Comentarios al texto de Heidegger: El Origen de la obra de arte.

Comentarios al texto de Heidegger: El Origen de la obra de arte.
Primer ensayo.
Introducción.
El texto El origen de la obra de arte fue una conferencia que Heidegger pronunció en Friburgo en el mes de Noviembre del año 1935; luego la repetirá en tres conferencias en Frankfurt durante Noviembre y Diciembre del año 1936 y en enero del mismo año en Zurich.
 El texto fue publicado en alemán en el año de 1950 como parte de Holzwege, y la primera traducción al español aparece en el año de 1960 en el texto Sendas perdidas.
El texto está dividido en tres partes: la obra y la cosa, la obra y la verdad, la verdad y el arte; división que corresponde a las tres conferencias que, sobre el arte, Heidegger dictó en Frankfurt y al texto se agrega un epilogo en el que su autor hace una crítica a la idea de vivencia aplicada al arte y donde analiza la postura hegeliana respecto al carácter pretérito del arte.
Para Vattimo es claro que el ensayo sobre El origen de la obra de arte indica la Kehre en el pensamiento de Martin Heidegger; Kehre que este pensador menciona en su escrito del año 1946 intitulado La Carta sobre el humanismo.[1]
Para el Heidegger de Sein und Zeit el problema de la apertura dentro de la cual el ser-ahí siempre se encuentra se presenta o bien como un hecho histórico, bien como la pertenencia a una determinada comunidad, como la pertenencia a una época histórica que tiene a la base una cierta visión metafísica, algo así como una visión del mundo, pero en ningún momento dicha apertura se podrá identificar o bien con el apriorismo kantiano o bien con un hecho psicológico  de carácter intimista e individualista y que no sea susceptible de interpretación ni análisis.
Por otro lado Heidegger había propuesto en Sein und Zeit que las cosas no son porque haya un ser preestablecido que las define en lo que ellas son sino que las cosas vienen al ser en cuanto hacen parte del proyecto establecido por el ser-ahí; en otros términos se puede decir que ellas adquieren sentido y significatividad porque hacen parte de un horizonte de comprensión abierto por el ser-ahí; sin embargo el problema que queda planteado, y al cual trata de responder en el ensayo sobre El origen de la obra de arte es cómo acaece dicha apertura y cómo se puede explicar esto desde esta nueva perspectiva.
El otro problema que está planteado en Sein und Zeit es el problema de la verdad, ya que si la verdad no se resuelve en la noción de conformidad de la proposición al dato, ni del intelecto a la cosa, tal cual la plantea la tradición, sino que la verdad debe radicalizarse trayéndola hasta la apertura que hace posible dicha conformidad, el ensayo mencionado intentará mostrar cómo acaece este hecho; según esto no se puede hablar de verdad si no se da el ser-ahí que participa de la apertura dentro de la cual se da la conformidad.
Heidegger, cuando en el texto sobre el arte, se plantea el problema del origen, se está moviendo dentro del horizonte de aquello que hace posible la apertura dentro de la cual las cosas vienen al ser; apertura que no es, como ya se dijo ni el a priori kantiano ni la cuestión psicológica, sino que según Heidegger se va a resolver, y en contra de estos, en la Geworfenheit, es decir el carácter arrojado del ser-ahí. Evidentemente esta cuestión no está explícitamente mencionada en el ensayo, pero es rastreada en sus más auténticas raíces.
Heidegger en su ensayo sobre El Origen de la obra de arte, sigue como en Ser y tiempo un método fenomenológico; método que en Husserl tiene como divisa ir a las cosas mismas; este presupone la búsqueda de lo que aparece como fenómeno, lo que se muestra a sí mismo, lo que aparece, lo manifiesto; con ello además se coloca entre paréntesis cualquier presuposición o interpretación que vaya más allá de lo que el fenómeno nos da; hecho este a su vez que en el ensayo se hace claro cuando en la interpretación de la obra de arte como cosa, Heidegger descalifica las interpretaciones tradicionales sobre la cosa: bien sea entendida como upokeimenon, bien como hilemorfismo, bien como sensualismo, bien como mimesis; Heidegger más que descalificar estas teorías las coloca entre paréntesis porque ellas son las interpretaciones tradicionales desde las cuales se ha interpretado la obra de arte y su intención es llegar a la cosa misma, es decir a la esencia de la obra de arte.
Este intento fenomenológico se puede entender no como un esfuerzo demostrativo por demostrar la cuestión que se desea probar sino como un esfuerzo por mostrar la cosa en lo que ella misma es en sí. Heidegger reemprende los problemas, incluso se vale de repeticiones, para hacerlos aparecer, tratando de llegar hasta el fondo de los mismos, incluso desechando su encuadramiento dentro de esquemas demostrativos generales. La utilización del método fenomenológico gira siempre en torno al objeto, reemprendiéndolo e iluminándolo en sus distintos aspectos.
Cuando Heidegger utiliza el método fenomenológico se está acercando al modo como los fenomenólogos de la época planteaban el problema del arte; según estos lo primero que hacían era un acercamiento a la obra de arte y considerarla en su carácter de cosa, lo segundo que hacían era mirar en qué aspectos esta cosa, llamada obra de arte, se distingue de las otras cosas, finalmente se trataba de determinar los posibles significados, que desde distintos niveles, se podían encontrar en la obra de arte.
La obra es lo que se nos enfrenta como objeto;[2] Heidegger quiere llegar a lo que es el origen de la obra de arte, por eso el punto de partida es la obra de arte aunque después se diluye en la triada obra, arte y artista y de ello al final termina enfatizando el arte.
Primariamente la obra se manifiesta como una cosa: como un cuadro colgado en la pared, como un templo construido sobre la roca, como un cuadro colocado en el caballete del museo, pero luego la obra, a diferencia de la cosa, va a decir algo, ella manifiesta algo, dice algo; en este sentido ella es alegoría, ella es símbolo ya que en la obra gracias al interprete se junta, se da la conjunción de lo que es la obra y de lo que ella quiere decir para un determinado intérprete. La obra es una parte, un fragmento de una totalidad; en este sentido Gadamer en su texto La actualidad de lo bello, cuando menciona el carácter antropológico de la obra de arte, va a relacionar este carácter simbólico de la obra de arte con El Banquete de Platón y el carácter de lo que este quería decir para la cultura griega;[3] la obra hace referencia a algo que está más allá de lo que ella tiene de cosa, ella es un fragmento de un todo ideal que debe encontrar la otra parte que se corresponde con él.[4]
Dado que a lo que a Heidegger le interesa recalcar en su texto es la esencia de la obra de arte, es decir la cuestión ontológica, la relación entre obra y cosa es apenas el abrebocas para introducirse en la cuestión central; esta es la razón por la que Heidegger va a desplazar su ensayo sobre el origen de la obra de arte hacia la cuestión por la esencia, hacia el ser de la obra de arte; una cuestión que a nuestra manera de ver se resuelve en el problema hermenéutico.
La obra es una cosa manufacturada, al ser manufacturada se convierte en la piedra esculpida con que se construyó el templo; es la madera tallada, es la palabra hablada, es la palabra cantada, es la palabra del poeta. Lo artístico se manifiesta como manufacturación, como producción, como poiesis.
Para Heidegger la obra de arte no es sólo mundo o mundear de mundo, la obra de arte es además pro-ducción de tierra Her-Stellung, El concepto pro-ducere lo entiende en el sentido etimológico latino: Pro-ducere como llevar fuera, hacer venir a la luz; la obra en cuanto producida hace que ella misma sea a su vez productora; la tierra a este respecto dice Vattimo:  “En efecto en cuanto la obra es producida, es decir fabricada empleando en ello determinados materiales, que la tierra en ella se hace aparecer, puesta a la luz, llevada afuera”.[5]
La obra es alegoría, es símbolo en cuanto revela lo otro.
La obra y la cosa.
La cosa es lo contrario a la nada, todo lo que es cualquier cosa se puede decir que es una cosa, sin embargo para Heidegger es un concepto demasiadamente general e impropio y extremadamente vago.
Las formas como la tradición ha planteado el problema se pueden reducir a tres[6]: La visión griega considera que la cosa es aquello en torno a lo cual se han reunido las propiedades; esto remite al núcleo de la cosa que en griego se llama ipokeimenon; es lo nuclear de la cosa, lo evidente, lo siempre a la vista. Las propiedades de la cosa son ta simbebhkota, lo ocurrente y dado ya siempre con y en lo existente.
La visión latina ha transgredido el pensamiento griego cuando ha traducido upokeimenon por subjectum; upostasiV se convierte substancia; simbebhkoV se convierte en accidens. Así detrás de la traducción se esconde el modo original griego, el asombro que los griegos experimentaron ante lo más asombroso: el ser del ente; estas traducciones van a mostrar la falta del terreno firme en el cual se sustenta el pensamiento occidental. Lo que los latinos quieren mostrar es que la cosa es el sujeto que tiene unos determinados atributos, el sujeto es lo que está debajo de las determinaciones; mientras que aquel es lo que permanece como algo invariable, estas son las que acaecen como lo variable; sin embargo considera Heidegger que esta concepción no hace justicia a lo que sea verdaderamente la obra de arte. ¿Por qué no hace justicia? Porque la sustancia, el sujeto termina por reducirse al concepto de relación, esta es una hipótesis que termina pensando las relaciones que se establecen en la cosa, si se quiere los atributos, pero no la cosa en sí; en este sentido Heidegger termina diciendo que la cosa termina siendo un centro hipotético de relaciones
En este sentido se puede plantear el hecho de que Heidegger, en parte estaba planteando una crítica a la escuela neokantiana de su época pues esta había realizado una reducción del concepto de sustancia al concepto de función y cuando la cosa se reduce a función, a centro de relaciones permanece inexplicada en lo que ella es en sí misma[7].
La proposición, el juicio son el reflejo de esta concepción de cosa traducida por el occidente; el sujeto es el upkeimenon y el predicado son ta simbebhkota. La sustancia y los accidentes se ven reflejados en el sujeto y el predicado; de aquí la estructura de la proposición y la estructura de la cosa. Esta primera interpretación de la cosa no es para nada tan natural, ni tan evidente como aparece ante los ojos.
La segunda interpretación va a poner de manifiesto la Befindlicheit, el estado de ánimo, lo irracional, los estados emotivos como algo que engendra lo racional;[8]  los sentimientos, el estado de ánimo es más racional y perceptivo porque es más abierto al ser que toda la razón.
Esta percepción hizo que la cosa fuera interpretada como aisdeton, es decir lo que se percibe por los sentidos, por medio de las sensaciones; según esta definición la cosa es la unidad de la multiplicidad que se da ante los sentidos; unidad que puede ser concebida o como suma o totalidad o estructura; según esta concepción las cosas están más cerca que todas las sensaciones: oímos el golpear de la puerta pero no oímos la sensación acústica; esta teoría se puede criticar desde el deseo de traer las cosas en su inmediatez. Mientras que la primera teoría que hemos mencionado aparta la cosa del cuerpo y lo aleja de manera excesiva, la segunda nos ataca con ella demasiado al cuerpo.[9]
Aquí la cosa no es más una categoría intelectual sino el darse del objeto en la percepción. Si la nota anterior tenía la tendencia a disolver la cosa en una abstracción, esta nota tiende a acercarnos a cuanto hay de más sólido e inmediato, es decir a la sensación. Sin embargo aquí se puede entrever una crítica de Heidegger a la psicología del Gestalt, pues nada hay más lejano y menos inmediato que las sensaciones; no es verdad que nuestra experiencia del mundo comience con nuestras sensaciones y que después se unifiquen, se ordenen y se piensen en los conceptos; las sensaciones solo se pueden alcanzar mediante un proceso de abstracción, a través de una mediación. En este sentido se puede decir que nadie tiene una sensación del rojo sino que ve un objeto rojo; la sensación de lo rojo solo se puede alcanzar mediante un proceso de abstracción, es decir, mediante una mediación.
La tercera teoría que Heidegger nos menciona es la teoría hilemorfista ule morfe, en esta determinación de la cosa como materia ya está puesta al mismo tiempo la forma. Lo permanente de una cosa, la consistencia consiste en que una materia está unida con una forma; “la cosa es materia formada”;[10] la cosa nos afecta en su aspecto (eidoV). Según Heidegger “La distinción de materia y forma, en los más diversos modos, es nada menos que el esquema conceptual para toda la teoría del arte y toda la estética”.[11] Este concepto griego de materia y forma es el que más duración ha tenido a lo largo y ancho del pensamiento occidental y esto nos hace pensar que quizás esta unión de materia y forma no sea la descripción más completa sobre la cosa como originariamente se presenta ante nuestra experiencia. Materia y forma como determinaciones del ente están naturalizadas en lo esencial del útil, del instrumento; cuando decimos que la cosa es la unión de materia y forma la describimos sobre el modelo de  los instrumentos; el instrumento es el nombre que designa lo producido para el consumo y para el uso; el instrumento es lo producido de acuerdo a una determinada estructura a la que le asignamos un objetivo que queremos alcanzar. El artesano le impone a la materia, que es la cosa en su estado natural, una determinada forma que le quiere dar, que le quiere imponer. Desde esta nota que Heidegger piensa respecto a la cosa destaca la noción de cosa.
Se hace necesario notar aquí que cuando Heidegger destaca esta nota para referirse a la noción de cosa en cuanto útil está retornando al horizonte conceptual de lo que había pensado en Sein und Zeit cuando piensa la noción de cosa bajo la categoría del instrumento. En este texto Heidegger llega a la conclusión de que la esencia de las cosas es la instrumentalizad, con ello este autor ha elaborado un concepto de mundo que tiene su centro de apertura y su institución en el ser-ahí; así las cosas en cuanto instrumentos se insertan pacíficamente dentro del mundo instaurado por el ser-ahí; sin embargo en el ensayo sobre la obra de arte, Heidegger ha encontrado que esta no se deja reducir, ni insertar pacíficamente dentro del mundo del ser-ahí. Es más la obra de arte tendrá una parte decisiva en lo que tiene que ver con la apertura y la fundación del mundo. Justamente en esto consiste la importancia de la obra de arte para el desarrollo sobre el discurso del ser, cuestión que tiene que ver necesariamente con la manera como acaece la apertura del mundo y de la verdad en cuanto el ser-ahí se encuentra arrojado[12].
Lo útil es creado por el hombre de la misma manera que la obra es manufacturada por el hombre, sin embargo no contamos a la obra entre las meras cosas. Lo útil ocupa un puesto intermedio entre la obra y la mera cosa; lo útil es creado por el artesano no por el artista. El útil sirve para algo. Solo se hace experiencia del ser del útil cuando menos se los represente, cuando menos se lo contemple porque está ahí vacío, sin que nadie lo esté usando “El ser del útil consiste sin duda en servir para algo”.[13]
La obra de arte no se deja atrapar dentro de un esquema interpretativo que entienda las cosas como meros instrumentos; en este sentido se puede decir que mientras el instrumento se puede insertar dentro de un sistema, la obra de arte está caracterizada por una autosuficiencia, una autoconsistencia que excluye cualquier sistema que quiera forzarla a permanecer dentro del mismo; en este sentido se puede decir que ella siempre excluye un sistema que quiera atraparla exhaustivamente.
Heidegger va a llegar a la conclusión de que lo que tiene de útil el útil se nos va a patentizar por lo que la obra de arte nos revela de él, es el caso de los zapatos de la campesina que pintó van Gogh. Así solo por la obra y en la obra se hizo propiamente visible el ser del útil. La obra de arte patentiza lo que verdaderamente es; el ente sale de su estado de no ocultación de su ser por la obra; el estado de no ocultación de los entes es lo que los griegos llamaban alhteia; lo propio de la obra es que hace patente un ente, luego en la obra hay un acontecer de la verdad, “En la obra de arte se ha puesto en operación la verdad del ente [...] la esencia del arte sería esta. El ponerse en operación la verdad del ente. Pero hasta ahora el arte tenía que ver con los bello y la belleza y no con la verdad.”[14]
Si el arte ha tenido que ver con lo bello, entonces las artes que crean obras bellas son bellas artes, el arte crea lo bello. Si las obras se presentan como útiles, entonces las obras útiles son las artesanías y el utensilio, que es artesanía, es producto del artesano. Si la problemática de la verdad es algo que se plantea desde la lógica poco tiene que ver con la obra de arte, sin embargo si las obras imitan la realidad, si las obras son fiel copia de la realidad, entonces el arte imita la verdad; esta teoría solo puede ser explicable desde la adecuación  latina y propia de la edad media o desde la acepción griega de la omoiosiV aristotélica. Contra esta teoría Heidegger va a asumir una posición crítica diciendo que en la obra no se trata de la reproducción de los entes singulares existentes sino al contrario de la reproducción de la esencia en general de los entes.[15]
Resumiendo esta primera parte se puede decir que es la obra quien revela la cosa, no la cosa quien revela la obra de arte. La obra de arte abre a su modo el ser del ente. En la obra de arte se ha puesto en operación la verdad del ente. El arte es el ponerse en operación de la verdad.
La obra y la verdad.
La propuesta heideggeriana es que se deje descansar la obra en sí, que se deje reposar en sí, ella debe ser abandonada a su reposar en sí; para poder llegar a lo que es la obra en sí misma es necesario arrancar de ella en todas las relaciones que tiene con lo que no es ella misma, para así dejarla descansar por sí misma y sobre sí misma.[16] De esta manera el artista queda ante la obra como algo indiferente; él es como un conducto a través del cual la creación accede por si misma a la obra, y el que una vez que la obra ha sido creada, se destruye, se anula, desaparece a sí mismo cuando se sitúa frente a ella.
La obra como tal únicamente pertenece al reino que se abre por medio de ella, ya que el ser obra de la obra existe solamente en esa apertura. El mundo de la obra se ha desvanecido, desvanecimiento que es un hecho irrevocable, en este sentido se puede decir que las obras ya no son lo que eran; esto hace que la obra que se nos opone para ser contemplada reposa interiormente en sí misma. El reino que la obra instaura es el lugar propio al cual ella pertenece; el ser propio de la obra pertenece al mundo que ella instaura. Lo que acontece en la obra de arte es el acontecer de la verdad.
La tierra, la fisiV es donde el nacer hace a todo lo naciente volver como tal a albergarse. En el nacer es la tierra como lo que alberga.
El templo en pie abre un mundo y a la vez vuelve sobre la tierra que de tal modo aparece ella misma como el suelo nativo.
El templo al estar en píe da a las cosas su fisonomía y a los hombres la visión que tienen de si mismos. Esta visión queda abierta solo mientras la obra es una obra y el dios no ha huido de ella; es el caso de la estatua consagrada al dios, la que lo hace estar presente y que así es el dios mismo.[17] En el caso de la obra literaria, la tragedia no exhibe o representa sino que realiza, actualiza, pone en acción. La obra literaria nace de las leyendas populares y sin embargo transforma estas leyendas populares de modo que cada palabra esencial lleva a cabo esa lucha y pone a decisión lo que es santo y lo que no lo es, lo que es grande y lo que es pequeño.
Cuando una obra se coloca en una colección o en una exposición se dice también que se establece; establecimiento que es erección, es consagración y es gloria, no es la mera colocación, es santificar en el sentido de que lo sagrado se abre como sagrado y el dios es llamado a lo patente de su presencia; en la dignidad y en el esplendor está presente el dios. Erigir significa hacer patente lo justo. La obra descollando sobre si misma abre un mundo y lo mantiene con imperiosa permanencia; ser obra significa establecer un mundo.
¿Qué es eso de mundo? Para responder a la pregunta sobre lo que es el mundo, Heidegger empieza por caracterizar lo que no es el mundo y para caracterizarlo recurre a tres conceptos: primero: el mundo no es lo aprehensible “El mundo no el mero conjunto de cosas existentes contables o incontables, conocidas o desconocidas”.[18] Segundo. El mundo no es lo perceptible: “Tampoco es el mundo un marco imaginado para encuadrar el conjunto de lo existente”.[19] Tercero. El mundo no es un objeto: “El mundo nunca es un objeto ante nosotros que se pueda mirar”.[20]
Trata de responder a la pregunta sobre lo que es el mundo diciendo que el mundo es lo in-objetivable cuando permanecemos absortos en el ser a causa de la muerte y del nacimiento, de la bendición y de la maldición, es decir lo que no se puede objetivar. Dice que el mundo se mundaniza donde hay una decisión esencial de la historia que cae. Sostiene que no tienen mundo pero están sumergidos en él aquellos seres inanimados que están sumergidos en el impulso oculto de un ambiente. Por el contrario sí tiene mundo la campesina porque ella abre lo abierto del existente, apertura que colma de sentido a todas las cosas y con ello, ellas adquieren ritmo, cercanía, lejanía, amplitud o estrechez. Asevera que la mundanización establece un ámbito en el cual y por el cual la trascendencia adquiere un sentido; sentido que es negado o afirmado, sentido que es retenido, conferido o dado, sentido que también puede faltar y ser entendido como una fatalidad.
La obra de arte instaura un mundo, abre un ámbito en el que se pone en libertad “lo que de libre tiene lo abierto”[21]; la obra de arte solo pone en lo abierto si erige un mundo, si establece un mundo “La obra como obra establece un mundo. La obra mantiene abierto lo abierto de un mundo”.[22] Este establecimiento de mundo es apenas un rasgo secundario respecto al que debe ser nombrado en primer plano, es decir el carácter manufacturado de la obra.
