciencia entonces uno actúa dignamente, es decir actúa de acuerdo a lo que ya es, actúa de acuerdo a la dignidad ontológica que lo constituye; por el contrario, quien actúa contra sus propios principios, valores y conciencia actúa indignamente, quien hace esto va contra su propio ser.
Mientras la dignidad ontológica se predica del propio ser, la dignidad ética se predica del propio obrar; sin embargo, la dignidad ontológica se manifiesta en la dignidad ética pues el ser del ser humano hace o realiza su aparición en el obrar, en la acción moral.
La dignidad ontológica es siempre la misma, pues el ser es siempre idéntico a sí mismo, la dignidad ontológica no varía, no cambia, es siempre estática; la dignidad ética es dinámica y cambiante pues se transforma a lo largo del transcurso vital del ser humano; la dignidad ontológica se atribuye al ser del ser humano, es igual para todos, se predica universalmente para todo el género humano; la dignidad ética va a depender de la acción moral, por lo tanto desde el obrar humano puede hablarse de actos dignos o indignos.
La dignidad teológica.
Esta consideración sobre la dignidad humana parte de un dato de fe: el hombre es creado a imagen y semejanza de Dios; por lo tanto, está llamado a mantener una mutua relación y una mutua dependencia con Él que es el Absoluto y el Infinito; desde esta perspectiva, el ser humano debe ser respetado de modo incondicional, debe ser valorado de modo extremo, así como ser considerado un fin absoluto en sí mismo, jamás puede ser un medio.
La antropología teológica sostiene que el ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios, el hombre viene de Él, se sostiene y se mantiene en y por Dios, así como se orienta y se encamina hacia el Absoluto; Dios es la causa primera y la causa final de la existencia humana; Dios es el origen, el sustento y la razón de la dignidad humana.
Dios por el hecho de haber creado al hombre y a la mujer, a su imagen y semejanza, les concede una dignidad indiscutible; Dios mismo es quien tutela la vida de los hombres, la cuida, la protege y la vigila; Él es el dueño absoluto de la vida, además mantiene con cada hombre y con cada mujer una relación amorosa y misericordiosa.
Esta concepción teológica de la dignidad humana es compartida especialmente por aquellas culturas cuya experiencia religiosa se fundamenta en el libro sagrado: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islamismo.
La dignidad humana, teológicamente concebida, se relaciona, en algunos aspectos, con la dignidad ontológica cuando ambas afirman que la dignidad es un rasgo constitutivo de todo ser humano e independientemente de que existan seres humanos cuya capacidad para pensar, actuar o amar pueda ser vulnerada; la dignidad humana es un rasgo, un carácter constitutivo y esencial de todo ser humano independientemente de todos los rasgos particulares que puedan poseer los seres humanos. Aunque haya seres humanos que no vivan ni actúen de acuerdo a su ser creados a imagen y semejanza de Dios, esto no mengua ni merma su dignidad; esto supone que la dignidad humana es algo que jamás se pierde; el hecho de ser creado a imagen y semejanza de Dios es lo que le confiere dignidad al ser humano.
La dignidad ontológica se fundamenta en la excelencia del ser humano, es un rasgo constitutivo del hombre, la dignidad teológica se fundamenta en el carácter creatural, el hombre es creado a imagen y semejanza de Dios y por lo tanto se fundamenta en el Absoluto.
No se puede negar que ambas concepciones sobre la dignidad humana se complementan, aunque existen algunos pensadores que reconocen la dignidad intrínseca a todo ser humano no tanto por razones teológicas, de fe o religión sino porque reconocen un valor intangible que es propio de toda la vida humana, valor que debe ser reconocido al hombre aun estando éste en condiciones vulnerables y precarias; desde esta perspectiva puede y debe reconocerse que hay quienes afirman y sostienen la dignidad al ser humano no tanto por razones teológicas sino que argumentan racionalmente en favor de la dignidad humana.
Karl Rahner sostiene que la dignidad humana consiste en el hecho de que el hombre pertenece y se reconoce dentro de una comunidad diferenciada y situada específicamente en un espacio y en un tiempo determinado; el hombre se reconoce espiritualmente y se orienta hacia Dios en una comunión de amor en la manifestación de Dios en Jesucristo; de esta manera el ser humano puede establecer una relación de amor con su creador. Para este pensador la dignidad humana es algo que se convierte en punto de partida, como misión, como algo que Dios ha dado de antemano a todo hombre en el momento mismo de la creación; esta dignidad no puede perderse, no puede cesar ni dejar de existir; sin embargo cuando se niega en sí mismo o en los demás se convierte en causa de condenación; la dignidad proviene de Dios y se dirige a Dios; de Él se recibe y a Él se abre; la dignidad humana participa de lo más inefable, íntimo y misterioso de Dios; por lo tanto se revela y se desvela a partir de un diálogo amoroso e incesante con Él; esencia que nunca es presentada de modo tangible ni a la manera de un objeto palpable ni experimentable.
También dice Rahner que la dignidad humana, desde el punto de vista teológico, está amenazada de dos formas: una forma externa que consiste en los influjos externos que puede recibir el ser humano, los que pueden llegar a ser peligrosos, aunque dependen de una libre decisión y opción del ser humano; en este sentido, la fuerza exterior, influye de tal manera en el ser humano que en éste no hay ni existe ninguna zona que esté exenta de dicho influjo externo.