El sentido de la manufacturación de la obra. El carácter terráqueo. (Erde). (poiesiV).
El ser obra de la obra tiene una hechura, una manufacturación.[23] La materia prima de que está hecha una obra sirve de soporte a la obra misma: la piedra para la escultura, la roca para el templo, el color para la pintura, el sonido para la composición musical, la palabra para la composición poética; sin embargo la materia prima desaparece para que aparezca realzada en su brillantez la obra de arte; así el brillo de la composición musical, el brillo del color realzado en la obra pictórica, el carácter rústico de la piedra tallada para la construcción del templo, el valor de la talla en  madera, el brillo del mármol en la escultura. La materia prima se retrae y a la par con este retraerse hay un sobresalir que es paralelo al retraerse: “La obra es lo que encubre haciendo sobresalir”.[24] De modo que en la obra se presenta tanto lo uno como lo otro; en este sentido dice Heidegger que “Llamamos la tierra aquello a lo que la obra se retrae y a lo que hace sobresalir en este retraerse. Ella es la que encubre haciendo sobresalir. La tierra es el empuje infatigable que no tiende a nada”.[25]
La obra surge como un mundo que se instaura, pero que al ser instaurado hace la tierra; la obra surge de una apertura en la que se ordena el ente y al ordenarlo lo hace patente y al patentizarlo hace la tierra; haciendo esto podríamos decir que le confiere dignidad y le devuelve su valor a la tierra.
Sin embargo si se quisiera descomponer la tierra en lo que ella es se sustrae en su propio ser, de modo tal que si quisiéramos descubrir lo que de roca tiene la roca, terminaríamos por descubrir lo que ella no es; si se quisiera descubrir lo que de mármol tiene el mármol terminaríamos enfrentándonos a la nada que se patentiza en él; podría decirse que la tierra ama el ocultarse, la tierra ama el ocultamiento, la tierra ama el esconderse.
Heidegger hace la distinción entre el artista que realza la tierra y el artesano que gasta la tierra: “En verdad el escultor se sirve de la piedra, así como el albañil la maneja a su manera. Pero el escultor no gasta la piedra. Esto solo sucede en cierto modo cuando la obra fracasa”.[26] El artista realza la tierra para que ella en su auto-ocultarse, en su retraerse en la obra dé lugar y espacio al aparecer del mundo y de la obra: “El escultor no gasta la piedra. Esto solo sucede en cierto modo cuando fracasa. También el pintor se sirve del colorante, pero de manera que no se gasta el color, sino haciéndolo lucir. También el poeta se sirve de la palabra, pero no como los que hablan y escriben habitualmente, gastando las palabras, sino de manera que la palabra se hace y queda como una palabra”.[27] Hay quien gasta la tierra, sea esta palabra, piedra, color, sonido, etc. y hay quien realza la tierra: el artista realza la tierra, podríamos decir le devuelve su dignidad, su brillo, su color, su sonoridad y hay quien gasta la tierra: aquel que solamente la utiliza para hacer de ella una funcionalidad: el hierro en el hacha, la piedra preciosa en la joya, la madera en la silla, el hilo en el tapete, etc.; en la  obra la materia prima se retrae de tal modo que Heidegger dice que: “En ninguna parte de la obra existe nada de materia prima”;[28] podríamos decir que este retraerse de la materia prima coincide con el aparecer del mundo, con el realce, con el brillo, con la luminosidad que la obra adquiere por sí misma.
Con el mundo y la tierra se han resaltado, según Heidegger, dos rasgos esenciales que caracterizan el ser-de-la-obra: “El establecimiento de un mundo y la hechura de la tierra son dos rasgos esenciales en el ser obra de la obra”.[29] Ambos pertenecen juntamente al ser de la obra, ambos constituyen una unidad; unidad que se había buscado en el reposar en si de la obra; sin embargo dicha unidad no descansa en una quietud, ni en un reposo sino en un continuo movimiento. Sostiene Heidegger que el reposo no excluye el movimiento sino que lo incluye; ambos se exigen mutuamente y se co-pertenecen; a tal tipo de reposo, tal movimiento, sin embargo para explicar esta aparente contradicción entre mundo y tierra en continuo movimiento o lucha, buscada en el ser-en-sí-de-la-obra, en su permanecer en sí, en un reposo, Heidegger explica a qué tipo de reposo y de quietud se refiere: “Si el reposo incluye el movimiento, entonces puede haber un reposo que es una íntima concentración del movimiento, esto es, la más alta movilidad, siempre que la clase de movimiento reclame un tal reposo. El reposo de la obra que reposa en sí, es de esta clase. Nos acercamos a este reposo, si logramos captar en plena unidad la movilidad del acontecer en el ser de la obra”.[30]
Asistir a la lucha primigenia, presenciar la lucha primigenia entre el mundo y la tierra significa captar el profundo reposo en que se encuentra la obra en su ser.
Relación entre mundo y tierra en la obra.
Para Heidegger el mundo es apertura abierta en la decisión simple, sencilla y esencial en el destino de un pueblo;[31] apertura que en Ser y tiempo era un hecho existenciario, aquí sigue siéndolo pero como cuestión histórica y comunitaria, de ahí la afirmación heideggeriana en UK: “En el destino de un pueblo”.[32] Paralela al mundo, Heidegger coloca la tierra en su condición de sobresaliente y a la vez auto-ocultante y salvaguardante. Sin embargo el uno y la otra están siempre en continua pugna aunque se exigen mutuamente; en este sentido Heidegger dice que: “El mundo y la tierra son esencialmente diferentes entre sí y sin embargo nunca están separados. El mundo se funda en la tierra y la tierra irrumpe en el mundo [...] relación que no se deshace en la unidad vacía de lo opuesto que en nada se afecta”;[33] el mundo trata de sublimar la tierra y trata de descansar en ella; el mundo como apertura no permite nada cerrado; la tierra y su tendencia auto-ocultante y salvaguardante tiende a ocultar el mundo.
Heidegger responde a la pregunta sobre cómo entender la lucha que se da entre mundo y tierra; él sostiene y afirma que lo que se da entre mundo y tierra es una lucha; lucha que no es discordia, ni es riña, no es destrucción, no es choque; tampoco consiste en el hecho de que los luchadores se mantienen cada uno en su estado causal, sino que cada luchador se autoafirma en su esencia, “cada uno se entrega a la oculta originalidad de la fuente de su propio ser”;[34] cada luchador autoafirmándose afirma la identidad de su contrario; cada uno autoafirmándose afirma a su opositor, dice Heidegger que: “Cuanto más toscamente se extrema la lucha, tanto más tenazmente se abandonan los luchadores a la intimidad de la sencilla conformidad consigo mismos”.[35] Esta esencia de la lucha, descrita por Heidegger, referida a la contraposición originaria entre mundo y tierra que se da en el interior de la obra de arte suena así: La tierra debe abrirse a lo abierto del mundo si es que quiere aparecer como tierra en su ocultamiento; si el mundo quiere aparecer como tal debe sustentarse en la tierra como algo decisivo, debe fundarse en ella si quiere aparecer como horizonte abierto y como “camino que rige todo destino esencial”.[36]
Un postulado esencial heideggeriano es que la obra establece un mundo y hace la tierra; que en el interior de la obra acontece una lucha entre mundo y tierra; que la obra misma azuza esta lucha para mantenerse en su ser y en su estabilidad, por eso Heidegger llega a decir que: “El ser obra de la obra consiste en pelear esta lucha entre el mundo y la tierra. [...] Por eso en la intimidad de la lucha tiene su esencia el reposo de la obra que reposa en sí”.[37] Por este reposo en la obra de arte se pone en operación la verdad: “En la obra de arte se pone en operación la verdad”.[38] Esto le da pie a Heidegger para decir qué es lo que él entiende por la verdad; antes que nada dice que no es la verdad: primero la verdad suele confundirse con esta o aquella otra verdad. Segundo: la verdad suele confundirse con lo real, con esto o aquello que es verdadero en cuanto real. Tercero: la verdad como adecuación del conocimiento a la cosa, del conocimiento al objeto, del intelecto a la cosa; verdad que puede entenderse como concordancia, y que tiene unas variaciones que a partir de Descartes la piensan como certeza y que descansan en el sentido de lo correcto de las representaciones. En esto no se refleja la esencia de la verdad y justamente se trata de pensar dicha esencia; para pensarla recurre al concepto griego de alhteia y concibe esta no como concordancia, ni como adecuación, ni como lo verdadero, ni mucho menos como lo real, simplemente la concibe como desocultación. Sin embargo la esencia de la alhteia permanece oculta para la cultura occidental desde los griegos mismos.
¿Qué es lo que se esconde detrás del hecho de pensar la verdad como desocultación? Lo que Heidegger quiere recalcar es que no solo se da una traducción de la palabra griega en el hecho de traducirla como desocultación, sino que en ello se da una experiencia que no se traduce cuando se piensa la verdad en los términos de lo correcto o lo adecuado; experiencia que no ha sido experimentada ni pensada en el fondo de esa esencia de la verdad como corrección.[39]
Además insiste Heidegger que cuando se piensa la verdad en los términos de lo correcto y lo que se adecua, lo que se queda sin pensar es que a la base se da una desocultación que como preámbulo determina lo correcto o la adecuación de la verdad que se quiere comprobar; preámbulo que se presenta como una constelación, que en cuanto tal, hace las veces de un horizonte totalizante que sirve de base para toda afirmación correcta, para todo juicio correcto, a este respecto dice que “No solo debe estar descubierto de alguna manera aquello por lo que se rige un conocimiento, sino que también debe presentarse ya como totalidad en lo descubierto todo el reino en el que se mueve este regirse por algo, y asimismo aquello para quien se manifiesta el ajuste de la proposición a la cosa. Con todas nuestras representaciones correctas, ni siquiera podríamos suponer que haya algo manifiesto por lo que nos regimos, si la desocultación de  los entes no nos hubiera expuesto a la claridad, en la cual entra todo ente y de la que se retira”.[40]
Se alcanza a percibir en este concepto de verdad entendido como desocultación la importancia de una conclusión a la que Heidegger había llegado cuando en Ser y tiempo habla del horizonte de comprensión; horizonte de comprensión que es un campo abierto que posibilita la patentización de lo óntico; en otros términos se puede decir que un horizonte abierto hace patente al ente frente al cual se ubica un interprete o el ente que desaparece ante la vista. Horizonte de comprensión, que a la manera de una totalidad, es el presupuesto básico sobre el cual se apoya toda afirmación verificativa.
¿Qué es la desocultación en sí misma? Por mucho que digamos que las cosas son, sin embargo ellas en su ser se nos escapan, ellas solo están en el ser; este ser solo se nos patentiza de modo aproximativo, jamás de modo pleno; patentización que acontece cuando hay un claro en medio del bosque; patentización que siendo aproximativa nos hace patentes las cosas solo a medias como en un juego, en una lucha entre el ser y el no ser, el claro y el oscuro en medio del bosque.
Se podría decir que la apertura instaurada es la claridad que ilumina a todo ente que hace parte de la misma, sin embargo la claridad iluminada por la apertura, la luz arrojada sobre el ente a la par que patentiza, que lo hace patente, lo diluye en un manto de oscuridad; de ahí que solo conocemos las cosas a medias o en el conocimiento de las cosas siempre están en juego la fuerza de los dioses que con su claridad iluminan o la oscuridad del demonio que con sus tinieblas enceguece y oculta, a este respecto dice Heidegger que: “Gracias a esta luz del ente está descubierto en ciertas proporciones que son cambiantes. Empero, solo en el espacio iluminado puede estar él mismo oculto. Todo ente al que hace frente y acompaña este espacio luminoso, guarda este raro antagonismo de la presencia, que reserva siempre al mismo tiempo en una ocultación. La luz dentro de la que está el ente es en sí, al mismo tiempo, ocultación”.[41]
La ocultación puede ocurrir de dos maneras, primero: la ocultación no es jamás un límite para el conocimiento, el ente se niega, se esconde hasta aquel límite en el cual solo se puede decir que es, en este caso la ocultación es la base y el inicio a partir del cual el claro iluminado patentiza el ente.
Segundo. Un ente esconde en su apariencia a otro ente ofreciéndose como otro pero siendo el mismo, en ese caso dice Heidegger se habla de un disimulo: “El ente aparece pero ofreciéndose como diferente a lo que es. Este ocultarse es un disimulo [...] La ocultación puede ser un negarse o un disimularse”.[42]
La iluminación solo puede efectuarse de una doble manera: o como un negarse ya que el ente se niega a sí mismo hasta el punto en el cual simplemente se dice que es o el ente se disimula a sí mismo apareciendo lo que no es cuando en el fondo simplemente es. Dice Heidegger que “La desocultación jamás es tan solo un estado existente, sino un acontecimiento. La desocultación (verdad) no es ni una propiedad de las cosas, en el sentido del ente, ni de las proposiciones”[43]
A la esencia de la verdad, entendida esta como desocultación, corresponde una doble ocultación, bien sea como negarse, bien sea como disimularse; en este sentido Heidegger hace la afirmación cuando dice que: “La esencia de la verdad es la no verdad”;[44] proposición esta que no significa que la verdad sea una falsedad, ni que la verdad no sea ella misma, sino que ello quiere decir que la verdad “es siempre su contrario”;[45] de ahí que si la verdad se niega, hasta el momento límite en el cual del ente solo decimos que es, hay en ello un envío al origen; si la verdad se disimula, cuando decimos que el ente aparece como lo que es siendo otro, ocurre el peligro del extravío. A la esencia de la verdad ocurre una no verdad, en el sentido que ella es en esencia alumbramiento y ocultación; en este sentido en ella se despliega la lucha primigenia: “Son los contrarios de la lucha primigenia. La esencia de la verdad es en sí misma la lucha primordial en que se conquista aquel centro abierto, dentro del cual está, y desde el cual se recoge dentro de sí mismo”.[46]
Nunca nada nos es dado de tal manera que siendo conocido lo sea totalmente; ni nunca nada nos es desconocido de tal manera que no tengamos unos presupuestos para intuir de lo que se trata; la verdad siendo conocida jamás se nos da totalmente de modo que la conozcamos totalmente; la verdad siendo desvelamiento es a su vez ocultación; aunque es desvelamiento ama el ocultarse, por eso el mundo siéndonos familiar jamás lo es plenamente, no totalmente de modo que no quede espacio para una nueva interpretación, ni para el asombro; Heidegger quiere llegar a la raíz del fenómeno aquí descrito y para ello utiliza la expresión de la lucha y del combate diciendo que la verdad es en su esencia lucha y combate primigenia entre el mostrarse y el ocultarse; dice además que esto sucede de modo paradójico en la obra de arte, en el ser de la obra de arte donde se libra una lucha entre mundo y tierra, entre el ocultamiento y el desvelamiento.
Como esta lucha primigenia acontece entre mundo y tierra, Heidegger reitera que el mundo es lo abierto que ilumina toda elección y decisión; el mundo es la indicación a la esencia a la que se ajusta toda decisión; el mundo es la indicación esencial a la que se ajusta todo decidir; sin embargo como es lo no dominado plenamente puede inducir al error; la tierra, dice Heidegger, no es lo cerrado plenamente sino lo que aparece como cerrándose a sí mismo: “La tierra no es simplemente lo cerrado sino lo que aparece cerrándose a si mismo”.[47] Solo de esta manera como alumbramiento del mundo y tendencia a ocultarse de la tierra se da la lucha primigenia y entre estos acontece la verdad: “La tierra solo surge a través del mundo y el mundo solo se funda en la tierra, mientras la verdad acontece como lucha primigenia entre el alumbramiento y la ocultación”.[48]
Heidegger insiste en que es la verdad quien instaura la tierra y establece un mundo y que uno de los modos como la verdad acontece es en el ser-obra de la obra; la obra sostiene dicha lucha entre mundo y tierra.
Lo sagrado patentiza en su ámbito aquello que le pertenece por esencia, el templo se patentiza en el ámbito de lo sagrado porque este instaura un mundo en el que circunda su esencia; a su vez el templo instaura lo sagrado porque en torno a él se mundea el mundo que le es propio a la sacralidad; la obra de arte patentizando el ente particular, patentiza el ente en general. Los zapatos de la campesina en la obra de van Gogh adquieren su plena connotación óntica porque el cuadro instaura un mundo en el que se hacen patentes y con la patentización del ente en particular adquiere plena connotación el ente en general. No es que el templo sea la representación correcta de un espacio cultual como tampoco el cuadro de van Gogh alcance a ser una representación perfecta de la realidad que se quiere representar sino porque la verdad instaura un mundo y una tierra, y entre estos la lucha primigenia que preside todo proceso de ocultamiento y desvelamiento.
Heidegger insiste en el hecho de que en la obra no acontece una verdad sino la verdad, siendo esta la que posibilita el hecho mismo de la desocultación; desocultación que se da como la posibilidad que posibilita la patentización del ente en particular desde el ente en general; patentización que se convierte en iluminación, iluminación que se convierte en lo bello, belleza que solo accede en la forma de la verdad, a este respecto Heidegger dice que “Así se alumbra el ser que se auto-oculta. La luz de esta clase pone su brillo en la obra. El brillo puesto en la obra es lo bello. La belleza es un modo de ser de la verdad”.[49]
La otra cuestión que Heidegger quiere presentar en su ensayo sobre El origen de la obra de arte es la creación de la obra de arte, cuestión que abordará bajo el título La verdad y el arte.
La verdad y el arte.
Heidegger en esta parte del ensayo aborda la cuestión acerca de la creación de la obra de arte; cuestión que hace referencia al artista por un lado ya que este es el creador de la obra y por otro al proceso mismo de la creación, a la producción de la obra de arte: “Pero el ser creado de la obra solo se comprende patentemente partiendo del proceso de la creación”;[50] creación que es pensada como una producción.
Para clarificar la cuestión de la creación de la obra de arte, es decir la producción de la obra de arte, Heidegger se remite a la no muy clara diferenciación entre artesano y artista, entre artesanía y obra de arte; en ello muestra cómo ambos tienen un alto valor por el oficio manual, ambos se esmeran por cultivar su oficio, por sus destrezas manuales: “Los grandes artistas aprecian en extremo la capacidad manual, para cuyo pleno dominio exigen un cultivo esmerado. Mas que nadie se esfuerzan en adquirir siempre de nuevo el dominio en el oficio”.[51]
Haciendo referencia al uso griego de la teknh, teknithz, Heidegger recalca que hay un error cuando en la traducción de ambos términos nombramos indistintamente a la artesanía y a la obra de arte, así como al artista y al artesano, como también hay un error en el hecho de nombrar con dichos términos a lo que hoy entendemos como técnica: “Por habitual y obvia que sea la referencia a la usual designación griega de artesanía y arte con la misma palabra teknh, es, sin embargo, equivocada y superficial, porque teknh no significa ni arte ni artesanía y, menos que nada, lo técnico en el sentido actual”.[52]
Mientras que la producción del artesano descansa en una especie de ejecución práctica, la producción del artista descansa en un saber, saber que hace referencia a la presencia patente del ente destacado de un estado oculto en que se encontraba; saber significa tanto como traer a la vista y hacer presente en lo patente lo que estaba oculto; hecho este que solo se da cuando está a la base la alhteia: “La esencia del saber, para el pensamiento griego, descansa en la althteia, o sea en la desocultación del ente. […] Saber significa haber visto en el amplio sentido de ver, es decir, percibir lo presente en cuanto tal”.[53]
La producción hace provenir al ente de su apariencia a la presencia; la producción es una forma de hacer presente el ente; queda claro para Heidegger que no es la producción artesanal la que explica la producción artística, sino que en la producción artística la producción llega a cristalizarse en su esencia: “Lo que en la creación de la obra parece una confección manual es de otra especie. Esta acción es determinada y terminada por la esencia de la creación y queda incluida en ésta”.[54]
Heidegger en un intento por comprender la esencia de la creación de la obra remite esta creación a la esencia de la obra y sostiene que si se quiere comprender el ser creado de la obra hay que remitirse al ser obra de la obra.
Con esto Heidegger remite a un plano que ha logrado en su reflexión filosófica y que se ha llamado la diferencia ontológica; según esta, el ser no es sino que deviene y acontece en hechos concretos que históricamente se cristalizan en obras; desde esta diferencia ontológica la verdad deviene y acontece; un modo como esta deviene y acontece es en la obra de arte, en el hacer que produce productos de arte que tienen el carácter de producidos: “El devenir-obra de la obra es un modo del devenir y el acontecer de la verdad”.[55] Esto plantea una reflexión que conduce a ver la verdad no como un absoluto eterno e inmutable sino como un devenir que deviene aconteciendo en la producción artística, en el hacer artístico. En virtud de esta relación entre ser y verdad desde la diferencia ontológica pertenece al ser el patentizarse en el ente, pero al patentizarse pertenece a su esencia la lucha primordial del ocultarse y del mostrarse; ella gana el espacio del patentizar que se hace patente en el ente pero a su vez este patentizar se muestra en el ente el cual a su vez tiende a ocultarse: “La verdad es la lucha primordial en que, cada vez de una manera, se conquista lo patente en cuya escena entra y del cual se retira todo lo que se muestra y surge como ente. […] La patencia de lo así patente, es decir, la verdad, solo puede ser lo que es, o sea la patencia misma cuando y mientras ella misa se instala en lo así patente”.[56]
A la verdad pertenece el hecho mismo de que ella misma pueda instalarse en el campo de la lucha; la apertura del ente es quien propicia que la verdad venga a instalarse en dicha apertura por él instaurada; pero a dicha apertura e instalación pertenece además un alumbramiento, hechos estos que son coetáneos, ellos son: “La esencia del acontecer de la verdad”;[57] acontecer que históricamente puede darse de muchas maneras.
Solo la verdad acontece en aquellos hechos que históricamente merecen ser tenidos en cuenta: la fundación de un estado, el sacrificio inicial, el dar la palabra a lo que merece ser nombrado, el interrogar interpelante que nombra el ámbito esencial y problemático del ser; sin embargo dice Heidegger que la ciencia no entra dentro del ámbito del acontecer esencial de la verdad porque cuando ella se atiene al ámbito de lo meramente correcto ya está pisando un terreno sobre el cual ella no ha irrumpido originariamente: “Sin embargo, la ciencia no es un acontecer originario de la verdad, sino el cultivo respectivo de un terreno ya abierto de la verdad y precisamente por medio de la concepción y fundamentación de lo que se muestra en su círculo como posible y necesariamente correcto”.[58]
A la esencia de la verdad pertenece su tendencia a conformarse en el ente y por lo tanto como verdad tiene en su esencia la tendencia a acaecer en la obra de arte, de modo que acaece en esta de manera extraordinaria no solo como ser acaecido sino como ser que acaeciendo se presenta como ser siendo; este ser siendo propio del acaecer de la verdad en la obra acontece de tal modo que la producción de la obra se presenta como la elaboración de un ente que nunca antes había sido, ni nunca será y sin embargo es en sí en su originalidad de tal manera que solo puede ser como es aunque el acontecer de la verdad siempre se presente en ella como un hecho que es siendo y sin embargo jamás lo será plenamente.
La verdad se instala en la obra de tal manera que el ente producido jamás ha sido ni nunca volverá a ser, originalidad de la obra que Heidegger expresa en los términos antes descritos; el artista en su proceso productivo arrastra consigo en su proceso productivo aquello que plasmado en la obra queda patentizado de tal modo que es colocado en lo abierto, en lo manifiesto, en lo visible plasmado por sus manos; cuando la obra se plasma como algo abierto en medio de lo existente, como experiencia de verdad, acaece propiamente la creación.
¿En qué consiste el ser creado? La verdad quiere instalarse en la obra como una lucha entre mundo y tierra; esta instalación de la verdad en la obra genera a su vez no el deseo de ocultarse e instalarse y permanecer así sino ser intuida, leída, interpretada y con ello el deseo de alcanzar siempre la unidad; por eso el ente creado en la obra ha de tener los rasgos propios de la lucha y de la contienda; la apertura de un mundo en la obra coloca al intérprete ante la posibilidad del éxito o del fracaso porque el mundo abierto en la obra es de tal magnitud que en ello está lo inmenso de lo dicho y ante dicha inmensidad cabe siempre la posibilidad de la indecisión.
La obra como tal solo puede ser configurada como un proceso productivo tal que la lucha se convierta en la armazón que va configurando una a una las partes de la obra; lucha que se hace manifiesta en el color, en el brillo pero además en la madera, en la piedra y en la palabra; solo así puede llegar a configurarse la forma como aquel ultimo paso en el proceso productivo. Lo que sea este ultimo paso Heidegger lo define así: “lo que aquí se llama forma, debe entenderse por aquella posición y composición en que la obra es en tanto que se expone y se propone”.[59]
En la tierra queda fijada la desgarradura, la que a su vez se emplea como auto-ocultante, pero a su vez significa una liberación de la tierra; en esta queda fijada la verdad en la forma. Por el contrario el ser útil del útil es visto en función de su utilidad y de su uso.
El ser creado de la obra es clarificado por Heidegger desde dos determinaciones esenciales:
La verdad se presenta como una lucha entre ocultamiento y alumbramiento, ella necesita albergarse en un ente tal que este sea capaz de albergar en sí mismo dicha lucha, la que solo se da en dicho ente a la manera de la lucha entre mundo y tierra; mundo que quiere abrirse, tierra que tiende a ocultarse; tierra que tiende a conformarse, a proponerse y a exponerse en la forma; en dicho ente creado en la obra hay una propuesta para una humanidad históricamente situada, propuesta en la que se evidencia la bendición o la maldición, la gracia o la desgracia; dicho ente creado en la obra genera a su vez desgarradura, él mismo es un desgarrón que se ubica en una contienda entre contrarios; estos a su vez no buscan la asunción del uno en el otro sino que buscan alimentarse de esa unidad originaria que es el origen mismo de la lucha.
Mientras que en el útil su finalidad es el uso, es la utilidad, es decir, ser útil es servir para algo, ser utilizado para algo, ya que el útil es el ente cuya finalidad se ajusta en ser útil, en servir para algo, en la obra de arte se aprecia una experiencia en la que la verdad se patentiza a la manera de una lucha entre mundo y tierra; lucha entre desvelamiento y ocultamiento; la obra de arte es aquel ente que se coloca en una desgarradura en la que los luchadores no buscan tanto que el uno asuma al otro sino la vivencia permanente de un conflicto, generador este a su vez de sentido; se podría decir que la obra es un ente que situado en una desgarradura genera lucha y conflicto; estos a su vez generan sentido y se sitúan en el fondo único que es la obra misma; obra que es una propuesta, una exposición para un mundo históricamente situado y en la que se juega la bendición o la maldición, la gracia o la desgracia.
Mientras que la obra y el útil coinciden en que ambos son producto de la producción, ambos se difieren en el hecho de que el útil se agota en su utilidad y en su servicio, mientras que la obra al ser producida es creada para lo creado, generando con ello su propio realce: “La confección del útil nunca es de inmediato un operar el acontecimiento de la verdad”;[60] además dice que: “El ser acabado del útil y el ser creada de la obra coincide en que constituyen un ser-producido”.[61]
La segunda determinación del carácter creado de la obra radica en el hecho de que mientras que en el útil hay una tendencia al hacerse algo habitual y según esto su ser se desvanece en el quehacer, en la obra jamás puede haber un carácter de habitual de la misma; la ruptura con dicha habitualidad de la obra radica en el hecho que su ser proyecta, arroja luminosidad siempre nueva a su alrededor; el ser de la obra radica en sí misma de tal manera que ella se convierte en un empuje de vitalidad siempre renovada que genera y que proyecta luz a su alrededor; no es que la obra hable de quién, cómo o cuándo la creó, ella habla desde sí misma, ella habla desde su propio ser: “Lo creado no debe testificar que es ejecución de un competente y por ello hacer resaltar al ejecutante ante la consideración pública”,[62] más adelante vuelve a decir: “Justamente cuando es desconocido el artista, el proceso y las circunstancias en que nació la obra, resalta desde la obra y en su mayor pureza ese empuje, ese ‘que es’ del ser creación”.[63]
Heidegger mismo va a resumir las dos determinaciones que caracterizan a la obra de arte cuando dice que: “El ser-creatura de la obra se reveló como el ser fijada la lucha en la forma, a través de la desgarradura. El ser-creatura de suyo es inmanente en la obra y está manifiesto como el empuje de ‘que es’”.[64] Sin embargo dice Heidegger que esta explicación del ser-creatura no agota lo que de realidad tiene la obra; es necesario dar otro paso en el intento por explicar el origen de la obra de arte.
El reposar de la obra en su ser la hace ser de tal manera que siendo lo que es hace que el hombre una vez prueba a habitarla pierde todo tipo de referencia habitual y común y experimenta con ello lo hasta entonces no experimentado; lo habitualmente experimentado se derrumba cuando una vez contemplada la obra se presentan experiencias nuevas hasta entonces no experimentadas; solo desde esta perspectiva es posible responder lo que es la fruición de la obra de arte, lo que la contemplación: “Mientras más puramente está la obra extasiada en lo manifiesto del ente por ella misma abierto, más sencillamente nos inserta en eso manifiesto y al mismo tiempo nos saca de lo habitual”.[65]
La obra se diluye en sus referencias al hombre de tal modo que mientras más finamente esto acontece más cumple su función de ser obra; referencias que se desplazan hacia el ente abierto por la obra; referencias que una vez concretizadas son la base sobre la cual lo habitual entra en crisis y con ello se postulan cosas no habituales, nuevas referencias existenciales.
La obra de arte abre un ente y mientras más se extasía en este ente tanto más nos invita a contemplar lo que ella expone y con ello transforma nuestra visión habitual y ordinaria de la realidad; demorarse en estas referencias, esa es la invitación o si se quiere el reto que la obra lanza; demorarse en la verdad por ella expuesta es la invitación que la obra propone: probar a habitarla, hacer morada en ella.
La contemplación de la obra.
La contemplación para Heidegger se define en los siguientes términos: “Dejar que una obra sea obra”;[66] este dejar ser la obra se relaciona con lo por él anunciado anteriormente respecto a que la verdad de la obra se con-funde en una serie de experiencias y relaciones que están vinculadas con el ente abierto por ella y en estas hacer experiencia de la morada, de la habitación y por otro lado hacer experiencia de la transformación y el cambio.
La contemplación significa estar, habitar, presenciar lo que se hace patente en el ente patentizado por la obra; habitar en la patentización del ente patentizado por la obra; patentización que es un saber, saber que consiste en la permanencia en lo patentizado por la obra de arte; saber que en ningún caso puede confundirse ni con una representación ni con un conocer; saber que más bien quiere decir una dirección respecto al ente patentizado por la obra ya que: “Quien verdaderamente sabe del ente, sabe lo que quiere en medio del ente”.[67]
Heidegger establece una triada entre creador, creado y contemplación de modo tal que una obra no puede ser sin su creador, pero la obra no puede ser tal sin la contemplación; el hecho de que una obra no encuentre contempladores inmediatos no significa que no sea obra, simplemente ella tiene que esperar por ellos, para que ellos accedan a su verdad; pero así como es fundamental que la obra tenga un creador, igualmente es fundamental que una obra tenga contempladores; en este sentido dice Heidegger: “Pero si una obra no encuentra de inmediato la contemplación que corresponde la verdad que acontece en ella, eso de ninguna manera significa que la obra sea obra sin la contemplación. Si es una obra, siempre queda referida a los contempladores aún cuando y justo tenga que esperar por ellos y adquirir y aguardar  el ingreso de ellos a su verdad”.[68] Tampoco el olvido en que pueda caer una obra significa que ella deja de ser tal, un caer en la nada, sino que el olvido es la contemplación que sigue alimentándose de la obra; si una obra es olvidada no significa que ella deje de ser, significa que la contemplación se sigue alimentando de ella: “Aun el olvido en que pueda caer la obra no es la nada. Es todavía una contemplación que se alimenta de la obra”.[69] Lo que significa que el saber es querer y el querer es dirección, hecho este que en Heidegger está relacionado con Ser y tiempo ya que el hombre en su empeño por el ser abre el ente en su ser y al hacerlo desvela el ser del ente; lo fundamental es la apertura al ser y no el hecho de permanecer preso en el ente y con ello iluminar permanentemente el ente desde su ser: “La esencia de la existencia es el soportante estar dentro en separación esencial de la iluminación del ente”.[70]
El ente se patentiza en la obra y el hombre se direcciona hacia dicha patentización propia del ente; hecho este que ocurre no como el salir de una interioridad hacia una exterioridad sino como la permanente actitud resolutoria de permanecer en la iluminación del ente respecto al ser; hecho este que se da como una actitud expositiva propia de la obra; desde aquí Heidegger elabora un tercer elemento de lo que estaría enmarcado dentro de la contemplación cuando dice que: “La contemplación de la obra saber es el sereno estado de interioridad en lo extraordinario de la verdad que acontece en la obra”.[71] para que la experiencia de verdad respecto a la obra acontezca a la manera de una ruptura que rompe los esquemas habituales y para que dicha experiencia rompa con lo ordinariamente percibido es necesario que dicha experiencia de verdad acontezca como un hecho extraordinario, como un hecho que se sale de lo ordinariamente percibido.
En su exposición sobre la contemplación sobre la obra de arte, Heidegger llega a decir que el modo como se puede hacer una correcta contemplación de la obra es a partir de ella misma, a partir de la verdad que acontece en ella; hecho este que tiene su inicio cuando desde lo ordinario en que acontece la existencia del hombre en la obra se capta lo extraordinario, ahí, cuando sucede esto, comienza la verdadera contemplación de la obra de arte. Contemplación que nunca puede ser igual porque nunca puede ser la misma, porque siempre, cuando se hace realmente, se encuentra en un grado diferente respecto al proceso de maduración sobre la misma; contemplación que según Heidegger, no se puede quedar afirmando el mero goce estético.
La pregunta por lo que de cosa tiene la obra lleva a Heidegger a plantear una crítica frente a aquellas tendencias que tienden a hacer de la obra una cosa y al hacer esto a tomarla como algo presente; en este sentido dice Heidegger que: “Ahora ya no planteamos la pregunta sobre lo cósico en la obras, pues, al hacerlo así, tomamos de antemano a la obra como un objeto presente”;[72] la pregunta por lo que de cosa tiene la obra induce a preguntar por la obra como si esta fuera una cosa y no una obra, como si esta fuera un objeto y no una obra de arte.
Dice Heidegger que todo lo que planteó al comienzo de su ensayo El origen de la obra de arte sobre la relación entre la obra y la cosa no fue inútil ya que dicha relación lo llevó a clarificar lo que es la cosa y sobre todo a colocar dicha cuestión en el camino justo; hecho este que es de gran importancia sobre todo si se tiene en cuenta que las concepciones tradicionales y predominantes acerca de la cosa la hacen ciega, la enceguecen para una justa concepción acerca del arte y de la verdad; según esto, ha sido la concepción tradicional de la cosa, la insuficiencia que se da en esta, la que ha llevado a encontrar su insuficiencia frente a una justa concepción del útil, del arte y de la esencia de la verdad.
Para que la cosa sea cuestionada en su justa medida es necesario que esta se coloque en relación con la tierra; que esta muestre su pertenencia a la tierra; sin embargo es en la lucha instaurada en la tierra como la esencia de la cosa en la obra viene a mostrarse en su ser de manera auto-ocultante; si se ha llegado a saber algo de la cosa y del útil a través de la obra es porque en ella está en operación la verdad, la apertura del ente.
Sin embargo lo que se ha estado planteando es la cuestión acerca de la esencia, del origen de la obra de arte, cuestión que ha llevado a Heidegger a reconocer que la obra necesita ser creada y que necesita ser contemplada; que el ser obra de la obra necesita afirmar su ser creatura y su ser contemplada.
Si la obra se determinó como un poner en operación la verdad, entonces la esencia del arte es un poner en operación la verdad;[73] Heidegger dice que esta determinación acontece de dos maneras: primero cuando el arte tiene como función la de fijar la verdad en la forma y esto en la creación cuando produciendo se desoculta el ente. Segundo lo que se pone en marcha en la obra, es decir la verdad, hace acontecer la obra en su ser y esto a la manera de la contemplación; de esta manera el arte se presenta como un devenir y un acontecer de la verdad; según esto, la verdad acontece como apertura que hace vislumbrar el ente no en su existencia habitual, sino en su forma de ser no habitual; la verdad vislumbra lo no manifiesto de lo óntico habitual; en este sentido la verdad procede de la nada;[74] la verdad procede de lo no habitual, en este sentido Heidegger dice que: “En lo existente y habitual nunca se puede leer la verdad. Mas bien solo acontece la apertura de lo manifiesto y el alumbramiento del ente cuando se proyecta la patencia y llega al estado de proyección”.[75]
La poesía como modelo del arte.
Tratando de responder el enigma planteado al comienzo cuando se proponía la circularidad obra, artista y arte al final del texto Heidegger va a decir que la esencia del arte es el poner en operación la verdad; en dicho proceso descansa la obra; todo hecho artístico verdadero lo que hace es poner en operación la verdad, desde aquí Heidegger va a proponer a la poesía como el hecho artístico que por excelencia hace que la verdad acontezca; por lo tanto todo hecho artístico es por excelencia poesía. Si las cosas son así con el arte, con el artista y con la obra entonces aquí se está proponiendo una ruptura con lo habitual, en este sentido Heidegger dice que: “Lo habitual ha perdido la capacidad de ofrecer al ser como medida y de conservarlo”.[76]
La poesía abre un horizonte en el que acontece la iluminación y la armonía, el que es abierto en la desgarradura de la forma y el que ilumina al ente; con esto Heidegger cuestiona el hecho de que la poesía sea solamente producto de la fantasía y de la imaginación, por esto dice que cuando se pone la mirada en lo esencia de la obra y la manera como en ella acontece la verdad del ente, esto pone en duda el hecho de que la poesía solo pueda pensarse “Tan solo por la imaginación y la fantasía”.[77]
De aquí Heidegger va a extraer un doble sentido como puede entenderse la poesía: Poesía con mayúscula[78] va a ser un iluminarse en el que se proyecta la verdad, un advenir la verdad que se realiza propiamente en la obra; es la apertura que se instaura, la iluminación del ente, apertura que se coloca en la desgarradura y desde la cual adviene todo tipo de sentido óntico; este sería un sentido amplio de la poesía. Un sentido restringido de la poesía estaría emparentado con la literatura,[79]  con el quehacer literario, en este sentido Heidegger dice de este segundo sentido que “La literatura, la poesía en sentido restringido, tiene un puesto extraordinario en la totalidad de las artes”.[80]
El lenguaje.
Solo se puede entender el sentido amplio de lo que es la Poesía si se tiene el justo sentido de lo que es el lenguaje; hecho este que Heidegger nos detalla de tal manera que primero nos dice qué no es y luego nos dice qué es.
Qué no es el lenguaje nos lo dice partiendo del presupuesto de que el lenguaje se asocia con el habla, el habla con la comunicación, la conversación, el convenio y el mutuo entendimiento; en este sentido dice que el habla no es solo ni antes que nada una expresión oral ni escrita de aquello que se debe comunicar; tampoco el habla es un medio para difundir lo que se patentiza y encubre  lo que meramente se dice en palabras y proposiciones.
Qué sea el lenguaje nos lo dice cuando se refiere a aquello que descubre el ente y lo coloca, lo lleva a una situación donde queda manifiesto; dice Heidegger que el habla nombra y cuando nombra lleva a la palabra y cuando lleva a la palabra pone de manifiesto, manifiesta; el nombrar partiendo del ente lo lleva a su ser; lo dicho coloca en lo manifiesto y al manifestarlo lo ilumina y al iluminarlo lo proyecta; si el ente al ser nombrado se proyecta todo nombrar más que una invocación es una revocación porque es o un volver a llamar o es un llamar de modo diferente; en este sentido Heidegger dice que “La invocación se convierte enseguida en una revocación, en la sorda confusión en que el ente se oculta y se sustrae”.[81]
Heidegger relaciona el lenguaje, el habla con la poesía cuando dice que la poesía es el decir que proyecta y en la medida en que proyecta desoculta; la poesía dice el ente y cuando hace esto lo proyecta y lo desoculta; luego el decir se da cuando surge históricamente el nacimiento del mundo de un pueblo; porque el decir descubre, desoculta e ilumina el mundo de un pueblo trayéndolo a la luz; la poesía dice lo que de indecible tiene el mundo de un pueblo históricamente dado.
Heidegger aclara que el sentido en que se toma la poesía es tan amplio que se abarca el habla y la palabra; sentido que penetra hasta su unidad interna esencial; pero este mismo sentido deja sin resolver la cuestión acerca de si las diferentes expresiones artísticas y de los diferentes niveles agotan la poesía tomada en su esencia.
Para dar alguna indicación sobre este asunto Heidegger dice que “El lenguaje es Poesía en sentido esencial”;[82] luego nos va a explicar el sentido de dicha relación; en primer lugar va a decir que la poesía en sentido restringido es Poesía en sentido general cuando el habla patentiza el ente llevándolo a la luz, iluminándolo y proyectándolo; si la poesía en sentido restringido acontece en el habla entonces se convierte en Poesía en sentido amplio; sin embargo la arquitectura y la escultura acontecen en el habla de modo inadvertido ya que ellas acontecen en lo ya dicho, no en el decir primero, ellas acontecen en lo ya nombrado no en el nombrar fundante.
Luego nos va a relacionar la puesta en obra de la verdad en la obra con la poesía cuando dice que: “El arte como poner-en-obra-la-verdad es Poesía;[83] que tanto la creación como la contemplación de la obra acontecen de manera poética; que el hecho de que la obra arranque de lo habitual y de lo ordinario hacia lo extraordinario acontecido como apertura instaurada por la obra, en ello se da un hecho patentizante.