También el hombre puede, interiormente degradar su dignidad cuando se malogra a sí mismo, cuando trasgrede sus propios principios, su conciencia y sus creencias, todas estas son formas de transgresiones que afectan de modo esencial al hombre en cuanto tal; la dignidad humana dada por Dios al hombre no se puede alterar ni suprimir, sin embargo, en algunos casos sí se puede contradecir a sí misma; en este sentido se entiende el concepto de contradicción y culpabilidad ante Dios; el dilema frente al cual se ubica el hombre es conservar ante Dios su dignidad, acrecentándola o degradar, negar y renegar de su dignidad ante Dios y así se encuentra con el problema de la culpabilidad QDH 93-94).
Se puede concluir diciendo que la dignidad humana, entendida desde el punto de vista teológico, es algo que Dios le concede, le da de antemano al hombre por el hecho de ser creado a su imagen y semejanza, pero la misma está amenazada por elementos tanto internos como externos; el ser humano conserva y acrecienta su dignidad en la medida en que vive en Dios, desde Él y para Él.
Algunos pensadores han cuestionado esta concepción teológica de la dignidad humana, sosteniendo que es una especie de remilgo que subsiste de modo marginal e inercial en la cultura occidental; otros sostienen que la dignidad humana no depende de la teología, ni de la trascendencia, ni de los dioses, ni de ningún aurea milagrosa externa al hombre.



IV.          La concepción antropológica subyacente a la Gaudium et Spes[2].
La dignidad humana según el concilio Vaticano II está emparentada con los conceptos de dignidad ontológica, teológica y ética que se han estudiado anteriormente.
Lo particular del concilio Vaticano II es que la antropología que le sirve de base y de soporte viene presentada principalmente en la constitución pastoral Gaudium et Spes (GS); lo que es verdaderamente novedoso de la constitución y de la propuesta conciliar es que la visión antropológica coincide con una fundamentación de los derechos humanos y de la dignidad humana.
Tres son los conceptos principales en torno a los cuales se articula la propuesta antropológica conciliar, cada uno de ellos articulan los tres primeros capítulos de la primera parte de la constitución Gaudium et Spes; el primer concepto es el de la dignidad humana, la dignidad de la persona humana; el segundo concepto consiste en el carácter social o comunitario del hombre; el tercero insiste en el carácter práctico o el mundo del trabajo; el ejercicio práctico que el hombre ejerce sobre el mundo.
De la dignidad humana, el concilio intenta buscar el fundamento de la misma; en cuanto a la sociedad o el carácter comunitario, el concilio intenta esbozar la manera como la sociedad se estructura; respecto al tema del trabajo, el concilio trata de comprender el sentido del mismo; de modo que la visión antropológica que propone el concilio Vaticano II desde la GS se puede resumir en tres grandes interrogantes ¿Cuál es el fundamento de la dignidad humana? ¿Cuál es la estructura de la sociedad en que se desenvuelve el ser humano? ¿Qué sentido tiene el trabajo que el ser humano realiza?
El hombre está dotado de inteligencia y de voluntad, éstas le posibilitan una gran capacidad de apertura hacia la Trascendencia y hacia el Absoluto (GS 12), aunque también por el pecado tiene una gran inclinación hacia el mal; éste consiste en la tendencia que el ser humano tiene para apartarse del amor, del plan y del conocimiento de Dios; de esta manera el hombre rompe el orden que establece consigo mismo, con los otros y con el totalmente Otro; cuando esto sucede el hombre establece una fractura, una ruptura consigo mismo, generando así una lucha dramática entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas (GS 13). El hombre solo puede encontrar en Dios una solución contra el mal y el pecado (FH 203).
El hombre es una síntesis en la que se fusionan o reúnen tanto el cuerpo como el alma, una síntesis de lo temporal y lo eterno, de lo espiritual y de lo material; es un microcosmos cuya estructura refleja la gran estructura del cosmos, de tal modo que puede decirse que existe una correspondencia, un reflejo, un rasgo de familiaridad entre el macrocosmos que es el mundo material y el microcosmos que es el hombre; todo esto se corresponde con un solo telos, un solo fin: alabar al Creador (GS 14); el macrocosmos está regido por una ley natural que es reflejo e impronta de la voluntad divina, el macrocosmos, aunque es naturaleza y materialidad, también es un medio, un camino a través del cual se puede vislumbrar lo eterno.
Tanto lo corporal en el ser humano como lo espiritual, aunque tienen necesidades, también tienen obligaciones; ambos deben ser cuidados, protegidos y alimentados; el cuerpo, desde la dignidad humana, debe ser protegido (en el caso de los minusválidos, de los enfermos terminales y de los más vulnerables); debe ser cuidado (en el caso de los enfermos, las cirugías necesarias para corregir defectos, alimentado, hidratado); el alma debe igualmente cuidarse (de perderse en el mal o en el pecado), debe cuidarse (a través de la oración, la meditación, la contemplación) y alimentarse (mediante el cultivo intelectual, afectivo, sensitivo).