“La esencia del arte es la Poesía”[84] porque la Poesía tiene como función instaurar la verdad; Heidegger dice que la instauración se puede entender en un triple sentido: como ofrendar, como fundar, como comenzar; dice que la contemplación en general y que cada modo de contemplar tienen su porpio modo de instauración: “Pero la instauración es real solo en la contemplación. Así a cada modo de instaurar corresponde uno de contemplar”.[85]
Con todo lo anteriormente dicho, Heidegger va a caracterizar la estructura esencial del arte en los siguientes términos: la puesta en obra de la verdad es un impulso en la obra de lo extraordinario de tal magnitud que en ella y por ella lo habitual y ordinario queda abolido; por tal motivo lo que acontece en la obra no se puede deducir de lo establecido ni de lo preestablecido; ella misma establece su propio parámetro, su propia devisa; de ahí que Heidegger diga que “La instauración es una superabundancia, una ofrenda”.[86]
La proyección poética que se origina a partir de la obra de arte es algo que se proyecta hacia los posibles contempladores de la obra de arte, es decir “hacia un grupo humano histórico”.[87] Es la obra que se proyecta en lo que de proyectado históricamente tiene el Dasein; si la obra se proyecta en lo proyectado históricamente por el Dasein, entonces la obra se convierte en fundamento que funda: “La instauración de la verdad no es solo instauración en el sentido del libre ofrecimiento, sino a la vez instauración en el sentido de fundamento que funda”.[88] Si la obra se vuelve fundamento que funda y se esta funda no desde lo ordinario y habitual sino desde lo extraordinario y desde lo no usual, desde ahí la proyección poética brota de lo que no es habitual, es decir brota del no ser, del no del ser.
Si la obra no es lo habitual ni es lo ordinario ni corriente es lo extraordinario y al serlo es lo repentino, lo que surge de repente, es un “Salto desde lo inmediato”;[89] sin embargo este salto desde lo inmediato es algo que ya había sido anticipado por encima de lo venidero; ahora bien como algo que se encubre y no se muestra definitivamente sino como algo adivinatorio, de ahí que: “El comienzo auténtico es ya en cuanto salto un haber saltado, que salta libre por encima de lo venidero, si bien como encubierto. El comienzo contiene ya oculto el final”.[90] Solo esta proyección adivinatoria es la base del proceso productivo adivinatorio sobre el que se funda la creación artística y la producción artística; sobre ello mismo se funda el intento fallido de una obra que fue perfilada y jamás llegó a término o sobre la obra que fue inicialmente bosquejada de una determinada manera pero en su realización experimentó muchas modificaciones; por eso Heidegger llega a decir que: “El auténtico comienzo no es jamás lo que de comienzo tiene lo primitivo. Lo primitivo carece de futuro porque no tiene el salto y el vuelo que ofrenda y funda”.[91]
Donde hay un reclamo del ente en la fundación de lo manifiesto surge el arte, se instaura el arte en su esencia histórica; el arte surge donde surge la necesidad de una fundación manifiesta históricamente; luego Heidegger habla acerca de cómo se presentó este fenómeno a lo largo de la historia de la cultura occidental: el ser se pone ejemplarmente por obra en Grecia, luego la edad media lo traduce como lo creado por Dios, la modernidad lo somete al cálculo y a la medida; en cada uno de estos casos el ser se pone en obra por la obra que instaura una apertura en la que la verdad se manifiesta, en este sentido dice Heidegger que: “Cada vez hubo de instalarse la patencia del ente mediante la fijación de la verdad en forma en el ente mismo. Cada vez aconteció la desocultación del ente. Se puso en operación y quien lo puso fue el arte”.[92]
La historia comienza o recomienza donde hay un empuje del arte; donde el arte acontece como tal se da un empuje que sirve de comienzo o de recomienzo de la historia; pero aclara Heidegger que la historia no es la sucesión cronológica de acontecimientos sino “El emerger de un pueblo a la misión que le es dada como un sumergirse en el medio que le es dado”.[93]
Heidegger ya al final del ensayo El origen de la obra de arte va a hacer una síntesis de lo propuesto a lo largo de sus páginas: el arte pone en obra la verdad; el arte es histórico y como tal es la contemplación creadora de la verdad en la obra; el arte acontece como Poesía en cuanto instaura un mundo históricamente dado, es Poesía en cuanto funda la historia en una determinada dirección; el arte permite brotar la verdad, de ahí surge la contemplación que instaura en la obra la verdad del ente.
El arte es en su esencia origen porque de ella nace la obra, el creador y quien la contempla; el arte es una manera extraordinaria de llegar a ser la verdad y hacerse histórica; cuando Heidegger pregunta por el origen del arte está preguntando sobre la posibilidad de si el arte puede o no llegar a ser origen de la existencia histórica y bajo qué condiciones puede llegar a serlo; con esto se está preparando el camino para la evolución del arte.
Epilogo.
El texto solo es la preparación para ver el enigma, no es una solución al enigma, por eso Heidegger va a decir en el epilogo que la tarea que queda por realizarse es la de ver el enigma.[94]
Otro elemento que Heidegger quiere recalcar en el epilogo de su ensayo es el que tiene que ver con la muerte del arte; el arte muere cuando como vivencia se lleva a la forma; vivencia que consiste en la consideración del arte como aisqhsiz, como percepción sensible; por eso Heidegger llega a decir que: “Sin embargo, quizá es la vivencia el elemento en que muere el arte”;[95] si el arte muere, entonces se pregunta Heidegger si vale la pena seguir hablando del arte como un valor eterno y de las imperecederas obras de arte.
Lo que Hegel quiere decir con su expresión no es que no volverían a surgir después de él nuevas expresiones artísticas, en este sentido dice Heidegger que “No se puede uno zafar de esta proposición y de todo lo que está tras de ella argumentando contra Hegel: desde que la estética de Hegel fue expuesta por última vez en el invierno de 1828-29 en la universidad de Berlín hemos visto surgir muchas y nuevas obras de arte y direcciones artística. Esta posibilidad no ha querido negarla Hegel”.[96]


Segundo ensayo[97].
La obra y la cosa.
El texto de Heidegger se divide en cuatro partes: la obra y la cosa[98], la obra y la verdad[99], la verdad y el arte[100], y el epílogo[101].
En la primera parte, intitulada la obra y la cosa[102], Heidegger va reemprender la problemática inherente a la noción de cosa. En este sentido conviene recordar que Heidegger en Ser y tiempo había llegado a la definición de cosa desde una triple perspectiva: la simple cosa, la cosa en cuanto objeto y la cosa en cuanto instrumento, vamos a explicar brevemente esta triple división para poder comprender la riqueza del aporte del texto que estamos analizando[103].
La simple cosa es la primera acepción allí desarrollada, con ello Heidegger se refiere a aquel cúmulo de cosas con las que ordinariamente nada tenemos que ver pero que hacen parte de nuestro camino, una simple tapa de gaseosa tirada en el camino por donde vamos, una flor arrojada en el pavimento y que todos los carros pasan sobre ella, etc.
La segunda acepción que allí desarrolla se refiere a las cosas en cuanto hacen parte de mi existencia, las cosas en cuanto hacen parte de mi proyecto existencial o en cuanto hacen parte de mi vida; en este sentido habría que decir que la flor que la persona amada me regala, no es una simple flor, como la tirada en la vía, en el ejemplo anterior, sino que es una flor que tiene sentido para mí; la flor que está en el florero de mi habitación y que mi madre todos los días cuida para mí, es una flor que tiene sentido en cuanto cobra una significación especial para mi existencia. En este sentido Heidegger nos hará comprender que las cosas son en cuanto vienen a formar parte de mi proyecto de vida, en cuanto hacen parte de mi existencia; las cosas vienen al ser, es la expresión que Heidegger utiliza en la mencionada obra[104].
Finalmente Heidegger desarrollará un tercer sentido de cosa: la cosa como instrumento, útil o utensilio[105]; en este sentido sostiene nuestro autor que la cosa hace parte de un uso específico, la cosa es desarrollada con una finalidad específica, finalidad que se propone como el servir para algo; en última instancia hay que decir que el utensilio, el útil o el instrumento sirve para algo. Cuando nos situamos frente a una cosa que no sabemos para qué sirve la pregunta que hacemos a las personas que la saben utilizar es ¿Para qué sirve? En este sentido Heidegger sostiene que la cosa hace parte de un mundo de referencias, hay un referente al cual nos referimos para comprender para qué o en qué sentido utilizamos una cosa, qué uso le damos a una cosa. Desde aquí Heidegger comprenderá que los puntos de referencia, que los horizontes de comprensión son lugares específicos desde los cuales comprendemos el mundo y desde los cuales el mundo se nos hace asequible.
Pero queda una cosa por comprender y que este autor no alcanzará a desarrollar en dicho texto ¿Cómo se opera la apertura del mundo? ¿Cómo se me hace asequible el mundo? Porque el mundo es aquello que ya me antecede, es aquello a lo cual yo siempre tengo que referirme cuando deseo comprender algo, cuando deseo situarme en él.
Con estas inquietudes en la mente, Heidegger desarrollará en su texto El origen de la obra de arte, la reflexión sobre la cosa y la obra; aquí igualmente hablará de la cosa desde una triple acepción: la cosa en cuanto sustancia y accidentes, es decir, la cosa en cuanto relación; la cosa en cuanto algo sensible y la cosa en cuanto materia y forma; tratando de desarrollar este discurso, Heidegger recurrirá a la tripe concepción de cosa desarrollada en la tradición: hypokeimenon, hilemorfismo y la teoría sensualista. Igualmente en el desarrollo de este discurso, Heidegger se estará moviendo dentro de lo que podríamos llamar una visión histórica, veamos brevemente la cuestión.
En el desarrollo de la consideración de la obra como cosa, Heidegger tomará primeramente la teoría sustancialista o la teoría que considera la obra como sustancia y accidentes o como la cosa y sus notas características[106]; la cosa se explica en base a sus características o a las notas que la explican; así lo que explica el mármol es su dureza, su consistencia, su brillo, su color, etc. Ahora Heidegger replicará a esta teoría que la atención se centra no en la cosa en cuanto tal sino en sus notas, en sus características; con ello se está haciendo injusticia a la cosa porque no se está centrando en el asunto mismo sino en lo que lo caracteriza. Una interpretación de la obra de arte que estuviera basada en esta concepción se centraría en las notas que caracterizan la obra de arte pero no en la obra misma.
Cuando Heidegger hace una crítica a esta concepción, está haciendo una crítica al neokantianismo predominante en su tiempo, ya que según este, la cosa se explicaba desde las relaciones que esta establecía; una cosa es en cuanto establece relaciones, pero estas son las que definen a la cosa, evidentemente para esta concepción, la cosa se diluye en sus relaciones pero no en la cuestión misma.
Ahora hay que hacer notar que además Heidegger está enfatizando una época histórica precisa del pensamiento occidental: la época medieval que enfatizó de manera prominente la cuestión sustancialista.
La segunda explicación que Heidegger aborda es la sensualista[107], en este sentido Heidegger dirá que lo que intentamos captar de la obra lo captamos a través de los sentidos, son los sentidos los que nos dan la primera imagen de la obra: en este sentido Heidegger se referirá a la escucha del motor de un auto, se referirá al tacto en el carácter macizo de un pedazo de mármol; los sentidos nos llevarán a la inmediatez de aquello que queremos aprender.
Sin embargo esta teoría se muestra insuficiente en cuanto nada hay de menos inmediato que lo que captamos por los sentidos, en cuanto los sentidos necesitan siempre de la mediación de algo para aprehender aquello que se quiere captar: así, siguiendo con el mismo ejemplo propuesto por Heidegger, no captamos el sonido sino está de por medio el motor de Audi o del Mercedes, no captamos lo duro sino a través de la mediación del mármol; no captamos lo rojo sino a través de un objeto rojo. Si quisiéramos aprehender los sonidos  en su estado más puro o los colores o lo táctil en su estado más puro, tendríamos que recurrir a un proceso de abstracción donde la cosa se pierde o se diluye en lo que intentamos captar.
En este sentido, dice Heidegger, esta teoría intenta alejarnos, en vez de acercarnos a la cosa misma, a la obra misma, de modo que igualmente se presenta como insuficiente.
Ahora en esta teoría Heidegger está haciendo referencia a un momento preciso de la historia del pensamiento, se está refiriendo a la teoría acuñada por Baumgarten el padre de la estética, y cuando este acuña el término recurriendo a la aisthesis, a la sensibilidad, a lo sensorial; en este sentido es necesario recordar que cuando este autor acuña el concepto de estética está releyendo el concepto griego aisthesis dentro de un nuevo contexto, está como se sabe recurriendo a un neologismo.
La tercera noción de cosa que Heidegger toma es la de materia y forma[108]; en este sentido la cosa se presenta como materia conformada, la materia adquiere una forma que la con-forma; los contornos de la materia le son dados a partir de la forma que le quiera dar el artista; en este sentido la obra adquiere una gran vecindad con el utensilio pues lo útil se elabora desde una materia que adquiere una utilidad precisa.
Llegados a este momento preciso, Heidegger retorna al punto de llegada al cual había arribado en Ser y tiempo: la cosa como instrumento. Nota característica en el proceder pedagógico de Heidegger es el irse moviendo en círculos, realizando la circularidad en la interpretación, recurriendo como se sabe al círculo hermenéutico.
Pero por otro lado Heidegger está haciendo una crítica a la teoría de la Gestalt que imperaba en su tiempo y que era afirmada especialmente desde la psicología, se la conocía como la Gestaltpsychologie; según esta, los sentidos captan la realidad de manera desordenada y la mente trata de organizarlos a partir de una estructura, la mente los estructura dándoles un orden.
La época de la historia a la que Heidegger se está refiriendo con esta teoría es a la platónica, pues esta teoría, basada en las ideas[109] y las cosas, fue leída posteriormente como la materia y la forma; quizás sea esta la teoría que más ha predominado, a lo largo de la historia occidental, para tratar de explicar el ser de la obra de arte, baste recordar la teoría de la formatividad de Pareyson y la teoría de Benedetto Croce, así como las teorías afirmadas desde el idealismo.
Pero al desmontar estas tres concepciones sobre la cosa referidas a la obra de arte ¿Desde dónde va Heidegger a interpretar la obra de arte? Para hacerlo va a recurrir a la famosa obra de los zapatos de campesina de Van Gogh[110]; desde ella nos va a desvelar el misterio de la obra, la cosa, el mundo y la tierra, veámoslo brevemente.
Lo primero que Heidegger elige son un par de zapatos y para hacerlo no elige unos cualesquiera sino los que Van Gogh pintó tantas veces en sus cuadros; lo primero que Heidegger describe en ellos es su aspecto físico: las suelas gastadas, los cordones, los pedazos de tierra incrustados en su suela, la boca que da acceso a su interior; cuando Heidegger hace esto, está describiendo el aspecto físico de los mismos, podríamos decir que está describiendo su aspecto terráqueo; pero inmediatamente pasa a describir lo que acontece en torno a dichos zapatos de campesino: la época estacional del año, la manera como son usados, el pan, el abrigo de la casa, la aldea, el campo; en otros términos se puede decir que Heidegger sobre el aspecto terráqueo construye un mundo; así de una obra de arte, buscando el sentido de lo que es una cosa, Heidegger va a dar con dos de los conceptos claves de su obra: tierra y mundo; la obra desvela el ser de la cosa, el ser de la cosa surge de la lucha entre mundo y tierra, el mundo emerge de la tierra, la tierra se retrae para dejar aparecer el mundo. Este es el ejemplo que coloca en la primera parte de su texto.
En la segunda parte de su texto, el ejemplo es una obra de arte no pictórica sino arquitectónica: un templo antiguo[111], su construcción evoca el carácter físico, el carácter terráqueo; pero el templo ya no va a evocar un mundo que se puede traer del interior de la obra, sino un mundo que se puede rastrear en el interior de la obra, un mundo que se puede rastrear históricamente. Pero también en este segundo ejemplo es posible rastrear la lucha entre mundo y tierra; mientras que la tierra es la construcción misma levantada en medio de lo espeso del bosque, encallada en zona rocosa, el mundo es aquello que evoca, un pasado dedicado a los dioses, un lugar sagrado, una divinidad enraizada en el lugar mismo, el culto, un pueblo que rinde culto y que descubre la grandeza de lo divino.
Para que este segundo modo de ver la lucha entre mundo y tierra se haga más evidente, nosotros tenemos dos ejemplos que nos pueden ayudar a entender lo que Heidegger nos quiere dar a entender: en nuestro Parque de Berrío tenemos dos obras, una el templo de la Candelaria, la otra es la Gorda de Botero; el templo de la Candelaria es una construcción que data del siglo XVII, tiene unas determinadas características que podemos apreciar: tres puertas de frente, el atrio, el campanario, tres torres, una puerta lateral, tres naves en su interior, el coro, el altar central y varios altares laterales, etc., etc., este templo constituye en la obra de Heidegger el ejemplo que coloca en la segunda parte de su texto y esta descripción corresponde al carácter terráqueo de la obra, ahora si queremos rastrear el concepto de mundo tenemos que pensar en lo que el templo evoca, el culto a la divinidad, lo divino habita en él, lo sagrado se construye a su alrededor: las velas, las novenas, los escapularios, las imágenes, incluso lo profano es decir las películas de pornografía que venden en los alrededores del templo son vistas con relación a lo sagrado que instaura el templo, etc., pero también hace parte de este mundo las muchas generaciones de personas de Medellín que se han criado en él, los campesinos que venían a dejar sus cabalgaduras allí cuando nuestra ciudad no conocía los medios actuales de transporte, cuando empezó el tranvía, cuando llegó el primer automóvil a nuestra ciudad, cuando el lugar en donde está el edificio de la bolsa estaba la casa cural, cuando el pasaje Boyacá era una vía por donde podían circular los carros, etc., todo esto evoca el mundo que gira en torno al templo; lo que Heidegger nos intenta decir es que hay obras que nos evocan un mundo histórico, un mundo que nos precedió y que podemos rastrear sus vestigios, sus huellas en lo que aún queda de ellos.
Por otro lado está la Gorda de Botero, la descripción física o terráquea puede describirse así: el cuerpo de una mujer que no tiene manos, ni pies, ni cabeza, además tiene dimensiones colosales, está tallada en mármol verde ¿Qué nos evoca? Que no tiene pies y al no tener pies no tiene rumbo, que no sabe hacia dónde encaminar sus pasos, que no tiene una dirección concreta, que no sabe hacia dónde ir; pero también nos puede estar evocando lo que sería una mujer que es solo cuerpo, que no tiene adornos porque no tiene donde mostrar sus adornos: faltan las manos para exhibir unas pulseras o anillos o relojes; falta la cabeza para exhibir un bello peinado, un maquillaje, unos aretes, un bello corte de cabello; faltan los pies para exhibir unos hermosos zapatos, un buen arreglo de uñas, unas sandalias; simplemente un cuerpo de mujer con proporciones colosales, un cuerpo como los demás, sin identidad, sin nombre, un espacio, un lugar que le pertenece a cualquiera, un lugar que me pertenece, un cuerpo como el de cualquier mujer que es simplemente una mujer. La obra evoca un mundo que podemos extraer de ella.
Mientras que en el primer ejemplo nos encontramos con un mundo histórico que se puede rastrear, en el segundo ejemplo nos encontramos con un mundo que podemos evocar; mientras que en el primer ejemplo la obra nos lleva del presente al pasado, la segunda obra nos lleva del presente al presente en sus múltiples posibilidades y acepciones.
Un tercer ejemplo intermedio entre los dos mencionados lo puede constituir la estación del metro; la descripción terráquea nos habla de una gran masa de concreto que alberga en su interior a miles de personas que necesitan desplazarse de un lado a otro de la ciudad; en el interior de la estación se refleja una imagen de la ciudad: un lugar limpio, un espacio donde se puede esperar, un lugar donde se puede tomar un café mientras se espera a alguien, un lugar donde se baja la voz en el momento de conversar, lugar donde se reúnen los diferentes rostros de nuestra gente: los niños, los obreros, los estudiantes, los profesionales, las mujeres, etc.
Ahora el sistema de transporte metro también evoca la novedad de nuestra cultura, el desarrollo de nuestra cultura; mientras que hace cincuenta años la imagen que caracterizaba la cultura paisa era la imagen del arriero y de la mula: el hombre que calzaba alpargatas, poncho, carriel, sombrero, mulera, machete, etc., hoy el sistema metro es la imagen que caracteriza la pujanza de la cultura paisa, hoy por todas partes la imagen que caracteriza a nuestra ciudad y a nuestra cultura es la imagen del sistema de transporte metro; incluso de muchas partes del país las personas quieren desplazarse a nuestra ciudad simplemente para darse un paseo utilizando el medio de transporte mencionado.
Lo problemático en estos casos es la apertura ¿Cómo acontece la apertura en ambas obras? Acontece a la manera de una iluminación, de un abrirse, de un despejar; el concepto que Heidegger utiliza es desvelamiento y es el concepto que él utilizará para designar la verdad, la aletheia; la verdad acontece en la obra a la manera de desvelamiento, de desocultamiento; desvelamiento y desocultamiento que se da a la manera de una continua y progresiva iluminación, de una continua clarificación.
 En una conferencia que Heidegger pronunciara posteriormente intitulada “La cosa”[112] se puede rastrear esta doble dimensión acerca de la manera como trata el problema de la cosa; allí utiliza el ejemplo del cántaro para darnos a entender lo que es una cosa y lo que constituye su esencia.
Hace referencia al cántaro como útil, en este sentido menciona que la utilidad del cántaro está en conservar un líquido depositado en él, pero también en donar el líquido cuando es servido para beber; la utilidad del cántaro se puede apreciar cuando de él sale el vino que sirve para la ofrenda sacrificial o cuando se vierte en las copas para brindar, incluso cuando dona el agua para calmar la sed; hace referencia al material con que es hecho, al barro o la arcilla, es decir lo terráqueo; hace referencia al artesano que lo fabricó, que le dio forma, que conformó la arcilla o el barro.