El cuerpo del ser humano es digno en sí mismo; del uso que el hombre le dé a su cuerpo, de ello depende el crecimiento en su propia dignidad o de ello depende su inclinación al pecado y al mal; la dignidad del ser humano hace que el hombre esté por encima de sus tendencias e inclinaciones negativas.
La dignidad humana coloca al hombre en el puesto más destacado de la creación, aún por encima de todas las creaturas materiales y corporales; los mismos rasgos de interioridad, espiritualización, espiritualidad, entendimiento y racionalidad hacen que el hombre sea un ser digno.
El concilio, a través de la GS, desarrolla la idea de que la dignidad humana está emparentada con la capacidad que tiene el ser humano para interiorizar, ésta a su vez se relaciona con el entendimiento, el conocimiento y con la voluntad; el conocimiento orienta, dirige, encamina y enruta a la voluntad; sin embargo la fusión de ambos tiene como resultado el buen o el mal uso de la libertad; la inteligencia y el entendimiento iluminan a la voluntad; de la conjunción de ambos elementos surge una auténtica y verdadera libertad.
También es una idea central en el documento conciliar el hecho de que el hombre se adapte al mundo y en el mundo mediante el uso de su inteligencia; a través del uso de su capacidad productiva y de su inteligencia práctica lo transforma; sin embargo, a veces el hombre se olvida que su inteligencia debe estar siempre abierta a la búsqueda de la verdadera sabiduría y ésta es de orden trascendente y divino; básicamente esto queda recogido en el N° 15 de la GS cuando los padres conciliares dicen que “la naturaleza intelectual de la persona humana se perfecciona y debe perfeccionarse por medio de la sabiduría, la cual atrae con suavidad la mente del hombre a la búsqueda y al amor de la verdad y el bien”; de modo que el hombre descubre las cosas invisibles a través de las visibles.
La capacidad técnica y productiva propia del hombre es leída por el concilio desde la ciencia y la técnica, estos son medios mediante los cuales el hombre se adapta en el mundo, lo transforma, lo habita; sin embargo en estas se puede perfilar un oscurecimiento de la inteligencia humana, pues el ser humano puede quedarse contemplando lo que trasforman sus manos y por lo tanto tiende a un olvido de Dios; el concilio insiste en la necesidad y en la urgencia de un pronto retorno a la búsqueda de la verdadera sabiduría que tiene su fundamento en Dios.
Por medio de la sabiduría el hombre puede darse cuenta, puede aprehender y comprender que existe en el mundo una ley natural; esta es la impronta, el sello que Dios ha impreso en el cosmos cuando lo ha creado; esta no tiene un carácter de inferioridad sino de superioridad y es por esto que el ser humano como ser racional debe ser respetado, valorado y estimado en su dignidad; de esa ley natural se desprende el carácter racional del ser humano y el carácter racional inherente o impreso en el cosmos; la razón debe guiar, orientar, discernir y comandar en todas las acciones del ser humano; la ley natural es la razón que determina a todas las posibles formulaciones positivas propias de los códigos legislativos; la ley natural es la razón divina que, impresa en el cosmos y en el hombre, sirve de base y sustento a toda formulación positiva de la ley; las leyes positivas deberían hacerse respetando la ley natural (FH 204). La ley natural está inserta e impresa en el ser del hombre y por esto hace parte constitutiva de su esencia (GS 16).
En el hombre existe la conciencia, a esta se puede llegar mediante un proceso de introspección e interiorización, y ella es la sede en la cual se dirimen las acciones, se disciernen las opciones, ella es el lugar propio donde se da la libertad. La conciencia es individual pero no es individualista, ella mueve al hombre para que sea un ser comunitario y desde este carácter el ser humano puede tomar la opción por la caridad y el amor e ir en contra del odio y del egoísmo. La conciencia es el lugar en el cual en el ser humano se presenta una búsqueda intensa del Sumo Bien y de la Verdad; “porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana […] La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre....” (GS 16).
El concilio también valora en sumo grado la libertad y esta es entendida en los términos de que ser un elemento que determina la dignidad del ser humano; el hombre es un ser libre que puede hacer mal o buen uso de dicha categoría ontológica; el concilio es consciente de este hecho y previene contra él; el buen uso de la libertad dignifica al ser humano y cuando esto sucede se puede hablar de auténtica libertad y de dignificación; pero cuando sucede lo contrario, cuando de parte del hombre se da un mal uso de la libertad entonces se presentan actos y acciones indignas y se cae en el libertinaje; una manifestación de la dignidad del ser humano es el respeto hacia la dignidad de los otros seres humanos (GS 17). El concilio insistirá en el hecho de que el fundamento de los derechos humanos se encuentra en el reconocimiento de la propia dignidad y la de los demás.
Insiste el concilio en que el diálogo permanente del hombre con Dios es el fundamento de su espiritualidad, así como el pilar de su dignidad consiste en ser creado a su imagen y semejanza: “La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios” (GS 19). El ser humano, en el diálogo con Dios, tiene como finalidad la comunión plena y permanente con su creador, y tendrá su consumación definitiva en la eternidad; desde esta perspectiva el concilio reconoce que el hombre es un ser proyectado y vocacionado hacia la plena comunión con Dios; sin embargo, los padres conciliares reconocen que existen en el mundo personas que se niegan a reconocer esta vocación y esta proyección y por lo tanto ellos reconocen que el fenómeno del ateísmo coincide con una llaga que le hace mucho daño a la humanidad: “Muchos son, sin embargo, los que hoy en día se desentienden de todo de esta íntima y vital unión con Dios o la niegan de forma explícita. Es este ateísmo uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo. Y debe ser examinado con toda atención” (Idem).