El texto va a mencionar, como en El origen de la obra de arte, la relación mundo tierra, pero también menciona otros referentes que no se habían tenido en cuenta en el mencionado ensayo[113]; en este sentido habla de la distancia y de la lejanía y de cómo los medios técnicos que empiezan a surgir acortan las distancias, pero igualmente menciona cómo lo más lejano a veces es lo más cercano y lo más cercano es a veces lo más lejano; da la impresión de que la cercanía que nos propician los medios técnicos a veces no es real, ni la cercanía que nos propicia el objetivismo, ni la que nos propicia el empirismo; en cambio la cercanía de lo más cercano, como es el cántaro, donde depositamos el agua o el vino, se nos hace lejanía cuando meditamos en su verdadera esencia; el círculo hermenéutico entre cercanía y lejanía que Heidegger menciona en el texto hace parte de nuestra vida diaria.
El texto es interesante porque nos coloca frente a la problemática de mundo y tierra, frente a la disputa que se establece entre estos elementos, pero también frente a doble vía desde la cual sea posible leer el mundo instaurado en torno a la cosa: un mundo que se instaura alrededor de ella: el del sacrificio, el de la ofrenda, el de la donación, el de la fiesta, el de la charla; pero también el mundo de la historia, el de la evocación. En este sentido y en este caso, Heidegger  evoca la etimología de lo que el cántaro es como cosa y recurre a las palabras que en el antiguo alemán servían para designar la cosa, a la manera como los griegos designaban la cosa, lo mismo que los latinos, así como los franceses, los ingleses, etc[114].,
En todo esto da la impresión de que detrás de todas estas interpretaciones sobre lo que es la cosa, Heidegger tiene una doble intención, por un lado hacer una crítica a la tendencia cada vez más creciente del positivismo y el objetivismo, corrientes que han querido reducir la cosa a la mera objetividad, medición, cálculo; en este sentido, en el citado texto, Heidegger menciona al comienzo, el temor de la humanidad a la bomba atómica, a la explosión nuclear y hay una referencia a que esa explosión ya se dio hace tiempo, hecho que inmediatamente no explica, pero luego más adelante se refiere a que ese temor a la destrucción acontece en la destrucción que la cultura occidental ha hecho al reducir la cosa a mero objeto positivo, a mero dato cuantificable[115]. En esta misma dimensión Heidegger menciona cómo mira la física el interior vacío del cántaro, y cómo esta, desde el factum, hace una interpretación de él.
Por otro lado Heidegger nos quiere devolver la mirada que perdimos respecto a nuestra manera de ver las cosas y llevarnos a la manera como los griegos veían e interpretaban el mundo desde la cosa. Mirada que perdimos porque la metafísica nos acostumbró a verla desde su óptica; mirada que se quedaba en lo meramente óntico, pero que no daba el salto a lo ontológico, al ser de la cosa.
Heidegger en Ser y tiempo, texto de 1926, inicia la discusión sobre lo que es la cosa, desde esta da el salto a lo que es el mundo y este entendido como un existenciario; en El origen de la obra de arte, texto del año 35-36, Heidegger encuentra que la cosa tiene un lugar privilegiado en la obra de arte, la obra de arte desvela el ser de la cosa; siguiendo el camino iniciado en Ser y tiempo la cosa nos lleva a la noción de mundo; el mundo aquí ya no es meramente un existenciario, el mundo es un hecho histórico, una epocalidad; en este texto introduce la noción de tierra y muestra cómo en la obra de arte se instaura una lucha entre mundo y tierra, y todo esto teniendo como trasfondo la cuestión acerca de la cosa. En el texto de los años 50, Heidegger retoma la cuestión de la cosa; en él hablará básicamente de las inquietudes que se iniciaran con Ser y tiempo, que luego retomara en El origen de la obra de arte; aquí continuará la discusión con el positivismo y el empirismo, retomará la discusión con la manera como la metafísica nos ha enseñado a ver el mundo, nos llevará a ver la cosa a la manera griega e introducirá un tema que estaba presente en los textos anteriores de modo muy somero: el de la cuadratura o cuaternidad, y que es algo que ayuda a complementar el tema del mundo y de la tierra, aquí en este sentido hablará de lo humano y lo divino. Estos cuatro elementos de una u otra manera ayudarán a complementar lo que apenas había quedado mencionado en los dos anteriores[116].

El concepto de mundo en Sein und Zeit.
Heidegger en Sein und Zeit desarrolla el concepto de mundo tratando de clarificar lo que es una cosa; en este sentido, para desarrollar dicho concepto, comienza trabajando la noción de instrumento o de útil, pues un instrumento o un útil es una cosa.
Heidegger ve que el útil hace referencia en primera instancia a la utilidad[117], es decir, al fin para el cual fue hecho; utilidad que trata de responder a la pregunta ¿Para qué fue hecho? ¿Para qué sirve? Y en este sentido se podría decir que el útil es aquello que fue hecho para servir, aquello que fue hecho para algo, aquello que fue hecho para desarrollar una función.
Heidegger recalca que la utilidad del útil hace referencia a un horizonte que ya ha sido creado; el útil hace referencia a un horizonte que ya está creado previamente y que por lo tanto es de dominio común la utilizabilidad del útil; en otros términos podríamos decir que la utilizabilidad del útil precede al útil. Esto se podría ilustrar con un ejemplo, cuando alguien pregunta ¿Para qué sirve un martillo? Otro puede responder “todo el mundo sabe para qué sirve un martillo”, con esta afirmación se hace referencia al hecho de que es de dominio común el hecho de para qué sirve el útil martillo, al hacer referencia a este dominio común se quiere recalcar el hecho de que ya existe un consenso común acerca de para qué sirven los útiles.
Heidegger ve por otro lado que el útil o el instrumento hace referencia a la persona que lo utiliza; podríamos decir que cada útil tiene como referente de la utilizabilidad a la persona que lo utiliza.
En este sentido si la pregunta que determinaba el fin del útil era ¿Para qué sirve? Ahora la pregunta determinante sería ¿Quién utiliza el útil?[118] Y en este sentido nos damos cuenta que siempre hay alguna persona que utiliza los útiles o los instrumentos; si nos atenemos al ensayo sobre El Origen de la obra de arte y respecto al útil representado en la obra de Van Gogh, los zapatos de campesina, necesariamente tendríamos que decir que los zapatos representados en la obra son utilizados por una campesina, son usados por una campesina; en el caso del martillo este es usado por quien martilla: zapatero, carpintero, maestro de obra, etc., etc.
El hecho de que sea siempre una persona quien utiliza el útil va a estar acompañado por la confianza que la persona deposita en los útiles, el ser de confianza, el confiar siempre en que las cosas van a ir siempre bien cuando los útiles desempeñan su función[119]. Ser de confianza que cuando llega el momento y falla el útil, nuestro mundo tiende a convulsionarse, a desestabilizarse: en este sentido, si al carpintero le falla el martillo y no tiene otro de repuesto a la mano, además que no tiene con qué comprar otro inmediatamente, su confiabilidad en el mundo inmediatamente vendría causarle un problema que podría ser mayúsculo si ponemos el caso de que tuviera que entregar un trabajo inmediatamente; es el caso del conductor que teniendo que entregar a tiempo un determinado cargamento, su útil no le respondiera en el momento en que debe utilizarlo.
Aunque el útil hace referencia a quien lo utiliza y la utilizabilidad hace referencia a la confiabilidad que depositamos en las cosas, sin embargo aquí lo que está de por medio es que nuestro mundo hace referencia a la confiabilidad; habitamos un mundo porque confiamos en él; Heidegger muestra, en el texto mencionado, que la campesina deposita su confianza en los zapatos que se pone todas las mañanas para ir a trabajar; que los zapatos le hacen confiable un entorno y que mientras menos los sienta al trabajar, al ir y venir, más confiabilidad pone en ellos o mejor aún ahí está la confiabilidad depositada en ellos. La cuestión es importante porque la verdadera obra de arte, tiende a hacernos por un lado más confiable el mundo pero también puede suceder o de hecho sucede que hay obras que desestabilizan nuestra noción habitual de mundo, hay obras que nos llevan a cuestionar nuestra noción habitual de mundo; de ahí que hay obras que causan un impacto, un shock, una violenta sacudida en quien las interpreta.
Heidegger colocará sobre el tapete otra cuestión que hace referencia al útil: el material con que es hecho cada útil; material que en cada útil es diferente de acuerdo a la finalidad para la cual es creado y a la utilizabilidad de la persona que lo utiliza; él mismo lo menciona en el ensayo antes mencionado, cuando hablando sobre los zapatos de la campesina, habla del material con que fueron hechos[120], haciendo referencia al hecho de que si hubieran sido hechos para otras ocasiones tendrían una textura diferente; así podríamos decir que los zapatos de la campesina en la obra de Van Gogh son de un material diferente a los zapatos de las bailarinas en las obras de Degas; el martillo que usa el carpintero es de material diferente al que utilizan los conductores para medir el nivel de aire en las llantas, mientras que el primero es forjado en hierro, en el segundo es hecho con caucho.
Uno podría hacerse la reflexión diciendo que es la utilizabilidad quien determina el material con que es fabricado el útil; el útil es quien determina el horizonte de comprensión desde el cual debe entenderse su utilizabilidad o es al contrario ¿Es la utilizabilidad quien determina el horizonte desde el cual debe comprenderse el útil, es la necesidad de hacer algo quien determina la necesidad de fabricar cosas que respondan a dichas necesidades? ¿Es el hombre quien sabe leer necesidades, materiales y usos o finalidades?
Heidegger no va más allá de estas preguntas, no es su intención responderlas, simplemente su intención es mostrar que el mundo está conformado por cosas, que la problemática inherente a la cosa se resuelve desde la consideración de lo que es el instrumento o el útil; respecto al útil, más allá de mostrar el material, la utilizabilidad o la persona que lo usa, su intención es mostrar como la cuestión respecto al útil se resuelve en “la referencia”, en el “re-mandar”; en este sentido se puede decir que el ser del útil es remandar, hacer referencia, enviar a otro espacio diferente a lo que él es pero relacionado con su ser.
Heidegger, más allá de esto, nos va a mostrar cómo el campo de la significatividad es el ámbito propio desde el cual podemos responder no solo a la cuestión de cosa en cuanto instrumento, sino a la noción de mundo[121]; en este sentido se puede decir que lo más propio del mundo es que instaura un ámbito de significatividad; en el mundo todo adquiere significación, en el mundo todo es significativo siempre y cuando haga parte de la significatividad instaurada por el hombre. Justamente por esto que acabamos de mencionar, se puede decir que el mundo es un existenciario, una característica propia del hombre o como diría Heidegger el mundo es una característica del ser-ahí, el término que él menciona es el Da-sein, el ser-ahí es un ser-en-el-mundo o lo más propio del ser-ahí es ser-en-el-mundo.
El mundo es algo instaurado y previo al ser-ahí, así como la utilizabilidad es algo previo al útil; uno podría decir que el ser-ahí es un ser arrojado en el mundo porque el mundo es algo que le es previo y algo que ya está instaurado en el momento de situarse en él.
En Sein und Zeit el paradigma respecto al concepto de cosa entendida como instrumento o útil lo constituye el Símbolo porque en este se unifican tanto el re-mandar como la significación[122]. El re-mando en el símbolo se convierte en la significación, se presenta una coincidencia de los dos elementos. En parte podríamos decir que el sentido de la obra de arte incluye tanto el remandar como el significar, la obra de arte en la medida en que remanda significa. Muy probablemente esta sea la dimensión desde la cual Gadamer trata el tema del arte en La actualidad de lo bello, sobre todo cuando toca el tema sobre la dimensión antropológica del arte.
El concepto de mundo en Ursprungs des Kunstwerkes.
Lo primero que uno podría pensar cuando se trata de auscultar el mundo de la obra de arte sería pensar en el mundo en el cual la obra de arte nació, es decir, pensar en el contexto histórico que vio nacer la obra de arte; incluso se podría pensar que el mundo propio de la obra es el mundo económico, social o político que generó la obra de arte. En este mismo sentido se podría pensar que tal vez sea el autor, el artista que elaboró la obra de arte el punto de referencia desde el cual se nos hace patente el mundo de la obra de arte.
Cuando esto pasa la objeción más inmediata que se podría hacer  es que existen obras de las cuales no podemos obtener la suficiente información detallada acerca del contexto histórico que las vio nacer; tampoco tenemos suficiente información acerca del contexto social, económico o político en que surgieron las obras; incluso lo mismo podría decirse de los autores, de los artistas que crearon las obras que actualmente conocemos como tales.
Otra objeción que se podría hacer a esta forma de pensar el mundo de la obra de arte es que cuando pensamos en el contexto histórico, social o político que generó la obra de arte, incluso cuando pensamos en su autor para tratar de acceder al mundo que la obra mundea, la atención no se está centrando en la obra en cuanto tal sino más bien en los elementos externos a ella; entonces uno podría decir que lo que importa son los elementos externos inherentes a la obra, pero no la obra en cuanto tal y lo que acontece en ella.
Heidegger mismo nos pone en guardia contra esta forma de pensar el mundo que la obra de arte mundea y lo hace en su texto Ursprungs des Kunstwerkes, cuando analizando los zapatos de campesina en el cuadro de Van Gogh, su atención no se centra ni en el contexto histórico que vio nacer la obra, ni en un conocimiento detallado acerca de la personalidad de Van Gogh; antes por el contrario, todo lo que la obra tiene para decirnos, según Heidegger, nos lo dice ella misma ¿Qué es lo que nos dice acerca del mundo que ella mundea?
La obra no hace referencia a un mundo ya establecido o a un mundo establecido previamente a ella, sino que el mundo que ella mundea nace con ella. Mientras que el útil hace referencia a un mundo ya establecido, lo obra establece un mundo y un mundo basado en la significatividad. Lo anteriormente dicho nos explica por qué la obra de arte no se acomoda a los parámetros establecidos previamente dentro de una determinada época histórica
Lo que inaugura la obra de arte, al mundear su mundo, es el ámbito de significatividad que ella misma establece; en ella todo es significativo, y esto lo hace desde el ámbito de la referencialidad; todo en ella re-manda, todo en ella es referencia, todo en ella está relacionado del todo a la parte y de la parte al todo; en el análisis de los zapatos de la campesina, el material con que están elaborados, los cordones, el desgaste, la tierra pegada a las suelas todo esto está relacionado con el mundo de la campesina y lo está desde la referencialidad; uno podría decir que la obra mundea un mundo en cuanto establece su propio ámbito de referencias, su propia manera de organizar todo lo que le concierne.
Si en vez de unos zapatos de campesina tomáramos, por ejemplo, unas zapatillas de bailarina de ballet, en una obra de Degas, cambiaría el sentido de la tierra y el sentido del mundo; la tierra en las zapatillas de la bailarina estaría representada en el material con que están manufacturadas, la cera del piso de madera donde baila, los cordones con que las amarra a su pierna; evidentemente el material sería mucho más delicado; el desgaste sería diferente, pues la campesina asienta el talón mientras que la bailarina asienta las puntas de los dedos; el mundo de la bailarina estaría representado por las largas jornadas de preparación y de ensayo de los pasos que debe hacer durante una presentación para ballet; el tiempo de la bailarina trascurre en el encierro de un teatro, sobre un escenario, escuchando piezas musicales propias para el ballet; en fin, los útiles representados en las obras de Degas estructuran un ámbito de significatividad absolutamente diferente al representado en la obra de Van Gogh; el mundo se mundea desde un ámbito de significatividad y el ámbito de significatividad se estructura a partir del carácter de re-mando, envío instaurado por todo aquello que compone al mundo.
La tierra.
Gadamer hablando sobre el concepto de tierra introducido en UK, dice que:

Lo sorprendente era que este concepto de mundo llegara a tener ahora un concepto contrapuesto, que era el de tierra. Mientras que, desde la autocomprensión de la existencia humana, el concepto de mundo podía elevarse a la intuición evidente del todo en el que se realiza la autointerpretación humana, el concepto de tierra tenía ahora un tono mítico y gnóstico de resonancia arcaica, que solo podía tener derechos de patria en la poesía. Estaba claro que fue la poesía de Hölderlin –a la que Heidegger se había dedicado con una intensidad apasionada- de la que había transferido el concepto de tierra a su propio filosofar[123].

En la pintura de Van Gogh la tierra va a estar representada por aquellos aspectos físicos que conforman los zapatos de la campesina: el material con que son elaborados, la suela gastada, los trozos de tierra en sus suelas, los cordones, incluso los estados del tiempo representados en las estaciones; en el ejemplo del templo griego la tierra está representada por la imponencia física del templo, las bases que lo sustentan, los materiales que lo conforman, la luz del día, la oscuridad de la noche, el sol del día, el crepúsculo, el templo hace resaltar todos estos aspectos físicos que lo conforman o que están en su entorno o que le son inherentes; uno podría decir que todos estos aspectos físicos aparecen verdaderamente solo cuando entran en relación con el templo.
Ahora en la obra de arte, los aspectos físicos, la tierra aparece como una fuerza originaria que se sustrae cuando se intenta definir de modo preciso y puntual; en este sentido la tierra se presenta como algo que permanentemente se está renovando, como algo que está llena de vitalidad, justamente ese es el sentido que los griegos le daban a la physis. Se podría decir que la tierra aparece como el fondo originario que sustenta el mundo que la obra de arte mundea. La tierra constituye el fundamento sobre el cual se da la apertura que caracteriza la obra de arte.
Heidegger para referirse a la tierra (Erde) habla de que la obra produce la tierra[124] y para referirse al mundo (Welt) habla de la exposición de un mundo[125]. Sostiene que la obra evidencia los materiales con que está elaborada, la obra resalta los materiales propios con que fue elaborada; la obra no usa los materiales con que fue hecha tratando de utilizarlos para una finalidad específica y con ello desaparezca su individualidad; antes por el contrario la obra resalta la individualidad de cada material con que fue elaborada; en este sentido se puede decir que el templo resalta el mármol con que fue construido; la pintura resalta los colores con que fue pintada; sin embargo Heidegger quiere mostrar cómo estos aspectos se sustraen, se esconden en el momento en que aparece el mundo que la obra mundea, los aspectos terráqueos jamás aparecen plenamente en la obra de arte, estos se sustraen cuando se los intenta apresar. En la obra de arte el color interesa solo en cuanto se trata de clarificar el significado de la misma, en ella no se habla del color en cuanto tal; en este sentido para nada interesa un análisis químico del color, este solo interesa en cuanto hace parte del significado o sentido general de la obra.
La obra es producida, hecha con unos materiales determinados: el óleo, la acuarela, el bronce, el mármol, materiales desechables, materiales comerciales, materiales preformados, etc., pero además se pueden convertir en materiales de la obra el color y los diversos juegos o combinaciones que entre ellos se establece, la figuras geométricas, las técnicas utilizadas, etc., sin embargo el artista dispone, conjuga ordena en la obra los materiales, podríamos decir en otros términos que el artista  da un orden determinado a los materiales que necesita utilizar en una determinada obra de arte; ahora es la misma obra la que exige, la que necesita y la que pide determinados materiales para poder ser lo que ella quiere ser; uno podría decir que de la utilización de estos materiales, de la disposición que el artista haga de ellos, de ello depende el éxito o el fracaso en la empresa que se propone el artista al realizar una obra de arte determinada.
A la par con este ser producida propio de la obra de arte, ella es productora, producente de significados, de re-mandos y de relaciones; en la medida en que se da la tierra, la materialidad, el ser producida y a su vez se presenta como trasfondo, en esta medida se da un mundo, un conjunto de re-mandos y se significaciones; ahora lo paradójico radica en que ella es producida y ella es productora; en este sentido la obra es siempre productora de nuevas posibilidades interpretativas que tienen como trasfondo la materialidad.
En el carácter de producción propio de la obra, Heidegger, se está moviendo en los terrenos heredados del latín: el producere insinúa el pro-ducere es decir el salir, sacar afuera, sacar a la luz; en este sentido Heidegger juega con una doble acepción, en la medida en que ella es producida, en esa medida ella produce; en la medida en que ella es sacada a la luz por parte del artista que logra concretizarla, ordenando los materiales para lograr producir un todo  armónico y con sentido, en esa medida ella produce sentidos, en esa medida ella se hace portadora de significados y de significación.
Es probable que Heidegger en su texto sobre El origen de la obra de arte se mueva en el sentido del concepto de tierra, entendida como naturaleza, propio de la modernidad; debe recordarse que la modernidad consideraba la tierra como una reserva de productos naturales: el carbón, el oro, el petróleo, el agua, etc., en el ensayo la tierra se presenta con una doble caracterización: como una reserva inagotable de significados, y en este sentido habría que decir que ninguna interpretación logra agotar exhaustivamente ni definitivamente lo que la obra quiere decir, y como una sustracción a todo intento por dejarse clarificar, la tierra siempre se esconde frente a todo intento que la quiera clarificar o apresar.