Dentro de este contexto, el concilio hace la diferencia entre agnosticismo que es la tendencia que afirma y sostiene la imposibilidad del conocimiento de Dios o por lo menos el hecho de que de Él algo se pueda decir o conocer “La palabra ateísmo designa realidades muy diversas. Unos niegan a Dios expresamente. Otros afirman que nada puede decirse acerca de Dios” (Idem), mientras que el ateísmo es el rechazo de Dios; distingue, además el concilio, varios tipos de ateísmo: primeramente señala aquel ateísmo que proviene del cientifismo o positivismo y dentro de éste el ateísmo puede provenir de una confianza absoluta en la razón (Racionalismo) o de una desconfianza hacia la misma (Irracionalismo); también puede provenir de la presencia del mal en el mundo o del hecho de que el hombre, sus placeres y su poder ocupen el puesto de Dios; también existe un ateísmo que puede provenir del antitestimonio de parte de los creyentes: “los creyentes pueden tener una gran culpa ya que con una educación descuidada de la fe o con una exposición falseada de la doctrina o con una vida moral, religiosa y social defectuosa lo que hace es ocultar el verdadero rostro de Dios y de la religión (Idem).
También reconoce el concilio lo que se llama un ateísmo sistemático, este coloca al hombre y su libertad en un puesto central; y el ateísmo socio-económico que busca reivindicar para el hombre una vida más digna, más acorde con su situación pero que aleja a Dios del plano antropológico. El ateísmo es un atentado contra la dignidad humana en cuanto que niega el carácter racional del hombre y lo rebaja de la grandeza original que Dios le ha concedido; quizás el aspecto más representativo y sobresaliente del concilio radica en el hecho de que los padres conciliares se colocan y ubican en la actitud de tratar de comprender este fenómeno desde sus motivaciones más profundas y tratan de reconocer dichas motivaciones con toda claridad: “La Iglesia, fiel a Dios y fiel a los hombres, […] quiere, sin embargo, conocer las causas de la negación de Dios que se esconden en la mente del hombre ateo […] la Iglesia juzga que los motivos del ateísmo deben ser objeto de serio y más profundo examen” (GS 21); en este sentido el concilio sostiene que la dignidad del ser humano no se opone al reconocimiento de Dios, que Dios mismo es el fundamento, la base y el soporte de la dignidad humana: “La Iglesia afirma que el reconocimiento de Dios no se opone en modo alguno a la dignidad humana, ya que esta dignidad tiene en el mismo Dios su fundamento y perfección” (Idem); en su comunión con Dios, en el diálogo permanente con Él, el hombre engrandece su dignidad, dignifica su dignidad; Dios mismo ha dotado al hombre de inteligencia y lo ha hecho libre para vivir en sociedad; el Ser Supremo no mengua ni disminuye las obligaciones temporales del hombre sino que Él es el motivante de las mismas.
Para el concilio la educación religiosa y el respeto por la opción religiosa de cada ser humano implica un respeto por la dignidad del hombre; la educación y la opción religiosa en el ser humano es equiparable a su carácter racional y a la conciencia en la que Dios imprime su ser en el hombre; éste libremente puede creer y es libre para creer; es más, en su unión íntima con Dios la creencia adquiere todo su sentido.
Reconoce el concilio que entre el misterio de Cristo y el misterio del hombre se da una mutua correspondencia, que el hombre en la medida que desvela su propio misterio desvela el misterio de Cristo; y en la medida en que desvela el misterio de Cristo se descubre a sí mismo; Cristo reúne en sí mismo el misterio de lo divino y el misterio de lo humano, pues Él es plenamente hombre y es plenamente Dios; por eso Cristo representa el más alto grado de la dignidad hacia la cual debe aspirar el hombre; en Cristo se dignifica no solo el hombre sino toda la creación.
El concilio a través de la constitución Gaudium et Spes reconoce que esta dignidad no es solo extensible al cristiano sino a todo ser humano, especialmente aquellos que tienen buena voluntad, ya que en todos actúa la gracia, todos son creaturas de Dios.
También considera el concilio que el ser humano, desde su dignidad, está llamado a relacionarse con otros seres humanos y así como tiene libertad de pensamiento también tiene libertad de expresión y de comunicación; dentro de estos rasgos comunitarios, el ser humano debe buscar no solo su provecho y beneficio sino que también debe buscar el bien común, el bien de los demás; cuando se busca no solo el provecho individual sino también el bien común entonces se respeta y valora la dignidad de cada ser humano; en este mismo sentido la Gaudium et Spes insiste en el carácter de proximidad (prójimo) que debe existir entre todos los hombres; este rasgo propio de los seres humanos, debe unirlos en la búsqueda de la Trascendencia, el encuentro con Dios; amor a Dios significa amor al prójimo, al hermano cercano y próximo; de modo que aun aquí la caridad hace parte de ese carácter relacional y comunitario propio del ser humano: “Más aún, el Señor, cuando ruega al Padre que todos sean uno, como nosotros también somos uno (Jn 17, 21-22), abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás” (GS 24).
El egoísmo y la soberbia se constituyen en la contracara del amor y la caridad y son formas concretas como el hombre atenta contra la dignidad de los seres humanos, aun sabiendo que dichas actitudes surgen en el ser humano por la influencia de las estructuras económicas, políticas y sociales.
Hablando del bien común, el documento conciliar insiste en que éste consiste en el conjunto de condiciones que permiten que el hombre y la sociedad, así como las comunidades, las instituciones, las familias alcancen la perfección que es propia de su naturaleza; el bien común es algo que afecta a todo el género humano: “La interdependencia, cada vez más estrecha, y su progresiva universalización hacen que el bien común –esto es, el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno, más fácil de la propia perfección- se universalice cada vez más e implique por ello derechos y obligaciones que miran a todo el género humano” (GS 26).
La dignidad humana está relacionada con la búsqueda y el desarrollo de todas aquellas condiciones a partir de las cuales el hombre puede alcanzar su perfeccionamiento personal y comunitario; la dignidad humana se enaltece cuando al hombre se le provee de todo aquello que él necesita para llevar una vida verdaderamente digna; en este sentido el documento conciliar enumera todas aquellas condiciones que le propician una cierta dignidad al hombre: alimento, vestido, vivienda, el derecho a elegir libremente el estado de vida, a fundar una familia, la educación, el trabajo, respeto, buena fama “Es, pues, necesario que se facilite al hombre todo lo que éste necesita para vivir una vida verdaderamente humana…..” (Idem).
En el hecho de que se reconozca y se respete la dignidad de los demás, en ello se reconoce y respeta la propia dignidad, y así como para nosotros queremos y buscamos una vida mejor también la hemos de querer y buscar para los demás; cuando esto sucede entonces reconocemos nuestra propia dignidad así como la de los demás; el servicio y el respeto a los demás implica promover y respetar la vida de los demás, rechazar el homicidio, el genocidio, el aborto, la eutanasia, el suicidio; rechazar y desaprobar todo atentado contra la integridad humana: la mutilación, la tortura, la presión violenta contra la conciencia humana; rechazar todo aquello que ofende a la dignidad humana: la esclavitud, la trata de blancas, la explotación sexual; rechazar las condiciones que degradan a los obreros; en todo esto está implicada la dignidad del ser humano (FH 208-209).
El documento conciliar proclama respecto a la dignidad humana el tema de la igualdad de los seres humanos y el rechazo a todo tipo de violación y discriminación; ello se ve en el hecho de que todos los seres humanos, al compartir la misma naturaleza, comparten la misma dignidad y esto tiene su fundamento en que todos los seres humanos son creados a imagen y semejanza de Dios.
El hecho de que existan diferencias en las capacidades físicas, intelectuales, morales e incluso sociales, económicas y políticas ello no autoriza para que se pueda atentar contra la dignidad de los demás; el concilio insiste en que mientras es más vulnerable una persona más se le debe proteger, cuidar y velar por su dignidad; lo dicho anteriormente es la base o la perspectiva hermenéutica desde la cual debe leerse el N° 29 de la Gaudium et Spes cuando dice: “esfuércense las instituciones humanas […] en servir a la dignidad y al fin del hombre, mientras luchan esforzadamente contra cualquier clase de esclavitud racial, social o política y defiendan los derechos fundamentales de los hombres bajo cualquier régimen político”.
La Gaudium et Spes toma en consideración dos aspectos del ser y del quehacer humano que tienen su conjunción en el trabajo y este entendido como medio a través del cual el hombre transforma el mundo; esos dos aspectos son la praxis y la poiesis; el primero hace referencia a la acción personal o conducta moral y el segundo hace referencia a la producción técnica, artística o empresarial; ambos aspectos éticos y morales son la base sobre la cual se estructura el mundo del trabajo y este encaminado a transformar el mundo; estos aspectos de una u otra manera se articulan en el N° 34 del documento conciliar bajo lo que se puede llamar dignidad; también insiste el numeral antes mencionado que el ser humano a través del mundo del trabajo se une y se suma al plan creador: “Creado el hombre a imagen de Dios, recibió el mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad, sometiendo a sí la tierra y cuanto en ella se contiene, y de orientar a Dios la propia persona y el universo entero, reconociendo a Dios como Creador de todo, de modo que con el sometimiento de todas las cosas al hombre sea admirable el nombre de Dios en el mundo”.
Desde lo dicho anteriormente, el concilio en el N° 36 de la Gaudium et Spes reconoce que no existe una disputa o divorcio entre el plan creador de Dios, el mundo de lo divino y el plan transformador del hombre o el mundo de lo humano; la base de esto radica en el hecho de que tanto las realidades profanas como el mundo de la fe tiene su origen en Dios; también en este sentido los padres conciliares hacen una advertencia a aquellos que no comprenden que entre el mundo de la fe, el mundo de Dios y el mundo de la ciencia y de la técnica existe una unión y una relación tan íntima, que ambas realidades proceden de Dios y al mismo se encaminan: “Son, a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos; actitudes que, seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer una oposición entre la ciencia y la fe”
(GS 36). La investigación del mundo así como su transformación pueden convertirse en caminos para acercarse a Dios.