Lo que siempre va a permanecer como una reserva es la materialidad de la obra; siempre vamos a tener a la sinfonía con sus sonidos, con sus movimientos y su estructura, siempre vamos a tener a los cantos gregorianos con su estructura, siempre vamos a tener los edificios con sus estilos, siempre vamos a tener los monumentos, siempre vamos a tener las pinturas, los cuadros, los murales, las acuarelas, los óleos, etc., siempre vamos a tener lo material de la obra, ahora lo que va a variar son las interpretaciones que sobre ella se puedan hacer, lo que siempre va a variar es la generación de mundos significativos que ella pueda producir; aunque tampoco se pueda negar que hay interpretaciones que haciéndose canónicas, permanezcan como iluminadoras en el momento de acceder a las obras de arte; interpretaciones que hacen las veces de guías en el momento de interpretar determinadas obra de arte, entonces surge un fenómeno paradójico en la noción de mundo y de tierra en la interpretación de la obra de arte; lo que surge como mundo en un determinado momento histórico, porque surge como interpretación sobre una determinada obra de arte, al canonizarse, al convertirse en norma, al estabilizarse o al convertirse en paradigmática, se convierte a su vez en una especie de aspecto terráqueo sobre la obra, pues se convierte en aquello que va conservar el carácter de materialidad de la obra de arte: lo que permanece. Surge así el carácter monumental de la obra de arte, el carácter monumental de la interpretación y con ello el carácter monumental de la historia, la historia tiende a hacer monumentales a aquellas interpretaciones que se canonizan sobre las obra de arte; justamente con ello estamos tocando otro de los tópicos de la reflexión heideggeriana ampliamente desarrollada por Gadamer: la tradición, la historia efectual; carácter que Nietzsche ya había insinuado cuando hablaba del carácter monumental de la historia; carácter que también desarrollará Vattimo.

La verdad y el arte.
La verdad en el horizonte conceptual de Sobre la esencia de la verdad[126].
Heidegger en el texto Sobre la esencia de la verdad toma en consideración el problema de la verdad refiriéndose a Aristóteles, sobre todo cuando este en la metafísica considera la verdad del ente y este entendido en forma simple o en forma compuesta, y sostiene que la verdad radica fundamentalmente, en el caso de los entes simples, en la identidad entre ser y verdad, de donde concluye que la verdad radica en la simple aprehensión que de él hagan los sentidos; para Heidegger la verdad del ente radica fundamentalmente en el hecho de que se presente no en su realidad, pues el oro falso, el oro que no es verdadero también es algo real, sino que la verdad del oro radica en lo que normalmente entendemos por oro.
Por otro lado Heidegger hace referencia al estagirita cuando considera la noción de verdad desde la proposición y el juicio; un juicio es verdadero cuando lo que ese afirma y dice concuerda con la cosa sobre la cual se afirma algo; Aristóteles se refiere en este caso a aquello que puede ser verdadero o falso desde el punto de vista del juicio y su estructura, ya que este muestra desde su estructura lo que en la realidad está unido o está separado.
Para Heidegger ambos casos están profundamente entrelazados con la concepción medieval sobre la verdad en cuanto adecuación; la adecuación del intelecto humano a la cosa solo es posible solo en cuanto el ser de la cosa se convierte en un acuerdo: acuerdo con la idea anticipadamente pensada en la mente de Dios; sin embargo el ser humano al ser creado por Dios, debe ajustarse a aquellas normas preestablecidas por Dios desde el momento de la creación[127].
Con la caída del gran relato medieval que acudía a lo trascendente para justificar la verdad, en la época moderna el gran garante de la verdad se convierte en la razón, la gran norma que determina el ser verdadero es la razón. Y esta entendida como conformidad del intelecto con la cosa, como en el caso del empirismo y el positivismo o la verdad como hecho lógico, como en el caso de Hegel y la lógica proposicional[128].
Sin embargo lo que Heidegger quiere criticar aquí es el hecho de que las concepciones ordinarias sobre la verdad se mueven entre estos dos polos: por un lado aquel realista y por otro lado aquel abstracto, el primer polo hace que la verdad sea demasiado obvia y por lo tanto no hay necesidad de preguntarse acerca de ella; por el otro lado la verdad se hace algo tan abstracto que la mayor parte de las veces no se la toma en consideración dada su dificultad. La otra intención de Heidegger en este texto y como sucede con Ser y tiempo y con El origen de la obra de arte es pensar la verdad desde su esencia, desde su origen.
Heidegger en su texto Sobre la esencia de la verdad, va a tomar un rumbo para su investigación que va a estar delimitado por el concepto de verdad a la verdad de la proposición, con el fin de delimitar la noción de verdad a la noción estricta de orden filosófico evitando cualquier confusión con el concepto teológico sobre la verdad. Dicha noción de verdad le permite a Heidegger desarrollar su investigación en la dirección de una noción de verdad que de modo implicito termina reconociendo por verdaderos los entes de la experiencia cotidiana. Para ello realiza un análisis en el que clarifica el núcleo de lo que fenomenológicamente viene intencionado toda vez que una relación de verdad se instaura entre un enunciado y la cosa.
Toda proposición desde una representación inquiere lo que una cosa es y cómo es; justamente en este sentido se habla de una proposición correcta; en la noción de corrección se presenta una dirección hacia la cual orientarse desde la proposición hacia la cosa; la representación se dirige hacia el ente que se presenta como hacia aquello que da la medida con el fin de hacerlo aparecer en la enunciación tal y como es.
La verdad en el horizonte conceptual de Ser y tiempo[129].
En Sein und Zeit se intuye que Heidegger realiza una critica a la noción de verdad entendida como ά-λήτεια y esta entendida como simple presencia siempre desplegada; el reclamo de Heidegger radica en que este considera que esta noción de verdad entendida como adecuación, y que se basa en una apertura, supone una apertura más originaria; sin embargo la otra pretensión de Heidegger radica en que este considera la verdad no como presencia fija e inmutable sino como evento, este considera que la verdad tiene rasgos de eventualidad; eventualidad que supone que la verdad es la apertura de una serie de re-mandos que se instituyen mientras se abren; solo sobre esta apertura es posible hablar de la verdad  como adecuación, conformidad del juicio y la cosa, sobre ella se establecen los criterios que permiten acceder a lo verdadero y lo falso. Más aún la institución de la verdad como apertura permite  que una determinada época histórica elabore sus propios criterios de discriminación; Heidegger considera que todo mundo establecido históricamente se funda sobre la estabilización de estos criterios.
También considera que la verdad decae del rango originario al rango de lo obvio cuando el ser-ahí arrojado en el mundo, en su estado de yección considera el ente desde la perspectiva del “se”: “se dice”, “se piensa”, “se cree”; rango que para nuestro autor se convierte en característico de la cotidianidad media, de una vida inauténtica, algo que para él consiste propiamente en caer en el error, dado que lo contrapone con la vida auténtica; incluso Sein und Zeit va a dar la apariencia de que la noción de verdad, tal y como la expresamos antes desde Aristóteles van a ser producto de esa cotidianidad media. En esta obra verdad y no verdad son modos de ser del ser-ahí relacionados con una vida auténtica o inauténtica
El concepto de verdad en el horizonte de El origen de la obra de arte[130].
Heidegger en el texto mencionado había hecho coincidir el ámbito de la apertura y por lo tanto de la ά-λήτεια como una categoría propia del ser-ahí en cuanto ser-en-el-mundo; el ser-ahí en cuanto ser arrojado, en cuanto ser de posibilidades es el que abría el ámbito dentro del cual los entes se hacían pat-entes; igualmente en dicho texto, los criterios de discernimiento y de elección entre lo verdadero y lo falso se hacían patentes desde una apertura previamente establecida por el ser-ahí, pero no participaban de dicha apertura; sin embargo la gran novedad de El Origen de la obra de arte, texto que estamos analizando, es que Heidegger se empeña en mostrar que la verdad es un evento[131], algo que acontece y que este acontecer de la verdad está unido a una apertura que no se da como algo previamente establecido, sino que la obra de arte y sus características son la apertura misma[132], la obra coincide con la apertura y esto se da porque ella establece un ámbito de significatividad dentro del cual los entes intramundanos se hacen patentes. Heidegger muestra además que la obra no responde a un mundo preestablecido, ella no responde a un ámbito de significatividad dado previamente, ella es el ámbito que establece un nuevo orden de cosas, ella es el ámbito que establece los criterios de significatividad; justamente, la obra de arte y solo ella y ningún ente intramundano tiene esta característica; en este sentido se puede decir que la obra de arte es fundada y fundante. En síntesis se puede decir que la obra de arte se presenta como la institución de un mundo nuevo de significados que emergen de un fondo que no se deja aclarar del todo y por esto propiamente, ella puede ser fundamento; justamente en esto consiste el carácter según el cual la obra es fundada y fundante; ella es el primer ente del nuevo mundo que ella misma abre y funda.
Otro aspecto que Heidegger menciona en su ensayo sobre El Origen de la obra de arte es que la verdad tiene una tendencia a acaecer en la obra de arte; pero además hay otros lugares donde la verdad se manifiesta en la apertura: la fundación de un nuevo orden político, la experiencia religiosa, la experiencia moral y la filosofía; todos estos son acontecimientos en los cuales la verdad se manifiesta en la apertura; es más da la impresión de que la verdad establezca en cada uno de estos casos un nuevo ente desde el cual ella misma acontezca estableciendo un nuevo ámbito de significatividad; justamente esta es la base que le permite a Heidegger hablar en Sein und Zeit de la posibilidad de que el ser-ahí sea un ser arrojado en el mundo y que quien lo arroja es el ser mismo. Desde aquí se hace claro que el proyecto que el ser-ahí proyecta se realiza desde una apertura que está establecida previamente pero que dicha apertura no la realiza el ser ahí sino que es el ser mismo quien la realiza.
La obra pone en obra la verdad[133], esta expresión heideggeriana traída en su ensayo sobre el origen de la obra de arte, sirve como base para reflexionar sobre lo que es el sentido de la verdad en la obra de arte y puede entenderse de varios modos.
Lo primero que habría que decir es que esta noción en Heidegger tiene dos aspectos, los que son mencionados en el mismo ensayo: la obra expone un mundo, y la obra produce la tierra.
La obra expone un mundo quiere decir que ella levanta un mundo, ella muestra un mundo; en ello está implicado el hecho de que en la obra se exponen las líneas generales que determinan a un determinado momento histórico, a una sociedad, a una determinada colectividad; es decir, en la obra se exponen aquellos rasgos desde los cuales una determinada colectividad se reconoce, un determinado grupo social realiza su propia experiencia de vida, un momento histórico toma sus criterios para hacer sus discernimientos. Lo que se encuentra en el fondo de esta idea es que una obra de arte revela la verdad de una época; en este sentido Heidegger está siguiendo los pasos de Dilthey cuando sostenía que una obra revela la verdad de una época histórica.
Aquí también habría que considerar el hecho de que una obra de arte crea consenso, genera consenso y en esto está implicado el hecho de lo que se conoce como función estética, pues la verdadera obra de arte ha de realizar una función en el contexto donde se expone, en el contexto donde nace, por esta función se intensifica la circunstancia de que cada quien pertenece a un mundo histórico, cada uno es hijo de su época. Cuando la obra expone un mundo, expone e intensifica el hecho de pertenencia a un grupo y a una determinada época histórica.
Aquí late en el fondo el hecho de que la obra no necesariamente sea algo individual sino también algo colectivo, piénsese por ejemplo en el hecho de que al ser hijos de nuestra época somos hijos del computador, del internet, del CD, de los medios de comunicación social, de la cultura masmediática, de la robótica, de la clonación, etc. etc., piénsese en los rockeros como en el grupo que se identifica con este determinado género artístico, igualmente en los reguetoneros, en los salsomanos, grupos que han llegado a identificarse con unas determinadas características hasta convertirse en lo que hoy se suele llamar tribus urbanas, piénsese en que los hijos del Renacimiento fueron los hijos de la imprenta, de la brújula, del magnetismo, de las universidades científicas, las armas de fuego, de la perspectiva, etc., etc.
Pero también hay obras individuales que llegan a convertirse en paradigmáticas dentro de una determinada época, piénsese por ejemplo en la obra de Goya: Kronos devorando a sus hijos, obra que es una clara manifestación de lo que Nietzsche llegara a llamar la enfermedad histórica, fenómeno propio de la modernidad, especialmente desde la perspectiva hegeliana y del historicismo.
El otro aspecto de la reflexión heideggeriana relativo al tema de que la  obra pone en obra la verdad, y que el mismo Heidegger trae en su ensayo, es la producción de tierra, y que puede ser tomada en dos sentidos: como la presencia de la obra misma, o como la reserva que siempre es susceptible de nuevas interpretaciones. En este sentido habría que decir que la obra reclama permanentemente la atención sobre ella misma, es lugar fijo y permanente donde se da la posibilidad de nuevas interpretaciones; ella es el aquí y el ahora que genera nuevas posibilidades para mundear de mundos.
Este carácter terráqueo de la obra, en la propuesta heideggeriana, en el segundo ejemplo del ensayo, cuando habla del templo antiguo, está vinculada con las estaciones, con el entorno, es decir con la physis; así, la obra de arte genera un movimiento con el entorno, movimiento según el cual cobra movilidad aquello que tiende a ser permanente y fijo: una cosa es el templo en la época invernal, otra cosa es en la época otoñal, otra cosa es visto desde la roca que lo sustenta, otra cosa es visto desde el bosque circundante, etc., con esto puede darse una vinculación con aquellas tendencias que tienden a fijar las posibilidades interpretativas de la obra y las nuevas posibilidades interpretativas que genera. Mientras que la obra es siempre un aquí y ahora, las interpretaciones sobre ella, asociadas a nuevas vinculaciones genera posibilidades interpretativas y con ello nuevas posibilidades histórico sociales. En este sentido puede pensarse por ejemplo en el hecho de lo que se llamaría en el campo de la música las remasterizaciones, en el hecho de que la música rock sea interpretada por una orquesta sinfónica, el hecho de que la música antigua sea interpretada dentro de un nuevo contexto, es el caso de lo que hace la Nueva Era, el Pop art, la música Celta, la reproducción en serie de la mona lisa, la serie repetitiva y fotografiada de obras famosas, hechos estos en torno a los cuales se crean verdaderas comunidades de fruidores. En este sentido habría que darle la razón a Vattimo cuando sostiene que “L’opera d’arte é l’unico tipo di manufatti che registri l’invecchiamento come un evento positivo, che si inserisce attivamente nel determinare nuove posibilita di senso” (La obra de arte es el único tipo de manufactura que registra el envejecimiento como un hecho positivo, que se inserta activamente en la determinación de nuevas posibilidades de sentido)[134].

El lenguaje-poesía en la estética de Heidegger.

Antecedentes históricos del problema lingüístico.
¿Cuáles son las concepciones sobre el lenguaje que existieron antes que esta? En primer lugar hay que considerar la concepción mítico-mágica del lenguaje, que considera la palabra y la cosa como conformación de un todo; así conociendo el nombre de la cosa, se adquiere la fuerza para el conocimiento de la cosa; concepción que se destaca en los albores de Grecia cuando se da la distinción entre fisis y logos, entre mundo y palabra, realidad y afirmación lingüística; sin embargo en Heráclito el legein, el logos es lo que originariamente abre el ser y el sentido.
En un segundo momento, desde el Cratilo de Platón y desde Aristóteles el lenguaje es considerado como sistema convencional de signos que designa contenidos pensados antes y ello con miras al entendimiento dentro de una comunidad. Desde aquí la palabra se refiere al concepto y el lenguaje se refiere a la esencia de las cosas; la intención de alcanzar la esencia inmutable e invariable de las cosas en el pensamiento, se hizo tanto más necesario valorar y entender el lenguaje como perteneciente a este mundo huidizo y mutable; con este giro el pensar puro noein del nous recibe la primacía delante del logos del lenguaje (legein).
En un tercer momento es necesario nombrar la función anterior como función objetiva de la significación; ella se coloca en primer plano pero a precio de desaparecer la totalidad viva del acontecer del lenguaje en su función originariamente creadora y reveladora de sentido; esta fue precisamente la imagen del lenguaje que permeó toda la cultura occidental: predomina en el estoicismo, en la escolástica, en el realismo, en el nominalismo y en la discusión sobre los universales. El racionalismo no logra superar la visión del lenguaje como simple significación; además en la época moderna la teoría lingüística de los signos se enlaza con la transformación del pensar de ser a la esencia, quedando así la palabra subordinada como signo a la esencia pura.
Para Kant el juicio es la síntesis de una multiplicidad, síntesis que es conducida y posibilitada por principios apriorísticos de unidad; este hecho de que el juicio sea la síntesis de la multiplicidad que se expresa lingüísticamente en la frase, en ello Von Humboldt ve un acontecer lingüístico donde en el concepto se da un contenido y una forma, siendo así trasladado a una categoría del pensamiento, es decir insertado en un contexto lingüístico determinado al que se refiere la totalidad del lenguaje y desde esa totalidad es entendido.
Por medio de la hermenéutica de Schleiermacher se llega en Dilthey a una concepción del lenguaje trascendental hermenéutico; el que comprende la intelección a partir de la totalidad de nuestro acontecer histórico lingüístico y que muestra a este como la condición de la posibilidad de la intelección histórica.
El lenguaje en el romanticismo alemán.
En el siglo XVIII y principios del XIX se produce con Hamann, Herder y Von Humboldt una visión orgánica, originaria y unitaria de la lengua
Johann Georg Hamann (1730-1788).
El lenguaje para Hamann no es otra cosa que la razón; el lenguaje es el padre de la razón y de la Revelación; en él se realiza la Revelación, la percepción y la intelección originaria; el lenguaje es pura razón y a la vez crítica; es el órgano y el criterio de la razón
Este pensador se puede ubicar dentro de lo que se llama un pensamiento postilustrado; él es el estandarte de la mentalidad postilustrada; dentro de este contexto, se destaca su crítica a Kant desde el hecho que este negaba la posibilidad de que la razón en el momento mismo de comprender estuviera libre de presupuestos; frente a esto Hamann elabora una tematización sobre el lenguaje y este considerado como la fuente común tanto de la razón como de la Revelación; en el lenguaje tanto la razón como la Revelación se hacen patentes, comprensibles y visibles; en términos lingüísticos viene mediatizada la historia, la cultura y el patrimonio de las naciones; la palabra recoge el modo como los hombres se refieren a la realidad; la palabra es la fuente de la razón y del mundo; sin palabra no hay mundo, sin palabra no hay razón; para este pensador no es posible justificar una razón independiente de la palabra; es más en su propuesta Hamann insiste en el hecho de que en la medida en que la razón está determinada por circunstancias histórico-culturales no se puede convertir en un punto estable de referencia.
Hamann considera que la poesía es el origen del lenguaje y que el arte es la base para instaurar una nueva mitología; con este proyecto se hará un intento por restablecer una experiencia relacional con los orígenes de la humanidad; con esto se presenta la posibilidad de una nueva mitología estética; según esto, el arte ha de realizar el papel que en otra época desarrollaron las tradiciones religiosas, desde aquí el artista aparecerá como un redentor, un nuevo mesías; fenómeno este que se ha llamado el papel mesiánico de los artistas; dentro de este contexto Dionisos es considerado como el dios que ha de venir, el dios por venir que ha de restablecer la imagen resquebrajada del cristianismo cuando ha caído en manos de la Ilustración y del Racionalismo; Dionisos es el dios que ha de restablecer la imagen del mundo resquebrajada por el imperio de la razón.
Johann Gottfried Herder.
Herder fundamenta el lenguaje en el sentimiento, en la experiencia inmediata que crea para sí una expresión; a la vez realiza una crítica a Kant cuando este realiza un retroceso trascendental hasta las condiciones previas de posibilidad del conocimiento objetivo y sin embargo no avanza hasta el lenguaje, Kant no ha mostrado el acontecer del lenguaje como condición de conocimiento objetivo, no ha ilustrado el origen y la esencia del lenguaje.
Herder es quien sistematiza y quien prosigue con la propuesta de Hamann; él es quien organiza la gran teorización sobre el problema del lenguaje propio de la Ilustración; sin embargo toda la sistematización de Herder no alcanzaría  a comprenderse totalmente sino se tuviera en cuenta su constante referencia a Hamann.
Primero que todo Herder va a polemizar con Condillac cuando ha reducido el hombre a un ser mecánico y con ello lo remite a una dimensión animal; además va a polemizar con Rousseau quien ha elevado el animal al nivel del hombre, defendiendo la hipótesis de un estado de naturaleza y un lenguaje natural; frente a la primera propuesta Herder sostendrá que el hecho de que en todas las civilizaciones se presenten en todos los lenguajes sonidos prelingüísticos inarticulados y la articulación lingüística, los que se muestran como alegorías de las voces de la naturaleza, ello no significa que se de algo así como un lenguaje de la naturaleza.
Frente a lo segundo Herder dirá que entre el hombre y el animal no hay un salto cuantitativo ni una escala continua sino un salto cualitativo; lo que va caracterizar al hombre es la intención conciente o reflexión; justamente en esa intención conciente y reflexión se arraiga el lenguaje.
Herder ha sostenido que el lenguaje no es una invención de Dios para los hombres, sino que han sido los hombres quienes han tenido que inventarse un lenguaje; justamente desde este carácter inmanente del lenguaje, Herder, ha identificado el carácter racional de la humanidad con el carácter lingüístico; en ese sentido ha sostenido que en la lengua se depositan las etapas esenciales del desarrollo de la humanidad.