El concilio es consciente de que la idea del hombre perfecto se encuentra en la persona de Cristo, Dios y hombre verdadero, por ese hecho Él es el modelo de todo hombre, Él encarna la dignidad humana en su máxima expresión y perfección, Él es el modelo a seguir y a imitar cuando se trata del tema de la dignidad humana; Él es el prototipo y el paradigma, por eso, Él es el fin que orienta el progreso y el desarrollo humano hacia el cual se debe encaminar todo hombre que busca su propia dignidad y la de los demás.



V.           La dignidad de la persona humana en la Gaudium et Spes[3].
Las palabras de la constitución pastoral Gaudium et Spes sobre la dignidad humana fueron dichas dentro de un contexto muy concreto: la humanidad estaba sumida en una especie de encanto tal que se presenciaba un ambiente de entusiasmo, de optimismo y de euforia. Cuando el Concilio habló sobre la dignidad humana el mundo natural era considerado como un depósito de materias primas y del cual el hombre podía disponer para su explotación. En ambas ideas expuestas anteriormente se esconden los rezagos de la mentalidad moderna, que desde la época de la Ilustración, el Racionalismo y el Enciclopedismo proponían una concepción desarrollista y optimista. Después de estos movimientos culturales europeos la euforia por el desarrollo, el progreso y el avance social, económico y político fue algo evidente y palpable. En este sentido se puede decir que las palabras del Concilio en la Gaudium et Spes sobre el aspecto antropológico son un gran colofón, una gran y maestra conclusión que resume una larguísima y bicentenaria tradición: “El hombre se encuentra engreído por la euforia y la admiración de sus propias conquistas y su propio poder” (GS 4); dicho fenómeno tiene sus inicios más inmediatos en los movimientos acabados de mencionar.
De igual manera el mundo natural, y este entendido como un gran depósito de materias primas, y del cual el hombre puede disponer, es una idea que tuvo su origen en la época moderna. El proceso de explotación del mundo natural generó después el fenómeno según el cual, el mundo, una vez explotado se empieza a convertir en un depósito de basuras. Hoy, como bien se sabe, el mundo debe ser protegido y defendido en su ecosistema. Todos los conceptos que hoy se utilizan para designar el mundo natural, tales como “madre tierra”, por ejemplo, aluden a un cambio de mentalidad respecto al concepto de naturaleza.
También constata el Concilio Vaticano II, desde la Gaudium et Spes, que junto al concepto y la definición del hombre que propone el cristianismo, subsisten otras definiciones que a veces entran en clara contraposición con ésta. Es necesario recordar que para esta época conciliar, el Personalismo y el Estructuralismo Francés de Mounier, Merleau-Ponty, Levi-Strauss, y Piaget estaban en boga; de igual manera el Existencialismo sartreano, el kierkegaardiano y el heideggeriano también eran palabras de primer orden en el plano antropológico. Para la época conciliar también el Evolucionismo darwiniano y teilhardiano tenían una profunda resonancia. Otros movimientos que para esta época tenían una gran fuerza eran la Neoescolástica y la escuela de Frankfort, así como la propuesta ético-antropológica de Scheler, Buber, Rosenzweig y Levinas. Tampoco se puede olvidar la propuesta psicoanalítica de Freud, la propuesta marxista y la crítica contra la noción de subjetividad. El documento conciliar dice que todas esas concepciones sobre el hombre “deprimen al ser humano y lo hacen entrar en desesperación” (Llano 182).
No puede olvidarse que el concilio Vaticano II, desde la Gaudium et Spes toma una clara y rotunda posición crítica contra todos los sistemas que pueden ser engañosos para el hombre, incluidas aquellas que anuncian el bienestar económico y la comodidad material; en este sentido, el Concilio, se presenta como una maravillosa síntesis crítica contra todas aquellas definiciones que, más que generar confianza en el hombre, lo que generan es malestar y pesimismo.
Lo dicho hasta aquí se puede resumir en dos ideas: el hombre es un ser que al disponer del mundo para explotarlo ha terminado destruyéndolo; esto ha generado una idea según la cual en nuestros días el mundo tiene una connotación ecológica que se acerca más al concepto de Physis griego y con esto la posibilidad de apertura a la Providencia.
La idea cristiana de hombre ha tenido que rivalizar con otras concepciones antropológicas. En nuestros días, se habla de una gran ausencia, de un vacío acerca de dicho concepto y más bien se habla de una concepción del hombre que vive en situaciones concretas: Hedonismo, Nihilismo, Relativismo, Posmodernismo, Consumismo. De modo que hablamos de hombre hedonista, hombre relativista, hombre posmoderno, pero estos fenómenos lo que están mostrando es que la idea del hombre se sustituye por una situación (Llano 183). En estas concepciones no hay ni existe una definición sustancial básica sobre lo que es el hombre; quizás sea este uno de los grandes errores de algunos antropólogos contemporáneos al considerar que al hablar del hombre, más bien, se debería hablar de un hombre en situación y no en términos de sustancia, ni de definición.
¿Qué es lo que quiere decir la frase: el hombre tiene una dignidad? Cuando se habla de la dignidad humana no se quiere decir que el hombre sea una parte del universo. La dignidad humana no hace referencia a algo que puede ser muy valioso, no es algo que tiene mucho valor. La dignidad del hombre hace que este sea un universo de sentido en sí mismo. El hombre es digno porque es un todo de sentido, es una totalidad en sí misma, es un microcosmos; es más, el hombre es quien le da sentido al universo creado; gracias al hombre, el universo creado tiene sentido. De aquí se pueden inferir varias cosas:
La primera que podría decirse, hace referencia al hecho de que si el hombre no existiera, el universo no tendría sentido.
La segunda es que, el hombre, aunque no exista el mundo, tiene sentido por sí mismo pues él es un universo de sentido completo en sí mismo.
La tercera cosa que habría que decir es que todo lo dicho anteriormente es la idea que está a la base del concepto de dignidad humana desarrollado por la Gaudium et Spes, por Kant, por la Rerum Novarum y por la Cristifideles Laici, incluso es algo que también se puede encontrar en la propuesta de Santo Tomás de Aquino. Estas son las razones por las que nos podremos percatar que, cuando la Gaudium et Spes habla de la dignidad humana, está recogiendo toda una tradición que no sólo ha servido de columna vertebral al cristianismo, sino también a la cultura occidental.
Santo Tomás de Aquino sostiene que el hombre es el ser más corriente y el más perfecto de toda la naturaleza, rasgos estos que, como ya se dijo, se desprenden del hecho de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Summa Theologica I, 29, 3). La Cristifideles Laici afirma que el hombre, entre todas las creaturas, y solo él, es persona y por esta razón es centro y vértice de todo lo que existe sobre la tierra (cf. CFL. N° 32 y 105). El ser humano es un valor en sí mismo y por sí mismo. Justamente aquí radica la causa de su dignidad. De igual manera la Rerum Novarum afirma que nadie puede impunemente hacer injuria a la dignidad humana (N° 23).
Necesariamente hay que afirmar con toda claridad que la doctrina sobre la dignidad humana que recoge el Concilio Vaticano II desde la Gaudium et Spes es una síntesis maravillosa de todo lo que la cultura occidental ha dicho sobre este tema.
Las raíces más inmediatas sobre el tema de la dignidad humana, las encuentra y recoge magistralmente el Concilio, en la época de la Ilustración, y más específicamente en la propuesta kantiana expresada en su texto La fundamentación metafísica de las costumbres (sección 2); allí, Kant, como se decía anteriormente, toma el concepto de tres fuentes: el Cristianismo, el Estoicismo y la obra de Rousseau; de igual modo, se sirven los padres conciliares de la propuesta hecha por Santo Tomás de Aquino en la Summa Theologica; también la Rerum Novarum deja su influjo en la propuesta conciliar; la Cristifideles y muchos otros documentos posconciliares hacen eco de la propuesta planteada por el Concilio Vaticano II desde la Gaudium et Spes.
Respecto al tema de la dignidad humana, el Concilio Vaticano II, desde la Gaudium et Spes, plantea una cuestión bien interesante, y que bien vale la pena mencionarse brevemente; dice el Concilio que el hombre es creado a imagen y semejanza de Dios, Dios lo ha creado para que aquel lo alabe, lo glorifique y también para transformar el mundo; si Dios crea al hombre para alabarlo y glorificarlo, entonces el hombre es un medio y no un fin en sí mismo, y si esto es así, entonces se encontraría una contradicción en la propuesta conciliar.
Las críticas acabadas de enunciar son las cuestiones que de una u otra manera se desprendían de la propuesta nietzscheana y de la propuesta sartreana cuando, estos aluden a Feuerbach; de modo que Nietzsche y Sartre sostienen que si el hombre es un medio para llegar a Dios, entonces, el hombre está al servicio de Dios y si esto es así, entonces el hombre queda rebajado en su dignidad; esta es la misma idea que está a la base del concepto de enajenación tan utilizado por el marxismo, la pregunta que surge es esta ¿cómo conciliar estas ideas? El hombre es un medio para la gloria de Dios y el hombre se encuentra al servicio de Dios; estas ideas van en contraposición a la propuesta kantiana de que el hombre es un fin en sí mismo ya que no puede ser instrumento de nada ni de nadie; esta última idea es la que está a la base de la propuesta conciliar sobre la dignidad humana y contenida en la Gaudium et Spes.
Frente a esto habría que decir que Dios quiere que el hombre le sirva no enajenándose, ni dejando de ser sí mismo, sino haciendo y comportándose, llevando su vida de acuerdo a como Dios quiere que sea el hombre y lo que Dios quiere que sea el hombre es que sea hombre; la manera como el hombre puede llegar a ser plenamente tal es a partir del seguimiento de los mandatos del Dios; el hombre sirve a Dios comportándose tal y como Dios quiere que el hombre sea y lo que Dios quiere es que el hombre sea hombre; Dios quiere que el hombre sea fin y no medio, que no sea instrumento, una cosa o un medio, Dios no quiere que el hombre se degrade con nada y que conserve su dignidad en sí mismo.