Herder va, por este lado, a plantear la cuestión sobre la distinción de los mitos y la forma justa de relacionarse con el mito; en el primer punto distingue entre mitologías primigenias, arcaicas, y mitologías literarias y estéticas; sostiene que jamás se pude adentrar en un mito de manera conceptual, académica o intelectual, solo se puede adentrar dentro de un mito desde una viva sensibilidad para lo que el hombre está vivo y es originario, irreductible a un tejido de conceptos y abstracciones; de modo que nunca un vivo análisis conceptual por refinado que sea podrá alcanzar a comprender lo que sea el mito en su esencia porque con ello entran elementos prelingüísticos fantasiosos no elaborables jamás en conceptos.
En los mitos encontramos las primeras producciones lingüísticas de la humanidad; acercarse a los mitos significa acercarse a las primeras producciones lingüísticas de la humanidad, acercarse a los orígenes de la humanidad; de ahí que para Herder sea una tarea primordial la de alcanzar una relación no erudita ni conceptual con los mitos y con los orígenes de la humanidad, sino una actitud de simpatía entre lo que en el mito sigue vivo y que de una u otra manera continúa perviviendo en el hombre; además Herder va a insistir en el hecho de que en la interpretación de un texto antiguo sea necesario comprender la época, la nación y el estado en que fue escrito ya que es imposible pretender que dicho texto sea comprensible de igual manera para todos; comprender un texto significa, por lo tanto y ante todo, historizarlo, pero no relegarlo a lo arcaico y superado sino para poder recoger en él el sentido peculiar que permanece inaccesible a una razón que se pretenda metahistórica y universal[135].
Los modernos siempre quisieron enfatizar la distancia temporal respecto a los antiguos y afirmar su superioridad, Herder va a proponer, en su remisión al contexto y al mundo como así como al ambiente en que surgió la obra, una relación afectiva y efectiva, intensa, originaria y primigenia con ella; lo importante en la remisión a un mito no es tanto describir su significado sino explicitar la forma de fantasía, de lógica, de pensamiento, en una palabra, de humanidad que el mito pone en evidencia y que los diversos mitos patentizan en los diferentes pueblos[136].
Karl Wilhelm Von Humboldt.
Von Humboldt lucha por una comprensión de la unidad viva del lenguaje. Para él el lenguaje es unidad en oposición al espíritu individual y objetivo, pues cada uno habla su idioma, pero al mismo tiempo es introducido por el idioma en una comunidad idiomática y con este hecho es introducido en el espíritu objetivo de una configuración histórica y cultural de la humanidad. Para él el lenguaje es unidad en  oposición de sujeto y objeto ya que nosotros no afrontamos una objetividad subsistente en sí misma y dada ya previamente como algo completo y concluso en sí mismo. Al contrario descubrimos el mundo no anteriormente al lenguaje, ni anteriormente al mundo descubrimos el sentido del lenguaje, ya que los lenguajes no son un medio para exponer la verdad ya conocida sino más bien para descubrir la anteriormente desconocida.
Von Humboldt ofrece por primera vez en el lenguaje la totalidad de una visión del mundo y la objetividad se da por primera vez en esta totalidad transmitida lingüísticamente; razón por la que el lenguaje debe ser entendido y considerado en su totalidad.
Para este pensador el lenguaje no es el esfuerzo voluntarista, intelectualista o conceptual que posee el hombre sino que es una producción espontánea que produce el pensamiento y en el cual se arraigan las formas históricas que produce la humanidad; de modo que en toda lengua se da una forma interna, la que expresa la visión particular del mundo que posee cada pueblo; de este modo la reflexión lingüística de Humboldt se resuelve en una reflexión antropológica y en una reflexión histórica, siendo estas las que permiten una campo privilegiado para acceder a la Weltanschaungen propias de cada pueblo; de manera análoga y en concordancia con estas ideas, Humboldt va a distinguir entre Nación y Estado; dando movilidad y desarrollo a la primera, quietud y estaticidad a la segunda; sin embargo ni el Estado ni la Nación son capaces de penetrar hasta el fondo de la vida histórica de un pueblo.
Para Humboldt el lenguaje no es un medio para acceder a la verdad ya establecida sino para descubrir la verdad que desde el inicio es desconocida; la lengua es un eco de la naturaleza común del hombre[137]; a través del lenguaje el hombre sale de su aislamiento para entrar en contacto con la humanidad y con la historia.
Para Humboldt la lengua no es algo estático, quieto sino que es algo que está en continuo movimiento, algo que está en pleno desarrollo y en continuo progreso; la lengua no es algo que se pueda estudiar como si fuese algo inerte, estático o muerto sino que es como un gran organismo viviente; de ahí que para Humboldt el estudio gramatical de la lengua no le hace justicia a lo que es la lengua; propone para ello un estudio comparativo de la lengua, un estudio evolutivo, de la manera similar a como se estudian los demás organismos naturales.
El lenguaje poesía en algunas de las obras de Heidegger.
Una primera indicación del sentido del concepto de poesía en el ensayo sobre El Origen de la obra de arte nos muestra que poesía aquí tiene una doble significación; significación que está asociada al hecho de que Heidegger juega con el sentido etimológico de las palabras; etimología que le revela a este autor que las palabras más que el medio de comunicación entre una comunidad de parlantes, es reveladora del sentido de las palabras, de ser; poesía para Heidegger unas veces puede significar el poetizar que es propio de los poetas, el hacer poesía, hacer que tiene como objeto a un material específico que son las palabras; por otro lado la poesía puede ser sinónimo de inventar, componer[138]; es decir, producir desde la nada; la obra de arte es fundamento y fundante, ella es el primer ente del mundo que funda, no es exigida por nada que la anteceda; justamente en esto consiste la esencia del poetizar.
Esta doble significación lleva a Heidegger a sostener que la poesía, en cuanto poetizar, tiene un puesto privilegiado entre las demás artes; por otro lado, la poesía tiene un puesto privilegiado pues ella en cuanto palabra es el lugar al cual deben conducirse todas las demás artes; en este sentido habría que decir que las obras de arte deben conducirse a la palabra para que se hagan comprensibles.
¿En qué consiste esta posición privilegiada de la poesía? Para poder responder a esta pregunta es necesario comprender el lenguaje en su justo sentido; ahora el lenguaje es algo más que un simple medio de comunicación; el lenguaje es palabra y mucho más pues él es el que lleva a lo abierto el ente en cuanto ente; él es el que lleva a la luz y a la claridad lo que el ente es en cuanto ente; el discurso, la palabra tienen como función desvelar el ser del ente; esto sucede solamente en cuanto lo nombra en el discurso y desde la palabra. Cuando el ser-ahí, desde la apertura, ilumina al ente lo hace desde la palabra, el discurso, el lenguaje; el ser-ahí es un ser-en-el-mundo en cuanto es dialogante; el lenguaje es el lugar en el cual el mundo nace para el hombre.
Si la obra instaura un mundo en cuanto establece un cúmulo de re-mandos, de significaciones y de relaciones entonces esto no es posible sin la mediación del lenguaje, es más, sin la función fundante del lenguaje; en este sentido lenguaje y poesía tienen una función sinónima; desde esta perspectiva, la poesía no es más que el lenguaje visto desde su momento inaugural en la primera acción de nombrar los entes; acción de nombrar inaugural en la cual ellos se revelan en lo que son y como son; en este sentido Heidegger sostendrá que todo construir y figurar acaecen siempre en lo abierto desde el decir y el nombrar.
El hombre puede entender, comprender y disfrutar una obra de arte solo cuando discurre sobre ella y con ella misma entablando un diálogo en el cual llamada, pregunta y respuesta juegan un papel de primera mano; esto significa que dentro de una comunidad de fruidores, el disfrute de la obra se presenta dialógicamente desde la experiencia que cada uno hace de ella o cuando el fruidor confrontado consigo mismo discurre en términos lingüísticos sobre ella. En este sentido podríamos decir que accedemos a la obra y ella accede a nosotros solo a través del lenguaje, del dialogo que entablamos con y sobre ella.
Las artes pueden ser conducidas a la experiencia del mundo en cuanto las artes figurativas pueden ser llevadas al mundo del color o al mundo de la forma, las artes musicales pueden ser llevadas al mundo del sonido, de lo sonoro y del ritmo; en este sentido también se hace necesario la mediación del lenguaje y este entendido en cuanto palabra; además las artes aparecen en lo abierto del mundo que ellas instauran, apertura que acaece originariamente en la poesía; en este sentido el lenguaje en cuanto poesía tiene una situación de privilegio respecto a todas las demás artes.
Hölderlin.
Horizonte general sobre el cual explana su obra.
Hölderlin canta la despedida de la Grecia en cuanto cultura y la posibilidad de una transposición hacia ella y en su lugar centra su atención en el presente, en el ahí; así es como la despedida de la cultura griega viene a encarnarse en una búsqueda e inquietud por el pueblo alemán: “esta nación dividida es el ahí de su existencia concreta y finita, y es desde esa condición caída desde donde ha de alzarse el proyecto de su estancia en el mundo”[139]; la situación presente se muestra como la posibilidad constitutiva del propio ser; así surge para esta línea interpretativa la posibilidad de una reflexión ontológica.
Si para Hölderlin el espíritu de la greciedad recae en el destino del pueblo alemán y la condición del pueblo es la condición del ahí, entonces es sobre esta condición desde donde ha de elaborar su proyecto existencia., su proyecto de estancia en el mundo: el ahí es la condición de exilio en que ha caído el pueblo, condición que encuentra su remedio en la proyección sobre el mundo; exilio y remedio que hacen parte constitutiva de su ser.
Si la condición del hombre moderno es la proyección y la proyección es un estar dislocado siempre fuera de sí y proyectado hacia algo fuera de sí, entonces lo más propio para el  hombre moderno es ser extranjero, es un eterno caminar, un eterno ponerse en camino; en este sentido hay que decir que Hölderlin se propone poetizar el hecho de que el hombre moderna sea un extranjero en su propia tierra, el hecho de que el hombre moderno sea un ser fragmentado, no unificado y el hecho de que los antiguos sabios de Grecia ya no sean vistos como esa cultura que se puede volver a vivir en la modernidad.
Los romanticistas creían que era posible acceder a los griegos a partir de un viaje místico a través del cual era posible descubrir y vivir la antigüedad y a la vez era posible restituir el pasado considerándolo como un presente vivo; sin embargo para Hölderlin solo es posible considerar justamente el pasado si se le considera como pasado esencial, como algo que no se puede sustituir y como algo que hay que salvaguardar en su alteridad; si todavía queda algo por cantar, si el presente tiene posibilidades culturales inéditas es porque el canto y la poesía se nutren de una tierra donde los dioses ya han atardecido[140]; justamente para Hölderlin se trata no “de volver a los griegos como antes. De lo que se trata es de preservar ese pasado en su condición de inasimilable, a fin de problematizar su presunta absorción y superación en un presente omnienglobador”[141]; desde este punto de vista las condiciones del presente se convierten en una materia favorable para la propia reflexión; Hölderlin se despide de la condición de que sea posible retornar a Grecia precisamente “por fidelidad a ella y asume que los dioses nunca han dejado de hacerse presentes en este mundo”[142].
Hölderlin en la vía de retorno o despedida de los antiguos.
En la traducción que Hölderlin hiciera de las tragedias de Sófocles, Edipo Rey, y Antígona al alemán tenía como intención una traducción pensada bajo los términos de una translación o transferencia; es decir, su intención es transponer poéticamente la forma artística  griega a una forma artística más patria[143]; para alcanzar dicho objetivo se propone no solo una labor de traducción sino de extraer y expresar las potencialidades latentes en el texto; que la forma moderna de expresarse, exprese lo dicho y lo experimentado en el texto antiguo; se trata de exponer lo trágico en la forma como acontece para un moderno. Lo trágico para el hombre moderno acontece a la manera de una ausencia desgarradora, ya que mientras los clásicos consideraban que el héroe podía aproximarse a los dioses, los modernos viven temporalmente alejados de ellos; en este sentido Hölderlin poetiza sobre los dioses idos, sobre la ausencia de los dioses; este es el espacio en el cual acontece lo trágico, la lucha entre mortales y divinos, mortales y celestes; este es el lugar donde acontece el nihilismo, es el tiempo de la secularización donde lo divino se hace temporal y al temporalizarse se difumina su presencia.
Cuando esto acontece es cuando hay un olvido que dios obra en el tiempo, entonces acontece y entonces acontece en el hombre una desmemoria, acontece en éste una urgencia por el momento presente y con sus méritos conquista su existencia profana. Ahora frente a este panorama, el poeta tiene como función recordar a los hombres la existencia de los celestes y éstos, aunque se esconden, dejan una huella, una impronta en el mundo.
El lenguaje.
Hölderlin encuentra que el lenguaje es algo que no puede reducirse a una mera ley fija y estable, sino que este responde a una forma de ser donde lo esencial es algo movible, traslaticio y en continuo movimiento; rasgos estos que se relacionan más con la metáfora que con el concepto; en efecto la metáfora tiende siempre a un sentido traslaticio, movible y dinámico, el concepto tiende siempre a la fijación de un único sentido estable; de ahí la gran diferenciación entre concepto y metáfora; de ahí que la metáfora para Hölderlin no sea la utilización de un mero recurso literario sino que sea la respuesta a todo un programa pedagógico, político y mitológico, incluso instaurado por el Systemprogramm en los términos de una nueva mitología de la razón; es más la metáfora responde a una forma de ver la historia en los términos de una destinación siempre abierta y susceptible de nuevas interpretaciones; la metáfora responde a una concepción de la historia donde va en contravía a la concepción totalizadora del concepto o a la concepción metafísica de la historia.
En este sentido Hölderlin va en contravía a Hegel, ya que mientras este creía que la historia podía encerrarse en la absolutidad del concepto y en la univocidad de la metafísica de la historia narrada desde un único punto de vista, aquel creía que la historia desde su origen mismo responde a una multivocidad o plurivocidad de sentidos; de ahí que la metáfora sea más acorde con este programa que con el formulado por Hegel; es más el sentido mismo de la existencia del ser humano, en cuanto un ser más abierto a interrogantes y expectativas es un proyecto que se ajusta más a lo metafórico que a lo conceptual; en este sentido para Hölderlin la metáfora no responde a un nuevo recurso literario sino a un programa ontológico.
Detrás de ese sentido metafórico se esconde para Hölderlin toda una revolución; según ésta, el modo de representación apela no ya a unas categorías instauradas por la concepción metafísica tradicional según la cual se recurre al concepto para vaciar en él el contenido de lo que se quiere representar objetivamente sino el apelo a una forma de representación en la que el sentido se traslada de lugar en lugar no buscando un dato objetivo último sino un sentido traslaticio en el cual en últimas se apela a un fondo sin fondo.
Hölderlin encuentra que el discurso realista es ya insuficiente para expresar la realidad porque “lo real, constitutivamente, se revoluciona, disuelve su pasad configuración y adopta nuevas formas vivientes, en cambio perpetuo, es por lo que el discurso metafórico acierta a nombrar las cosas sin agotar su sentido con una sola determinación”[144]. Desde aquí es claro por qué Heidegger intenta quebrar el discurso realista llevándonos a ver el mundo en los términos de relación, de remandos; además es claro por qué en su discurso sobre la cosa o el objeto o el utensilio siempre remite a algo que no es ella pero que tiene que ver con ella, de esta manera mundo y cosa siempre envían a un sinnúmero de relaciones y de remandos.
Se podría decir que Heidegger siguiendo las huellas de Hölderlin busca quebrar el discurso realista y objetivista instaurado por la filosofía desde la modernidad e implementa una nueva forma de representación de la realidad; desde aquí “Poetizar el mundo no es, por consiguiente, para él, un mero romantizarlo que a la postre lo deja tal y como estaba y solo lo transfigura en el espacio ficticio de la escritura; es un transponer la realidad cósica, que saca de quicio y desplaza lo que antes era tomado como fundamento firme y como lo único verdaderamente real, haciendo que de ahí surja un nuevo mundo”[145].
Con esto Hölderlin está tomando partido frente al hecho de que el medio más eficaz para expresar lo que la realidad es, no es el concepto filosófico, sino la metáfora; es en la palabra poética y no en el concepto filosófico donde la expresión guarda siempre un resto de silencio.
Hölderlin y la esencia de la Poesía.
Heidegger en el texto Hölderlin y la esencia de la poesía analiza la poesía de este poeta romanticista desde varios escritos: una carta a su madre, esbozos de obras y algunos poemas; análisis que realiza desde cinco grandes lemas o consignas.
En su texto Carta al humanismo, Heidegger considerará a la Poesía como la casa del ser, los poetas son sus guardianes, ellos son los encargados de vigilar dicha casa; Heidegger elegirá una serie de poetas que tienen una gran dimensión filosófica, el mismo Heidegger tendrá un gran aprecio por la poesía hasta tal punto que algunos, como también en el caso de Nietzsche, han destacado su dimensión poética; con ello tocamos uno de los tópicos de la filosofía contemporánea que reflexiona sobre la pregunta ¿Es el filósofo un poeta, es el poeta un filósofo? Pregunta que aquí no desarrollaremos, sino que simplemente servirá para ilustrar un punto de encuadramiento de esta problemática desarrollada por Heidegger. Otro tópico que sirve para encuadrar dicha cuestión radica en el hecho de que este pensador, al igual que los poetas, gusta re-significar las palabras, jugar con ellas.
A lo largo de toda la historia moderna y contemporánea han existido una serie de poetas que han tratado de desarrollar el programa que se habían trazado algunos desde la época romanticista: buscar la esencia de la poesía, reflexionar sobre la esencia de la poesía; en este sentido se pueden mencionar algunos como Mallarmé, Valéry y el mismo Hölderlin; esta es la razón por la cual Heidegger, en este texto intenta buscar o desarrollar la esencia de la poesía basándose en este último poeta.
El primer lema allí desarrollado dice: “Poetizar: la más inocente de todas las ocupaciones”[146]. Este lema pondrá de manifiesto que Poetizar es la más inocente de las ocupaciones y con ello se está refiriendo al hecho de que la Poesía tiene en su base la experiencia; desde esta dimensión ella inventa sus propias reglas, inventa sus propias dudas, crea su propio mundo de significaciones y de re-mandos; ella como la obra de arte crea mundo, ella no sigue las reglas preestablecidas por un mundo anterior a ella misma; ella establece sus propias reglas y desde ahí crea su propio mundo.
En este sentido es posible establecer un punto de encuentro entre El origen de la obra de arte y Hölderlin y la esencia de la poesía; encuentro que se puede establecer en los términos de considerar la poesía que instaura mundos de significación; la poesía que trabaja con palabras, conceptos y este podría considerarse el aspecto material; sin embargo la poesía releída desde contextos diferentes crea nuevas posibilidades interpretativas, nuevos mundos; de igual modo las obras de arte, como lo hemos visto a lo largo de esta investigación, tiene un aspecto material y físico, pero además genera desde nuevas relecturas otras posibilidades interpretativas.
El segundo lema dice: “Y se le ha dado el hombre el más peligroso de los bienes, el lenguaje […] para que muestre lo que es […]”[147]. Este lema está referido al lenguaje y este entendido como el más peligroso don que le ha sido dado al hombre ¿Dónde radica su peligro? ¿Dónde radica su inocencia? En el hecho de que si el lenguaje es la casa del ser, este se hace patente a través del lenguaje; el lenguaje tiene como función mostrar lo que es. Si la Poesía crea un mundo, el mundo accede al hombre a través del lenguaje; sin embargo este don se puede convertir en algo que sea utilizado mediocremente, en habladuría y en este caso en vez de mostrar lo que hace es ocultar.
El tercer lema reza: “El hombre ha experimentado mucho. Nombrado a muchos celestes, desde que somos un diálogo y podemos oír unos de otros”[148]. Heidegger aquí está haciendo referencia al carácter dialógico propio del arte; accedemos al mundo que instaura la obra solo desde el diálogo con ella y sobre ella, dejándonos interpelar por ella, interpelándola a ella; por otro lado autores como Nietzsche  han considerado el carácter dialógico del arte considerando la obra como una forma de comunicación dialógica; el mismo Kant al hablar sobre el juicio estético y este al cumplir su función máxima en la comunicabilidad de la experiencia estética está enfatizando la misma dimensión dialógica inherente al arte.
El cuarto lema dice: “Pero lo que permanece lo instauran los poetas”[149]. En este cuarto lema Heidegger se refiere al carácter trascendental que instaura el arte; en este sentido se podría decir que ella es lo que permanece, lo que siempre está ahí generando nuevas posibilidades interpretativas, nuevos mundos.
El quino lema dice: “pleno de méritos, pero es poéticamente como el hombre habita esta tierra”[150].
La poesía se mueve entre dos polos: la inocencia y el peligro, esto quiere decir que la esencia de la existencia humana transcurre en medio del lenguaje, bien sea a la manera de un diálogo que instaura el hombre o en el que el hombre es instaurado; bien sea a la manera de un nombrar esencial, un decir esencial, decir en el que el hombre instaura el ser de las cosas; en este sentido y por lo dicho anteriormente, la existencia, el ser del hombre transcurre como una experiencia poética; en esto consiste, según Heidegger, la esencia de la poesía: “En efecto, cuando podamos concebir ambas determinaciones en un solo pensamiento, concebiremos la plena esencia de la poesía”[151].
Heidegger toca otro tópico en esta quinta palabra guía: la cuaternidad; en este sentido dice Heidegger que “Nosotros entendemos ahora a la poesía como el nombrar que instaura los dioses y la esencia de las cosas”[152]; en este sentido el filósofo reconoce que lo más propio de la poesía es el juego que se mueve entre lo divino y lo humano, entre lo mortal y lo eterno; entre el mundo y la tierra; ahora el tema del mundo en su relación con la tierra, es recalcado por Heidegger en las siguientes palabras: “La poesía no es un adorno que acompaña a la existencia humana [….] la poesía es el fundamento que soporta la historia”[153].