La idea que está a la base de la crítica de Nietzsche, Sartre y Feuerbach es que el hombre se conduce y se encamina hacia Dios a través de un camino o de una escalera que se dejan atrás después de haber cumplido el objetivo de llegar hasta Dios; básicamente esta es la óptica desde la cual la Gaudium et Spes aborda el tema del ateísmo, pues en el fondo, dicho fenómeno realiza una confusión entre independencia y dependencia respecto a Dios. Lo que claramente habría que afirmar es que, la dependencia del hombre respecto a Dios, es lo que asegura la total y la plena independencia del hombre; Dios desea la independencia del hombre, este encuentra legitimada su independencia en la dependencia del querer de Dios, y lo que Dios quiere para el hombre es que este sea plenamente hombre (Llano 187).
Contra estos pensadores también habría que decir que la imagen del camino o de la escalera que se deja atrás, no es la analogía desde la cual se podría ilustrar la relación del hombre con Dios; más bien habría que referirse a la analogía de la imagen que conduce o se asemeja a su modelo. La imagen, en la medida en que se asemeja al modelo, más se parece a él; la imagen se asemeja progresivamente al modelo. Esto quiere decir que el hombre está llamado a ser bueno, perfecto y poderoso como Dios; esto quiere decir que el hombre está llamado a ser fin como Dios y no medio. Si el hombre está llamado a ser fin y no medio como Dios, imagen y semejanza de Dios, entonces se debe evitar cualquier tipo de instrumentalización, cosificación u objetivación. De modo que cuando el hombre no es considerado imagen y semejanza de Dios queda supeditado a cualquier tipo de instrumentalización y queda convertido en esclavo del más fuerte.
Se podría decir que la Gaudium et Spes muestra una cierta preferencia por la propuesta kantiana que considera que el hombre es un ser digno en cuanto es fin y no medio. Dicha propuesta tiene su asiento especialmente en la Ilustración y en la época Moderna. Pero también se ha visto, a lo largo de esta investigación, que la propuesta kantiana sobre la dignidad del hombre recoge toda la tradición anterior a él: desde el Estoicismo y el Cristianismo, incluida la propuesta tomista y agustiniana, así como el dato bíblico y las tesis de Rousseau; con esto puede entenderse que la propuesta del Concilio Vaticano II, en la Gaudium et Spes, es una gran síntesis, una gran conclusión sobre lo que la tradición occidental ha considerado acerca del tema de la dignidad humana.
La otra cuestión que plantea la Gaudium et Spes respecto al tema de la dignidad humana, radica en el hecho de que para la época era creencia común, heredada del marxismo, que el progreso de la humanidad dependía fundamentalmente de los avances sociales, dicha creencia era producto de una lectura de la propuesta hegeliana releída por Feuerbach; según ésta se consideraba que el progreso de la humanidad dependía fundamentalmente del género humano; el Concilio hace una propuesta por el individuo, por el hombre y este considerado como persona; desde esta perspectiva también el Concilio, desde la Gaudium et Spes, enfatiza el aspecto comunitario o el carácter comunitario del ser humano.
Es indudable que en la perspectiva que pretendía criticar el documento conciliar se enfatizaba que la base de la cultura occidental radicaba en el sistema social. Como bien se sabe, esta era una idea típicamente heredada del marxismo. Según esta, el hombre debía someterse, debía ser esclavo del orden social existente. Según este sometimiento, según esta esclavitud el ser humano valía en cuanto estaba por debajo del orden social existente. La función social del hombre, que autoproclamaban tanto el marxismo y el comunismo básicamente consideraban al hombre como un medio y no como un fin. Esta misma concepción social del hombre, proponía que la individualidad del ser humano, que el individualismo eran la causa de la decadencia de la cultura occidental (Llano 189).
Se podría decir que los padres conciliares veían en la propuesta que concibe al hombre como ser persona, al hombre como ser comunitario, al hombre como ser relacional, una propuesta más coherente con el espíritu del Evangelio y con la buena nueva anunciada por Jesucristo.
Desde el carácter social del hombre, propuesto por el marxismo, es posible establecer que, si el desarrollo social insiste en el progreso, en la eficacia y en el avance, entonces la especialización y la división del trabajo son las bases a partir de las cuales la sociedad tendría un buen desempeño y un buen funcionamiento. Según este orden de ideas, la importancia del ser humano residiría, por lo tanto, no en lo que el hombre es, no en su ser, sino en su capacidad productiva, en la función que este desempeñara dentro del orden social, lo importante para esta perspectiva propuesta por el marxismo y el comunismo es que el hombre funcione dentro del orden social y de esa manera colabore con el progreso.




[1] Es sacerdote de la Arquidiócesis de Medellín, presta sus servicios pastorales en la parroquia de la Candelaria; ha obtenido doctorado canónico en filosofía en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma y doctorado Civil en filosofía en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín; es docente en la facultad de filosofía de la misma universidad e investigador en el grupo Epimeleia.
[2] Para este estudio se ha consultado el texto de Mauricio Beuchot La filosofía del hombre en la Gaudium et Spes. En: Efemérides Mexicana volumen 9, N° 26, año 1991. 203-212pp. Citado: FH.
[3] También nos hemos servido del texto de Carlos Llano Cifuentes titulado “La dignidad de la persona humana en la constitución pastoral Gaudium et Spes. En: Efemérides mexicana. Vol 9, N° 26, 1991. 181-194pp.

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