Otro tópico tocado por Heidegger, tendrá que ver con un tema que tiene una larga tradición en la historia de la filosofía, el tema de la locura, tema que recalcará en los siguientes términos: “la excesiva claridad lanza al poeta en las tinieblas” y luego dirá que esta locura no consiste en el reposo tal cual se lo concibe ordinariamente sino en “el estado en que están en actividad todas las energías y todas las relaciones”[154].
El don es otro de los temas tocados por Heidegger en esta quinta palabra guía, este sentido dice que “si la existencia es poética en su fundamento quiere decir, igualmente, que el estar instaurada (fundamentada) no es un mérito sino una donación”[155]; el don del hablar cotidiano no es dado según Heidegger como un don que instauran los poetas a través de la poesía, por esto dice que “La poesía, el nombrar que instaura el ser y la esencia de las cosas, no es un decir caprichoso, sino aquel por el que se hace público todo cuanto después hablamos y tratamos en el lenguaje cotidiano”[156]; en esta concepción de la poesía como don, Dios juega un papel muy importante porque es de Él de quien se recibe el don, en este sentido Heidegger, citando a Hölderlin dice que: “Pues entre todo lo que puedo ver de Dios es esta señal la que se ha hecho predilecta: me gusta como va, me gusta, como cuando en verano el viejo padre sagrado, con mano tranquila, sacude la nube rojiza con relámpagos de bendición [….] El poeta está expuesto a los relámpagos de Dios”[157]. Este don se da como un estar sumergido en la realidad, pero el poeta capta lo irreal de lo real; realidad que luego se convertirá en lo real en cuanto que lo que hablamos dialógicamente en el hablar cotidiano es producto de lo instaurado por la poesía y por el poeta: “La poesía despierta la apariencia de lo irreal y del ensueño, frente a la realidad palpable y ruidosa en la que nos creemos en casa”[158].
El tema de la irracionalidad y de la vida? Leitmotiv del origen de la obra El arte como voluntad de poder? Justamente aquí podemos encontrar un punto de relación entre Hölderlin y la esencia de la poesía y el texto La voluntad de poder como arte.
Si la poesía, según esta quinta palabra clave es ella misma instauración, pues Heidegger dice que: “Es, pues ella misma instauración en su esencia, es decir, fundamento firme”[159], entonces ella misma es obra de arte, en cuanto que tanto la una como la otra tienen el fin de insturar.
El carácter trascendental del arte radica en el hecho de que la obra es ese tipo de manufacturación o creación que no puede ser reemplazada, lo que sí ocurre en el campo de la tecnología, en el campo científico e incluso filosófico; la obra permanece siendo un monumento, un aquí y ahora que habla siempre de manera diferente de acuerdo a la época o al lugar desde donde se la mire; el arte es esa realidad que no es superada ni por nuevas ideas ni por nuevos conceptos; todo lo demás puede envejecer pero la obra de arte siempre seguirá siendo joven. La obra es ese tipo de realidad que no está sujeto al cambio propio que instaura el acontecer temporal.
El poeta es quien nombra las cosas y al nombrarlas les da el ser; desde esta perspectiva en la Poesía se pueden encontrar aquellas experiencias básicas que hacen que el ser-ahí tenga una verdadera experiencia del mundo; mientras que la habladuría es el plano del habla que tiende a ocultar el ser de las cosas, la Poesía tiende a hacer evidente, a nombrar el ser de las cosas.
Una vez escrito el texto sobre El Origen de la obra de arte, Heidegger se preocupará por un tema que allí apenas quedó introducido: el tema del lenguaje y la relación con una preeminencia ontológica de este.
El tema del lenguaje que apenas es mencionado en su obra sobre El origen de la obra de arte, ya había sido tratado en la obra del año 26 Sein und Zeit, aunque el mismo Heidegger reconocerá que el hecho de que en ella no hubiera podido hacer un buen tratamiento sobre el tema del lenguaje fue lo que lo hizo desistir de su proyecto inicial en dicha obra.
El tema central del ensayo sobre Hölderlin y la esencia de la Poesía radica en una reflexión sobre el lenguaje y este considerado como el lugar propio donde acontece la verdad y ser; el lenguaje y la Poesía en cuanto lugar que guarda una preeminencia y una primacía respecto al acaecimiento de la verdad y del ser.
En el escrito sobre Hölderlin vienen asignadas a la Poesía y por lo tanto al lenguaje las funciones y características que El origen de la obra del arte asignaba a la obra de arte; en este sentido sostiene que el lenguaje en cuanto poesía instituye, funda un mundo; de igual manera, solo donde se da la apertura que instaura un mundo, solo allí es posible una reflexión sobre la historia, solo donde se da el lenguaje se da también la historia.
Por otro lado, el lenguaje al fundar un mundo y al fundar al hombre mismo, el lenguaje al ser presentado como la posibilidad que funda al hombre y al mundo, no puede ser considerado de la misma manera a como se consideran los entes intramundanos desde una concepción de utilidad o instrumentalizad; en este sentido, el lenguaje es la suprema posibilidad desde donde se da el ser-en-el-mundo y en cuanto ser histórico. Todas las posibilidades que determinan la vida del hombre derivan del lenguaje.
En la obra sobre Hölderlin, Heidegger enfatiza el carácter de trascendencia que tiene el lenguaje en su sentido de originariedad respecto al ser-ahí; carácter que en El origen de la obra de arte era atribuido a la obra de arte; Heidegger quiere así asignar el carácter de apertura que poseen tanto la obra de arte como el lenguaje y este visto desde la Poesía; es más ellos instituyen y fundan al ser-ahí en cuanto tal; el lenguaje que Heidegger quiere acentuar aquí es el que se constituye como diálogo y con este subraya el hecho de que pertenecer a un mundo histórico significa pertenecer a un ámbito lingüístico; el lenguaje rige y determina nuestro ser-ahí; la Poesía es el fundamento que rige la historia.
El lenguaje es algo ya establecido, fundado e instituido; él es el mundial que pertenecemos; él es la base sobre la cual se estructura un mundo que se abre con él mismo; en este sentido la obra en cuanto opera la apertura de un mundo nuevo establece un lenguaje nuevo; el poeta funda en cuanto responde al llamado de los dioses y la manera como responde es a partir de la Poesía; respuesta de parte del poeta que siempre se origina sobre la base de la asunción responsable de un destino.
Los dioses, en este escrito, tienen un sentido genérico, casi metafórico y le sirven a Heidegger, para indicar la pertenencia del hombre al ser; mientras que el texto sobre El origen de la obra de arte quiere mostrar el carácter fundacional que tiene la obra de arte, pues ella funda un mundo histórico, el texto sobre Hölderlin quiere señalar que esta a su vez se funda en algo que trasciende el carácter fundacional, el que a su vez funda; en este sentido, Heidegger afirma que el lenguaje le ha sido dado al hombre para que este testimonie su pertenencia a la tierra; testimonio que el hombre realiza tanto a través de la creación y el surgimiento de un nuevo mundo como a través de su ocaso y destrucción.

Conclusiones.
Se hace problemático el hecho acerca de cómo concebir la obra, ya que esta en el ensayo tiene un sentido equívoco, pues puede tener una triple acepción.
Primero. En el caso de la obra de Van Gogh o del templo griego habla de la obra específica, es decir la elaboración que produce un artista determinado o que produce un pueblo determinado como expresión de su ser, de su forma de mirar el mundo.
En un segundo caso hablamos de la serie de productos artísticos que son representativos de una determinada época y que sirven para caracterizarla; hablamos por ejemplo de aquellos que se refieren al género musical de los años 60 y se refieren a este como si fuera una obra, a los hijos del rock, también puede considerarse una obra aquellos que son hijos del casete, del CD, de los acetatos, etc.
En un tercer momento se habla de la obra en un sentido muy genérico pero mucho más profundo de aquellas obras que son expresión de una determinada época histórica y que sirven para caracterizarla pero que definitivamente la fundan: las Sumas para el medioevo, los Diálogos para la cultura griega, los Sistemas para la época moderna, el género ensayístico para la época contemporánea.
Cuando decimos que “una persona tiene más mundo que otra”, nos referimos al hecho de que sus horizontes de comprensión de la realidad son mucho más amplios que los de los demás; cuando decimos que “mi mundo no es tu mundo y que tu mundo no es el mío”, hacemos referencia al hecho de que la concepción de mundo que cada persona tiene es diferente a la de los demás; cuando hablamos “del mundo de las ciencias físico-matemáticas”, “el mundo del arte”, “el mundo de la biología” estamos utilizando el concepto para referirnos al hecho de que cada saber especifico tiene por sí mismo todo una horizonte desde el cual se hace comprensible. Todas estas acepciones hacen referencia al hecho de que el concepto de mundo puede variar de cuando en cuando y de que el discurso realista y objetivista a veces se presenta como insuficiente para expresar la dimensión de lo que es realmente el mundo.
Esto hace pensar que Heidegger, cuando en las obras analizadas sobre el arte, se coloca el tema del mundo, está moviéndose en un horizonte conceptual que ya había iniciado en sus años de docencia tanto en Friburgo como en Marburgo: el tema de la facticidad, tema que le exigía desmontar gradualmente las concepciones clásicas sobre la realidad y el mundo, y lo llevaba a una nueva manera de ver la realidad; si el mundo es algo que se diluye en las referencias, si el mundo es algo que remanda a otros estratos diferentes, si el mundo es lo que disloca a quien tiene una experiencia de él, entonces el mundo no es lo que dichas concepciones habían expresado acerca de él, una sustancia, una materia o una esencia, el mundo es algo más; por otro lado Heidegger está intentado captar el mundo tal y como fácticamente se presenta para el hombre; creemos que en conclusión Heidegger intenta dar un paso adelante en su reflexión respecto a lo que antes había dicho, de modo que si en los años de docencia universitaria su gran preocupación era la búsqueda de una ontología de la facticidad y en dicha búsqueda intentaba apresar una nueva concepción de mundo, podríamos decir, el mundo tal cual es, en los discursos sobre el arte, Heidegger intentará ampliar ese discurso sobre el mundo mostrando que también en el mundo del arte la noción de realidad, de mundo se resquebraja.
Este discurso es tan intenso para Heidegger que lo vemos planteándose el mundo desde las Weltanschaungen, el mundo de la técnica, el mundo griego, el mundo del fenómeno religioso, el mundo de los afectos; es muy probable que en los años de docencia universitaria Heidegger aprehendiera el mundo para el ser-ahí desde la noción de mundo del fenómeno religioso; sin embargo en los años posteriores lo vemos problematizando dicha noción desde otras perspectivas diferentes.




[1] Cfr. Vattimo Gianni. Arte e veritá nel pensiero di Martin Heidegger. 43. Ed. Giappichelli, Torino. 1966. Citado AV.
[2] Objectum: Ob: lo que está delante; jectum: lo que está arrojado. Objectum lo contrapuesto, lo ubicado frente al sujeto.
[3] Cf. Gadamer, Hans Georg. Die Aktualität des Schönen. Traducción española: La actualidad de lo bello. Paidós. Barcelona, 1991. Confróntese pp. 83ss.
[4] Cf. Oliveras, Elena. ESTÉTICA. La cuestión del arte. Ariel editores. Pp. 270. Citado: ECA.
[5] VATTIMO, GIANNI.  AV,  78.
[6] Heidegger, Martin. Ursprungs des Kunstwerkes. Traducción española: El origen de la obra de arte en Arte y poesía. FCE. 19926°re. Citado UK. Citamos la página 44ss.
[7] Vattimo, Gianni. AV, 49.
[8] Cf. Heidegger, Martin. UK, 48.
[9] Cf. Heidegger, Martin. UK, 49.
[10] Heidegger, Martin. UK, 50.
[11] Heidegger, Martin. UK, 51.
[12] Vattimo, Gianni. AV,53.
[13] Heidegger, Martin. UK, 60.
[14] Heidegger, Martin. UK, 63.
[15] Cf. Heidegger, Martin. UK, 64.
[16] Cf. Heidegger, Martin. UK, 68.
[17] Cf. Heidegger, Martin. UK, 72-73.
[18] Heidegger, Martin. UK, 74.
[19] Heidegger, Martin. UK, 74
[20] Heidegger, Martin. UK, 75.
[21] Heidegger, Martin. UK, 75.
[22] Heidegger, Martin. UK, 75.
[23] Cf. Heidegger, Martin. UK, 76.
[24] Heidegger, Martin. UK, 77.
[25] Heidegger, Martin. UK, 77.
[26] Heidegger, Martin. UK; 79.
[27] Heidegger, Martin. UK, 79.
[28] Heidegger, Martin. UK, 79.
[29] Heidegger, Martin. UK, 79.
[30] Heidegger, Martin. UK, 80.
[31] Heidegger, Martin. UK, 80.
[32] Heidegger, Martin. UK, 80.
[33] Heidegger, Martin. UK, 80.
[34] Heidegger, Martin. UK, 81.
[35] Heidegger, Martin. UK, 81.
[36] Heidegger, Martin. UK, 81.
[37] Heidegger, Martin. UK, 81-82.
[38] Heidegger, Martin. UK, 82.
[39] Heidegger, Martin. UK, 84-85.
[40] Heidegger, Martin. UK, 85.
[41] Heidegger, Martin. UK, 86-87.
[42] Heidegger, Martin. UK, 87.
[43] Heidegger, Martin. UK, 87-88.
[44] Heidegger, Martin. UK, 88.
[45] Heidegger, Martin. UK, 88.
[46] Heidegger, Martin. UK, 88-89.
[47] Heidegger, Martin. UK, 89.
[48] Heidegger, Martin. UK, 89.
[49] Heidegger, Martin. UK; 90.
[50] Heidegger, Martin. UK, 93.
[51] Heidegger, Martin. UK, 94.
[52] Heidegger, Martin. UK, 94.
[53] Heidegger, Martin. UK, 94.
[54] Heidegger, Martin. UK, 95.
[55] Heidegger, Martin. UK, 96.
[56] Heidegger, Martin. UK, 96.
[57] Heidegger, Martin. UK, 97.
[58] Heidegger, Martin. UK, 98.
[59] Heidegger, Martin. UK, 100.
[60] Heidegger, Martin. UK, 101.
[61] Heidegger, Martin. UK, 101.
[62] Heidegger, Martin. UK, 102.
[63] Heidegger, Martin. UK, 102.
[64] Heidegger, Martin. UK, 103.
[65] Heidegger, Martin. UK, 103.
[66] Heidegger, Martin. UK, 104.
[67] Heidegger, Martin. UK, 104.
[68] Heidegger, Martin. UK, 104.
[69] Heidegger, Martin. UK, 104.
[70] Heidegger, Martin. UK, 105.
[71] Heidegger, Martin. UK, 105.
[72] Heidegger, Martin. UK, 107.
[73] Cf. Heidegger, Martin. UK, 110.
[74] Cf. Heidegger, Martin. UK, 110.
[75] Heidegger, Martin. UK, 110.
[76] Heidegger, Martin. UK, 111.
[77] Heidegger, Martin. UK, 111.
[78] Que corresponde al Dichtung alemán. Poesía con mayúscula.
[79] Que corresponde a la palabra Poesie que es un latinismo que Heidegger usa. poesía con minúscula.
[80] Heidegger, Martin. UK, 112.
[81] Heidegger, Martin. UK, 113.
[82] Heidegger, Martin. UK, 114.
[83] Heidegger, Martin. UK, 114.
[84] Heidegger, Martin. UK, 114.
[85] Heidegger, Martin. UK, 114.
[86] Heidegger, Martin. UK, 115.
[87] Heidegger, Martin. UK, 115.
[88] Heidegger, Martin. UK, 116.
[89] Heidegger, Martin. UK, 116.
[90] Heidegger, Martin. UK, 116.
[91] Heidegger, Martin. UK, 116.
[92] Heidegger, Martin. UK, 117.
[93] Heidegger, Martin. UK, 117.
[94] Cf. Heidegger, Martin. UK, 119.
[95] Heidegger, Martin. UK, 120.
[96] Heidegger, Martin. UK, 121.
[97] Para este segundo ensayo citamos el texto original de Ursprungs des Kuntswerkes. Citada UK.
[98] Cf. Heidegger Martin. UK, 5.
[99] Cf. Heidegger Martin. UK,25.
[100] Cf. Heidegger Martin. UK, 44.
[101] Cf. Heidegger Martin. UK, 67.
[102] Cf. Heidegger Martin. UK, 5.
[103] Cf. Heidegger Martin. SZ, § 15,16,17.
[104] Cf. Heidegger Martin. SZ, § 18.
[105] Cf. Heidegger Martin. ZS, § 16.
[106] Cf. Heidegger Martin. UK, 7.
[107] Cf. Heidegger Martin. UK, 10.
[108] Cf. Heidegger Martin. UK, 11.
[109] Cf. Heidegger Martin. UK, 11.
[110] Cf. Heidegger Martin. UK, 18.
[111] Cf. Heidegger Martin. UK, 27.
[112] Heidegger Martin. La cosa. En: Ideas y Valores. Revista de la Universidad Nacional de Colombia. Diciembre de 1952. Mayo 1953. Tomo II, año II, Bogotá, N° 7 y 8.
[113] Cf. Heidegger Martin. La cosa, 661ss.
[114] Cf. Heidegger Martin. La cosa, 669ss.
[115] Cf. Heidegger Martin. La cosa, 666.
[116] Heidegger Martin. La cosa, 672ss.
[117] Cf. Heidegger Martin. UK, 59; edición española, pp. 60.
[118] Cf. Heidegger Martin. SZ, pp. 102.
[119] Cf. Heidegger Martin. UK, 60; edición española, pp. 61.
[120] Cf. Heidegger Martin. UK, 58; edición española, pp. 59.
[121] Cf. Heidegger, Martin. SZ, 101-102.
[122] Cf. Heidegger Martin. SZ, § 17.
[123] Gadamer, Hans Georg. Los caminos de Heidegger. Ed. Herder, 20032, Barcelona. Pp. 98-99.
[124] Cf. Heidegger Martin. UK, 77.
[125] Cf. Heidegger Martin. UK, 74.
[126] Conferencia pública que Heidegger concibiera hacia 1930 y repetida durante varias ocasiones con el mismo título en Berma, Marburgo, Friburgo, Dresde. La primera edición aparece en Frankfurt hacia 1943. Aquí nos servimos de la traducción italiana Sull’essenza della veritá, aparecida en la editorial Armando editore, Roma, 1999. Citada. WH.
[127] Cf. Heidegger, Martin. WH, 38.
[128] Cf. Heidegger, Martin. WH, 38-39.
[129] Cf. Heidegger, Martin. SZ, § 44.
[130] Cf. Heidegger Martin, UK, 36 (82).
[131] Cf. Heidegger Martin, UK, 41 (87-88).
[132] Cf. Heidegger Martin, UK, 42-43 (90)
[133] “A la esencia de la obra pertenece el acontecer de la verdad” “Zum Wesen des Werkes gehört das Geschehen der Warheit”. UK, 44 (91). [….] “En la obra está en operación el acontecimiento de la verdad” “Im Werk ist das Geschehnis de Warheit am Werk”. UK, 45 (92).
[134] Vattimo, Gianni. La fine della modernitá. Garzanti, 19911. pp. 72. Traducción española El final de la modernidad. Gedisa, Barcelona, 19872. pp. 59.
[135] Ferraris, Maurizio. Historia de la Hermenéutica, 100. Silgo XXI editores. 2007. España. Citado HH.
[136] Ferraris, Maurizio. HH, 100.
[137] Cf. Ferraris, Maurizio. HH, 102.
[138] Gedichtet es el participio pasado del verbo dichten que significa poetizar y por el mismo motivo puede significar componer, inventar.
[139] Barrios Casares, Manuel. Hölderlin: la revuelta del poeta. En: Hölderlin: poesía y pensamiento. Colección filosofías. Valencia, España. Pp. 9-31. Citamos la página 16. De ahora en adelante citado HPP.
[140] Barrios Casares, Manuel. HPP, 17.
[141] Barrios Casares, Manuel. HPP, 17.
[142] Barrios Casares, Manuel. HPP, 18.
[143] Cfr. Barrios Casares, Manuel. HPP, 18
[144] Barrios Casares, Manuel. HPP, 22.
[145] Barrios Casares, Manuel. HPP, 22.
[146] Heidegger Martin. Hölderlin y la esencia de la poesía. En: Arte y poesía. FCE, 1992, pp. 126. Citado UK. Nos servimos de la traducción española.
[147] Heidegger, Martin. UK, 126.
[148] Heidegger, Martin. UK, 126.
[149] Heidegger, Martin. UK, 126.
[150] Heidegger, Martin. UK, 139.
[151] Heidegger, Martin. UK, 140.
[152] Heidegger, Martin. UK, 139.
[153] Heidegger, Martin. UK, 139.
[154] Heidegger, Martin. UK, 142-143.
[155] Heidegger, Martin. UK, 139.
[156] Heidegger, Martin. UK, 140.
[157] Heidegger, Martin. UK, 141.
[158] Heidegger, Martin. UK, 143.
[159] Heidegger, Martin, UK, 143.

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